AGRIPPA,MAESTRO DE MAGOS :
AGRIPPA,BIOGRAFIA-AGRIPA SEGUN WIKIPEDIA-F
ILOSOFIA OCULTA DE AGRIPPA (EXTRACTOS)-PARACELSO Y AGRIPPA,SIMILITUDES-FILOSOFIA OCULTA DE AGRIPPA (3 LIBROS): 1-MAGIA NATURAL-2-MAGIA CELESTE-3-MAGIA CEREMONIAL
AGRIPPA,BIOGRAFIA:Agrippa de Nettesheim
Henricus Cornelius Agrippa von Nettesheim
* 14-09-1486 Colonia, † 18-02-1535 Grenoble
Su vida
Nacido en Colonia (Köln), Alemania, en tiempos de convulsión social y transformaciones religiosas. Hijo de padres adinerados, creció en una constante y ardiente necesidad de conocimiento.Agrippa fue médico, filósofo y diplomático. Practicó y estudió las grandes ciencias herméticas, la magia, la alquimia, la astrología y la kabalah, entre otros con el afamado Tritemus, maestro también del reconocido alquimista y astrólogo Paracelso.Estudió y enseño teología en distintas universidades de su época. En su juventud estuvo vinculado a la corte de Carlos V, al cual servia como asesor.Dado que sus obras eran incomprensibles para el vulgo que lo consideraba un brujo, y a sus diferencias con los dominicos, debió soportar la cárcel en Bruselas y finalmente el exilio.Acusado de hechicero, se retira a Italia. Finalmente termina en Lyon, donde empobrecido y despreciado por todos encuentra la muerte.Su vida está plagada de misterios y leyendas, entre las que se cuenta su continua compañía de un perro negro, en el cual muchos creyeron ver al mismo diablo. Así mismo, el mago de Nettesheim fue una de las figuras relevantes de su época. Un rebelde que pagó el precio de su rebeldía con la marginación y el desprecio.Protegido por sabios de su época y por los mismos nobles, no logró así y todo resistir las crueldades de la ignorancia.Para comprender su obra y su legado, debemos observar que Agrippa es un investigador que busca no solo el saber erudito, sino el conocimiento vivencial. El suyo es un conocimiento de primera mano.Con respecto a esto, él mismo dice haber visto realizar y haber realizado operatorias alquímicas de transmutación de metales viles en plata y oro.Su obra Agrippa es uno de los llamados magos eruditos. Todo su conocimiento, quedó plasmado en una obra sobrehumana; su "De Occulta Philosophia" (der.: tapa) libro inmenso en cantidad y calidad, que Agrippa culminó contando con tan solo 26 años. Este libro, releído y redescubierto por el esoterismo del siglo 19, es uno de los grandes pilares del ocultismo actual. No es vano pensar que todo el movimiento ocultista moderno, deba su nombre a la inmensa influencia del texto Agrippano.Toda la obra se basa en la llamada ley de correspondencias o analogías, que considera que existe un vínculo estrecho y vital entre el cielo, la tierra y lo humano.La "Filosofía Oculta" posee la virtud de ser el primer gran tratado sistemático de magia que se ha escrito.En La filosofía oculta, Agrippa divide el saber en tres ramas que son en realidad partes de una solo saber. Estas ramas son tratadas en tres libros que conforman la filosofía oculta. Uno que trata de la magia natural; un segundo libro que aborda la magia celeste y un tercero de magia ceremonial. Estas tres ramas de conocimiento son llamadas también: Física, matemáticas y teología.Para el mago y alquimista de esa época, estos términos no poseían la misma significación que le adjudicamos nosotros en la actualidad. Así es como lo que Agrippa define como "física" es la magia natural, el conocimiento de las virtudes mágicas y energéticas de todo lo creado por Dios en la naturaleza o bajo el reino sub lunar; la relación de las piedras, los animales, los metales, la hierbas con las fuerzas celestes y con las divinas.Por otro lado, su "matemática" no es el conocimiento mercantil que permite sumar y restar perdidas y ganancias; ni siquiera una especulación abstracta, es más bien el estudio del vínculo de los números como potencias espirituales y su participación en lo creado. Todo fue hecho por el Creador con relación a un número.También, esta matemática es lo más cercano a nuestra actual astrología. Aun que en Agrippa, a diferencia de la actual ciencia astrológica, tan cargada de determinismo, la astrología está llena de libertad y de espíritu. Dice a este respecto que los astros siempre son benéficos. Pero ocurre que una mala disposición del receptor, puede transformar este beneficio en un mal. "Así como la luz del sol, daña los ojos enfermos" según sus propias palabras.Por lo tanto Agrippa considera que la libertad del hombre a inclinarse hacia el bien o el mal, no está supeditada a los astros, aun que estos la favorezcan.Finalmente su Teología se presenta como el saber imprescindible para la obra mágica. Dentro de esta Teología se cuenta la "magia ceremonial" el conocimiento de las "leyes de las religiones" como él mismo lo expresa.Así es como el mismo Agrippa define la magia y sus tres vertientes: "Es preciso, que quienes quieren dedicarse al estudio de esta ciencia (la magia) posean la Física que explica las cualidades de las cosas y en la que se hallan las propiedades secretas de cada ser; que sepan bien matemática, que conozcan las estrellas, sus aspectos y sus figuras, puesto que de ellas depende la virtud y la propiedad de cada cosa elevada; y que entiendan bien la Teología por la que se conoce les sustancias inmateriales que distribuyen y gobiernan todas las cosas, para poseer la facultad de razonar la magia. Pues no puede haber obra alguna de Magia perfecta, ni siquiera de magia verdadera, que no abarque esas tres facultades en total.Agrippa es lo que se puede llamar un Teurgo. Un mago de la luz. Teurgia es una palabra que significa hacer con la divinidad. En está rama del saber mágico, el mago se ubica en un lugar subordinado, en una actitud de obediencia a lo Divino, de Dios, de quien se siente herramienta.Es sabido que la obra literaria de Agrippa, fue fecunda y que también escribió obras sobre Plantón y comentarios a los textos herméticos clásicos.Toda su producción posee en la actualidad, aun con las inmensas diferencias que implican varios siglos transcurridos, una inmensa influencia en el pensamiento que hace a el saber oculto.InfluenciasLa obra de Agrippa tuvo especial repercusión en toda la concepción de la magia posterior a él. La misma se encuentra por ejemplo en el notable mago galés John Dee (1527-1608) quien sentía por Agrippa un profundo respeto; en el ingles Francis Barrett, autor de "El Mago", obra que posee párrafos calcados de la "filosofía" de Agrippa; y también en el francés Eliphas Levy, padre innegable de la magia contemporánea, autor de textos ya clásicos como "Historia de la Magia" y el libro de mayor trascendencia, que posee la magia moderna, "Dogma y Ritual de la Alta Magia".Agrippa en la ActualidadEn la actualidad, los magos contemporáneos tenemos una deuda infinita con el maestro alemán. Su espíritu, su furor, su anhelo de verdad, son atraídos por el reverente respeto del mago, que en su laboratorio pide e implora las luces de lo alto. Luces que no descienden solas, si no que se expresan en aquellos que las han manifestado en vida. Es por esto que el mago actual siente por Agrippa una admiración fraternal, que lo une al espíritu de este mago y alquimista que tanto hizo y hace desde un lugar de misterio pero real, por aquellos que buscan con sincero anhelo transitar el camino de la magia.Con Agrippa comprendemos la magia como "el camino de la verdadera elevación interior". Él nos enseña que el fin, el alfa y omega del mago es el encuentro con la Divinidad. Para llegar a este encuentro, el mago irá viviendo una transformación que le permita acceder a niveles de conciencia elevados. Solo es posible encontrar fuera aquello que se encuentra dentro, y aquello que está fuera, nos despierta así mismo lo interior.El maestro de Colonia no cesa de proclamar en todos sus textos, que la obra es "hacerse digno de la obra", para esto, el mago se alimenta de la luz que recibe en su labor por intermedio de las ceremonias y ritualidades que le permiten un contacto con lo celeste. Este mismo contacto con la Luz, irá transformándolo de manera gradual hasta iluminarlo.Agrippa fue un erudito y un mago operativo. Muchas de sus aseveraciones, son fruto de experiencias propias. En este sentido, los magistas actuales tenemos mucho por aprender atrapados como estamos por la especulación estéril o por la práctica inescrupulosa.Este mago de luz, sigue siendo una guía que permite al mago actual un encuentro entre conocimiento personal y revelación.A él nuestros respetos y nuestra veneración.
POR Francisco Stiglich
AGRIPA SEGUN WIKIPEDIA :Enrique Cornelio Agripa de Nettesheim (o Agrippa de Nettesheim) (Colonia, 14 de septiembre de 1486 - Grenoble, 18 de febrero de 1535) fue un famoso escritor, filósofo, alquimista, cabalista, médico y nigromante alemán. Se le considera también como un feminista adelantado a su tiempo.
Biografía
En su obra principal, De occulta philosophia libri tres, impresa en 1531, recogió todo el conocimiento medieval sobre magia, astrología, alquimia, medicina y filosofía natural y lo respaldó teóricamente. Erudito de fama y protegido por distintas casas reinantes o nobles, fue amigo de gran parte de los filósofos y grandes de su época. Durante un tiempo estuvo al servicio de los emperadores Maximiliano I, de Carlos I de España, como historiógrafo, y del rival de este último, el Papa Clemente VII.
Estuvo en las más conocidas universidades europeas de su tiempo como estudiante y como profesor de hebreo y filosofía. En su época llegó a convertirse en un referente de la corriente animista, despreciando el conocimiento empírico y defendiendo la teoría en la que se considera al mundo como un todo orgánico dirigido por un espíritu universal. Más tarde abandonaría todas sus teorías, afirmando la vanidad de todo saber y la validez de la Biblia.
Sus ideas y dedicación al estudio de las ciencias ocultas le obligó a vivir en un constante éxodo al ser perseguido en varios países. Durante su peregrinaje por Alemania, Francia e Italia trabajó como teólogo, físico, abogado y soldado.
En su concepto del mundo combina sobre todo el neoplatonismo del Renacimiento con la Cábala, es decir, con lo que en su época se entendía bajo este concepto en los círculos intelectuales no judíos. Se trata sólo de una «Cábala práctica» que recoge el folklore y la magia internacional. La importancia de Agrippa von Nettesheim, reside en el hecho de haber compilado en una magnífica obra de armonización la demonología judía medieval con la cristiana. En resumen, su doctrina nos dice lo siguiente: Dios gobierna el mundo, aunque la ejecución de su voluntad la deja a sus servidores, entre los cuales también se encuentran los demonios. El mundo está constituido de forma jerárquica y todo está animado. Las almas del hombre, del animal, de la planta y del mineral son parte del alma.
Como quiera que cada uno de los cielos y astros también tiene un alma, sobre los cuales hay situados en un plano superior unos regentes a modo de inteligencias superiores, de igual modo que unos siervos subordinados como ayudantes, la astrología y la magia ritual son de vital importancia en su concepto del mundo. De este modo todas las cosas se encuentran unidas entre sí y poseen un efecto atrayente o repulsivo sobre ellas mismas. El hombre como microcosmos es a la vez la imagen del universo y de Dios, que juntos forman el macrocosmos. Su De Occulta Philosophia está dividida en tres libros: Magia Natural (Física), Magia Celeste (Matemáticas) y Magia Ceremonial (Teología). Es notable la influencia en su pensamiento de Marsilio Ficino .
Según algunos, la historia de la ciencia moderna atribuye un papel muy importante a las doctrinas esotéricas y ocultistas de Agrippa von Nettesheim en el surgimiento de la revolución científica del siglo XVII. Esta búsqueda de las fuerzas ocultas de la naturaleza, que no se ajustaba a las ideas de la doctrina cristiana y que sólo podía llevarse a cabo en organizaciones secretas de personas de la misma ideología, representa el punto de partida de la ciencia moderna. La superación del pensamiento formalista y rutinario del medioevo se efectuó mediante manifestaciones muy antiguas de la magia, heredadas de la antigüedad. Después, esta nueva forma de pensamiento o racionalidad alternativa desarrolló su propia dinámica y se liberó de los elementos mágicos.
Obras
Sus obras, aun no exentas de errores, reflejan una gran erudición y controversia con la mentalidad de su tiempo, llegando a ser encarcelado por este motivo en Bruselas. A continuación se indican algunas de las más importantes.
De occulta philosophia libri tres (Los Tres Libros de la Filosofía Oculta). Impreso en París en 1531 y en Colonia en 1533). Es un tratado de magia y ocultismo.
De nobilitate et praeccellentia faemini sexus (De la nobleza y preexcelencia del sexo femenino) 1529. Es un libro sobre la igualdad de las mujeres.
De incertitudine et vanitate de scientiarum et Artium. (De la incertidumbre y vanidad de las ciencias y las artes). Impreso en Köln en 1527, es una sátira del paupérrimo estado de la ciencia en su tiempo según él.
La Commentaria in artem brevem Raimundi Lullii, 1533.
Numerología oculta. Basado sobre todo en Pitágoras y en la cábala hebrea, realiza una síntesis del saber oculto de la antigüedad en lo que a la guarismos se refiere.
Curiosidad
La escritora británica J.K. Rowling se inspiró en la vida de Enrique Cornelio para crear el personaje histórico de la saga "Harry Potter", de nombre precisamente "Cornelio Agrippa".
FILOSOFIA OCULTA DE AGRIPPA-EXTRACTOS :"HAY 3 MUNDOS:EL ELEMENTAL,EL CELESTE Y EL INTELECTUAL.
CADA MUNDO SUBORDINADO ES REGIDO POR EL MUNDO QUE LE ES SUPERIOR,NO ES IMPOSIBLE PASAR DEL CONOCIEMIENTO DEL UNO AL OTRO Y REMONTARSE HASTA EL ARQUETIPO,ESA ESCALA ES LO QUE SE LLAMA MAGIA.
LA MAGIA ES UNA CONTEMPLACION PROFUNDA QUE ABARCA LA NATURALEZA.ES EL PODER, LA CANTIDAD,LA SUSTANCIA;LAS VIRTUDES,LAS SEMEJANZAS,LAS DIFERENCIAS,EL ARTE DE UNIR,SE SEPARAR,DE COMPONER EN UNA PALABRA,TODO EL TRABAJO DEL UNIVERSO.
HAY CUATRO ELEMENTOS,QUE SON PRINCIPIO DE LA COMPOSICION Y DESCOMPOSICION : EL AIRE,EL FUEGO,EL AGUA Y LA TIERRA.
CADA UNO DE ELLOS E STRIPLE.
EL FUEGO Y LA TIERRA,EL UNO PRINCIPIO ACTIVO Y EL OTRO PASIVO,BASTAN PARA LA REPRODUCCION DE LAS MARAVILLAS DE LA NATURALEZA;
EL FUEGO POR SI SOLO,AISLADO DE TODA MATERIA QUE UNIDA A EL SIRVE PARA MANIFESTAR SU PRESENCIA,Y OCASIÓN,ES INMENSO,INVISIBLE,INMOVIL,DESTRUCTOR,RESTAURADOR,INCLINADO A TODO LO QUE TIENE CERCA Y ANTORCHA DE LA NATURALEZA CUYOS SECRETOS ALUMBRA;
LA TIERRA ES EL AGENTE DE LOS ELEMENTOS Y EL DEPOSITO DE TODAS LAS INFLUENCIAS CELESTES.TIENE EN SI TODOS LOS GERMENES Y LA SAZON DE TODAS LAS PRODUCCIONES Y SECUNDA LAS VIRTUDES DE ARRIBA;
LOS GERMENES DE TODOS LOS ANIMALES ESTAN EN EL AGUA;
EL AIRE ES UN ESPIRITU VITAL QUE PENETRA EN LOS SERES Y LES DA CONSISTENCIA Y VIDA:SIRVE PAR UNIR,AGITAR Y LLENARLO TODO, Y RECIBE INMEDIATAMENTE LAS INFLUENCIAS QUE TRANSMITE.DE LOS CUERPOS SE DESPRENDEN SIMULADORES ESPIRITUALES Y NATURALES QUE AFECTAN NUESTROS SENTIDOS;
HAY UN MEDIO PARA PINTAR IMÁGENES O LETRAS QUE PASANDO AL TRAVES DEL INMENSO ESPACIO,PUEDE LEERSE EN EL DISCO DE LA LUNA QUE LAS ALUMBRA,POR ALGUNO QUE SEPA Y ESTE PREVENIDO.
EN EL MUNDO ARQUETIPO TODO ESTA EN TODO; Y GUARDANDO LA DEBIDA PROPORCION,LO MISMO SUCEDE EN EL PRESENTE.
EN LOS MUNDOS INFERIORES LOS ELEMENTOS SON FORMAS GROSERAS O INMENSOS ACOPIOS DE MATERIA.EN EL CIELO YA SON DE NATURALEZA MAS ENERGICA,SUTIL Y ACTIVA: EN LAS INTELIGENCIAS SON VIRTUDES,Y EN EL ARQUETIPO IDEAS.
A MAS DE LAS CUALIDADES ELEMENTALES QUE CONOCEMOS,LOS SERES LAS TIENEN PARTICULARES,DESCONOCIDAS E INNATAS,CUYOS EFECTOS NOS SORPRENDEN Y ESTAS SON LAS QUE LLAMAMOS VIRTUDES OCULTAS;
LAS VIRTUDES OCULTAS EMANAN DE DIOS,UNICAS EN EL,MULTIPLES EN EL ALMA DEL MUNDO,INFUSAS EN LOS ESPIRITUS,UNIDAS O SEPARADAS EN LOS CUERPOS FRAGILES O FUERTES,SEGÚN LA DISTANCIA DEL SER DEL ARQUETIPO.
LAS IDEAS SON LAS CAUSAS DE LA EXISTENCIA Y DE LA ESPECIICACION Y DE ELLAS NACEN LAS ENTIDADES QUE PASAN POR LA MATERIA ENRAZON DE LA APTIITUD PARA RECIBIRLAS;
DIOS ES ORIGEN DE LAS VIRTUDES: EL LAS CONFIA A LOS ANGELES COMO MINISTROS;ESTOS LAS DERRAMAN SOBRE LOS CIELOS Y ASTROS Y LAS DIFUNDEN SOBRE LOS HOMBRES,PLANTAS,ANIMALES,TIERRA Y ELEMENTOS.
HE AQUÍ EL ORDEN DE EMANACION DE LAS VIRTUDES,IDEAS,INTELIGENCIAS,CIELOS,ELEMENTOS Y SERES.
LA SIDEAS SON LAS CAUSAS PRICNIPALES DE LA FORMA Y DE LA SVIRTUDES,LAS VIRTUDES NO PASAN DE LOS SERES SUPERIORES A LOS INFERIORES SIN EL INTERMEDIODEL ALMA DEL MUNDO QUE ES UNA QUINTA ESENCIA.
NO HAY MOLECULA ALGUA EN ELUNIVERSO EN QUE NO SE HALLE UN APARTICULA DE ESA ALMA DEL MUNDO O ESPIRITU UNIVERSAL;
AUNQUE ESTA DISTIBUIDA EN TODO Y EN TODAS PARTES,NO LO ESTA DE UN MODO UNIFORME,PUES HAY SERIES QUE TOMAN MAS Y OTRAS QUE TOMAN MENOS;
EN TODO EXISTE ANTIPATIA Y SIMPATIA Y POR ESTO HAY UNA INFINIDAD DE RELACIONES,UNIONES Y AVERSIONES SECRETAS;
LOS SERES EN QUIENES LA VIRTUD O PARTICULA DIVINA ESTE MENOS OBSTRUIDA DE MATERIA,PRODUCE INCENSAMENTE EFECTOS ADMIRABLES DESPUES DE SU DESTRUCCION;
LAS COSAS INFERIORES ESTAN DOMINADAS POR LAS SUPERIORES: LAS COSTUMBRES DE LOS HOMBRES DEPENDEN DE LOS ASTROS.EL MUNDO SUBLUNAR ES GOBERNADO POR LOS PLANETAS,Y EL MUNDO PLANETARIO ES GOBERNADO POR EL DE LAS ESTRELLAS FIJAS.
CADA ASTRO TIENE SU NATURALEZA,SU PROPIEDAD,SU CONDICION Y SUS RAYOS,QUE IMPRIME SOBRE LOS SERES UN CARÁCTER O UN SELLO DISTINTO Y PARTICULAR.
ALGUNAS VECES LAS INFLUENCIAS SE CONFUNDEN EN UN MISMO SER Y ENTRAN ENE EL EN VIRTUD DE RELACIONES DETERMINADAS POR MUCHAS CAUSAS,DE LAS CUALES ES LA POSESION.
HAY UN ENLACE ENTRE EL ALMA DEL MUNDO Y LA MATERIA,EN VIRTUD DEL CUAL EL ALMA DEL MUNDO OBRA TODO LO QUE EXISTE;(EL ALMA DEL MUNDO ES EL ESPIRITU SANTO O EL ASTRAL DE DIOS)
DE LAS COSAS DE ESTE MUNDO PUEDE REMONTARSE HASTA LOS ASTROS,DE LOS ASTROS A LAS INTELIGENCIAS,DE LAS INTELIGENCIAS AL ARQUETIPO.ES UNA CUERDA QUE SI SE TOCA EN UN EXTREMO SE RESIENTE EL OTRO;LA MAGIA CONSISTE EN APRECIAR LAS CORRESPONDENCIAS DE ESTOS MOVIMIENTOS QUE TIENEN LUGAR A DISTANCIAS TAN GRANDES.
ES UN OIDO MUY FINO QUE PERCIBE RESONANCIAS FUGITIVAS,IMPERCEPTIBLES AL COMUN DE LOS HOMBRES:EL HOMBRE COMUN NO OYE EN LA TIERRA,EN EL CIELO Y EN EL INTERVALO.
LA IMAGINACION,VIOLENTAMENTE CONMOVIDA,PUEDE MUDAREL CUERPO,DARLE IMPERIO,ACCION,PASION Y APROPIARLE,O CIERTAS ENFERMEDADES O CIERTAS IMPRESIONES.
LA CONTENCION VIOLENTA DEL ALMA HUMANA LA ELEVA,LA UNE A LAS INTELIGENCIAS,LA ILUMINA,LA INSPIRA E INFUNDE A SUS MOVIMENTOS Y ACCIONES ALGO DE DIVINO Y SOBRENATURAL.
EL ALMA HUMANA TIENE EN SI LA VIRTUD DE CAMBIAR,APROXIMAR O ALEJAR Y ENLAZAR;TAMBIEN PUEDE DOMINAR,TANTO LAS COSAS COMO LOS ESPIRITUS O EFECTOS DE UNA ENERGIA PARTICULAR DE SU VIRTUD O DE SUS PASIONES.
LOS NOMBRES DE LAS COSAS TIENEN IGUALMENTE UN PODER,EL ARTE MAGICO TIENE UNA LENGUA Y ESTA LENGUA TIENE VIRTUDES : ES UNA IMAGEN DE LOS SIGNOS.CON
ESTO SE EXPLICA EL EFECTO DE LAS INVOCACIONES,ABJURACIONES,CONJURACIONES Y OTRAS FORMULAS.
PARECE QUE EL NUMERO ES LA RAZON PRIMITIVA DEL ENCADENAMIENTO DE LAS COSAS.
LOS NUMEROS TIENE VIRTUDES,QUE SON EFICACES,BENEFICAS O MALHECHORAS;
LA UNIDAD ES EL PRINCIPIO Y EL FIN DE TODO Y NO TIENE PRINCIPIO NI FIN.
EL NUMERO BINARIO ES MALO.
EL TERNARIO REPRESENTA A DIOS,EL ALMA DEL MUNDO,EL ESPIRITU DEL HOMBRE.
EL CUATERNARIO ES LA BASE DE TODOS LOS NUMEROS.
EL QUINARIO TIENE UNA FORMA PARTICULAR EN LAS EXPIACIONES SAGRADAS:ES TODO.EL SUSPENDE EL EFECTO DE LOS VENENOS Y ES FATAL A LOS MALOS GENIOS.
EL SEPTENARIO ES MUY PODEROSO,TANTO EN BIEN COMO EN MAL.
DIOS ES LA MONADA.ANTES DE EXTENDERSE FUERA DE SI MISMO Y DEPRODUCIR LOS SERES,ENGENDRO EN SI EL NUMERO TERNARIO.
EL NUMERO DENARIO ES LA MEDIDA DE TODO.
LOS CARACTERES DE LAS PALABRAS NO SON SUS VIRTUDES,PERO DE ELLOS PUEDEN DEDUCIRSE EL CONOCIMIENTO DE LAS PROPIEDADES Y LOS ACONTECIMIENTOS.
LA ARMONIA ANALAOGA AL CONCIERTO DE LOS CIELOS,PROVOCA MARAVILLOSAMENTE SU INFLUENCIA.
EL HOMBRE LO TIENE TODO EN SI,NUMERO,MEDIDA,PESO,MOVIMIENTO,ELEMENTOS Y ARMONIA.
EXISTE UNA CAUSA SUBLIME,SECRETA Y NECESARIA DEL HADO (DESTINO)Y ELLA PUEDE CONDUCIR AL DESCUBRIMIENTO DE LA VERDAD.
EL MUNDO,LOS CIELOS YLOS ASTROS TIENEN ALMAS,Y ESTAS ALMAS NO DEJAN DE TENER AFINIDAD CON LAS NUESTRAS (A TRAVES DEL ETEREO Y EL ASTRAL);
EL MUNDO VIVE Y TIENE ORGANOS Y SENTIDOS.
EL ALMA DEL MUNDO TIENE OPERACIONES INTELECTUALES Y PARTICIPA DE LA NATURALEZA DIVINA.
LAS IMPRECACIONES (DECRETOS Y PLEGARIAS O MANTRAM ) TIENEN UNA EFICACIA,APEGANDOSE ALOS SERES Y MODIFICÁNDOLOS.
EL ENLACE UNIVERSAL DE LAS COSAS PRUEBA LA REALIDAD YCERTEZA DE LA MAGIA.
LA MAGIA ES UN ARTE SAGRADO QUE NO SE DEBE DIVULGAR.
ELLA SUPONE LA SUSPENSION DEL COMERCIO DEL ALMA CON EL CUERPO,UNA AUSENCIA COMPLETA DE TODA DISTRACCION,Y UNA UNION INTIMA CON LAS INTELIGENCIAS.
SOBRETODO ES PRECISO TENER FE,ESPERANZA Y VOLUNTAD,CUYAS VIRTUDES LEVANTAN EL VELO QUE CUBRE EL ESPEJO DIVINO Y DEJAN QUE LA VISTA RECIBA POR REFLEXION EL CONOCIMIENTO DE LOS EFECTOS Y LAS CAUSAS.
LA INTELIGENCIA DE DIOS ES INCORRUPTIBLE,INMORTAL,INSENSIBLE;PRESENTA A TODO E INFLUYE SOBRE TODO.
EL ASPECTO DE LOS PLANETAS EN EL ACTO DE NACER EL HOMBRE INDICARA LA NATURALEZA DE SU GENIO TUTELAR.LOS CARACTERES DE LOS ESPIRITUS Y SUS RUBRICAS NO SON INTELIGIBLES ALOS OJOS DE TODOS,SINO A ALGUNOS HOMBRES PRIVILEGIADOS.
EL ESPIRITU HUMANO ES CORPORAL,PERO DE UNA SUSTANCIA MUY SUTIL Y FACIL DE UNIRSE CON LA PARTICULA QUE EN NOSOTROS RESIDE.
EL ALMA,QUE ES DE DIOS,QUE EMANA DEL MUNDO INTELECTUAL,ES INMORTAL Y ETERNA.
NO ES NECESARIO BUSCAR AFUERA DE NOSOTROS MISMOS EL PRINCIPIO DE ESAS GRANDES OPERACIONES.ES UN ESPIRITU INTERNO...,EL ESPIRITU COMUNICA ESAS COSAS AL ESPIRITU HUMANO EN POCAS PALABRAS SAGRADAS.EL ENTENDIMEINTO ES LA LLAVE DE ESTA FILOSOFIA,PERO PARA QUE ESTE UNIDO CON DIOS,DEBE ESTAR DESPRENDIDO DE LA MATERIA Y MUERTO PARA EL MUNDO,LA CARNE,TODOS LOS SENTIDOS Y TODO EL HOMBRE ANIMAL..."
(DE OTROS ESCRITOS DE AGRIPPA)
"LA MAGIA ES LA CIENCIA MAS PERFECTA PUESTO QUE ENCIERRA LA SABIDURIA QUE ES EL ARTE POR EL CUAL SE PONE AL INDIVIDUO (SU ALMA) EN CONTACTO O COMUNICACIÓN CON LAS FUERZAS DE UN MUNDO O PLANO SUPERIOR PARA DOMINAR A LAS DE UN PLANO INFERIOR;
LA MATERIA ESTA MUERTA E INERTE Y SIN NINGUN PODER DE ACCION,PERO RECIBE
LA FORMA Y LA FUERZA DE LAS IDEAS,QUE CARECEN DE CUERPO Y EXTENSION Y QUE TIENE SU ORIGEN EN DIOS.
EN TODO LO CREADO HAY UN PODER OCULTO DEL QUE PROCEDEN TODOS LOS FENOMENOS DE LA MAGIA,EN CADA PIEDRA Y PLANTA EXISTE UN ACATIVIDAD Y UN PODER MARAVILLOSO,SI BIEN EL PODER MAYOR Y MAS MAGNIFICO ES EL DE LAS ESTRELLAS. Y SI QUEREMOS BENEFICIARNOS DE ESTE PODER,SI QUEREMOS CAPTAR LA INFLUENCIA DE UN ASTRO DETERMINADO DEBEMOS EMPLEAR LA COSAS TERRESTRES QUE ESTENRELACIONADAS CON ESTE ASTRO;
EL QUE DESEE ADQUIRIR PODERES SOBRENATURALES DEBE TENER FE Y ESTAR LLENO DE AMOR Y ESPERANZA(PUES LAS FUERZAS COSMICAS SONMANIFESTACION DE LA FE Y EL AMOR DIVINO Y PORQUE EL ALMA AL CONCENTARSE EN SENTIMIENTOS ELEVADOS ATRAE Y CANALIZA ESTAS FUERZAS SUPERIORES
EL DOMINIO DEL FUEGO ESTA ASOCIADO CON EL PODER Y CON LA CAPACIDAD DE USARLO(CORRECTAMENTE) ESOTERICAMENTE SIGNIFICA EL APROVECHAR CORRECTAMENTE LAS FUERZAS Y ENERGIAS DEL DESEO EN FINES CREATIVOS Y EDIFICANTES;
EL HOMBRE PUEDE MODIFICAR SU VIDA GRACIAS AL DOMINIO DEL FUEGO INTERNO O EL DESEO Y MODIFICAR LA NATURALEZ A PARA ADECUARLA A SUS NECESIDADES;
EL CALOR Y LA LUZ SON LOS SIMBOLOS DE LA VIDA,REPRESENTAN LA ENERGIA Y VIBRACION QUE PRODUCE MODIFICACIONES EN TODOS PLANOS,DESDE LOS MAS GROSEROS A LOS MAS SUTILES;
ASI LA FUERZA COSMICA SE DIVERSIFICA EN LA LUZ O FUERZA ELECTROMAGENETICA Y EN RAYOS O COLORES,CON VIRTUDES QUE PUEDEN APROVECHARSE A TRAVES DE LAS CORRESPONDENCIAS EN LA MAGIA ;
PARACELSO Y AGRIPPA,SIMILITUDES :Los nombre famosos y misteriosos a la vez, dos nombres relacionados con la ciencia y la magia, con lo natural y lo
sobrenatural, con la visión hacia el futuro y la mirada hacia atrás, en una mezcla que invalida su experiencia, pero que los
mantiene vivos, por su personal interés humano más que por su aportación real al mundo del conocimiento.
Sus vidas discurren con bastante paralelismo. Heinrich Cornelius Agrippa von Nettesheim nace en 1486; en 1493 lo hace el
suizo Teophrastus Bombast von Hohenheim, más conocido como Paracelso para la posterioridad. Agrippa muere en 1535,
antes también que Paracelso, quien fallece en Salzburgo en 1541. Como vemos, el desfase de seis años en el nacimiento se
mantiene idéntico en la muerte, pero estas son consideraciones anecdóticas que poco o nada tienen que ver con sus vidas y,
menos aún, con sus obras.
Son hombres del Renacimiento, pero, como pasa con otros muchos hombres famosos del pensamiento y de la acción de su
época, como es el caso tan evidente de Nostradamus, sus corazones se quedan en el pasado medieval aunque su pensamiento
quiera ponerse a la vanguardia de su tiempo. Agrippa y Paracelso, siendo rescatadores del pensamiento clásico, son hijos de la
alquimia y de la teología y no pueden sobreponerse a ese sentido mágico de la vida, mezclando las verdades evidentes con lo
oculto, con las fuerzas escondidas en otro plano, que ellos suponen celestial y que no es más que la formulación de un deseo, a
falta de un verdadero conocimiento científico.
Agrippa es un seguidor de la idea neoplatónica, y como él intenta desdibujar la realidad en tres esferas paralelas. Es el mismo
sistema que intenta plasmar como perfecto Paracelso, los tres universos que forman el sustrato del hombre, las tres zonas
separadas entre sí y que sólo el ser humano puede conocer. Para los dos filósofos queda clara la pertenencia del hombre a
esos tres planos y sólo él -el hombre creado directamente por Dios- puede saber que existen los planos y que él pertenece a
todos, simultáneamente; de ahí su grandeza y su debilidad, puesto que es el único ser sobre la tierra que es consciente de su
pequeñez.
Otro factor en común en los dos pensadores es que, tanto Agrippa como Paracelso, son médicos, y lo son de un modo muy
especial, puesto que ambos encuentran en la medicina una posibilidad cierta de aliviar al ser humano de sus males y dolores; los
dos ven en la ciencia médica la salida única para toda esa carga insoportable que es la miseria de la enfermedad. La medicina
se torna entonces en mucho más que una especialidad o una profesión: la medicina es una vocación, un sacerdocio, puesto que
está destinada a servir a todos por igual, a aliviar a los que sufren, sean quienes sean. Los médicos son los sacerdotes del culto
al ser humano y a ellos se deben, porque esa es la tarea primera y definitiva, la de poner su ciencia y su intuición al servicio de
los que la necesitan.
Los tres planos de la realidad
Tanto para Agrippa como para Paracelso, nuestro Universo consta de tres planos:
1. El espiritual/lo divino.
2. El cosmos/lo sideral.
3. El de los elementos/lo terrestre.
El ser humano pertenece a los tres, simultáneamente, porque está compuesto de elementos; es parte del cosmos, y pertenece,
por su alma, al mundo espiritual, al mundo invisible e intangible formado por todo aquello que se llama divino. El ser humano
debe siempre saber que está unido a los tres planos y que la armonía entre los tres es la perfección para su vida física y para su
equilibrio espiritual.
Lo más valioso, el verdadero hallazgo de esta formulación está en la definición del ser humano como una producción realizada
a partir de los elementos que también forman la materia inanimada o la animada, pero no racional, la meramente animal. La
doble pertenencia a la Tierra y a los planetas y estrellas, hoy en día superflua, es un punto muy significativo para la época,
porque implica también que Tierra y resto de los cuerpos celestes son la misma cosa con distinta forma o composición, pero
parte de un mismo Universo material. En cuanto a la espiritualidad, a la dependencia de almas y dioses, la sabiduría aceptada
de la época, la tradición teológica, es la única culpable del desenfoque, que, por otra parte, todavía se mantiene con fuerza, ya
a cientos de años de distancia de esos días tan azarosos para el descubrimiento de las grandes leyes físicas.
Si se sustituyera, en la misma construcción, el apartado alma por el de psique, nos encontraríamos a muy corta distancia de los
pioneros del comienzo de este siglo, cuando se da al mundo de lo intangible una nueva composición, y se busca en la
profundidad de la mente humana la clave para el reajuste de su personalidad. Con los dos nuevos sectores, con la reducción a
elementos (sean terrestres o siderales) y a mente, la unidad del ser humano sí que se sitúa en su verdadero terreno; pero no
debemos tratar de hacer encajar las definiciones del siglo XVI con las de principios del XX o finales del XIX, porque se trata
de una ucronía voluntariosa, de un hecho que nosotros, desde aquí, sí podemos desear cambiar para reconstruir la realidad,
pero desde el tiempo de Agrippa y Paracelso, simplemente no existía.
A pesar de esta aparente inutilidad (vista desde hoy, insistimos) del esfuerzo intelectual de los dos médicos-filósofos
germánicos, lo que sí se debe subrayar es la importancia que conceden a la complejidad del hombre, por una parte, y a su
proximidad con la naturaleza, por otra, como una nueva y muy distinta dirección, en la cual quieren encontrar los elementos con
los que se pueda recuperar el equilibrio perdido. Este es el anticipo, la visión de vanguardia, de su enfoque médico; se trata de
la primera aproximación a la quimioterapia, aunque la mayor parte de las recetas concretas sea inútil o hasta perniciosa. Los
dos, por separado, buscan productos esenciales en su lucha contra la enfermedad y contra sus síntomas, contra el dolor.
Nuestros pensadores han ahondado, como hacía la escuela naturalista italiana, en el orden nuevo de la filosofía, en la doble
escala ascendente y descendente de un macrocosmos gigantesco y englobador, y un microcosmos que se extiende hacia atrás,
hacia lo infinitamente pequeño, pero que es la esencia de todo lo que existe, de todo lo que se puede sentir y desmenuzar con
el análisis. El hombre está a caballo entre lo grande y lo pequeño, formando parte de las dos parcelas y, más que nada,
dándose cuenta de la existencia de lo inmenso y de lo minúsculo.
Entonces, según Agrippa, el alma del hombre se pone en contacto con el alma del Universo. Se logra la armonía o se suscita
una incompatibilidad: surgen, según esta concepción las simpatías y las antipatías entre seres animados y cosas inanimadas,
porque todo, al estar hecho del mismo caldo primigenio o de la misma espiritualidad que se nos escapa, tiene en sí el poder de
atraer o repeler. Esta filosofía de lo negativo y lo positivo, que después se extendería en el "magnetismo" del XIX, o que se
concita con fuerza entre los "parapsicólogos", no es exactamente similar a la oriental, pero se acerca a ese concepto misterioso
que trata de explicar lo desconocido. Su importancia radica en que ahora, con la fuente de conocimientos que suponen en la
alquimia, los nuevos naturalistas pretenden dar con las subpiedras filosofales que vayan en contra o a favor de los males o de la
felicidad.
Ellos, los médicos científicos del Renacimiento, pretendían hacer dar el gran salto a la medicina, pero no para provecho propio,
sino para encontrar la panacea, el remedio universal, igual que los alquimistas trataban de transmutar sustancias o de encontrar
los elementos básicos. Realmente, estaban en busca de la química, de los elementos, pero partían de una base tan
desesperanzadoramente inútil, que poco podían hacer en ese sentido. En sus días bastaban con enunciar cosas como azufre,
fuego, humores, aire, aqua vitae, potasa u otras palabras-clave y ya todo quedaba autoexplicado, pero nada desgraciadamente
estaba resuelto. Ellos tenían las palabras y una nebulosa idea de elementos constituyentes y cuerpos constituidos, y el resto se
les escapaba, porque todavía no existían ni ciencia ni un simple catálogo elemental, y todo lo que podían nacer era expresar un
deseo y reafirmarlo con la fiereza de su entrega.
Pero la necesidad de dar con la fórmula, de buscar y encontrar el vínculo entre lo que la alquimia -como saber sobre los
elementos- y la astrología -como saber sobre lo sideral- compartían en su misteriosa unidad e identidad, hacía que se
profundizase en el camino equivocado, ya que no se ponían en dudas las teorías ni las hipótesis de partida, sino que se trataba
de hacerlas válidas e indiscutibles, Con la ayuda de la teología -como la ciencia del espíritu invisible y superior- para mayor
confusión, pero no para menor mérito de los que así pensaban, ya que ellos intentaban alcanzar un máximo partiendo, no del
mínimo sino de las bases más erróneas posibles.
Agrippa, a pesar de su interés por lo cognoscible, por lo verdadero, publicó en 1510 "De occulta philosophia" y volvió a
reimprimirla después, convencido de su contenido y del interés de lo expuesto en ella.
Paracelso, por su parte, estaba convencido de la existencia del principio vital, del "archeus", una fuerza que animaba a la
materia y le daba sus cualidades diferenciadoras. La busca de ese "archeus" era su trabajo, como lo era establecer la unidad
química de la materia a partir de azufre, mercurio y sal. En ambas cuestiones, Paracelso estaba completamente ajeno a la
realidad, más que nada, como rehén de su siglo. Pero Paracelso también estableció que la individualidad era la base y que la
enfermedad sólo podía contrarrestarse teniendo en cuenta que cada enfermo era uno e irrepetible, que sólo tratándolo como un
caso particular y específico se podía llegar a un resultado favorable. Con ese concepto, Paracelso llegaba a distanciarse
totalmente de la escuela de Galeno y de la norma imperante, como llego a establecer la total separación entre filosofía (en su
sentido más amplio de conocimiento) y teología, haciendo hincapié en la existencia de dos campos: Naturaleza y Dios
FILOSOFIA OCULTA DE AGRIPPA (3 LIBROS)
LA FILOSOFIA OCULTA DE AGRIPPA (INTRODUCCION) :
POR EL COPISTA (F.R)
AGRIPPA,DIVIDE EN 3 PLANOS O ASPECTOS,EL MUNDO EN EL QUE ACTUA EL ALMA,EL UNIVERSO Y DIOS RECIPROCAMENTE,EN EL ELEMENTAL,LAS ENTIDADES QUE ACTUAN EN LA NATURALEZA,EN EL CELESTE ACTUAN LAS CONSTELACIONES ZODIACALES QUE REGULA LAS ESTACIONES Y CICLOS COLECTIVOS,Y E EL PLANO INTELECTUAL,ESTAN LOS ATRIBUTOS DE DIOS QUE ACTUAN COMO ARQUETIPOS Y CENTRO DE LAS FUERZAS COSMICAS.
COMO SEA AGRIPPA ENSEÑA PRIMERO LA MAGIA NATURAL QUE EXPLICA LAS RELACIONES DE LAS COSAS,A TRAVES DEL PRINCIPIO DE CORRESPONDENCIAS O ANALOGIAS,LUEGO HABLA DE COMOLAS COSAS SE DIVIDEN Y RELACIONA ENTRE SI DEBIDO A SUS VIRTUDES OCULTAS Y EXPLICA COMO EL ALMA PARTICIPA DE ESTAS VIRTUDES Y EXPLICA COMO LA NATURALEZA ES TA GENIAL COMO INCONCLUSA COMO EL ALMA Y COMO LAS PASIONES Y EL INSTITO SE ADUEÑARON DEL ALMA Y ESTAS OCASIONA LA RUIDA DEL ALMA Y EVITAN LA MANIFESTACION DE LOS PODERES DIVINOS COMO CUALIDADES EN EL ALMA.
AGRIPPA REVELA LA INICIACION,JUSTAMENTE DETALLADO COMO EL ALMA ESTA ATADA A LAS PASIONES Y COMO ESTAS DEBEN SOJUZGARSE USANDO LA GUIA SUPERIOR,LA CONCIENCIA O EL ANGEL GUARDIAN,SEGUN LA MAGIA POSTERIOR,Y ESTA CLASE DE DOMA DEL ALMA Y SUS PASIONES,LE PERMITE ACCEDER AL MANANTIAL DE DONES CELESTIALES O VIRTUDES Y FUERZAS DE LA NATURALEZA O PODERES QUE ACTUAN EN ANALOGIA O CONCIERTO CON EL HOMBRE,CUANDO ESTE RECTIFICA,DISPONE Y TRABAJA SU ALMA,DANDO YA POR ESE ENTONCES UNA INSINUACION QUE LA ALQUIMIA ERA UN TRABAJO PSICOLOGICO (DESPIADADO).
PERO DE NINGUNA MANERA AGRIPPA REBAJA LA MAGIA A MERO SIMBOLISMO PSICOANALISTA,DECLARA QUE LA OBRA ES FISICA Y TRANSFORMA LA NATURALEZA,NO SON SOLO METAFORAS,PERO SOLO SE PUEDE ACTUAR,LUEGO DE TRASFORMARSE A SI MISMO,Y ESTO SOLO SE LOGRA CON LA INVOCACION Y ASISTENCIAS DE LAS FUERZAS CREATIVAS Y VIRTUDES DIVINAS.
ASI QUE LA MAGIA NATURAL,DE TRANSFORMACIONES,DE RELACIONES CON LIGADURAS EXPLICA EL PRINCIPIO DE CONTAGIO Y DE RELACION ENTRE LAS PARTES QUE LA HOLISTICA DESCUBRIO HACE TAN POCO...LOS HECHIZOS Y FASCINACIOES SON LOGRADOS POR UN ESTADO SUPERIOR AUN,EL DE LIGAR POR DESEO O VOLUNTAD A TRAVES DEL PODER VIBRATORIO DEL SONIDO,POR LA PLEGARIA COMO VEHICULO DE LA INTENCION,O EN VANO EL HECHIZO O ENCATAMIENTO ES BENDICION O MALDICION Y AUN EL MISMO DIOS CREA A TRAVES DE LA PALABRA O VERBO.
LUEGO EXPLICA QUE LA INTENCION SE APLICA EN LOS SIMBOLOS,CON LA MAGIA DE LOS NOMBRES Y PANTACULOS,Y RECOPILA LAS TABLAS CON NOMBRES DE ANGELES Y VIRTUDES PLANETARIAS APLICADAS EN TALISMAES Y AMULETOS.
LA VIDENCIA SURGE COMO AVACE EN LA PERCEPCION Y PREPARACION DEL ALMA QUE CAPTA LA LUZ ASTRAL,QUE EN ORIENTE SE LLAMA AKAZA,Y LA FISICA HOY LLAMA FLUJO CUANTICO,POR SUPUESTO QUE EXPLICA COMO LEER LOS AUGURIOS Y PRESAGIOS QUE SE REVELA A TRAVES DE SIMBOLOS Y CORRESPONDENCIAS,PUESEL UIVERSO SE BASA EN ESTAS LEYES QUE LOS MAGOS CONOCEN Y APLICAN.
LA TERCERA PARTE DE SU OBRA HABLA DE LA MAGIA TEURGICA Y DE COMO LAS VIRTUDES DIVINAS SE REFLEJAN EN LA CREACION Y COMO CONECTARSE CON ASPECTOS O FUERZAS DE LA CREACION A TRAVES DE LOS RITUALES Y ENSEÑA LA TEOLOGIA MISTICA,PUES ES INDISPENSABLE TENER UN ALTO DESARROLLO ESPECULATIVO PARA INTERACTUAR CON LAS VIRTUDES DIVINAS O ARQUETIPOS Y JUSTAMENTE EN LA PARTE 2 Y 3 SE DESPACHA CON TODAS LAS FORMAS DE MAGIA,ASTROLOGIA,CABALA,ALQUIMIA Y EN LA RECOPILACION Y REVELACION DE TODA CLASE DE HECHIZOS Y ENCANTAMIENTOS,LA MAYORIA TAN INGENIOSOS COMO EXTRAÑOS,PERO SIN DUDA QUE ESTOS 3 (4 SI ACEPTAMOS EL LIBRO APOCRIFO QUE ENSEÑA A HACERSE OBEDECER POR DEMONIOS INFERNALES) SON TAL VEZ LA MEJOR OBRA DE MAGIA,PUES SIRVIO DE BASE A PARACELSO,ELIFAS LEVI Y CROWLEY,LO QUE NOS REVELA QUE HA SERVIDO DE INSTRUCCION E INSPIRACION A GRANDES MAGOS DE TODAS LAS EPOCAS Y HA SIDO EL MAS GRANDE HONOR PROLOGAR ESTA SELECCION AJUSTADA DE LO MEJOR DE LA FILOSOFIA MAGICA DE AGRIPPA.
LIBRO 1 - MAGIA NATURAL :
Debido a que hay tres clases de MUNDOS,A saber: el
Elemental, el Celeste y el Intelectual, y cada inferior es gobernado
por su superior y recibe sus influencias, de modo que el Arquetipo
mismo y el Creador sobe-rano nos comunica las virtudes de su
omnipotencia a través de los Angeles, los Cielos, las Estrellas, los
Elementos, los Animales, las Plantas, los Meta-les y las Piedras,
habiendo hecho y creado todas las cosas para nuestro uso, he aquí
por qué no es sin razón que los Magos creen que podemos
penetrar naturalmente por los mismos grados y por cada uno de
estos mundos, hasta el mismo mundo arquetípico, fabricador de
todas las cosas, que es la causa primera de la que dependen y
proceden todas las cosas, y disfrutar no solamente de estas
virtudes que las cosas más nobles poseen, sino también
procurarnos otras nuevas; y eso es lo que hace que se encarguen
de descubrir las virtudes del mundo elemental por medio de la
Medicina y de la Filosofía natural, sirviéndose de diferentes
mezclas de cosas natura-les, captando al punto las virtudes
celestes mediante los rayos y las influencias del mundo celeste,
siguiendo las reglas y la disciplina de los Astrólogos y
Matemáticos. En fin, fortalecen y confirman todas estas cosas a
través de algunas ceremonias santas de las Religiones y a través
de lás potencias de las diversas inteligencias.
Procuraré explicar, en estos tres Libros, el orden y 'la manera
con que es menester servirse en todas estas cosas. El primer Libro
contendrá la Magia natural, el segundo la celeste, y el tercero la
ceremonial. Mas no sé si se podrá perdonar en un espíritu tan
limitado como el mío y en un hombre carente de estudio el haber
emprendido desde mi juventud, con tanta osadía, uña obra tan
difícil y oscura; por tanto, no pretendo que se asigne más fe de la
debida a lo que he dicho y diré a continuación mientras no haya
sido aprobado por la Iglesia .y por la asamblea de los fieles.
Capítulo II
LA MAGIA, SUS PARTES
Y EL EJERCICIO DE SU PROFESION
La Magia es una facultad que tiene grandísimo poder, lleno
de misterios muy elevados, y que abarca un conocimiento
profundísimo de las cosas más secretas, su naturaleza, su potencia,
su cualidad, su sustancia, sus efectos, su diferencia y su relación:
de ahí que produzca sus efectos maravillosos mediante la unión y
la aplicación que hace de las diferentes virtudes de los seres
superiores con las de los inferiores; está allí la ciencia verdadera,
la filosofía más elevada y misteriosa; en una palabra, la perfección
y la realización de todas las ciencias naturales, puesto que toda la
Filosofía pautada se divide en Física, Matemática y Teología.
La Física nos enseña la naturaleza de las cosas que existen en
el mundo, sus causas, sus efectos, sus tiempos, la diferencia de
lugares, sus pro-piedades y sus evoluciones, y busca con exactitud
cuáles son sus partes y todo lo que sirve a su perfección, de
acuerdo con este verso:
¿Cuántos son los elementos existentes que hacen a la
composición de las cosas naturales? ¿Cuál es el efecto del calor?
¿Qué es la tierra, qué es el aire, y qué producen? ¿De dónde
proviene el origen de los cielos? ¿De dónde viene el reflujo del
mar, y el arco iris de diversos colores? ¿Qué confiere a Zas nubes
la virtud de excitar ruidosos truenos, o de dónde llega el rayo que
cae por los aires? ¿Cuál es la causa secreta que nos hace ver los
meteoritos y los cometas, y cuál es el poder oculto que hace temblar
la tierra? ¿De dónde provienen las minas de oro y de hierro, y la
virtud oculta de los secretos de la naturaleza?
La Física, que es la ciencia especulativa de las cosas
naturales, abarca todas estas cosas, y lo que dice Virgilio en estos
versos:
¿Dé dónde proviene este género diferente de hombres y de
bestias, al igual que la lluvia y el fuego? ¿De dónde provienen los
temblores de tierra y en virtud de qué el mar se eleva y extiende a
pesar de los obstáculos que puede encontrar, y al punto se retira en
su centro? ¿Qué es lo que nos hace conocer la virtud de las
hierbas, el coraje y el furor de las bestias feroces, las diferentes
clases de frutos, piedras y reptiles?
La Matemática, por su parte, nos hace conocer
evidentemente la naturaleza extendida en tres dimensiones y nos
hace comprender el movimiento y la marcha de los cuerpos
celestes, de acuerdo con este verso:
Ella nos hace conocer cuántos movimientos estelares están
prestos, lo que hace oscurecer la luna y lo que nos hace perder
la luz del sol. Y lo que dice Virgilio:
Debido a que el Sol gobierna en los doce signos el mundo
dividido en ciertas partes, hace ver las rutas celestes y estelares, los
eclipses de Sol y de Luna, las Pléyades, las Híadas, y las dos Osas;
de allí deriva que el Sol se ponga tan presto en el invierno y de allí
deriva el largo de las noches.
Todo esto se conoce mediante la Matemática. Además:
Es por ello que podemos prever los diferentes cambios de
tiempo y conocer la estación de la siembra y la cosecha, cuándo
conviene hacerse a la mar o cortar los árboles de los bosques.
La Teología nos hace conocer lo atinente a Dios, qué son
los Angeles, las Inteligencias, los Demonios, el Alma, el
Pensamiento, la Religión, los Sacramentos, las Ceremonias, los
Templos, las Festividades y los Misterios. Trata sobre la fe, los
milagros, la virtud de las palabras y las figuras, las operaciones
secretas y los signos misteriosos; y, como dijo Apuleyo, nos
enseña las reglas de las ceremonias, lo que la Religión ordena, lo
que permite y prohibe y, para decirlo en pocas palabras, la Magia
sola abarca estas tres clases de ciencias tan poderosas en
prodigios, las aduna y las pone en práctica. Es, pues, con razón
que los antiguos la apreciaron como la más sublime y digna de su
veneración.
Los autores más célebres la estudiaron, poniéndola al día;
entre ellos principalmente se distinguieron tanto Zamolxis y
Zoroastro, que muchos los creyeron inventores de esta ciencia.
Abbaris hiperbóreo, Charmondas, Damigeron, Eudoxo y
Hermippo han seguido sus huellas, y otros ilustres autores como
Trismegisto, Mercurio, Porfirio, Jámblico, Plotino, Proclo,
Dárdano, Orfeo de Tracia, Gog el griego, Germa el babilonio,
Apolonio de Tiana, y Osthanes (cuyos libros caídos en el olvido
fueron comentados y clarificados por Demócrito) también
escribió mucho y bien sobre esta ciencia. Además, Pitágoras,
Empédocles, Demócrito, Platón y muchos de los más famosos
filósofos efectuaron grandes viajes para aprenderla y, de regreso
en sus lares, señalaron cuánto la estimaban, teniéndola muy en
secreto. Aún se dice que Pitágoras y Platón hicieron llegar a
Adivinos de Memfis para aprenderla, y que recorrieron casi toda
Siria, Egipto,
Judea y las Escuelas de los Caldeos para no pasar por alto a los
grandes y misteriosos príncipes de la Magia, y para poseer esa
ciencia divina.
Es preciso, pues, que quienes quieren dedicarse al estudio
de esta ciencia posean perfectamente la Física que explica las
cualidades de las cosas y en la que se hallan las propiedades
secretas de cada ser; que sepan bien Matemática, conozcan las
estrellas, sus aspectos y sus figuras, puesto que de ellas depende
la virtud y la propiedad de cada cosa elevada; y que entiendan
bien la Teología por la que se conoce las sustancias inmateriales
que distribuyen y gobiernan todas las cosas, para poseer la
facultad de razonar de la Magia. Pues no puede haber obra alguna
de Magia perfecta, ni siquiera de Magia verdadera, que no
abarque estas tres facultades en total.
Capítulo III
LOS CUATRO ELEMENTOS, SUS
CUALIDADES, COMPOSICION Y
MEZCLA
Hay cuatro Elementos, principales fundamentos de todas
las cosas corporales, a saber: el fuego, la tierra, el agua y el aire,
de los que están compuestas todas las cosas visibles aquí abajo,
no por modalidad alguna de fusión sino de trasmutación y unión,
en las que se resuelven al corromperse. Ninguno de los
Elementos sensibles es puro; están mezclados en mayor o menor
proporción, y son capaces de trasmutación recíproca; así, la
tierra se convierte en barro; disuelta, se torna agua; condensada
y espesada, se trasmuta en tierra; y al evaporarse por el calor, se
convierte en aire; este aire, al calentarse demasiado, se modifica
en fuego; y este fuego, al extinguirse, se cambia nuevamente en
aire, mas al refrigerarse luego de un calor extremo, cambia en
tierra, o en piedra, o en azufre, como se aprecia en el ejemplo
del rayo.
Platón cree que la tierra es totalmente trasmutable, y que
los demás elementos son trasmutables en ella y entre sí
recíprocamente.
La tierra está separada de los Elementos más sutiles sin
trasmutación, mas al disolverse o mezclarse en lo que constituye
la disolución, retorna su forma primera.
Cada Elemento tiene dos cualidades específicas; la primera
le es propia e inseparable; la otra, como medio entre dos,
conviene con la siguiente; pues el fuego es caliente y seco, la
tierra es seca y fría, el agua es fría y húmeda, y el aire es
húmedo y caliente; y es por dos cualidades opuestas que los
Elementos son contrarios entre sí, como el fuego con el agua, y
la tierra con el aire.
Los Elementos tienen aún otra especie de oposición entre
sí; pues algunos son pesados como la tierra y el agua, y otros
livianos como el aire y el fuego. He aquí por qué los estoicos
llaman, a los primeros, Elementos pasivos, y a los últimos,
activos. Incluso Platón, siguiendo una nueva distinción, acuerda
tres cualidades a cada Elemento, a saber: al fuego, la claridad o
penetración, la rarefacción y el movimiento, y a la tierra, la
oscuridad, el espesor y el reposo; y es debido a estas cualidades
que el fuego y la tierra son contrarios. Pero los otros Elementos
reciben de ellos sus cualidades, de manera que el aire toma dos
cualidades del fuego, la rarefacción y el movimiento, y una de la
tierra, a saber, la oscuridad; por el contrario, el agua toma dos
cualidades de la tierra, la oscuridad y el espesor, y una del
fuego, a saber, el movimiento. Mas el fuego está dos veces más
rarificado que el aire, es tres veces más móvil y cuatro veces
más activo; el aire es dos veces más activo que el agua, está tres
veces más rarificado, y cuatro veces más móvil; a continuación,
el agua es dos veces más activa que la tierra, está tres veces más
rarificada y cuatro veces más móvil. Así, el fuego tiene la misma
relación con el aire, que el
aire con el agua, y el agua con el aire; y en fin, el aire con el
fuego. Estos son los principios y el origen de todos los
cuerpos, de su composi-
` ción, de sus virtudes, y de sus efectos maravillosos, de manera
que quien-quiera conozca las propiedades de los Elementos, y
de sus mezclas, podrá fácilmente operar cosas maravillosas y
asombrosas, perfeccionándose en la Magia natural.
LOS GENEROS DE LOS COMPUESTOS, LA RELACION QUE
TIENEN CON LOS ELEMENTOS, Y LA QUE TIENEN ESTOS.
MISMOS, CON EL ALMA, LOS SENTIDOS Y LAS
COSTUMBRES
Luego de los cuatro Elementos simples, siguen
inmediatamente los cuatro Géneros de los compuestos perfectos,
que son las piedras, los meta-les, las plantas y los animales; y
aunque todos los Elementos sirven a la composición de cada uno,
cada compuesto sigue un Elemento particular y tiene más de sus
cualidades: pues todas las Piedras provienen de la tierra, ya que
son pesadas y descienden a lo profundo, y la sequedad do-mina
de tal forma en ellas que es imposible tornarlas líquidas; pero los
Metales son acuosos y se funden, y como lo declaran los físicos y
los químicos al realizar' experiencias, son engendradas por un
agua espesa y viscosa, o por plata viva que es también acuosa; las
plantas tiene tal relación con el aire que no podrían retoñar ni
madurar sino en el aire; así todos los Animales extraen su fuerza
del fuego y su origen del cielo, y el fuego les es tan natural que sin
él no pueden vivir.
En fin, cada uno de estos Géneros se distingue por los grados
de los Elementos; pues, entre las piedras, se dice que las oscuras
y más pesa-das provienen de la tierra; y las trasparentes y
compuestas de agua provienen del agua, como el cristal, el berilo
y las perlas en las conchas, y las que nadan en el agua están
compuestas de aire y son esponjosas como la piedra pómez y la
toba. Por tanto, se entiende que están compuestas de fuego como
el ladrillo y la cal. Asimismo, entre los metales, están compuestos
de tierra, a saber, el plomo y la plata; además, del agua,
como el mercurio; del aire, como el cobre y el estaño; y de fuego,
como el oro y el hierro.
En las plantas, las raíces se tienen de la tierra por su espesor,
y las hojas del agua por su jugo, las flores del aire por su sutileza,
las semillas del fuego por su espíritu generativo. Asimismo,
existen los calientes, fríos, húmedos y secos que toman sus
nombres de las cualidades de los Elementos. Entre los animales
existen aquellos en los que domina la tierra, y que se sustentan en
las entrañas de la tierra, como los gusanos, los topos y muchos
animales que se arrastran ; asimismo, están los formados de agua,
como los peces; otros en los que domina el aire y que no pueden
vivir
fuera de éste; otros en que domina el fuego, como las salamandras
y las cigarras; y otros que tienen calor de fuego, como las
palomas, los avestruces, los leones, y aquellos a los que el Sabio
llama bestias que soplan un vapor de fuego.
Además, entre los animales los huesos tienen debida relación
con la tierra, la carne con el aire, el espíritu vital con el fuego, y
los humores con el agua, los que también se hallan en los
Elementos; la cólera es como el fuego, la sangre como el aire, la
pituita como el agua, la bilis negra como la tierra. En fin, en el
Alma, siguiendo la opinión de Agustín, el entendimiento es como
el fuego, la razón como el aire, la imaginación como el agua, y los
sentidos como la tierra. Este mismo orden se halla en los Sentidos,
pues el sentido de la vista participa del fuego; en efecto, no realiza
sus operaciones sino por el fuego y la luz; el oído participa del
aire, ya que el sonido no es sino el golpe del aire; en cuanto al
olfato y al gusto, se relacionan con el agua, sin cuya humedad no
hay sabor ni olor. En fin, el tacto es totalmente terrestre y se
relaciona con los cuerpos más densos. Esta analogía se halla
incluso en las Operaciones del hombre, pues el movimiento tardo
y sólido se relaciona con la tierra; el miedo y la lentitud con la
pereza tienen relación con el agua; el humor alegre y amable, con
el aire; y un natural impetuoso y colérico se parecen al fuego.
Los Elementos tienen, por tanto, el primer rango en -todos
los seres; están en toda composición y en las propiedades, y les
comunican sus virtudes.
Capítulo VIII
LA MANERA EN QUE LOS ELEMENTOS SE HALLAN EN LOS
CIELOS, EN LAS ESTRELLAS, EN LOS ESPIRITUS, EN LOS
ANGELES Y EN DIOS MISMO
Es opinión de los platónicos que, así como en el mundo
arquetípico todas las cosas se halla en todos, lo mismo ocurre con
el mundo corporal, con la diferencia de que ellas se hallan de
diferentes maneras, a saber, según la naturaleza de los sujetos que
reciben las influencias o impresiones. Así los Elementos están no
sólo en todas las cosas de aquí abajo, sino también en los Cielos,
en las Estrgllas, en los Espíritus, en los Angeles, y en el Dios
mismo, que es el creador y el autor de todas las cosas. Mas los
Elementos se encuentran, en este mundo inferior, como formas
groseras y elementos materiales, inmensos. Los Elementos se
hallan natura-les en los Cielos, y en toda su fuerza, a saber, de una
manera celeste y más excelente como no se encuentran en todo lo
que existe debajo de la luna: pues todo se halla en su pureza
perfecta; la solidez de la tierra, sin
la cual nada hay de grosero ni de material, la ductilidad del aire,
sin espesor ni división alguna, el calor del fuego, sin ardor, que no
hace sino relucir y vivificar. Entre las Estrellas, Marte y el Sol
tienen el fuego; y las que habitan en el octavo cielo tienen la
tierra; lo mismo que la Luna (que muchos juzgan compuesta de
agua) a causa de que extrae las aguas, del cielo y de la tierra, que
nos comunica al estar imbuida por su proximidad.
Entre las Constelaciones existen también aquellas en las que
domina el fuego, en unas el aire, en otras la tierra y en otras el
agua; y son los Elementos los que gobiernan los cielos,
distribuyéndoles a todos sus cuatro cualidades, siguiendo sus tres
diferentes órdenes y el principio, el me-dio y el fin de cada
Elemento. Así Aries toma su principio del fuego; Leo, su progreso
y su acrecentamiento; y Sagitario su fin. Tauro extrae su principio
de la tierra; Virgo su progreso, y Capricornio su fin. Géminis
extrae su principio del -aire; Libra, el progreso; y Acuario, su fin.
Cáncer toma su principio del agua; Escorpio, el progreso; y Piscis,
el fin.
Los Elementos forman, pues, y componen por su mezcla
todos los cuerpos con los planetas y los signos. Lo mismo ocurre
con los Espíritus; de manera que unos se parecen al fuego, otros a
la tierra, otros al aire y otros al agua. He aquí por qué se dice
también que los cuatro ríos de los infiernos tienen, a saber,
Flegeton, fuego; Cocito, aire; Estigia, agua; y Aqueronte, tierra.
Incluso se ve en las Escrituras el fuego que sufren los
condenados, y el fuego eterno al que son condenados los malditos.
El Apocalipsis hace mención de un estanque de fuego; e Isaías
dice de los condenados: "Dios los golpeará con aire corrompido";
y Job dice: "Pasarán de aguas de nieve a un calor extremado"; y
expresa incluso que hay "una tierra de tinieblas y miserias cubierta
por la oscuridad de la muerte".
En fin, los Elementos se hallan asimismo en todo lo que
existe de celeste, en los Angeles, y las inteligencias
bienaventuradas, ya que la solidez de la esencia, y la fuerza de la
tierra allí se encuentran (pues son las sólidas sedes del Señor), así
como la clemencia y el amor, virtudes del agua purificante: he
aquí por qué el Salmista las llama las aguas, cuando dice a Dios al
hablar de los cielos: "Tú que gobiernas las aguas que están por
encima de ellos". Existe en ellos el aire de un espíritu sutil, y el
amor del fuego, que reluce; es por ello que las santas Escrituras
las denominan las alas de los vientos, y el Salmista, al hacer otra
mención de ellas, dice: "Tú que haces de los espíritus, tus ángeles,
y del fuego ardiente, tus ministros".
En los órdenes angélicos también están los que corresponden
al fuego, que son los Serafines, las Virtudes y las Potencias; los
Querubines, de la tierra; los Tronos y los Arcángeles, del agua; las
Dominaciones y los Principados, del aire. ¿No se halla algo tan
tocante relativo al autor del mundo, que la tierra se abra y
engendre al Salvador, y no se le llama en la misma santa
Escritura, fuente de agua viva, purificante y regenerante, y soplo
de vida? ¿Moisés y Paulo no dicen que es un fuego devorador?
Nadie puede, por tanto, discrepar en cuanto a que los
Elementos se hallan por doquier, y en todas las cosas de maneras
diferentes; primera-mente en todas las cosas que contiene este
mundo inferior, pero son impuros y groseros; en las cosas
celestes son más puros y netos, y vivos en lo que está por encima
de los cielos, perfectos, bienaventurados y acabados de todas
maneras., Los Elementos son, pues, en el arquetipo, las ideas de
todo lo que se produce; en las inteligencias, las potencias; en los
cielos, las virtudes; y en todo lo que existe aquí abajo, las formas
groseras e imperfectas.
Capítulo IX
COMO LAS VIRTUDES DE LAS COSAS
NATURALES NACEN DE LOS ELEMENTOS
Algunas Virtudes Naturales son puramente elementales,
como las de calentar, enfriar, humedecer, secar, y se llaman las
primeras operaciones o cualidades, que siguen al acto: pues estas
cualidades solas y por sí mis-mas cambian toda la sustancia de
todas las cosas; cualesquiera otras cualidades no podrían hacer
esto. Además, están en las cosas y provienen de los Elementos que
las componen; se extienden más y tienen algo más que sus
primeras cualidades, como las que maduran, las que hacen digerir,
resolver, que ablandan, que endurecen, que son limpiadoras,
corrosivas, abrasivas, aperitivas, evaporativas, confortativas,
emolientes, unitivas, compre,sivas, atractivas, dilatadoras, y
muchas otras. Pues toda cualidad ele-mental debe hacer en la
mixta muchas operaciones que no realiza sola y estas operaciones
se llaman segundas cualidades, porque siguen la naturaleza y la
proporción de mezcla de las primeras virtudes, tal como se trata
esto simplemente en los libros de medicina; así como el cambio
que ocurre en la sustancia de la materia hasta cierto punto es la
operación del calor natural, igualmente existe el endurecimiento,
que es la operación del frío, y la congelación y demás; y a veces
estas operaciones se efectúan sobre un miembro determinado,
como las que provocan la orina, o la leche, y las menstruaciones, y
estas cualidades se llaman terceras, que siguen a las segundas,
como las segundas siguen a las primeras; he aquí por qué hay
muchas enfermedades que provienen de estas primeras, segundas
y terceras cualidades, y que se curan por ellas.
Asimismo, hay muchas cosas muy admiradas que se hacen
de manera artificial, como el fuego que consume al agua,
denominado fuego griego, del cit .? Aristóteles nos enseña
diferentes composiciones en el tratado particular que
confeccionara. De la misma manera se confecciona el fuego que el
aceite apaga y el agua fría enciende cuando ésta cae como rocío, y
este fuego se enciende con la lluvia, con el viento o con el sol, y
se
convierte en un fuego que se llama agua ardiente, cuya confección
es muy conocida, y no consume nada que no sea ella misma; y
también existen los fuegos que no se apagan, los aceites
incombustibles, las lámparas perpetuas que no pueden ser
apagadas ni por el viento, ni por el agua, lo que a todas luces
parecería increíble, si no hubiese sido vista esa famosa lámpara
que otrora ardiera en el templo de Venus, en la que ardía la piedra
asbestus que, una vez encendida, no podía extinguirse jamás. Por
el contrario, se prepara la madera u otra cosa combustible de
modo que el fuego no puede hacer nada, y se disponen arbitrios
por medio de los cuales se puede llevar en las manos un hierro
candente, o echar mano de un metal fundido, o introducirse
totalmente en el fuego sin experimentar mal alguno, y muchas
otras cosas parecidas; y hay una especie de lino, que Plinio llama
asbestum, y los griegos ao j3esTov, que ninguna clase de fuego
puede hacer arder; al respecto, Anaxiles dice que un árbol recubierto
con ese material puede ser cortado sin que se oiga ruido
alguno.
Capítulo X
LAS VIRTUDES OCULTAS DE LAS COSAS
Existen otras virtudes en las cosas, que no pertenecen a
Elemento alguno, como la de impedir el efecto del vino, alejar el
ántrax, forjar el hierro, o alguna otra; y esa virtud es la
consecuencia de la especie o de la forma de las cosas, lo que hace
que de una pequeña cantidad no sobre-venga un pequeño efecto,
lo cual no se halla en la cualidad de un Elemento; pues estas
virtudes, al ser muy formales, pueden producir grandes efectos
con la menor materia; por el contrario, la cualidad elemental para
actuar en gran medida necesita mucha materia. Las Propiedades
Ocultas se llaman así porque sus causas no se manifiestan y
porque el espíritu humano no las puede penetrar: he aquí por qué
sólo los filósofos, por larga experiencia más razón natural
pudieron adquirir una parte del cono-cimiento, pues así como las
carnes se digieren en nuestro estómago, por el calor que
conocemos, de igual manera se transforman por cierta virtud
oculta que ignoramos, no por el calor, porque así se
transformarían más rápido en el fuego que en el estómago. Lo
mismo ocurre con las cosas de cualidades elementales que
conocemos, y de ciertas virtudes que les son naturales y nacen con
ellas, que admiramos, y de las que nos asombramos de no poseer
el conocimiento o de no haberlas visto, como es el ejemplo del
ave Fénix, que renace de sí misma, como dice Ovidio:
Hay un ave que los asirios llaman Fénix, que renace de si
misma...
Y agrega:
Los egipcios se reúnen para ver con admiración la cosa
maravillosa, y muestran al punto su regocijo ante esta ave única.
Matreo recibe extrema admiración de griegos y romanos al
decir que apacentaba a una bestia salvaje que se devoraba a sí
misma, y hasta hoy hay gente que desea saber cuál era la bestia de
Matreo. Nadie dejaría de asombrarse de que existen peces bajo
tierra, de los que han hecho mención Aristóteles, Teofrasto y el
historiador Polibio, y de que Pausanias nos habló de ciertas
piedras que cantan; por tanto, estas son operaciones de las
virtudes ocultas. Así ocurre que el avestruz para nada daña su
estómago con un hierro caliente, digiere un hierro frío y hasta el
más duro, para nutrir su cuerpo. Asimismo, el pececillo llamado
Echeneis detiene de tal manera la impetuosidad de los vientos, y
doma la furia del mar, por más fuertes y violentas que sean las
tempestades, y cualquiera sea la cantidad de velas de que se sirvan
los navíos, mientras que por poco que las toque, las detiene y las
hace rezagarse de manera que quedan sin movimiento. De igual
modo, las salamandras y las bestezuelas llamadas Pyraustae viven
en el fuego, y aunque parezca que se consumen, nada les impide
conservarse. También hay cierta resina, con la que dicen que las
amazonas frotaban sus armas, que las preservaba de ser dañadas o
perjudicadas por el hierro o el fuego; se sabe que Alejandro el
Grande frotó con esa resina las puertas caspianas, que eran de
bronce.
Incluso está escrito que el arca de Noé, construida hace miles
de años y que aún dura sobre las montañas de Armenia, estaba
compuesta por esta resina. Hay una cantidad de otras maravillas
de esta clase, casi increíbles, conocidas sin embargo por la
experiencia misma: así las historias antiguas hacen mención de los
sátiros, animales con figura mitad hombre y mitad bestia, pero
dotados de raciocinio, de los que san Jerónimo dice que uno de
ellos habló a san Antonio, el ermitaño, condenando en sí mismo el
error de los gentiles de adorar a los animales, y rogándole que
rezara a Dios por él; y asegura que, en otra ocasión, apareció en
público uno de ellos, siendo al punto remitido a Constantino.
Capítulo XI
MODO DE PREPARAR LA INFUSION DE LAS VIRTUDES
OCULTAS EN LAS ESPECIES DE LAS COSAS, POR LAS
IDEAS,
MEDIANTE EL ALMA DEL MUNDO, Y LOS RAYOS DE LAS
ESTRELLAS, Y LAS COSAS QUE MAS TIENEN ESA VIRTUD
Los platónicos expresan que todas las cosas de aquí abajo
reciben sus ideas de las ideas superiores; la definición de la Idea
consiste en su principio en una forma que está por encima de las
almas y de los espíritus, que es una, simple, pura, inmutable,
indivisible, incorpórea, eterna, y la naturaleza de todas las ideas es
la misma, y ponen las ideas en el bien
mismo, es decir, en Dios, y quieren que ellas sean
diferentes y distintas entre sí, por medio de la causa, por
ciertas razones relativas, y que todo lo que existe en el
mundo carece de cambio y es único, y que todas las
cosas convienen entre sí para que Dios no sea una
sustancia diferente; las ubican en la inteligencia, es
decir, en el Alma del mundo por las formas propiamente
diferentes, mutuamente absolutas; de manera que en
Dios todas las ideas son una forma; pero entran muchas
en el alma del mundo y en los otros espíritus, ya sea que
estén unidos y sean un cuerpo, o estén separados; ubican
diferentes formas mediante cierta participación y grados
en escala ascendente; se incluyen en la naturaleza como
simientes inferiores de formas infusas por las ideas. Al
final, penetran en la Materia como sombras: se agrega
que en el alma del mundo hay tantas maneras seminales
de cosas como ideas en el espíritu divino, por las cuales
fueron creadas en los cielos las Estrellas y las figuras,
imprimiéndoseles a todas sus propiedades. Todas las
virtudes y propiedades de las especies inferiores
dependen de estas estrellas, de estas figuras y de estas
propiedades, de manera que cada especie tiene una
figura celeste que le encuadra, de donde le llega una
admirable potencia para actuar, y esta cualidad que le es
propia la especie la recibe de su idea a través de las
modalidades seminales del alma del mundo. Pues las
ideas no sólo son causas de ser sino también causas de
cada virtud que se halla en tal especie, y esto es lo que
dicen muchos filósofos, que por ciertas virtudes que
tienen una manera asegurada y estable, que no son
fortuitas ni casuales, sino eficaces, potentes e infalibles,
nada hacen de inútil ni en vano, y esas virtudes son las
operaciones de las ideas, que no varían sino por
accidente y ello tan sólo por la impureza e inigualdad de
la materia;
pues de esa manera las cosas de la misma
especie tienen, en mayor o menor medida, la virtud
según la pureza o la confusión de la materia; de ahí qúe
los platónicos hayan acuñado un proverbio en el sentido
de que las virtudes celestes estaban infusas en la materia
según las buenas cualidades; Virgilio dijo:
Las cosas de aquí abajo reciben tanta cantidad de fuerza y
virtud de los cielos como la materia está dispuesta a recibir.
He aquí por qué las cosas a las que se acuerda menos la idea
de la materia, es decir, las que reciben más la apariencia de
cuerpos separados, tienen virtudes más grandes y eficaces, en la
operación, y semejantes a la operación de la idea de los cuerpos
separados.
Sabemos, pues, que la situación y la figura de los cuerpos
celestes es la causa de toda fuerza móvil que se halla en las
especies inferiores.
Capítulo XII
COMO INFLUYEN LAS VIRTUDES DE UNA MISMA ESPECIE
EN LOS DIFERENTES INDIVIDUOS
La figura y la situación de los cuerpos celestes y de las
estrellas acuerda a muchos individuos las Virtudes Singulares tan
maravillosas respecto de las especies; pues tau pronto cualquier
individuo que se sabe comienza a existir bajo un horóscopo fijo, o
bajo alguna constelación celeste, contrae desde ese momento
cierta virtud particular admirable de actuar, y de sufrir o de
recibir, además de la relativa a su situación y especie, tanto por la
influencia de los cuerpos celestes como por la correspondencia, la
sumisión y la obediencia de la materia de las cosas que se
producen y se engendran en el alma del mundo, que tiene la
misma relación que la obediencia de nuestros cuerpos para con
nuestras almas, pues sentimos en nosotros lo que cada forma nos
hace concebir. Nuestros cuerpos se mueven por las cosas
deleitables, uniéndose a ellas o huyendo de ellas; lo mismo ocurre
a menudo con las almas celestes cuando conciben diferentes ideas;
entonces la materia se mueve por relación con ellas.
De manera que en la naturaleza hay muchas cosas que
parecen ser prodigios de la imaginación de los movimientos
superiores; esto hace que no sólo las cosas naturales sino también
muy a menudo las artificiales reciban diferentes virtudes, y sobre
todo cuando el alma del cuerpo que opera se apega a aquello que
la influencia, y esto es lo que ha hecho decir a Avicena que todo
lo que se hace aquí se halla antes en los movimientos y en las
ideas de las estrellas y los globos. Así se producen y se crean
diferentes efectos en todas las cosas, e inclinaciones y costumbres
diferentes, no sólo por las diferentes disposiciones de la materia
sino también por las diversas influencias que ellas reciben y sus
diferentes formas, no por la diferencia específica sino por la
diferencia propia y particular. Y es Dios mismo, quien es la causa
primera de todas las cosas, quien distribuye de manera diferente
estos grados, que, permaneciendo siempre el mismo, los comunica
y los reparte como le place; y las segundas causas angélicas y
celestes cooperan con él, disponiendo la materia corporal y las
otras cosas que les son encomendadas. Una vez hecho esto, Dios
comunica todas las virtudes por el alma del mundo, por la
potencia particular de las ideas o las imágenes y las inteligencias
que presiden, y el concurso de los rayos y los aspectos de las
estrellas que se crean por medio de un con-cierto armónico y
particular.
Capítulo XIII
ORIGEN DE LAS VIRTUDES OCULTAS DE LAS COSAS
Todo el mundo sabe que el imán tiene la virtud particular
de atraer al hierro y que por poco que se le acerque un diamante,
éste se lo quita; el ámbar y el balagius, frotados y calentados,
levantan la paja. La piedra Asbestus encendida no Se apaga
jamás. El carbúnculo reluce en la oscuridad. El aétites fortifica
el fruto de las mujeres y 'las plantas. El jaspe detiene la
hemorragia. El pececillo llamado Echineis detiene la marcha de
un barco. El rabarbarum elimina la cólera. El hígado de
camaleón, quemado en sus extremos, genera lluvias y truenos.
El heliotropo reduce la visión y torna invisible a quien lo lleva
consigo. La piedra de Lyncour desinflama los ojos. El lippare
atrae a las bestias. El synochitides hace aparecer los espíritus
celestes. El enectis, puesto sobre personas dormidas, las hace
adivinar. Hay una hierba de Etiopía que se dice que seca los
estanques y abre todo lo que está cerrado. En la historia se
observa la costumbre de los reyes de Persia, de dar a sus
embajadores la hierba Latax para que donde fuesen no les faltase
nada. Existe incluso una hierba de Esparta o Tartaria, que una
vez gustada o puesta en la boca, se supone que pueden pasarse
doce días sin beber ni comer; y Apuleyo dice que supo por Dios
que hay muchas clases de hierbas y piedras, por medio de las
cuales los hombres pueden conservarse siempre en vida; pero
que no les está permitido a los hombres conocerlas porque,
aunque vivan poco, no dejan de dedicarse a la maldad y de
cometer toda clase de crímenes, y que atacarían hasta a los
mismos dioses si viviesen más tiempo; ninguno de los autores de
gruesos volúmenes sobre las propiedades de las cosas explicó de
dónde. provienen estas virtudes; ni Hermes, ni Bochus, ni Aron,
ni Orfeo, ni Teofrasto, ni Tebith, ni Zenothemis, ni Zoroastro, ni
Evax, ni Dioscórides, ni Isaac el Judío, ni Zacarías el Babilonio,
ni Alberto, ni Arnoldo ; pero todos dijeron lo que escribiera
Zacarías a Mitrídates, que hay una gran virtud en las piedras y
las hierbas, y que la suerte de los hombres depende de ellas.
Para saber de dónde proviene eso, es necesaria una
profunda especulación. Alejandro el peripatético, sin apartarse
de sus opiniones y cualidades, cree que eso proviene de los
Elementos y de sus cualidades, lo que podría creerse, si sus
cualidades no fuesen de una misma especie y muchas
operaciones de las piedras no fuesen semejantes en especie y en
género, y de la misma especie y del mismo género. Es por ello
que los Académicos, siguiendo la opinión de Platón, atribuyen
estas virtudes a las ideas ,que forman las cosas. Avicena afirma
que provienen de las inteligencias; Hermes, de las estrellas; y
Alberto reduce estas operaciones a las formas específicas de las
cosas. Cualquiera sea la diferencia que se halle en las creencias
de estos diversos autores, sin embargo, no hay nadie, si se los
entiende bien, que se aleje de la verdad puesto que todos sus
discursos se
relacionan en muchas cosas con el mismo efecto. Pues Dios, que
es el fin y el origen de todas las virtudes, da el sello de sus ideas
a las inteligencias, sus ministros, que las ejecutan fielmente,
comunican por una virtud de la idea las cosas que les han sido
confiadas a los cielos y las estrellas, las cuales como
instrumentos disponen por adelantado, o esperan recibir las
formas que, como expresa Platón en su Timeo, residen en la
majestad divina por la deducción de los astros y lo que da las
formas las distribuye por el ministerio de las inteligencias, que ha
establecido para conducir y custodiar sus obras y a las que ha
dado este poder en las cosas que les confiara, a fin de que todas
las virtudes de las piedras, las hierbas, los metales y todas las
demás cosas sean conferidas por las inteligencias que presiden.
La forma y las virtudes provienen, pues, de las ideas; luego, de
las inteligencias que presiden y gobiernan o conducen; después,
de los aspectos de los cielos; y por fin, de las complejidades de
los Elementos, los cuales, al estar dispuestos, corresponden a las
influencias de los cielos. Las operaciones se efectúan, pues, de
esta manera: sobre las cosas que vemos aquí abajo, por las
formas expresas; en los cielos, por las modalidades de mediación;
en el amo o arquetipo, por las ideas y las formas ejemplares; ellas
deben convenir eri la ejecución de todos los efectos y de cada
virtud.
Así, hay una virtud y una operación admirable en cada
hierba y en cada piedra, pero una muchísimo más grande en las
estrellas; además, cada cosa toma o recibe mucho de las
inteligencias que, presiden, sobre todo de la primera causa, a la
que todas las cosas consumadas responden mutuamente; las
cuales se conforman unas can otras por su armonioso concierto
de alabanza, como por ciertos himnos, a su amo soberano, de
acuerdo a la invitación del cántico entonado por los santos niños
del horno de Caldea: Bendecid al Señor todas las cosas que
germinan sobre la tierra, y todo lo que se mueve en lo;. aires,
todas las aves del cielo, y todas las bestias, y uníos a los hijos de
los hombres. Por tanto, no hay' otra cosa necesaria de efectos que
el acuerdo y nexo de todas las cosas con la causa primera, y su
correspondencia con estos ejemplares divinos e ideas eternas;
cada cosa tiene un lugar fijo y,determinado en el arquetipo por el
cual vive y del que obtiene su origen, y todas las virtudes de las
hierbas, piedras, metales, animales, palabras, discursos y todo lo
que existe, dependen y vienen de Dios, el cual, aunque opere por
medio de las inteligencias y los cielos no deja de realizar
cualesquiera operaciones suyas inmediatamente y por sí mismo
sin servirse de estos medios ni de su ministerio; y estas
operaciones se llaman milagros; pues las primeras causas actúan
como mandamiento y orden; y las segundas, que Platón y los
demás llaman ministros, como necesidad; aunque ellas producen
necesariamente sus efectos, él las dispensa cuantas veces quiere y
las suspende cuando le place, de modo que ellos se entregan por
entero o desisten de la necesidad de su mandamiento y de su
orden, y allí están los más grandes milagros de Dios. Es así como
el fuego nada hizo a los niños en el horno de Caldea. Asimismo,
el sol retrocedió, o se detuvo un día, e interrumpió
su curso, ante la orden de Josué; y de ese modo retrocedió seis
líneas o diez horas ante el ruego de Ezequías. También, en la
pasión del Cristo, el sol se eclipsó a plena luz, y es imposible
penetrar o profundizar las razones de estas operaciones mediante
discurso alguno, mediante magia alguna, ni mediante ciencia
alguna, por más secreta y profunda que ésta sea; sólo es posible
captarlas e indagarlas a través de los Oráculos divinos.
Capítulo XIV
EL ESPIRITU DEL MUNDO
Y EL VINCULO DE LAS VIRTUDES OCULTAS
Demócrito, Orfeo y muchos pitagóricos, que indagaron muy
sensata-mente las virtudes de los cuerpos celestes y de los
inferiores, dijeron que todo estaba lleno de dioses, y esto no sin
razón, puesto que ninguna cosa, por grandes que sean sus virtudes,
puede estar contenta de su naturaleza sin el auxilio de la potencia
divina; aquellos llamaban dioses a las virtudes divinas expandidas
en las cosas, y a esas virtudes Zoroastro las llama atractores
divinos, y Sinesio atractivos simbólicos; otros, vidas; otros, almas,
de las que decían que las virtudes de las cosas dependían y que el
alma única extendía una materia sobre las otras en las que opera;
como el hombre que extiende su entendimiento sobre las cosas
inteligibles y su imaginación sobre las que se imaginan; y esto era
lo que en-tendían diciendo por ejemplo, que el alma, al salir de un
ser, entraba en otro, y que le fascinaba e impedía sus operaciones
como el diamante impide que el imán atraiga al hierro. De manera
que el alma, primum mobile, como se ha dicho, actúa y se mueve
por propio designio, de sí y por sí, y el cuerpo o la materia, inhábil
o insuficiente para moverse por sí, discrepa mucho con el alma y
se halla muy alejada de su facultad; por ello se dice que es
menester un mediador más excelente, a saber, que no sea como un
cuerpo sino como un alma, y si no fuese como ésta, que lo sea casi
como un cuerpo, por el que el alma se una a éste; aquellos
pensadores hacen consistir el Espíritu del mundo en este medio,
que se dice que es la quintaesencia, porque no proviene de los
cuatro elementos, sino que es cierto quinto elemento que está por
encima de ellos y que subsiste sin ellos. Por ello es absolutamente
necesario tal espíritu, como medio por el cual las almas celestes se
hallan en un cuerpo burdo y le comunican sus cualidades
maravillosas, y este espíritu en los cuerpos del mundo, como en
nuestro cuerpo humano; pues así como nuestras al-mas comunican
a través del espíritu sus fuerzas a nuestros miembros, igualmente
la virtud del alma del mundo se expande sobre todas las cosas a
través de la quintaesencia, ya que en el universo nada hay que no
sienta alguna chispa de su virtud o que carezca de sus fuerzas.
Mas en mayor y más particular medida influye sobre los cuerpos
que más han captado este espíritu, y lo hace a través de los rayos
de las estrellas a medida que las cosas se adaptan. Es, por tanto, a
través de este espíritu que todas las cualidades ocultas se
expanden sobre las hierbas, las piedras, los metales y los
animales, por medio del sol, de la luna, de los planetas y de las
estrellas que están por encima de los planetas, y este espíritu
puede por ello sernos más útil para que sepamos separarnos de los
otros elementos o para que sepamos servirnos mejor de las cosas
en las que aquél se halla en mayor abundancia; pues las cosas
sobre las que este espíritu se expande menos o donde la materia es
menos retenida, más lo perfecciona y produce más prontamente su
semejante, ya que él contiene toda la virtud de producir y de
engendrar; es por ello que los alquimistas buscan extraer o separar
este espíritu del oro, y tan pronto pueden extraerlo o separarlo y
aplicarlo en seguida a toda clase de materias de la misma especie,
es decir, a los metales, al punto logran crear o*;o y plata. Nosotros
sabemos hacerlo y lo hemos visto practicar algunas' veces; pero no
hemos podido fabricar más oro que el peso de oro del que
extrajimos el espíritu, pues éste era de forma expandida y no
contraída, no pudiendo contra su proporción y medida
perfeccionar un cuerpo imperfecto, aunque no rechazo la idea de
que ello pueda hacerse mediante otro artificio.
Capítulo XV
COMO DEBEMOS BUSCAR
Y HACER LA PRUEBA DE LA VIRTUD DE LAS
COSAS A TRAVES DE LA SEMEJANZA
Es, pues, constante que haya entre las cosas propiedades
ocultas, no conocidas para nuestros sentidos, apenas captadas por
nuestra razón, y derivadas de la vida y del espíritu del mundo a
través de los rayos de las estrellas, y que conoceríamos tan sólo
mediante experiencia y conjeturas; he aquí por qué quienes se
contraigan a ese estudio deberán considerar que todas las cosas se
mueven, y se convierten en sus Semejantes, e inclinan hacia ellas
mismas todas sus fuerzas, tanto en propiedad, saber y virtud
oculta, como en calidad, es decir en virtud elemental, y a veces en
sustancia, como se aprecia en la sal, de manera que lo que
permanece largo tiempo en ella se convierte en sal, pues todo
cuerpo que se agita, desde que comienza a hacerlo, en nada
cambia en su cuerpo inferior, sino de ciertas manera y en la
medida acorde con su semejante y con aquello con lo que guarda
debida relación, lo cual lo apreciamos
manifiestamente en los animales sensitivos en los cuales la
virtud nutritiva no modifica la comida ni los alimentos en hierba
o en cualquier planta sino que los transforma en carne sensible.
Así en las cosas en las que hay algún exceso de calidad o de
propiedad, como el calor, el frío, la osadía, el temor, la tristeza,
la cólera, el amor, el odio y toda otra clase de pasión, o alguna
virtud, ya sea que se halle naturalmente en ellas, o que la hayan
recibido mediante artificio, o que les haya llegado por algún
azar, accidente o hábito, como el descaro en el libertino, estas
cosas excitan mucho a tal calidad, pasión o virtud; así el fuego
excita al fuego, el agua al agua, y una persona osada a la osadía.
Los médicos saben que un cerebro ayuda a un cerebro, un
pulmón a otro pulmón; he aquí por qué dicen que quienes tienen
los ojos lagañosos se curan aplicándose en el cuello un paño de
color natural, el ojo derecho de una rana para curar el derecho, y
el ojo izquierdo para el izquierdo, y que lo mismo sucede con
los ojos del cangrejo. Asimismo, las patas de tortuga aplicados,
la derecha sobre el pie derecho y la izquierda sobre el izquierdo,
curan los males de los pies; dicen también que de ese modo los
animales estériles causan la esterilidad, y los que son fecundos,
la fecundidad, y que esto ocurre sobre todo respecto de los
testículos, la matriz y la orina; eso les hace decir que una mujer
que todos los meses toma la orina de una mula o cualquier cosa
que ésta haya mojado, no podrá concebir.
Por tanto, cuando se quiere trabajar para dar alguna
propiedad o alguna virtud, es preciso buscar animales u otras
cosas en las que esa propiedad se halle más excelentemente, y es
menester tomar una parte en el sitio donde esa propiedad está en
mayor vigor; como cuando se desea ser amado, es preciso buscar
algún animal de los que más aman, como la paloma, la tórtola, el
gorrión y la golondrina; se necesita tomar un miembro o las
partes de las que el apetito venéreo domina más, como son el
corazón, los testículos, la matriz, la verga, el esperma y las
reglas o menstruaciones, y es preciso que esto se realice cuando
estos animales están más excitados o dispuestos al coito, pues
entonces excitan e impulsan más al amor. Asimismo, para
tornarse más audaz, es necesario tomar los ojos, el corazón o la
frente de un león o de un gallo; de la misma manera ha de
entenderse lo que dice Pselle, el platónico, que los perros,
cuervos, gallos y murciélagos tienen virtud parecida si sobre
todo se toma la cabeza, el corazón y los ojos; esto hace decir que
quien lleve consigo el corazón de un cuervo, no duerme hasta
quitárselo. La cabeza del murciélago, disecada, y aplicada al
brazo derecho de quien quiere permanecer despierto, produce el
mismo efecto; la rana y el búho hacen hablar mucho; es preciso
tomar sobre todo la lengua y el corazón; y si se pone la lengua
de una rana sobre la cabeza de una persona dormida, la hace
soñar y hablar en sueños. Se dice que el corazón de un búho
colocado sobre la mama izquierda de una mujer dormida, la hace
revelar toda clase de secretos; también se afirma que el corazón
de un mochuelo o la grasa de liebre provocan lo mismo si se los
coloca en el pecho de quien está dormido. Asimismo, los
animales de larga vida
contribuyen a hacer vivir largo tiempo, y todas las cosas que
tienen la virtud de renovar contribuyen a renovar nuestros
cuerpos y hacerlos rejuvenecer, lo cual los médicos lo han hecho
muchas veces; esto es evidente respecto de la víbora y las
serpientes; y se dice que los cuerpos se renuevan o rejuvenecen
comiendo serpientes; de la misma manera el fénix renace de sus
cenizas; el pelícano tiene la misma virtud al poner su pata
derecha en estiércol caliente durante tres meses, luego de lo cual
el pelícano renace. Por este medio los médicos, con algunos
preparados de víboras y heléboro y otros de carnes o cuerpos de
ciertos animales de esa clase prometen rejuvenecer, y a veces
brindan una juventud, como la que Medea prometiera a la
anciana Pelia, acordándosela.
También se ha creído que si se chupa la sangre fresca salida
de la llaga de un oso, con esa clase de poción se restablecen las
fuerzas del cuerpo, debido a que este animal es muy fuerte.
Capítulo XVI
COMO LAS OPERACIONES DE DIFERENTES
VIRTUDES SE TRANSMUTAN DE UNA COSA
EN OTRA, Y COMO SE COMUNICAN
RECIPROCAMENTE
Se ha de saber que las cosas naturales tienen tanta virtud
que no sólo pueden hacer que las cosas se les aproximen sino
también infundir una virtud muy semejante a la que también
comunican a las demás cosas, como lo vemos en el imán, piedra
que no sólo atrae anillos o cadenas de hierro, sino que les infunde
la virtud por la cual ellos pueden realizar el mismo efecto, como
lo demostraran Augusto y Alberto. Por ello se dice que una
libertina o ramera, de descaro e impudicia determinados y sin
límites, infecta con esa propiedad o cualidad a todo el que se le
aproxima, que al punto la comunica a los demás: esto hace decir
que si se usa la ropa o camisa de una mujer de esa índole, o si se
posee un espejo en el que ella se mira diariamente, uno se
convierte en descocado, osado y libertino o perdido; asimismo,
un paño empleado en funerales toma alguna cualidad saturnal y
de tristeza, y la soga del ahorcado tiene también propiedades
maravillosas; lo mismo ocurre con lo que refiere Plinio en el
sentido de que si se retira de tierra un lagarto verde, se le
revientan los ojos y se lo encierra en un vaso de vidrio junto con
anillos o cadenas, cerrándolo con hierro u oro, tan pronto se
obsérva que el lagarto recobra la vista, las cadenas o anillos, al
sacarse del vaso, sirven para quitar las lagañas de los ojos y para
preservarlos. Lo mismo se hace con las comadrejas, por medio de
los anillos; luego de quitarles los ojos, se deja durante un tiempo
estos anillos en el nido de los gorriones y- las golondrinas, para
utilizarlos a fin de atraer el amor o la benevolencia.
Capitulo XVII
COMO CONOCER Y EXPERIMENTAR LAS VIRTUDES DE LAS
COSAS POR SU ACUERDO Y SU OPOSICION
Ahora queda por ver lo que todas las cosas tienen de
Relación y Contrariedad pues no hay nada que no tenga su
opuesto de temor y horror, de enemigo y destructor, y a la inversa,
algo que regocije, complazca y fortalezca; lo mismo ocurre con
los elementos; el fuego es contrario al agua, el aire es contrario a
la tierra; no obstante convienen entre sí; lo mismo ocurre en los
cuerpos celestes; Mercurio, Júpiter, el Sol y la Luna son amigos
de Saturno; Marte y Venus le son contrarios; todos los planetas,
excepto Marte, son amigos de Júpiter y, asimismo, todos aborrecen
a Marte, con excepción de Venus; Júpiter y Venus aman al
Sol; Mar-te, Mercurio y la Luna son contrarios; todos aman a
Venus con excepción de Saturno; Marte y Mercurio son enemigos.
Hay otra enemistad u oposición de las estrellas, porque
tienen casas opuestas, como Saturno con el Sol y la Luna; Júpiter
con Mercurio; Marte con Venus; y la oposición o enemistad es,
por tanto, más grande cuando están más elevadas y opuestas,
como Saturno y Júpiter; Venus y Mercurio. Mas la amistad es más
grande en quienes tienen la misma naturaleza, cualidad, sustancia,
potencia o virtud, como Marte y el Sol; Venus y la Luna;
asimismo, Júpiter y Venus, y las que tienen su exaltación en la de
otra son amigas, como Saturno y Venus, Júpiter y la Luna, Marte
y Saturno, el Sol y Marte, Venus y Júpiter, la Luna y Venus; y de
la misma manera que existen las enemistades y oposiciones de los
cuerpos superiores, ocurren las inclinaciones de la cosas que les
están su-jetas en los cuerpos que vemos aquí abajo. Estos hábitos,
amistades y enemistades no son otra cosa que inclinaciones que
las cosas tienen mutuamente unas respecto de las otras; deseando
tal o cual cosa cuando no la poseen, hallando el reposo y el
contento con su posesión, huyendo de su contraria, teniéndole
horror, sin hallar sosiego. Sobre el fundamento de esa opinión,
Heráclito sostuvo que todo se realiza por oposición y amistad. Las
inclinaciones de los cuerpos vegetales y minerales son como la
que tiene el imán para con el hierro que atrae, la esmeralda
respecto de las riquezas, el jaspe con relación a la producción o
generación, y la ágata para con la elocuencia; asimismo, la nafta
atrae al fuego, y se lanza dentro al aproximarse; la raíz de la
hierba aproxis atrae al fuego de lejos, como la' nafta; y una
inclinación parecida se halla en la palma macho y hembra pues
apenas una rama toca a la otra, se abrazan, y el tímalo no da fruto
sin el macho; y el almendro solo no produce nada; las vides aman
al olmo y al opio; el olivo ama recíproca o mutua-mente al mirto;
asimismo, el olivo y el higo se aman. En los animales, la amistad
se encuentra entre el mirlo y el zorzal; entre la corneja y el
estornino; el pavo real y la paloma; la tórtola y el papagayo. A
esto se refiere Safo en sus versos a Faón:
Y las albas Palomas se deleitan a menudo con los Pavos reales de
diversos colores, y el verde Papagayo ama a la negra Tórtola.
De la misma manera, la almeja y la ballena son amigas. No
sólo hay amistad entre los animales, sino también entre las otras
cosas, como en los metales y los cuerpos vegetantes; así las gatas
aman al poleo silvestre y se dice que, cuando se frotan, las hace
concebir, supliendo la falta de macho. Y las yeguas de Capadocia
se exponen al soplo del viento, y éste, con su hechizo, las hace
concebir. Así, las ranas, los sapos, las serpientes y todos los
animales e insectos rastreros aman una hierba que se llama arroz
de las abejas, de la que los médicos dicen que, al comerla, uno
muere riendo; asimismo, la tortuga mordida por la serpiente se
cura comiendo orégano; y la cigüeña que comió serpientes halla el
antídoto en el orégano, volviendo a la vida; y la comadreja que
tiene que pelear con el reyezuelo, come ruda; de ahí sabemos que
el orégano y la ruda tienen virtud contra el veneno. En ciertos
animales se encuentra una capacidad, un arte, o una eficacia para
curarse, pues cuando el sapo se siente mordido por alguna otra
bestia, o envenenado, va a buscar ruda o salvia para frotar su
herida, y así se preserva contra el veneno. Así los hombres
aprendieron de las bestias muchos remedios y virtudes de las
cosas. Las golondrinas les hicieron saber que la hierba celidonia
es buena para el mal de los ojos, porque aquellas se sirven de ésta
para curar los ojos de sus polluelos; y cuando la urraca se siente
mal, lleva a su nido una hoja de laurel, y se cura. Asimismo,
torcazas, grajos, per-dices y mirlos disipan sus anuales
melancolías con hojas de laurel. Los cuervos también lo usan para
curarse del veneno de los camaleones; y cuando el león tiene
fiebre, se cura comiendo un mono. Cuando la abubilla se siente
mal tras comer raíz, se cura con achanta, o cabellos de Venus.
También los ciervos nos hicieron ver que la hierba dictamine es
apropiado para hacer salir las flechas del cuerpo, puesto que
cuando están heridos, comen de esta hierba y las rechazan; las
cabras de Candia hacen lo mismo; y las corzas se purgan poco
antes de tener sus crías, con una hierba que se llama saxifragia
mayor; los picados por la tarántula se curan comiendo cangrejos.
Las marranas mordidas por serpientes, se curan con el mismo
remedio; y cuando los cuervos se siente envenena-dos, van en
busca del roble y se curan. Cuando los elefantes han comido un
camaleón, acuden al olivo ; los osos lastimados por la mandrágora
se sanan comiendo hormigas. Gansos, patos y otras aves acuáticas
no usan otro remedio que la hierba llamada aparitoria; las grullas
se sirven del junco; los excrementos humanos sirven a las panteras
para preservarse del veneno o curar de éste; los jabalíes se sirven
de la hiedra; y las corzas de la alcachofa.
Capítulo XVIII
LAS INCLINACIONES DE LAS ENEMISTADES
En sentido inverso, existen las inclinaciones de las
Enemistades, y estas clases de inclinaciones son como odio o
aversión que las cosas se tienen naturalmente entre sí, como la
cólera, la indignación y la contrariedad absoluta incitan a la huida,
o a la aversión hacia el contrario, en cu, o caso ésta aleja, separa o
hace huir con su presencia, como ocurre con las inclinaciones que
el ruibarbo tiene contra la cólera; el teríaco contra el veneno; el
zafiro contra el carbón, los arrebatos febriles y las enfermedades
oculares; la amatista contra la ebriedad; el jaspe contra la hemorragia
y los fantasmas nocturnos; la esmeralda y el casto
cordero contra la voluptuosidad; la ágata contra el veneno; la
peonia, hierba, contra el mal caduco; el coral contra las ilusiones
de la bilis negra y los dolores de estómago; el topacio contra las
pasiones, como la avaricia y la lujuria, y todos los demás excesos
amorosos; la aversión de las hormigas hacia el orégano y el ala del
murciélago, y el corazón de la abubilla, cuyá presencia eluden y
ante los cuales huyen; el orégano es también contrario a los
solífugos y a las salamandras; y hay tal antipatía entre ellos y la
col que se consumen mutuamente; la calabacera odia de tal modo
al aceite que se encorva como un anzuelo para no sentirlo. Y se
dice que la hiel del cuervo aparta y aleja a los hombres del sitio
donde se esconde con algunas otras cosas; asimismo, el diamante
es tan contrario al imán que, tan pronto se le acerca, le impide
atraer al hierro; y las ovejas eluden los enjambres de abejas,
porque estas son capaces de matarlas; y lo maravilloso es el signo
de esa muerte que la naturaleza pinta en el hígado de las ovejas;
las cabras odian tanto la hierba llamada cepa caballo, que no
encuentran nada que les sea más pernicioso.
E incluso entre los animales, las ratas y las comadrejas se
odian mucho; por eso se afirma que si se frotan los quesos con
cerebro de comadreja, las ratas no se acercan y aquellos no se
estropean para nada por más viejos que sean. El stellion,
bestezuela venenosa parecida al lagarto, es tan contrario a los
escorpiones, que éstos tiemblan al verle, y les hace empapar de
frío sudor; también hay gran antipatía entre escorpiones y ratas;
por eso se afirma que si se aplica una rata a la picadura de un
escorpión, aquélla cura. El escorpión, los stalabotes, los áspides y
las ratas de la India son incluso contrarios y enemigos. Asimismo,
se dice que no hay animales más contrarios que los cangrejos y las
serpientes, y que los cerdos mordidos por éstas, se curan
comiendo cangrejos; y que cuando el sol se halla en el signo del
Cangrejo, las serpientes se enroscan; el escorpión y el cocodrilo se
golpean mutuamente; y si se toca al cocodrilo con cierta pluma de
un ave de Egipto, llamada ave del sol, que come serpientes, lo
inmoviliza; la avutarda vuela ante la vista de un caballo; y el
ciervo huye tan pronto ve una víbora. El elefante.
cuando oye gruñir a un cerdo, hace lo mismo que los leones
cuando ven un gallo. Las panteras no tocan a los untados con jugo
de gallina, particularmente cuando tiene cocida el ala por dentro.
También hay antipatía entre zorros, cisnes, toros y cornejas; entre
las aves, de modo parecido, cornejas y búhos se hacen la guerra
continuamente; también el milano y el cuervo; el bicu.thus y el
dormido; el clorius y la tórtola; los aegepii y las águilas; los
ciervos y los dragones; entre los animales acuáticos, los delfines y
las ballenas, la morena y el congrio; y también la langosta o
saltamontes tiene gran pavor del pólipo que, tan pronto se le
acerca, ya muere; los congrios dan cuenta de saltamontes y
pólipos; también se dice que la pantera tiene miedo de !a hiena, de
manera que no puede resistirla, ni herir su cuerpo ni su piel, ni
tocarla, y basta tomar los pelos de una y otra, para hacer caer los
pelos de la pantera; y Orus Apollon dice que luego de ponerse la
piel de una hiena es posible cruzar en medio de un ejército
enemigo indemne y con intrepidez. El cordero siempre guarda
antipatía con el lobo, le tiene horror, y le huye y teme; y se dice
que si se cuelga en un establo la cola, la cabeza o la piel de un
lobo, las ovejas se entristecen y no comen, porque tienen mucho
miedo; y Plinio informa que el Esalon, avecilla que casca los
huevos del cuervo cuyos polluelos son atacados por los zorros, los
toma a su cuidado contra éstos, y cuando los cuervos lo advierten,
le prestan auxilio como contra un enemigo común; el jilguero,
pajarillo que vive entre es-pinos, odia a los asnos que comen las
flores de espino; y el Egythus, ave muy pequeña, es tan contraria
al asno que se desangra ante éste, y cuando el asno calienta los
huevos de sus pichones, estos mueren irremediable-mente.
Hay tanta antipatía entre el olivo y una mujer libertina que se
dice que si ésta planta uno, es estéril o queda seco para siempre; el
león nada teme tanto como las antorchas encendidas, y créese que
no es posible domarlo sino por este medio ; y el lobo no teme al
hierro ni a la lanza sino a la piedra porque ésta le provoca una
llaga que se agusana; el caballo teme al camello de manera que no
puede contemplar ni ver su figura; el elefante furioso se aplaca
ante la vista de un morueco; la culebra teme al hombre desnudo y
le persigue cuando éste está vestido. Al toro furioso se lo doma
atándolo a una higuera; el ámbar atrae todo s a l vo la hierba
denominada cepa caballo y todo lo frotado con aceite, hacia lo
cual tiene cierta aversión natural.
Capítulo XIX
COMO CONOCER Y EXPERIMENTAR EN LAS
COSAS LAS VIRTUDES INHERENTES A CADA
COSA PARTICULAR POR LA BONDAD DEL
INDIVIDUO
Habrá que considerar que, en ciertas cosas, hay virtudes
que se ex-tienden sobre toda la especie, o según la especie,
como la osadía y el coraje del león y el gallo; la timidez de la
liebre y el cordero; el ardor para rapiñar y devorar del lobo; la
fineza y astucia para tender emboscadas del zorro; la zalamería
del perro; la avaricia del cuervo y la corneja; la soberbia del
caballo; la cólera del tigre y el jabalí; la tristeza y melancolía
del gato; la voluptuosidad del gorrión; y así del resto: pues las
especies siguen la mayor parte de las virtudes. Hay otras
pertenecientes a las cosas según el individuo, como hay algunos
hombres que tienen horror hacia los gatos, de modo que no los
pueden ver sino con mucha aversión, la cual no se halla en ellos
según la especie humana, lo cual es manifiesto.
Avicena informa sobre un hombre de su tiempo del que todo lo
venenoso se apartaba; todos los mordidos por bestias
ponzoñosas morían sin que él sintiese el veneno; y Alberto dice
que vio en Colonia una muchacha que comía arañas y estaba
bien nutrida. Así se halla la audacia en la prostituta y la timidez
en el ladrón. Por ello los filósofos dicen que el individuo en
cuyo cuerpo nunca hubo enfermedad contribuye mucho a curar
toda suerte de males; y por esa razón dicen que si se pone el
rostro de un muerto, que nunca tuvo fiebre, sobre el de un
enfermo, le cura la cuartana. Los individuos también tienen
virtudes singulares, infundidas por los cuerpos celestes, que a
continuación expondremos.
Capítulo XX
LAS VIRTUDES NATURALES QUE
SE HALLAN EN TODA LA
SUSTANCIA DE UN INDIVIDUO,
Y EN ALGUNAS PARTES O MIEMBROS DE OTROS
Es preciso considerar que las virtudes de las cosas se
hallan en ciertos individuos en el Todo, o en toda la sustancia, o
en todas sus partes; así, el pececillo Echeneis, o rémora, que
impide el desplazamiento de los barcos, no realiza eso con una
sola parte principal de su cuerpo sino con toda su sustancia;
asimismo, la hiena tiene en toda su sustancia la virtud de que si
los perros se acercan a su sombra, enmudecen. Así, la celidonia
cura el mal de los ojos, no con alguna de sus partes sino con
todas las
que están en su individualidad, y no menos mediante su raíz que
median sus hojas y su semilla; y así con los demás semejantes.
Mas hay virtudes que no existen sino en algunas Partes de las
cosa a saber, en la lengua solamente, o en los ojos, o bien en
algunos otn miembros o partes; así se halla en los ojos del
basilisco y de la catable] una virtud muy violenta de hacer morir a
los hombres tan pronto ven estos animales; se halla una virtud
parecida en los ojos de la hiena, pu tan pronto ésta mira a
cualquier animal que sea, éste no puede mover, y queda
totalmente aturdido.
Semejante virtud se encuentra en los ojos de algunos lobos,
qi quitan el uso de la palabra a quienes miran, aturdiéndolos,
como die Virgilio :
Meris perdió la voz porque los lobos le vieron primero.
En Tartaria, en Iliria y entre los tribalos había mujeres que
hacía morir a quienes las miraban cuando estaban encolerizadas.
Tambil ocurrió esto entre los telquinos, pueblos de Rodas, qúe lo
arruinaban toc con sus miradas, por lo que Júpiter los sumergió.
Los hechiceros usa en sus colirios, ojos de animales para generar
pasiones semejantes y co cretar sus fascinaciones. Asimismo, las
hormigas huyen ante el corazc de una abubilla, pero no ante la
cabeza, las patas o los ojos; así se dia que la hiel de una especie de
araña venenosa, diluida en agua, atrae las comadrejas, pero no la
cola ni la cabeza. Y el hígado de cabra, ce bierto de tierra y arena,
atrae a las ranas, pero aleja a mariposas y po] llas; y los perros
huyen de quienes llevan un corazón de can.; y los zorr< no tocan a
los pollos que comieron hígado de zorro; así muchas cosa tienen
diversas virtudes que se expanden de manera distinta en difere] tes
partes, infusas de lo alto según la diferencia de los sujetos que las
rec ben, como en el cuerpo humano los huesos no reciben sino la
vida, h ojos la vista, y las orejas el oído. En el cuerpo humano hay
un hu so pequeñísimo, que los hebreos denominan Luz, del
tamaño de u guisante, que no puede romperse ni lo consume el
fuego; y que si a conserva todo entero, como se dice, de él
renacerá nuestro cuerpo anime en la resurrección de los muertos,
como una planta de su semilla. Y esta virtudes no se conocen sino
a través de la experiencia.
Capítulo XXI
LAS VIRTUDES QUE LAS COSAS TIENEN DURANTE SU
VIDA, Y LAS QUE LES QUEDAN DESPUES DE LA MUERTE
También hay que saber que en las cosas hay algunas
propiedad( que no duran sino en su Vida, y que hay otras que
subsisten hasta de
pués de su Muerte, tal como el pequeño pez echeneis, o rémora,
detiene a los barcos, lo mismo que el reyezuelo y el catablepe
matan con su mi-rada, mientras viven, y pierden su poder al morir;
así se dice que si se pone sobre el vientre un pato vivo, éste cura la
circulación del vientre, y el pato muere; Arquitas dice también que
si se toma el corazón de un animal, recién sacado de su cuerpo,
caliente y palpitante, y se lo aplica a un hombre con cuartana, se
le cura: asimismo, la aplicación del corazón de una abubilla o de
una golondrina, de una comadreja o de un topo, vivos y
palpitantes, contribuyen a fortalecer la memoria, la imaginación y
el entendimiento, y acuerdan el secreto de la adivinación. El precepto
general de todo esto consiste en que todas las cosas que se
toman de los animales, ya sean piedras, miembros, excrementos,
pelos, uñas y demás, en la medida de lo posible deberá serlo
cuando están vivos: por ello se establece que quien quiera sacar la
lengua de una rana, la deberá dejar inmediatamente en libertad en
el agua; y si se saca un diente o un ojo de un lobo, no hay que
matarlo, obrando de similar manera con los otros semejantes.
Demócrito nos enseña este secreto: si se saca la lengua de una
rana de mar, estando viva, sin tocar otra parte de su cuerpo, y se la
devuelve al mar, habrá que colocar esa lengua sobre el sitio donde
palpita el corazón de una mujer dormida, y la hará responder la
verdad a todo lo que se le pregunte. Asimismo, se asegura que
aplicando los ojos de una rana ante el sol en lo alto sobre el
cuerpo de un enfermo, le curará la terciana; y que si estos ojos se
aplican, con carne de ruiseñor sobre la piel de un ciervo, desvelan
e impiden dormir. Paralelamente se afirma que la espina del pez
pastinaca, atada sobre el ombligo, extraída en vida y devuelto el
pez al mar, facilita los alumbramientos. También se afirma que el
ojo derecho de una serpiente, aplicado sobre una fluxión
abundante, dejando viva a la serpiente, la cura; y el ojo extraído
de un pez o serpiente marina, llamada rnyre, aplicado a la frente
de un enfermo, cura la oftalmía que pasa al pez, pero el enfermo
no vuelve a tener la misma vista que antes si no lo deja vivo.
Asimismo, todos los colmillos de serpiente, quitados cuando ésta
está viva y colocados sobre el enfermo, curan la cuartana; y si se
quita a un topo vivo todos los dientes, se curan todos los males
dentarios; los perros no ladran más si se les coloca una cola de
comadreja, dejando viva a ésta. Demócrito dice que la lengua del
camaleón, arrancada a este animal en vida, sirve para lograr
juicios favorables, y que incluso es buena para los partos si se la
tiene en torno de la casa; pero hay que tener cuidado de no
llevarla dentro de ésta pues eso sería pernicioso.
Hay también propiedades que subsisten después de la
muerte, de la-que los platónicos dicen que las cosas en las cuales
hay menos idea que materia, después de muertas, lo que hay de
inmortal no cesa de realizar cosas admirables en ellas. Así, en las
hierbas y plantas, después de arras cadas y secadas, subsiste su
vigor, y su virtud, infusa en ellas anterior mente, produce sus
efectos; de allí surge que el águila, por encima de todas las otras
ayes las supera en vida, y cuando muere, sus plumas y
sus alas destruyen y devoran todas las plumas y alas de las otras
aves. De la misma manera, la piel del león consume a todas las
demás pieles; y la de la hiena destruye a la de la pantera; la piel
del lobo destruye y devora a la piel del cordero. Hay cosas que no
sólo cumplen estos efectos sobre los cuerpos sino también en la
armonía del sonido; un tambor de piel de lobo anula el sonido de
otro confeccionado con piel de cordero; de la misma manera, un
tambor de piel de erizo de mar, ahuyenta a todos los animales
rastreros hasta donde llega su sonido; y las cuerdas de los
instrumentos de tripas de lobo, si se las junta con otras de tripas
de oveja en el laúd o la guitarra, se aprecia que es imposible
obtener consonancia alguna.
Capítulo XXII
COMO LAS COSAS INFERIORES SE SOMETEN A LAS
SUPERIORES Y CELESTES, Y COMO EL CUERPO HUMANO,
LAS OCUPACIONES DE LOS HOMBRES Y SUS COSTUMBRES
PROVIENEN
DE LA DISTRIBUCION DE LAS ESTRELLAS Y DE LOS SIGNOS
Las Cosas Inferiores está sometidas constantemente a las
Superiores v, como dice Proclo, se encuentran de cierta manera
unas con otras, a saber, las de arriba en las de abajo y las de abajo
en las de arriba; así, las cosas terrestres se encuentran en el cielo,
pero como en su causa y de una manera celeste; y las que están
en 'el cielo están sobre la tierra, mas de una manera terrestre, es
decir, según sus efectos; es por ello que decimos que aquí están
los seres solares y lunares, en los que el Sol y la Luna causan
alguna cosa de su virtud; así las cosas reciben muchas operaciones
y propiedades semejantes a. las operaciones de las
estrellas y a sus figuras, a las que están sometidas. Sabemos que
todo esto que es solar crea respectivamente efectos sobre el
corazón y la cabeza, porque la sede o casa del Sol es el León, y
Aries, su exaltación; así los signos de Marte contribuyen a la
cabeza y los testículos, a causa del carnero y del escorpión: por
ello cuando el cuerpo tiembla y la cabeza trastorna a quienes
abusaron del vino, hay que mojarles los testículos en agua fresca
o fría y lavarlos con vinagre; es un remedio rápido. Mas hay que
saber cómo el cuerpo humano está distribuido en los Planetas y
en los Signos; según la tradición de los árabes, el Sol preside el
cerebro y el corazón, los muslos, la médula, el ojo derecho y el
espíritu de vida. Mercurio preside la lengua, la boca y los demás
instrumentos u órganos de los sentidos tanto exteriores como
interiores, las manos, las piernas, los nervios, la virtud
fantástica. Saturno preside el bazo, el hígado, el estómago, la
vesícula, la matriz, y la oreja derecha, y tiene virtud receptiva.
Júpiter preside el hígado y la parte más carnuda del estómago, el
vientre, y el ombligo; por ello la antigüedad representa un
ombligo en el templo de Júpiter Ammon; a Júpiter también le
atribuyen las costillas, el pecho, los intestinos, la sangre, los
brazos, la mano derecha y la virtud natural; pero Marte preside la
sangre, las venas, los riñones, el quilo, la hiel, las fosas nasales, el
dorso, la efusión del esperma y la virtud irascible, o las pasiones.
Venus preside los riñones, los testículos, el pene, la matriz, la
virtud seminal, la concupiscencia, la carne, la grasa, la gordura, el
bajo vientre, el ombligo, y todo lo que sirve para el accionar de
Venus, como el sacro, la columna vertebral y la parte inferior del
dorso, y además, la cabeza y la boca con que se da el beso
amoroso. Y aunque a la Luna se atribuye todo el cuerpo y todos
los miembros, a causa de la variedad de los Signos, no obstante se
le asignan particularmente el cerebro, los pulmones, la médula de
la espina dorsal, el estómago, las menstruaciones, todos los
excrementos, el ojo izquierdo y la fuerza del crecimiento.
Hermes dice que en la cabeza de un animal hay siete
orificios, distribuidos en los siete Planetas, a saber, la oreja
derecha a Saturno, la izquierda a Júpiter, la fosa nasal derecha a
Marte, la izquierda a Venus, el ojo derecho a Júpiter, el izquierdo
a la Luna, y la boca a Mercurio. Así cada figura del zodíaco cuida
de sus miembros; de manera que Aries gobierna la cabeza y la
cara; Tauro, el cuello; Géminis, los brazos y los hombros; Cáncer
preside el pecho, los pulmones, el estómago y los músculos o
pártes carnudas de los brazos; Leo preside el estómago, el hígado
y el dorso; Virgo protege las entrañas y el fondo del estómago;
Libra gobierna los riñones, los muslos y las fosas nasales;
Escorpio gobierna las partes genitales, el pene y la matriz;
Sagitario domina los muslos, debajo de las uñas y los intestinos;
Capricornio gobierna las rodillas; Acuario domina las- nalgas y
las piernas; y como estas tres clases de Signos guardan
correspondencia y coincidencia con los cuerpos celestes, también
lo hacen con los miembros; esto se aprecia bastante por
experiencia porque el frío de los pies perjudica a vientre y pecho,
y tales miembros responden atestas tres clases diferentes; lo que
remedia a uno, cura al otro, y cuando se calientan los pies, cesa el
malestar del vientre. Por tanto se sabrá, al recordarse este orden,
que las cosas que están sometidas a alguno de los Planetas, tienen
alguna relación particular o inclinación respecto de los miembros
atribuidos al mismo Planeta, y sobre todo respecto de sus
domicilios y exaltaciones; pues las otras dignidades, triplicidades,
términos y aspectos tienen poca participación. De esa manera, la
peonía color limón, el clavo de olor, la cáscara de limón, la
mejorana, el dorycnium, la canela, el azafrán, el áloe, el incienso,
el ámbar, el almizcle, y en parte la mirra, remedian la cabeza y el
corazón a causa del Sol, de Aries y de Leo. Así, el llantén, hierba
de Marte, sirve para remediar la cabeza y los testículos, a causa de
Aries y Escorpio; y así con los demás. Asimismo, los Signos de
Saturno contribuyen a la tristeza y la melancolía; los de Júpiter, a
la alegría y los honores; los de Marte, a la osadía, a las querellas y
la cólera; los del Sol, a la gloria, la victoria, y el coraje; los
de Venus, al amor, a la voluptuosidad y a la concupiscencia; los
de Mercurio, a la elocuencia; los de la Luna, a la vida vulgar; y las
costumbres y ocupaciones de los hombres están distribuidas y
repartidas según los Planetas; pues Saturno gobierna ancianos y
monjes, melancolías, tesoros escondidos y los adquiridos con
largos viajes y dificultades.
Júpiter tiene a los píos o devotos, los
Prelados, Reyes, Duques o Jefes, y los bienes adquiridos lícita y
honradamente. Marte gobierna a peluqueros, cirujanos, alguaciles,
verdugos, carniceros, panaderos, pasteleros, soldados, que ordinariamente
se denominan hombres de guerra, o marciales.
Asimismo el resto de las estrellas significa o marca uno de sus
ejercicios, como aparecen descriptos en los libros de Astrología.
Capítulo XXXIV
COMO ATRAER LAS INFLUENCIAS DE LOS CUERPOS
CELESTES Y SUS VIRTUDES MEDIANTE LAS COSAS
NATURALES
Así como cuando alguien quiere conocer la Fuerza de alguna
parte del mundo, o de alguna estrella, puede hacerlo sirviéndose
de las cosas que le respectan y reciben sus influencias, como la
madera se prepara a recibir la llama a través de azufre, pez o
aceite; de igual modo cuando se emplean diferentes cosas en
alguna especie o individuo, que concuerden totalmente, o cincidan
entre sí sobre la idea y la estrella, se aprecia, al punto, que se
infunde un beneficio particular sobre esa materia, así preparada a
propósito, por medio del alma del mundo. Digo a propósito, es
decir, que es necesario que la materia esté dispuesta
apropiadamente y a propósito, bajo o con una armonía semejante a
la que haya infundido alguna virtud a esa materia. Pues aunque las
cosas tengan las virtudes que hemos dicho, estas virtudes son tan
finas, delicadas y sutiles, que es difícil perfeccionar una obra por
medio de tal virtud y raramente se llega a término. Asimismo, al
machacar un grano de mostaza se siente algo vivo y picante, que
hace llorar o afluir lágrimas a los ojos, y también el calor del
fuego hace aparecer lo escrito con leche o zumo de cebolla, y las
letras escritas sobre piedra con grasa de cabra y totalmente
invisibles aparecen como esculpidas cuando la piedra se sumerge
en vinagre; así la armonía celeste muestra la virtud que está oculta
en la materia, la excita, la fortalece y la hace aparecer; y por así
decirlo, de potencia la reduce a acto, cuando estas cosas son
expuestas ventajosamente, o en tiempo, al cuerpo celeste. Por
ejemplo, cuando se quiere extraer la virtud del sol, es necesario
buscar qué hay de solar entre los vegetales, las plantas, los
metales, las piedras y los animales; y particularmente los que son
superiores en el orden solar, contribuyendo más a ello; así,
tomando en con-junto y adecuadamente los rayos solares y por
medio del espíritu del mundo se extraerá del sol un bien más
grande.
Capítulo XXXV
LAS MEZCLAS DE LAS COSAS NATURALES
ENTRE SI, Y SU UTILIDAD
Sabemos que la naturaleza de aquí abajo no abarca, en cada
uno de los cuerpos, todas las cualidades de los cuerpos celestes,
sino que ellas nos son comunicadas por muchas especies, como
hay muchas cosas solares,
de las cuales cada una no abarca todas las virtudes del sol, sino que tiene
sus propiedades de la otra a través del sol; por ello a veces es i sario que
se efectúen Mezclas en las operaciones, de manera que ! sol expandió
cien o mil virtudes por una cantidad de plantas, de anin y otros seres
semejantes, podemos resumirlas y reducirlas en una forma la que las
veremos todas unidas. Hay dos clases de virtudes en la me a saber, una
que es infusa, desde luego, en sus partes, y es celeste;
por cierta composición artificial, o cierta mezcla de muchas cosas con
elidas junto con ciertas proporciones que coinciden y concuerdan co
cielo, bajo cierta constelación que se ha conocido; y esa virtud llel través
de cierta relación mutua, a través de cierta semejanza y hábil, las cosas
con las superiores o celestes, mientras que las últimas virt responden a las
primeras, o las precedentes a las que les siguen, s todo si el sujeto que
recibe concuerda con aquello que opera; así, de c, composición de
hierbas, vapores, etc, resulte cierta forma compuesta una manera física y
astronómica, que tiene muchas cualidades ventaj1 y que se reduce en una
forma, la cual contiene toda la virtud a tr de cierta operación admirable y
de cierto artificio casi divino. Y lo dice Eudoxio, el gnidio, de la miel
artificial no es menos admirabl saber, que cierta nación de gigantes, en
Libia, acostumbraba hacer
muy buena de muchas flores de manera que aquella no se diferenciab la
de las abejas; pues toda mezcla hecha de muchas cosas es muy fecta,
cuando está compuesta en todas sus partes de una manera qu constituya
en una totalidad sin que se disipe fácilmente, como vemos nas veces que
las piedras y los cuerpos diferentes se juntan, encaje unen de tal suerte
por cierta fuerza natural, que no parecen sino uno como dos árboles
injertados y dos ostras unidas con piedras por e virtud secreta de la
naturaleza. Se ha visto animales convertirse en pie y unidos de tal modo
en la sustancia de una piedra que parecían con un solo cuerpo
homogéneo. Y el ébano entre los árboles es tanto me como piedra, o
mezcla de madera y piedra. Así cuando se efectúa mezcla de muchas
materias con las influencias celestes, por un lae variedad de las acciones
celestes, y por el otro, la variedad de las p cías naturales crea ciertos
efectos maravillosos a través de ungüeni colirios, como se aprecia en los
libros de Quirámides, de Arquito Demócrito, y el de Hermes que tiene
por título Alchorat, y en mi otros autores.
Capítulo XXXVI
LA UNION DE LAS COSAS QUE SE
MEZCLAN, SU FORMA Y SU SENTIDO
DE LA VIDA
Es menester saber que cuando más noble es la Forma de
una cosa, más pronto y dispuesta está para recibir, y más poder
tiene para actuar; así es como los efectos incomprensibles de las
cosas se tornan maravillosos, cuando se los emplea a tiempo y se
los prepara mediante mezclas proporcionadas, para vivificar,
conciliándolos a través de las estrellas, la Vida y el alma
sensible, como la forma más noble; pues las materias preparadas
tienen tanta fuerza después de recibir la vida, que tienen una
potencia soberana al cambiar a través de la mezcla perfecta de
sus cualidades su primera oposición, y adquieren una
complexión más perfecta en la medida en que su mezcla más se
aleje de la oposición. El cielo, que es omnipotente cuando
comienza a engendrar alguna cosa a través de la asimilación y
digestión perfecta de la materia, comunica con la vida las
influencias celestes y las cualidades maravillosas, en la medida
en que se halle en la vida misma y en el alma sensible la
capacidad y la disposición para recibir las virtudes más nobles y
sublimes.
Además, la virtud celeste a veces se apaga, como el
azufre lejos del fuego o de le llama; y en los cuerpos vivos es a
menudo ardiente, como el azufre encendido que llena con su
vapor todo lo que se les acerca; así es como se concretan ciertas
operaciones maravillosas, que se leen en el libro de Nemith, que
tiene también por título las Leyes de Plutón, porque estas clases
de generaciones son monstruosas y no se consuman a través de
las reglas de la naturaleza; ya que se dice quedos gusanos
engendran los moscardones, o zánganos, y que las abejas
provienen del becerro y del buey; que el cangrejo enterrado sin
patas produce el escorpión; que el pato asado hasta reducirlo a
polvo, y echado al agua engendra ranas; y si se lo cuece en masa
y se lo corta en pedazos, arrojándolo a un sitio húmedo, bajo
tierra, engendra sapos; que la hierba basilicón, machacada contra
dos piedras, engendra escorpiones; y que los cabellos de una
mujer con la menstruación, echados debajo de la paja, producen
serpientes; y que un pelo de la cola del caballo arrojado al agua,
toma vida y se trasforma en gusano pernicioso; y hay un artificio
por el cual en un huevo de gallina, que se empolla, se engendra
una forma semejante a la de un hombre, lo cual lo he visto y
supe hacer; de esto los magos dicen que tiene virtudes
admirables, y lo llaman la verdadera mandrágora. Hay que saber
cuáles son las materias comenzadas, o perfectas a través de la
naturaleza o el arte, o compuestas de muchas, que son capaces
de recibir las influencias celestes; pues la relación o
correspondencia de las cosas naturales con las celestes basta
para que extraigamos sus influencias, porque como nada impide
que los cuerpos celestes expandan su luz sobre los inferiores, no
permiten que materia alguna no sea susceptible de su virtud. Es
por ello que lo perfecto
y puro no es incapaz de recibir las influencias celestes. Pues hay
una tal vinculación y conexión de la materia con el alma del mundo,
que influye diariamente sobre las cosas naturales, y sobre todo lo
que la naturaleza ha preparado, que es imposible que la materia
preparada no reciba una vida o una forma más noble.
Capítulo XXXVII
COMO EXTRAEMOS DE LO ALTO,
A TRAVES DE CIERTOS PREPARADOS NATURALES Y
ARTIFICIALES, CIERTOS BENEFICIOS CELESTES Y VITALES
Los académicos dicen con Trismegisto e Iarcas, el brahmán, y
la declaran los mecubales de los hebreos, que todo lo existente bajo
el globo lunar en este mundo inferior está sujeto a la generación y a
la corrupción; y lo mismo en el mundo intelectual, pero de una
manera más perfecta, y de una mejor marca proveniente del
arquetipo perfectísimo; y que por ella cada cosa Inferior responde
según su género a su Superior, y recibe del cielo esa fuerza celeste
que se llama quintaesencia y el espíritu del mundo o la naturaleza
media, y del mundo intelectual el vigor espiritual y vivo que
sobrepasa toda virtud que da alguna cualidad; y, por fin, del arqueo
tipo, por su intermedio, siguiendo su grado, la virtud original de
toda perfección. Es por ello que cada cosa puede ser reducida de
estas cosas inferiores a los astros, de los astros a sus inteligencias, y
al punto a su arquetipo; en consecuencia, de esas cosas procede toda
la Magia y toda la Filosofía secreta. Pues todos los días se realiza
alguna cosa natural a través del arte y alguna cosa divina a través de
la naturaleza; los egipcio: consideraron esto y lo llamaron la
naturaleza maga, es decir, la virtue mágica, porque extrae de las
cosas semejantes, a través de sus semejantes y de las cosas
concordantes, a través de su acuerdo o conveniencia. Y lol griegos
llamaron simpatía a esta atracción concretada a través de la reía
ción mutua de las cosas entre sí, a saber de las superiores con las
infe riores.
Así la tierra concuerda con el agua a través de su frescor, el
agua coi el aire a través de su humor, el aire con el fuego a través de
su calor; e fuego concuerda con el cielo a través de su materia; y el
fuego no se mezcla con el agua sino a través del aire, ni el aire con
la tierra sino a través de agua. Así el alma no se mezcla con el
cuerpo sino a través del espíritu, y e entendimiento con el espíritu
sino a través del alma. Esto hace que veamos que la naturaleza, al
dar forma al feto, a través de esa preparación extra, el espíritu del
universo, y es este espíritu el que sostiene al espíritu y a cuerpo con
la inteligencia y lo dispone a adquirir el entendimiento, como
en la madera la sequedad es para la penetración del aceite, y
cuando éste se embebe, es alimento para el fuego: el fuego es el
carruaje o transportador de la luz.
A través de estos ejemplos vemos cómo, por medio de
ciertas preparaciones naturales y artificiales podemos extraer
ciertos beneficios celestes de lo alto. Pues las piedras y los metales
concuerdan con las hierbas, y éstas con los animales, y éstos con
los cielos; éstos con las inteligencias, y éstas con las propiedades
divinas y los atributos de Dios, y con Dios mismo, a cuya imagen
y semejanza fueron creadas todas las cosas. La primera imagen de
Dios es el mundo, la del mundo es el hombre, la del hombre es el
animal, la del animal es el zoófito, la del zoófito es la planta, la de
la planta son los metales, y las piedras representan la semejanza e
imágenes de aquéllos. La planta concuerda con lo espiritual, con
el animal a través de la vegetación; el animal con el hombre a
través de los sentidos; el hombre con los demonios a través del
entendimiento; los demonios con Dios a través de la inmortalidad.
La divinidad se liga al espíritu; el espíritu al entendimiento; el
entendimento a la intención; la intención a la imaginación; la
imaginación a la sensación; la sensación a los sentidos, y éstos a
las cosas.
Debido a que existe tal vinculación y continuidad de la
naturaleza, toda virtud superior, al expandir sus rayos, congruente
y continuamente, sobre todas las cosas inferiores, pasa hasta las
últimas y hasta los extremos, o lo penetra todo; de manera que las
cosas inferiores llegan mutuamente a las superiores. Así, las cosas
inferiores tienen tal vinculación con las superiores, que las
influencias que provienen de su jefe, como de la primera causa,
van como por una cuerda tendida hasta los últimos extremos, y
penetran totalmente hasta el fondo; pues si se toca un extremo,
tiembla todo, de manera que este contacto resuena en el otro, y si
enmudece la cosa inferior, la superior también enmudece, a lo
cual responde, como las cuerdas de una guitarra bien puesta a
tono.
Capítulo XXXVIII
COMO PODEMOS RECIBIR DE
LO ALTO DONES NO SOLO
CELESTES Y VITALES
SINO TAMBIEN CIERTOS DONES INTELECTUALES Y DIVINOS
Los magos sostienen que, a través de la conformidad de los
cuerpos inferiores con los superiores, se puede extraer los
celestes, aprovechando la comodidad de las influencias del cielo,
y así a través de los cuerpos celestes y de los espíritus, porque
ellos siguen a las estrellas. Por ello, Jámblico, Proclo y Sinesio,
igual que todos los platónicos, aseguran que
se puede recibir, no sólo los dones celestes y vitales sino también
los Intelectuales y Divinos a través de ciertas materias que tienen
una fuerza natural divina, es decir, que concuerdan naturalmente
con las superiores, estando bien reunidas o juntas, y compuestas
en conjunto, en parte de una manera física, y en parte de una
manera astronómica. Y Mercurio Trismegisto escribe que el
espíritu concordante anima al punto e in sito una figura o estatua
bien compuesta por ciertas cosas que concuerdan con este espíritu;
de ello hace también mención Agustín en su Libro octavo de la
Ciudad de Dios. Es que en el mundo existe una relación tal que las
cosas celestes atraen a las supercelestes y las naturales a las
sobrenaturales, porque una virtud actuante y la participación de
las especies se expande por todo. Y como esa virtud actuante o
principal manifiesta las cosas ocultas, también toma las más
manifiestas y, tomándolas a su cargo, les extrae las ocultas y
secretas, a saber, por los rayos del sol, por las sufumigaciones, por
las luces, por los sentidos, por las cosas naturales, que concuerdan
con las celestes, en las que además de las cualidades corporales,
se hallan las maneras de ser, las razones, los sentidos, los
números, y las medidas incorporadas y divinas. Así leemos que
los antiguos emprendían a menudo las cosas divinas y admirables
a través de las cosas naturales. Esto hace decir que la piedra que
se halla en la niña de los ojos de la hiena, si se pone debajo de la
lengua, hace adivinar. Se sostiene que la selenita, piedra lunar,
crea el mismo, efecto, y que con la anquítida se evoca las
imágenes de los dioses; que con la sinoquítida se atrae y se
detiene las sombras de los infiernos; que la peonía tiene una virtud
parecida; también se llama Marmorítide, porque se halla entre los
mármoles de Arabia, sobre la frontera de la Persia, y los magos se
sirven de ella cuando quieren convocar a los dioses. Hay también
una hierba, llamada theangelsida, que hace adivinar a los magos.
Otra hace resucitar a los muertos; por ello el historiador Xanthus
informa que, por medio de la hierba llamada bale, un dragón
revivió a uno de sus hijos, y que alguien llamado Tillon, muerto
por un dragón, fue. resucitado con la misma hierba. Y Juba cuenta
que revivió a un hombre en Arabia con cierta hierba. En seguida
examinaremos si estas cosas se pueden hacer en efecto sobre el
hombre por medio de hierbas o de alguna otra cosa natural: pero
es cierto y manifiesto que esto se puede sobre los demás animales.
Pero si se coloca a las moscas, una vez mojadas, en cenizas
calientes, reviven; y las abejas también sumergidas recobran su
vida en jugo de pollo salvaje, o hierba gatera, y si se ponen
anguilas muertas, por falta de agua, en vinagre debajo de estiércol,
con sangre de buitre, en pocos días recobran su vida. Lo mismo
ocurre con el pececillo echeneis; si se lo despedaza y echa al mar,
las porciones se juntan y revive. Se dice que el pelícano, si son
muertos sus polluelos, los hace revivir con su propia sangre.
Capítulo XXXIX
COMO A TRAVES DE CIERTAS MATERIAS DEL
MUNDO PUEDEN EXTRAERSE LAS
DIVINIDADES QUE LO RIGEN, Y SUS
MINISTROS, LOS DEMONIOS
Nadie ignora que, mediante artificios malignos y profanos,
se pueden extraer los demonios malignos, como Psela cuenta
que los magos gnósticos lo hacían de ordinario, cumpliendo casi
las execrables y detestables villanías cumplidas en los sacrificios
de Príapo, o en servicio del ídolo llamado Panor, donde se
sacrificaba con las verecundas partes des-cubiertas; no hay nada
de diferencia, si hay algo de cierto y no se trata de una fábula, en
lo que se cuenta sobre la horrible secta o herejía de los
templarios; y se dicen otras cosas semejantes de los hechiceros,
donde se observa la debilidad y locura de buenas mujeres que
aparecen en estas clases de degeneraciones. Es pues a través de
estas clases de cosas que se atrae y que conspiran los malos
espíritus, como habla a Juan el espíritu maligno de Cínope el
Mago: Toda la potencia de Satán, dice, está en él, y entra en
conjuración con todos los principados, y éstos con él; y Cínope
nos obedece, como nosotros le obedecemos recíprocamente.
Nadie ignora, por el contrario, que a través de las buenas
obras, de un espíritu puro, de las oraciones místicas, de las
mortificaciones piadosas y otras cosas semejantes podemos
atraer a los ángeles de los cielos. Por ello no debe dudarse, de la
misma manera, que a través de ciertas materias del mundo,
también es posible atraer a las divinidades del mundo, o al
menos los espíritus, sus ministros, que les siguen, como dice
Mercurio, los demonios del aire, no los que están por encima de
los cielos y los más elevados.
Así leemos que los antiguos sacerdotes confeccionaban
estatuas e imágenes que predecían el porvenir, y que los
espíritus de las estrellas influían sobre aquéllas; que sólo se
detenían en contentarse, y mientras supiesen que las materias de
esa clase les eran convenientes y proporciona-das, permanecían
de buen grado siempre, hablaban y realizaban a través de ellas
cosas admirables, lo mismo que los demonios que poseen los
cuerpos humanos.
Capítulo XL
MANERAS DE LIGAR, SUS CLASES Y SU REALIZACION
Hemos hablado de las virtudes y de la eficacia admirable
de las cosas naturales; ahora queda por ver una cosa muy
maravillosa: la manera de Ligar a los hombres para que se amen
u odien, para las enfermedades. y
la salud, y otras cosas de esta índole; asimismo, la ligadura de
caco's y ladrones, para que no puedan robar en una casa; la manera
de ligar a los mercaderes, para que no puedan comprar ni vender en
una casa; cómo se liga o hechiza un ejército, para que no pueda
pasar ciertos lindes; el medio de hechizar a las naves, de modo que
no puedan, por más vientos fuertes que haya, y hasta con una
infinidad de velas tendidas, salir de un puerto; también la manera de
hechizar un molino, para que no pueda girar. El medio de encantar
una cisterna o una fuente, para que no pueda extraerse agua. La
manera de encantar un campo para que no pueda producir; el fuego,
para que no encienda en una casa, y para que cualquier cosa
combustible arrojada sobre él no pueda arder. Asimismo, el medio
de encantar a rayos y truenos, y tempestades, para que no puedan
dañar.
De la misma manera, el modo de hechizar a los perros, para
impedirles ladrar. La manera de encantar a las aves y las bestias
salvajes de modo que no puedan volar, ni escapar; y muchas otras
cosa's semejan-tes, conocidas mediante experiencia frecuente. Estos
encantamientos se efectúan a través de venenos, colirios, ungüentos,
pociones o filtros para hacer amar, mediante cosas que se aplican o
cuelgan, mediante anillos, fascinaciones, fuertes imaginaciones de
espíritu y salidas vitales, mediante imágenes y caracteres;
encantamientos e imprecaciones; luces, sonidos, números, palabras
y nombres, invocaciones, sacrificios, conjuros, exorcismos,
consagraciones, devociones y diversas supersticiones y
observancias; y mediante otras maneras semejantes.
Capítulo XLVIII
VIRTUDES DE LOS LUGARES Y LAS
ESTRELLAS QUE CORRESPONDEN A
CADA UNO DE ELLOS
Los Lugares tienen también virtudes admirables que toman
de las cosas que se hallan ubicadas allí o virtudes que las
acompañan provenientes de las influencias de las estrellas y
demás, totalmente exteriores y extrañas. Pues como informa
Plinio, tan. pronto alguien escucha al cuclillo, señala el espacio
que se halla debajo de su pie derecho y hace un pozo en ese sitio,
traspasando esa tierra a cualquier otro lugar, allí no existen más
pulgones. Así se dice que si se arroja sobre las abejas tierra por la
que pasaron serpientes, aquéllas vuelven a sus enjambres; asimismo,
que si se pasa sobre el cuerpo el polvo o tierra donde se
revolcó una mula, se apaciguan los ardores del amor; y se afirma
que el polvo sobre el que se revolcó un ave de presa, atado con
un trapito rojo, cura la fiebre cuartana, y que si se toma una
piedra de un nido de golondrinas se goza de compañía y hay
consideración continua si se la lleva consigo, sobre todo
humedecida con sangre de golondrinas, o envuelta con su
corazón; v se dice que el hombre que sangró y pasó en ayunas
por el sitió donde
hace poco cayó un epiléptico, contrae ese mal; y Plinio narra que
si se pone un clavo de hierro donde un epiléptico puso su cabeza,
se obtiene un soberano remedio para este mal; también se dice que
si se toma una hierba que aparezca sobre la cabeza de una estatua,
y se la fija con hilo rojo a cualquier sitio de las ropas, se cura de
inmediato el dolor de cabeza; y que si se toman toda clase de
hierbas llegadas de lejos o que aparecen en arroyos y ríos antes de
la salida del sol, sin-que nadie lo advierta ni que el enfermo lo
sepa, y se la coloca en su brazo izquierdo, cura la fiebre terciana.
De todos los lugares que son apropiados para las Estrellas, los
hediondos, tenebrosos, subterráneos, tristes, religiosos y funestos,
como los cementerios, las piras, las habitaciones abandonadas, los
viejos escombros o lugares a punto de caer por su vetustez los
sitios oscuros y horribles, los antros solitarios, las cavernas y los
pozos, responden a Saturno, y además las piscinas, los estanques,
los pantanos y otros lugares de esta índole. A Júpiter se atribuyen
todos los lugares privilegiados, los sitios donde se celebran
consejos y asambleas de príncipes y magistrados, los tribunales,
las cátedras, las academias, las escuelas, y todos los lugares
esplendorosos, limpios, y donde se han expandido diferentes
olores suaves. Marte tiene los lugares de fuego y sangre, los
hornos, los mataderos, las cruces, los patíbulos, y los lugares
donde se consumaron ruinas, carnicerías bélicas, ejecuciones y
otras cosas de este estilo. El Sol tiene los lugares diáfanos, el aire
sereno, los palacios de los reyes y las cortes de los príncipes, los
púlpitos, los teatros, los tronos, y todo lo que es real y magnífico.
Venus posee y habita las fuentes agradables, los prados verdegueantes
y los jardines llenos de flores, los lechos ornamentados y
los lupanares; y, como dice Orfeo, las riberas azules y los baños,
los lugares y salas de danza, y las boticas, las escuelas, las salas
de los mercaderes, y otros sitios semejantes. La Luna ocupa los
desiertos, los bosques, las rocas, los lugares pedregosos, las
montañas, las fuentes, las aguas, los ríos, los mares y los puertos;
los barcos, los diversos sitios campestres, y los sotos; y también
los caminos públicos, los graneros y demás. Por ello, quienes
quieren concretar operaciones amorosas, ordinariamente ocultan o
guardan los. instrumentos de su arte, sus anillos, imágenes y
espejos en algún lupanar que les dé su virtud a través de cierta
facultad venérea; asimismo, las cosas contraen mal olor de lugares
que sienten corno malos, y se corrompen o pudren y tornan
hediondos, como otras contraen buen olor de lugares que lo
tienen.
También habrá que considerar las situaciones del mundo. Es
por ello que quienes desean utilizar la hierba de Saturno, de Marte
o de Júpiter, miran hacia el Oriente o el Mediodía; el primero
porque nacen o vienen del nacimiento del sol, el segundo porque
sus domicilios principales son los signos meridionales, a saber,
Acuario, Escorpio, Sagitario, igual que Capricornio y Piscis. Y se
afirma que quienes quieren utilizar alguna cosa venérea, mercurial
y lunar, miran hacia Occidente porque estas estrellas son
occidentales; o hacia Septentrión porque sus domicilios princi-
pales son septentrionales, a saber: Tauro, Géminis, Cáncer y
Virgo. Así, para efectuar las operaciones solares, es necesario
mirar hacia Oriente o el Mediodía, al igual que el cuerpo solar
mismo y su luz.
Capítulo XLIX
LUZ, COLORES, LLAMAS Y LAMPARAS;
LOS COLORES SEGUN ESTRELLAS, DOMICILIOS Y ELEMENTOS
La Luz que es también una cualidad muy formal, un acto
simple de inteligencia y una imagen ; que es expandida por el
espíritu divino sobre todas las cosas, mas en Dios el Padre que es
el Padre de las luces, la luz primera y verdadera; luego en su Hijo,
resplandor iluminador y super-abundante; en el Espíritu Santo un
ardor brillante que sobrepasa toda inteligencia e incluso la de los
Serafines, como informa Dionisio; estando expandida pues en los
ángeles, se convierte en una inteligencia esplendorosa, una alegría
que se extiende más allá de los límites de la razón; no obstante, se
la recibe a través de diferentes grados, según la naturaleza del
sujeto que recibe, y luego desciende sobre los cuerpos celestes,
donde se realiza una abundancia y una prolongación eficaz de
vida, y un esplendor visible; y en el fuego un vigor natural, que le
es infundido por los cuerpos celestes; en los hombres, por fin, un
brillante discurso de la razón y un conocimiento racional de las
cosas divinas; pero ella es de diferentes clases según la
disposición del cuerpo, como lo sostienen los peripatéticos o, lo
que es más cierto, según la intención de la causa distribuidora que
la reparte como le place; luego pasa a la fantasía de una manera
mientras está por encima de los sentidos, y sobre todo a los ojos.
Allí se convierte en una claridad visible y se comunica
alternadamente con los cuerpos luminosos en los cuales se
convierte en color y belleza reluciente; en los cuerpos oscuros, es
cierta virtud benefactora que engendra y penetra hasta el centro,
en la que los rayos, al concentrarse y encerrarse, se crea un calor
tenebroso que escuece y quema, en tal medida que todas las cosas
sienten el vigor de la luz según su capacidad, la cual al reunir todo
en sí a través de un calor vivificante que penetra todos los seres,
hace actuar sus cualidades y virtudes sobre todas las cosas.
Es por ello que los magos no quieren que nada esté cubierto
por la sombra de un enfermo, ni que se descubra su orina ante el
sol o la luna, porque los rayos penetrantes de la luz, al llevar en sí
las malas cualidades, cambian un cuerpo y lo enferman al
comunicarle esa mala cualidad. Es por esa razón que los
hechiceros observan que su sombra cubra aquello que quieren
fascinar; es así que la hiena, a través del contacto de su sombra,
hace callar a los perros.
También se crean artificialmente Luces con lámparas,
candelas, cirios y otras cosas, de ciertas cosas y licores escogidos
según las Estrellas y combinadas según lo que se les adecua, las
que al ser encendidas solas acostumbran producir algunos efectos
admirables y celestes que los hombres admiran a menudo; como
informa Anaxilao, según Plinio, que si se hace arder o calentar el
líquido del coito de las yeguas, aparecen monstruos y cabezas de
caballos; que lo mismo se hace con los asnos; y los moscardones
disecados con cera y quemados hacen ver moscas; y la piel de una
serpiente quemada en una lámpara hace aparecer serpientes. Se
dice que, cuando las vides florecen, si se les rodea con una botella
llena de aceite que se deja allí hasta que maduren, al encender ese
aceite se verán uvas. Lo mismo ocurre con las demás frutas. Y si
se mezcla centáurea con miel y sangre de abubilla y se pone esto
en una linterna, hace aparecer a los que están en compañía, más
grandes; y si se ilumina la noche durante un buen rato, se ve que
las estrellas cubren todo alrededor. La tinta de la jibia tiene
también una virtud tal que echada en un farol, torna negra a la
gente. También se dice que una candela confeccionada con ciertas
cosas saturnales, después de hacerla apagar en la boca de un
hombre que acaba de morir, siempre que se la encienda sola,
tornará muy tristes y tímidos a quienes estén alrededor. Hermes,
Platón y Jirámides, y entre los más modernos, Alberto, en un
Tratado que escribiera, informan que hay muchas clases de cirios
y lámparas de este estilo.
Los Colores son también luces que, al mezclarse con las
cosas, las exponen ordinariamente a las estrellas y cuerpos
celestes con los que concuerdan. Y diremos en seguida de qué
colores son las luces de los Planetas, por cuáles se conoce la
naturaleza de las estrellas fijas y qué es menester emplear para
hacer brillar estas_ lámparas y luces. Pero ahora haremos ver
cómo los colores de las cosas de aquí abajo y los mixtos están
distribuidos en los Planetas. Pues todos los colores que
concuerdan con Saturno o le representan son negros, de tierra, de
plomo y oscuros; los que pertenecen a Júpiter son de zafiro, de
aire o aéreos, y siempre verdegueantes o verdes, claros, de
púrpura, de oro y de plata mezclados. Los colores rojos, ardientes,
de fuego, de llama, color violeta o púrpura, de sangre y de hierro,
representan a Marte. Los de oro, amarillos y de púrpura más
relucientes representan al Sol. Todos los colores blancos, bellos,
diferentes, verdes, rojos, un poco amarillos y purpúreos
representan a Venus, Mercurio y la Luna. Asimismo, la primera y
la séptima Casa del cielo tienen el verde, la tercera y undécima
tienen el amarillo, la cuarta y la décima tienen al rojo, la quinta y
la novena tienen color de miel, la sexta y la octava tienen el negro.
Los Elementos también tienen sus colores, por los cuales los
físicos juzgan la complexión y las propiedades de la naturaleza,
pues el color de la tierra, que proviene del frío y de lo seco, es
sombrío y negro y significa la bilis negra y una naturaleza saturnal;
el azul que tira a blanco marca la pituita, pues el frío torna
blanco a lo húmedo y negro a lo seco; el rosado o mezcla de rojo
señala la sangre; y el color del fuego o de la llama ardiente, la
cólera, el que puede
mezclarse fácilmente, por su sutileza, con todos los demás,
produciendo de inmediato diferentes colores; pues mezclado con
sangre, resurge el rojo cuando domina; si domina la cólera, crea
un color un poco rosado; si la mezcla es igual, un color rosado; si
la cólera está encendida con la sangre, crea un gris, rojo cuando la
sangre domina, rojizo cuando la cólera sobrepasa; cuando está
mezclado con humor melancólico, se torna negro, con la
melancolía y la flema por igual, gris; si abunda la flema, de color
barro; si domina la melancolía, de color verdoso; si no está mezclado
sino con flema en igual proporción, de color limón; si tiene
exceso de uno y otro, de color pálido o poco pálido. Todos los
colores son más fuertes cuando son de hierro o metales, o en las
sustancias relucientes, o piedras preciosas, y en las que más se
parecen a los cuerpos celestes, sobre todo en los cuerpos
vivientes.
Capítulo L
LA FASCINACION Y SU ARTIFICIO
La Fascinación es una ligadura o encantamiento que, del
espíritu del hechicero, pasa por los ojos de quien hechiza a su
corazón, y el sortilegio es el instrumento del espíritu, es decir, un
vapor puro, reluciente, sutil, proveniente de purísima sangre
engendrada por el calor del corazón, el que reenvía continuamente
a través de los ojos los rayos que son semejantes y estos rayos
llevan consigo un vapor espiritual; ese vapor lleva la sangre, como
la vemos en los ojos legañosos y rojos, de la cual el rayo enviado
a los ojos de quienes le contemplan lleva consigo el vapor de
sangre corrompida, haciéndoles contraer la misma enfermedad.
De manera que un ojo abierto proyecta sus rayos sobre alguien
con fuerte imaginación, siguiendo la punta de estos rayos que son
los portadores del espíritu; este espíritu flexible golpea los ojos
del hechizado, que es excitado por el corazón de quien le golpea y
penetra en su interior dominándole como si se tratase de un país
de su pertenencia; ese espíritu extraño hiere su corazón e infecta
su espíritu. Esto hace decir a Apuleyo: "Vuestros ojos, habiendo
entrado a través de mis ojos en mi interior, agitan un gran
incendio en el fondo de mi cuerpo y en mi tuétano". Por tanto, es
menester saber que se hechiza a los hombres cuando, mediante
una mirada muy frecuente, dirigen la punta de su vista hacia la
punta de la otra, y que estos ojos se apegan mucho los unos a los
otros, y-las luces a las luces; entonces el espíritu se une al espíritu
y le lleva y apega sus chispas; es así que se forman los lazos más
fuertes y los encantamientos mis comprometidos. Así los amores
más apasionados se encienden con una sola mirada súbita por
medio solamente de los rayos de los ojos,
como una flecha o un golpe penetra en todo el cuerpo. También
eI espíritu y la sangre de quienes aman, al estar así heridos, pasan
de la misma manera en amante y hechizado como la sangre y el
espíritu de venganza de un hombre asesinado pasan a aquél que
lo mata; esto hace decir a Lucrecio en sus versos sobre los
encantos del amor:
Golpeada por el amor, nuestro alma lo hace sentir al punto
al cuerpo, pues casi todo el mundo está sujeto a esa pasión, y la
sangre se revela de inmediato sobre la parte golpeada, y un humor
color rojo atrapa de inmediato al golpeado, si está cerca.
Tal es la fuerza del sortilegio, sobre todo cuando los
fascinadores se sirven de ungüentos, de ligaduras y de otras cosas
semejantes para disponer del espíritu y fortalecer de tal y tal
manera; como para dar amor se sirven de colirios venéreos, de
hippomanes, de sangre de palomas o de gorriones y otras aves
semejantes; para hacer temer, de ungüentos de Marte, como los
ojos de los lobos, de las hienas y otros animales semejan-tes; para
causar desdicha o alguna otra enfermedad, de elementos saturnales.
Lo mismo sucede con las demás cosas.
COMO SE VERIFICAN LOS AUSPICIOS A TRAVES DE
LA LUZ, DE LOS SENTIDOS, DE LA NATURALEZA, Y
NORMAS PARA CONCRETAR LA EXPERIENCIA
Los auspicios y augurios que presiden las cosas por venir a
través de animales y aves, nos lo enseñó, como aparece en la
historia, el teólogo Orfeo; se verifican mediante la luz de los
Sentidos de la naturaleza, como si cayese una luz de adivinación
sobre los animales y las bestias de cuatro patas, a través de lo
cual podríamos pronosticar los resultados en lo que atañe a los
hombres; esto es lo que piensa Virgilio cuando dice:
Haud equidem credo, quia sit divinius illis
Ingenium, aut rerum fato prudenlia major.
Este sentido de la naturaleza, como dice Guillermo de París,
está por encima de toda captación humana, y es el que se halla
más cerca de la profecía y de todo lo que se le parece; este
sentido brindó naturalmente un admirable esplendor de
adivinación a algunos animales como se revela evidentemente en
algunos perros, que por su actitud hacia los ladrones y la gente
que se esconde, sin precedentes en este aspecto, los encuentran,
los buscan, los detienen, se lanzan sobre ellos, los muerden y
devoran. A través de un sentimiento semejante los buitres
conocen las carnicerías y los combates a realizar, se juntan en los
sitios donde eso ocurrirá, previendo, por así decirlo, que sacarán
provecho y hallarán cadáveres para comer. Mediante este mismo
sentimiento, la perdices conocen a su madre, a la que nunca
vieron y abandonan a la perdiz que roba los huevos a su
madre y los incuba. Mediante este mismo sentimiento, el alma
del hombre, sin la cual nada se sabe, siente ciertas cosas nocivas
y terrestres, de donde deriva el terror y el horror de muchos
hombres que no saben nada de esta clase de cosas ni piensan en
ellas. Así un ladrón oculto en una casa, sin que se piense que esté
allí, inspira temor e inquietud de espíritu a ciertas personas que
están o moran en esa casa, tal vez no a todas, porque esa luz no
se comunica a todos los hombres, sino a algunos. Asimismo, la
prostituta oculta en una casa grande se hace sentir aunque no se
sepa que está allí. En la historia se encuentra que un egipcio
llamado Heraisco, hombre divino, conocía a las mujeres
libertinas no sólo por sus ojos sino también con apenas oir su voz
de lejos, y en seguida tenía gran dolor de cabeza.
Guillermo de París informa también que en su tiempo una
mujer amaba a un hombre y cuando éste acudía a la casa de
aquélla, a través de este sentimiento, la mujer presentía desde dos
leguas de distancia que el hombre estaba en camino; cuenta
también que, en su época, una cigüeña macho descubrió por el
olor el adulterio de la hembra, reunió una gran cantidad de
cigüeñas, y tras descubrirles el delito, como mediante juicio de
todas, fue desplumada y despedazada. También cuenta que un
caballo que copuló sin saberlo con su madre y lo advirtió en
seguida, se cortó los genitales con los dientes para vengar y
castigar sobre sí ese incesto. Aristóteles, Varrón y Plinio cuentan
cosas parecidas respecto de los caballos. Plinio mismo narra que
un áspid que comía todos los días en la mesa de un egipcio, al ver
que uno de sus hijos había matado a uno de los niños de su
anfitrión, mató a su propio viborezno, se marchó y no volvió a la
casa. A través de estos ejemplos se observa cómo pueden
descender sobre ciertos animales luces de presagios, como signos
de las cosas, en sus gestos, voces, vuelo, marcha, color y comida.
Según la doctrina de los platónicos, en las cosas inferiores hay
cierta virtud infusa que las hace coincidir casi en todo con las
superiores, y es así como el acuerdo tácito de los animales se
relaciona con los cuerpos divinos, y que sus cuerpos tienen sus
virtudes y los efectos que les hacen responder a sus
constelaciones.
Es preciso pues considerar a los animales que son saturnales,
a los que concuerdan con Júpiter, a los que dependen de Marte, y
así con los demás, y extraer los augurios y los presagios según
sus propiedades. Así, los que dependen de Saturno y de Marte
son todas las aves feroces y salvajes, como el buho, y otras, de
las que hicimos mención antes, porque el buho, ave saturnal,
solitaria y nocturna, se tiene como de mal augurio, como lo dice
el poeta:
Esta vil ave, mensajera de los males venideros, ruin buho que
es mal augurio para los mortales.
Pero el cisne, ave deliciosa y consagrada a Venus y al Sol, es
un presagio muy feliz, sobre todo en los auspicios de las aguas,
porque no se hunde en el agua, como dice Ovidio: -
El cisne es siempre un ave de muy feliz augurio.
Existen también las aves que presagian a través de sus
gritos y cantos, como el cuervo, la urraca y la corneja, como
lo dice Virgilio:
Una funesta corneja a menudo nos predijo esta desdicha,
posada en lo alto de un árbol.
Las aves que pronostican el porvenir a través de su vuelo
son las avutardas, los quebrantahuesos, las águilas, los
buitres, las grullas, las cigüeñas y otras semejantes, y hay que
observar si su vuelo es lento o rápido, si vuelan hacia la
derecha o la izquierda, y cuál es su cantidad en con-junto: así
cuando las grullas vuelan rápidamente señalan tormenta,
cuando lo hacen con lentitud, sin ruido, pronostican buen
tiempo. Cuando dos aves perniciosas vuelan juntas, son de
mal augurio, porque este es un número de confusión. Es
preciso observar el resto, asimismo, señalando los números.
Además, para tener un conocimiento perfecto, es preciso
advertir la semejanza de estas conjeturas, como aparece en
Virgilio, cuando la Venus enseña a Eneas, su hijo:
Si no es en vano que nuestros antepasados nos enseñaron los
augurios, mira esos dos cisnes juntos regocijándose y el águila
que descendió a través del aire y vino a perturbar; ahora
parecen mirar de arriba abajo hacia dónde salvarse; y cómo,
fuera de peligro, baten sus alas, y juntas se ponen a cantar: lo
mismo ocurre con tus flotas que están en el puerto al que lle-
gan con las velas henchidas.
Pero el mejor y más maravilloso género de todos los
augurios es cuan-do se entiende el lenguaje de los animales,
como ocurrió entre los antiguos Melampo, Tiresias, Thales y
Apolonio de Tyana que lo entendía muy bien y descollaba en
esto; de él Filóstrato y Porfirio cuentan que un día en que se
hallaba con sus amigos observando a los gorriones reunidos
sobre los árboles, uno de ellos se acercó a piar de continuo, y
los otros gorriones compañeros se unieron a él; entonces
Apolonio se enteró que un asno cargado con trigo había caído
ante la puerta de la ciudad y que el grano estaba
desparramado en tierra; conmovidos todos por este discurso,
fue-ron a ver, y ocurrió lo que dijera Apolonio y quedaron
asombrados. Pero Porfirio, el platónico, en el libro tercero de
los Sacrificios, dice que la protagonista de esta anécdota fue
una golondrina. Puesto que es cierto que no hay voz de
animal alguno que no signifique alguna pasión de su alma,
alguna disposición dichosa o triste, o colérica, no ha de
asombrar que los hombres.que encaren ese conocimiento
entiendan esta clase de voces. Y Demócrito enseñó la manera
de entenderlas, como dice Plinio, al nombrar a las aves cuya
sangre mezclada engendra una serpiente y, si se come ésta, se
entiende todo lo que dicen las aves. Hermes dice que si alguien
después de cazar determinado primer día de noviembre,
cocina el corazón de un zorro con el primer pájaro que cazó,
todos los que coman esto aprenderán el lenguaje de los
animales. Los árabes también nos enseñaron que comprendían
los pensamientos de los animales tras comer el corazón o el
hígado de dragones; y Proclo, el platónico, creía y nos informa
que el corazón de un topo contribuye a extraer presagios.
Existían también adivinaciones y auspicios obtenidos a través
de las entrañas y los
nervios de las víctimas sacrificadas; el primero que
experimentó esto fue Tages, y Lucano lo menciona:
Et f ibris sit nulla lides, sed conditor artes
Finxerit illa Tages.
Entre las entrañas, la ciudad de Roma creía que el hígado
era el fundamente de la religión: por ello, cuando los augures
querían saber el por-venir examinaban al punto el hígado,
poniendo allí dos cabezas, de las cuales una atribuían a los
ciudadanos y la otra a los enemigos, y a través del parecido de
una u otra cabeza predecían la victoria, como se aprecia en
Lucano la derrota de las tropas de Pompeyo y la victoria de los
ejércitos del Emperador, significada por las entrañas:
Quodque netas nullis impune apparuit extis,
Ecce vidit capiti fibrarum increscere molem,
Alterius capitis pars aegra et marcida pendet,
Pars micat, et celeri venas movet improba pulsu.
En seguida tomaban el corazón entre las entrañas más
perfectas; y cuando en lo sacrificado no se encontraba corazón,
ni cabeza en el hígado, los augurios eran malos y perniciosos, y
se los llamaba expiatorios. Lo mismo ocurría cuando lo
sacrificado huía del altar, o si gritaba al golpeárselo e
inmolarlo, y caía de un lado nada usual. Al respecto se sabe que
el día en que César salió con ropas de púrpura en un sillón de
oro, el corazón faltó dos veces en las entrañas del sacrificio que
se realizaba. Vemos que Mario inmolando a Utica no halló
hígado; lo mismo ocurrió con el Príncipe Cayo y Marco
Marcelo, cuando C. Claudio y Lucio Petelio eran cónsules,
inmolaron a sus víctimas; también faltó el hígado; y poco
después uno cayó enfermo, el otro fue derrotado por el ejército
de los figures, según la predicción de las entrañas; creíase
hacerse esto a través de la virtud de los dioses o por medio de
los demonios. Es por ello que los antiguos señalaban como muy
importante que ocurriese algo extraordinario en las entrañas,
como le sucedió a Sila que vio una especie de corona en lo alto
de un hígado cuando sacrificaba en Laurencia, lo cual el augur
Posthumio lo interpretó como signo de victoria y señal de que
sería rey, ordenando que sólo Sila comiese las entrañas.
También debe considerarse el color de éstas. Lucano hace
mención de estas cosas:
Terruit ipse color vatem, nam
pallida tetris Viscera tincta notis,
gelidoque infecta cruore, Plurimus
asperso val-iabat sanguine livor.
Estas artes y artificios eran antiguamente de tan gran
veneración que los más poderosos y sabios adherían a ellos, al
igual que el Senado y los Rey es, no realizando nada sin
obtener los augurios. Pero en la actualidad todo esto está
abolido tanto por la negligencia de los hombres como por la
autoridad de los padres.
Capítulo LVI
LAS PREDICCIONES DE LOS RELAMPAGOS Y RAYOS,
Y COMO SE DEBE INTERPRETAR LOS PRESAGIOS Y PRODIGIOS
Los adivim.s y sacerdotes etruscos nos enseñaron a interpretar
los augurios de los Relámpagos, Rayos, Monstruos y Prodigios;
establecieron dieciseis regiones del aire o del cielo, y a cada una
le atribuyeron su nombre; además, once clases de rayos, nueve
dioses que los lanzaban, dando las razones de lo que significaban.
Es cierto que los milagros y prodigios señalan alguna cosa
sorprendente y grande todas las veces que ocurren; pero es preciso
que quienes los interpretan sepan conjeturar bien las semejanzas,
que las indaguen con sensatez y conozcan a los Príncipes que
reinan, los asuntos e intereses de los Estados, ya que los astros,
constelaciones, milagros y prodigios prefiguran y advierten a los
Príncipes, Pueblos y Estados a través de los cuerpos celestes; y es
menester considerar lo que ocurriera de semejante en siglos
pasados y lo que sucedió después, y según estas cosas, predecir
acerca de ellas y de las semejantes, porque las semejantes tienen
los mismos signos, las mismas relaciones y los mismos parecidos
o apariencias. Así aparecieron signos y prodigios antes del
nacimiento y de la muerte de muchos hombres excelentes y de
muchos reyes, como Cicerón da un ejemplo del pequeño Midas en
cuya boca, mientras dormía, las hormigas echaron granos de trigo,
lo cual pronosticó grandes riquezas. Asimismo, las abejas que se
posaron sobre la boca de Platón, cuando dormía en su cuna, le
predijeron la elocuencia. Hécuba, grávida de Paris, se vio
engendrar en sueños una llama ardiente que debía abrasar a Troya
y a toda el Asia; la madre de Falaris vio un Mercurio que esparcía
sangre sobre la tierra, llenando toda la casa; la madre de Dionisio
se vio concebir un sátiro; estos sueños fueron confirmados. La
mujer de Tarquino el antiguo, al ver una llama en torno de la
cabeza de Servio Tulio le predijo que sería rey. Asimismo,
después de la toma de Troya, Eneas, al disputar con su padre
Anquises para ver cuál de los dos se quedaría en el reino o se
retiraría, vio aparecer una llama en torno de la cabeza de Ascanio
sin que le hiciera mal, lo cual pronosticó que sería Rey; ante ello
optó por retirarse. Todas las acciones y derrotas considerables han
estado precedidas por signos y prodigios; se observa esto en Plinio
en el sentido que durante el consulado de Marco Atilio y de Cayo
Porcio, hubo una lluvia de leche y sangre que predijo que al año
siguiente habría en Roma una gran peste. Asimismo, en Luques
llovió hierro parecido a esponja, un año antes que Craso fuese
asesinado en Partia, y todos los soldados de Luques que estaban
en su ejército fueron derrotados con él. En el tiempo del
consulado de Lucio Paulo y de C. Marcelo, llovió lana sobre
Chateau Corisan, lo cual predijo la muerte de Tito Annio Milón,
que fue asesinado un año después. Se oyó en el cielo un ruido de
armas y trompetas en el tiempo de las guerras de los cimbrios. Y
Tito
Livio, al hablar de la guerra de Macedonia, dice que el año que
partió Aníbal hubo una lluvia de sangre durante dos días; dice
también, al hablar de la segunda guerra de Cartago, que del cielo
cayó agua y sangre mezcladas como una lluvia en la época en
que Aníbal saqueaba Italia.
Se oyó un ruido de armas en Lacedemonia en el templo de
Hércules un poco antes del infortunio que sobrevino a Leuctria;
en la misma época, las puertas del templo de Hércules, en Tebas,
que estaban cerradas, se abrieron por sí solas, y las armas que
estaban apoyadas en los muros cayeron en tierra. Es menester
pronosticar sucesos semejantes sobre cosas semejantes, como se
predijera antaño en diferentes épocas, mas es preciso conocer
bien las influencias de los cuerpos celestes; hablaremos más ampliamente
en seguida.
Capítulo LVII
LA GEOMANCIA, LA HIDROMANCIA,
LA AEROMANCIA Y LA PIROMANCIA, CUATRO CLASES
O MODALIDADES ADIVINATORIAS A TRAVES DE LOS
ELEMENTOS
Los Elementos mismos nos predicen diferentes sucesos de
donde pro-vienen estos cuatro famosos géneros de adivinaciones:
la Geomancia, la Hidromancia, la Aeromancia y la Piromancia,
que tomaron su nombre, de cuya posesión se jactaba en Lucano
aquella hechicera:
La tierra, el aire, el fuego, el mar, las llanuras y rocas de
Rhodope, dirán la verdad.
La primera es pues la Geomancia que predice las cosas
futuras a través de los movimientos de la tierra, de sus ruidos,
temblores, separaciones, degluciones, exhalaciones y otras
impresiones, cuyo uso fuera enseñado por el árabe Almadel. Pero
también hay otra clase de Geomancia, que se adivina a través de
puntos inscriptos y marcados en cualquier declive en tierra, de
cierta manera y con determinada fuerza, que no es nuestra actual
especulación; sin embargo, hablaremos en seguida de sus efectos
y especies.
La Hidromancia hace adivinar a través de las impresiones
de las aguas de su flujo y reflujo, de sus crecientes o desbordes, y
de sus descensos, de las tormentas y sus colores, y de otras cosas
semejantes, a la que incluso se añaden las visiones que se
efectúan en las aguas; las cuales son un género de adivinación
que hallaran los persas, como lo ejemplifica Varrón respecto de
un muchachito que había visto en el agua una figura de Mercurio
que predijo mediante cincuenta versos todo el resultado de la
guerra de Mitrídates. Así se aprecia que Numa Pompilio
ejercitaba la Hidromancia, pues extraía de las aguas las imágenes
de los dioses que le
enseñaban las cosas del porvenir. Y Pitágoras, largo tiempo
después de Numa, ejerció también este arte. Los asirios
consideraban también muchísimo antes una especie de
Hidromancia llamada Lecanomancia, consistente en un estanque
lleno de agua sobre el que se echaban láminas o placas de oro y
plata, y piedras preciosas en las que se escribían nombres y caracteres;
a lo cual puede referirse el arte por el que se expresa con
marcas manifiestas de figuras o imágenes lo que se quiere saber,
haciendo fundir plomo o cera, y echándolo en el agua. Antaño
también había fuentes que servían para augurar el porvenir, como
ocurre todavía hoy con la de Pa-tris en Acaya; de esto hablaremos
más extensamente luego, cuando tratemos sobre los Oráculos.
También puede mencionarse aquí a los auspicios o augurios de los
peces, como se celebraban otrora en un sitio llamado Dina, en
Lidia; se cavaba un sitio del bosque de Apolo, cerca del mar, en
arena seca, y cuando se quería saber el porvenir bastaba echar
carnes asadas; ese sitio se llenaba al punto de agua, y se veía
aparecer una infinidad de peces de figuras admirables y
desconocidas para los hombres, cuyas formas hacían predecir a
los adivinos lo que debía acontecer. Ate-neo cita muchos
ejemplos, siguiendo a Policarmo, en las historias de los licios.
La Aeromancia hace adivinar a través de las impresiones
aéreas, los soplos de los vientos, los arco-iris, los círculos
alrededor de la luna, las nubes, las imágenes que se hallan en
torno de éstas, y las visiones del aire.
La Piromancia adivina también a través de las impresiones
del fuego, de los cometas, de los colores ígneos y de las visiones e
imágenes del fuego. La mujer de Cicerón le predijo así que un año
después sería cónsul pues que-riendo observar las cenizas de un
sacrificio, la llama surgió de pronto. Lo que Plinio narra es de este
estilo, en el sentido de que los fuegos pálidos de la tierra y los que
hacen ruido sirven para pronosticar las tempestades, y cuando
llueve, si la llama vuela, es signo de viento; v las luces, cuando
proyectan llamas o se alumbran apenas; asimismo, cuando se llena
de chispas, o cuando un fuego extendido proyecta chispas, o
cuando la ceniza crece en un hogar, o cuando el carbón brilla
mucho. También se agrega la Capnomancia, que toma su nombre
del humo, porque respecta a la llama y al humo, sus colores y
movimientos, sus desplazamientos a derecha, de través, o en
redondo, como Stacio lo describe en estos versos:
Vincatur pietas, pone eia altaria virgo,
Quaeramus superos, facit illa acieque sagaci
Sanguinos flammarum apices, genitumque per auras
Ignem, et clara Lamen mediae fastigia lucis
Orta, docet tuno in speciem serpentis inanem
Ancipiti gyro volvi, frangique rubore.
Los augures practicaban también esto en las copas entre los
atenienses, y en los campos de las ninfas entre los apolonios, a
través del fuego y la llama que significaban dicha, cuando recibían
lo que se les echaba, y tristeza cuando lo rechazaban. Hablaremos
más de éstos cuando tratemos sobre las respuestas de los
Oráculos.
EL FUROR; LAS ADIVINACIONES
EN VIGILIA; EL PODER DEL
HUMOR MELANCOLICO
CON QUE SE HACE ENTRAR A LOS
DEMONIOS EN LOS CUERPOS
HUMANOS
Ocurre que también adivinan no sólo los que duermen sino
también los que velan, teniendo a veces el espíritu relajado y
oprimido por estos pensamientos. Aristóteles llama Furor a esta
adivinación, y afirma que proviene del humor melancólico,
diciendo en su tratado sobre la Adivinación: "Los melancólicos
violentos conjeturan y adivinan muy bien,
y pronto adquieren un hábito, o no tardan en imaginar una cosa, y
recibe con mucha faciliadd impresiones de los cuerpos celestes"; y
en los problemas dice que las Sibilas, las báquidas, Nicérato de
Siracusa y Amon llegaron a ser adivinos y poetas por su humor
melancólico. Por ende, si en el cuerpo humano hay algo que causa
furor, es el humor melancólico, no lo que se llama bilis negra, que
es algo malo y tan horrible que los físicos y los galenos aseguran
que su violencia e impetuosidad pueden hacer llegar los malos
demonios a asediar los cuerpos humanos; en-tendemos pues aquí
ese humor melancólico que se llama bilis natural y blanca, que
encendido excita el furor que nos conduce a la ciencia y la
adivinación, sobre todo cuando es auxiliada por alguna influencia
celes-te, particularmente de Saturno, que al ser frío y seco, como es
el humor melancólico, lo influye todos los días, lo aumenta y lo
conserva; además, siendo autor de una contemplación secreta y
recogida, odiando todas las cuestiones públicas, la más afta de
todos los Planetas, hace volver siempre al alma de los oficios
exteriores a Ios interiores, y la hace subir de las cosas inferiores
hacia las más elevadas, y le comunica las ciencias y los presagios
de las cosas futuras; esto es lo que entiende Aristóteles en su libro
de los Problemas: A través de la melancolía, dice, ha habido hombres
que se convirtieron en poetas. Dice además que todos los que
descollaron en las ciencias fueron, en su mayoría, melancólicos.
Demócrito y Platón son también de esta opinión, diciendo que hay
ciertos melancólicos que tienen un espíritu tan grande que parecen
más dioses que hombres. Así, muchos melancólicos groseros,
desmai ados, de mal espíritu y de malos sentidos, como se dice que
fue Hesíodo, Ion, Tinico, el calciniense Hornero y Lucrecio, a
menudo transportados por furor súbito, se convierten en poetas, y
dicen y realizan obras tan admirables que apenas ellos mismos las
entienden. Esto es lo que hizo decir a Platón sobre Ion: la mayoría,
dice, de los poetas, librado su furor, no entienden lo que escribieron,
aunque hayan escrito muy bien sobre diferentes artes en
su furor, lo que quienes les veneran juzgan al leerlos.
Se dice, además, que el humor melancólico es tan imperioso
que a través de su impetuosidad penetran los espíritus celestes en
los cuerpos humanos, por cuya presencia e instinto o inspiración
todos los antiguos dijeron que los hombres estaban transportados y
proferían cosas admirables; y esto con o bajo tres clases de
diferencias, según los tres géneros de aprehensiones del alma, a
saber, la imaginativa, la razonable y la mental. Dicen pues que
empujada el alma por el humor melancólico, nada la detiene, y una
vez roto el freno y los lazos de los miembros y del cuerpo, se
transporta totalmente en la imaginación convirtiéndose así en
morada de los demonios inferiores de los que a menudo toma
modalidades maravillosas de artes manuales; es por eso que se ve
que un hombre muy ignorante y grosero se convierte de repente en
hábil pintor, o famoso arquitecto, o hábil maestro en algún arte. Y
cuando estas clases de espíritus nos predicen cosas futuras, nos
hacen ver lo relativo a cambios, revoluciones y variaciones de los
tiempos, como la lluvia, la tor-
menta, las inundaciones, los temblores de tierra, la mortandad, el
hambre, las masacres, y otras cosas semejantes: como se ve en
Aulo Gellio, que el sacerdote Cornelio había sido transportado de
furor a Padua, en la época en que los ejércitos de César y
Pompeyo luchaban, narrando de antemano el tiempo y el resultado
de la batalla. Y cuando un alma es totalmente razonable, se
convierte en morada de los espíritus medios o del aire, y es así
como adquiere el conocimiento y la ciencia de las cosas naturales
y humanas, y la sabiduría; es por ello que un hombre se con-vierte
de repente en gran filósofo, hábil galeno y elocuente orador; y es
esto lo que hace predecir en otros las cosas futuras, y lo relativo a
revoluciones de reinos y restablecimientos de siglos, como lo
hiciera la Sibila con lds romanos. Mas cuando el alma se revela
totalmente en espíritu y en pensamiento, convirtiéndose así en
morada de espíritus sublimes o superiores, toma de ellos los
secretos de las cosas divinas, a saber, la ley de Dios, los órdenes
angélicos, y lo que respecta al conocimiento de las cosas eternas y
la salud de las almas; prevé las cosas que dependen de la
providencia divina, como los prodigios y los milagros que se
deben realizar, los profetas que deben venir y los cambios de ley.
Así las Sibilas predijeron la venida de CRISTO mucho tiempo
antes.
Así Virgilio, recordando a la sibila de Cumas y sintiendo
próxima la venida del CRISTO, cantó en Polion:
Ultima Cumaei jam venit carminis
aetas, Magnos ab integro seclorum
nascitur ordo. Jam redit et Virgo,
redeunt Saturnia regna, Jam nova
progenies coelo dimittitur alto.
Poco después indica la anulación del pecado original:
Te duce si qua manent sceleris
vestigia nostri Irrita, perpetuo solvent
formidine terras. Ille deum vitam
accipiet, divisque videbit Permixtos
heroes, et ipse videbitur illis,
Pacatumque reget patriis virtutibus
orbem.
Y agrega la destrucción de la serpiente y del veneno del árbol
de la muerte o de la ciencia del bien y del mal:
Occidet et serpens, et fallax herba veneni.
Indica que no obstante debe subsistir la marca del pecado
original: Pauca Lamen suberunt priscae vestigia fraudis.
Al fin, proclamando esa venida con el máximo hipérbole
posible, adora al Hijo de Dios con estas palabras:
Chara deum soboles magnum Iovis
incrementum Aspice convexo nutantem
pondere mundum
Et terras, tractusque maris, coelumque pro
fundum, Aspice venturo laetentur ut omnia
serlo.
O mihi tam longe maneat pars ultima
vitae. Spiritus et quantum set erit tua
dicere (acta.
Hay también ciertas predicciones incluidas en la
adivinación natt ral y sobrenatural, como en las que, a punto de
morir y con el agobio d la vejez, se prevé lo que ha de ocurrir,
porque, como dice Platón en s República, quienes tienen sentidos
menos violentos entienden mejor
penetran más en las cosas, y al estar más cerca del sitio donde
debe: dirigirse, y al hallarse como aflojados sus vínculos, sin
estar más ta] sujetos al cuerpo, reciben más fácilmente las luces
de las revelacione divinas.
Capítulo LXI
FORMACION DEL HOMBRE,
DE LOS SENTIDOS EXTERIORES E
INTERIORES, Y DEL ESPIRITU; LAS TRES
CLASES DE APETITOS DEL ALMA Y LAS
PASIONES DE LA VOLUNTAD
Hay ciertos teólogos que creen que Dios no creó
inmediatamente e Cuerpo del primer hombre, sino que se sirvió de
los cielos y de los ele• mentos para componerlo y formarlo.
Alcinoo, que siguió la doctrina de Platón, es de esa opinión y cree
que Dios es el soberano creador de todo el mundo, de los dioses y
de los demonios; y que por ello son inmortales, y que los dioses
menores o más jóvenes siguiendo el orden del gran Dios, crearon
el resto y toda clase de animales; pues si Dios los hubiese creado,
también habrían nacido o serían similarmente inmortales. Los
dioses pues, tomando algo de la tierra, del fuego, del aire y del
agua, y uniendo estas partes juntas crearon un cuerpo, para servir
a un Alma, atribuyendo a cada uno de sus poderes cada una de sus
partes; a los más bajos o menores, los situados más abajo, a saber,
a la cólera, el corazón; a la concupiscencia, el vientre; mas los
sentidos más nobles a la cabeza, como la ciudadela de todo el
cuerpo; y luego los diferentes órganos del discurso y la palabra.
Los Sentidos se dividen en Exteriores e Interiores; los
Exteriores se dividen en cinco que son muy conocidos por todo el
mundo, a los cuales les son atribuidos cinco órganos o sujetos,
como ciertos fundamentos que están dispuestos y ordenados de tal
manera que los ubicados en una parte más elevada del cuerpo son
también los más puros; pues los ojos, ubicados en el sitio más
alto, son muy puros, siendo naturalmente aliados de la luz y del
fuego natural; luego, las orejas, que tienen el segundo rango en
cuanto a sitio y pureza, se comparan con el aire; las fosas nasales
tienen el tercer rango que está en medio del aire y del agua; después
está el órgano del gusto, que es más burdo y pesado, y que es
muy semejante al agua; por fin, en el último grado y en el último
rango, el
tacto, que se halla extendido por todo el cuerpo, se atribuye a lo
grosero y a la masa de la tierra. Los sentidos más puros son los
que, sin acercarse a las cosas naturales, las perciben, se comunican
con ellas y reciben sus comunicaciones e impresiones, como la
vista y el oído, y también el olfato recibe las cosas en medio del
aire sin acercarse; el gusto no siente nada sin estar cerca. El tacto
tiene dos cualidades; pues siente los cuerpos que se acercan a él, y
como la vista los ve en medio del aire; asimismo, el tacto, por
medio de una vara o de un bastón, siente las cosas duras, blandas y
húmedas. El tacto, común a todos los animales, el hombre lo posee
en mejor grado y más seguro; pues lo tiene mejor y el gusto más
delicado, más fino, y más excelente que el resto de los animales;
pero algunos animales los superan en los otros tres sentidos, como
el perro que ve, oye y siente mejor que el hombre; asimismo, el
lince y las águilas vuelan mejor que el hombre y que muchos otros
animales.
Los sentidos Interiores, según la opinión de Averroes, se
dividen en cuatro; el primero se llama sentido común, porque
recibe y reúne primero, y perfecciona todas las imágenes
representadas por los sentidos exteriores; el segundo, la fuerza o la
virtud imaginativa, cuyo oficio es, dado que no presenta nada,
retener las imágenes que recibe de los primeros sentidos, y
presentarlos en una tercera naturaleza o especie de sentido, que es
la fantasía, o la fuerza y el poder de creer y pensar, cuya obra es,
habiendo recibido las imágenes, comprender y juzgar de qué forma
y en qué estado provienen; confiando luego a la memoria, que es la
cuarta facultad, estas mismas cosas que ella habrá discernido,
juntas o unidas, captadas y juzgadas. Todas estas facultades en
general son los discursos, las disposiciones, las persecuciones y las
huidas, y lo que excita a actuar. Y en lo que concierne al espíritu y
las cosas intelectuales, los conceptos, las virtudes, las disciplinas,
la razón, el consejo, la elección. Este sentido es el que nos hace ver
en sueños las cosas que nos deben suceder: es por ello que a veces,
se llama fantasía, entendimiento fantástico; y es el último vestigio
de la inteligencia porque, como dice Jámblico, habiendo nacido
con todas las fuerzas del espíritu, inventa toda clase de figuras, de
semejanzas de especies, sus operaciones, y hace pasar lo que ve, o
las impresiones de otras fuerzas a otras, y hace creer luego que ello
deriva del entendimiento; mas ella recibe de sí misma, y por ella
misma todas las demás imágenes, y las designa por su propiedad, y
asimismo las reúne, las compara y las halla o torna semejantes, y
acomoda las exteriores a las interiores, y concreta impresiones
sobre el cuerpo. Estos sentidos tienen sus órganos en la cabeza;
pues el sentido común y la imaginación tienen las primeras células
del cerebro; aunque Aristóteles pretendía que el órgano del sentido
común estuviera en el coísazón, y el pensamiento o la facultad de
pensar retuviera esa parte superior y el medio de la cabeza, y luego
la memoria detrás. Además, hay muchos órganos de la voz y la
palabra, a saber, los que están dentro del pecho entre las costillas,
los músculos, el tórax, el pulmón, la tráquea, el cuello y sobre todo
los que tienen más cartílagos, siguiendo los nervios recu-
rrentes, y el plectro de la lengua, y todas las partecitas y
músculos, qu son los órganos de la respiración. El órgano mismo
de la palabra, es 1 boca en la que se forman y configuran las
palabras; la lengua y el cuell tomando el sitio del plectro, y el
paladar creando el sonido con la abei tura de los dientes y la
boca, como lo hacen las cuerdas de una lira; L nariz, además,
contribuyendo a hacer o dar un sonido bueno o malc El espíritu
separado del cuerpo, o sin cuerpo, tiene un sitio que está po
encima del alma sensible que explica sus fuerzas a través de los
órgano corporales. Este espíritu tiene dos clases de naturalezas;
una que busc+ las cosas que están contenidas en el orden de la
naturaleza, sus causas propiedades y progreso, y que consiste en
la contemplación y búsqueda de la verdad, que por esa razón se
llama espíritu contemplativo; la otr: naturaleza, fuerza o virtud
del espíritu, es la que discierne las cosas qu< se harán o evitarán,
y que no se ocupa sino de consultar y actuar, que por ello se
llama espíritu o entendimiento activo. La naturaleza pusc pues tal
orden en los poderes que a través de los sentidos exteriores co
noceríamos, además, las apariencias de los cuerpos y mucho más
a través del espíritu o entendimiento las cosas más arbitrarias que
no son de los cuer. pos ni las cosas que les son semejantes; y
siguiendo a estas tres claseE de órdenes de poderes del alma,
nacen tres clases de apetitos del alma, El primero es el natural,
que es cierta inclinación de la naturaleza de tender hacia su fin,
como en la piedra de tender o caer hacia abajo, la que se halla en
todas las cosas; el otro es el animal, que sigue los sentidos, y que
está repartido o dividido en irascible y concupiscible; el ter-cero
es el intelectivo, que se llama voluntad, que es diferente del
sensitivo en que existe por sí mismo, y -no apetece ni desea nada
de lo que puede presentarse a los sentidos, sin haberlo
comprendido de modo alguno.
Pero la Voluntad, aunque puede extenderse sobre todo lo
que es posible, puesto que es libre por esencia, puede también
extenderse sobre las cosas imposibles, por participar del demonio
que desea ser igual a Dios. Por ello se altera continuamente o se
deprava con la voluptuosidad y el dolor, cediendo a los poderes
inferiores. Así, este apetito depravado hace que le nazcan cuatro
Pasiones, que también obseden a veces al cuerpo; la primera se
llama delectación, que es una especie de blandura o asentimiento
del espíritu o la voluntad, por donde estos se dejan llevar
voluntariamente por ese dulzor que los sentidos les representan,
con-sintiendo y obedeciendo; es por ello que se la define como
inclinación del espíritu hacia el placer que corrompe y deprava.
La segunda se llama efusión; se trata de una relajación o
disolución de la virtud y la fuerza, que se produce cuando se deja
disipar toda la fuerza y la intención del espíritu, perdiéndose,
cimentándose, esparciéndose a través del dulzor de un buen
presente y arrebatándose para el goce. La tercera se flama
jactancia, es decir, desborde gozoso cuando se cree haber adquirido
o ganado un gran bien, cuya posesión induce a un
comportamiento insolente, ufano y vanaglorioso. La cuarta y
última, es la malevolencia,
que es cierto placer que se experimenta al ver el mal en otro, sin
interesarse por eso; porque si alguien se solaza en el mal ajeno para
su provecho, eso provendrá más bien de benevolencia hacia sí
mismo, que de malevolencia hacia los demás. Y el dolor engendra
cuatro pasiones contrarias a las generadas por el apetito
desordenado de placer, a saber, horror, tristeza, temor y despecho o
desagrado que se concibe al ver que el bien sobreviene a otro sin
que nos haga mal, lo cual se llama envidia; es decir, una tristeza
por la felicidad de los demás, como la misericordia es una tristeza
por sus males o en sus infortunios.
EL AUXILIO DE LOS CUERPOS CELESTES AYUDA MUCHO
A LAS PASIONES DEL ALMA, Y LA CONSTANCIA DE
ESPIRITU ES MUY NECESARIA EN TODA CLASE DE
OPERACIONES
Las Pasiones del Alma reciben mucho auxilio de los Cuerpos
ce-lestes y les ayudan también o contribuyen en sus Operaciones,
tanto más cuando concuerdan con el cielo de cierta manera
natural, o por una elección voluntaria, o libre albedrío; pues
como dice Ptolomeo, parece que no hay diferencia entre quien
escoge lo que es mejor con aquel que tiene esa cosa
naturalmente. Es pues muy útil que para recibir los beneficios del
cielo en toda clase de operaciones, concertemos y respondamos a
sus influencias a través de nuestros pensamientos, pasiones,
imaginaciones, elecciones, deliberaciones, contemplaciones y
otras cosas semejantes. Pues estas clases de pasiones llevan
violentamente nuestro espíritu a lo que se
le parece, y nos exponen de repente, y todo lo que existe en
nosotros a las cosas superiores que los representan, y ellas
reciben mejor y más amplia-mente las cosas celestes, por su
dignidad y proximidad, que las cosas materiales. Nuestro
espíritu puede también adaptarse de tal modo a una determinada
estrella, por la imaginación o de alguna otra manera por
imitación, para llenarse de beneficios de esa estrella, siendo el
receptáculo apropiado de sus influencias. El pensamiento que
contempla no observa este sujeto, en tanto se separe de todo
sentido, de la imaginación, de la naturaleza, y se vuelva hacia
las cosas separadas; sino en tanto se ponga del lado de Saturno.
Nuestro espíritu ópera muchas cosas por la Fe, que es un firme
apego, una. intención fija, y una fuerte aplicación de lo que
opera- o recibe en todas las cosas, a lo que coopera y que da la
fuerza a lo que tenemos el designio de hacer, de manera que se
cree en nosotros cierto ídolo de la fuerza a extraer y de lo que
hemos de recibir o hacer. Es preciso pues estar firmes en todas
nuestras operaciones, y aplicados a las cosas, imaginar, esperar
y tener gran fe, pues ello ayuda mucho; y se ha verificado entre
los galenos que una firme credulidad, una esperanza cierta y el
amor hacia el galeno y el remedio contribuyen mucho a la salud,
y algunas veces más que el remedio; pues además de lo que
constituye la virtud y la fuerza eficaz del remedio, la fuerza del
espíritu del médico actúa pudiendo cambsar las cualidades del
cuerpo del enfermo, que, sobre todo cuando tiene confianza en
el médico, se dispone tanto más a recibir la virtud del médico y
del remedio. Es necesario, pues, operar en la Magia, tener fe
constante, confianza, y no dudar ni tener escrúpulo espiritual
alguno. Pues así como una fe firme y constante obra efectos
maravillosos incluso en las operaciones falsas, de igual modo la
desconfianza y el escrúpulo espiritual del operador que tiene el
medio entre los dos extremos, lo disipa y tuerce, de donde
ocurre que se frustra, y se pierde la influencia deseada de los
cuerpos celestes que, sin una virtud sólida y constante de nuestra
alma no puede juntarse ni unirse con las cosas y las operaciones.
Capítulo LXVII
COMO EL ESPIRITU HUMANO PUEDE UNIRSE
CON LOS ESPIRITUS E INTELIGENCIAS, E IMPRIMIR
CON ELLAS CIERTAS VIRTUDES EN LAS COSAS
INFERIORES
Los filósofos, sobre todo los árabes, dicen que cuando el
Espíritu del hombre está muy apegado o atento, por sus pasiones
y efectos, a alguna obra, se une con los Espíritus de las estrellas
y con las Inteligencias, y que la causa les está tan unida, que se
influye cierta Virtud admirable
a las Cosas y a nuestras Operaciones, tanto porque lo puede todo y
lo percibe todo como porque todo le obedece naturalmente, y que
todas las cosas tienen una eficacia necesaria y llevan a lo que más
desea a través de un gran deseo. Es por ello que se verifica el
artificio de los Caracteres, las Imágenes, los Encantamientos,
ciertas Palabras, y muchas otras clases de experiencias
maravillosas respecto de todo lo que se desea. De esa manera todo
lo que piensa el espíritu de un hombre que ama ardientemente
tiene eficacia para el amor; y todo lo que piensa el espíritu de un
hombre que odia mucha tiene eficacia para dañar y destruir. Lo
mismo ocurre con las cosas a las que el espíritu se apega
fuertemente. Pues todo lo que piensa y hace proveniente de
caracteres, figuras, palabras, discursos, gestos y otras cosas
semejantes, ayuda al apetito del alma y ad-quiere virtudes
admirables de parte del alma de quien entonces opera, cuando
siente más esa clase de apetito, que la oportunidad y la influencia
celeste que movía entonces el espíritu; pues cuando nuestro
espíritu llega a un gran exceso, por alguna pasión o virtud, a
menudo toma de sí mismo la hora u oportunidad más fuerte, lo
mejor y más conveniente; y esto es lo que dice Tomás de Aquino
en su libro tercero contra los gentiles. Así las grandes pasiones
que el espíritu inspira al alma, en cuanto a tales cosas a tal hora,
son seguidas de virtudes admirables, que causan notables
operaciones.
Pero es preciso saber que estas clases de cosas no
confieren nada o confieren muy poco, salvo a su autor, o a aquel
que tiene inclinación por ella como si lo fuera; este es el medio
por el que se descubren sus eficacias. Y es una regla general que
todo espíritu que descuella en su deseo y pasión torna más
apropiadas y eficaces las cosas para lo que desea. Es menester
pues, cuando se quiere operar en Magia, saber y conocer la
propiedad de su alma, su virtud, su medida o alcance, y su grado
en el poder del universo mismo.
Capítulo LXVIII
COMO NUESTRO ESPIRITU PUEDE CAMBIAR LAS
COSAS INFERIORES Y LIGARLAS A LO QUE
DESEA
El Espíritu de los hombres tiene cierta virtud de Cambiar,
Atraer, Impedir y Ligar las cosas y los hombres a lo que él desea,
y todas las cosas le obedecen cuando alcanza gran exceso de
pasión o virtud, de manera que supera a aquello que liga. Pues lo
que es superior liga a lo que es inferior, y lo convierte en sí, y lo
inferior también se transforma o se dispone y agita en otro
sentido.
Es así que las cosas que tienen un grado superior estelar
ligan, atraen o impiden a las que tienen un grado inferior, según su
concordancia, desproporción o diferencia. Así el león
teme al gallo, porque la presencia de la virtud solar concuerda más
con el gallo que con el león; y el imán atrae al hierro, porque al
estar bajo la Osa celeste, tiene un grado superior; el diamante
detiene al imán, porque está bajo la constelación de Marte, que le
es superior. Asimismo, un hombre, tanto por las disposiciones y
pasiones de su espíritu como porque emplea cosas naturales,
sabiendo aprovechar las cualidades de los cuerpos celestes,
cuando es más fuerte en virtud Solar, liga y atrae a su inferior a la
admiración y la obediencia; en el orden de la Luna, a la
servidumbre y la enfermedad; en el de Saturno, al reposo y la
tristeza; en el de Júpiter, a la veneración; en el de Marte, al temor
y la discordia; en el de Venus, al amor y la dicha; en el de
Mercurio, a la persuasión y la obediencia; y otras de la misma
índole. El origen de esta clase de ligadura, es la pasión fuerte y
decidida del alma, que concuerda con el orden celeste; y las
disoluciones y los impedimentos de esa clase de ligadura se
concretan a través del efecto contrario, cuando es más excelente y
fuerte; pues así como un esfuerzo más grande del espíritu liga,
también disuelve e impide. En fin, donde se teme a Venus, hay
que oponerle a Saturno; donde se teme a Saturno o Marte, hay que
oponerle a Venus o Júpiter; pues los astrólogos dicen que son muy
contrarios, es decir, causan pasiones contrarias en las cosas de
aquí abajo: ya que no puede haber odio, enemistad ni contrariedad
en el cielo, donde nada falta y donde todo se gobierna por el amor.
Capítulo LXIX
LOS DISCURSOS Y VIRTUDES DE LAS PALABRAS
Luego' de hacer ver que las pasiones del alma tienen una
gran virtud, es necesario aún saber que las Palabras y los Nombres
de las cosas no tienen menor virtud, y que los Discursos seguidos
y las Plegarias tienen más; los cuales constituyen particularmente
la diferencia existente entre nosotros y las bestias, y hacen que nos
llamemos racionales; y no por la razón que se toma según el alma,
que se llama una .cualidad o pasión de capacidad que se dice es
común a los animales y a nosotros, aunque participen de ella más
unos que otros; nos llamamos racionales por la razón que se
descubre a través de la voz en las palabras y discursos, y esto se
llama la razón enunciativa, por la que descollamos sobre todos los
anima-les; pues logos entre los griegos quiere decir la razón, el
discurso y la palabra. Hay dos clases de palabras, la palabra
interior y la palabra pronunciada. La palabra interior es la
concepción del espíritu y el movimiento del alma que se crea en el
poder cogitativo sin la voz, como cuando parece que hablamos y
disputamos en sueños y, a menudo, en
vigilia, sin decir una palabra, pronunciamos toda una plegaria;
pero la palabra pronunciada tiene cierto efecto en la voz y en la
propiedad de pronunciar, y se produce cuando un hombre respira,
abre la boca, y la lengua discurre, donde la naturaleza, nuestra
madre, unió al espíritu y al entendimiento el discurso y la voz
corporal que anuncia e interpreta nuestros pensamientos a quienes
los oyen, y de esa palabra hablaremos aquí. Las palabras son pues
un medio muy apropiado entre quien habla y quien oye, llevando
consigo no sólo el concepto sino también la virtud de quien habla,
que pasa por cierta energía a quienes oyen y las reciben, a menudo
con tal fuerza que no sólo cambian a quienes las escuchan sino a
los demás cuerpos y cosas inanimadas. Estas palabras son tanto
más eficaces cuando expresan mejor y representan más
misteriosamente las más grandes cosas, a saber, las intelectuales,
las celestes y las sobrenaturales, y lo que ha sido establecido u
ordenado por la lengua como la dignidad más digna y santa; pues
estos signos determinados y estas re-presentaciones o sacramentos
extraen fuerza de las cosas celestes y sobre-naturales, tanto por la
virtud de las cosas que explican, de las que son vehículos, como
por la fuerza que les ha dado la virtud de aquello que las
estableció y pronunció.
Capítulo LXX
LA VIRTUD DE LOS NOMBRES PROPIOS
Los Nombres propios son muy necesarios en las operaciones
de la Magia, como lo aseguran casi todos los magos, porque la
fuerza o virtud natural de las cosas llega al punto de los objetos de
los sentidos, pasa en seguida de ellos a la imaginacion, de ésta al
pensamiento que la contiene en primer lugar, y la expresa después
por la voz y las palabras. Por ello los platónicos dicen que la
fuerza de una cosa está oculta en la voz misma o la palabra, y el
nombre formado en sus artículos bajo la forma del significado,
como la vida misma; estando concebida por el pensamiento, como
por las semillas de las cosas, luego produce como un fruto a través
de la voz o las palabras, y al fin se conserva por lo escrito. Esto
hace decir a los magos que los nombres propios de las cosas son
ciertos rayos presentes en todo, que conservan su fuerza mientras
la esencia de la cosa domina en ellas y ella discierne; y hacen
reconocer las cosas como a través de imágenes apropiadas y vivas.
Pues así como el Autor Soberano produjo a través de las
influencias de los cielos y los elementos con las virtudes de los
planetas diversas especies y cosas particulares, de igual modo los
nombres propios de las cosas resultantes de propiedades de sus
influencias y cuerpos que los influencien les son dados a través de
quien cuenta la cantidad de estrellas, dando
a cada una sus nombres, de los cuales el CRISTO dice además:
Vuestros nombres están escritos en los cielos. Por ello, el
Protoplasto, al conocer las influencias de los cuerpos celestes y las
propiedades de cada uno, dio a las cosas sus nombres según lo que
ellas son, como está escrito en el Génesis: Hizo aparecer todas las
cosas ante Adán, para que les diera nombres; y como llamó a cada
cosa, le fue impuesto el nombre y estos nombres contienen en sí
las fuerzas maravillosas de las cosas. Por ello toda voz
significativa significa a través de una influencia de armonía celeste,
luego por la imposición del hombre, aunque a menudo eso
sea distinto entre unos y otros; mas cuando los dos significados se
encuentran en una voz o nombre, impuestos por la armonía y por
los hombres, entonces ese nombre se torna muy eficaz para actuar,
teniendo doble virtud, a saber, la natural y la voluntaria, todas las
veces que es pronunciado sobre una materia preparada en tiempo
y lugares convenientes, con la ceremonia e intención requeridos y
una naturaleza acorde con él. Así se ve en Filóstrato respecto de
una muchacha fallecida en su día de bodas; presentada a Apolonio
en Roma, tan pronto éste la tocó, preguntó cuidadosamente su
nombre y, al obtenerlo, pronunció una palabra se-creta y la
resucitó.
Los romanos acostumbraban también observar en sus
ceremonias, al poner sitio a una ciudad, preguntar su nombre y el
de su divinidad bajo cuya protección estaba, y luego de conocerlo,
hacían salir y entrar con versos a dioses tutelares del lugar; y
luego de consagrarlos con sus habitantes, los convertían en asnos
en su ausencia, como lo dice Virgilio:
Todos los dioses que mandaban o presidían en este sitio se
han re-tirado, abandonando sus templos y altares.
Para saber de qué clase de poema se trataba, con el que
convocaban a los dioses y consagraban a sus enemigos cuando
asediaban una ciudad, bastará leer a Tito Livio y Macrobio; pero
Sereno Samónico transcribe muchos en sus libros de los Secretos.
Capítulo LXXI
LOS DISCURSOS, POEMAS Y
ENCANTAMIENTOS, SUS VIRTUDES Y
ASTRICCIONES
Además de las virtudes de las palabras y los nombres, existe
una virtud más grande en los Discursos seguidos, que proviene de
la verdad que contienen y tiene grandísimo efecto para imprimir,
cambiar, ligar y establecer; de tal modo que, oscurecida, destella,
y ataca, se afirma y consolida; esa virtud de la verdad no se halla
en las palabras simples sino en las enunciaciones por las que se
afirma, o se niega alguna cosa; así
son los poemas, los encantamientos, las imprecaciones, las
plegarias, las oraciones, las invocaciones, los conjuros, las
abjuraciones, los exorcismos y otras cosas semejantes.
Para componer poemas y oraciones que atraigan la virtud de
una estrella o divinidad hay que considerar las virtudes que
aquella contiene, sus efectos y operaciones, y mezclar en estos
versos, alabando, magnificando, elevando, adornando, las cosas
que esa estrella tiene por costumbre dar o influir, rebajando o
desaprobando lo que ella destruye e impide; suplicando lo que se
desea tener, vituperando y detestando lo que se quiere destruir o
impedir, y preparar de ese modo una oración bien compuesta,
pulida, elegante, bien distinguida por artículos, con ciertos números
competentes y proporciones convenientes.
Los magos quieren, además, que se invoque y ruegue por los nombres de esa
estrella y de esa divinidad a las cuales cuadra esa clase de poema,
por sus efectos admirables, o sus milagros y sus vías en su esfera;
por su luz, por la nobleza de su reino, por su aprobación y por su
claridad; por sus potentes virtudes y por cosas semejantes. Así en
Apuleyo, Psyché ruega a Ceres: os invoco, dice ella, y os ruego
constantemente por vuestra mano fructuosa, por vuestras ceremonias
que alegran las mieses, por los secretos tácitos de las
canastillas, por los carruajes puntiagudos, de los dragones,
vuestros sirvientes, y los filones de la tierra de Cicilia, el carruaje
raptor, y la tierra firme, y el descenso de las bodas iluminadas de
Proserpina, y los vestigios de sus luminosas invenciones, y el
resto que encierra en el silencio el templo de Aleusis de Atica.
Los magos quieren, además de la invocación por diferentes
nombres de estrellas, que invoquemos también por los nombres de
las inteligencias que presiden estas estrellas, de las que
hablaremos más extensamente en su lugar. Si se quiere saber más,
habrá que leer los himnos de Orfeo; no hay nada más eficaz en la
magia natural, cuando se utilizan todas las armonías requeridas y
toda la atención necesaria, y las demás ceremonias que aseguran
los filósofos.
Así estas clases de poemas apropiados y bien compuestos
según la regla de las estrellas, llenos de espíritu y sentido,
apasionados y pronunciados a propósito, siguiendo el número de
sus artículos y su. proporción y la forma conjunta resultante de sus
artículos, y también por el ardor de la imaginación, inspiran
grandísima fuerza a quien los entona, transmiten también en la
casa encantada para dirigirla y ligarla al designio de quien
encanta. El instrumento de quienes encantan es un espíritu muy
puro, armónico, ardiente, que respira, vivo, que lleva consigo lo
que excita, compuesto por sus artículos, provisto de sentido, en fin
concebido por la razón. Por la cualidad de ese espíritu estos
poemas atraen incluso del cielo, según la oportunidad del tiempo,
virtudes excelentísimas y mucho más sublimes y eficaces que no
son los espíritus ni los vapores que provienen de la vida vegetante,
de las hierbas, las resinas, los olores o inciensos, las
sufumigaciones y otras cosas semejantes. Por ello los magos que
encantan soplan las cosas y exhalan también los términos de su
poema, e inspiran la virtud a través de ese espíritu, de manera que
toda
la virtud del alma se dirija sobre la cosa encantada, dispuesta a
recibir esa virtud. Y es preciso señalar que toda escritura, y todas
las palabras atraen los movimientos ordinarios por sus números
ordinarios y sus pro-porciones, como por su forma; siendo
pronunciadas o escritas contra el orden corriente, y retrogradando,
producen efectos insólitos.
LA VIRTUD DE LA ESCRITURA, LAS
IMPRECACIONES E INSCRIPCIONES QUE
DEBERAN HACERSE
La función de las palabras y del discurso es la de enunciar
los sentimientos del espíritu, y sacar del corazón los secretos de
los pensamientos, y desplegar la voluntad de quien habla; pero la
Escritura es la última expresión del espíritu, el número de la
palabra y la voz, la colección, el estado, el fin, el tenor, y una
reiteración que crea hábito que no es completo por la voz
solamente; y todo lo que existe en el espíritu, en la voz, en la
palabra, en una plegaria, en los discursos, todo esto y toda otra
cosa se halla en la escritura, y al igual que la voz no.expresa nada
que el espíritu no conciba, como nada se expresa que no se
escriba. Por ello
los magos ordenan efectuar imprecaciones e inscripciones, para
cada operación, por las que quien opera pueda expresar su pasión
o su deseo; cuando se recoge una hierba o una piedra, es menester
proferir aquello para lo que debe servir, y si se confecciona una
imagen o una figura, hay que decir y escribir para qué efecto.
Alberto habla en su Espejo de estas imprecaciones y de estas
inscripciones, porque no es la disposición la que crea el efecto
sino el acto de la disposición. También se descubre que los
antiguos se servían de esta clase de preceptos, como lo canta
Virgilio:
Terna tibi haec primum triplki
diversa colore Licia circundo, terque
haec altaria circunz Ef f igiem duco.
Necte tribus nodis ternos Amarylli colores,
Necte Amarylli modo, et Veneris,. dic, vincula ne.~to.
Limus ut hic durescit, et haec ut caera
liquescit. Una codemque ígni, sic
nostro Daphnis amore.
Capítulo LXXIV
PROPORCION, CORRESPONDENCIA Y REDUCCION
DE LETRAS A SIGNOS CELESTES Y PLANETAS, EN
DIFERENTES IDIOMAS, CON UNA TABLA INDICADORA
Dios dio al hombre el espíritu y el discurso que son, como
dice Hermes Trismegisto, la señal de su virtud, de su poder y de
su inmortalidad; y dio a través de su omnipotencia y providencia
el discurso en diferentes Idiomas, los que, según su diferencia,
tienen Caracteres de Escritura propios y diferentes, cierto orden,
un número y una figura que no están distribuidos por azar ni por
accidente, ni por capricho de los hombres, sino formados
divinamente, lo que los hace coincidir y corresponder con los
cuerpos celestes, los cuerpos divinos y sus virtudes. Entre todas
las señales de los idiomas, la escritura de los hebreos es la más
augusta, la más santa y la más sagrada, consistiendo en las
figuras de sus caracteres, en los puntos de sus vocales, y los
puntos de sus acentos, como parte de su materia, forma y
espíritu; habiendo sido formadas en la sede de Dios, que es el
cielo, ubicando allí a los astros; las letras están formadas para
señalar su figura, como dicen los rabinos, y están llenas de
misterios ce-lestes, tanto por su figura, su forma y sus
significados, como por los números que significan y la diferente
armonía de su vinculación; por ello los sapientísimos mecubales
de los hebreos prometen explicar según la
figura de estas letras, la forma de sus caracteres, su trazo, su
simplicidad, su separación, su giro y rúbrica, su derechura, su
irregularidad, su abundancia según sean más grandes o más
pequeñas, su coronamiento, su abertura según estén formadas, su
disposición, su cambio, su vinculación, los giros de estas letras y
los puntos y los acentos; y asimismo prometen explicar cómo
todas estas cosas provinieron de la primera causa y deben retornar
a ella. Las letras del alfabeto hebreo se dividen incluso en tres
partes: a saber en doce simples, siete dobles y tres madres, las que
señalan, dicen, como caracteres las cosas, los doce Signos, los
siete Planetas y los tres Elementos a saber, el fuego, la tierra y el
agua; pues ellos no cuentan al aire como Elemento, sino como
vínculo y espíritu de los Elementos. Así coordinan los puntos y
los acentos.
Así como todo ha sido producido y se produce por el
espíritu autor y la verdad de los planetas y los aspectos de los
Signos juntos con los Elementos; igualmente los nombres de todas
estas cosas que significan todo lo que ha sido producido están
compuestos por estos caracteres y estos puntos de las letras, como
ciertos secretos o sacramentos que explican las cosas y esparcen
su esencia y su fuerza por todo. Los profundos secretos, los
pensamientos misteriosos y los significados admirables de estas
cosas se hallan en estos caracteres, en sus figuras, en su número,
en su orden y en su giro; de manera que Orígenes cree que cuando
estos nombres son traducidos a otro idioma, no tienen más su
fuerza porque no retienen más su significado natural; no es lo
mismo respecto de los que significan lo que se quiere, que no
tienen actividad alguna en lo que significan, y que son como las
cosas naturales en sí. Y si hay algún idioma primero y original,
éste es el hebreo, que si se sabe bien a fondo y radicalmente el
orden, y se sabe volcar las letras con pro-porción, se halla el
medio y la regla de aprender o inventar perfectamente toda clase
de idiomas.
Hay veintidós letras que son el fundamento del mundo y de
todas las criaturas que éste contiene, y que hallan nominación en
él; todo lo dicho y creado proviene de allí y todo toma su nombre
y virtud de sus rasgos. Es pues necesario para hallarlas examinar
muy bien todas las combinaciones de estas letras, para que
aparezca y se haga oír la voz de Dios, y se descubra el texto de las
Santas Escrituras. Esto es lo que torna eficaces las voces y las
palabras en las operaciones mágicas, porque lo primero en lo que
la naturaleza ejerce la Magia es la voz de Dios. Pero esta es una
especulación demasiado profunda para que se pueda hablar en este
libro. Volvamos a la división de las letras.
Entre los hebreos hay tres letras madres, a saber y¡w¡a; siete
dobles,t¡r¡p¡c¡d¡n¡b¡; las otras 12, c¡q¡x¡u¡s¡n¡m¡l¡f¡j¡
z¡h¡; simples. Lo mismo ocurre con los caldeos, a cuya imitación
las letras de los demás idiomas están distribuidas en Signos,
Planetas y Elementos según su orden. Pues entre los griegos
AEHIOPQ responden a los siete Planetas. BRSZTUVNWPXT son
atribuidas a los doce Signos del Zodíaco; las otras cinco YZ[X
representan los cuatro Elementos y el espíritu del mundo. Entre los
latinos se significan estas mismas cosas, pero en otro
orden, pues
las cinco vocales AEIOU, y J y V, consonantes, son atribuidas a
los siete Planetas; y las consonantes BCDFGLMNPRST presiden
sobre los doce Signos; las otras, a saber KQXZ son los cuatro
Elementos; H que es aspirada, representa al espíritu del mundo; Y
porque es griega y no latina, y porque no sirve sino para las
palabras griegas, sigue la naturaleza de su lengua. Pero es
necesario saber que los sabios han probado que las letras hebreas
son las más eficaces, y significan lo más, porque tienen mayor
relación con los cuerpos celestes y con el mundo, y que las letras
de los demás idiomas no son tan eficaces porque están más
alejadas.
La Tabla siguiente explica su disposición y ordenamiento.
Todas las letras tienen también números dobles en su orden, a
saber: números ex-tendidos, que expresan simplemente la cualidad
de las letras según su orden; y números compuestos, que semejan
entre ellos los números de las letras que preceden; y números
integrantes, que resultan de los nombres de las letras según
diferentes maneras de contar. Al conocerse la fuerza de estos
números, se podrá ver que hay misterios maravillosos en cada
idioma a través de estas letras, extrayendo adivinaciones de cosas
futuras y pasadas. Hay además otras conjunciones misteriosas de
letras, pero nos remitimos a hablar suficientemente de todas estas
cosas en los libros siguientes, con el deseo de concluir esto aquí.
LIBRO 2 :MAGIA CELESTELA MAGIA CELESTE
Capítulo 1
NECESIDAD DE LAS CIENCIAS MATEMATICAS Y DE
MUCHAS OPERACIONES MARAVILLOSAS REALIZADAS
CON ELLAS
Las ciencias matemáticas son tan necesarias para la Magia, y se
relacionan tanto con ella, que quienes se dedican a ésta sin emplear
aquéllas, no realizan nada de valor, pierden su tiempo, y jamás
llegan al fin de sus designios; pues todo lo que existe y se realiza en
las cosas de aquí abajo, a través de virtudes naturales, es hecho y
conducido o gobernado con número, peso, medida, armonía,
movimiento y luz, y todo lo que vemos en las cosas de aquí abajo,
toma su raíz y fundamento de allá; sin embargo, a través de las
ciencias matemáticas solamente, se puede producir sin virtud
natural algunas operaciones semejantes a las naturales, porque éstas
son, como dice Platón, cosas que no participan de la verdad ni de la
divinidad; se trata de semejanzas ligadas unas con otras, como
cuerpos que ambulan, hablan y carecen de virtud animal, como lo
fueran otrora los ídolos o imágenes de Dédalo; se los llama
autómatas, áuTó1iaTa, y de ellos hace mención Aristóteles al hablar
de las figuras de tres pies de Vulcano y Dédalo que se movían por
sí solas; y Homero dice que combatían entre sí, y leemos que se
desplazaban hacia el festín de Hyarbas, el gimnosofista, donde los
invitados eran servidos por estatuas de oro que oficiaban de
sumilleres y conserjes. En la historia se observa, además, que las
estatuas de Mercurio hablaban; y que la paloma de madera de
Arquito volaba; y las maravillas de Boecio, que cuenta Casiodoro;
Diómedes hacía sonar la trompeta; una serpiente de bronce silbaba;
y había pájaros que entonaban melodiosas canciones. Todas las
maravillas derivadas de la Geometría y la Optica son de esta índole;
a ellas nos referimos al hablar del elemento aire.
Así se confeccionan diferentes espejos, unos cóncavos, otros columnarios,
que representan las cosas en el aire, y las hacen aparecer, como
sombras, a través de los espacios alejados fuera de sí; como lo
enseñan Apolonio, y Vitelio en sus libros sobre la Perspectiva y los
Espejos; y se sabe que el gran Pompeyo llevó de Oriente a Roma,
entre los despojos, cierto espejo, en el que se veían tropas armadas;
y se confeccionan ciertos espejos transparentes que, impregnados
con determinados zumos de hierba, brillan con luz artificial y
llenan todo el aire, en derredor, con admirables fantasmas. Y yo
mismo sé confeccionar dos espejos
recíprocos, en los que se ve muy claramente en el espacio muchos
lugares, cuando el sol aparece, y todo lo que éste ilumina. Así,
cuando un mago que conoce la Filosofía natural y la Matemática
y conoce las ciencias medias que de allí provienen, la Aritmética,
la Música, la Geometría, la Optica, la Astronomía y las ciencias
que se ejercitan con pesos, medidas, proporciones, artículos y
junturas; y que también conoce la Mecánica que de allí deriva, al
estar por encima de los demás hombres a través del arte y del
espíritu, realiza muchas cosas maravillosas que asombran
muchísimo a los más sabios y esclarecidos. ¿Acaso no se ven aún
hoy en día los vestigios de antiguas obras, a saber, las columnas
de Hércules y de Alejandro, las puertas caspias confeccionadas
con bronce, y aseguradas con planchas de hierro, de manera que
ningún espíritu ni arte podría realizarlas semejantes; y la pirámide
de Julio César alzada en Roma, cerca del Vaticano, las montañas
construidas y elevadas en medio del mar, las ciudadelas y las
moles de rocas, como las que vi en Bretaña, que apenas cuesta
creer que las creó el arte?
¿Y no se aprecia en los historiadores dignos de fe, que con
artes semejantes cortaron otrora las rocas,
rellenaron los valles, y aplanaron las montañas, agujerearon las
rocas, abrieron estrechos, cava-ron las entrañas de la tierra,
desviaron los ríos, unieron y detuvieron los mares, escrutaron el
fondo del mar, agotaron los lagos, secaron los mares, crearon islas
nuevas y unieron otras a tierra firme? Y aunque todas estas cosas
parezcan repugnar a la naturaleza, empero se las ve realizadas, y
aún hoy en día se hallan sus vestigios. El vulgo inventa que esta
clase de obras fueron construidas por los- espíritus, porque se
desconoce su modo de construcción y sus autores, y no se
encuentra gente ansiosa de comprenderlas y escrutarlas. Es por
ello que cuando se observa algún espectáculo maravilloso, por
ceguera se adosa todo el efecto a los espíritus o se considera un
milagro las obras de las ciencias naturales o matemáticas, como
cuando se ve elevarse en lo alto el hierro por medio de la piedra
imán, o se lo tiene en el aire, como ocurriera en otro tiempo con el
ídolo de hierro de Mercurio, en Treves, en medio del templo, que
estaba sus-pendido por piedras imán, lo cual lo atestigua este
verso:
Ferreus in mediis volitat caduciter auris.
Leemos incluso acerca de algo semejante respecto del ídolo
del Sol en el templo de Serapis, en Egipto. ¿Se dirá acaso que eso
era obra de los espíritus? Sin embargo, si se conoce la virtud del
imán sobre el hierro, lúego de experimentarla, cesa el asombro y
no resulta difícil creer que aquello es obra de la naturaleza. Y es
menester saber que, así como se adquieren las virtudes naturales a
través de las cosas naturales, de igual modo a través de las cosas
abstractas, matemáticas y celestes adquirimos las virtudes
celestes; a saber, el movimiento, la vida, los sentidos, el discurso,
los presagios y la adivinación misma, en la materia menos
dispuesta, sin que eso sea realizado por la naturaleza sino
solamente por el arte; así se dice que pueden confeccionarse
imágenes que hablan y predicen el porvenir, como lo ejemplifica
Guillermo de París respecto de una cabeza de bronce, fundida a la
salida de Saturno, y que se sostiene que hablaba
con voz masculina. Empero, cuando se sepa escoger una materia
dispuesta y muy susceptible, y un agente muy potente, se
producirán efectos seguros y muy maravillosos. Es un axioma de
los pitagóricos que, en tanto las cosas matemáticas son más
formales que las físicas, son más actuales, y en tanto dependen
menos en su esencia, dependen menos en sus operaciones, y entre
todas las cosas matemáticas, por ser los números más formales,
son también más actuales; a ellos no sólo los filósofos paganos
sino también los teólogos hebreos y cristianos atribuyeron virtud
y eficacia, tanto para el bien como para el mal.
Capítulo II
LOS NUMEROS, SU PODER Y VIRTUD
Severino Boecio dice que todo lo creado por la naturaleza
parece formado en los Números, pues ese ha sido el principal
modelo en el espíritu del Creador, de allí El derivó la cantidad de
elementos, de allí las revoluciones de los tiempos, de allí subsiste
el movimiento de los astros, el cambio del cielo, y el estado de los
números a través de su relación. Los números tienen, pues,
virtudes grandísimas y elevadísimas, y no hay que asombrarse
porque posean tan grandes virtudes ocultas y en tan gran número
en las cosas naturales, existentes en los números más grandes,
ocultos, maravillosos y eficaces, porque son más formales, más
perfectos, y se hallan en los cuerpos celestes; están mezclados con
sustancias sepa-radas, y concretan la mezcla más grande y simple
con las ideas del espíritu divino, de donde extraen sus propias y
más eficaces virtudes; por ello son muy potentes para obtener los
dones de Dios y de los espíritus, al igual que las cualidades
elementales son muy potentes para cambiar una cosa elemental en
las cosas naturales. Además, todo lo existente y creado, subsiste a
través de determinados números y extrae la virtud. Pues el tiempo
está compuesto por números, igual que movimiento y acción, y
todo lo que está sujeto al tiempo y al movimiento; los conciertos y
las voces están también compuestos por números y proporción, y
no tienen fuerza sino por ello, y las proporciones que provienen
de los números constituyen, por líneas y puntos, los caracteres y
las figuras apropiadas para las operaciones de la Magia, por un
medio apropiado qué existe entre ellos, que decrece en los
extremos, como en el empleo de las letras. En fin, todas las
especies de lo que existe en la naturaleza y encima de ella
dependen de ciertos números, lo cual hizo decir a Pitágoras que
todo está compuesto por el número, y que éste distribuye las
virtudes a todas las cosas. Y Proclo dice: el número subsiste
siempre, y se halla en todo, uno en la voz, otro en sus
proporciones, uno en el alma y la razón, otro
en las cosas divinas. Themistio, Boecio y Averroes de Babilonia,
con Platón, alaban tanto a los números, que creen que sin ellos no
se puede ser filósofo. Hablan del número racional y formal, no del
material y sensible o vocal, como el de los comerciantes, del que
los pitagóricos, los académicos y Agustín no hacen mención; sólo
procuran hablar de la pro-porción resultante, que denominan el
número natural, formal y racional, de donde derivan los grandes
misterios, tanto de las cosas naturales como de las divinas y
celestes. Por él se llega a descubrir y comprender todas las cosas
cognoscibles. Por él se llega más cerca a la profecía natural; y el
abate Joaquín no llegó a sus profecías por voz alguna sino a través
de los números formales.
Capítulo III
LAS GRANDES VIRTUDES DE LOS NUMEROS,
EN LAS COSAS NATURALES Y SOBRENATURALES
No sólo los filósofos más famosos sino también los doctores
católicos, entre otros Jerónimo, Agustín, Orígenes, Ambrosio,
Gregorio Nascianceno, Anastasio, Basilio, Hilario, Rábano, Beda
y muchos otros, aseguran que existe una Virtud admirable y
eficaz, oculta en los Números; por ello, Hilario, en sus
Comentarios sobre los Salmos, dice que los Setenta pusieron los
Salmos en orden a través de la eficacia de los números. Rábano,
doctor ilustre, compuso también un libro de las virtudes de los
números. Por otra parte, en-el hierba pentaphyllon, llamada
cincoenrama, se observan las virtudes de los números; pues por la
virtud del quinario, resiste a los venenos, espanta los demonios,
contribuye a la expiación, y si se ingiere una de sus hojas, dos
veces por día junto con vino, hace pasar la fiebre efímera; tres
hojas curan la fiebre terciana; cuatro, la fiebre cuartana; asmismo,
la semilla del heliotropo si se ingieren tres o cuatro granos;
también la verbena, comida con vino, cura las fiebres; las
tercianas, si es cortada en la tercera articulación; las cuartanas, si
es cortada en la cuarta. La serpiente golpeada con una caña,
muere, pero si se la golpea por segunda vez, se fortifica. La causa
de esto es la proporción que los diversos números tienen sobre las
distintas cosas. Existe también una maravilla experimentada con
el número septenario; un varón número siete, sin que le precediera
mujer, tocado una sola vez o con su palabra, curó de lamparones.
Asimismo, la muchacha número siete ayuda mucho a la mujer
parturienta. No se trata aquí del número natural sino de la razón
formal existente en el número y es menester recordar siempre que
en los números de las palabras y de los comerciantes no se
encuentran estas virtudes sino en los racionales, formales y
sobrenaturales donde se hallan estos secretos excelsos de Dios y
la naturaleza.
Cuando se sepa unir los números orales y naturales con los
divinos, templándolos en una misma consonancia, se podrá
realizar operaciones maravillosas y conocer cosas admirables. Los
pitagóricos pretendían pronosticar bien las cosas mediante los
números de los nombres, en los que si no existiese algún misterio,
Juan no hubiese dicho en el Apocalipsis: quien tenga
entendimiento cuente el número del nombre de una bestia que es
el número del hombre; y ese modo de contar es reputado grandemente
entre los hebreos y los cabalistas, como lo haremos ver en
seguida. Pero es preciso saber que los números simples significan
cosas divinas; los denarios, cosas celestes; los centenarios, cosas
terrestres; lo milenarios, la del siglo que vendrá. Además, las
partes del espíritu están juntas, según su medio aritmético, a causa
de su identidad o igualdad de su grandor, o de su exceso; y los
cuerpos cuyas partes son diferentes están compuestos según el
medio geométrico; y el animal mismo, que constituye un todo con
el alma y el cuerpo, está compuesto según el medio adecuado a la
armonía, por ello, los números operan más sobre el alma, las
figuras sobre los cuerpos, y los acentos sobre el animal mismo.
Capítulo IV
LA UNIDAD Y SU ESCALA
Hablaremos aquí en particular sobre los Números. Como el
número no es sino una repetición de la unidad, consideremos en
primer término a la Unidad; pues la unidad penetra muy
simplemente todos los números y, al ser la medida común de
todos los números, su fuente y su origen, los contiene a todos en
sí, estando juntos únicamente, siendo incapaz de multitud,
siempre el mismo y sin cambio; esto hace que, al ser multiplicada
por sí misma, no produzca sino a ella misma; la Unidad es
indivisible, sin partes, y si se la divide algunas veces, no se la
corta, sino que se multiplica, a saber, en unidades, pero ninguna
de estas unidades es más gran-de ni más pequeña que toda la
unidad; como parte es más pequeña que el todo; no se multiplica,
pues, en partes sino en sí: por ello unos la llaman concordia, otros
piedad, otros amistad, a causa de que ella está tan ligada que no se
corta en partes; y Marciano, según Aristóteles, dice, que se llama
Cupido, porque es una sola, y quiere que siempre se la busque, y
nada tiene de más, sino que, desprovista de toda elevación y
apego, vuelve sobre sí sus propios ardores.
Uno es pues el principio y el fin de todas las cosas; no tiene principio ni fin, nada
le antecede ni precede; uno es el principio de todas las cosas y
todas van al uno, y detrás de él no hay nada, y todo lo existente
exige uno, porque todo devino de uno; para que todas las cosas
sean las mismas, es preciso que participen del
uno, y asimismo que todas las cosas lleguen a muchas por
el uno, de manera que es menester que todo lo que quiera
retornar al uno, de donde partiera, abandone la multitud.
Uno se relaciona, pues, con Dios supremo, que es uno e
inmunerable y creó las cosas numerables, y las contiene en
sí. Hay pues un Dios, un mundo que está en un Dios, un sol
para un mundo, un fénix en el mundo, una reina entre las
abejas, un jefe entre las tropas, un comandante de un
ejército; las grullas siguen a una, y muchos animales
respetan la unidad. Hay un elemento que supera y penetra
todo: es el fuego. Hay una cosa creada por Dios, sujeto de
toda admiración, que está en la tierra y en los cielos, existe
en el acto animal, vegetal y mineral, se halla por todas
partes, no se la conoce, nadie la llama por su nombre, pero
está oculta bajo los nombres, figuras y enigmas, sin la cual
no podrían haberse impuesto la Alquimia ni la Magia
natural. Un Adán produjo a todos los hombres, y los hizo
morir a todos; a través de un JESUCRISTO fueron
regenerados; y como dice Pablo, un Señor, una fe, un
bautismo. Un Dios Padre de todos, un mediador de Dios y
de los hombres; un creador altísimo que está sobre todas las
cosas, y en todas las cosas, y en todos nosotros. Un Dios
JESUCRISTO por el cual existen todas las cosas y nosotros
por él; un Dios Espíritu Santo en quien existen todas las
cosas y nosotros en él.
Capitulo V
EL NUMERO DUAL Y SU ESCALA
El número Dual es el primer número, porque es la primera
cantidad o multitud y no puede ser medido por número sino
únicamente por la unidad que es la medida común de todos los
números; no está compuesto por números, sino únicamente por la
unidad, estando coordenado de uno en uno; no se llama
incompuesto, sino más apropiadamente no compuesto; el número
trinario se llama el primer incompuesto; el dual, la primera
semilla de la unidad, y la primera creación o producción: por ello
se lo llama Génesis, y Juno, y la corporación opinable, la prueba
del primer movimiento, y la primera forma de la paridad. El
número de la primera igualdad, de la extremidad y del intervalo, y
por tanto de la justicia particular y su propio acto, porque se
regocija equilibrando dos cosas, y se lo llama el número de
ciencia y de memoria, y de luz, y el número del hombre que se
llama el otro y el pequeño mundo; también se llama el número de
caridad y de amor mutuo, de bodas y sociedad, como lo dijera el
Señor: "Serán dos en una sola carne". Y el Eclesiastés: "Es mejor
ser dos que uno, pues tienen la ventaja de su sociedad, y si uno
cae, se apoyará en el otro. Desgraciado quien esté solo, porque si
cae, no tendrá quien lo levante; y si dos están acostados juntos, se
calentarán mutuamente, cuando uno tenga calor; y si alguien tiene
más fuerza contra uno, dos lo resisten". Y se le llama el número
del matrimonio y del sexo: pues hay dos sexos, el masculino y el
femenino; y las palomas ponen dos huevos; del primero nace el
macho, y del segundo la hembra. También se lo llama mediador
de posibilidad, partícipe de lo bueno y lo malo, príncipe de la
división, la multitud y la distinción, y significa la materia. También,
a veces, se lo llama el número de la discordia y de la
confusión, de la desdicha y la impureza. Y san Jerónimo escribió
contra Joviano: "Y jamás se dijo en el segundo día de la creación
del mundo: Y el Señor vio que era bueno, porque el número dual
es malo". He aquí porqué también Dios ordenó que todos los
animales inmundos entrasen de a pa-res en el arca, porque, como
dije, el número binario es malo e inmundo y, sobre todq,
desdichado cuando las cosas de donde se extraen algunos
auspicios son Saturnales o Marciales; pues estos dos infortunados
son señalados por los astrólogos. También se ha dicho que el dual
produce los encuentros de las sombras, los terrores de las larvas,
los maleficios de los malos espíritus en quienes viajan de noche.
Pitágoras, como expresa Eusebio, decía que la unidad era Dios y
buena inteligencia, y que la dualidad era demonio y maldad, en la
que se halla una multitud material; por ello los pitagóricos dicen
que el dual no es un número sino una con-fusión de unidades. Y
Plutarco dice que los pitagóricos llamaban Apolo a la unidad,
proceso a la díada, justicia a la tríada, que es la consumación
perfecta aunque no deja de contener muchos misterios. Hay dos
tablas de
la ley sobre el Sinaí; dos querubines observan la propiciación
de Moisés; dos olivos degustan el aceite en Zacarías; dos
naturalezas en Cristo, la divina y la humana; por ello Moisés
vio dos apariciones de Dios, es decir, el rostro y la espalda;
asimismo, dos Testamentos, dos preceptos de caridad, dos
primeras dignidades, dos primeros pueblos; dos clases de
espíritus, los buenos y los malos; dos creadores intelectuales,
el ángel y el alma; dos grandes luminares, dos solsticios, dos
equinoccios; dos polos; dos elementos que producen el alma
viviente, la tierra y el agua.
Capítulo VI
EL NUMERO TRINARIO Y SU ESCALA
El número trinario es el primer número incompuesto, el
número sagrado, el número de perfección, y el número más potente;
pues en Dios hay tres personas y, en la religión, tres virtudes
teologales. Por ello, el número trinario es muy útil para las
ceremonias de los dioses y de la religión, pues se repite tres veces
las palabras y la ofrenda. Esto hace decir a Virgilio que Dios ama al
número trinario o impar:
Numero Deus impare gaudet.
Y los pitagóricos lo utilizaban en sus santificaciones y
purificaciones; esto lo señala Virgilio:
ídem ter socios pura circumluit unda.
Asimismo, es el más apropiado para encantamientos, como lo
dice también Virgilio:
Terna tibi haec primum triplici
diversa colore Licia circundo,
terque haec altaria circum
E f f iciem duco.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . Necte- tribus nodis,
ternos Amarylli colores
Necte Amarylly modo, et Veneris, die, vincula necio.
Y de Medea, leemos:
Verbaque ter dixit placidos facientia
somnos, Quae mare turbatum, quae
Ilumina concita sistunt.
Y en Plinio leemos que, para remediar toda clase de males, los
antiguos acostumbraban escupir tres veces, pronunciando una
súplica. Este número trinario, perfecto por su triple dimensión en
largo, ancho y profundidad, sin otra dime nsión posterior, se llama
primer número cúbico, porque no se puede agregar nada a un cuerpo
de tres medidas o a un número cúbico. Por ello, Aristóteles, en el
comienzo de sus Discursos sobre el Cielo, lo denomina ley según la
cual todas las cosas están ordenadas. Las cosas espirituales y
corporales están compuestas por tres cosas: un principio, un medio y
un fin. El mundo, dice Trismegisto, está compuesto por tres cosas: el
Hemarmene, la necesidad y el orden; es decir, la conjunción de las
causas entre sí, que muchos llaman destino, la ejecución del feto, y
su justa distribución. Toda la extensión o medida del tiempo está
encerrada por el número trinario, a saber, por el pasado, el presente
y el porvenir. Todo grandor está contenido en tres cosas: en la línea,
la superficie y el cuerpo. Todo cuerpo está compuesto por tres intervalos:
largo, ancho y grosor. La armonía contiene tres sinfonías, a
saber, el diapasón, el hemiolion y el diatessaron. Hay tres clases
de almas: la vegetativa, la sensitiva y la intelectual, y este tercer
número la divide en
razón, cólera, codicia. Y según el Profeta, Dios gobierna al mundo
a través de tres cosas: el número, el peso y la medida; se lo
atribuye a las ideas formales, como el número binario a la materia
creadora, y la unidad a Dios, el Creador. Los magos reconocían
tres príncipes del mundo: Oromasium, Mitrim y Araminim: es
decir, Dios, el pensamiento y el espíritu. Mediante el número
trinario, cúbico o sólido, se dividen las tres ennéades de las cosas
producidas, a saber, las cosas supercelestes en nueve órdenes de
inteligencia, las celestes en nueve orbes, y las inferiores en nueve
clases de cosas que se engendran y corrompen. En fin, en este
cubo trinario están encerradas todas las veintisiete proporciones de
la música, como lo expresan in extenso Platón y Proclo; y el
número ternario existe en la armonía a través de la diapente o
quinta voz. Entre las inteligencias también hay tres jerarquías de
espíritus angélicos. Hay tres poderes intelectuales en las criaturas:
la memoria, el entendimiento y la voluntad. Hay tres órdenes de
bienaventurados: los mártires, los confesores y los inocentes: hay
tres cuaternaciones de signos celestes, a saber, las fijas, las móviles
v las comunes: asimismo, de las cosas, a saber: las cardinales,
las sucedentes y las cadentes: también hay tres faces y tres
decanatos en cada signo; tres amos de cada triplicidad; tres
fortunas en los planetas;: tres gracias entre las diosas; tres Parcas
en los infiernos; tres jueces; tres furias: un Cerebro triple: tres
Hécates gemelas; tres rostros de Diana. Tres personas en la
divinidad supersustancial. Tres tiempos, el de la naturaleza, el de
la ley y el de la gracia. Tres virtudes teologales, la esperanza, la fe
y la caridad. Jonás estuvo tres días en el vientre de una ballena; el
CRISTO estuvo igual lapso en el sepulcro.
Capítulo VII
E L N U ME R O C U A T E R N A R IO Y S U E S C A L A
Los pitagóricos llaman Tetracto al número cuaternario y lo
prefieren a todas las virtudes de los demás números, porque todos
los fundamentos tanto de las cosas artificiales como de las naturales
y divinas, son cuadrados, como lo demostraremos en seguida, y ese
número significa la solidez revelada también por la figura cuadrada.
El número cuaternario es el primer plano, que está compuesto por
dos proporciones; la primera es de uno a dos; la segunda, de dos a
cuatro: y deriva de una doble procesión y proporción, a saber, de
uno en uno. de dos en dos, comenzando por la unidad, concluyendo
con la cuaternidad. Esas proporciones son diferentes porque son
desiguales en aritmética e iguales en geometría. Por ello, el
cuadrado es atribuido a Dios Padre, y comprende el misterio de
toda la Trinidad: pues la simple proporción, a saber, de uno en uno,
significa
la unidad de la sustancia del Padre, de quien procede el Hijo que le
es igual, y de otra procesión a través de lo simple, a saber, de dos
en dos, se señala la segunda; de esa procesión de uno y otro
procede el Espíritu Santo, de manera que el Hijo deviene igual al
Padre por la primera pro-cesión, y el Espíritu Santo igual a uno y
otro por la segunda procesión.
De allí deriva que el Altísimo Nombre de Dios y de la Divina Trinidad
sea Tetragrammaton, a saber, lud, Hei, y Vau; Hei, donde la
aspiración Hei señala que el espíritu procede de uno y otro;
pues la sola Hei doble crea una
doble sílaba y termina todo el nombre, y se pronuncia, como
quieren algunos, IOVA, de donde deriva el Júpiter de los paganos,
que los antiguos pintaron con cuatro orejas.
Por ello el número cuatro es fuente y clave de toda la
divinidad. Los pitagóricos lo llaman fuente perpetua de la
naturaleza: pues hay cuatro grados en la escala de la naturaleza, a
saber: ser, vivir, sentir y compren-der. Hay cuatro movimientos en
la naturaleza: el ascendente, el descendente, el hacia adelante y el
circular. Cuatro ángulos en el cielo: orto, ocaso, medio y bajo
cielo. Cuatro elementos bajo el cielo: el fuego, el aire, el agua y la
tierra; que siguen estas cuatro triplicidades en el cielo. Cuatro
cualidades primarias bajo el cielo, de donde derivan las cuatro
triplicidades celestes: el frío, el calor, la sequía y la humedad; de
allí provienen los cuatro humores: la sangre, la flema, la cólera y la
melancolía. Asimismo, el año se divide en cuatro partes, que son:
primavera, verano, otoño e invierno; el aire en cuatro vientos:
Euro, Céfiro, Austro y Bóreas; y también hay cuatro ríos en el
Paraíso y otros tantos en el Infierno. Además, el número
cuaternario llena toda clase de ciencias, en primer lugar todo el
progreso de los números a través de cuatro términos: uno, dos, tres
y cuatro, constituyendo el denario. El crea toda la diferencia de los
números, conteniendo en sí al primer par, y al primer impar. La
música tiene el diatessaron, a través de la cuarta voz; el
tetracorde, y el diagramma de Pitágoras, a través de lo cual fue el
primero en inventar las consonancias de la música, que contienen
toda su armonía; pues los dobles, los triples, los cuádruples, los
sesquialterios, los sesquitercios, los diapasones, los disdiapasones,
los diapentes, los diatessarones y toda la consonancia están
encerrados en los límites del número cuaternario. También
comprende, en cuatro términos, la matemática, a saber, por el
punto, la línea, el plano y la profundidad. Une asimismo a toda la
naturaleza en cuatro términos, a saber, la sustancia, la cualidad, la
cantidad y el movimiento. También llena toda la física con
virtudes seminales; la natural, la reproducción, la forma creciente y
la compuesta. Abarca también la metafísica en cuatro términos, a
saber, el ser, la esencia, la virtud y la acción; y la moral en cuatro
virtudes, a saber, la prudencia, la justicia, la fuerza y la templanza.
Tiene también la fuerza de la justicia porque hay cuatro clases de
leyes; la de la Providencia, que viene de Dios; la del destino, que
viene del alma del mundo; la de la naturaleza, que viene del cielo;
y la de la prudencia, que viene del hombre. Además, hay cuatro
poderes judiciarios de las cosas que existen: el entendimiento,
la disciplina, la opinión y el juicio. También tiene mucha fuerza en los misterios;
los pitagóricos lo utilizaban en sus juramentos, como el más soberano sobre el
que mejor podían fundamentarse la religión y la buena fe; a ello responde el
juramento de Pitágoras, expresado en estos versos:
Os lo juro, con espíritu sincero, por el santo cuaternario que es la fuente de la
naturaleza eterna y el padre del espíritu.
Hay también cuatro Evangelios que la Iglesia recibiera de los cuatro
Evangelistas, y cuatro ríos del Paraíso. Los hebreos recibieron el nombre de Dios
escrito en cuatro letras. Así lo escriben los egipcios, los árabes, los persas, los
magos, los 'mahometanos, los griegos, los tuscos, los latinos, a saber, de esta
manera: Theut, Alla, Sire, Orfi, Abgdi, e€os, Esar, Deus. Por ello los
lacedemonios pintaban a su Júpiter supremo con cuatro orejas. Por ello, en la
teología órfica, Neptuno tiene un carro tirado por cuatro caballos. Hay también
cuatro especies de furor de los dioses que proceden de cada divinidad: de las
Musas, de Dionisio, de Apolo y de Venus. Asimismo, Ezequiel vio cuatro
animales a lo largo del río Chobar, y cuatro Querubines en cuatro ruedas. Se lee
en Daniel sobre cuatro animales que salen del mar, y cuatro vientos que
combatían. Asimismo, en el Apocalipsis, aparecen cuatro animales llenos de ojos
que estaban en torno de la sede de Dios; cuatro ángeles que recibieron el poder de
dañar la tierra y el mar, ubicados en los cuatro confines de la tierra, impidiendo
que los cuatro vientos soplaran sobre la tierra, el mar y árbol alguno.
Capítulo VIII
EL NUMERO QUINARIO Y SU ESCALA
El número cinco no es un poder pequeño pues está compuesto por el primer
par y el primer impar, como por el varón y la hembra; pues el número impar es el
macho, y el par, la hembra. Los aritméticos le llaman padre al primero y madre a
la segunda. El número quinario no tiene, pues, pequeña perfección o virtud, al
formarse de la mezcla de aquellos, ya que además es la más justa mitad de la
mitad del número universal, es decir, del diez. Si se trabaja de ambos lados sobre
el quinario, y se divide el denario, de un lado se obtiene nueve y del otro uno, o
de un lado ocho y del otro dos, o siete y tres, o seis y cuatro; cada colección crea
el denario, y el quinario es siempre su medio perfecto y su equidistante. Por ello,
los pitagóricos lo llaman .el número del matrimonio, y el número de la justicia,
porque corta en dos -al diez por igual.
En el hombre hay cinco sentidos: la vista, el oído, el gusto, el olfato y el
tacto; cinco poderes del alma: el vegetativo, el concupiscible, el
irascible y el razonable; cinco dedos en la mano; asimismo, entre
los cuerpos celestes hay cinco planetas errantes, según los cuales
hay cinco términos en cada signo; en los elementos hay cinco clases
de mixtos, a saber, las piedras, los metales, las plantas, los zoófitos
y los animales; e igual cantidad de clases de animales, a saber, los
hombres, los cuadrúpedos, los reptantes, los natátiles y los volátiles.
Hay incluso cinco clases de cosas con las que Dios compuso todo, a
saber, la esencia, el mismo, lo otro, el juicio y el movimiento. La
golondrina tiene siempre cinco polluelos que nutre con mucha
equidad, comenzando por el que nació primero, y considerando en
todos el orden de su nacimiento. Este número tiene incluso mucha
virtud en las ceremonias, pues en los sacrificios expulsa a los malos
demonios; en las cosas naturales cura y preserva de los venenos.
También se le llama número de felicidad y gracia, y es el sello del
Espíritu Santo, y el lazo que lo liga todo, y el número de la cruz; se
distingue a través de las llagas principales del Cristo, que éste quiso
conservar en su cuerpo glorificado. Los filósofos paganos lo
consagraron y dedicaron a Mercurio, siendo mucho más excelente
que el número cuaternario en la medida en que un cuerpo animado
está por encima de otro que no se halla animado. Por este número
Noé tuvo el favor del Señor y fue preservado del Diluvio; por la
virtud de este número Abraham, a los cien años de edad, tuvo de
Sara, de ochenta años y estéril, un hijo, de donde proviene un gran
pueblo. Por ello, en el tiempo de la gracia se invoca el nombre de la
Divinidad omnipotente a través de cinco letras. En el tiempo de la
naturaleza se invocaba el nombre de Dios mediante el trigrama
ydc, Sadai; en el tiempo de la ley, el nombre inefable de Dios era
de cuatro letras hwhy, en lugar del cual los hebreos expresan ,ynda,
Adonai. En el tiempo de gracia el nombre de Dios' es el
pentagramma que se pronuncia hwchy IHESV, el cual, por un
misterio que no es menos gran-de se invoca también con tres letras:
Capítulo IX
EL NUMERO SENARIO Y SU ESCALA
El número Seis es un número de perfección, porque es
perfectísimo en su naturaleza, y en toda la relación de los números
desde la unidad hasta el décimo; es tan perfecto en sí mismo que
resulta el mismo número de la unión de sus partes, no tiene
necesidad de auxilio alguno y nada tiene de superfluo, pues si se
toman sus partes, a saber, la mitad, la tercera parte, y la sexta, que
hacen tres, dos y uno, llenan perfectamente todo el senario; los
demás números no tienen esa perfección. Por ello se dice que los
pitagóricos lo utilizaban en el nacimiento y en el matrimonio, y
se lo llama sello del mundo: pues el mundo fue creado por el
número sexto que no tiene nada superfluo, y cuenta con todo lo
que le es necesario. El mundo tus perfecto y concluido el sexto
día, y ese día Dios contempló todo lo que creara, y todo era
perfectamente bueno. Los cielos y la tierra, y todo su ornato eran
pues perfectos. También se le llama el número del hombre,
porque el hombre fue creado el día sexto, e incluso se le denomina
el número de la redención, pues el día sexto el Cristo sufrió
por nuestra redención, y es por ello que se vincula mucho con la
cruz.
También se le llama el número, del trabajo, y de la
servidumbre; por ello en la ley hebraica se ordenaba trabajar
durante seis días, recoger el maná durante seis días, sembrar la
tierra durante seis años, y que un esclavo sirviera a su amo
durante seis años. L oria del Señor se oscureció durante seis días
sobre el monte Sinaí, cubriéndolo una nube. Los querubines
tienen seis alas; hay seis círculos en el firmamento: el ártico, el
antártico, los dos trópicos, el equinoccial y el eclíptico; y hay
seis planetas errantes, Saturno, Júpiter, Marte, Venus, Mercurio y
la Luna, que corren a lo largo del Zodíaco de ambos lados de la
eclíptica. En los elementos hay seis cualidades sustantivas, a
saber, la agudeza, la sutileza y el movimiento, y sus -contrarios,
la obtusidad, la densidad y el reposo. Hay seis diferentes órdenes
de posiciones, a saber: alto, bajo, delante, detrás, a derecha y a
izquierda. Hay seis oficios de la naturaleza sin los cuales nada
puede existir, a saber, grandor, color, figura, intervalo, estado y
movimiento. La figura sólida del cuadrado tiene también seis
caras. En toda armonía hay seis tonos, a saber, cinco tonos y dos
semitonos que forman un tono, que es el sexto.
Capítulo X
EL NUMERO SEPTENARIO Y SU ESCALA
El Septenario es el número del poder variado y múltiple; está
compuesto por uno y seis, o dos y cinco, o tres y cuatro; tiene la
unidad que lo vincula con un doble trinario; por ello, si se
consideran todos sus miembros y lo que lo compone se
reconocerá sin duda que, tanto por sus partes conjuntas como por
sí mismo en particular, está lleno de toda suerte de majestad. Los
pitagóricos le llaman el vehículo de la vida humana, pues no
cambia en función de sus partes sino que se perfecciona por propio
derecho de su totalidad, ya que abarca el cuerpo y el alma;
porque el cuerpo está compuesto por cuatro elementos en cuatro
cualidades, el número trinario considera al alma por su triple
fuerza, a saber, la razonable, la irascible y la concupiscible. El
septenario está compuesto, pues, por tres y cuatro junto al alma
en el cuerpo.
La virtud de este número sirve también para la regeneración
del ser humano para componerle, hacerle concebir, formar, parir,
nutrir y vivir. Tan pronto el vientre recibe la semilla genital, si
permanece siete horas sin efusión, vive seguramente; y los
primeros siete días se prende o coa-gula, y se adecua para adoptar
la figura humana; luego produce niños que se llaman sietemesinos,
es decir, nacidos en siete meses. Después del nacimiento, en la
séptima hora decide la vida del niño, pues pasado este número,
quien puede sufrir el aire es considerado ser nacido para la vida.
Después de siete días, expulsa el resto de su ombligo; después de
dos ve-ces siete días su vista empieza a volverse hacia la luz; al
tercer septenario, vuelve libremente sus ojos y todo su rostro;
después de siete meses comienzan a formarse los dientes; después
del segundo número septenario de meses, se sienta sin temor a
caer; después del tercer septenario empieza a hablar; después del
cuarto septenario se mantiene firme de pie y camina; después del
quinto septenario de meses, comienza a rehusar la leche de su
nodriza. A los siete años, se le caen los primeros dientes, y le salen
otros más apropiados para el alimento sólido, y llega a hablar por
completo. Después del segundo septenario de años, los niños
entran en la pubertad, y para ese entonces comienzan a engendrar.
En el tercer septenario de años, el hombre se torna grande, barbudo
y peludo, y su sexo se torna potente y robusto. Crece, su cuerpo se
extiende en largo, y la forma de su talla se completa hasta el cuarto
septenario. En el quinto, acaba de crecer y fortalecerse. En el
sexto, conserva las fuerzas adquiridas. En el séptimo septenario de
sus años, se torna prudente y su edad se perfecciona. Y cuando
llega a los séptimos decenios, alcanza el término común de su
vida, como dice el Profeta: Los días de nuestros años son setenta
años.
Asimismo, la talla más alta del hombre es de siete pies.
También hay siete grados en el cuerpo, que completan su
dimensión, del interior hasta la superficie, a saber, el tuétano, el
hueso, el nervio, la vena, la arteria, la carne y la piel. Hay siete
miembros que los griegos llaman negros: la lengua, el corazón, el
hígado, el pulmón, el bazo y los riñones. Hay siete partes
principales del cuerpo: la cabeza, el pecho, las manos, los pies y
las partes verecundas. También es cierto respecto del aliento y el
alimento, que una vez transcurridas siete horas sin respirar no se
vive más, y que se muere tras siete días sin comer; las venas y las
arterias, como dicen los galenos, se mueven por el número
septenario. Las enfermedades también se juzgan por su mayor
apariencia los días séptimos, que los galenos llaman críticos, es
decir, judiciarios.
Dios creó, asimismo, el alma de seis partes, como lo
testimonia el divino Platón en su Timeo; el alma recibe también su
cuerpo a través del número septenario. La diferencia de las voces
llega hasta el séptimo grado después del cual reinicia la misma
progresión. Hay siete modulaciones de la voz: el diton, el
semiditon, el diatessaron, el diapente con un tono, el diapente con
un semitono y el diapasón. En los celestes, el septenario tiene
grandísima virtud, pues tiene cuatro polos del cielo que se
observan diametralmente, y el que tiene el aspecto más potente y
eficaz está compuesto por el número septenario, pues está constituido por el
séptimo signo, y compone una cruz que es la figura más poderosa,
de la que habla-remos en seguida. Pero es preciso saber que el
número septenario tiene gran comunión con la cruz. El día más
largo difiere del más corto por el mismo número, y el equinoccio
invernal del equinoccio estival, porque todas las cosas se crean a
través de los siete signos.
Hay otros siete círculos en torno del largo del eje, siete estrellas
en los carros celestes, en torno del Polo
Artico, de la Osa mayor y menor; asimismo, siete Pléyades; siete
Planetas que constituyen los siete días de la semana. La Luna,
séptimo planeta, más cercano a nosotros, observa este número por
encima de todos los demás; y este número gobierna su movimiento
y su luz; pues en veintiocho días gira totalmente en torno del
Zodíaco, y el número septenario completa este número de días por
sus términos desde uno a siete, agregando a los números que
preceden tanto cuando ellos expresan, y con-creta cuatro
septenarios de días durante los cuales la luna va y vuelve en toda la
extensión del Zodíaco, en largo y en ancho; y por medio de
septenarios semejantes de días comunica su luz, cambiando de
orden; pues en el primer septenario crece como hasta la mitad de
su redondez, o de su globo partido en dos; en el tercero, mengua de
nuevo y se encierra en su globo; y después del cuarto septenario
está por fin en su último menguante; por los mismos septenarios
crea las altas y bajas mareas; pues al comenzar el creciente, o en en
el primer septenario de la luna, mengua poco a poco; en el
segundo, crece por grados; en el tercer septenario se parece al
primero, y en el cuarto realiza lo mismo que el segundo. También
se adecua a Saturno, que es el séptimo planeta, a partir de los
inferiores, y significa reposo, se le atribuye el séptimo día, que
significa el séptimo milenio al que, según el testimonio de Juan,
después del encadenamiento del dragón o diablo fomentador de
males, los mortales descansarán y llevarán una vida tranquila.
Los pitagóricos llaman, al número septenario, número de
virginidad, porque es el primero que no es engendrado ni
engendra; no puede ser dividido en dos partes iguales, de modo
que no está engendrado por ningún número repetido, no produce
nada más, siendo doble un número que esté entre los límites del
denario que es el primer límite comprobado de los números; y por
ello el septenario fue consagrado a Palas. Hay toda-vía grandes
señales de su veneración en la religión, porque se le llama el
número del juramento. Por esa razón los hebreos dicen que jurar es
septenar, como si se tratase del juramento por siete. Asimismo,
Abraham, en la alianza que celebró con Abimelec, tomó siete
ovejas en testimonio. Incluso se le denomina el número de la
bienaventuranza y el reposo, de donde deriva:
O terque quaterque Beati,
es decir, bienaventurados de alma y cuerpo.
El séptimo día el creador dejó de trabajar y descansó; por ello
Moisés llama Sabbath a este día, es decir, el día de descanso; por
ello el CRISTO descansó el séptimo día en el sepulcro. Este
número tiene tam-
bién gran comunión con la cruz, como dijimos, y con el CRISTO;
pues toda nuestra bienaventuranza, nuestro reposo y nuestra dicha
están en CRISTO. Además es muy apropiado para las
purificaciones; esto hace decir a Apuleyo: "Para purificarme, me
acerco al mar por la mañana y hundo siete veces mi cabeza en las
olas". Y en la ley, al leproso se lo rociaba siete veces con sangre
de gorrión; y el profeta Eliseo; como aparece en el cuarto libro de
los Reyes, dice a un leproso: "Anda, lávate siete veces en el
Jordán; tu carne recibirá la salud y serás curado". Y luego: "Se
lavó siete veces en el Jordán y se curó". Es también el número de
la penitencia y de la redención. Por ello se disponía una
penitencia de siete años por cada pecado, como dice el Sabio: "Y
el séptuplo sobre el pecador". Y en el Levítico se lee que todos los
siete años se daba la absolución, y después de cuatro septenarios
se concedía una absolución general. El CRISTO resumió la
oración de nuestra expiación en siete pedidos. Y también se lo
denomina el número de la libertad, porque los esclavos hebreos
obtenían su libertad el séptimo año. Es también muy apropiado
para ensalzar a Dios; por ello el Profeta dice: "Alabé la justicia
siete veces por día". Incluso se le llama el número de la venganza,
como dice la Escritura: "El crimen de Caín será vengado siete
veces". Y el Salmista dice: "Dad a nuestros vecinos el séptuplo".
De allí tomó Salomón las siete maldades, y el Evangelio los siete
espíritus malignos. También significa el tiempo del círculo
presente que se recorre en siete días. Y está consagrado al Espíritu
Santo que el profeta Isaías describe como séptuplo por sus dones,
a saber, el espíritu de sabiduría y entendimiento; el espíritu de
consejo y de fuerza; el espíritu de ciencia y piedad; y el espíritu
de temor del Señor; que Zacarías denomina los siete ojos de Dios.
Hay también siete ángeles o espíritus ubicados ante la faz de
Dios, como se lee en Tobías. Y en el Apocalipsis había siete
lámparas ardientes ante el trono de Dios, y siete candelabros de
oro en medio de los cuales había una imagen semejante al Hijo
del Hombre, que tenía en su mano derecha siete estrellas.
Asimismo, había siete espíritus Ante el trono de Dios, y siete
ángeles ubicados ante Dios, y tenían siete trompetas; Juan vio
también un cordero con siete cuernos y siete ojos; un libro sellado
con siete sellos, y al abrirse el séptimo, el cielo quedó en silencio.
Por todo lo dicho anteriormente se evidencia que el número
septenario es llamado con justicia el más eficaz de todos. Hay
además una gran concordancia con el numero duodécimo; pues
como tres y cuatro suman siete, tres veces cuatro-suman doce, que
son los números de los planetas celestes y de los signos derivados
de la misma raíz y que participan, por el ternario, de la divinidad,
y, por el cuaternario, de la naturaleza de los inferiores.
Este número es, sobre todo, muy .considerado en las Sagradas
Escrituras, con sus grandes y diferentes misterios, de los que
hemos mencionado muchos, de donde surge fácilmente que el
número septenario significa la plenitud de los misterios divinos.
Vemos en el Génesis un séptimo día en el que el Señor descansó;
Enoc, séptimo hombre santo y piadoso a contar desde Adán, y
otro hombre malo, séptimo desde Adán, que es
Lamec, que era bígamo; el pecado de Caín es abolido en la
séptima gene-ración, como está escrito: Caín será castigado siete
veces, y su muerte será vengada siete veces. Y el autor de la
historia sacó en conclusión de allí eue hubo siete pecados de Caín.
Asimismo, los animales puros entraron
e siete en siete en el arca de Noé, y también los volátiles; siete
días después, el Señor envió lluvias sobre la tierra, y el séptimo
día se rompieron todas las fuentes del abismo y las aguas
cubrieron la tierra. Abraham dio siete corderos a Abimelec; y
Jacob sirvió durante siete años a Lea, y otros siete a Raquel. El
pueblo de Israel lloró siete años la muerte de Jacob. Incluso se
ven siete bueyes, siete espigas, siete años de fetilidad y siete de
esterilidad. Y en el Exodo, el séptimo día fue establecido como
Sabbath de los Sabbaths, y consagrado al Señor como día de
descanso porque El dejó de trabajar el séptimo día. Moisés dejó
de orar el séptimo d a . El séptimo día será la solemnidad del
Señor; el esclavo será libre al séptimo año; el séptimo año se
dejará descansar seis años a la tierra sembrada; el Sabbath y el
descanso serán el séptimo día; el séptimo día será llamado santo,
porque es el día del Sabbath. En el Levítico, el séptimo día será el
más célebre y santo, y el primer día del séptimo mes será un
Sabbath memorable: durante siete días se ofrecerán holocaustos al
Señor; durante siete días se celebrarán las festividades del Señor;
esto será algo eterno, todos los siete días, durante el año legítimo;
el séptimo mes se realizarán las fiestas, y se habitarán las tiendas
durante siete días; quien haya mojado su dedo en sangre se lavará
siete veces ante el Señor; un hombre curado de lepra mojará siete
veces su dedo en la sangre de un gorrión; quien tenga flujo de
sangre se lavará siete veces en la sangre de una ternera; se lavará
siete veces en las aguas vivas; Dios castigará siete veces por el
pecado cometido. En el Deuteronomio, siete pueblos tenían la
tierra de promisión; también se ve un séptimo año para la
remisión; había asimismo siete luces de candelabros del lado del
Mediodía. Y en los Números, se lee que los hijos de Israel
ofrecían siete ovejas inmaculadas; durante siete días se comía pan
ázimo; se expiaban los pecados con siete corderos y un morueco;
el séptimo día era muy célebre y santo; igual que el séptimo día
del mes de la fiesta de los Tabernáculos: y se ofrecían siete
terneras el séptimo día; Balaam erigió siete altares al término de
siete días; siete días, María la leprosa, hermana de Aarón, salió
del campo; quien tocara un cadáver sería inmundo durante siete
días. En Josué, siete sacerdotes llevaron el Arca de la Alianza ante
Jericó, y duran-te siete días caminaron en derredor de la ciudad, y
siete sacerdotes llevaban las trompetas, y al séptimo día siete
sacerdotes hicieron sonar las trompetas. Asimismo, en el libro de
los Jueces, Abessa reinó en Israel siete años; Sansón celebró sus
bodas durante siete días, y el séptimo planteó un enigma a su
mujer; fue atado con siete cuerdas de tripas y siete guedejas de
sus cabellos: el rey Madias oprimió durante siete años a los hijos
de Israel. Y en el libro de los Reyes, Elías dice siete veces: "Veréis
una nubecilla", y ésta apareció a la séptima vez; durante siete
días los hijos de Israel prepararon sus ejércitos y el séptimo
libraron combate;
David fue amenazado con una hambruna de siete años como
secuela del descontento de su pueblo; el niño resucitado por
Eliseo bostezó siete ve-ces; siete hombres fueron crucificados
juntos durante los días de la primera cosecha; Naaman es curado
por Eliseo lavándolo siete veces; Goliat fue muerto el séptimo
mes. Y en los Paralipómenos se ve que los cimientos fueron
concluidos el séptimo mes. En Esther, vemos que los persas
tenían siete esclavos; y en Tobías, siete hombres fueron unidos en
matrimonio con Sara, hija de Raguel; y en Daniel, el horno de
Nabucodonosor fue encendido siete veces, y había siete leones en
la fosa, y Nabucodonosor arribó el séptimo día. En el libro de Job
se lee sobre los siete hijos de Job, y que durante siete días y siete
noches los amigos de Job estuvieron sentados en tierra con él; y
en el mismo libro: nada malo os ocurrirá el'séptimo día. En
Esdras, se lee sobre las siete semanas de años; los siete consejeros
de Artajerjes; y allí mismo que todos los meses séptimos se
hacían sonar la trompeta; bajo Esdras el séptimo mes era el de la
Fiesta de los Tabernáculos, cuando los hijos de Israel estaban en
las ciudades; Esdras leyó la ley al pueblo el primer día del
séptimo mes. Y en los Salmos, David alaba siete veces a Dios por
día; se prueba la plata de siete maneras; Dios da el séptuplo a
nuestros vecinos o a nuestros enemigos. Y Salomón dice que
adquirió la sabiduría de las siete columnas, y que había siete
sabios que proferían sentencias, siete cosas que Dios odia y
detesta, siete maldades en el corazón de un enemigo, siete
inspectores, siete ojos mal avisados. Isaías cuenta siete dones del
Espíritu Santo, y siete mujeres que no tenían más que un hombre.
Y en Jeremías, siete pensamientos de mujeres concupiscentes; y
una madre que, habiendo dado a luz siete hijos, enfermó y perdió
la vida. En Ezequiel, el profeta gimió durante siete días; en
Zacarías, siete lámparas, y siete recipientes en lo alto del
candelabro; y siete ojos que recorren toda la tierra; siete ojos
sobre una piedra; y el ayuno del séptimo día se convierte en
alegría. Y en Miqueas, se hace aparecer siete pastores entre los
asirios.
También se encuentra en los Evangelios: siete
bienaventuranzas, siete virtudes a las que se les oponen siete
vicios, siete pedidos en la oración dominical, siete palabras del
CRISTO sobre la cruz, siete palabras de la santa Virgen María,
siete panes distribuidos por el Señor, siete canastas llenas de
comida, siete hermanos que tienen la misma mujer, siete pecadores
discípulos del Señor, siete cántaros en Caná de Galilea, siete
iras con que el Señor amenaza a los hipócritas, siete demonios
salidos del cuerpo de una pecadora; y siete demonios de los más
malignos contraídos por alguien de quien hicieron presa.
Asimismo, el CRISTO estuvo siete años fugitivo en Egipto; y a la
séptima hora la fiebre abandonó al hijo del regulo. Santiago, en
sus Epístolas Canónicas, describe siete grados de sabiduría, y
Pedro, siete grados de virtudes. En los Hechos, se cuentan siete
diáconos, y siete discípulos elegidos por los apóstoles. En el Apocalipsis
hay muchos misterios semejantes; pues se hallan siete
candela, bros, siete estrellas, siete coronas, siete iglesias, siete
espíritus ante el
trono, siete ríos de Egipto, siete sellos, siete cuernos, siete ojos,
siete espíritus de Dios, siete ángeles con siete trompetas, siete
cuernos de un dragón, siete cabezas de dragón con siete
diademas, siete plagas, siete re-domas sostenidas por siete
ángeles; siete cabezas de la bestia roja, siete montañas y siete
reyes encima, y se hacen oir siete truenos.
Este número tiene también mucha eficacia y virtud tanto en
las cere-
monias y cosas santas como en las naturales y demás. Es menester
mencionar aquí Ios siete días, los siete planetas, las siete Pléyades,
los siete ángeles del mundo, lo siete cambios del hombre, las siete
artes liberales, las siete mecánicas, las siete vedadas, y los siete
colores, los siete metales, los siete orificios de la cabeza humana,
los siete pares de nervios, las siete colinas de Roma, los siete sabios
de la época del profeta Jeremías, y los
siete sabios de Grecia; asimismo, Roma ardió durante siete días
en la época de Nerón; bajo siete reyes se hizo morir a diez mil
mártires; hubo siete durmientes; hay en Roma siete iglesias.
principales; Gregorio fundó siete conventos; santa Felicitas tuvo
siete hijos; para coronar a un Emperador tienen lugar siete actos
solemnes; son necesarios siete testigos para un testamento; hay
siete penas civiles y siete canónicas, y siete horas canónicas; el
sacerdote saluda siete veces durante la misa; hay siete
sacramentos, y siete órdenes clericales; a los siete años se puede
recibir la orden menor y poseer un beneficio sin cargo; hay siete
salmos penitenciales; y siete mandamientos de la segunda tabla;
Adán y Eva estuvieron siete días en el Paraíso; hay siete hombres
cuyo nacimiento predijeron los ángeles, a saber, Ismael, Isaac,
Sansón, Jeremías, Juan Bautista, Santiago, hermano de nuestro
Señor, y Jesucristo. En fin, este número tiene grandísima virtud
tanto para el bien como para el mal.
El antiquísimo poeta Lino cantó a este número con los
siguientes versos:
Septima cum venit lux, cuneta absolviere coepit
Omnipotens pater, atque bonis est septima et ipsa.
Est etiam rerum cunctarum septima origo,
Septima prima eadem, perfecta et septima septem;
Unde etiam coelum stellis errantibus altum
Volvitur et circlis totidem circum undique fertur.
Capítulo XIV
LOS NUMEROS UNDECIMO Y DUODECIMO,
CON UNA DOBLE ESCALA DEL NUMERO
DUODECIMO, LA CABALISTICA Y LA ORFICA
En razón de que el número Undécimo transgrede al décimo
que es el de la ley y los preceptos, y está en mengua respecto del
duodécimo que es el de la gracia y la perfección, se lo denomina
número de los pecados y los penitentes; por ello se ordenaba
confeccionar once sacos de cilicio en el tabernáculo; aquellos
eran la vestimenta de los penitentes y de quienes lloraban sus
pecados. Este número no tiene comunicación alguna con las
cosas divinas, ni con las celestes, ni atracción ni escala alguna
que conduzca a los superiores. Aunque no tiene mérito alguno,
empero a veces obtiene alguna gracia gratuita del cielo, como
aquél que fue llamado a la hora undécima a la viña del Señor, y
recibió la recompensa de quienes sufrieran el agobio y calor de
todo el día.
Mas el número Duodécimo es divino, porque sirve para
medir los cielos, y ayuda al gobierno de los espíritus; pues en el
Zodíaco hay doce signos en los que presiden doce ángeles
principales, sostenidos por el rocío del gran Nombre de Dios.
Júpiter efectúa su recorrido en doce años, y la Luna recorre doce
grados por día. En el cuerpo humano hay doce articulaciones
principales, a saber: en las manos, en los codos, en los hombros,
en los muslos, en las rodillas y en las vértebras de los pies. La
fuerza del duodenario es también grandísima en los misterios
divinos. Dios eligió doce familias' de Israel, y les confió doce
príncipes; ordenó que hubiese doce piedras ubicadas en el fondo
del Jordán y otras tantas sobre el pecho del sacerdote. Hubo doce
panes de proposición; y el altar estaba construido con doce
piedras, y el mar de bronce construido por Salomón estaba
sostenido por doce leones; en Helim había doce fuentes; a las
doce tribus se les adjudicaron doce apóstoles del Cristo; fueron
señalados y elegidos doce mil hombres de los pueblos; la Reina
del Cielo fue coronada con doce estrellas; y en el Evangelio hay
doce cestas de pedazos de pan sobrantes; doce ángeles presidían
en las doce puertas de la ciudad; y había doce piedras en la
Jerusalén celeste. Entre las cosas inferiores, muchos seres crecen
con este número: la liebre y el conejo, que son muy fecundos,
engendran doce veces al año; el camello gesta su fruto durante
doce meses, y el pavo real pone doce huevos.
Capítulo XV
NUMEROS QUE SE HALLAN SOBRE EL DOCE; SU PODER Y
VIRTUDES
Los otros Números que también están sobre el doce son
célebres por muchos y diferentes efectos que deben descubrirse,
extrayéndose las virtudes de su origen y sus partes, en la medida
en que están compuestos por un conjunto diferente de números
simples, o del producto de su multiplicación; a veces las cosas
que significan resultan de la disminución o del acrecentamiento
de otro número precedente, principalmente más perfecto; o bien
encierran en sí mismos los sacramentos de algunos misterios. Así
el tercero sobre diez señala el misterio de la aparición del Cristo
a las naciones; pues el día décimotercero después de su
nacimiento apare-ció la estrella milagrosa que condujo a los
Magos.
El número Catorce representa la figura del Cristo, que fue
inmolado por nosotros la luna décimocuarta del primer mes, y en
igual día los hijos de Israel recibieron orden de celebrar la Phase,
glorificando al Señor, es decir, el reconocimiento del paso del
Mar Rojo. Mateo señaló tan minuciosamente este número al
enumerar las generaciones del Cristo, que salteó algunas antes
que incluirlas en este número catorce.
El número quince es símbolo de las ascensiones espirituales;
por ello se le asignó el cántico de los grados en quince salmos, y
con este número también se relacionan los quince años de
prolongación del reino de Ezequías; y el día décimoquinto del
mes séptimo era venerado y santificado.
El número Dieciséis, compuesto por un cuadrado perfecto y
que en-cierra al diez, es por ello llamado por los pitagóricos
número afortunado; también encierra el número de los profetas
del Antiguo Testamento, y de los apóstoles y evangelistas del
Nuevo Testamento.
Los teólogos dicen que los números Dieciocho y Veinte son
desafortunados; pues el pueblo de Israel estuvo dieciocho años
en servidumbre bajo Eglon, rey de Moab; Jacob entró en
servidumbre a los veinte años de edad y José fue vendido a la
misma edad. En fin, entre todos los animales de muchas patas no
los hay que tengan más de veinte.
El número Veintidós señala un gran fondo de sabiduría, ya
que hay también ventidós letras hebreas y el Antiguo Testamento
incluye veintidós libros.
El Veintiocho nos señala el favor de la Luna, pues su
movimiento diferente del curso de los demás astros, es el único
que se cumple en veintiocho días; en ese lapso vuelve al mismo
punto del Zodíaco de donde saliera. Por ello, en cuestiones
celestes contamos las veintiocho casas de la Luna, que tiene
influencia y virtud totalmente singulares.
El número Treinta es notable por muchos misterios; nuestro
Señor JESUCRISTO fue tasado en treinta dineros; a los 30 años
de edad fue bautizado, comenzó a realizar milagros y a enseñar
el Reino de Dios. El mismo Juan el Bautista tenía treinta años
cuando empezó a predicar en
el desierto y a preparar los caminos del Señor; y Ezequiel, de
modo parecido, comenzó a profetizar a la misma edad. Cuando
José cumplió treinta años, fue sacado de prisión y el Faraón le dio
el gobierno de Egipto.
Los doctores hebreos atribuyen el número Treinta y dos a la
sabiduría; pues Abraham trazó por orden treinta y dos caminos de
sabiduría. Pero los pitagóricos lo llaman número de justicia porque
se puede dividir en partes iguales hasta la unidad.
Los antiguos prestaban mucha atención al número Cuarenta,
del que celebraban la fiesta llamada Tesseracoston (es decir, de los
cuarenta días) ; se afirma que actúa en el parto; en cuarenta días la
simiente se ubica y transforma en la matriz, hasta formarse un
cuerpo orgánico perfecto, dispuesto a recibir el alma racional a
través de todas las medidas y pro-porciones de sus partes
necesarias y concurrentes en las funciones de la vida. Las mujeres
están también más enfermas durante el mismo lapso después del
parto hasta que las partes femeninas que sufrieron los esfuerzos del
alumbramiento vuelven a su estado anterior a la purificación. Los
niños se hallan cuarenta días sin reir y en más grande peligro, y
más sujetos a enfermedades. Asimismo, el número cuarenta
significa, en religión, expiación, penitencia y muchos grandes
misterios; ya que el Señor, en la época del Diluvio, hizo llover
sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches; los hijos de
Israel permanecieron cuarenta años en el desierto; los santos
santificaron este mismo número de días mediante sus ayunos, ya
que Moisés, Elías y el Cristo ayunaron durante cuarenta días. El
Cristo fue llevado en el seno de la Virgen durante cuarenta
semanas; el CRISTO permaneció desde su nacimiento, durante
cuarenta días, en Belén antes de ser presentado en el templo;
predicó públicamente durante cuarenta meses; estuvo oculto en el
sepulcro durante cuarenta horas; ascendió a los cielos cuarenta días
después de su resurrección. Nuestros teólogos aseguran que todo
aquéllo no se realizó sin la mediación de un misterio o una
propiedad oculta en este número.
El número Cincuenta significa la remisión de los pecados y
de la servidumbre, y la libertad; pues, según la ley, otrora se
remitían las deudas cada cincuenta años, y cada cual volvía a la
posesión de su bien. Este número nos hace conocer una promesa
solemne de perdón y penitenció mediante el año de Jubileo, y
mediante el Salmo de la penitencia. La ley misma, y el Espíritu
Santo están declarados en este número. Cincuenta días después que
el pueblo de Israel salió de Egipto, Moisés recibió la ley sobre el
monte Sinaí; y cincuenta días después de la resurrección, el Espíritu
Santo descendió sobre los apóstoles, en el monte Sión; de allí
pro-viene que este número sea llamado número de gracia, y se le
asigne al Espíritu Santo.
El número Sesenta estaba también consagrado entre los
egipcios, pues concuerda con el cocodrilo que, a los sesenta días,
pone sus huevos, y los empolla otros sesenta días; asimismo, debe
decirse, que el cocodrilo vive sesenta años; que tiene sesenta
dientes; en fin, que cada año se recoge sesenta días, sin comer.
El número Setenta también tiene sus misterios; pues durante el
cautiverio de Babilonia el fuego del sacrificio se conservó setenta
años oculto bajo el agua; Jeremías había predicho la destrucción
futura del templo en igualdad de años; el cautiverio de Babilonia
duró setenta años; la destrucción de Jerusalén se cumplió durante un
número parecido de años. Asimismo, había setenta palmas en el
lugar donde acamparon los hijos de Israel; los padres descendieron
en Egipto con setenta personas; setenta reyes con las manos y los
pies cortados se reunieron para comer en la mesa de Adonibesec;
Joás engendró setenta hijos; Jeroboal tuvo setenta hijos varones;
Abimelec recibió setenta medidas de plata; Abimelec mató a setenta
hombres sobre una piedra: Abdón tuvo setenta hijos y sobrinos -que
montaban sobre setenta borricos; Salomón tuvo setenta mil hombres
portadores de carga; los setenta hijos de Acab, rey de Samaria,
fueron decapitados. El curso ordinario de nuestra vida, según el
Salmista, es de setenta años. Lamec fue juzgado setenta veces siete,
y los pecados son condonados al pecador setenta veces siete.
El número Setenta y dos es notable por las setenta lenguas
distintas para discurrir; por los setenta y dos ancianos de la
Sinagoga; por los setenta y dos intérpretes del Antiguo Testamento;
y por los setenta y dos discípulos insignes del CRISTO. Y este
número concuerda mucho con el doce: así, en cuestiones celestes,
al estar dividido cada signo en seis partes, resultan setenta y dos
números quinarios, en los que presiden setenta y dos ángeles, y
setenta y dos nombres de Dios influyen encima; y cada número
quinario preside una lengua particular con tanta eficacia que los
astrólogos y fisiógnomos pueden conocer por aquél en qué idioma
nacerá cada uno; también hay setenta y dos articulaciones
manifiestas en el cuerpo humano que le guardan correspondencia;
de dichas articulaciones hay tres en cada dedo 'de las manos y de
los pies, y que con las doce principales, computadas anteriormente
en el número doce, componen el número setenta y dos.
El número Cien, en el que el Señor ubicó una oveja
recobrada, y que pasa también de la izquierda a la derecha, es
célebre tanto a causa de que está compuesto por 'decenas como
porque señala una perfección completa.
El número Mil contiene la perfección de toda clase de
números, y es el cubo del número denario, lo que significa una
perfección consumada y absoluta. Hay aún dos números que se
convirtieron en célebres por Platón en su República, y que no han
sido desaprobados por Aristóteles en sus Políticas; en dichos
números están marcados los grandes cambios que sobrevienen a las
ciudades, y estos números son el cuadrado del doce, y el . cubo del
mismo doce, a saber, el ciento cuarenta y cuatro, y el mil setecientos
veintiocho, que es el número fatal, pues en cualquier ciudad o república
sobre el que sobrevenga, estando cumplido el cubo, aquélla
declinará en seguida; sin embargo, en los cuadrados está sujeta a
cambio pero para mejor si es gobernada mediante sabia disciplina, y
podrá caer no por el destino sino por imprudencia. Esto basta
respecto de los números en particular.
Capítulo XXI
NUMEROS DEDICADOS A CADA DIVINIDAD Y A CADA
ELEMENTO
Los pitagóricos dedicaron los números sagrados a los
Elementos, y a las Divinidades que presiden sobre las cosas celestes;
pues atribuyeron al Aire el número ocho; al Fuego, el número
cuatro; a la Tierra, el número seis; y al Agua, el número doce.
Además, la unidad corresponde al Sol, que es el único rey de las
estrellas, en el que Dios puso su Tabernáculo; está probado por la
virtud productiva de esa especie ideal e intelectual, que esa unidad
está también consagrada a Júpiter, que es asimismo, padre y jefe de
los dioses, como la unidad es el principio y la fuente de los números.
El número dos es atribuido a la Luna, que es el segundo luminar y
representa el alma del mundo, y se llama Juno, porque la primera
conjunclon está entre uno y dos, y su sociedad es totalmente
semejante; este mismo numero dos es, de modo parecido, atribuido a
Saturno, y a Marte, que son, según los astrólogos, dos astros
desafortunados. Así el número tres pertenece a Júpiter, al Sol y a
Venus, como a tres planetas afortunados; también se atribuye a
Vesta, a Hécate y a Diana; de ahí la triple Hécate y Diana de tres
rostros; el número tres está pues dedicado a esa diosa, que se dice
poderosa en el cielo y en el Erebo. El número cuatro también
pertenece al Sol, que por este número constituye las cuatro partes
cardinales del cielo, y concreta la diferencia de las cuatro estaciones;
se atribuye también a
Cilenio, porque es tomado solamente por el Dios cuadrado. El
número cinco, compuesto por el primer número par y el primer
número impar, como de dos sexos, el masculino y el femenino, es
atribuido a Mercurio; de modo parecido se atribuye al mundo
celeste, que además de los cuatro elementos comunes, él mismo,
bajo otra forma, es un cinco. El número seis que está compuesto
por tres multiplicado por dos, como por la mezcla de dos sexos,
atribuido según la doctrina de Pitágoras, a la generación y los
matrimonios, está consagrado a Venus y a Juno. El número siete
significa el reposo y está consagrado a Saturno; este número siete
rige el movimiento y la luz de la Luna; por ello lleva el nombre de
la virgen Tritonia, ya que ésta no concibe; se atribuye a Minerva,
porque ésta no es padre ni madre; asimismo, a la viril Palas,
porque está compuesto tanto por números masculinos como
femeninos; Plutarco atribuye también este número siete a Apolo.
El número ocho, a causa de la religión de la justicia, está
consagra-do a Júpiter; es también dedicado a Vulcano, pues está
compuesto por el primer movimiento y el número dos,
multiplicado por sí mismo, dedicado a Juno.; también está
consagrado a Cibeles, la gran madre de los dioses, a la que le fue
dedicado el cubo en general; Plutarco lo dedica a Baco o Dionisio,
que según se dice nació al octavo mes; además porque los niños
que nacen en el octavo mes de su concepción no viven, se
atribuyó este número ocho a Saturno y a las Parcas. El número
nueve pertenece a la Luna, como receptáculo último de todos los
poderes y virtudes celestes, al igual que a las Musas y a Marte,
término de todas las cosas. El número diez circular, por la misma
razón que la unidad es atribuida al Sol, está dedicado a Jano
porque el fin del primer giro viene en auxilio de la segunda
unidad; además, es atribuido al Mundo. El número doce se
atribuye, de modo parecido, al Mundo, al Cielo y al Sol, porque el
Sol, al recorrer los doce signos del Zodíaco, divide el año en doce
meses. Pero el número once, por ser semicircular, es atribuido a la
Luna e incluso a Neptuno.
Capítulo XXII
TABLAS DE LOS PLANETAS, SUS VIRTUDES Y
FORMULAS, NOMBRES DIVINOS, INTELIGENCIAS
Y DEMONIOS QUE LOS GOBIERNAN
Los magos nos proporcionan en sus obras ciertas tablas de
los números, distribuidas en los siete planetas, denominadas
Tablas sagradas de los Planetas, dotadas de muchas y grandes
virtudes de las cosas celestes, en la medida en que representan esa
razón o forma divina de los números celes-tes, impresa sobre las
cosas celestes, por las ideas del pensamiento divino, por la razón
del alma del mundo, y por la dulcísima armonía y acorde de
los rayos celestes, según la proporción de las efigies que
significan el con-cierto de las inteligencias superiores, y que no
pueden ser representadas de ningún otro modo que por las figuras
de los números y los caracteres. Los números materiales y las
figuras nada pueden en los misterios de las cosas ocultas si no se
representan con números y figuras formales, en tanto sean
gobernados y animados por las inteligencias y numeraciones
divinas que unen los extremos de la materia y el espíritu a la
voluntad de un alma elevada por una gran intención, actuando
mediante una virtud celeste, recibiendo el poder de Dios por el
alma del mundo y las observaciones de las constelaciones celestes
sobre la materia aplicada a la forma conveniente, disponiendo los
medios mediante la industria y la ciencia de la Magia. Pasemos
ahora a la explicación de cada tabla en particular.
La primera de estas tablas, atribuida a Saturno, está
compuesta por un cuadrado de tres columnas, conteniendo nueve
números particulares; y en cada columna tres números del lado
que se los tome, y mediante las dos diagonales componen el
número quince, y la suma total de todos estos números totaliza
cuarenta y cinco. Los nombres que forman los números
antedichos, extraídos de los nombres divinos, presiden en esa
tabla, junta-mente con una inteligencia para el bien y un demonio
para el mal; y de los mismo números se extrae una firma o rúbrica
de Saturno y .sus espíritus como los representaremos después aquí
sobre su tabla. Se dice que esa tabla grabada sobre una lámnia de
plomo, que representaba a Saturno afortunado, ayuda en el parto,
torna al hombre más seguro y potente, y hace que logre sus
demandas en las cortes de príncipes y poderosos; pero si esa tabla
está dedicada a Saturno infortunado, es contraria a los edificios, a
las plantaciones y cosas semejantes; hace decaer al hombre en
honores y dignidades, crea querellas y discordias, y hace dispersar
los ejércitos.
La segunda tabla, la de Júpiter, está compuesta por una
cuadrado multiplicado por sí mismo; contiene dieciséis números
particulares y, en cada línea y diagonal, cuatro números que,
juntos, totalizan treinta y cuatro, y la suma total de todos los
números de esa tabla forma ciento treinta y seis; y los números
divinos la presiden con una inteligencia para el bien y un demonio
para el mal. De esa tabla se extrae la rúbrica de Júpiter y sus
espíritus; se dice que, si está grabada sobre una lámina de plata
que represente a Júpiter potente y dominante, acuerda riquezas,
favor, amor, paz y concordia con los hombres, reconcilia a los
enemigos, asegura honores, dignidades y consejos; si está grabada
sobre coral, impide los maleficios.
La tercera tabla pertenece a Marte; está compuesta por un
cuadrado de cinco columnas; contiene cinco números; en los
costados de cada línea y en cada diagonal hay un cinco que
forman el número sesenta y cinco, y todos los números contados
juntos forman trescientos veinticinco. Está gobernada por los
nombres divinos con una inteligencia para el bien y un demonio
para el mal; se extrae la rúbrica de Marte y sus espíritus. Esa tabla
grabada sobre una lámina de hierro, o sobre una espada, que
representa a Marte afortunado, torna potente al hombre en la
guerra, sabio en sus juicios, afortunado en sus demandas, terrible
para sus adversarios, y
acuerda victoria sobre sus enemigos; y grabada sobre cornalina,
detiene la sangre y las menstruaciones; pero si se la graba sobre
una lámina de cobre rojo, que representa a Marte infortunado,
impide la edificación, hace decaer dignidades y honores, y perder
las riquezas; causa discordia, procesos y odios, y antipatías de
hombres y bestias; hace huir a las moscas, las palomas y los
peces; impide girar a los molinos, } torna desdichadas las cacerías
y batallas; vuelve estériles a los hombres y mujeres, y a todos los
animales; aterroriza a los adversarios y los obliga a guardar
respeto.
La cuarta tabla es atribuida al Sol, y compuesta por un
cuadrado de seis columnas, contiene treinta y seis números; los
seis en cada línea y lado y en cada diagonal producen el número
ciento once, y todos estos números juntos totalizan seiscientos
sesenta y seis. Está gobernada por los nombres divinos con una
inteligencia para el bien, y un demonio para el mal; y se extraen
los caracteres del Sol y los espíritus. Esa tabla, grabada sobre una
lámina de oro que representa al Sol afortunado, a quien la lleva
consigo lo torna glorioso, amable, gracioso, poderoso en todas sus
obras, y semejante a reyes y príncipes, encumbrándolo en cuanto
a fortuna, haciéndole obtener lo que quiere; pero si representa al
Sol infortunado, hace que quien la lleve sea tirano, soberbio,
ambicioso, insaciable, y tenga fin muy malo.
La quinta tabla es la de Venus, compuesta por un septenario
multiplicado por sí; contiene cuarenta y nueve números; tiene
siete en cada línea y lado, y en cada diagonal, que suman ciento
setenta y cinco, y la suma de todos estos números juntos totaliza
mil doscientos veinte. Lo presiden los nombres divinos con una
inteligencia para el bien y un demonio para el mal; de esa tabla se
obtiene la rúbrica de Venus y de sus espíritus. Si es grabada sobre
una lámina de plata que representa a Venus afortunada, procura
concordia; destruye disensiones; acuerda el amor de las mujeres;
contribuye a concebir; quita maleficios: instituye paz entre
hombre y mujer, y hace producir en abundancia toda clase de
animales; y ubicada en un palomar hace multiplicar a las palomas;
es buena contra las enfermedades melancólicas, y da alegría;
llevada encima, hace feliz al viajero; pero grabada sobre bronce
que representa a Venus infortunada, produce todo lo contrario de
lo dicho anteriormente.
La sexta tabla es la de Mercurio, compuesta por un octonario
multiplicado por sí; contiene sesenta y cuatro números; hay un
ocho en cada línea y lado, y en cada diagonal: suman doscientos
sesenta: todos estos números juntos en una suma totalizan dos mil
ochenta. Es gobernada por los nombres divinos con una
inteligencia para el bien y un demonio para el mal; de esa tabla se
obtiene la rúbrica de Mercurio y sus espíritus. Si está grabada
sobre plata o estaño, o cobre amarillo, o si está escrita sobre
pergamino Virgen con un Mercurio afortunado, hace que quien la
lleve sea gracioso y feliz para la obtención de lo que desee; hace
ganar, impide la pobreza; acuerda memoria, entendimiento, don
adivinatorio, y hace conocer las cosas ocultas a través de los
sueños; y con un Mercurio infortunado hace conocer lo contrario
de todas estas cosas.
La séptima tabla es la de la Luna, compuesta por un
novenario multiplicado por sí; tiene ochenta números: hay un
nueve en cada línea y lado, y en cada diagonal; forman
trescientos sesenta v nueve; todos estos números juntos
totalizan mis trescientos veintiuno. Los nombres divinos
presiden en esa tabla con una inteligencia para el bien y un
demonio para el mal; se obtienen los caracteres de la Luna y
sus espíritus. Si está grabada sobre plata con una Luna
afortunada, hace que quien la lleve sea gracioso, amable,
dulce, alegre v honrado, e impide toda maldad y mala
voluntad: da seguridad en los viajes, progresos en la riqueza y
salud corporal; expulsa a los enemigos y todas las demás
cosas nocivas de cualquier lugar que se desee; si esa tabla se
graba sobre una lámina de plomo con una Luna infortunada,
en cualquier lugar que se la entierre, lo torna sujeto al
infortunio, y a todos los que allí habitan y conversan: causa lo
mismo a los navíos, las fuentes, las riberas y los molinos:
torna infeliz a todo hombre contra el que se la destina con
ceremonias apropiadas, haciéndolo huir de su tierra y de su
patria, y del lugar de su morada, don-de se la haya enterrado;
estorba a los galenos, los oradores y todos los demás hombres
contra quienes haya sido preparada, para que realicen las
funciones de su oficio.
Un hábil indagador que sepa verificar bien estas tablillas
podrá fácil-mente hallar de qué manera se obtienen de estas
tablas las rúbricas y caracteres tanto de las estrellas como de
los espíritus.
Capítulo XXIII
FIGURAS, CUERPOS GEOMETRICOS Y SUS VIRTUDES EN LA
MAGIA; FIGURAS CORRESPONDIENTES A CADA ELEMENTO Y
AL CIELO
Las Figuras Geométricas, producidas por los números, no
tienen menor poder que éstos. En primer lugar está el círculo, figura
que corresponde a la unidad y al número diez; la unidad constituye
el centro y la circunferencia de todas las cosas; el número diez, por
acumulación, vuelve a la unidad, como a su principio; es el fin y la
cima de todos los números; se dice que el círculo es una línea sin
fin, o que carece de partes que puedan denominarse comienzo o fin;
su comienzo y fin están en cada punto; por ello se dice que el
movimiento circular es infinito, no respecto del tiempo sino del
lugar. Por eso la figura redonda se considera la más grande y
perfecta de todas, y la más apropiada para ligaduras y exorcismos:
de allí que quienes conjuran a los demonios malignos por lo común
se encierran en un círculo. De modo parecido, el pentágono con la
virtud del número cinco tiene maravillosa virtud contra los
demonios malignos al igual que mediante el trazado de sus líneas
medias que tienen dentro cinco ángulos obtusos, y fuera cinco
ángulos agudos de cinco triángulos que forman el contorno. El
pentágono interior encierra en sí grandes misterios; por ello es
menester conocer y entender las demás figuras, como el triángulo, el
cuadrángulo, el hexágono, el heptágono, el octógono y todas las
demás que, compuestos por múltiples y diferentes intérsecciones,
poseen significados y virtudes diferentes, según los diversos trazos y
proporciones de las líneas y los números.
Los egipcios y los árabes aseguraban que la figura de una cruz
es grandemente poderosa, y que debe ser fortísimo receptáculo de
todas las fuerzas celestes e inteligencias porque es, entre todas las
figuras, la más derecha, y la primera descripción de la superficie con
longitud v latitud; decían que estaba compuesta por la fuerza de las
cosas celestes, porque su fuerza llega a través de la rectitud de los
ángulos y rayos, y que las estrellas tienen grandísimo poder, cuando
en la figura celeste tienen cuatro ángulos principales, y componen
una cruz proyectando respectivamente sus rayos. Además, como se
dijo antes, la cruz guarda gran correspondencia con los números
cinco, siete y nueve, dueños de grandísimas virtudes. Asimismo, los
sacerdotes egipcios, desde el comienzo de su religión, la incluyeron
en el número de sus letras sagradas, porque según ellos la cruz
significa alegóricamente la vida de salud futura. Por eso fue impresa
sobre el pecho de Serapia: y los griegos la veneraban mucho.
Respecto de la religión hablaremos en otra parte.
Sólo es preciso señalar aquí todo lo que realizan de maravilloso
las figuras cuando las inscribimos sobre cartas, láminas o imágenes.
Su efecto maravilloso se produce a través de la virtud que les
comunican las figuras más elevadas, mediante determinada simpatía
generada por la apti.
tud y la similitud natural, según las cuales las representan bien: tal
como el eco nace contra una pared opuesta, y los rayos del sol,
reunidos en un espejo cóncavo y vueltos a proyectar de inmediato
sobre un cuerpo o madera u otra materia combustible opuesta
generan fuego; o tal como una cítara repercute en otra, sin otra razón
que la de enfrentar ambos instrumentos de figura adecuada y
totalmente semejante; o si se prefiere, como ocurre con dos cuerdas
tensas en igual intervalo y afinadas con igual tensión en una lira, que
al tocar una se produce la repercusión en la otra. De manera
parecida, las figuras de que hablamos y todos los caracteres
conciben en sí mismos las virtudes de las figuras celestes, siempre
que hayan sido confeccionadas o impresas con justeza y precisión de
tiempo y lugar, y con todas las ceremonias relativas a estas figuras
dominantes; como si una figura aspirara a una figura semejante, y la
exigiera.
Y todo lo que hemos dicho sobre figuras debe entenderse, de
modo parecido, respecto de los Cuerpos geométricos que son: la
esfera, el tetraedro, el hexaedro, el octaedro, el icosaedro, el
dodecaedro y semejantes. No debe olvidarse aquí las figuras que
Pitágoras y sus adherentes Timeo de Locres y Platón atribuyeron a
los elementos y al cielo. Ellos acordaron a la tierra el primer cubo de
ocho ángulos sólidos, y de veinticuatro planos y seis bases, con
forma cuadrada de dado. También acordaron al fuego la pirámide de
cuatro bases triangulares, e igual cantidad de ángulos sólidos, y de
doce planos. Acordaron al aire el octaedro de ocho bases
triangulares, y de seis ángulos sólidos, y de veinticuatro planos.
Acordaron al agua el icosaedro de veinte bases, y de doce ángulos
sólidos. En fin, atribuyeron al cielo el dodecaedro de doce bases
pentagonales, de veinte ángulos sólidos y sesenta planos.
Quien conozca las fuerzas de estas figuras y cuerpos, sus
relaciones y propiedades, podrá realizar muchas maravillas en la
Magia natural y la perspectiva, y principalmente en los espejos; en
mi caso particular sé que se operan cosas maravillosas y que existen
espejos en los que uno puede ver todo lo que desee a grandísima
distancia.
Capítulo XXVIII
LA COMPOSICION Y ARMONIA DEL ALMA HUMANA
Mí como Iq armonía del cuerpo se funda en la medida, y la
proporción conveniente para sus miembros, de igual manera la
Armonía del Espíritu se funda en el temperamento y proporción
justos de sus facultades y de sus operaciones que son la
concupiscible, la irascible y la racional, de las cuales he aquí las
proporciones: la razón por relación con la concupiscencia tiene la
proporción del diapasón, y respecto de la cólera tiene la
proporción del diatessaron; la irascible respecto de la facultad
concupiscible tiene la proporción del diapente. Cuando un alma
muy proporcionada está junto a un cuerpo también muy
proporcionado, es constante que tal hombre sea muy feliz en la
distribución de las perfecciones del cuerpo y del espíritu, en tanto
que el alma y el cuerpo concuerden en la
disposición de las cosas naturales; esa concordancia, en verdad,
está muy oculta; no obstante, los sabios de algún modo la han
descubierto. Mas para hablar brevemente de la armonía del alma,
debemos indagar los me-dios por los cuales aquella llega a
nosotros, es decir, en los cuerpos y esferas celestes. Conociendo,
pues, cuáles fuerzas del alma responden a cada planeta, ,nos será
muy fácil reconocer su armonía respectiva, por lo que hemos dicho
antes aquí. La Luna gobierna las fuerzas del acrecentamiento y el
decrecimiento; Mercurio gobierna la facultad fantástica y el genio
del hombre; la facultad concupiscible depende de Venus; la vital,
del Sol; la moviente o impulsiva, que también se llama irascible,
de Marte; la natural, de Júpiter; y toda virtud pasiva y receptiva
depende de Saturno. La voluntad, como Pr imum mobile, que
gobierna a voluntad todos estos poderes, y ella misma junto con la
razón, se inclina siempre hacia el bien; esa razón la aclara en su
camino como lo hace la luz para con el ojo. No la hace, sin
embargo, actuar, sino que permanece dueña de su acción; de allí
pro-viene que se diga libre albedrío, y aunque naturalmente tienda
siempre al bien que le conviene, no obstante algunas veces,
enceguecida por el error e impulsada por la fuerza animal, escoge
el mal creyendo que es el bien; por ello se define al libre albedrío
como una facultad del entendimiento y la voluntad por la que se
escoge el bien, con la ayuda de la Gracia, y el mal, cuando se está
privado de aquélla. Por tanto, esa misma Gracia, que los teólogos
llaman también caridad o amor infuso, está en la voluntad como
Primum mobile, y en su ausencia toda la armonía del alma cae en
la discordia.
Además, el alma tiene correspondencia con la tierra mediante
el juicio, con el agua mediante la imaginación, con el aire
mediante la razón, con el cielo mediante el entendimiento, y el
alma entra en armonía con ellos según estas cosas se hallen
atemperadas en este cuerpo mortal. Los antiguos sabios conocían,
pues, que las diversas y armónicas disposiciones de los cuerpos y
las almas se fundaban en la diversidad de las complexiones
humanas, y se servían útilmente de cantos musicales tanto para
conservar y restablecer la salud corporal como para conducir los
espíritus hacia las buenas costumbres hasta que se ajustaran al
hombre con la armonía celeste, convirtiéndolo todo en celeste.
Además, no hay nada más potente que la armonía musical para
aventar los malos espíritus que, caídos de esa armonía celeste, no
pueden sufrir concierto verdadero alguno por ser contrarios a ello,
huyendo muy lejos. Asimismo, David detuvo con su arpa a Saúl
que estaba poseído por un espíritu maligno. Sobre esta base los
antiguos profetas y patriarcas que conocieron estos grandes
misterios armónicos introdujeron en los oficios divinos los cantos
y la música.
Capitulo XXIX
OBSERVACION DE LAS COSAS
CELESTES, NECESARIA EN TODA
PRACTICA DE LA MAGIA
Toda virtud natural realiza en verdad cosas muy
maravillosas cuandc está compuesta no sólo por una proporción
física sino también cuando está animada y acompañada por la
Observación de las cosas Celestes es-cogidas y adecuadas para
este efecto (es decir, cuando se hace ver que la virtud de las
cosas celestes es la más fuerte para el efecto que anhelamos, y
que también es ayudada por muchas cosas celestes) sometiendo
total-mente las cosas inferiores a las celestes, como las hembras
apropiadas para los machos, a fin de ser fecundadas. Es preciso,
pues, observar en toda operación mágica las situaciones,
movimientos y aspectos de las estrellas y los planetas en sus
signos, y en sus grados, y en qué disposición están todas estas
cosas respecto de la longitud y latitud del clima; puesto que ello
cambia las cualidades de los ángulos que constituyen los rayos
de los cuerpos celestes sobre la figura de la cosa, pues según el
estado de ellos infunden las virtudes celestes.
De manera que todas las veces que se desee realizar lo que
respecta a un planeta, es necesario ubicarlo en sus dignidades,
afortunado y potente, y dominante en el día, la hora y la figura
del cielo; v no sólo se prestará atención al significador de la obra
potente sino también se observará que la luna esté ajustadamente
dirigida hacia este significador, pues nada se logrará sin la luna
favorable. Si se cuenta con muchos patrones de la obra, se
escogerán todos los fuertes y relacionados respectivamente con
un aspecto favorable. Si no se puede contar con estas clases de
aspectos, deberán escogerse al menos los angulares. Se observará
la Luna cuan-do aspecta a dos, o está en conjunción con uno y
aspecta a otro, o cuando pasa de la conjunción o aspecto de uno,
a la conjunción o aspecto de otro. Creo incluso que no debe
descuidarse Mercurio en toda práctica mágica puesto que es el
mensajero de los dioses de arriba y de abajo; cuando concurre
con los buenos, aumenta la bondad, y cuando lo hace con los
malos, influye sobre su maldad. Decimos que un signo o un
planeta es infortunado por el aspecto de Saturno o Marte,
principalmente si está opuesto o en cuadratura; puesto que estos
aspectos son de enemistad; pero su conjunción y su aspecto trino
y sextil son de amistad. Entre estos aspectos el más fuerte es la
conjunción; no obstante si aspectándolo el trino, se descubre
también al planeta, se lo considera como si estuviese en conjunción.
Todos los planetas temen la conjunción del Sol y se
regocijan con su aspecto trino o sextil.
Capítulo XXX
CUANDO SON MAS FUERTES LAS INFLUENCIAS DE LOS
PLANETAS
Los Planetas son Potentes cuando están en su casa, exaltación o
tr plicidad, término o faz, en dirección fuera de la combustión, en
aumente y en figura del cielo con dominación; es decir, cuando están
en los ár gulos, principalmente del Oriente, o de la décima casa, o en
las playa que suceden pronto, o en sus júbilos. Es preciso cuidarse
que no estén e los confines, o bajo la dominación de Saturno o
Marte, ni en grados ti nebrosos, pozos o vacíos. Habrá que cuidarse
que los ángulos del asee' dente de la décima y séptima casas sean
felices, y el amo del ascendente el lugar del Sol, el lugar de la Luna,
el lugar de la parte de fortuna, s dominante, y el amo de la
conjunción, o de la prevención precedente sea también felices; habrá
que dejar caer los planetas maléficos como infortt nados, a menos
que por azar no sean significadores de la obra propuesta o no sirvan
de manera alguna; tampoco debe dejárselos caer si tuviera la
dominación en la revolución del operador, o en su nacimiento. La
Lun dominará si está en su casa, exaltación, triplicidad o aspecto y
grado cor veniente para la experiencia que se desea; y si está en una
de las veint ocho moradas que conviene a ella y a la obra; no debe
estar en vía con busta ni lenta en su curso; no debe estar en la
eclíptica ni combusta po el Sol, a menos que no se halle por azar en
la conjunción con el Sol; n debe descender en latitud meridional
cuando sale de la combustión; n estar impedida por Marte o Saturno.
No considero necesario discurri más sobre estas cuestiones, puesto
que se hallan enfocadas suficientemente con muchas otras
necesarias, en los libros de los astrólogos.
Capítulo XXXI
OBSERVACION DE LAS ESTRELLAS FIJAS Y SU NATURALEZA
En todas las cosas debe tenerse igual precaución respecto de las
Es trellas fijas que de los planetas. Debe saberse que todas las
estrella fijas tienen el significado y la naturaleza de los siete
planetas; alguna pertenecen a la naturaleza de un planeta y otras de
dos. Por ello cuanta veces un planeta se halle junto a una de las
estrellas fijas de su naturaleza el significado de esa estrella se
tornará más fuerte, y la naturaleza del plane ta más potente; mas si la
estrella es de dos naturalezas, el planeta más fuera junto con la
estrella superará en significado su naturaleza; por ejemplo si la
estrella es de la naturaleza de Marte y Venus, y Marte está junto
ella, la naturaleza de Marte será más potente en significado; si
Venus está junto a ella, la naturaleza de Venus será superior.
Las naturalezas de las estrellas fijas se distinguen por sus
colores, así como concuerdan con ciertos planetas y les son
asignados.
He aquí los colores de los planetas: Saturno es lívido o color
plomo, con tendencia al blanco; el color de Júpiter es amarillo
limón con matices pálidos y claros; Marte es rojo y color fuego; el
Sol es color azafrán, ardiente a la salida, y luego radiante; Venus
es blanco, pero a su salida blanco brillante, y a su puesta,
resplandeciente; Mercurio es radiante, y la Luna rubia.
Debe también señalarse que cuando más grandes y luminosas
son y parecen las estrellas fijas, su significado es más grande y
fuerte; lo mismo ocurre con las estrellas que, según los astrólogos,
son de primera y segunda dimensión. Enumeraré aquí algunas de
las más importantes por esa facultad de significado. El ombligo de
Andrómeda, en el grado 229 de Aries, de la naturaleza de Venus y
Mercurio; unos la llaman Jovial, otros Saturnal. La cabeza de
Algol en el grado 18° de Tauro, de la naturaleza de Saturno y
Júpiter. Las Pléyadas en el grado 22° del mismo signo, constelación
de la naturaleza de la Luna, y de la complexión de Marte.
Aldebarán, en el grado 39 de Géminis, de la naturaleza de Marte, y
de la complexión de Venus; Hermes la ubica en el grado 259 de
Aries.
En el grado 39 de Géminis está también la Cabra, de la
naturaleza de Júpiter y Saturno. En el grado 79 de Cáncer está la
gran Canícula, de la naturaleza de Mercurio, y de la complexión de
Marte. En el grado 219 de Leo, la estrella Real, que se llama
corazón de León, de la naturaleza de Júpiter y Marte. En el grado
199 de Virgo, la cola de la Gran Osa, de la naturaleza de Venus y
la Luna. En el grado 7
9 de Libra, el ala derecha del Cuervo; y en el
grado 139 de Libra, el ala izquierda; los dos son de la naturaleza de
Saturno y Marte. En el grado 169 de Libra, la Espiga, de la
naturaleza de Venus y Mercurio. En el grado 179 de Libra,
Alcameth, de la naturaleza de Marte y Júpiter; está en buen aspecto
con Júpiter y en mal aspecto con Marte. En el grado 49 de
Escorpio, Elepheia, de la naturaleza de Venus y Marte. En el grado
39 de Sagitario, el corazón del Escorpión, de la naturaleza de
Marte y Júpiter. En el grado 7
9 de Capricornio, el Buitre que cae,
de la naturaleza de Mercurio y Venus. En el grado 169 de Acuario,
la cola de Capricornio, de la naturaleza de Saturno y Mercurio. En
el grado 39 de Piscis, el lomo del Caballo de la naturaleza de
Júpiter .y Marte.
Tendráse por norma general esperar dones especiales
de cada estrella dominante; cuando es infortunada estará
impedida, y de manera opuesta, como se señaló antes. En la
proporción en que los cuerpos celestes están bien o mal dispuestos,
nos tocan y disponen bien o mal, tanto a nosotros como a nuestras
experiencias y cosas de las que nos servimos; y aunque las
estrellas fijas crean muchos efectos, sin embargo, estos son
atribuidos a los planetas, tanto porque están más cerca de nosotros
y son más distintos y conocidos como porque los planetas ponen
en ejecución todas las influencias de las estrellas superiores.
EL SOL , LA LUNA, Y SUS RAZONES MAGICA S
El Sol y la Luna administran los cielos y todos los cuerpos que
estar debajo del cielo. El sol gobierna todas las fuerzas elementales,
y la luna por la virtud del sol, gobierna la generación, el crecimiento
y el decreci miento; por ello Albumasar dice que todas las cosas
viven por el sol y la luna; y Orfeo los llama, por eso, los ojos
vivificantes del cielo.
El Sol da luz a todas las cosas con sus propias reservas, y
efectúa una copiosa distribución no sólo en el cielo y el aire sino
también sobre h tierra, y en lo más profundo del abismo. Todo lo
bueno que tenemos dice Jámblico, proviene del sol, o
inmediatamente de él solo, o de él mis mo por mediación de otros
cuerpos celestes. Heráclito lo llama fuente de la luz celeste, y
muchos platónicos dijeron que el alma del mundo estaba
principalmente en el sol, ya que aquélla llena todo el globo del sol,
expande sus rayos por todos lados, como un espíritu que ella envía a
todas la: cosas, distribuyendo la vida, el sentimiento y el
movimiento en el universo Por ello, los antiguos naturalistas
llamaron al sol el corazón del cielo; y los caldeos lo ubicaron en
medio de los planetas. Los egipcios también lo ubicaron en medio
del mundo, como entre los dos quinarios del mundo; es decir,
pusieron cinco planetas encima del sol, y debajo de éste, a la luna y
los cuatro elementos. Este mismo sol, entre los otros astros, es ima
gen y estatua del príncipe supremo, como luz verdadera de uno y
otra mundo (el terrestre y el celeste), y simulacro perfecto de Dios,
cuya esen cia nos señala al Padre, al esplendor del Hijo y al calor del
Espíritt Santo: y esto de tal suerte que los académicos no cuentan
con nada mejor para poder demostrar más vívidamente la esencia
divina.
El sol respondí a Dios con tanta armonía que Platón lo llama
Hijo de Dios visible; } Jámblico, imagen de la inteligencia divina; y
nuestro Dionisio dice que es la estatua transparente de Dios. Este
mismo sol preside como un rey en medio de los demás planetas,
superándolos a todos en luz, tamaño
belleza; iluminándolos a todos, distribuyéndoles la fuerza para
dispone' todas las cosas inferiores; regulando sus cursos, de manera
que sus movi mientos se cumplan de día o de noche, hacia Mediodía
o Septentrión, hacia Oriente u Occidente, directos o retrógrados. Y
así como el sol disipa con su luz las tinieblas de la noche, de igual
modo disipa a todos los poderes de las tinieblas, como leemos en
Job: tan pronto aparezca la aurora, disi pará las sombras de la
muerte; y el Salmista, al hablar de los leoñcillos que piden permiso a
Dios para devorar, concluye: "Salió el sol, se unieror en manada y
encerraron en sus cubiles y, al escapar, el hombre saldrá para
dirigirse a su labor.". Al dominar, pues, el sol la región media del
mundo y ser como el corazón del universo entre todas las cosas
anima• das, de igual manera preside en el cielo y el mundo,
dominando el imperic sobre el universo mismo y las cosas
contenidas en él, gobernando y regu
lando el tiempo, creando los días y los años, el frío y el calor, y las
demás cualidades de las estaciones; y como dice Ptolomeo, al
llegar al sitio de una estrella, imprime movimiento a la fuerza que
aquella tiene en el aire: por ejemplo, con Marte prodiga calor; con
Saturno, frío, y gobierna el espíritu y el valor del hombre. Por ello
Homero dice, y lo confirma Aristóteles, que los movimientos del
espíritu del hombre son tales que el sol, rey y morador de los
planetas, los imprime cada día.
La Luna, más próxima a la tierra, recibe todas las influencias
celes-tes; por medio de la velocidad de su curso, se une cada mes
al sol y a los demás planetas y estrellas, oficiando de mujer para
con todas las estrellas; es la más fecunda, recibiendo en sí una
especie de feto, que son los rayos y las influencias del sol y de
todos los demás planetas y estrellas, dándolos a luz como mediante
un parto en el mundo inferior vecino; todas las estrellas se
extienden sobre ella, como receptora última, que al punto
comunica el influjo de todos los elementos superiores a los
inferiores, volcándolos sobre la tierra. Su poder sobre las cosas
inferiores es el más manifiesto de todos, y su movimiento es el
más sensible, a causa de la familiaridad y vecindad que tiene con
nosotros, y porque se comunica con todas estas cosas, como
ubicada en medio de los cuerpos superiores e inferiores. Por ello
debe considerarse su movimiento por encima de todos los demás,
ya que es el que ejecuta casi todos los conciertos que ella mantiene,
de modo diverso, con las cosas de aquí abajo, según su
propia complexión, movimiento, situación y aspectos diferentes
respecto de los planetas y todos los demás astros. Y aunque recibe
las fuerzas de todas las estrellas, no obstante en mayor abundancia
las recibe del sol, cuando está en conjunción con éste; el sol la
llena de fuerza vivificante y ella recibe de él su complexión en
proporción a su mirada.
En su primer cuarto, según los
peripatéticos, es caliente y húmeda; en el segundo, caliente v seca;
en el tercero, fría y seca; y en el cuarto, fría y húmeda. Y aunque
sea el más bajo de todos los astros, no obstante desarrolla todas las
producciones de los astros superiores, puesto que el orden de las
cosas comienza por ella en las cosas celestes, lo que Platón llama
cadena áurea, por medio de la cual cada cosa o cada causa, al estar
encadenada con otra, depende de una superior hasta que llega a la
primera y soberana causa de todas las cosas de donde depende
todo. De allí surge que de ningún modo podemos extraer la fuerza
de las cosas superiores a no ser por medio de la luna. Por ello
Thebit dice que, para disponer de la fuerza de una estrella, debe
contarse con la piedra y la hierba de esa estrella, cuando la luna
está felizmente sometida a esa misma estrella, o la mira
favorablemente.
Capítulo XXXIV
EL VERDADERO MOVIMIENTO DE LOS CUERPOS
CELESTES; LA OCTAVA 'ESFERA; LA NATURALEZA
DE LAS HORAS PLANETARIAS
Quienes deseen realizar sus operaciones según la oportunidad
del cielo deben observar dos cosas, o de ambas, una, a saber: los
Movimientos de las estrellas, o los Tiempos. Me refiero a los
movimientos cuando están en sus elevaciones, o en sus descensos,
esenciales o accidentales; me refiero a los tiempos, los días y las
horas distribuidos en sus dominaciones.
Los astrólogos hablaron con bastante amplitud sobre todas
estas cosas en sus libros, donde podrá recurrirse en procura de
instrucción. Debemos pensar aquí principalmente en dos cosas. La
primera: observar los movimientos de las estrellas, sus
ascendentes, sus ángulos, en qué estado se hallan verdaderamente
en la • octava esfera; muchos descuidan de hacer esto y cometen
muchos errores al levantar las figuras de los cuerpos celes-tes y
por ello se ven privados del fruto que esperan.
Lo otro que debe observarse son los tiempos, buscando las
horas de los planetas. Casi todos los astrólogos dividen todo el
intervalo del tiempo desde la salida del sol hasta su puesta en doce
partes iguales, y las llaman las doce horas del día, y luego, el
tiempo que sigue desde la puesta del sol hasta él orto, dividido de
modo parecido en doce partes iguales que llaman las doce horas de
la noche; luego dividen cada una de estas horas en cada uno de los
planetas, según su orden de sucesión, dando siempre la primera
hora del día al Señor de este día, seguido por cada uno de los
planetas según su 'orden hasta el fin de las veinticuatro horas. Los
magos reciben esa división de los astrólogos; pero hay algunos que
no están de acuerdo en cuanto a la división de las horas y dicen
que el intervalo desde el orto hasta el ocaso del sol no se debe
dividir en partes iguales y que estas horas no se llamaron iguales
porque las del día sean desiguales respecto de las de la noche, sino
porque las del día y la noche, cada una en particular, son también
desiguales entre sí. En consecuencia, la división de estas horas
desiguales de los planetas tiene otro fundamento de medida y
división sobre el que se basan los magos, a saber, así como en las
horas del día artificial que son siempre iguales entre sí, las
ascensiones de quin-ce grados en el equinoccio constituyen una
hora artificial; asimismo, en las horas planetarias, las ascensiones
de quince grados de la eclíptica constituyen una hora planetaria o
desigual, de la que debe buscarse y hallarse la medida en las tablas
de ascensiones oblicuas de cada región.
Capítulo XXXV
COMO TODAS LAS COSAS ARTIFICIALES (IMAGENES, SELLOS Y
DEMAS) RECIBEN VIRTUDES DE LOS CUERPOS CELESTES
La dimensión de los Cuerpos Celestes, su virtud y poder son
tales que no sólo las cosas naturales sino también las Artificiales,
cuando son expuestas regularmente a las superiores, reciben de
inmediato las impresiones del agente potentisimo, y de la vida
maravillosa que les da una fuerza celeste, y a menudo asombrosa;
esto lo confirma el divino Tomás de Aquino, santo doctor, en su
libro del Destino, donde dice que las mismas vestimentas, los
edificios y todas las obras de arte reciben ciertas cualidades de los
astros. Es así como los magos aseguran que no sólo mediante la
mezcla y aplicación de las cosas naturales sino también mediante
las ~imágenelos sellos, los anillos, los espejos y otros instrumentos
fabrica-dos bajo ciertas constelaciones precisas, se pueden recibir
cierta ilustración y algo admirable de lo alto. Los rayos de los
astros, animados, vivos, sensibles, portadores de dones y cualidades
maravillosos, y cíe un fortísimo poder, al instante y al menor
contacto imprimen sobre las imágenes fuer-zas milagrosas en una
materia que dista de estar bien preparada. No obstante acuerdan
virtudes más eficaces a las irnógenes confeccionadas no con
materia común sino escogida, cuya virtud natural contribuye a la
obra con la virtud específica, siendo la figura de la imagen
semejante a la figura celeste. Tal imagen, tanto a causa de su
materia naturalmente conveniente para la obra y el influjo celeste
como a causa de su figura semejante a la figura celeste, y muy
preparada para recibir las acciones y virtudes de los cuerpos y
figuras celestes, tal imagen, digo, se convierte de repente en capaz
de realizar funciones celestes; entonces actúa perpetua-mente sobre
otro sujeto, y las demás cosas se inclinan hacia ella por obediencia.
Por ello, Ptolomeo en su Centiloquio dice que las cosas inferiores
obedecen a las celestes, y no sólo a ellas sino también a sus
imágenes, como los escorpiones de la tierra a los escorpiones
celestes, que también obedecen a la imagen del escorpión, si fue
creada en tiempo apropiado bajo su ascendente y dominación.
Capítulo XXXVI
LAS IMAGENES DEL ZODIACO Y SUS
VIRTUDES GRABADAS POR LAS
ESTRELLAS
En el cielo hay muchas Imágenes Celestes sobre cuya
semejanza se representan estas clases de imágenes ; hay algunas
visibles, con cuerpos ; las hay imaginables, que observaran los
egipcios, caldeos y egipcios, y sus partes se hallan en tal estado
que ciertas figuras se distinguen de otras. De esa manera
introducen en el círculo del Zodíaco doce imágenes generales,
según el número de signos.
Dice pues que las imágenes de Aries, Leo y Sagitario, que
constituyen la triplicidad ígnea y oriental, son buenas contra fiebre,
hidropesía, gota y contra todas las enfermedades provocadas por
los humores fríos y flemáticos; que a quien las lleva lo torna
agradable, elocuente, ingenioso y honorable porque estas son las
casas de Marte, del Sol y de Júpiter. De modo parecido,
confeccionaban la imagen de Leo contra los sueños y visiones
melancólicas, contra la hidropesía, la peste, las fiebres, y para
curar las enfermedades, en la hora del Sol, en el primer grado
ascendente de la faz de Leo, la cual junto con el decanato
pertenecen a Júpiter; pero confeccionaban esa misma imagen
cuando el Sol estaba en medio del cielo en el corazón de Leo,
contra el mal de piedra y de los riñones, y contra los perjuicios de
las bestias.
Además, Géminis, Libra y Acuario, por ser la triplicidad
aérea y occidental, y domicilio de Mercurio, Venus y Saturno, se
juzga que disipan las enfermedades melancólicas, sirven para
establecer amistad y concordia, son buenas contra la melancolía y
contribuyen a la salud; y se dice principalmente que Acuario cura
la fiebre cuartana.
Asimismo, Cáncer, Escorpio y Piscis, por ser la triplicidad
acuática y septentrional, tienen virtud contra las fiebres calientes y
secas, de modo similar contra la fiebre consuntiva y todas las
dolencias coléricas. Pero Escorpio, por contemplar, entre las partes
del cuerpo humano, las genitales, incita a la lujuria; a este efecto
confeccionaban su figura en el ascendente de su tercera faz que es
para Venus; y preparaban esa misma imagen para utilizarla contra
serpientes, escorpiones, venenos y demonios, en el ascendente de
su segunda faz, que es la del Sol y decanato de Júpiter; y se dice
que da buen color. También se dice que la imagen de Cáncer es
muy eficaz contra serpientes y venenos, cuando el Sol y la Luna
están en conjunción en este signo, y se hallan en su ascendente en
la primera o tercera faz; pues ésta es la faz de Venus, el decanato
de la Luna; y aquélla la faz de la Luna, el decanato de Júpiter.
También se afirma que las serpientes se enroscan cuando el Sol
está en Cáncer.
En fin, Tauro, Virgo y Capricornio, por ser la triplicidad
terrestre y meridional, curan las enfermedades calientes; son
buenos contra la fie-
bre sínoca; a quienes los llevan los tornan agradables,
bienvenidos, elocuentes, devotos y religiosos, mientras estén en
las casas de Venus, Mercurio y Saturno. También se dice que
Capricornio preserva a los hombres contra todo accidente, y
asegura los lugares, pues es la exaltación de Marte.
Capítulo XXXVII
LAS IMAGENES DE LAS FACES, SUS VIRTUDES,
Y LAS IMAGENES QUE ESTAN FUERA DEL ZODIACO
Además, en el Zodíaco hay treinta y seis Imágenes, igual que
treinta y seis Faces, de las que, según lo expresa Porfirio, Teucro
de Babilonia, antiquísimo matemático, compuso un Tratado,
escribiendo también, después de él, los árabes. Se dice pues que
en la primera faz de Aries aparece el simulacro de un hombre
negro, de pie, vestido y ceñido de blanco, de cuerpo grande, ojos
rojizos, muy robusto y que parece encolerizado; esa imagen
significa y crea audacia, bravura, hombre altivo y desvergonzado.
En la segunda faz aparece una forma de mujer revestida con
un manto, rojo por arriba y blanco por debajo, con un pie
adelantado; esa imagen crea nobleza, elevación de un reino y
grandeza de dominio.
En la tercera faz se aparece la figura de un hombre blanco,
pálido, de cabellos rojizos, vestido de rojo, llevando en una mano
un brazalete de oro, sosteniendo un bastón de madera; está
inquieto, parece encolerizado, porque no puede hacer el bien que
desea; esa imagen da genio, humanidad, alegría y belleza.
En la primera faz de Tauro aparece un hombre totalmente
desnudo, labriego; da buenas siembras, faenas y edificios; ayuda a
poblar, divide las tierras, y acuerda ciencias geométricas.
En la segunda faz aparece un hombre totalmente desnudo,
tiene una llave en la mano; da poder, nobleza y autoridad sobre
los pueblos.
En la tercera faz aparece un hombre con una serpiente y una
flecha en la mano; es la imagen de la necesidad y la utilidad, y
también de la miseria y la servidumbre.
En la primera faz de Géminis aparece un hombre, con una
vara en la mano, que parece servir a otro; da sabiduría, ciencia de
los números, y artes que no son útiles.
En la segunda faz aparece un hombre con una flauta en la
mano, y otro inclinado, un sepulturero que cava la tierra; estas dos
figuras significan versatilidad infame y deshonesta, como la de
los bufones, y significan trabajos y búsqueda con pena.
En la tercera faz aparece un hombre que busca sus armas, y
un loco con un ave en su diestra, y en su siniestra una flauta; estas
dos imágenes significan olvido, indignación, audacia, juegos y
burlas, y palabras vanas.
En la primera faz de Cáncer aparece una niña, cubierta con
bellos vestidos, con una corona sobre la cabeza; da sutileza de los
sentidos, y de genio, y amor de los hombres.
En la segunda aparece un hombre vestido con ropas
decorosas, o un hombre y una mujer sentados a una mesa,
jugando; dan riquezas, alegría, júbilo y amor de las mujeres.
En la tercera faz aparece un cazador, con pica y cuerno de
caza, llevando sus perros a cazar; esa figura significa contrariedad
para los hombres, persecución para los fugitivos, y apoderamiento
de cosas median-te armas y riñas.
En la primera faz de Leo aparece un hombre montado sobre
un león; significa audacia, violencia, crueldad, maleficio,
concupiscencia y trabajo arduo.
En la segunda faz aparece una figura con las manos en alto,
y un hombre coronado, y una forma masculina encolerizada y
rebosante de amenazas, la espada desnuda en su diestra, y un
escudo en la siniestra; estas imágenes significan riñas ocultas,
victorias desconocidas y ganadas por hombres de baja condición,
y ocasiones de litigios y combates.
En la tercera faz aparece un joven que sostiene en su mano
un látigo o disciplina, y un hombre muy triste, de feo rostro; estas
dos figuras significan amor, sociedad y renunciamiento propio
para evitar disputas y réplicas.
En la primera faz de Virgo aparece la figura de una buena
muchacha y de un hombre que arroja semillas; significa
acumulación de riquezas, acopiamiento, labor rural, siembra y
población.
En la segunda faz aparece un hombre negro vestido con
cuero, y un hombre melenudo con dos bolsas; significan lucro,
acumulación de riquezas y avaricia.
En la tercera faz aparecen un mujer blanca y sorda, o un
anciano apoyado en un bastón; significan debilidad y enfermedad,
deterioro de miembros, destrucción de árboles y despoblamiento
de países.
En la primera faz de Libra aparece la forma de un hombre
encoleriza-do, con una flauta en su mano, y la forma de un
hombre que lee un libro; propende a la justicia y al auxilio de los
desdichados y débiles contra los malvados y poderosos.
En la segunda faz aparecen dos hombres malvados y
enojados, y un hombre recubierto de ornamentos, sentado sobre
un trono; significan in-dignación contra los malvados, y la vida
segura y descansada con bienes en abundancia.
En la tercera faz aparece un hombre violento con una arco, y
ante él un hombre totalmente desnudo, e incluso otro hombre con
un pan en una mano y un vaso de vino en la otra; significan
concupiscencia detestable, canciones, chanzas y glotonería.
En la primera faz de Escorpio aparecen una mujer de buena
apariencia, bien vestida, y dos hombres que pelean; se relaciona
con el decoro, la belleza, las disputas, las emboscadas, los
engaños, la maledicencia, las sus-tracciones y las pérdidas.
En la segunda faz aparecen un hombre y una mujer
totalmente des-nudos, y un hombre sentado en tierra, y ante éste
dos perros que se muerden mutuamente; significan desvergüenza,
engaño, hipocresía, celos, maledicencia, desdichas y disputas
entre hombres.
En la tercera faz aparecen un hombre inclinado sobre sus
rodillas, y una mujer que lo golpea con un bastón; significa
ebriedad, fornicaciones, iras, violencias y litigios.
En la primera faz de Sagitario aparece la forma de un
hombre con coraza y una espada desnuda en su mano; se relaciona
con el valor, la audacia y la libertad.
En la segunda faz aparece una mujer que llora y está cubierta
con una sábana; significa tristeza y temor por el propio cuerpo.
En la tercera faz aparece un hombre de color semejante al
oro, o un hombre ocioso que juguetea con su bastón; representa a
los voluntariosos y tercos, la prontitud para el mal, las disputas y
cosas terribles.
En la primera faz de Capricornio aparece la forma de una
mujer, y un hombre negro con bolsas llenas; representan a las
personas derrochonas y amantes del placer y el lujo, y la pérdida
con debilidad y bajeza.
En la segunda, faz aparecen dos mujeres y un hombre que
miran cómo un pájaro vuela por el aire; significan pedidos que no
se pueden formular e indagaciones que no se pueden saber.
En la tercera faz aparece una mujer casta de cuerpo y sabia
en sus acciones, y un cambista o financista que amontona sumas
de dinero sobre su mesa; significan gobierno prudente, deseo de
bienes y avaricia.
En la primera faz de Acuario aparecen una forma de hombre
prudente y la imagen de una mujer que hila; significan cuidado,
trabajo para ganar, pobreza y bajeza.
En la segunda faz aparece un hombre de luenga barba;
significa entendimiento, humanidad, modestia, libertad y buena
vida.
En la tercera faz aparece un hombre negro y encolerizado;
significa declaración o denuncia, insolencia y desvergüenza.
En la primera faz de Piscis aparece un hombre bien vestido,
con.dos cargas sobre la espalda; significa viajes, cambios de
lugar e inquietud por ganancias y medios de vida.
En la segunda faz aparece una mujer de bello rostro y bien
parecida; significa formulación de pedidos e intromisión en cosas
grandes y eleva-das.
En la tercera faz aparece un hombre totalmente desnudo, o
un joven, y detrás de él una bella muchacha coronada de flores;
significa descanso, ocio, placer, fornicación y abrazos femeninos.
Esto es lo que yo debía decir sobre las imágenes de las faces,
de las
que en el Zodíaco hay además trescientos sesenta, según el
número de grados. Pierre d'Eban describió las figuras de estas
imágenes.
Fuera del Zodíaco hay también figuras generales, descriptas
por Higinio y Arato, y muchas otras figuras particulares según la
cantidad de faces y grados del Zodíaco. Esto sería, sin embargo,
muy largo de contar si debiésemos hablar de todo. No obstante,
las principales son: Pegaso, que tiene la fuerza para curar las
dolencias de los caballos y que preserva a los caballeros en la
guerra; seguida, después, por Andrómeda, que conserva el amor
entre el hombre y su mujer, al punto que se dice que concilia los
adulterios; Casiopea, que restablece los cuerpos débiles y
fortalece los miembros; Serpentario, que anula los venenos y
ponzoñas, cura las pica-duras y las mordeduras de bestias
venenosas; Hércules, que da la victoria en la guerra; Dragón y las
dos Osas, que tornan al hombre astuto, ingenioso, valiente, ávido
de complacer a los dioses y a los hombres; Midra, que acuerda
sabiduría, riquezas, y resistencia a los venenos; Centauro, que
propende a la salud y una larga vejez; Altar, que propende a la
castidad y la gracia de los dioses; la Ballena, que hace amar, da
prudencia, fortuna en mar y tierra, y hace recuperar a quien está
perdido; el Navío, que confiere seguridad en las aguas; la Liebre,
que actúa contra los engaños y la locura; el Can, que cura la
hidropesía, impide la pérdida y preserva contra las bestias feroces;
Orión, que confiere la victoria; el Aguila, que eleva a nuevas
dignidades y conserva las viejas; el Cisne, que cura la parálisis y
la fiebre cuartana; Perseo, que libra de envidiosos y malvados, y
preserva del rayo y la tempestad; y el Ciervo, que cura a los
frenéticos y maníacos. Esto es suficiente respecto de lo hablado
hasta aquí.
Capítulo L
LAS OBSERVACIONES CELESTES
Y CIERTAS IMAGENES DE LA MISMA INDOLE
Me referiré ahora a los Cuerpos Celestes, necesarios para la
práctica de algunas imágenes de esa índole. Para dar felicidad a
alguien, confeccionamos una imagen a la que adicionamos cosas
afortunadas; p.e.: el significador de su vida, los dadores de su vida,
los signos y los planetas; además, su ascendente feliz, el medio
cielo y sus dominantes; el sitio del Sol y el de la Luna, la parte de
la fortuna, y el dominante de la conjunción o prevención hecha
antes de su nacimiento, rebajando los planetas malignos. Si
querernos componer una imagen de desolación, haremos lo contrario
y, en lugar de cosas venturosas, pondremos otras
desdichadas, elevando a las estrellas maléficas. Se hará lo mismo
para que un sitio, una provincia, una ciudad o una casa se tornen
felices. De modo parecido, para destrucción o perjuicio de algo de
lo antedicho, se confeccionará una imagen bajo el ascendente de la
cosa que se quiere destruir o dañar, tornándose desdichado el
dominante de la casa de su vida, el Señor del ascendente, y la
Luna, el Señor de la casa de la Luna, y el dominante de la casa del
Señor ascendente, y la décima casa de su dominante.
Para la adaptación de un lugar, se pondrán las fortunas en su
ascendente, y en la primera y décima casa, y en la segunda y
octava, se tornará dichoso al Señor del ascendente, y al Señor de la
casa de la Luna. Para hacer huir de ciertos lugares a determinados
animales para que no los habiten, ni se detengan allí, se
confeccionará la imagen bajo el ascendente de ese animal que se
desee hacer huir, que será a su semejanza; así, si se desea hacer
huir a los escorpiones de un sitio, se confeccionará una ima-,en de
un escorpión en el tiempo que el signo de Escorpio está en su
ascendente con la Luna, y se tornará desdichado al ascendente de
su dominante, y al dominante de la casa de Marte; y se hará
desdichado al dominante del ascendente en la octava casa, y los
que se observan en un aspecto maligno opuesto, o en cuadratura; y
es menester escribir sobre la imagen el nombre del ascendente, y
de su dominante, y el nombre de la Luna, y el nombre del
dominante del día, y el nombre del dominante de la hora; y se
cavará un pozo en medio del sitio de donde se quiere alejar a los
escorpiones, echar en el pozo la tierra de los cuatro ángulos del
mismo sitio, enterrando allí mismo la imagen cabeza abajo,
diciendo: he aquí la sepultura de los escorpiones para impedir que
vengan a este lugar. Así se procederá respecto de experiencia
similares.
Para generar ganancias hay que confeccionar una imagen
bajo el ascendente de la natividad del hombre, o bajo la ascensión
de su lugar, hacer felices al ascendente y su dominante, y hacer
unir al dominante de la segunda casa, que es la casa de sustancia,
con el dominante del ascendente en trino, o sextil, y que entre ellos
haya recepción; se tornará feliz
a la undécima casa y su dominante, y la octava; y si se puede, se
pondrá la parte de la fortuna en el ascendente, o en la segunda
casa; se enterrará la imagen en este lugar, o que la lleve consigo
aquél a quien deseamos beneficiar.
De modo parecido, para la concordia y el amor, se
confeccionará una imagen de Júpiter bajo el ascendente del
nacimiento de aquél quien queremos hacer amar; se harán felices
el ascendente, y la décima casa, se desviarán las malas estrellas
indeseables del ascendente, y se tomará al Señor de la décima y
undécima casas, planetas de la fortuna, juntos con el Señor del
ascendente en trino, o sextil con recepción. En seguida se confeccionará
otra imagen, para aquél a quien se desea enamorar; se
tendrá en cuenta si es amigo o camarada de quien se desea que sea
amado, y de ser así, se confeccionará la imagen bajo la ascensión
de la undécima casa desde el ascendente de la primera imagen. Si
se trata de esposa o marido, se confeccionará la imagen bajo la
ascensión de la séptima casa; si se trata de un hermano, hermana, o
pariente, se confeccionará la imagen bajó la ascensión de la tercera
casa, y de igual manera con otras operaciones semejantes; y se
unirá el significador del ascendente de la décima casa con el
significador del ascendente de la primera, existiendo entre ellos
recepción; todas las otras cosas serán felices como en la primera
imagen; únase luego ambas imágenes una con otra en abrazo, o
póngase el rostro de la segunda imagen en la espalda de la primera,
se las envolverá en lienzo, y se las llevará en seguida o se las
enterrará.
Para obtener lo que se pide y lograr lo que se niega, o lo que
otro recibió o posee, se confeccionará una imagen bajo el
ascendente de quien pide la cosa; se unirá al Señor de la segunda
casa con el Señor del ascendente por el trino o sextil; habrá entre
ambos recepción y, si es posible, el Señor de la segunda casa estará
en signos obedientes y el Señor del ascéndente en signos
comandantes; se tendrá cuidado de que el Señor del ascendente no
sea retrógrado, combusto, cadente, o en casa de oposición, es
decir, en la séptima, contando desde su domicilio; no debe estar
impedido por signos maléficos; debe ser fuerte, y estar en ángulo;
se tornará feliz al ascendente al igual que el dominante de la
segunda casa y de la Luna. Se confeccionará otra imagen para
aquel a quien se pide; se comenzará a prepararla bajo el ascendente
que le concierne; si es un rey o un príncipe, se empezará bajo el
ascendente de la décima casa contando desde el ascendente de la
primera imagen; si es un padre, bajo la cuarta; si es un hijo, bajo la
quinta, y así en lo sucesivo; se pondrá el significador de la segunda
imagen, junto con el Señor del ascendente de la primera imagen en
trino o sextil, de modo que reciba, poniendo todos los poderosos y
afortunados sin impedimentos; se harán caer de allí todas las
estrellas maléficas; se tornarán felices la décima y cuarta casas, en
lo posible, o algo de ellas; y cuando la segunda imagen sea
perfecta, se la unirá a la primera, cara a cara, y se la envolverá en
un lienzo limpio en medio de la casa de quien pide la cosa, bajo un
significador feliz de una fortuna potente; el rostro de la primera
imagen estará vuelto hacia Septentrión, o
más bien hacia el sitio o morada de aquel a quien se pide; pero si
aquel a quien se pide se halla en la casa de quien solicita, éste
llevará las imágenes consigo en todos sus desplazamientos.
También se confecciona una imagen para los sueños; puesta
bajo la cabeza de quien duerme, le torna eficaces los sueños, en
cuanto a todo lo que el espíritu haya deliberado antes; la figura de
esa imagen es de un hombre que duerme en el seno de un ángel,
que se confeccionará en el ascendente de Leo, cuando el Sol ocupa
la novena casa de Aries; luego se escribirá sobre el pecho de ese
hombre el nombre •del efecto deseado y, sobre la cabeza del ángel,
el nombre de la inteligencia del_ Sol. Esa misma imagen se
confecciona cuando Virgo está en ascendente; Mercurio en Aries,
afortunado en la novena casa, o Géminis en ascendente, Mercurio
afortunado y la novena casa en Acuario; Saturno debe recibirlo en
buen aspecto; se escribirá encima el nombre del espíritu de
Mercurio. También se confecciona la imagen bajo el ascendente de
Libra, con Venus en Géminis en la novena casa, recibido por
Mercurio, escribiendo encima el ángel de Venus. También se
confecciona la misma imagen cuando Acuario está en su
ascendente, y con Saturno en su exaltación, que es en Libra, poseyendo
felizmente la novena casa; luego se escribe el ángel de
Saturno sobre esa imagen. Asimismo se la prepara bajo el
ascendente de Cáncer, con la Luna recibida en Piscis por Júpiter y
Venus y ubicada felizmente en la novena casa, y se escribirá sobre
esa imagen el espíritu de la Luna.
También se confeccionan anillos para los sueños, de eficacia
maravillosa; se trata de los anillos del Sol y de Saturno, y su
constelación es cuando el Sol o Saturno, en sus exaltaciones, están
en la novena casa en su ascendente; y cuando la Luna está junto a
Saturno en la novena casa, y en el signo que fuera la novena casa
del nacimiento; -y se escribirá sobre los anillos el nombre del
espíritu del Sol o de Saturno, y se fijará la piedra impresa de su
imagen, colocándola debajo de una raíz o una planta, según la
norma que dimos en otra parte. Esto basta respecto de las imágenes,
pues mediante propia indagación podrá descubrirse muchas cosas
de esa naturaleza. Debe saberse que estas clases de figuras de nada
sirven si no están vivificadas de manera que en ellas o en sus
presencias haya una virtud natural, celeste, heroica, animástica,
demoníaca o angélica. Pero hoy en día ¿quién podrá dar alma a una
imagen, o vida a una piedra, metal, madera o cera? ¿Quién podrá
hacer surgir de las piedras a los hijos de Abraham? En verdad, este
secreto no corresponde al contraído artesano, que no podrá brindar
lo que no posee. Nadie lo tiene salvo quien dominó los elementos,
venció a la naturaleza, ascendió por encima de- los cielos, se elevó
sobre los ángeles hasta el Arquetipo,-con cuya cooperación pueden
realizarse todas las cosas, tal como hablaremos de ello en seguida.
Capítulo LIV
LA SUERTE O EL AZAR, Y EL
ORIGEN DE LA VIRTUD
ADIVINATORIA
Todas las Adivinaciones efectuadas por Azar y todas las
prediccio nes sobre acontecimientos humanos, tienen, además de la
suerte, una causa sublime oculta o encubierta que, en verdad, no es
accidental, como defi viera Aristóteles a la fortuna. Debido a que
en el orden de las causa: (visto que según la doctrina de Platón una
causa accidental no puede se] la primera y suficiente para el
efecto) hemos de observar más a lo alto y hallar una causa para la
suerte que conozca el efecto mismo y que lo tenga en la intención;
por ello es necesario hacer consistir esa causa, no en una
naturaleza corporal sino en sustancias inmateriales e incorporales
que re. gulan verdaderamente la suerte y la disponen para indicar la
verdad: co. mo, por ejemplo, en las almas de los hombres, o
espíritus separados, y demonios, o en las inteligencias celestes, o
en Dios mismo.
Pero para que en el alma del hombre existan
poderes y virtud suficientes para dirigir estas clases de suertes,
parecería que el alma del hombre tiene una virtud y semejanza
divina, y que comprende y es capaz de todas las cosas. Y como lo
dijéramos en el primer libro, todas las cosas le obedecen naturalmente,
y necesitan movimiento y eficacia para aquello que el alma
desea con fuerte anhelo; y todas las virtudes y operaciones de las
cosas natura-les y artificiales le obedecen cuando el alma se
transporta en un deseo tremendo.
Todas las suertes de alguna
especie existentes concurren y fortalecen el deseo del alma en tal
estado, y adquieren fuerzas predictivas maravillosas, tanto de parte
del alma como de la disposición propia de los cuerpos celestes en
la hora en que esta ansia las tiene con más vigor; y esa es la razón
y el principio de todas las cuestiones de la astrología; pues el alma
elevada por el tremendo deseo, obtiene por sí la hora y el tiempo
más convenientes y eficaces en que está ubicada la figura del cielo,
y entonces el astrólogo puede efectuar su juicio y lograr un
conocimiento pleno de lo que desea saber y averiguar. Pero debido
a que las suertes no son a veces conducidas por el espíritu humano
sino, como lo dijimos, por el ministerio de otros espíritus, y el
espíritu del intérprete no dispone de la tremenda pasión que
mencionamos, por ello entre los antiguos existía la costumbre,
antes de echar suertes, de efectuar un sacrificio para pedir a las
inteligencias divinas y a los espíritus que condujeran su suerte. No
es preciso, pues, que la poca predicción derivada de estas clases de
suertes sea por causa de azar o fortuna sino porque un espíritu tuvo
la fuerza de poner la fantasía en movimiento, o la mano de quien
arroja o tira la suerte, ya sea que esa fuerza provenga del alma de
quien opera a través de una tremenda pasión, o derive de la
influencia, oportunidad celeste, o divinidad o espíritu de lo alto
que asiste y brinda el movimiento para la operación, o consistan en
arrojar los dados o tablillas, encontrándola en
versículos, como eran otrora las suertes de Homero y Virgilio, por
medio de las cuales leemos en Ello de Esparta que Adriano quiso
saber lo que pensaba de él el emperador Trajano, llegándole por
azar estos versos de Virgilio:
¿Quién es este gran personaje que parece lejano, llevando en
la mano ramas selectas de un olivo sagrado? Reconozco la
cabellera y la barba blanca del Rey de los Romanos, que fundó la
primera ciudad del mundo sobre lindes justos, surgido de un sitio
pequeño y pobre, y enviado por los dioses para echar los cimientos
de un gran Imperio.
No sin razón Adriano concibió grandes esperanzas de ser un
día emperador. Lo mismo ocurría entre los hebreos y entre
nuestros cristianos, y con el asentimiento de algunos teólogos se
tiran las suertes con los versículos de los Salmos.
Hay también otras clases de suertes, y estas son las humanas,
que ca-recen del arte adivinatorio según la opinión de los antiguos,
y que se observa entre nosotros que son ordenadas por la ley en la
elección de los magistrados para impedir la envidia. Cicerón
mencionó estas suertes en sus discursos contra Verres, pero no son
cuestión que nos concierna. Respecto de las suertes divinas y
sagradas relativas a los oráculos y la religión hablaremos en el
libro siguiente. Ahora debemos estar advertidos en el sentido de
que toda presciencia, adivinación o conjetura que puedan tener las
suertes, no sucede por ellas mismas sino en virtud de una
operación más sublime que está unida a ellas.
Capítulo LV
EL ALMA DEL MUNDO Y LOS CUERPOS CELESTES,
SEGUN LAS TRADICIONES DE LOS POETAS Y
FILOSOFOS
El Cielo y los Cuerpos Celestes deben tener un Alma, puesto
que tienen fuerza e influencia, y operan manifiestamente" sobre los
cuerpos de este mundo inferior, ya que una operación no puede
tener por causa un cuerpo simplemente. Todos los más famosos
poetas y filósofos sostienen, pues, que el mundo tiene un alma, al
igual que los cuerpos celestes, y que esa alma está verdaderamente
dotada de entendimiento. Por ello, Marco Manilio, en sus poemas
sobre la Astronomía, dedicados a Augusto, escribió estos versos:
Esta gran obra que constituye el cuerpo del mundo inmenso, y
estos miembros de la naturaleza, en diversas formas de aire, fuego,
tierra y mar, están gobernados por el poder divino de un alma y
Dios mediante una secreta relación de todas las cosas, conduciendo
en secreto ese gobierno.
También dice Lucano:
Es el mismo Júpiter quien sostiene al mundo en medio
del aire. Y Boecio dice:
Tu triplicis mediam naturae cuneta
moventem Connectis animan, per
consona membra resolvis. Quae cum
secta duos motus glomeratur in orbes, In
semet reditura meat, rnentemque
profundam Circuit, et simili convertit
imagine coelum.
Por su parte, Virgilio, conocedor de toda clase de cuestiones
filosóficas, canta en su libro sexto de la Eneida:
El Espíritu que es el fundamento y el principio de todas las
cosas, mantiene secretamente desde el comienzo del mundo y hace
rodar sobre nuestras cabezas los cielos, la luna, el sol y todas las
estrellas; y, este espíritu expandido por todos los miembros de este
gran cuerpo da movimiento a la masa y se comunica con todas sus
partes. De allí toman su origen todos los animales, todos los
volátiles y todos estos grandes peces monstruosos que viven bajo las
aguas cristalinas del océano; están animados por un fuego y una
fuerza etérea, y obtiene su origen del cielo, siempre que no sean
impedidos por otros cuerpos de naturalezas contrarias a las de sus
principios.
Estos versos no quieren decir otra cosa que el mundo tiene un
espíritu y un alma, y que participa del espíritu divino, y el origen, la
virtud y el vigor de todas las cosas de este mundo inferior dependen
del alma misma del mundo universal; esto nos lo aseguran Orfeo,
Trismegisto, Aristóteles, Teofrastro, Avicena, Algazeles, y todos los
platónicos con los pitagóricos lo declaran y confirman.
Capítulo LVI
CONFIRMACION DE LO ANTERIOR MEDIANTE LA FUERZA DE
LA RAZON
El mundo, los cielos, las estrellas y los elementos tienen un
Alma con la que causan otra alma en los cuerpos inferiores y en los
mixtos de este mundo. También tienen, como lo dijimos en el primer
libro, un espíritu presente en el cuerpo mediante el alma, puesto que,
así como el cuerpo del mundo, en su totalidad, es un cuerpo
determinado en su especie, cuyas partes son los cuerpos de todas las
cosas animadas, y como un todo es más
Capítulo LIV
LA SUERTE O EL AZAR, Y EL
ORIGEN DE LA VIRTUD
ADIVINATORIA
Todas las Adivinaciones efectuadas por Azar y todas las
prediccio nes sobre acontecimientos humanos, tienen, además de la
suerte, una causa sublime oculta o encubierta que, en verdad, no es
accidental, como defi viera Aristóteles a la fortuna. Debido a que
en el orden de las causa: (visto que según la doctrina de Platón una
causa accidental no puede se] la primera y suficiente para el
efecto) hemos de observar más a lo alto y hallar una causa para la
suerte que conozca el efecto mismo y que lo tenga en la intención;
por ello es necesario hacer consistir esa causa, no en una
naturaleza corporal sino en sustancias inmateriales e incorporales
que re. gulan verdaderamente la suerte y la disponen para indicar la
verdad: co. mo, por ejemplo, en las almas de los hombres, o
espíritus separados, y demonios, o en las inteligencias celestes, o
en Dios mismo. Pero para que en el alma del hombre existan
poderes y virtud suficientes para dirigir estas clases de suertes,
parecería que el alma del hombre tiene una virtud y semejanza
divina, y que comprende y es capaz de todas las cosas. Y como lo
dijéramos en el primer libro, todas las cosas le obedecen naturalmente,
y necesitan movimiento y eficacia para aquello que el alma
desea con fuerte anhelo; y todas las virtudes y operaciones de las
cosas natura-les y artificiales le obedecen cuando el alma se
transporta en un deseo tremendo. Todas las suertes de alguna
especie existentes concurren y fortalecen el deseo del alma en tal
estado, y adquieren fuerzas predictivas maravillosas, tanto de parte
del alma como de la disposición propia de los cuerpos celestes en
la hora en que esta ansia las tiene con más vigor; y esa es la razón
y el principio de todas las cuestiones de la astrología; pues el alma
elevada por el tremendo deseo, obtiene por sí la hora y el tiempo
más convenientes y eficaces en que está ubicada la figura del cielo,
y entonces el astrólogo puede efectuar su juicio y lograr un
conocimiento pleno de lo que desea saber y averiguar. Pero debido
a que las suertes no son a veces conducidas por el espíritu humano
sino, como lo dijimos, por el ministerio de otros espíritus, y el
espíritu del intérprete no dispone de la tremenda pasión que
mencionamos, por ello entre los antiguos existía la costumbre,
antes de echar suertes, de efectuar un sacrificio para pedir a las
inteligencias divinas y a los espíritus que condujeran su suerte. No
es preciso, pues, que la poca predicción derivada de estas clases de
suertes sea por causa de azar o fortuna sino porque un espíritu tuvo
la fuerza de poner la fantasía en movimiento, o la mano de quien
arroja o tira la suerte, ya sea que esa fuerza provenga del alma de
quien opera a través de una tremenda pasión, o derive de la
influencia, oportunidad celeste, o divinidad o espíritu de lo alto
que asiste y brinda el movimiento para la operación, o consistan en
arrojar los dados o tablillas, encontrándola en
versículos, como eran otrora las suertes de Homero y Virgilio, por
medio de las cuales leemos en Ello de Esparta que Adriano quiso
saber lo que pensaba de él el emperador Trajano, llegándole por
azar estos versos de Virgilio:
¿Quién es este gran personaje que parece lejano, llevando en
la mano ramas selectas de un olivo sagrado? Reconozco la
cabellera y la barba blanca del Rey de los Romanos, que fundó la
primera ciudad del mundo sobre lindes justos, surgido de un sitio
pequeño y pobre, y enviado por los dioses para echar los cimientos
de un gran Imperio.
No sin razón Adriano concibió grandes esperanzas de ser un
día emperador. Lo mismo ocurría entre los hebreos y entre
nuestros cristianos, y con el asentimiento de algunos teólogos se
tiran las suertes con los versículos de los Salmos.
Hay también otras clases de suertes, y estas son las humanas,
que ca-recen del arte adivinatorio según la opinión de los antiguos,
y que se observa entre nosotros que son ordenadas por la ley en la
elección de los magistrados para impedir la envidia. Cicerón
mencionó estas suertes en sus discursos contra Verres, pero no son
cuestión que nos concierna. Respecto de las suertes divinas y
sagradas relativas a los oráculos y la religión hablaremos en el
libro siguiente. Ahora debemos estar advertidos en el sentido de
que toda presciencia, adivinación o conjetura que puedan tener las
suertes, no sucede por ellas mismas sino en virtud de una
operación más sublime que está unida a ellas.
Capítulo LV
EL ALMA DEL MUNDO Y LOS CUERPOS CELESTES,
SEGUN LAS TRADICIONES DE LOS POETAS Y
FILOSOFOS
El Cielo y los Cuerpos Celestes deben tener un Alma, puesto
que tienen fuerza e influencia, y operan manifiestamente" sobre los
cuerpos de este mundo inferior, ya que una operación no puede
tener por causa un cuerpo simplemente. Todos los más famosos
poetas y filósofos sostienen, pues, que el mundo tiene un alma, al
igual que los cuerpos celestes, y que esa alma está verdaderamente
dotada de entendimiento. Por ello, Marco Manilio, en sus poemas
sobre la Astronomía, dedicados a Augusto, escribió estos versos:
Esta gran obra que constituye el cuerpo del mundo inmenso, y
estos miembros de la naturaleza, en diversas formas de aire, fuego,
tierra y mar, están gobernados por el poder divino de un alma y
Dios mediante una secreta relación de todas las cosas, conduciendo
en secreto ese gobierno.
También dice Lucano:
Es el mismo Júpiter quien sostiene al mundo en medio
del aire. Y Boecio dice:
Tu triplicis mediam naturae cuneta
moventem Connectis animan, per
consona membra resolvis. Quae cum
secta duos motus glomeratur in orbes, In
semet reditura meat, rnentemque
profundam Circuit, et simili convertit
imagine coelum.
Por su parte, Virgilio, conocedor de toda clase de cuestiones
filosóficas, canta en su libro sexto de la Eneida:
El Espíritu que es el fundamento y el principio de todas las
cosas, mantiene secretamente desde el comienzo del mundo y hace
rodar sobre nuestras cabezas los cielos, la luna, el sol y todas las
estrellas; y, este espíritu expandido por todos los miembros de este
gran cuerpo da movimiento a la masa y se comunica con todas sus
partes. De allí toman su origen todos los animales, todos los
volátiles y todos estos grandes peces monstruosos que viven bajo las
aguas cristalinas del océano; están animados por un fuego y una
fuerza etérea, y obtiene su origen del cielo, siempre que no sean
impedidos por otros cuerpos de naturalezas contrarias a las de sus
principios.
Estos versos no quieren decir otra cosa que el mundo tiene un
espíritu y un alma, y que participa del espíritu divino, y el origen, la
virtud y el vigor de todas las cosas de este mundo inferior dependen
del alma misma del mundo universal; esto nos lo aseguran Orfeo,
Trismegisto, Aristóteles, Teofrastro, Avicena, Algazeles, y todos los
platónicos con los pitagóricos lo declaran y confirman.
Capítulo LVI
CONFIRMACION DE LO ANTERIOR MEDIANTE LA FUERZA DE
LA RAZON
El mundo, los cielos, las estrellas y los elementos tienen un
Alma con la que causan otra alma en los cuerpos inferiores y en los
mixtos de este mundo. También tienen, como lo dijimos en el primer
libro, un espíritu presente en el cuerpo mediante el alma, puesto que,
así como el cuerpo del mundo, en su totalidad, es un cuerpo
determinado en su especie, cuyas partes son los cuerpos de todas las
cosas animadas, y como un todo es más
perfecto y noble que su parte, de igual modo, en proporción, el
cuerpo del mundo es más perfecto y noble que cada cosa animada en
particular, y sería un absurdo decir que todos los pequeños cuerpos
imperfectos, y las pequeñas partes del mundo, y todos los animales
más despreciables, las moscas y los gusanos son sujetos dignos de
vida, que poseen la vida, que tienen un alma, y que el mundo en su
totalidad, que es el cuerpo más perfecto y total, y más noble de
todos, los tiene vida ni alma. No es me-nos irrazonable proponer que
los cielos, las estrellas y los elementos que dan plenamente la vida y
el alma a cada cosa en particular, estén priva-dos de la vida y del
alma, y que una planta, o el árbol más pequeño, sea una condición
más noble que el cielo, las estrellas y los elementos que, según el
orden de la naturaleza, no tienen otras causas que ellos mismos.
Nadie puede decir, a menos que esté privado de razón, que la tierra y
el agua no viven, cuando por sus propias reservas producen árboles,
plantas y animales sin cuenta, los vivifican, nutren y hacen crecer.
Esto es tan patente en las cosas que derivan de sí mismas y en las
que carecen de se-millas corporales. Los elementos no podrían
producir ni nutrir estas clases de cuerpos vivientes si no estuviesen
vivos. Algunos filósofos tal vez digan que estas clases de cuerpos
vivientes son producidos por los influjos de las almas celestes, y no
por el alma de la tierra. Los platónicos les responden que un
accidente no puede producir una sustancia, a menos que no sea
como un instrumento subordinado a la sustancia más próxima,
porque el instrumento alejado del artista no recibe movimiento a los
efectos del arte. De modo parecido, estas influencias celestes, al ser
determinados accidentes bien alejados de sus sustancias vitales, o de
la vida misma, no producirán sustancias vitales en los cuerpos
inferiores de este mundo inferior. Mercurio, en su Tratado sobre el
Común dice que todo lo existente en el mundo se mueve por
crecimiento y decrecimiento. Todo lo que tiene movimiento tiene,
por ello, vida, y como todas las cosas tienen movimiento, igual
ocurre con la tierra, y sobre todo con el movimiento de generación y
alteración, y ella es parecidamente viviente. Si alguien duda de que
los cielos vivan, dice Teofrastro, no habrá que considerarlo filósofo;
y quien niegue que el cielo está animado, de modo que su motor no
es su forma, destruye los fundamentos de toda la filosofía. Debe,
pues, sostenerse que el mundo vive, que tiene alma y juicio, ya que
da vida a las plantas que no se producen por medio de la semilla, y
da sentido a los aimales que no se engendran por copulación.
Capítulo LVII
EL ALMA DEL MUNDO, LAS ALMAS CELESTES Y SUS
FACULTADES; COMO PARTICIPAN DEL ESPIRITU DIVINO
IIe aquí también la prueba de que las Almas de que hablamos
tiener la fuerza de la Razón; como todas las obras de estas almas
concurren jun tas, por orden, sin interrupción, necesariamente no
deberán ser gobernadas por el azar sino por la razón; por ello dirigen
y conducen a determinados fines todas sus operaciones, pues resulta
necesario que la tierra tenga las razones de las cosas terrosas, y el
agua, de las acuosas; lo mismo ocurre en las demás, donde los
cuerpos son producidos en su tiempo, lugar y or den, y a menudo
reproducidos cuando fueron dañados. Los filósofos nc creen, pues,
que el alma de la tierra sea como el alma de un cuerpo reno vado;
creen que es razonable y, además, que tiene entendimiento y es une
divinidad. Además, sería un gran absurdo, puesto que conocemos las
ra zones y las intenciones de nuestras obras, decir que las almas
celestes y el alma del universo no conocen sus propias razones y
fines. Si como dice Platón, el mundo fue hecho por el bien mismo,
lo mejor que podría ha cerse, debe participar no sólo de la vida, el
juicio y la razón sino tambiér de la inteligencia y el espíritu. En
virtud de que la perfección del cuerpc es el alma, y el cuerpo es más
perfecto en la medida que tiene un alma más perfecta, existe pues la
necesidad de que los cuerpos celestes, al ser más perfectos, tengan
almas más perfectas. Tienen, pues, repartidos el entera dimiento y el
espíritu, lo cual lo aprueban los platónicos con común con•
sentimiento por la perseverancia de su orden y constancia, porque, al
set el movimiento libre por naturaleza, puede interrumpirse
fácilmente y des• viarse a veces si no es conducido por el
entendimiento y el espíritu; y el espíritu, digo, perfecto, capaz de
prever desde el comienzo el mejor caminc v el mejor fin. Ese
espíritu perfecto, en la medida en que esté fuertemente fijo al alma,
como el alma del mundo y las almas de los cuerpos celestes y de los
elementos, sin duda gobierna con un orden regularísimo y perfec•
tísimo la obra que le fue prescripta; puesto que los cuerpos no se
oponen a un alma potentísima y el espíritu perfecto no cambia su
designio. El alma del mundo, en consecuencia, es una determinada
vida única, que lle• na todo, que nutre todo, que liga y une todas las
cosas, de manera que convierte a todo el mundo en una máquina; es
como un monocordio que resuena a través de tres géneros de
criaturas, a saber, el intelectual, el ce-leste y el corruptible, por
medio de un solo soplo y de una sola vida.
Capítulo LVIII
LOS NOMBRES DE LAS ALMAS CELESTES, Y SU
DOMINACION SOBRE ESTE MUNDO INFERIOR, A
SABER, EL HOMBRE
Los Nombres de las Almas Celestes existen en gran número
y diferentes proporciones de poder y virtud que tienen sobre los
cuerpos de este mundo inferior, de donde obtuvieron muchos
nombres de los cuales se sirvieron los antiguos en sus himnos e
invocaciones. Respecto de lo que debe señalarse sobre cada una
de estas almas, según la teología de Orfeo, tienen dos virtudes;
una consiste en el conocimiento, la otra consiste en vivificar y
gobernar su cuerpo. En este sentido Orfeo llama, en las esferas
celestes, a la primer virtud Baco, y a la otra, Musa, Por ello nadie
se embriaga con un Baco que no haya desposado antes a su Musa.
Se distinguen, pues, y se ponen nueve Bacos, junto a las nueve
Musas.
Según esa doctrina, Orfeo coloca en la Novena esfera al
Baco Cibronio y a la Musa Calíope.
En eI cielo de las Estrellas a Picionio y
Urania. En el cielo de Saturno, a
Anfieto y Polimnia. En el cielo de
Júpiter a Sabasio y Terpsícore. En el
cielo de Marte a Basario y Clío. En el
cielo del Sol a Trietérico y
Melpómene. En el cielo de Venus a
Lisio y Erato.
En el cielo de Mercurio a Sileno y Euterpe.
En el cielo de la Luna al Baco Lieo y a la Musa Talía.
De modo parecido, también en las esferas de los Elementos,
nombra y ubica las almas de esta manera:
En el fuego ubica a Faneta y Aurora.
En el aire ubica a Júpiter fulminante y a Juno.
En el agua a Océano y Tetis.
En la tierra a Plutón y Proserpina.
Pero para el alma del mundo, o de todo el universo, los
magos lo llaman Júpiter Mundano, y el espíritu del mundo se
denomina, según ellos, Apolo, y la naturaleza del mundo,
Minerva.
Además, ubican en el fuego a Vulcano, en el agua a
Neptuno, y denominan con nombres diversos a esas divinidades.
Los pitagóricos ubicaban, de modo parecido, en los doce
signos del Zodíaco, a los dioses particulares, o almas alojadas en
el corazón de estas clases de astros y que desde allí gobernaban al
signo en toda su extensión. Por ejemplo, en el corazón de Aries,
una Palas particular; en el corazón de Tauro, una Venus
particular; en el corazón de Géminis, un Febo particular; en el
corazón de Cáncer, un Mercurio; en el corazón de Leo, un Júpiter;
en el corazón de Virgo, una Cerca; en el corazón de Libra, un
Vulcano; en el corazón de Escorpio, un Marte; en el corazón de
Sagitario,
una Diana; en el corazón de Capricornio, una Vesta; en el corazón
de Acuario, una Juno particular; en el corazón de Piscis, un
Neptuno particular. Manilio canta esta doctrina en estos versos:
Palas vela sobre el morueco, Venus sobre el toro, el bello Febo
sobre los gemelos, Cilene sobre el cangrejo; Júpiter, junto con la
Madre de los dioses, gobierna al león; la virgen está en Ceres
portadora de la espiga; la balanza en Vulcano que la fabricó; el
escorpión batallador está con Marte; el cazador con Diana; pero
Vesta calienta los pequeños astros del capricornio, y de la parte
caballar; y el aguador es el astro de Juno en faz de Júpiter; y
Neptuno reconoce sus peces en el mar.
El antiquísimo Orfeo, aI escribir a Museo, efectúa la
enunciación más grande de divinidades, al igual que de sus
diferentes nombres, aspectos y funciones, llamando a cada una en
particular por sus nombres en los himnos que les dedicara. Nadie
deberá creer, pues, que estos nombres son nombres de demonios
maléficos y engañadores; por el contrario, deberá saber que estos
son nombres de virtudes naturales y divinas que el buen Dios
estableció para servicio y utilidad del hombre que sepa utilizarlos.
La antigüedad acuerda en gobierno, a cada una de estas
divinidades, cada miembro del cuerpo humano en particular, como
por ejemplo la oreja a la memoria, que Virgilio dedica también a
Febo en estos términos: Cintio me tironeó la oreja, advirtiéndome.
Es así que Numa Pompilio, según lo expresa Tito Livio, consagró a
la fidelidad la mano derecha, que es el símbolo de la fuerza, y con
la que se efectúa el juramento. Los dedos están bajo la protección
de Minerva, y las rodillas están dedicadas a la misericordia; por
ello, quienes oran flexionan las rodillas. Algunos dedican el
ombligo a Venus, como sede de la lujuria; algunos relacionan
todos los miembros del cuerpo con el ombligo, como su centro, y
dicen que está consagrado a Júpiter: por ello, en el templo de
Júpiter. Amón se veneraba la efigie de un ombligo. Los antiguos
mencionan muchas otras regiones y también partes menores y
articulaciones del cuerpo, a las que asignan por separado, su
divinidad; si se conocen bien aquéllas y sus divinidades no se
descubrirá nada contrario a la piedad verdadera, corroborando lo
dicho por las Escrituras Sagradas, en el sentido de que todos los
miembros de nuestro cuerpo son gobernados por las virtudes de lo
alto. Trataremos todas esas cosas con mayor amplitud en el libro
siguiente, y diremos que no sólo los miembros sino también todos
los ejercicios de los hombres tienen cada uno su divinidad, como la
casa respecto de Diana, y la guerra respecto de Palas, la agricultura
respecto de Ceres; de esto habla así Apolo, en Porfirio, en relación
con los oráculos:
La Madre de los dioses es la dueña de las flautas, de los
tambores y las danzas; Palas se complace en crueldad y fragores de
guerra; Diana toma sus goces cazando en bosques y sotos; Juno
gobierna la lluvia y los vientos del aire; Ceres gobierna la mieses de
los campos; y un alma fiel busca a su Osiris en las riberas del Nilo.
Capítulo LIX
LOS SIETE PLANETAS QUE GOBIERNAN AL MUNDO
Y SUS NOMBRES EMPLEADOS EN LOS DISCURSOS DE LA MAGIA
Además de lo anterior, los antiguos daban diferentes
nombres y epítetos (como lo hace Hermes) e invocaban a los Siete
Planetas (Saturno, Júpiter, Marte, el Sol, Venus, Mercurio y la
Luna) como los siete gobernadores generales del mundo.
Por ejemplo, a Saturno lo llaman Celio; portador de la
guadaña: padre de los dioses; Señor del tiempo; alto Señor; el
grande; el sabio: el inteligente; el ingenioso; el evolucionador del
largo espacio; el anciano de gran profundidad; el autor de la
contemplación secreta, que pone en el espíritu de los hombres (o
les quita) grandes pensamientos; el destructor y conservador de
todas las cosas, que trastroca y establece toda fuerza v poder; él
guardián y denunciante de las cosas ocultas; que hace perder y
encontrar; y el autor de la vida y la muerte.
También califican a Júpiter; le llaman padre compasivo; rey
de los habitantes del cielo; magnánimo; tronante; fulminador;
invencido; el alto potentado; el gran Señor; el bueno; el
afortunado; el dulce; el bondadoso; el de buena voluntad; el
honesto; el apropiado; el adecuado y honrado; el Señor de la
alegría y los juicios; el juez de todos; el mejor de todos; y el amo
de las riquezas y la sabiduría.
Marte también se llama Mavors; guerrero poderoso; el
ensangrenta-do; el sanguinario; el fuertemente armado; el
portador de la espada; el magnánimo; el de fuerte potencia y
velocidad impetuosa, contra quien nadie puede defenderse si
quiere oponérsele; quien arruina las fuerzas y poderes, y destrona
a los reyes; el señor del calor y el poder; quien inflama el corazón
de quienes disputan y pelean, los prepara y les da audacia.
El Sol se llama Febo, Diespiter, Apolo, Titán, Pean, Fanes,
Horus y Osiris como lo apreciamos en este oráculo:
El Sol, que es Osiris, Dionisio, Horus, Apolo y el Rey;
gobierna el día y la noche; crea los vientos y las lluvias; dirige los
cambios de las estaciones; el soberano Rey de las estrellas, y el
fuego inmortal.
También se llama el arquero: el ardiente; el ígneo; el dorado:
el portador de la llama; el radiante; la cabeza de fuego; la cabeza
de oro; el ojo del mundo: Lucifer; quien ve mucho; quien lo tiene
todo; creador de la luz: rey de las estrellas; gran Señor; el bueno:
el afortunado: el honesto; el bello: el prudente: el inteligente; el
sabio; el resplandeciente sobre el universo: el gobernador y
vivificador de todos los cuerpos que tienen un alma: príncipe del
mundo que tiene bajo su gobierno a todas las estrellas, que borra
con su proximidad la luz y la virtud de todas las estrellas,
quemándolas y superándolas, dando a todas su luz v belleza del
fondo de su luz y esplendor. De noche se llama Dionisio, y de día
Apolo, como si se dijese disipador de males; por ello los atenienses
lo llamaban Alexicacon y Hornero Ulion, es decir, disipador de
males. Pero se llama Febo a causa de su -belleza y del resplandor de
su luz; se llama Vulcano a causa de la violencia de su fuego, porque
su fuerza se compone de mu• chos fuegos. También se denomina
Sol. por contener él solo la luz de to• das las estrellas; por- ello los
asirios lo llaman rttTtt, Adan, es decir solo: y los hebreos w tZ7,
Schemesch, que quiere decir propio y único en su especie.
Entre los antiguos, Venus se llama: dama; alma; de bella
forma; astral; blanca; bella: tranquila; quien puede mucho; dueña y
madre fe cunda del amor y la belleza; hija de los siglos y madre
primera de los hombres; quien unió y desposó desde los inicios de
las cosas la diversidad de los sexos mediante un doble amor, y que
continúa la multiplicaciór eterna de los hombres y los animales,
haciéndolos nacer sin cesar; tamo bién se llama la reina de todos los
placeres: la dueña de la alegría; la amable guía; amiga;
misericordiosa y bondadosa, que hace bien continua mente a los
hombres, con ternura maternal hacia sus pesares y aflicciones: la
salud del género humano. sin dejar pasar un instante carente de sus
bienes. ligando todas las. cosas mediante su virtud, haciendo
humillar a encumbrado con el mísero, al fuerte con el débil, al
noble con el villano rectificando e igualando todas las cosas.
También se llama Afrodita, por que se halla en todo sexo y en todo
espíritu; también se llama Lucífera por llevar la luz del Sol, o
conducirnos a su luz; Héspero, cuando sigue a sol; v Fósforo por
servir de guía para guiar por todo lo que es arduo.
Mercurio se llama el hijo de Júpiter; el heraldo de los dioses; el
in térprete de los soberanos; Stilbon; el portador de la serpiente; el
porta dor del caduceo; el de pies alados: el elocuente; quien hace
ganar; e sabio; el razonable: robusto: firme; potente para bien y
para mal; no tario del Sol; correo de Júpiter; intermediario de los
poderes del cielo . el infierno, macho con los machos, hembra con
las hembras, fecundísim( por los dos sexos; y l.ucano lo denomina
el árbitro de los dioses. Tambiéi se llama Hermes, es decir,
intérprete, que ilumina la oscuridad y descubro lo oculto en los
lugares más secretos.
La Luna se llama Fehea, Diana, Luciana, Proserpina, Hécate;
quiel regula los meses: semi-forme; Noctíluce; errante; silenciosa;
conservado ra: mensajera de la noche; portadora de cuernos: la
soberana de las di vinidades; la reina del cielo; la reina de los
Manes; la dueña de todos lo elementos, a la que responden los
astros, vuelven los tiempos y obedece] los elementos, ante cuyo
gesto se proyectan los rayos, germinan las semi Ilas, crecen los
gérmenes; madre primordial de los frutos; hermana d Febo;
reluciente y brillante; transportadora de la luz de un planeta a otrc
envolviendo en su luz a todas las divinidades, concentrando los
déstello de las estrellas, distribuyendo las luces inciertas en los
encuentros del sol reina de gran belleza; ama de las lluvias y las
aguas; dadora de riquezas nodriza de los hombres; gobernanta de
todos los estados; buena y mis(
ricordiosa; protectora de los hombres por mar y tierra; moderadora
de los reveses de la fortuna; dispensadora con el destino;
alimentadora de todo lo que surge de la tierra; quien corre por los
bosques y detiene las fuerzas de las larvas; quien da forma a las
cuevas de la tierra, a las cimas luminosas del cielo, a las olas
salobres del mar, regulando en su movimiento los tristes silencios
de los infiernos, cubriendo el mundo, hollando el infierno con sus
pies; su majestad hace temblar a los pájaros del cielo, a las bestias
salvajes de las montañas, a, las serpientes ocultas debajo de la tierra
y a los monstruos que nadan en el mar.
Por lo demás, quien desee interiorizarse más, indagando con
más curiosidad estos nombres y otros parecidos de las estrellas y
los planetas, de sus cualidades, sobrenombres e invocaciones,
deberá estudiar los himnos de Orfeo y, quien los entienda de
verdad, habrá adquirido un gran conocimiento de la Magia natural.
Capítulo LX
LAS IMPRECACIONES Y EL ESPIRITU DEL HOMBRE
Las almas de los cuerpos celestes dan sus virtudes a sus
cuerpos, que luego las comunican a este mundo sensible, pues las
virtudes del globo terrestre no tienen otra causa que una causa
celeste. Por ello, el mago que quiere operar mediante la fuerza de
estas almas, efectúa la invocación dirigida a estos seres superiores a
través de palabras misteriosas y de cierta fórmula de palabras
ingeniosas, atrayendo una tras otra, con una fuerza, sin embargo,
natural, por cierta conveniencia mutua entre ellas, por la que las
cosas provienen de sí mismas o de la fuerza. Esto hace decir a Aristóteles,
en el libro sexto de la Filosofía Mística, que cuando
alguien, mediante ligadura o fascinación, quiere invocar al sol o a
las demás estrellas, rogando que cooperen en la obra que desea, el
sol o las demás estrellas no oyen su plegaria pero de algún modo se
ponen en movimiento siguiendo cierta relación natural y secuencia
mutua, con la que las partes del mundo están subordinadas y
conspiran juntas para realizar su gran unión; lo mismo ocurre en el
cuerpo humano; un miembro se pone en movimiento y recibe el
movimiento de otro, o en un instrumento una cuerda puesta en
movimiento imprime movimiento a otra. Asimismo, cuando alguien
imprime movimiento a alguna parte del mundo, las otras partes se
ponen también en movimiento, recibiendo los movimientos
transmitidos; en consecuencia, el conocimiento de la dependencia
de las cosas que se siguen es el fundamento de toda maravillosa
operación y se requiere necesaria-mente para poner en ejecución la
fuerza de atraer las virtudes celestes. Las palabras de los hombres
son ciertas cosas naturales ; y puesto que las
partes del mundo se arrastran naturalmente unas y otras, y actúan
resl tivamente unas sobre otras, el mago, al invocar mediante
palabras, oF a través de las fuerzas propias de la naturaleza,
conduciendo ciertas c< por amor de una a otra, o atrayéndolas a
causa de la secuela de una c para con otra, o rechazándolas a causa
de la antipatía de una con otra, se: la contrariedad, diversidad y
multitud de virtudes las que, aunque s contrarias o diferentes, no
realizan sino una parte de la operación
veces también fuerzan, con una especie de superioridad, las cosas
medi te la virtud celeste. Pues si un hombre siente la impresión de
una liga ra o fascinación, no la siente según el alma razonable sino
según la í sual, y si sufre en alguna de sus partes, ello es según el
alma animal y este mundo inferior. Las palabras no pueden atraer
al alma, que tiene conocimiento de la razón y que cuenta con el
entendimiento sino que c cibe esa impresión y esa fuerza a través
de los sentidos en la medida ( por la influencia de los astros y el
concurso de las cosas del mundo espíritu animal del hombre es
tocado más allá de su primera o nati disposición; de la misma
manera que un hijo obliga a su padre a traba a su pesar, para
conservarlo y nutrirlo, aunque esté fatigado, y la envi de dominio
nos sume en cólera y nos obliga a otros trabajos para engi
decernos, y la indigencia de la naturaleza y el temor de la pobreza
ha anhelar las riquezas, y los atavíos y belleza de una mujer la
conviel en aliciente de la concupiscencia, y la armonía de un
músico hábil h nacer diversas pasiones en sus oyentes, dejándose
llevar unos por la movía de la música, otros conformando sus
gestos a los del músico, a pf de ello, porque fueron cautivados sus
sentidos, a causa de que la razón presta atención alguna a esta
clase de cosas. Mas el vulgo no admira e especies de fascinaciones
y ligaduras, y tampoco las detesta, porque
comunes; pero admira otras naturales porque las ignora y le resu
extraordinarias.
Por ello, el común de los hombres se engaña,
creye: que aquello está por encima y contra la naturaleza, cuando
proviene la naturaleza y se concreta según sus leyes.
Debe saberse que cada superior pone en movimiento a su
infei más próximo en su rango y grado, no sólo en el orden de los
cuerpos s también en el orden de los espíritus. Es así que el alma
universal mundo pone en movimiento las almas particulares, y el
alma razont actúa sobre el alma sensitiva, y la sensitiva sobre la
vegetativa; y c parte de este mundo inferior recibe la impresión
que le es hecha por cielos según su naturaleza y aptitud, como una
parte del cuerpo del ani impresiona a la otra. Y el mundo superior
de las inteligencias actúa y movimiento a todo lo que está debajo
de él, porque contiene todos mismos seres desde el primero hasta
el último. En consecuencia, los cl pos celestes dan movimiento a
los cuerpos del mundo elemental, mix corruptibles y sensibles,
desde el cóncavo hasta el centro, por medio esencias superiores
perpetuas, y espirituales dependientes del primer tendimiento, que
es el entendimiento actuante, y aun de la virtud que I infundió
mediante su palabra: esa palabra es la que los sabios caldeos
Babilonia llaman la causa de las causas, puesto que esa palabra
produce las entidades y el entendimiento actuante que no es sino el
segundo después de él. Y ello a causa de la unión_ de este Verbo
con el primer Autor que produjo verdaderamente todas las
existencias. El Verbo, pues, es la imagen de Dios; el entendimiento
actuante es la imagen del Verbo, el alma es la imagen del
entendimiento, y nuestro verbo es la imagen del alma, por la que
actúa naturalmente sobre las cosas naturales, porque la naturaleza es
su obra. Y cada uno de ellos perfecciona al que le sigue, como el
Padre con el I-Iijo, y no hay posterior sin primero; pues dependen
unos de otros con cierta dependencia regulada, de tal manera que
cuando el posterior se corrompe, se efectúa un retorno al primero
más próximo, has-ta que se llega a los cielos, luego al alma
universal, después al entendimiento actuante, y éste tiene su
existencia en el Autor principal que es el Verbo creador al que todas
las cosas retornan como a su principio.
Por tanto, nuestra alma, deseosa de realizar algo maravilloso en
las cosas de este mundo inferior, debe contemplar su principio para
que la fortalezca, ilumine y confiera la fuerza para actuar en todos
los grados desde su primer Autor. Nos compete entonces contemplar
más las almas de las estrellas que los cuerpos, más el mundo
superceleste intelectual que el celeste corporal, puesto que aquél es
más noble, aunque haya que considerar a éste, y esté a la entrada del
otro, y que la influencia de este superior no puede continuar su curso
sin atravesar como un medio. Por ejemplo, el sol, rey de las estrellas,
llenísimo de luz, la recibe del mundo inteligible por encima de todas
las estrellas, porque su alma es más capaz de ese esplendor
inteligible; por ello, quien desee atraer la influencia del sol, debe
contemplar al solo no sólo mediante la contemplación de la luz
exterior sino también de la interior, y nadie podrá hacer esto sin
volver al espíritu mismo del sol ni tornársele semejante, y
comprender y ver, con el ojo del entendimiento, su luz inteligible,
como la luz sensible mediante el ojo del cuerpo; pues éste se llenará
con el esplendor de aquél, y recibirá en sí su luz, que es el hipotipo
comunicado por la esfera superior: estando revestido de su
ilustración, siendo verdaderamente semejante a él, y como elevado,
obtendrá, en el nivel de su entendimiento, esa soberana claridad y el
favor de todas las formas participantes; y una vez que haya extraído
la luz del grado soberano, entonces su alma se aproximará a la
perfección, se tornará semejante a los espíritus del sol, alcanzará las
fuerzas e ilustraciones de la virtud sobrenatural, y se servirá de su
potencia si halló fe en el primer Autor. Deberá pues solicitar, sobre
todo, el auxilio y la ayuda del primer Autor, y eso no sólo oralmente
sino también con gesto religioso y espíritu de súplica, rogando
abundantemente sin cesar y pronunciando plegarias íntegras, a fin de
que le ilumine el entendimiento y aparte de las almas las tinieblas
que recobran las fuerzas a causa del cuerpo.
Libro III
L A M A G I A C E R E M O N I A L
Capítulo 1
NECESIDAD, VIRTUD Y UTILIDAD DE LA RELIGION
Es h r! de ocuparnos de objetos más elevados, y de fijar nuestro espíritu
en la parte de la Magia que nos enseña a investigar y conocer las
leyes de las Religiones, y cómo debemos aprender l! verdad a través de
la religión divina, y segúh las ceremonias religiosas formar y ejercitar
nuestro espíritu y pensamiento, mediante el cual podemos únicamente
comprender la verdad, pues todos los magos juzgan que si el espíritu y el
pensamiento no se hallan en buen estado, el cuerpo no puede existir allí;
que el hombre está verdaderamente sano cuando alma y cuerpo están tan
bien unidos y acordes que las fuerzas del espíritu v del pensamiento no
son inferiores a las del cuerpo. Según la opinión de Hermes no podemos
tener esa firmeza y vigor espirituales sino a través de la pureza de vida,
de la piedad y de la religión divina, pues la santidad de la religión
purifica el pensamiento y lo diviniza. La religión llega incluso en auxilio
de la naturaleza, fortifica sus fuerzas como la medicina fortalece la salud
corporal, tal como el labrador aumenta la fertilidad de la tierra.
Los demonios malignos engañan muy a menudo a quienes descuidan
la religión y sólo se apegan a la naturaleza; en el conocimiento de la religíón
se halla menosprecio y remedio contra los vicios y protección contra
los demonios del mal. En fin, nada es más agradable ni mejor recibido
ante Dios que el hombre perfectamente piadoso y religioso; está tan por
encima de los demás hombres como los dioses inmortales lo están por encima
de él. Debemos, pues, después de prepararnos bien mediante una
buena vida, entregarnos a la piedad divina y a la religión, y en ese estado,
en un aquietamiento de todos los sentidos y una tranquilidad de espíritu,
recibir esa divina ambrosía, ese néctar divino, néctar, digo, que el profeta
Zacarías llama vino que hace germinar vírgenes, alabando y adorando al
Baco elevado por sobre los cielos, el soberano de los dioses, el rey del
sacerdocio, el autor de la regeneración, celebrado por los antiguos poetas
bajo el título de nacido dos veces, de quien recibimos los influjos tan divi-
nos en nuestros corazones.
Capítulo II
EL SILENCIO Y LA OCULTACIO: DE LAS COSAS QUE SO: MISTERIOS
Y SECRETOS EN LA RELIGION
Quienquiera desee entregarse a esta ciencia, deberá guardar bajo religioso
silencio en el fondo del corazón, como Secreto de religión, doctrina
tan sagrada, ocultándola con constancia inquebrantable, que impida hablar
de ella. Pues como dice Mercurio, ello implica ofender la religión, al dar en
confidencia al pensamiento irreligioso de l! multitud un tema tan lleno de
majestad divina; y el divino Platón prohibió publicar entre el pueblo el
sacramento y los secretos de los misterios; Pitágoras, de modo parecido, y
también Porfirio, obligaban a sus discípulos al secreto de religión;
asimismo, Orfeo exigía, de aquellos a quienes iniciaba en las ceremonias de
las cosas sagradas, el juramento del silencio, para impedir que los secretos
de la religión llegasen a oídos profanos; es por ello que, en su himno del
verbo sagrado, canta:
Amigos de la virtud, os' exhorto a escuchar tan solo mis palabras y
esforzar vuestros espirtus; al contrario, quienes desdenais las leyes sagra-
das, retir#os de aqui prontamente; retir#os lejos de aqui, desdichados; .idos
bien lejos, profanos! Vos, m querido Museo, que os apegais a la
contemplacion de las cosas divinas, y que las custodiais en el fondo de vuestro
corazon, recoged mis palabras, y observando con ojos sagrados, conservadlas
en vuestra memoria. En tal sentido, no mireis sino al gran autor del mundo, la
unica alma inmortal que os ensenamos tal como es en el presente sermon.
Y también en Virgilio, al hablar de la Sibila, hallamos estas palabras,
a la llegada de la diosa:
.Lejos de aqui, lejos de aqui, profanos, grita el augurio; salid de
nuestro bosque sagrado!
Es por ello que sólo eran recibidos los iniciados en la celebración de
los misterios de Ceres Eleusina; estaba presente el heraldo que gritaba en
alta voz que el vulgo profano se alejase del lugar de las ceremonias.
En Esdras leemos la misma orden, respecto de los misterios cabalísticos
de los hebreos, expresado en estos términos: "Dad estos libros a los
sabios del pueblo, que sepáis capaces de comprenderlos y conservar el
secrete". Por ello los egipcios confeccionaban los libros religiosos relativos
a los secretos de las ceremonias sobre un papiro hierático, es decir,
consagrado; en estos libros escribían las letras ocultas denominadas sagradas.
Macrobio, Marcelino y los demás historiógrafos dicen que se los
llamaba jeroglíficos, para impedir que los profanos pudiesen conocer las
escrituras de esa clase. Por ello Apuleyo se ex?resa en estos términos:
Luego de celebrar el sacrificio pronunciando las palabras, él saca de la abertura del santuario
ciertos libros que se distinguen por letras desconocidas que sugieren palabras abreviadas de un
discurso formal, entremezclado en parte con figuras de anímales, y en parte con acentos
anudados y entrelazados en forma de rueda, juntos como sarmientos, para impedir a los
profanos curiosos ¡a posibilidad de leerlos. Si guardamos silencio y ocultamos las cosas que
son secretos religiosos, seremos dignos discípulos de esa ciencia; pues, como dice Tertuliano,
hay obligación de guardar la fe del silencio en las religiones, pues quienes obran de otro modo
se hallan al borde del precipicio; de allí deriva la precaución de Apuleyo respecto de los
misterios de las cosas sagradas: Os descubriría los misterios sí me estuviese permitido
decíroslos, y os daría el conocimiento sí estuviérais autorizados a escucharme, pero yo
hablando y vosotros escuchando seríamos igualmente castigados por nuestra temeraria
curiosidad. Por falta parecida hallamos en la historia que Teodoto, poeta trágico, fue castigado
con ceguera por querer aplicar a una fábula determinadas cosas de los misterios de la escritura
de los judíos. De modo similar, Teopompo, que había empezado a traducir al griego unos
versículos de la ley divina, fue confundido y perdió el espíritu en un momento; esto sucedió
porque luego de su desdicha se dirigió a Dios con grandes plegarias para conocer la causa del
accidente, y a través de un sueño le fue contestado que ello obedecía a que efectuaba un
criminal tráfico de cosas divinas, exponAéndolas a la profanación del público. Asimismo, cierto
personaje llamado NumerAo, curioso por las cosas ocultas, se convirtió en criminal ante los
dioses, por haber comunicado e interpretado al público los misterios sagrados de la diosa de
EleusAs, pues vio en sueño a las diosas eleusianas ante la puerta abierta de un lupanar con ropas
de prostitutas, y al observarlas asombrado en ese estado, ellas le comunicaron enfurecidas que
él por fuerza las había lesionado en su honor, prostituyéndolas ante todos los transeúntes; a través
de este reproche, Numerio aprendAó que no debía hacerse conocer al público las
ceremonias practicadas en la religión de los dioses.
Por ello los antiguos se preocuparon siempre por velar los sacramentos de Dios y de la
naturaleza, cubriéndolos con enigmas de diversas clases; esa práctica fue así conservada como
ley entre los indios, brahmanes, etíopes, persas y egipcios. En sujeción a esa ley, Mercurio,
Orfeo y todos los antiguos adivinos, igual que los filósofos, Pitágoras, Sócrates, Platón,
Aristoxenes y Ammonio, conservaron inviolables el secreto. C n este espíritu, Plotino,
Orígenes y los demás discípulos de Ammonio, según lo expresa PorfArAo en su libro sobre la
educación y disciplina de Plotino, prestaron juramento de no revelar los dogmas del Maestro;
y debido a que Plotino, quebrando el juramento del secreto prestado entre las manos de
Ammonio, reveló los misterios en público, lo devoraron horriblemente los pAojos según lo
informan algunos historiadores. También el Cristo, hallándose aún sobre la tierra, habló sub
conditione, B de manera que sus discípulos más secretos entendiesen el misterio del Verbo
de Dios, y los de-más selle el sentido de las palabras, prohibiendo arrojar carne sagrada a
los perros y perlas a los cerdos. Por ello el Profeta dice: "Oculté vuestras
palabras en el secreto de mA corazón, por temor a ofenderos". Es, pues,
pecar contra la decencia profanar haciendo públicos, mediante escritos,
los secretos comunicados oralmente entre un reducido número de sabios.
Por tanto, el lector deberá disculparme sA silencio muchos grandes misterios
y sacramentos impotantísimos de la Magia ceremonial. Creo suficiente
haber expresado lo necesario que debe saberse, obteniendo de la lectura
de estos libros algún conocimiento•' de estos misterios. Pero deberá recordarse
que estos son comunicados con la misma condición con que DionnA-
sio obligó a Timoteo, en el sentido de que quienes los entiendan no los
den a conocer a los indignos, y que estos arcanos sagrados, retenidos entre
una pequeña cantidad de sabios, sean custodiados con l! reverencia
debida. Al comenzar esté libro quiero advertir a los lectores sobre una
cuestión importante: así como las divinidades detestan las cosas expuestas
al público Y profanadas, y aman, por el contrario, los secretos, de igual
manera toda experiencia de la Magia aborrece lo público, quiere estar
oculta, se fortalece mediante silencio, pero se destruye mediante la
declaración, sin que se obtenga el efecto completo; pues se pierden todos
sus beneficios al exponerlas a los incrédulos. Es preciso que, quien opere
en la Magia y quiere sacar provecho, guarde el secreto, no comunique a
nadie su obra, ni el lugar, ni el tiempo, nA lo que desea, ni su voluntad,
sino a su maestro, a su coadjutor o asociado que deberá ser también fiel,
creyente, reservado y digno de esa ciencia, mediante naturaleza o
instrucción; pues también la excesiva garrulería de un asociado, su
incredulidad y su indignidad impiden la operación y hacen abortar el
efecto.
Capítulo III
LA DIGNIFICACION NECESARIA PARA CONVERTIRSE
EN MAGO VERDADERO Y REALIZADOR DE MARAVILLAS
Al comienzo del primer libro de esta obra, hemos hablado de la cualidad
que debe tener el Mago, pero ahora vamos a decir la cosa arcana,
necesaria y secreta, a quien quiera operar en este arte; esa cosa arcana es
el principio, el complemento y la clave de todas las operaciones de la
Magia, y es la Dignificación misma del hombre en virtud y potencia tan
altas. Esa facultad requiere en el hombre una admirable dignificación: el
hombre sólo tiene el intelecto que es la más soberana intelAgencia del
alma, que puede operar solamente las obras milagrosas; sA está muy ocupado
en el comercio carnal y poseAdo por el alma sensible del cuerpo,
obtendrá algún poder de las sustancias divinas; esto hace que mucha gente
busque este arte sin hallarlo. Es preciso, pues, que quienes aspiramos a
una dignidad tan alt! pensemos en dos cosas: la primera, por qué medio nos
desapegaremos de los afectos de la carne, del sentido mortal y de las pasiones de la
materia y del cuerpo; la otra, por qué vía y cómo nos elevaremos hasta este íntele,to
puro y junto a las virtudes de los dioses, sin las cuales jamas podemos llegar
felizmente al conocimiento de las cosas secretas y a la virtud de las operaciones
milagrosas. Fn estas cuestiones consiste toda la dignificación que brinda la
naturaleza, el mérito y el arte de la religión. La dignidad natural es una excelente
disposición del cuerpo y de todas sus partes que no oscurece las luces del alma con
mancha algGn! y que no le causa perturbación ni movimiento algunos de humores; y
esa excelente disposición del cuerpo y sus órganos proviene de la situacíón, del
movimiento, de la luz y de la influencia de los cuerpos y las almas celestes que
presiden en el nacimiento de cada uno, como son aquéllos cuya nHveI! casa es
afortunada por Saturno, el Sol y Mercurio; de modo parecido, Marte en la novena
casa rige a los espíritus. Estas cosas son tratadas con bastante amplitud en los libros
de astrología.
Quien carezca (le tan feliz constitución debe suplir el defecto de la
naturaleza mediante educación, vida muy arreglada y buen uso de las cosas
naturales, hasta obtener la consumación de la perfección, tanto interior como
exterior. De allí deriv! que se tomara tanta precaución en la elección de un
sacerdote en la ley mosaica; no debía haberse acercado a un muerto, ní a una viuda,
ni a una mujer con su menstruación, ní debía ser leproso, sujeto a flujo de sangre ní
hernias; debía ser sano, con todos sus miembros, de buena vista, sin cojera ní joroba,
y de nariz bien delineada. Apuleyo, en su Apología, dice que el hijo que se desea
consagrar mediante encantamiento debe ser elegido s!n , sin defectos, ingenioso,
bien constituido, entero, industrioso y de buen decir, a fin de que el poder divino se
aloje en su persona como en un habitáculo, y que el espíritu de ese níío, experto en
breve lapso, se reduzca a su divinidad. En cuanto a la dignidad meritoria, su
perfección consiste en dos cosas, a saber: la doctrina y la obra. El fin de la doctrina
es conocer l! verdad; es preciso, pues, como se dijo al comienzo del primer libro,
ser sabio y experto en estas tres facultades de las que hemos hablado; luego de
eliminados los impedimentos, debe consagrar su alma, por entero, a la
contemplación, encerrándola en sí misma, porque en nosotros mismos tenemos
naturalmente la fuerza para comprender y disponer las cosas, pero somos turbados
en el goce de estas cosas por las pasiones que nos obstaculizan por parte de la
sexualidad, de las falsas imaginaciones y de los apetitos desarreglados; el
conocimiento y el
poder divino se presentan tan pronto desaparecen estos impedimentos. En
cuanto a la operación religiosa, no tiene menor eficacia, y a menudo ella sola es
también eficaz para que adquiramos una virtud deifica, pues las obras s!gr!d!s,
hechas y representadas según el rito, tienen tan grande fuerza que, sin ser
comprendidas y no obstante cumplidas con piedad y todas sus ceremonias, y creídas
con fe firme, constituyen no desdeñable poder para honrarnos con el poder divino.
La dignidad que se obtiene mediante la fuerza de la religión se perfecciona, en
ciertas ceremonias relí-
giosas, expiaciones, consagraciones y funciones sagradas, a través de quien
consagró públicamente su espíritu a la religión, el cual tiene el poder de
imponer l!s manos y de iniciar mediante la virtud sacramental que imprime
el carácter de la virtud y del poder divino, que se llama consentimiento
divino, por el cual el hombre, sostenido por la naturaleza divina Y casi
compañero de los espíritus celestes, lleva inserto en sí el poder de la
divinidad; y esa ceremonia fue incorporada al número de sacramentos de
la iglesia.
Por tanto, quien sea hombre perfecto p r el espíritu sagrado de la
religión, quien tenga sentimientos piadosos y constancia inquebrantable
para l! religión, y crea sin dudar de nada, quien sea aquél a quien la
autoridad de las cosas sagradas y la naturaleza, por sobre todo, han confe-
rido la dignidad que las divinidades no desdeñan, rezando, consagrando,
sacrificando e invocando, podrá obtener virtudes espirituales y celestes, e
imprimirlas a las cosas que le pertenezcan, y a voluntad, y mediante esa
misma dignidad dar espíritu y vida a toda obra de la ciencia mágica. Pero
quien pretenda alg en cuestión de Magia sin la autoridad del oficio, sin el
mérito de la santidad y la doctrina, sin la dignidad de la naturaleza y la
educación, trabajará en vano y se engañará a sí mismo y engañará a sus
adherentes, e incurrirá en la indignación de las divinidades con peligro de
perecer.
Capítulo V
LAS TRES GUIAS DE LA RELIGION,
QUE NOS CONDUCEN AL SENDERO DE LA VERDAD
En materia de Religión tenemos tres Guías que nos conducen hasta el
sendero de la Verdad, que regulan toda la religión, y que constituyen la
base. Estas tres guías son el Amor, la Esperanza G la Fe. El Amor es el
vehículo del alma, que por sobre todas las demás virtudes salidas de los
altos cielos desciende desde las inteligencias hasta los más bajos, expandiendo
por todo sus beneficios; atavía nuestro espíritu con tantos ornamentos
que lo iguala a la belleza de Dios y lo diviniza; nos conserva en
toda actividad, y hace lograr los efectos según nuestras súplicas, dando
fuerza y virtud a nuestras oraciones, como leemos en Homero que Apolo
acogió la plegaría de Crises porque era su amigo; y también leemos en el
Evangelio, respecto de María Magdalena: Muchos pecados le son perdonados
porque amó mucho.
En cuanto a la Esperanza, firme en lo que pide, sin dudas, inquebrantableinente,
nutrirá al espíritu y lo perfeccionará, estableciendo particularmente
todas las cosas en el bien.
En cuanto a la Fe, superior- a todas las otras, no fundada sobre palaliras
humanas sino sobre la revelación divina, ilumina todas las cosas del
universo, pues, al descender de lo alto, proceder de la primera luz y ser la
más cercana, es mucho más noble y digna que las ciencias, las artes, las
opiniones y el testimonio de los hombres y de las demás criaturas, llegando
a nuestro intelecto a través del reflejo recibido de la primera luz.
En fin, por la fe, el hombre se convierte en algo igual a los poderes superiores
y posee el mismo poder. Esto hizo decir a Proclo: "Así como la fe,
que no es ligera creencia o credulidad, está por encima de la ciencia, de
igual modo la fe, que es verdadera fe, está supersustancialmente por encima
de toda ciencia y todo entendimiento, y nos une inmediatamente a
Dios". La fe es, en efecto, la fuente de todos los milagros; ella sola, según
la opinión de los platónicos, es la que nos hace acercar a Dios, y obtener
su protección y bendición a través de la virtud. Así leemos que Daniel fue
salvado de las fauces de los leones. porque creyó en su Dios; y el CRISTO
(lijo a la homorroísa: "Tu fe te ha curado"; y cuando los ciegos le pidier n
recobrar la vista, les pidió que tuviesen fe, en estos términos: "¿Creéis que
os puedo dev lver la vista?" Así, en Homero, Palas consuela a Aquiles con
estos términos: "Yo mismo he venido a apaciguar tu cólera, sí tienes fe".
Por ello el poeta Lino dice que deben creerse todas las cosas, porque todas
las cosas son fáciles para Dios. nada le es imposible, y en cHAAsecuencia
nada es íncreible. Al creer pues en las cosas que conciernen a la religión
experimentamos la fuerza. pere sí no tenemos fe, nada asombroso
realizaremos y trabajaremos sólo para nuestra desdicha, como la
apreciamos en el ejemplo de Lucas en estas palabras: "Algunos judíos
exorcistas de la vecindad intentaron temerariamente invocar el nombre
JESUS sobre quienes estaban poseídos por espíritus malignos, diciendo:
Os conjuro por JESUS que Pablo predica; mas el espíritu maligno respondió:
Conozco a JESUS y sé quién es Pablo, ¿pero quién eres tú? Y el
hombre poseído por el peor de los demonios 'se lanzó sobre los judíos
exorcistas con tal furia que debieron huir de la casa donde estaban, totalmente
desnudos y cubiertos de heridas".
Capitulo VI
EL AUXILIO DE LAS GUIAS ELEVA AL ALMA HASTA LA NATURALEZA
DIVINA, CONVIRTIENDOLA EN OPERADORA DE MILAGROS
Cuando nuestro pensamiento es purificado, divinizado y euforizad por el
Amor religioso, adornado por la Esperanza, conducido por la Fe, ubicado sobre la
altura y plasmado por el espíritu humano, obtiene en sN la verdad, y en la Verdad
Divina, como en el espejo de l! eternidad, ve el estado de las cosas mortales e
inmortales, sus esencias, sus causas y la plenitud de las ciencias, comprendiendo
todo al momento. De allí surge que, en ese estado de pureza y elevación, conocemos
las cosas que están por encima de la naturaleza, y entendemos todo lo de este mundo
da abajo ; y n sólo conocemos las cosas actuales y las pasadas, sino que también
recibimos incesantemente los oráculos de lo que pronto ocurrirá y de lo que no
ocurrirá sino largo tiempo después. Además, no sólo en las ciencias, las artes y los
oráculos un pensamiento de esa calidad adquiere una virtud divina sino también
recibe el poder Milagroso en todas las cosas trasmutables por el imperio. De allí
deriva que, constituidos en naturaleza, dominamos a veces sobre la naturaleza y
realizamos operaciones tan milagrosas, súbitas y elevadas que hacen obedecer a los
Manes, trastornan a las estrellas, constriñen a las divinidades y hacen servir a los
elementos; es así que las personas consagradas a Dios, elevadas mediante estas tres
virtudes teologales, mandan a los elementos, impulsan las nubes, hacen surgir los
vientos, hacen fundir las nubes en lluvia, curan las enfermedades y resucitan a los
muertos. Todos estos milagros fueron realizados en di-versos países, los poetas nos
lo cantan en sus obras, los historiadores nos lo narran, y todos los más famosos
filósofos, al unísono c n los teólogos nos lo confirman y aseguran en el sentido de
que todos estos milagros se pueden realizar; así los profetas, los apóstoles y todos
los demás hombres de Dios resplandecieron a través de los altos poderes. Debe
saberse, pues, que así como por la virtud del primer agente se realiza una cosa sin la
cooperación de causas intermedias, de igual modo, por la sola obra de la religión se
realiza una cosa sin la aplicación de las fuerzas naturales y celestes: mas nadie
puede operar por la virtud de la religión pura y sola si no se tornó totalmente
intelectual, de la naturaleza de las inteligencias.
Quienquiera opere mediante la religión sola, sin el concurso de las demás
virtudes, es absorbido y consumido por la divinidad, y no podrá vivir largo tiempo;
y quienquiera se aproxima sin estar purificado, hará recaer sobre sí la condenación,
y será librado para que Io devore el espíritu maligno.
Capítulo VII
LA NECESIDAD DE CONOCER AL DIOS VERDADERO EN LA MAGIA, Y
EL JUICIO DE LOS ANTIGUOS MAGOS Y FILOSOFOS ACERCA DE LA
DIVINIDAD
Debido a que todas las criaturas no pueden existir ni actuar sin el concurso de
Dios, su Creador soberano, y luego de las demás divinidades que recibieron el poder
de fabricar y crear, no como causa principal sino instrumental en virtud del Creador
(pues El es el principio B la causa primera de todas las cosas, mas producido por las
causas segundas es producido más efectivamente por la primera que también
produjo las causas segundas, que llamamos dioses del segundo orden), es pues
necesario que
todo Mago conozca al Dios verdadero, que creó de la nada y produjo to-
das las cosas como causa primera, y que conozca a los otros dioses, divinidades o
poderes superiores que llamamos causas segundas. También es preciso que sepa con
qué culto, veneración y sacrificios, según l! condición de cada uno, debe reconocer
y honrar a todos en particular. Quien invoca a los dioses y no les tributa el honor
que les corresponde personalmente,
ni honra a cada uno en particular con las ceremonias requeridas que les
conciernen, no disfruta de su presencia ni obtiene los efectos que de ellos anhela; tal
como una cuerda estropeada perjudica la armonía. A veces también existe el peligro
del castigo, como está escrito de los asirios que
Salamanasar lo hizo sobrevenir en Samaria, porque ignoraron los honores
debidos al Dios de la tierra por todas las leyes; Dios echó sobre ellas leones que los
exterminaron, porque ignoraron el rito del Dios de l! tierra.
Veamos ahora lo que los Antiguos Magos y Filósofos creyeron respecto a Dios.
Leemos en la historia que Nicocreonte, rey de Chipre, al consul-
tar al oráculo de Serapis, para saber quién era el Dios soberano, recibió del oráculo esta
respuesta: que debía reconocer como gran Dios a aquél
cuya cabeza era el cíelo; el vientre, los mares; los pies, la tierra; las ore-
jas ubicadas en el aire; los ojos, la luz del sol radiante. Orfeo cantó casi
lo mismo en estos versos:
Es el rey del palacio de las estrellas, es Jupiter mismo; es el principio y origen de
todas las cosas, verdaderamente un so lo poder y un solo Dios todopoderoso; todas
las cosas estan ubicadas en su gran cuerpo real; la tierra, el mar, el fuego y el aire, la
noche y el dia, la sabiduria, la primera fuente, pero sobre todo el encantador amor
estan en este gran cuerpo del rey, del soberano Jupiter. Vereis su cuello observando
respetuosamente
los grandes techados del cielo. Esa cabeza de cabellos de oro, esa melena
leonina, estos rayos de estrellas rutilantes, esa cabeza que remata en dos cuernos
semejantes a los de un toro; uno es Levante, el otro Poniente.
Capítulo VI
EL AUXILIO DF LAS GULAS ELEVA AL ALMA HASTA LA NATURALEZA
DIVINA, CONVIRTIENDOLA EN OPERADORA DE MILAGROS
Cuando nuestro pensamiento es purificado, divinizado y euforizado por el
Amor religioso, adornado por la Esperanza, conducido por la Fe, ubicado sobre la
altura y plasmado por el espíritu humano, obtiene en sí la verdad, y en la Verdad
Divina, como en el espejo de l! eternidad, ve el testado de las cosas mortales e
inmortales, sus esencias, sus causas y la plenitud de las ciencias, comprendiendo
todo al momento. De allí surge que, en ese estado de pureza y elevación, conocemos
las cosas que están por encima de l! naturaleza, y entendemos todo lo de este mundo
da abajo; y no sólo conocemos las cosas actuales y las pasadas, sino que también
recibimos incesantemente los oráculos de lo que pronto ocurrirá y de lo que no
ocurrirá sino largo tiempo después. Además, no sólo en las ciencias, las artes y los
oráculos un pensamiento de esa calidad adquiere una virtud divina sino también
recibe el poder Milagroso en todas las cosas trasmutables por el imperio. De allí
deriva que, constituidos en naturaleza, dominamos a veces sobre la naturaleza y
realizamos operaciones tan milagrosas, súbitas y elevadas que hacen obedecer a los
Manes, trastornan a las estrellas, constriñen a las divinidades y hacen servir a los
elementos; es así que las personas consagradas a Dios, elevadas mediante estas tres
virtudes teologales, mandan a los elementos, impulsan las nubes, hacen surgir los
vientos, hacen fundir las nubes en lluvia, curan las enfermedades y resucitan a los
muertos. Todos estos milagros fueron realizados en di-versos países, los poetas nos
lo cantan en sus obras, los historiadores n s lo narran, y todos los más famosos
filósofos, al unísono con los teólogos nos lo confirman y aseguran en el sentido de
que todos estos milagros se pueden realizar; así los profetas, los apóstoles y todos
los demás hombres de Dios resplandecieron a través de los altos poderes. Debe
saberse, pues, que así como por la virtud del primer agente se realiza una cosa sin l!
cooperación de causas intermedias, de igual modo, por la sola obra de la religión se
realiza una cosa sin l! aplicación de las fuerzas naturales y celestes: mas nadie
puede operar por la virtud de la religión pura y sola si no se tornó totalmente
intelectual, de la naturaleza de las inteligencias.
Quienquiera opere mediante la religión sola, sin el concurso de las demás
virtudes, es absorbido y consumido por la divinidad, y no podrá vivir largo tiempo;
y quienquiera se aproxima sin estar purificado, hará recaer sobre sí la condenación,
y será librado para que lo devore el espíritu maligno.
Capítulo VII
LA NECESIDAD DE CONOCER AL DIOS VERDADERO EN LA MAGIA, Y
EL JUICIO DE LOS ANTIGUOS MAGOS Y FILOSOFOS ACERCA DE LA
DIVINIDAD
Debido a que todas las criaturas no pueden existir ni actuar sin el
concurso de Dios, su Creador soberano, y luego de las demás divinidades
que recibieron el poder de fabricar y crear, no como causa principal sino instrumental en virtud
del Creador (pues El es el principio y la causa primera de todas las cosas, mas producido por las
causas segundas es producido más efectivamente por la primera que también produjo las causas
segundas, que llamamos dioses del segundo orden), es pues necesario que
todo Mago conozca al Dios verdadero, que creó de la nada y produjo to-
das las cosas como causa primera, y que conozca a los otros dioses, divinidades o poderes
superiores que llamamos causas segundas. TambAén es preciso que sepa con qué culto,
veneración y sacrificios, según la condición
de cada uno, debe reconocer y honrar a todos en particular. Quien invoca
a los dioses y no les tributa el honor que les corresponde personalmente,
ni honra a cada uno en particular ion las ceremonias requeridas que les conciernen, no dAsfruta
de su presencia ní obtiene los efectos que de ellos
anhela; tal como una cuerda estropeada perjudica la armonía. A veces también existe el peligro
del castigo, como está escrito de los asirios que Salamanasar lo hizo sobrevenir en S!maría,
porque ignoraron los honores debidos al DAos de la tierra por todas las leyes; Dios echó sobre
ellos leones que los exterminaron, porque ignoraron el rito del Dios de la tierra.
Veamos ahora lo que los Antiguos Magos y Filósofos creyeron respecto a Dios. Leemos
en la hAstoria que Nicocreonte, rey de Chipre, al consul-
tar al oráculo de Serapis, para saber quién era el Dios soberano, recibió
del oráculo esta respuesta: que debía reconocer como gran Dios a aquél cuya cabeza era el cíelo;
el vientre, los mares; los pies, la tierra; las orejas ubicadas en el aire; los ojos, la luz del sol
radiante. Orfeo cantó casi lo mismo en estos versos:
Es el rey del palacio de l?s estrellas, es Jupiter mismo; es el principio y origen
de todas las cosas, verdaderamente un so lo poder y un solo Dios
todopoderoso; todas l?s cosas estan ubicadas en su gran cuerpo real; la
tierra, el mar, el fuego y el aire, la noche y el dia, la sabiduria, la primera
fuente, pero sobre todo el encantador amor estan en este gran cuerpo del
rey, del soberano Jupiter. Vereis su cuello observando respetuosamente los grandes
techados del cielo. Esa cabeza de cabellos de oro, esa melen? leonina, estos rayos de
estrellas rutilantes, esa cabeza que remata en dos cuernos semejantes a los de un
toro; uno es Levante, el otro Poniente.
En otra parte dice:
Mas sus ojos son Febo de luz resplandeciente y la Luna revestida con
el color purpura de Febo; este eter regio es el pensamiento pres3iente del
porvenir, al que ni ruido, ni violencia, ni reputacion, ni secreto alguno
puede ocultarsele, penetrando victorioso por doquier. Ademas, su cuerpo
invencible se extiende sin fin, sin medida; sus grandes hombros y su ancho
pecho es el aire; tiene a los vientos cono alas; vuela con ellas por todas las
cosas, se desplaza mds rapido que el Euro. Su vientre sagrado es nuestra
antigua madre la tierra, que es su redondez, y las altas montanas
constituyen su t?m?n5; el mar, sonoro en medida, constituye la cintura.
Ademas, los confines de las tierras, los cimientos de este gran globo y el
infierno lleno de furores son las plantas de los pies de este gran senor del
Olimpo. Fue el quien. despues de ocultar todas las cosas bajo tierra, retirarulolas
luego de su fondo, las produjo en un bello dia.
Se cree pues que Júpiter es el mundo universal, v que ciertamente es
el pensamiento de este mundo que, conteniéndolo en sí mismo, lo produjo;
esto hizo también decir a Sófocles: En verdad no hay sino un solo Dios
que creó el cielo que vemos y la tierra capaz de albergar tantas criaturas.
Eurípides también dijo: "¿Véis a este Altísimo que tiene entre sus brazos
al éter infinito y la tierra de todas partes? Creed que es Júpiter, creed que
es Dios".
El poeta Ennío canta así:
Observad esa sublime belleza, es Jupiter a quien todo el mundo invoca.
En consecuencia, el mundo universal es Júpiter, como dice Porfirio,
es un animal cHnstituido por animales, un Dios constituido por dioses. Es
Júpiter, un entendimiento que produjo todas las cosas, creando todo mediante
su inteligencia; esto hizo también que Orfeo nos cantase estos
bellos versos en honor del Verbo sagrado:
Es un Dios perfecto, que todo lo creo, que conserva todo, y que esta
por encima de todo; solo el pensamiento superior puede comprenderlo; solo
lo ven los ojos de ese pensamiento; jamas causa mal a los mortales; aparte
de el, n5 hay otro.
Y poco después añade estas palabras:
El es el principio, el medio y el fin. He aqui lo que todos los antiguos
profetas nos ensenaron, y lo que Dios nos dio escrito en dos Tablas.
Y en el poema acuerda incluso al Verbo sagrado el título de Gran
Autor. solo e inmortal. Zoroastro, de modo parecido, en su Historia s!-
gr!d! de cuestiones persas, nos definió a Dios con estos términos: Dios es
el primero de todos los seres que no están sujetos a mancha ní corrupción,
que no comenzó, ní terminará jamás, sin partes, muy semejante a sí
misAno, el c TAdGct r y el autor de t d s los bienes, el Padre de todas las
cosas. bondadosísimo y prudentísímno, luz sagrada de la justicia, perfección
absoluta de la naturaleza, su inventor y su sabiduría. Apuleyo le des-cribe
corno el Basileus, es decir, el rey, causa (le toda la naturaleza de las cosas, la
razón y el origen primordial, el autor soberano del espíritu, eterno,
conservador de las vidas, que engendra sin propagación, que no está
limitado por tiempo, lugar ní cambio alguno, concebible apenas por los
espíritus, e inefable para todos los hombres. De allí deriva que Eurípídes
recomiende que se otorgue a Júpiter el título de Dios soberano; de acuerdo
con ese juicio, Orfeo dijo que todas las cosas habían sido iluminadas B debla
creerse que las otras potencias eran sus ministros, a saber, las que están
fuera de Dios y separadas (le él: por ello los filósofos les llaman ministros
de Dios e inteligencias separadas. En conseceuncia, dicen que el culto de la
religión se debe al Júpiter supremo y a él sólo, y no a las demás potencias
sino en consideración del mismo Júpiter.
Capítulo VIII
EL JUICIO DE LOS ANTIGUOS FILOSOFOS RESPECTO DE LA TRINIDAD
Agustín y Porfírio nos testimonian que los platónicos colocaron Tres
Personas en Dios: pues a la primera la llaman Padre del universo; a la
segunda, el Hijo y primer pensamiento, llamado también con este nombre
por Macrobio; a la tercera, Espíritu o Alma del Mundo, que Virgilio también
llama Espíritu, según la opinión de Platón, cuando canta:
El espiritu nutre interiormente a la mater3a, y el pensam.:ento universal
expandi;<lo por tollos sus miembros le da sus movimientos.
Plotíno B Filón enseñan que el Hijo de Dios` es el primer pensamiento,
es decir, el entendimiento divino que procede del Padre, de la misAna
manera que el verbo de una persona que habla o como una lu1 de otra luz.
Por ell se le llamó Verbo, la Palabra, y el esplendor del Dios Padre: pues el
pensamiento divino que concibe el bien soberano p r un solo acto, ja-más
interrumpido, sin cambios, engendra en sí mismo su progenie, y su hijo, que
es l! inteligencia plena, su semejanza plena, y ejemplo perfecto del mundo.
A esto Juan v MercurAo lo denominan Verbo o Palabra, v Platón, el Hijo del
Dios Padre. Orfeo lo llama Palas surgida de la cabeza (le Júpiter. es decir, la
sabiduría. Es la altísima imagen del Dios Padre, no obstante por alguna
relación, o algún absoluto interno, como engendrado distinto del generador.
la que, en el Eclesiastés, al hablar de sí misma. dice: "He salido de l! boca
del Altísimo, primogénita que precede a
todas las criaturas". Jámblico dice que este Hijo, juntamente. con el Padre,
suman uno y son esencialmente el mismo Dios, bajo la denominación de Padre e
Hijo. De modo similar, Mercurio Trismegisto, en su Asclepio, expresa, en
diversos lugares, el Hijo de Dios; pues dijo: "Mi Dios y Padre engendró otro
pensamiento constructivo"; y en otra parte agrega: "La unidad engendra la
unidad, y refleja su amor sobre sí"; y en el Pymandr5 (donde parece profetizar
la ley de la gracia y el misterio de la regeneracíón) dice: "El Dios Hijo y
Hombre en conjunto es el autor de la regeneración, por la voluntad de un solo
Dios". Incluso le nombra Dios plenísimo de la fecundidad de los dos sexos. De
manera parecida, los sacerdotes filósofos de la India dicen que el mundo es, en
parte, macho y hembra. Vrfeo también lo llama alma del mundo y Júpiter
masculino y femenino, y dice que los dos sexos están en los dioses; por ello en
sus himnos dirige su canto a Minerva con estos términos: "En verdad has
producido hombre y mujer", etc. Apuleyo en su libro sobre el Mundo, según l!
teología de Vrfeo, tradujo este versículo sobre Júpiter:
Jupiter es macho y hembra, ignorando la muerte.
Y Virgilio, respecto de Venus, canta: Yo
d e s c i e n d o y Dios me guia.
En otra parte, al referirse a Juno o Alecto, dice:
Di5s no me fallo cuando, en mi plegaria, alce hacia el mi diestra.
Y Tíbulo también dice en su canto:
3'5, que mediante mi palabra, viole la divinidad de la gran Venus.
L! historia narra que el pueblo careno honraba al dios Luna con una
veneración maravillosa. Esa inteligencia plena de la soberana fecundídad
producía el amor que ata a la inteligencia con el pensamiento superior, y ello en
la medida en que le es de una proporción infinita más íntima, y más apegada
que las demás producciones a sus parientes, y es la tercera persona, a saber, el
Espíritu Santo. Jámblico se refiere también a los oráculos de los caldeos, que
atribuyen a Dios un poder paternal, l! emanación del intelecto proveniente del
Padre, y el amor ígneo procedente del Padre y del Hijo, y el mismo Dios. Esto
hace que en Plutarco hallemos la descripción de los antiguos sobre Dios,
diciendo que es un espíritu intelectual e ígneo, sin forma pero que se transforma
en todo lo que quiere, igualándose a todas las cosas. Leemos en el
Deuteronomio estas palabras: "Dios es un fuego devorador". Zoroastr , al hablar
de él, dice que todas las cosas fueron engendradas por el fuego. Heráclit de
Efeso enseñó, de modo parecido, que todas las cosas surgieron del fuego. El
hace sostener al divino Platón que Dios habita en una esencia ígnea, queriendo
decir el inefable esplendor de Dios en sí mismo y el amor con que se ama a sí
mismo. Y en H mero descubrimos que el éter es el reino de Júpiter, al que
canta:
Jupiter oscurecio las nubes y reina en el eter.
Y en otra parte dice:
El cielo es patrimonio de Jupiter, quien esta entronizado sobre las nubes hasta
donde puede extenderse el eter.
Aether deriva, según la gramática griega, de aetho que, en latín, significa
arden, ardo, me quemo ;y de aer, vocablo griego, que significa en latín spiritus,
espiritu; de allí la palabra griega aether, es decir, spiritus arden, espiritu ardiente.
Por ello Orfeo denominó pyripnon al éter, que quiere decir soplo de fuego o soplo
igneo. Por tanto, el Padre, el Hijo y el Espíritu de amor y totalmente ígneo, son
llamados por los teólogos las tres Personas, a las que Orfeo en sus conjuros invoca
tambAén con estos términos: "Cielo, te conjuro, sabia obra del gran Dios. Te conjuro,
voz del Padre, que habló en primer término, cuando afirmó el mundo universal sobre
la sabiduría de sus consejos". Hesíodo reconocía las mAsmas personas, bajo los
nombres de Júpiter, Minerva y Bules, en su Teogonía, explicando la doble
producción de Júpiter con estas palabras: "La primera fija, en efecto, Tritonia, la de
los ojos glaucos, tan poderosa como su Padre, y el sabio Bules, es decir, el consejo".
Orfeo lo declaró de muchas maneras, en los versos antes mencionados, a causa de su
doble emanación: porque es producido por Júpiter y Minerva por Agual. Agustín, en
su cuarto libro de la Ciudad de Dios, dAce que Porfirio, sostenedor de la doctrina de
Platón, puso tres Personas en Dios: la primera que llama el Padre del universo; la
segunda que llama el primer pensamiento, y Macrobío, el Hijo; la tercera, que llama
el Alma del Mundo, que VirgAlio, según la opinión de Platón, llama el Espíritu, al
decir:
El Espiritu mora en el mundo, lo sostiene, y esa Alma del Mundo presente en
todas sus partes, da movimiento a esa gran masa.
Es pues Dios, como dice Pablo, de quien todas las cosas derivan, en quien todas
las cosas existen y por quien todas las cosas se sostienen. Pues del Padre, como
primera fuente, emana todas las cosas; en el h ijo como en una piscina, están
ubicadas todas las cosas por sus ideas; a través del Espíritu Santo, todas las cosas
son explicadas y distribuidas, cada una
según su propio rango.
Capítulo X
LAS EMANACIONES DIVINAS, DENOMINADAS
NUMERACIONES POR LOS HEBREOS, ATRIBUTOS POR
OTROS,
Y DIOSES Y DIVINIDADES POR LOS GENTILES;
LOS DIEZ SEPHIROTH Y LOS DIEZ NOMBRES SANTISIMOS DE
DIOS, REGENCIAS E INTERPRETACIONES
Aunque Dios mismo exista en tres personas de una esencia unísíma, sin
embargo no dudamos que haya en él ciertas divinidades en gran cantida(l, que los
filósofos llamaron Dioses. los doctores hebreos, Numeraciones. v nosotros.
Atributos: como la sabiduría, que Orfeo llama Palas: la inteligencia, que llama
Mercurio: la producción de la forma, que llama Saturno: la fuerza procreadora.
que llama Neptuno: la naturaleza secreta de las cosas. que llama Juno: el amor.
que llama Venus: la vida lúcida, que llama el S o l ó .polo: y la razQn del mundo
universal, que ll!m! Pan:
en cuanto al alma la deriomína Mare, Neptuno y Océano, como
productora de las criaturas de este mundo inferior, contemplando a los
seres superiores y retornando a sí misma; y en otra parte menciona
incluso a esa pluralidad :
Jupiter y Pluton, Febo y Dionisio son uno solo, mas repetimos la razon del porque: es
que hay un Dios en todos.
Y Valerlo Soran dijo en su poesía:
Jupiter omnipotente es rey de reyes y Dios, generador y generadora de dioses, Dios
unico y todos los dioses juntos.
Es así que los teólogos de los gentiles, que se manejaban con
grandísima prudencia, honraban a un solo Dios bajo nombres diferentes,
y también bajo ambos sexos. Los hombres mortales, dice Plinio,
agobiados de penas y trabajos, hicieron muchos dioses de un Dios para
recordar su debilidad, a fin de que teniendo muchos dioses para repartir y
escoger, como en porciones, cada uno buscase el favor de aquél que más
necesita-se; así, quienes necesitaban fe, invocaban a Júpiter; quienes
necesitaban previsión, invocaban a Apolo; quienes necesitaban sabiduría,
invocaban
a Minerva; y quienes necesitaban otras cosas, las pedían a sus dioses bajo
otros nombres. Esa diversidad de tantas especies de divinidades provino
de las debilidad y confusión de los hombres que necesitaban recAbir gracias
en cantidad y de muchas especies según sus necesidades; pero sólo
hay
un Dios, soberano dispensador de todas las gracias y cosas. Por eso,
Apuleyo, en su libro del Mundo, dirigido a Faustino, habla de esta manera:
"Sólo hay un Dios, una sola dAvinidad, pero se le acuerdan muchos
nombres a causa de la multitud de aspectos por cuya diversidad adopta
muchas formas". Y Marco Varrón, en su libro del Culto de los dioses,
dice: "Así como todas las almas se reducen a una sola Alma del Mundo, o
(lel universo, de igual m d todos los dioses se relacionan con un solo
Júpiter que, al ser por doquier el mismo Dios, es adorado bajo el nombre
de diferentes divinidades y poderes". Es preciso, pues, saber intelectualizar
perfectamente las propiedades sensibles, por medio de una analogía
secreta; quien quiera entender los himnos de Orfeo y de los antiguos
magos hallará de ese modo que no difieren de los arcanos cabalísticos ni
de las tradiciones ortodoxas. Los dioses que Orfeo llama Curetes e
incorruptibles, Dionisio los denomina poderes. Los cabalistas los asignan
a la numeración pahad, es decir, el temor divino; de manera que lo que en
la Cábala se llama ensoph, Orfeo lo llama noctem, noche; Tifón, en Orfeo,
es el mismo que Zamael en la Cábala.
Los mecubales de los hebreos, muy entendidos en materias divinas,
recibAeron diez Nombres divinos principales, especies de divinidades o
miembros de Dios, que a través de diez numeraciones denominadas
Sephiroth, como a través de vestiduras, instrumentos o ejemplos del
arquetipo,
influyen y actúan sobre todas las criaturas, comenzando por todas las superiores en
particular, y continuando hasta las últimas pero con cierto orden. Estos nombres
divinos influyen prAmera e inmediatamente sobre los nueve órdenes de ángeles y el
coro de las almas bienaventuradas, y a través de ellas sobre las esferas celestes, los
planetas y los hombres, después de los cuales cada cosa recibe, luego, su fuerza y
virtud.
El primero de estos nombres es Eheie, el nombre de la esencia divina; su
numeración lleva el nombre de Keter que es interpretado como corona o diadema;
significa el ser simplísimo de la divinidad, y se llama "lo que el ojo no ha visto"; se
le atribuye a Dios Padre, e influye por el orden de los SerafAnes, o como dicen los
hebreos, Haioth Hacadosch, es decir, animalia sanctitatis, anímales de santidad; y de
allí, a través del primum m5bile, da liberalmente el don del ser a todas las cosas,
llenando el universo en toda su circunferencia hasta el centro. Su inteligencia
particular se llama Metatron, es decir, príncipe de los rostros, cuyo oficAo es Antroduc
Ar a los otros ante la faz del príncipe y, a través del ministerio de aquél, el Señor
habló a Moisés..
El segundo nombre es lud, o Tetragrainmaton junto con lud; su numeración es
lloch.mah, es decir, sapienti?, sabiduría; significa divinidad llena de ideas y
primogénito, y se atribuye al Hijo; influye por el orden de los Querubines, u orden
que los hebreos denominaban Ophanim, las formas, o las ruedas, y de allí sobre el
cAeclo de las estrellas, fabrAcando allí tantas figuras como ideas contiene en sí,
disipando el caos o confusión de las criaturas, mediante el ministerio de su
inteligencia particular, denominada Raziel, que fue el gobernador de Adán.
El tercer nombre se llamó Tetragrammat5n Elohim; su numeración se
denomina Binah, es decir providentia o intelligentia, providencia o intelAgencia;
significa jubileo, remisión, reposo, conversión penitencial, gran trompeta, redención
de} mundo, y la vida del siglo por venir, se aplica al Espíritu Santo e influye por el
orden de los Tronos, o de aquéllos a quienes los hebreos llaman Aralim, es decir
ángeles grandes, fuertes y robustos, y de allí, por la esfera de Saturno, proveyendo la
forma de la materia fluida; su inteligencia particular es Zaphkiel, gobernador de
Noé, y la otra inteligencia es Iophiel, gobernádor de Sem.
He aquí las tres numeraciones soberanas y más altas, que s n como sedes de
las personas divinas, por cuyo mandato todas las cosas sobre-vienen, pero la
ejecución se realiza por el ministerio de otras siete numeraciones llamadas por eso
numeraciones de la fabricación.
El cuarto nombre es El; su numeración es Hoesed, es decir clernentia o
bonitas, clemencia o bondad; significa gracAa, misericordia, piedad, magnificencia,
cetro y mano derecha; influye por el orden de las Dominaciones, o aquellos a
quienes los hebreos llaman Hasmalim, por la esfera de Júpiter, formando las efigies
o representaciones de los cuerpos, dando a todos la clemencia y la justicia pacífica;
su inteligencia particular se denomina Zadkiel, gobernador de Abraham.
El quinto nombre es Elohim Gibor, es decir, Deus robustus, puniens culpas
improborum, Dios fuerte, que castiga las culpas de los inicuos; su numeración se
llama Geburah, es decir, poder, gravedad, fuerza, juicio, que castiga con estragos y
guerras, y se le atribuye el tribunal de Dios, la cintura, la espada y el brazo
izquierdo; se llama también Pachad, te-mor; influye por el orden de las potestades,
que los hebreos llaman Seraphim y, de allí, por la esfera de Marte, a quien pertenece
la fuerza, la guerra y las aflicciones, cambia de lugar los elementos; su inteligencia
particular es Camael, gobernador de Sansón.
D. sexto nombre es Eloha, o nombre de cuatro letras, junto con Vaudahat; y su
numeración es Tiphereth, es decir, ornamiento, belleza, gloría, placer; significa el
bosque de la vida; influye por el orden de las Virtudes, que los hebreos llaman
Malachim, es decir, ángeles, sobre la esfera del sol, dándole esplendor y vida, y
produciendo luego los metales; su inteligencia particular es Rafael, que fue
gobernador de Isaac y del joven Tobías, y el ángel Peliel, gobernador de Jacob.
El séptimo nombre es Tetragr?mmaton Sabaoth o Adonai Sabaoth, es decir, el
Dios de los ejércitos; su numeración es Netzah, es decir, triunfo, victoria; se le
atribuye la columna derecha; significa eternidad y justicia de Dios vengador; influye
por el orden de los Principados, que los hebreos denominan Elohim, es decir, dioses,
sobre la esfera de Venus, celo y amor de justicia; produce los vegetales; su
inteligencia se llama Haniel, y su angel, Ceruiel, conductor de David.
El octavo nombre es Elohim Sabaoth, que se interpreta también como Dios de
los ejércitos, no de la guerra y la justicia sino de la piedad y la concordia, pues los
dos nombres, éste y el anterior tienen, individualmente, su término de ejército; su
numeración se llama Hor, que se interpreta como alabanza, confesión, benevolencia
y gran renombre, y se la atribuye la columna izquierda; influye por el orden de los
Arcángeles, que los hebreos llaman Ben Elohim, es decir, hijos de los dioses, sobre
la esfera de Mercurio, esplendor y ornamento conveniente, y produce los animales;
su inteligencia es Miguel, que fue gobernador de Salomón.
El noveno nombre es Sadai, es decir, omnipotente y que lo satisface todo, y
también Elhai, que significa Dios vivo; su numeración es lesod, o sea, fundamento;
significa buen entendimiento, alianza, redención, y reposo; influye por el orden de
los Angeles, que los hebreos llaman Querubines, sobre la esfera de la Luna,
acrecentamiento y mengua de todas las cosas, y preside sobre los genios de los
hombres y les distribuye los ángeles guardianes; su inteligencia es Gabriel, que fue
conductor de José, Josué y Daniel.
El décimo nombre es Adonai Melech, es decir, Señor y rey; su numeración es
Malchut, o sea, reino e imperio; significa iglesia, templo de Dios y puerta; influye
por el orden Animastico, es decir, de las almas bien-aventuradas, denominado por
los hebreos Issim, es decir, Jerarquías; influyen sobre el conocimiento de los hijos
de los hombres, y les dan ciencia
milagrosa de las cosas, industriosidad y don de profecía; son presididos por el alma
de Messiha, o como dicen otros, por l! inteligencia Metattron, que lleva el nombre de
la primera criatura, o alma del mundo, y conductora de Moisés.
Capítulo XI
LOS NOMBRES DIVINOS Y SU PODER Y VIRTUD
Aunque Dios es unísimo, sin embargo, lleva muchos nombres, que no
representan muchas esencias diferentes o dívinidades, sino que por sus nombres
sagrados, como a través de canales, hace correr sobre nosotros una cantidad de
bienes, dones y gracias. En el capítulo anterior describimos diez de estos nombres.
cuya enumeración efectuara Jerónimo a Marcela; Dionisio recogió cuarenta y cinco,
tanto de Dios Padre corno del CRISTO. Los mecubales. o doctores hebreos, extraen
de cierto texto del Exudo setenta y des nombres, tanto de Dios como de los ángeles,
que llaman Nombre de setenta y dos letras, y Schemhamphoras, es decir, expositor
Ao. Otros, que van más lejos, relacionan con cad! pasaje de las Escrituras tantos
nombres divinos que ignorarnos enteramente el número y significación. Entre el
número de estos nombres, además de los señalados, está el nombre de la esencia
divina, Ehele hyha, que Platón tradujo ] B
de allí que unos llaman TQ Q^ a Dios y otros Q]^ . _ay otro nombre,
Hu. awh, revelado en Isaías, que significa abismo de la divinidad, que los
griegos interpretaron como T`GTòB, y los latinos ulenupsum, el idéntico. Otro es
Esch ca, que Moisés recibiera y significa fuego. Otro nombre es Na an , que debe
invocarse en las contrariedades y nostalgias. Hay también otro n mbre. Iah hy y el
nombre Elion }wyla, el nombre M?c5m swqm , el nombre Caphu wpk, el n mbre
I u n o n }nwy , y el nombre Emeth tma , que se interpreta como verdad y es el sello
de Di s: y otros d s nombres, Zur rwx, y Aben ambos significan piedra sólNd!,' y el
segundo, el }ba, Padre con el Hijo: y muchos otro, nombres incluidos en las escalas
numéricas del segundo libro.
Se obtienen muchos nombres de Dios v de los ángeles en las Sagradas
Escrituras, por las especies de arte cabalístico, calculatorío, notariaco gemátrico:
cuando se forma un nombre o muchas dicciones retirando algunas de sus letras, o
cuando un nombre separado en cada una de sus letras significa o forma muchos. Se
obtiene a veces del comienzo de expresiones, por ejemplo, este nombre Agla alga ,
de este versículo de la Sagrada Escritura yndaslwalrbynhta , es decir, tú eres el
Dios fuerte de la eternidad. De modo parecido, el nombre hyay , obtenNdo de este
versículo
Djahwhy wnyhlahwhy, es decir, Dios nuestro Dios un Dios. De manera similar,
el nombre lava hway, obtenido de este versículo rwayhywrwahyhy, es
decir, que se haga la luz y la luz se hizo. Asimismo el nombre Araritha de
este versículo de la Escritura: un principio de su unidad, principio de
atyrara, tomado de este versículo de la Escritura: un prAncApAo de su
unAdad, principio de su singularidad, su vicisitud, uno, djawtdwmtwdwhyy
carwtwdjacardja También hay otro nombre, Hacaba hbqh, obtenido
de este versículo awh dwrb cwdqh, es decir, sanctus benedictus ipse, el
mismo sant bendecido. De modo semejante, el nombre lesu wcy, se halla al
coinienzo de estos dos versículos, a saber wlw hwlyc ayby, es decir, quo
usque veniat Messiah, hasta que venga el Mesías; y el otro, tywwmc}wny es
decir. perinaneat nomen ejus, que su nombre permanezca por siem?re.
Asimísmo, existe el nombre Amen }ma obtenido de este versículo }man]lm
ynda , es decir, Dorainus rex Jidelis, Señor rey fiel. A veces estas clases de
nombres se obtienen del final de expresiones. como el mismo Amen del fin
del versículo syucrh }bal , es decir, non sic impii, tampoco haya impíos.
Asimismo, en el final de este versículo, hmwmchmyl que lleva mihi quid,
para mí qué, nomen ejus quid, su nombre es el qué, se halla en el
Tetragrammaton, el nombre de cuatro letras. En la confección de todos
estos nombres la letra se pone sobre la expresión, y la letra se extrae de la
ex-presión, o del comienzo, o del fin, o del sitio que se quiere; y a veces
estos nombres se obtienen de todas estas letras en particular, como se
obtienen estos setenta y dos nombres de Dios de estos tres versículos del
Exodo que comAenzan con estas tres expresiones fywabywusyw, el primero y
último versículo escritos derecha a izquierda, pero el medio de izquierda a
derecha, como lo haremos ver enseguida; y así a veces una expresión se
obtiene de otra expresión, o un nombre de otro nombre, por la
transposición de las letras, como Messi?h jywm, de Jism? hmcy, y Michael
lacym de ykalm lachi. Pero también a veces por su cambio alfabético, que
los cabalistas llaman Ziruph [wryx, como del nombre tetragrammaton hwhy,
obtienen los nombres xpxm Mazpaz. wzwq Kuzu. A veces también se cambian
los nombres por medio de la igualdad numérica, como Metattron }wrffm por
Sadai ydc: pues uno y otro suman trescientos catorce; por la misma razón el
nombre lai yayy equivale al nombre El la, por igualdad numérica, pues uno
y otro suman treinta y uno.
Estos secretos están muy ocultos, son muy difíciles de interpretar
cíentificamente y no es posible entenderlos nA enseñarlos en idioma alguno,
sallo en hebreo. Pero debido a que los nombres divinos, como dice Platón
en Crátilo, están en posesión de los bárbaros, que los recibieron de Dios sin
cuya ayuda nadie puede comprender las palabras y nombres verdaderes de
Dios, no podemos decir sino lo que Dios nos reveló mediante su p!ra
bondad. Pues son los sacramentos y vehículos de la omnipotencia divina,
instAtuidos no por los hombres ní por los ángeles sino por el gran Dios
mismo de cierta manera. según el número y la figura inamovibles de sus
caracteres y su estabilidad eterna; respiran l! armonía de la divinidad y son
santificados por l! asistencia divina. Por ello, los poderes celestes
temen estos nombres divinos, los infiernos tiemblan, los ángeles los ador!I, los
cacodemonios se aterrorizan, todas las criaturas los reverencian, todas las religiones
los veneran. La observancia religiosa y la invocación piadosa que efectuamos con
temor y temblor nos dan gran fuerza y la unión deifica y también el poder para
realizar obras y efectos maravillosos sobre la naturaleza. Por ello nadie está
autorizado a cambiarlos de manera alguna, ní por razón alguna. Por ello Orígenes
ordena que se los conserve inviolablemente en sus mismos caracteres. Y Zoroastro
prohibe cambiar las palabrrs bárbaras y antiguas; pues como dice Platón en Crátilo:
"Todos los verbos o nombres divinos nos fueron comunicados o por los dioses, o
p r l! antigüedad cuyo inicio es difícil obtener, o por los bárbaros". Y Jámblico dice,
de modo parecido, que no deben cambiarse de un idioma a otro, pues los nombres
traducidos a otro idioma no tienen el mismo sentido. En consecuencia, estos
nombres divinos son un medio apropiadísimo y poderosísimo para conciliar y unir al
hombre con los dios e s , c m l e emo s en el Exodo: "En todo lugar en que
recuerdes mí nombre, vendré a tí y te bendeciré". El Señor dice en el libro de los
Números: "Póngase mi nombre sobre los hijos de Israel y les daré mi bendición". Por
ello el divino Platón, en Crátilo y Filebo, ordena que se respeten los nombres
divinos más que los templos y estatuas divinas, porque la imagen y la virtud de Dios
es más expresiva en la función del espíritu, principal-mente cuando es inspirada
divinamente, que la conservada en las obras de las manos. Las palabras sagradas no
tienen, pues, en función de tales, su fuerza en la boca de los magos sino a través del
poder oculto de las divinidades, que opera por su virtud en los espíritus de quienes
están apegados a ellas por la fe. La virtud secreta de Dios a través de estos nombres
divinos, como a través de vehículos, es transferida en quienes tienen oídos para oír,
en quienes se convirtieron en templo y morada de Dios, y se purificaron por el
mérito de la fe, por la gran pureza de costumbres y por la invocación de los dioses,
tornándose capaces de recibir estas emanaciones divinas.
Quien ponga en práctica, según el ritual, estas palabras o nombres divinos con
esa pureza de espíritu, de la manera requerida por la tradición, efectuará muchísimas
operaciones miríficas, tales como las que encontramos en la historia respecto de
Medea, en estos términos:
Ella pronuncio tres veces palabras que hacian dormir tranquilamente, que
calmaban el mar tempestuoso y detenian l? rapidez de los rios.
A esto, los antiguos doctores de los hebreos que por el ministerio de las
palabras efectuaban por lo común muchas maravillas, se aplicaron más que todos los
demás. Es así que los adherentes de Pitágoras propendieron a la curación mirífica de
enfermedades, tanto espirituales como corporales. Por este medio, según la historia,
Orfeo sobre el mar, como Argonauta, desvió con ciertas palabras una horrible
tempestad. Filóstrato dice que Apolonio de manera semejante resucitó en Roma,
pronunciando secreta-
mente unas palabras, a una muchacha muerta, y que con otras hizo apare- er
los Manes de Aquiles. Y Pausanias nos dice también que en las cíud ales
lidias de Heliocesarea e Hipepias había dos templos consagrados a la diosa
denominada Pérsica y en ambos, al celebrar el servicio divino cl mago ponía
maderas secas sobre el altar y cantaba himnos, pronunciaba luego ciertas
palabras bárbaras tomadas de un libro que tenía en la mano, y luego se veía al
punto que las maderas ardían por sí solas, sin que se le pusiese fuego,
surgiendo una llama muy luminosa. Sereno de Samos también registró por
escrito, entre sus preceptos medicinales, que sí se escribe el nombre
abracadabra, disminuyendo, a saber, letra tras letra según el orden ascendente
desde la última hasta la primera, como aparece en la figura siguiente, todo
aquél que lleve prendido o colgado de su cuello esta figura, curará,
disminuyendo gradualmente, su fiebre tercian! o de otra índole.
Pero el rabino Hama, en su libro de la Contemplación, dio, contra todas
las enfermedades de los hombres y toda clase de aflicciones, un talismán o
medalla de una fuerza mucho más grande, cuyo anverso lleva los cuatro
nombres cuadrados de Dios, en cuadrado uno sobre otro de manera que, de
arriba abajo de la medalla aparezcan similarmente otros cuatro nombres o
sellos muy sagrados de la divinidad, cuya intención está
contenida escrita sobre el círculo de l! circunferencia de esa medalla; para el
reverso, la medalla lleva la inscripción del nombre de siete letras Araritha, y su
interpretación está escrita alrededor de ella, es decir, el versícul de donde fue
tomado, tal como aquí se la representa.
Pero hay que inscribir todos estos nombres divinos y todo lo aquí representado
sobre una medalla de oro purísimo, o pergamino virgen, bello y sin mancha, con tinta
preparada con humo de cirio consagrado o incienso, y agua consagrada, y todas estas
cosas hechas por un artista purificado, sin pecado, lleno de esperanza inquebrantable, y
animado por fe firme y espíritu elevado hacía el Dios altísimo, para que puedan
obtener y dar esa virtud divina, cene dice el rabino, De modo semejante, p!r! asegurarse
contra los pavores y maldades de los demonios malignos y de los hombres, y
contra todos los peligros posAbles, de camAnos, aguas, enemigos y armas, se escribirá
como se dijo antes, de un lado estos caracteres wwwwby en el anverso hkrmx que son los
comienzos y fínales de los cAnco primeros versículos del Génesis y el símbolo de toda
la creación del mundo; se dice que el hembre que lleve consigo este escrito en ligadnra,
siempre que confíe muy fervorosamente en Dios fundador del unAverso, se
librará de todos los males.
N habrá que asombrarse de que las palabras sagradas que Dios omnipotente
empleó para crear el cAelo y la tierra, llevadas con uno, tengan mucho poder, puesto que
descubrió por experiencia, como dice Rab Costa Ben Luca, que muchas otras cosas
que no son naturales tenían grandes fuerzas; así, el dedo de un feto colgado del cuello
de una mujer le impide concebir mientras lo lleve. Asimismo, hay en ciertas palabras
sagrados y nombres divinos una fuerza grande y divina, que es la virtud que opera
efectos maravillosos.
Zoroastro, Orfeo, Jámblico, SinesAo y Alquindo son testigos de estos hechos
igual que los más grandes filósofos; Artefio, de modo parecAdo, mago y filósofo,
escribió un libro particular sobre las virtudes de las palabras y los caracteres. Orígenes,
no menor autoridad que todas los grandes filósofos, sostiene contra Celso que hay una
virtud admirable oculta en ciertas palabras divinas; y el SeNíior dice en el .libro de los
Jueces: Mí nombre que es Pele alp, que entre nosotros se interpreta como realizador
de milagros, o realAzador de maravillas. Pero ni los hombres ni los ángeles saben el
verdadero nombre de Dios, y El sólo lo conoce, y no será hecho público, como dicen
las Escrituras, antes que la disposAción de
las cosas, para recibir a Dios, sea plena e íntegra.
Sin embargo, Dios 'lene muchos otros términos para los ángeles, y
otros para los hombres, pero no tenemos nombre de Dios, como dice Moisés
el egipcio, que no se funde sobre sus obras y signifique con participación,
salvo el nombre tetragrammaton, que es santo, y significa la sustancia del
Creador de una significación pura, en la que ninguna otra cosa particípa con
Dios creador; por ello, se llama el nombre separado, que se escribe y no se
lee, y que no expresamos sino sólo nombramos, y que significa, según el
lenguaje de lo alto, lo que pertenece a Dios y tal vez también a los ángeles.
Los ángeles tienen, de m!nera semejante, otros nombres entre ellos en
su lenguaje particular, que Pablo denomina las lenguas de los ángeles, de las
que conocemos muy poco. En cuanto a sus otros nombres, son de su
ministerio y obras, y no tan grandemente eficaces. Por eso los magos los
citan por sus propios nombres, a saber, los que llevan en el cíelo y están
contenidos en las Sagradas Escrituras.
Capítulo XII
EL INFLUJO DE LA VIRTUD DE LOS NOMBRES DIVINOS
SOBRE LAS COSAS DE ESTE MUNDO INFERIOR A TRAVÉS
DE LOS MEDIADORES PARTICULARES
Aunque el soberano Creador y causa primera gobierna y ordena todas
las cosas, sin embargo participa el cuidado de ejecutarlas entre diferentes
Ministros benéficos y maléficos, que Juan llama, en su Apocalipsis, a unos,
ángeles del favor, y a los otros, ángeles del rigor. De estos ángeles habla el
profeta: "El Angel del Señor mora en torno de quienes le temen,
para salvarlos". Y en otra parte describe las órdenes que DNos envía a
ejecutar por ,medio del ministerio de los ángeles malos. Todo lo que Dios
ejecuta mediante los ángeles como sus ministros, también lo realiza mediante
el cíelo y las estrellas, pero como mediante sus instrumentos, para
hacer, por ese medio, que todas las criaturas trabajen juntas para su servicio,
de modo que, asimismo, cada parte del cielo y cada estrella gobierne
cierta comarca o cantón de la tierra, y crea el tiempo, el espacio y el
individuo en particular, de manera que se pueda ajustar la fuerza influyente
del ángel de este mismo sitio de la tierra y de la estrella en l s mismos
lugares, tiempos y especies. Esto hizo hablar así a Agustín en el libro de las
Proposiciones: "Cada cosa visible en este mundo es gobernada por un poder
angélico que la preside". Por ello, Orígenes, en su comentario sobre el libro
de los Números, dice: "El mundo necesita ángeles que presidan los ejércitos
de l! tierra, los reinos, provincias, hombres y bestias, el nacimiento v
evolución de los anímales, los arbustos, las plantas y otras cosas, y que
reciban esa virtud que se dice que existe en las cosas a través
de una propiedad oculta". También es muy necesaria la asistencia de los
ángeles para dirigir las obras santas, las virtudes y los hombres, pues quienes
ven siempre el rostro del Padre soberano pueden, mediante su buena
dirección, guiar a los hombres y de manera semejante cada cosa por pequeña
que sea, a su sAtio y ubicación, como miembros armoniosos de este mundo
donde Dios habita como primer gobernante y allí dispone todo con
grandísima bondad, sin estar contenida ní limitado, sino limitando y conteniendo,
por el contrario, todas las cosas en sí; asimismo,'Juan describe esa
famosa ciudad celeste, cuyas doce puertas están custodiadas por doce
ángeles que hacen correr sobre ellas las influencAas que reciben del nombre
divino doce veces completo y los nombres de los doce apóstoles y del
Cordero en los cimientos de esa ciudad. Así como en la ley de Moisés
estaban escritos sobre las piedras del ephod y sobre los cimientos de la
santa ciudad descripta por Ezequiel, los nombres de las tribus de Israel,
gobernándolos el nombre de cuatro letras, de manera parecida en el Evangel
N están escritos sobre las piedras del cimiento de la ciudad celeste los
nombres de los apóstoles que representan a las tribus de Israel en la iglesia,
sobre las cuales está el nombre del Cordero, es decir, el nombre IESV que
tiene toda la virtud del nombre de cuatro letras, expande su poder y virtud,
pues este Padre tetragramma le dio poder sobre todas las cosas.
Los cielos reciben pues de las ángeles sus inf lujos, y los ángeles los
reciben del gran nombre de Dios y de IESV cuya virtud es primera en Dios,
luego expandida en los diecinueve ángeles por cuya ministerio se derrama
sobre los doce signos y siete planetas, y de allN sobre todos los demás
ministros e instrumentos de Dios, penetrando hasta lo ínfimo. Por elle el
CRISTO dijo: "Todo lo que pídiéreis a mí Padre en Mí Nombre El os lo
dará". Y al resucitar dijo: "Por la virtud de mí Nombre alejarán los demonios
del cuerpo de los poseídos". De manera que después de ello n es menester
más el nombre de cuatro letras cuya virtud total es transferida al nombre
IESV por el cual se operan todos los milagros y no existen otros nombres,
dice Pedro, dados a los hombres por los que necesaria-mente puedan ser
salvados que no sea aquél. No debemos creer que, pronunciando el nombre
de JESUS con la boca manchada, como el nombre de un hombre cualquiera,
tendremos poder para realizar milagros por su vNrtAAd, sino que deberá
invocárselo en el Espíritu Santo, con espíritu purificado y gran fervor, sí
queremos obtener las grandes promesas formul!d!s en El, y sobre todo, ante
todo, debe conocérselo perfectamente, sin lo cual no tendremos excusa,
según el pasaje del Profeta: "Le escucharé por-que ha conocido mi nombre".
Por ello no podemos ahora recibir del cielo gracia ní f!vor sin la autoridad,
el favor y el conseTAtímiento del nombre IESI Esto hace que las hebreos y
los cabalistas muy consumados en l! ciencia de los nombres divinos n
puedan, desde la venida del CRISTO, operar nada como 1H h!cN!n sus
antepasados en virtud de estos antiguos nombres. Y es un hecho constante y
justificado por la experiencia, que n hay demonio ní poder malignos
infernales que puedan resistir a este nombre; deben hincar sus rodillas y
obedecerle cuando se les pronuncia el
nombre de IESV para honrarlo; temen no sólo este nombre sino también su
signo, la cruz; y no sólo todos los poderes del cielo, de la tierra y de los
infiernos doblan sus rodillas, sino que también le reverencian las cosas
insensibles; y a l! menor señal todo tiembla cuando se pronuncia, con
corazón fiel y labios sinceros, el nombre IESV, y se efectúa el signo salutífero
de la cruz con manos puras e inocentes. No en vano el CRISTO dijo
a sus discípulos: "Expulsaréis los demonios con la virtud de mi nombre",
etc. porque en ese nombre hay cierta virtud expresa sobre demonios,
enfermedades, serpientes, venenos, lenguas y cosas de esa índole. Esta
virtud del nombre existe tanto por Dios que la instituyó como por el
nombre propio y su peculiar fuerza. Esto hace que, así como toda criatura
teme y reverencia el nombre de quien la creó, a veces también los hombres
malos y corrompidos, siempre que agreguen fe a la invocación de estos
nombres divinos, obligan y fuerzan a los demonios, y realizan otras
grandes acciones.
Capítulo XIII
LOS MIEMBROS DE DIOS
Y SU INFLUJO SOBRE LVS NUESTROS
Encontramos diferentes pasajes de las Sagradas Escrituras donde se
hace mención de los Miembros y Ornamentos de Dios. Se entiende por
Miembros de Dios ciertas fuerzas de muchas especies permanentes en Dios
mismo, de máxima simplicidad, distinguidas por los nombres sagrados de
Dios. Las vestiduras y ornamentos de Dios son como ciertas vías o relaciones,
emanaciones o canales por los cuales se comunica y expande sus
beneficios sobre sus criaturas. En la medida en que nuestro pensamiento
toque los bordes de sus hábitos y ornamentos, hará surgir sobre él una virtud
divina de uno de los miembros de Dios; y el Señor lo declara muy
claramente respecto de la hemorroísa, diciendo: "Alguien me ha tocado,
pues he sentido que una virtud ha salido de mí". Estos miembros de Dios
son semejantes a los nuestros, pero son las ideas y los ejemplos sobre los
cuales fueron formados los nuestros; si tornamos ritualmente nuestros
miembros conforme a estos ejemplos, entonces, al modificarnos según la
misma imagen, nos convertimos en verdaderos hijos de Dios y semejantes
a Dios, realizando y operando las obras de Dios. En las Escrituras encontramos
muchas cosas relativas a los miembros de Dios; pues respecto de la
cabeza se lee en el C!nt!r de los Cantares: Tu cabeza encima de ti, como
el Carmelo ; y el cabello de tu cabeza, como la púrpura del rey. Este
Carmelo no significa la montaña situada sobre las costas del mar de Siria
sino un gusanillo que produce la púrpura. De modo parecido, en cuanto a
sus ojos, párpados y orejas, he aquí lo que hallamos en los Salmos: Los ojos del
Señor están sobre los justos, y sus orejas sobre sus plegarias; sus ojos se detienen
sobre el pobre, y sus labios interrogan a los hijos de los hombres. Respecto de la
boca, el gusto, la garganta, los labios y los dientes, se lee en Isaías: "N has
interrogado a mí boca". Y en el Cantar de los Cantares: "Tu garganta es como el
mejor vino; el vino que beberá mi amado es digno de él, tal como el alimento que
pasará por sus labios y dientes". También tiene narices con las que, como aparece
muchas veces en l! Ley, huele los sacrificios en aroma de suavidad. Tiene hombros,
brazos, manos y dedos, de los que leemos estas palabras en Isaías: "El principado
fue fundado sobre sus hombros. ¿Quién conoce la fuerza del brazo del Señor?" Y el
Rey Profeta dice en su cántico: "Tus manos, Señor, me han hecho y formado". Y
además: "Veré tus cíelos, las obras de tus de-dos". También tiene mano derecha y
mano izquierda; esto es l que hace decir al Salmista: "El Señor dijo a mi Señor:
siéntate a mi diestra". Los Evangelios atestiguan que a su izquierda ubicará a los
condenados el último día. Y he aquí su corazón, su pecho, su espalda, sus nalgas y
su rostro, que hallamos en las Escrituras, donde en el Libro de los Reyes se lee que
Dios halló a David un hombre según su corazón. En el Evangelio también tenemos
el pecho sobre el que el discípulo bienamado, dormido, recibió los arcanos divinos,
y el Salmista describe su espalda como de oro pálido. Y él mismo dice en Jeremías:
"Les mostraré mi espalda y no mí rostro, el día de su perdición". De modo parecido,
el Salmista dice de sus pies: "La
noche bajo sus pies". Y en el Génesis se dice que "se pasea a mediodía".
Hallamos en las Escrituras pruebas semejantes de muchas mo3alidades de
Ornamentos y vestiduras de Dios; por ejemplo en el Salmista, con estas palabras:
"El Señor ha reinado, se revistió de belleza y cubrió de luz como con un vestido". Y
en otra parte: "Te has revestido de confesión y honor"... "El abismo le sirve de
vestidura y de manto". Y en Ezequíel, Dios habla así: "Extendí mi manto sobre tí y
oculté tu oprobio". En el Salmista vemos incluso su vara, su bastón, su espada y su
escudo, expuestos con estas palabras: "Tu vara y tu bastón me han consolado... su
verdad te cubrirá con su escudo". Y en el Deuteronomio se hace :nencAQn de la
espada de su gloria. Hay muchas cosas de esa índole que nos declaran los oráculos
sagrados.
Es cierto que nuestros miembros, los
hábitos. adornos Y todas los cosas que están sobre y entorno de nosotros
son regidas, dirigidas, c9nservadas, gobernadas y juzgadas por estos miembros v
ornamentos divinos según los dichos del Profeta: "El posó mis pies sobre la piedra y
dirigió mis pasos". Y dice en otra parte: "Bendito sea el Señor mí Dios que dispone
mí mano para el combate y mis dedos para la guerra". Al hablar de su boca dice:
"Puso -en mí boca un cántico nuevo". Y el Salvador expresa en otra parte: "Os daré
boca y sabiduría". Y dice de nuestros cabellos: "No caerá un cabello de vuestras
cabezas... vuestros cabellos están contados". Pues el Dios omnipotente, deseoso de
que uniésemos sus imágenes y nos tornásemos semejantes a él, construyó nuestros
miembros, nuestras articulaciones, nuestras figuras, que se mani-
fiestan en nosotros de diversas maneras, como signos a semejanza de sus virtudes
ocultas, y conservan el orden y la proporción que en él existen. Esto hizo decir a los
mecubales hebreos que, si el hombre, sujeto capaz de recibir el influjo divino, tiene un
miembro cualquiera de su cuerpo limpio de inmundicias y purificado, entonces ese
mismo miembro se tornará habitable y apropiada morada del miembro de Dios que
está oculto como debajo de un velo; de manera que sí necesita algo respecto de este
miembro, invocando el nombre de dónde él depende, es Oído prontamente a los
efectos que solicita, según el pasaje de la Escritura: "Le prestaré oídos puesto que ha
conocido mí nombre". Estos son los grandes y secretos misterios de los que no debe
hablarse más ampliamente en público.
Capítulo XIV
LOS DIOSES DE LOS GENTILES, LAS ALMAS DE LOS CUERPOS CELESTES, Y
LOS LUGARES ANTIGUAMENTE CONSAGRADOS A CADA DIVINIDAD
Los filósofos nos dejaron tesis que demuestran, como lo expusimos antes, que
los Cielos y las Estrellas son animales divinos y que sus almas están dotadas de
entendimiento, y participan del pensamiento divino; también afirmaron que hay otras
almas que los presiden, y que hay otras sustancias separadas por encima de ellas, que
son como gobernantes y administradores, que se llaman inteligencias y demonios. El
mismo Platón dijo que las almas celestes no están retenidas en sus cuerpos como
nuestras almas en los nuestros, sino que están donde quieren y tienen la dicha de ver a
Dios, y que sin pena ni inquietud gobiernan sus cuerpos y les dan movimiento, y que
al mismo tiempo mediante este movimiento gobiernan sin dificultad las cosas de este
mundo inferior; por ello se decía que estas almas eran Dioses, se les tributaba honores
divinos y plegarías, se les ofrecía sacrificios y se les honraba con diferentes cultos.
Estos son los dioses que todos los pueblos reconocieron; para ellos Moisés ordenó en
el Deuteronomio con estas palabras: "N sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el
sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a
ellos y les sirvas; porque Jehová tu Dios los
ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cíelos. Pero a Voso-
tros Jehová os tomó, y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que seáis el
pueblo de su heredad como en este día". Y en el mismo libro, capítulo XVII, llama
dioses al sol, la luna y las estrellas. Y los doctores hebreos, sobre este pasaje del
Génesis que dice que Abraham dio presentes a los hijos de sus concubinas, Shemoth
steltoma, es decir, nombres extranjeros, pero que a Isaac lo convirtió en heredero de
todos sus bienes, dicen que los hijos de las concubinas no entraron en la heredad del
Dios Tetra-
grammaton y del soberano Creador en la bendición de Abraham sino que
cayeron bajo el dominio de dioses y divinidades extranjeros, mientras que
Isaac y sus descendientes fueron asignados al Dios omnipotente Tet ragramma,
y que de ninguna manera quedaron sujetos a los dioses extranjeros.
Por ello se les reprocha, en el Deuteronomio, que se'hayan sometido
a los dioses extranjeros y adorado a dioses desconocidos, a los que no
estaban asignados. Además, Jesús Naveo, después de poner al pueblo en
posesión de la tierra de promisión, viendo vencidos a los enemigos,
efectuó la repartición de las posesiones de Israel y aconsejó al pueblo
elegir un Dios para que le rindieran honores, diciendo: "Hoy tenéis
libertad de escoger el Dios que queráis, a quien rendiréis sumisión y
respeto, sea entre los dioses que vuestros padres sirvieron en
Mesopotamia, sea entre los dioses de los amorreos de los que poseéis la
tierra". El pueblo respondió: "Serviremos al Dios Tetragramma, y a El
reconoceremos como nuestro Dios". A lo cual Jesús replicó: "No podréis
porque el Señor Dios Tetragramma es un Dios santo, fuerte y celoso de su
gloría". Y como el pueblo perseverara en la voluntad de servir al Dios
Tetragramma, Jesús les dijo: "Sois testigos; puesto que habéis escogido al
Señor para servir-lo des}iacéos de los dioses extranjeros que tuvisteis con
vosotros y entregad vuestros corazones al Dios de Israel". Y Jesús alzó
una piedra de considerable grosor, diciendo: "Esta piedra será testigo de
vuestra sumisión y veustro compromiso, para impedir que por azar, luego,
no os desdigáis e incurráis en falsedad ante el Señor, diciendo que no lo
habéis escogido como vuestro Dios con la obligación de servirle". Había,
pues, dioses que los demás pueblos de la tierra honraban, y que eran el
sol, la luna, los doce signos, y todos los otros cuerpos celestes y obras
divinas, no como cuerpos simples sino como cuerpos animados; y toda la
milicia celeste, y el alma que Jeremías llama la Reina del Cielo, es decir,
la virtud que rige el cielo, a saber, el Alm! del Mundo, de la que Jeremías
habla en estos términos: "Los hijos amontonan leña, los padres encienden
el fuego y las mujeres acercan la grasa, para ofrendar regalos en honor de
la Reina del Cielo". A estos pueblos se les prohibía honrar a esa reina y a
las demás almas celestes del culto de Dulía, admitiéndose sólo el culto de
Latría, que pertenece al Dios único; y los que lo rindieron a otros dioses
fueron
reprobados por el Señor.
En los capítulos anteriores enunciamos los nombres de las almas o
divinidades; pero para saber qué partes del mundo, qué pueblos y qué
ciudades tuvieron sus dioses particulares y protectores, habrá que leer en
especial a Orígenes, Tertuliano, Apuley , Diodoro y la mayoría de los
demás historiadores.
Todos los pueblos crearon y practicaron religiones y ceremonias particulares
en honor de sus dioses. Los beocios adoraron a Anfiarao; los
afros a Mopso; los egipcios a Osiris e Isis; los etíopes de Meroe, a Júpiter
y Baco; los árabes, a Baco y Venus; los escitas a Minerva; los naucratitas
a Serapis; los sirios a Atagartes; los árabes a Diafaré; los afros a
Celesto; y los nornos a Tibeleno. En Italia, de modo parecido, por consa-
gración municApal Delventino era el dios de los crustumenos; Viridiano, de los
parnesianos; Aucaria, de los esculanos; Nursia, de los volsinios; Valencia, de los
otrAculanos; Norcia, de los sutrinos; y Curis, de los FalAsces. Los lacios honraron
mucho a Marte; los egipcios a Isis; los mauros a Juba; los macedonios a Cabiro; los
penos a Urano; los latinos a Fauno; los romanos a Quirino; los sabinos a Sango; los
atenienses a Minerva; la isla de Samos a Juno, Pafos y Venus; los lerrinos a Vulcano;
los naxos a Líbero; y los delfos a Apolo. wídío les canta en sus Fastos:
Pallada, Cecropidae; Minoia Creta, Dianam; Vulcanum, tellus Hypsipylaea colit;
Junonein, Spartae; Pel5peiadesque Mycenae, Pinnigerum;
Fauni Menalis ora caput;
Mars, Lacio venerandus erat, quia praesidet ar nis.
Los cartagineses y leucadios honraban a Saturno; Creta, Pyré, Homo-la, Ida,
Elis y Libia donde estaba su oráculo, Epiro, Lacio, Gnidia, Licia y Pisa de Macedonia
honraban a Júpiter; los termones, los escritas y la Tracia a Marte. Los escitas
veneraban un dios único que era el sol; le sacrificaban el caballo; los heliopolitas y
los asirios también honraban al sol, igual que bajo el nombre de Apolo, los rodios, los
hiperbóreos y los milesios; era también el dios del Parnaso, de Fasela, de Cintia, de
los montes Soractes, y de las islas Claros, Tenedos, Delos y del lugar de Mallos en l!
isla de Lesbos, y del bosque o fuerte de Grinea, e incluso de las ciudades de Pataras,
Kisa, Tarapnas, Cirra, Delfi, Arrefnia, Entrosi y Tegíra; a él fue también consagrado
bajo el nombre de Baco y Dionisio, Tebas y la isla de Naxos, Nisa, la ciudad de
Arabia, Calícoros, río de Paflagonia, como así también el Parnaso y los montes
Citeres de Beocia, donde se celebran cada dos años las fiestas en honor de Baco; de
manera similar, los pueblos de Tamarita, vecinos de los hircanos, honraban a Baco
con sacrificios muy peculiares. Los asirios fueron los primeros hombres que
reconocieron a Venus, y después de ellos los pafos en la isla de Chipre, los fenicios y
los citereos que dieron el ejemplo a l s atenienses después de Ageo; los lacedemonios
honraban a Ármatha; los habitantes de Delfos a Venus Epitibia: también se la honraba
en Ces y Amathos, isla del Mar Egeo, en el bosque del monte Ida, en la ciudad de
Hipepa, en Erice, monte de Sicilia, en Calidonia, en Cirene y en Samos. Y según el
testimonio de Aristóteles, de todas las divinidades de los antiguos nadie recibió
mayores honores y en más lugares que Venus. Los galos efectuaban grandes sacrificios
a Mercurio a quien llamaban Teutates; e incluso los arcadios y los
hormopolitas. los egipcios l s memfitas. Se honraba a la Luna bajo el título de Diana,
en la provincia táurica de Escitia, y se le había construido un templo famosNsimos en
Efeso, y en Micenas después del asesinato de Thoas, rey de la Táurica, tras erigir
Ifigenia y Orestes su estatua, ésta fue honrada con una modificación en los ritos
sagrados cerca de Aricia; también se la honraba entre los magnesios, pueblos de
Tesalia; en Pisa,
ciudad de Acaya; en Tíbur, sobre el monte romano Aventino; en Pergue, ciudad de
Panfília; y en Agras, provincia de Ática; y la historia registra que el pueblo c!reno
honraba a la Luna bajo el sexo masculino.
También se acostumbraban sacrificios en honor de otras divinidades, como los
celebrados a MinerBa y Palas en Atenas; en los montes Pireo y Aracinto; en el río
Tritón; en Alcomenes, ciudad de Beocia; y en Neo, que es una de las Cícladas. Los
lugares dedicados a Ceres son Eleusis de Ática; Enna y Catana, ciudades de SicilAa,
y el monte Etna. Vulcano fue más honrado en l! isla de Lemnos que en cualquier
otro lugar, igual que en Imbros, isla de Tracia, e incluso en Terasia, que le estaba
totalmente consagrada; también l reconocía Sicilia. Los troyanos honraban a la
diosa Vesta, que Eneas después de su huida legó a Italia; era reconocida en Frigia,
en los montes Ida y Díndimo, en Reatina, ciudad de Umbría, como así también en el
monte Berecinto y en Pesino, ciudad de Frigia. Se sacrificaba a Juno en las ciudades
de Cartago, Prosena, Argos y Micenas; asimismo, en la isla de Samos y entre los
pueblos faliscos. Se honraba a Neptuno en Orquesta, ciudad de Beocia; en el
promontorio de Tenaro, en Laconia; y en Trecena.
He aquí pues la lista de los dioses gentiles que los gobernaban y bajo cuya
autoridad vivían; a ellos Moisés, en su Deuteronomio, los denomina dioses de la
tierra a quienes son asAgnados todos los pueblos, no hablando de otros dioses que de
los astros del cíelo y de sus almas.
Capítulo hV
LA OPINION DE NUESTROS TEOLOGOS SOBRE LAS ALMAS CELESTES
Esta opinión n sQl pertenece, pues, a poetas y filósofos sino también a las
Sagradas Escrituras, y los católicos nos aseguran que los cielos y los cuerpos
celestes están animados por ciertas Almas divinas; pues el mismo Eclesiastés nos
describe el alma del cíelo, y Jerónimo en su comentario sobre el mismo, la confiesa
y reconoce expresamente. Orígenes, de manera similar, en su libro de los Principios,
describe los cuerpos celestes como animados, porque se los considera receptores de
las órdenes divinas, lo cual sólo compete a una criatura racional; pues está escrito:
Llené todos los cielos con mis mandamientos. También se señala que Job estuvo sin
que las estrellas fuesen exentas de mancha de pecado pues esto es lo que se lee: Las
estrellas no son puras en su presencia, lo cual no puede en verdad relacionarse con
su resplandor.
Los cuerpos celestes tienen almas; esta es la pNINóI de Eusebio Pánfilo en sus
soluciones teológicas, y de Agustín en su Enquiridion; entre los modernos, la
opinión de Alberto el Grande en sus Cuatro coiguales; de
Tomas de Aquino en sus libros de las Criaturas espirituales; y de Juan Scoto sobre la
segunda de las Sentencias; su criterio es segundo por el cardenal Nicolás Cuzan,
personaje sapientísimo. Está incluso Aureolo quien apoya en una discusión muy
acalorada la existencia de estos cuerpos celestes animados, y que no sería erróneo
honrarlos con el culto de dulía e implorar sus sufragios y asistencia; esto lo
cohonestarNa Tomás sA no temiese que esa ceremonia diese lugar a la idolatría. El
mismo Plotino nos dice que conocen nuestras súplicas y las escuchan. Quien se
oponga a las opinAones de todos estos grandes hombres y las considere dogmas sacrílegos,
deberá escuchar a Agustín en su EnquAridion y en el libro de las Retractaciones;
y a Tomás en el segundo libro contra los GentAles y en los QuodlibetarAos; Scoto sobre
las Sentencias; Guillermo de París en la Suma del Universo: ellos le replicarán de
consumo que la fe católica no es lesionada porque se diga que los cuerpos celestes
están animados o no lo están. Aunque parezca ridículo, pues, a muchos espíritus
atribuir almas a las esferas y estrellas y, como los dioses de los Gentiles, suponer que
g biernan cada una sus provincias, ciudades, tribus, pueblos, naciones y lenguas, eso
no parecerá extraño a quienes encaren sabiamente esa doctrina.
Capítulo XVI
LAS INTELIGENCIAS Y DEMONIOS, SUS TRES GENEROS DIFERENTES Y
SUS DIVERSOS SOBRENOMBRES; LVS DEMONIOS INFERNALES Y
SUBTERRÁNEOS
Es preciso ahora, según el orden y conexión de las materias. hablar aquí de las
Inteligencias, de los Espíritus v d? los Demonios. Una inteligencia es una sustancia
intelectual. despojada d~• toda masa de cuerpo den-so y corruptible, inmortal, sin
función de lo- sentidos, ubicuamente presente e influyente. Y todas las inteligencias-
espíritus y demonios son de la misma naturaleza. Aquí llamo demonios no a los que
denominamos di!blos sAno a los espíritus que son así llamados según el significado
propAo del nombre, como quien diría sapientes, inteligentes y sabios.
Además de lo que los magos nos enseñan, h!y tres clases de estos espíritus. A
los del primer orden lis llaman Su?ercelestes, y almas profundamente separadas del
cuerpo. y casi esferas intelectuales, que adoran y sirven al Dios único, su unidad o
centro firme y estable donde todos se relacionan: por ello los llaman dioses, porque
participan en alguna cosa de l! divinidad, y están siempre llenos de Dios y abrevados
c n el néctar divAno. Están vueltos hacia Dios; no tienen gobierno sobre los cuerpos
del mundo y no sirven al minAsterio de este mundo Anferior, sino que reciben
la luz de Dios, p!r! influir sobre los órdenes de abajo, distribuyendo a cada uno de
ellos sus oficios.
Inmediatamente después de ellos están las Inteligencias Celestes, que llaman
demonios mundanos, porque no se dedican al culto divino sino que se concentran en
las esferas del mundo y presiden individualmente los cielos y las estrellas; p r ello
incluyen tantos órdenes como cielos en el mund y estrellas en los cíelos; y unos los
llaman saturnianos, los que gobernahan el cielo de Saturno y Saturno mismo; los
otros, jupiterinos, que debían gobernar el cíelo de Júpiter y Júpiter mismo. De modo
parecido, daban sobrenombres a los diversos demonios, según el nombre y virtud de
las otras estrellas; y porque los astrólogos de la antigüedad reconocían cincuenta ^j
cinco movimientos celestes, les asignaron para conducirlos un número parecido de
inteligencias o demonios; en el cielo estrellado también ubicaron demonios p!r!
gobernar los signos, las triplicidades, los decanatos, los quinarios, los grados y las
estrellas; pues aunque toda l! escuela de los filósofos, incluidos los peripatéticos,
asignó a cada esfera de estrellas una sola inteligencia, sin embargo, como cada
estrella y cada pequeña parte del cielo tiene su propia fuerza e influencia a
diferencia de las demás, es necesario que tenga ella misma su inteligencia rectora
que le dé su fuerza y le haga accionar. Incluyeron, pues, doce demonios principales
para presidir los doce signos del zodíaco, otros treinta y seis demonios para presidir
una cantidad parecida de decurias, setenta y dos p!r! presidir una cantidad similar
de quinarios del cielo, las lenguas de los hombres y los pueblos, otros cuatro para
presidir las triplicidades y los elementos, siete gobernadores de todo el mundo por
los siete planetas; y a todos asignaron sus nombres y signos que llaman caracteres,
de los que se servían p!r! invocaciones, encantamientos, esculturas y grabados, poniéndolos
sobre los instrumentos de sus operaciones, imágenes, láminas, espejos,
anillos, cartas, cirios y otras cosas de esa índole, de manera que cuando operaban
respecto del sol, efectuaban su invocación con los nombres del sol y con los
nombres de los demonios solares, y así con el resto.
En tercer lugar, incluyendo a los Demonios que son como ministros debajo de
los otros, para gobernar el mundo inferior, que Orígenes denomina ciertas virtudes
que disponen las cosas sobre la tierra; pues en efecto, a menudo nos conducen sin
que se los vea en nuestros viajes y asuntos; también con frecuencia se hallan en los
combates, y hacen triunfar a sus amigos c n el auxilio que prestan sin sentirlo ; pues
se dice que pueden, a voluntad, hacernos prosperar, o lanzarnos a l! adversidad. Los
distribuyen, de modo parecido, en muchos órdenes y los hay para el fuego, el aire, el
agua y la tierra, según la cantidad de las cuatro fuerzas de las almas celestes, el
pensamiento, la razón, la imaginación y la naturaleza vivifica v motora. Por ello, los
demonios del fuego siguen el pensamiento de las almas celestes, B contribuyen a la
contemplación de las materias sublimes: los demonios del aire siguen a la razón y
favorecen el poder racional, lo separan de alguna manera del sensual y vital,
sirviendo así principalmente Para la vida activa, como los del fuego lo hacen para la
BNd! contempla-
tiva; l s demonios del agua siguen a la imaginación y el juicio, y son para l! vida
voluptuosa; los demonios de la tierra siguen a la naturaleza, y s n para la facultad
vegetativa.
Además distinguen a este género de demonios en saturnianos y jupiterínos, por
relación con los nombres de las estrellas y los cielos. Además incluyen otros p!T!
Oriente, otros para Occidente, otros p!r! el Mediodía y otros para Septentrión. En fin,
no hay parte del mundo que no tenga sus demonios asistentes y presentes, no como
simples asistentes sino principalmente como sus gobernadores en acción, pues se
hallan por doquier, aunque entre ellos están los que operan principalmente y envían los
efluvios de virtudes más fuertes que los otros. No ha de entenderse esto en el sentido
de que están sujetos a las influencias de las estrellas sino más bien que corresponden al
cíelo supramundano que es el principal director de todas las cosas y al que deben
adecuarse todas las cosas; por ello, tal como los demonios se adaptan a diferentes
estrellas así lo hacen en diversos lugares y tiempos, sin depender de tiempo ní lugar, ni
de los cuerpos que gobiernan, sino porque responden a los decretos de l! sabiduría que
así lo ordenó; por ello favorecen y protegen más estos cuerpos, lugares, tiempos y
estrellas. Unos los llaman diurnos, otros, meridianos, y otros nocturnos; asimismo,
unos se llaman silvestres, otros montaííeses, otros campestres, otros domésticos; de allí
derivan: Silfos, Faunos, Sátiros, Panes, Ninfas, Náyades, Nereidas, Dríadas, Píéridas,
Hamadríadas, Potámidas, Hínidas, Agaptes, Palas, Paréadas, Dodonas, Feniles,
Lavernas, Parcas, Musas, Aónidas, Castálidas, Helicónides, Genios, Meónidas,
Fevíadas, Camenas, Carites, Genios, Lemures y demonios semejantes a los que llaman
pueblo de los dioses, y otros, semidioses y semidiosas. Algunos de estos dioses son tan
humanos y familiares que están sujetos a las pasiones de los hombres; Platón cree que
los hombres efectúan a menudo asombrosas operaciones mágicas, al ser instruidos por
esta clase de demonios, de la misma manera que ciertas bestias corrientes entre
nosotros, como cisnes; canes y elefantes, con la instrucción de los hombres realizan
cosas sorprendentes y por encima de su especie. Las historias de Dinamarca y Noruega
narran que en estos países existen demonios de diversos géneros, dedica-dos a servir a
los hombres. Además, algunos de ellos son corporales y mortales, sus cuerpos nacen y
mueren, pero viven largo tiempo; esto es lo que creen los egipcios y platónicos,
sosteniendo esta opinión principal-mente Proclo. Plutarco, Demetrio el filósofo y
Emiliano el retórico aseguran lo mismo, pues dan testimonio de que entre los prodigios
de sus tiempos, el gran demonio Pan y muchos TT s, tras llorar y proferir gran-des
gritos, murieron.
Según la opinión de los platónicos se dice que hay tantas legiones de demonios
de este tercer género como estrellas en el cielo, y que hay tantos demonios en cada
legión como el número de estrellas en el cielo. EstáI los que hacen ascender el número
verdadero de buenos espíritus, cono lo registró por escrito At!AA!sí , considerado el
número de hombres. a 99 partes. según la par`bola de las cíen ovejas; otros lo hacen
ascender
a nueve partes solamente según la parábola de las diez dracmas; otros estAman que el
número de ángeles es igual al de los hombres, pues está escrito: El limita los lindes de
los pueblos según el número de los ángeles de Dios. Muchos otros autores escribieron
muchas otras c s!s respecto del número de ángeles; pero los teólogos más recientes,
Agustín y Gregorio, siguiendo al maestro de las sentencias, Anfieren que la cantidad de
ángeles buenos sobrepasan al espíritu de todos los hombres, a la cual corresponde una
cantidad opuesta, infinita, de espíritus inmundos, de igual proporción en el mundo
inferior que la de espíritus puros en el mundo superior, y algunos teólogos dicen
haberlo sabido mediante los oráculos.
Debajo de aquéllos incluyen al género de Demonios Subterráneos o tenebrosos,
que los platónicos denominan ángeles desertores, vengadores de crNmenes e
impiedades, según el decreto de la justicia divina. TambAén los detiominann demonios
malos y espíritus malignos, porque ofenden y causan mal voluntariamente. Se hace
ascender su número a muchas legiones; también se efectúa l! distinción según los
nombres de las estrellas y los elementos, y las partes del mundo; y se les asignan reyes,
príncipes y presidentes, con sus nombres. Entre ellos fueron escogAdos como jefes cuatro
reyes muy maléficos, de igual proporción a las partes del mundo; bajo estos reyes
mandan muchos otros demonios jefes de legiones, y de modo parecido muchos otros
debajo de éstos, que tienen oficios particulares. De allí las Gorgonas, los lobosduendes,
las furias; de allí Ctesífone, Alecto, Megere y Cerbero. Esto es lo que dice
Porfírio de esta clase de demonios: habitan en un lugar cercano a la tierra o, mejor, en
las entrañas de la tierra; no hay maldad que no pongan en práctica; tienen humor
totalmente violento e insolente, por lo que se hallan en frecuentes maquinaciones y
tienden las emboscadas más violentas y súbitas; y cuando efectúan sus incursiones se
ocultan en parte, y en parte practican la violencia, regodeándose dondequiera reinan l!
injusticia y la discordia.
Capítulo XVII
LOS ÁNGELES SEGUN LAS OPINIONES DE LOS TEOLOGOS
En cuanto a nuestros teólogos, en comunión de espíritu con DionisAo, concretan
tres diferencias de Angeles y los dividen c!d! una en tres órdenes, creando así tres
diferencias y nueve órdenes en total; a los órdenes los llaman Jerarquías, y a las
diferencias, Coros. Proclo también los divide en nueve.
En la primera jerarquía inclAyen a los Serafines, los Querubines y l s Tronos,
como demonios o espíritus supercelestes que contemplan el orden de la divina
Providencia: los primeros, en la bondad de Dios; los
segundos, en la esencia de Dios y en su forma; los terceros, en su sabiduría. Incluyen
en l! segunda jerarquía a las Dominaciones, las Virtudes y las Potestades, como
demonios mundanos que cooperan en el gobierno del mundo: los primeros de elles
ordenan lo que los otros ejecutan; los segun-dos administran los cielos y cooperan a
veces en la realización de milagros; los terceros rechazan lo que aparentemente puede
perturbar la ley divina. En la jerarquía tercera y última, incluyen a los principados, les
arcángeles y los ángeles, que Jámblico computa de Agual modo; éstos cumplen el
oficio de demonios ministros, y tienen a su cargo la custodia de las cosas de este
mundo inferior: los primeros de elles se encargan de las
cosas públicas, de los príncipes y magistrados, de las provincias y reinos,
cada cosa con su ángel; de allí deriva que en Daniel aparezcan estas p!l!bras: el
príncipe del reino de los Persas se opuso a mí durante veintiún días; y Jesús, hijo de
Sirac, atestigua que a cada nación se ha asignado un ángel rector, lo que Moisés
también nos lo revela en el cántico del Deuteronomio, al decir que el Altísimo, al,
separar las naciones de la tierra, las limitó según el número de ángeles de Dios; los
segundos asisten a los sacrificios, dirigen el culto divino de cada hombre, y ofrecen,
en presen-
cia de los dioses, las plegarías y los sacrificios de los hombres; los terceros
disponen de las cosas menores y son los guardianes de cada uno en particular, entre
les cuales están también los que dan la fuerza y la virtud a las
hierbas y piedras más pequeñas y a todas las cosas inferiores, que tienen
muchas cosas comunes con Dios y muchas con los hombres, y son los ministros
mediadores,
Pero Atanasi , además de los Tronos, Querubines y Serafines, que están más
cerca de Dios, y que lo ensalzan con himnos y alabanzas sin fin, rogando también por
nuestra salud, nombra otros siete órdenes que llama con el nombre común de milicia
del cíelo. El primero de ellos es el orden de los Doctrinarios, integrado por quien
habló a Daniel, diciéndole: "Vine
a tu encuentro para enseñarte lo que sobrevendrá a tu pueblo en los últi-
mos tiempos". Luego sigue el orden de los Tutelares, del que se habla en Daniel: "He
aquí Miguel, uno de los príncipes que llegó en mi auxilio...
entonces surgirá el gran príncipe Miguel que está de parte de los hijos de
tu pueblo"; en este mismo orden estuvo también el que condujo al joven Tobías.
Después de este segundo orden está el de los Procuradores, del que se habla en Job,
donde se leen estas palabras: "SA se halla un ángel que hable por él, rogará al Señor y
obtendrá su favor"; se explica también sobre éstos en lo que registra el capítulo XVI
del Eclesiastés, in fine (sic) : "En el juicio de Dios su obra es desde el comienzo, y
desde la institución de los hombres distinguió sus porciones, no tuvieron hambre nA
trabajaron, y no abandonaron sus obras; nadie causará angustias a su prójimo durante
la eternidad". Sigue después el orden de los Ministros, del que Pablo, en su Epístola a
los Hebreos, habla en estos términos: "¿N son todos espíritus administradores,
enviados para servicio a favor de los
que serán herederos de la salvación?" Después de ellos está el orden de
los Auxiliares, de los que se habla en Isaías en estos términos: "Salió una
vez el ángel del Señor y abatió a ciento ochenta y cinco mil en el campo de los asirios".
Detrás de este orden está el de los Receptores de las almas, de los que se lee en Lucas
que el alma de Lázaro fue llevado al serio de Abraham por los ángeles, y este mismo
pasaje nos enseña a hacernos amigos del Mammon de la iniquidad para que seamos
recibidos en los tabernáculos de la eternidad. Por fin está el orden de los Asistentes, de
los cuales se lee en Zacarías: "Aquí están los dos hijos del óleo del esplendor que son
los asistentes del dominador de la tierra universal".
En cuanto a los teólogos hebreos, cuentan y denominan de otra manera estos
órdenes diferentes. El sitio más elevado es ocupado por los llama-dos cdqhtwyj , es
decir, los animales de santidad, o vidas, por los cuales Dios hyha distribuye el don del
ser. El lugar siguiente es ocupado por los Ophanim, synpwa , es decir, las formas o
ruedas, por las que Dios hwhyy disipa el caos. En tercer lugar están los Aralim sylara ,
los ángeles grandes, fuertes y robustos, por los cuales el Tetragramma Elohim
pronunciado o el Tetragramma junto con Hei hwhyh, dirige la forma del flujo de la
materia. En cuarto lugar están los Hasmalim, mylmch por los cuales Gl la modela las
efigies de los cuerpos. En quinto lugar está ubicado el orden de los Serafines, syprc ,
por los cuales Dios Elohim Gibor rbyn syhla extrae los elementos. El sexto es
Malachim, syklm , es decir, los ángeles por los cuales Eloha hwla produce los metales.
El séptimo, Elohim myhla; es decir, los dioses, por los cuales el Dios tetragramma
Sabaoth twabx hwhy produce los vegetales. El óctavo Ben Elohim myhla ynb, es
decir los hijos de los dioses, por los cuales Dios Elohim Sabaoth twabx myhla procrea
los anímales. El noveno e inferior, Querubines sybwrk, por los cuales Dios S a d a i
ydc se ocupa del género humano. Debajo de todos estos órdenes está el orden
animástico, denominado Issim, sycya es decir héroes, hombres fuertes y
bienaventurados, por los cuales Adonai ynda derrama el don de profecía
Capítulo XX
LA HOSTILIDAD DE LOS DEMONIOS MALIGNOS Y LA PROTECCION DE
LOS BUENOS QUE VELAN POR NOSOTROS
Todos los teólogos coinciden en que los Demonios Malignos son de una
naturaleza tal que odian por igual a dioses y hombres; por ello la Providencia divina
puso cerca de nosotros a los Demonios más Puros, a quienes nos recomendó como
pastores y conductores para que nos asistan todos los días, rechacen a los demonios
malignos, los detengan y atemoricen p!r! que no nos causen el mal que desearían; así,
en Tobías, se lee que Rafael atrapó al demonio llamado Asmodeo y tos dejó en el
desierto del Alto Egipto. Así habla Hesíodo de estos espíritus: "Son 30.000, viven
sobre la tierra que los nutre; están puestos por Júpiter como guardianes inmortales
p!r! observar la justicia y la misericordia, revestidos de aíre y desplazándose
ubicuamente por la tierra; pues no podría haber príncipe ni persona importante que
pudiera vivir segura, ni mujer alguna podría salvar su pureza, nadie de este valle de la
ignorancia llegaría al fin propuesto por Dios, sí los buenos demonios no custodiasen en
torno de nosotros, o sí los demonios malignos estuviesen autorizados a satisfacer los
malos designios de los hombres". De manera que cada uno de nosotros tiene como
custodia particular a uno de estos demonios buenos, que le fue enviado para dar fuerza
al espíritu del hombre y guiarlo hacia el bien; también nos es enviado uno de los malos
como ehemigo, que preside la carne y el deseo, y el buen guardián combate por
nosotros en favor del espíritu contra el enemigo y la carne; el hombre, en medio de
estos comba-tes, librado a su propia decisión, confiere la victoria a quien quiere. Por
eso no podemos acusar a los ángeles sí no conducen las naciones que les son confiadas
al conocimiento del Dios verdadero, a la piedad y religión verdaderas; y sí las dejan
caer en errores y cultos perversos; es preciso acusar a quienes voluntariamente
abandonaron el camino recto, apegándose a los espíritus del error, acordando l!
victoria al diablo; pues el hombre tiene en sus manos el poder de tomar el parido que
quiera y de vencer sí así lo desea, y si supera a su enemigo, el demonio se convierte en
su esclavo, y una vez vencido no puede atacar a otro, igual que una avispa que quedó
sin aguijón. A esta opinión adhiere Orígenes en su libro Periarchon, concluyendo que
los santos combaten contra los malos espíritus, y al salir victoriosos, debilitan sus
ejércitos, de modo que quien fue vencido por alguien, luego no puede inquietar más a
otro. Cada hombre recibió un buen espíritu y un diabólico espíritu maligno; ambos
buscan unirse con nuestro espíritu y procuran atraerlo hacía ellos y mezclarse en sus
asuntos, como el vino que se mezcla con el agua. El bueno, de un lado, por medio de
buenas obras que le convienen, al unirnos a los ángeles cambia nuestra naturaleza,
como está escrito respecto de Juan Bautista en Malaquías: "He aquí que te envío mí
ángel ante tu faz". En otra parte
está escrito acerca de esa transmutación y unión: "Quien se apega a Dios se convierte
en un espíritu con él. De modo parecido, el demonio maligno trabaja en nosotros para
convertirnos en semejantes y apegados a él por medio de malas obras . n las que nos
compromete, como dice el CRISTO respecto de Judas: "¿No os he elegido a los doce y
uno de vosotros es el diablo?" Y ésto es lo que dice Hermes: "Cuando un demonio se
desliza en un alma humana derrama semillas de su propia idea, lo que hace que es!
alma cargada con estas semillas, llena de furor, realice por este medio cosas asombrosas
y todas las operaciones correspondientes a los demonios:
pues el buen demonio, al entrar en un alma santa, la eleva a la luz de la sabiduría,
mas el demonio maligno, deslizado en un alma despravada la lleva al robo, al
homicidio, a la lubricidad y a todos los quehaceres de los demonios malignos". Los
buenos demonios, dice Jámblico, purifican las almas en la perfección, manifiestan
en nosotros su diversidad, con su presencia nos dan la salud corporal, l! fuerza
espiritual y la tranquilidad de pensamiento, destruyen en nosotros los gérmenes de la
muerte, activan el calor, fortaleciéndolo para conservar la vida, y derraman
armoniosamente un! luz perpetua en el pensamiento inteligible.
Los teólogos discuten sobre sí el hombre tiene muchos guardianes o uno sólo.
Creemos que tiene muchos, según lo que expersa el Profeta: Encomendó a sus
ángeles tu cuidado para cuidarte dondequiera vayas. Esto se entiende según el
testimonio de Jerónimo, no sólo del CRISTO, sino también de todo hombre en
particular. Todos los hombres son, pues, gobernados por el ministerio de diversos
espíritus, y conducidos en cada grado de virtud, mérito y dignidad, según su
dignidad y buenos oficios; por el contrario, los indignos son humillados por los
demonios malignos, y al mismo tiempo por los buenas espíritus, y empujados hasta
el último grado de miseria según la exigencia de sus faltas. Todos los custodiados
por los ángeles más sublimes están por encima de los demás hombres; pues los
ángeles que los cuidan los elevan y someten a otros mediante cierta fuerza secreta, y
aunque no se lo perciba, no obstante se siente cierto yugo de preeminencia del que
no es fácil librarse, y se teme y reverencia esa fuerza y poder que los ángeles
superiores envían a sus superiores, y que reprimen a los inferiores con el terror de la
preeminencia.
Parece que Humero opinaba así cuando dice que las musas hijas de Júpiter son
siempre compañeras inseparables en presencia de los reyes hijos de Júpiter,
tornándolos venerables y majestuosos. Así leemos que Marco Antonio, luego de
hacerse muy amigo de Octavio Augusto, jugaba a me-nudo con éste, quien le ganaba
siempre. Un mago le dio este consejo en secreto: Antonio, ¿por qué os juntáis con
este joven? Huid de él, evitadle, pues aunque tengáis más edad y experiencia que él,
y seáis de más ilustre familia, y hayáis sido más grande emperador que él en las
guerras que dirigisteis con tantos hombres y victorias, no obstante vuestro genio
teme al genio de este joven, y vuestra fortuna adula a la suya; si no huís lejos, es
posible que os abandone por entero y se apegue a él. ¿Un príncipe no es un hombre
como los demás? ¿Cómo le temerán y
reverenciarán entonces sí el terror divino quo lo rodea no lo elevara por encima de los
demás, y si no los humillara sacudiéndolos de temor a fin de que le reverencien como
su príncipe? Por ello es que debemos esforzarnos mucho a fin de que, purificados por
las buenas obras, persiguiendo las cosas divinas, escogiendo los tiempos y sitios
oportunos, lleguemos al rango de los ángeles más elevados y potentes que cuidan de
nosotros, y merezcamos con justicia la preferencia sobre los demás.
Capítulo XXY
LA OBEDIENCIA A NUESTRO GENIO
Y EL MODO DE DESCUBRIR SU NATURALEZA
Así como cada país tiene su estrella cierta en el cielo y su imagen celeste,
también tiene en las jerarquías supercelestes una Inteligencia que 10 gobierna y
protege con una infinidad de otros espíritus o demonios de su orden como sus
ministros, que reciben en total el nombre común de hijos de Elohim Sabaoth twabx
myhlaynb, o sea, los hijos del Dios de los Ejércitos. Por ello todas las veces que el
Altísimo libre guerra, un sangriento combate, la desolación de un reino y la
humillación del pueblo en sus reductos, al igual que lo que debe sobrevenir sobre la tierra.
habrá antes una batalla entre los espíritus de las Alturas como está escrito en Isaías:
"El Señor de los Ejércitos revistará el Ejército del Altísimo en la Altura y el de los
reyes de la tierra sobre la tierra". En Daniel hallamos este combate de espíritus y
jefes, por ejemplo, del príncipe del reino de los persas, del príncipe de los griegos,
del príncipe del pueblo de Israel y el combate entablado entre ellos. Parece que
Homero compartió esta opinión, al cantar:
Un estrepito resono en la corte celestial cuando, de uno y otro lado, los dioses se
lanzaron a cruel lucha: Febo Apolo guerreo contra Neptuno, P?l?s Atenea lucho contra
Marte, Diana, con el carcaj en la espalda, combatio contra Juno, Cilene alado abrumo a
Laton? c5n sus flechas.
En cada región hay toda clase de espíritus y demonios, pero los más poderosos
son los que pertenecen al orden que preside esa región. Así en la región del sol los
espíritus solares son m`s, fuertes que los demás; en la región de la luna predominan
los espíritus lunares, y así en el resto; por eso, acorde con nuestra opinión, al cambiar de
lugares y provincias sobrevienen diferentes acontecimientos en nuestros asuntos y
negocios; y l! mayor o menor fortuna correspondiente depende de que el demonio
que es nuestro genio haya recibido más poder o que hayamos obtenido un demonio
más poderoso del mismo orden. Así los hombres
solares, sí entran en una región o provincia gobernada por el sol, serán allí
más felices, porque tendrán conductores o genAos más poderosos y
favorables, los que, al presidir c n mayor preeminencia, hacen que todos
los negocios culminen a menudo felizmente. superando sus fuerzas y esperanzas.
Esa es la razón de que haya q~e escoger el lugar, el p!ís y el
tiempo donde se pueda trabajar, habitar y frecuentar, según la naturaleza y
el instinto de su genio, sí se quiere tener más buena fortuna en la vida. A
veces también es b u e n o cambiar de nombre, ya que como las propiedades
de los nombres s n índices (le las cosas mismas, relacionando como un
espejo las condiciones de sus formas, de allí surge que, al cambiar de
nombre, a menudo ocurre que cambian las cosas. Por ello es c n razón que
las Sagradas Escrituras expresan que cuando Dios estuvo a punto de
bendecir a Abram y Jacob, cambió sus nombres y a uno lo llamó Abraham
y al otro Israel:
Los sabios de la antigüedad enseñan a conocer la naturaleza del genio
del hombre, por los astros y sus influencias, y los aspectos de los que
aparecen con el nacimiento de cada uno, pero 1 0 efectúan con doctrinas
tan diversas y cHntrarias que es dificilísAmo obtener de sus manos los
misterios de los cíelos. Porfirio busca el conocimiento del genio en la
estrella que domina el nacimiento; y Materno lo obtiene de allí o de los
planetas con muchas dignidades, o del astro cuya casa esté ocupada por la
luna después de l! que ella ocupa al nacer el hombre. Los caldeos sólo
buscan conocer al genio en el sol o la luna. En cuanto a los demás,
incluidos muchos hebreos, creen que es preciso sacarlo de un polo cardinal
de los cíelos, o de todos. Otros creen que al buen genio hay que hallarlo en
la undécima casa, llamada por eso demonio bueno, y que el genio malo
debe buscarse en la sexta casa, llamada p r eso demonio malo. Pero como
la búsqueda de estas cosas es ardua y muy oculta. nnos costará menos
trabajo determinar cuál es l! naturaleza de nuestro genio, atendiendo a lo
que nos sugiera nuestra alma (cuando está libre de trabas, purificada de
vanos pensamientos y malos afectos, limpia de todo contagio como en la
infancia) a lo que nos dicte el instinto de la naturaleza, y a l que el cielo
incline. Estos son, sin duda, los consejos dados por el genio a cada uno,
desde el comienzo de su nacimiento, y que nos Ancita y encamina hacia
donde su estrella nos inclina.
Capítulo XXII
LOS TRES GUARDIANES DE CADA HOMBRE; SUS ORIGENES
No hay hombre sobre la tierra que no tenga como GGardNán un demonio
Triple v bueno; uno es sagrado, el segundo es de nacimiento, y el
tercero es de profesión. El Demonio sagrado, según la doctrina de los
egipcios, no deriva de astros ní planetas, sino de una causa superior, del
mismo Dios, dueño de los espíritus, que lo asignó al alma racional en su
descenso; ese espíritu es universal, por encima de la naturaleza. Es el
(lírector de la vida del alma y presenta siempre buenos pensamientos ,+ la
mente, actuando en nosotros sin cesar, comunicándonos la luz, aunqu, no lo
advirtamos siempre; mas una vez libres de pecados, sí llevamos una vida
tranquila, entonces le reconocemos, se queda con nosotros y nos hace oír su
voz aunque antes guardase silencio en nuestra presencia, y se ocupa sin
cesar de hacernos llegar a la perfeccNón sagrada. Así, con la ayuda de este
demonio podremos torce! la malignidad del destino, y sí lo honramos
religiosamente con bGeTAas .bras y BNd! santa, como sabemos que Sócrates
lo hizo, los platónicos een que nos da un maravilloso auxilio tanto con
sueños como con sNgnos, desviando los males que nos amenazan y
conservando y procurando los bienes con gran esmero; por ello los
pitagóricos, al entonar sus himnos, por lo común ruegan a Júpiter que los
preserve del mal o les diga qué demonio puede cometerlo.
El segundo Demonio es de progenie o nacimiento, llamado también
genio; nos llega de la disposición del mundo y del giro de los astros que
pasan durante el nacimiento. H!y autores que creen que eI alma, a punto de
descender en el cuerpo, escoge este guardián en el coro de los demoníos y
no es dueña de elegirlo como su conductor si él, de su parte, no quiere
tomarla bajo su tutela. Este espíritu es el ejecutor y conservador de la vida,
la concilia con el cuerpo, la cuida tras comunicarla al cuerpo, y ayuda al
hombre a cumplir el oficio al que los poderes celestes lo destinaron al hacer.
En consecuencia, todos los que recibieron un genio feliz son virtuosos en
sus obras, capaces, fuertes y prósperos; por esa razón los filósofos los
llaman afortunados o bien nacidos.
El Demonio de la profesión se recibe de los astros que presiden la
profesión o secta a la que pertenece un hombre, y el alma lo escoge tácitamente
cuando comienza a usar la elección y una vez que adoptó una regla
de vida. Este demonio cambia cuando sobreviene cambio de profesibTA;
entonces, según la dignidad de la profesión, se recNbe demonios de profesión
más dignos y de orden más elevado, que cuidan sucesiva-mente del hombre
que se adscribe progresivamente tal y tal guardián de profesión a medida
que a- (ende de virtud en virtud. Cuando nuestro empleo conviene a nuestra
naturaleza, somos ayudados por un demonio semejante de profesNón que se
pone de acuerdo con nuestro genio particular, y nuestra vNda se torna más
tranquila, feliz y próspera; pero cuando nos dedicamos a una profesNón que no
concuerda con nuestro genio y le desagrada, nuestra vida sólo es dolor y trabajo,
dificultada por patrones que no concuerdan. Así sucede que un hombre
adelanta en una ciencia, oficio o empleo en poco lapso, sin gran sacrificio,
con logros nulos en otras ocupaciones por más sacrificio y esmero que
ponga. Y aunque no debe descuidarse ninguna ciencia, ningún arte ní oficio,
ninguna virtud, sin embargo, para prosperar en la vida y actuar con buen
éxito, ante todo habrá que empezar por conocer el propio genio, la propia
na-
turaleza, y qué bien promete la disposición celeste de nacimiento y Dios, soberano
dispensador de todas estas cosas que las brinda a cada uno según le place. Habrá que
seguir estos principios, practicar esa virtud que eleva y dirige el Soberano distribuidor
que hizo descollar a Abraham en la justicia y la clemencia, a Isaac en el temor, y •a
Jacob en la fuerza, a Moisés en l! dulzura y los milagros, a Josué en la guerra, a Fineo
en el celo, a David en la religión y la victoria, a Salomón en la ciencia y la celebridad,
a Pedro en la fe, a Juan en la caridad, a Santiago en la devoción, a Tomás en la
prudencia, a Magdalena- en la contemplación, y a Marta en el servicio. Cuando se
desee avanzar fácilmente en una virtud, habrá que procurar llegar a su perfección para
descollar en una cosa,ya que no se puede en todas. No habrá que descuidar en las demás
tanto como se pueda; sí se es lo suficientemente dichoso de contar con genios de
naturaleza y profesión concordantes, se hallará un doble progreso y un acrecentamiento
de los bienes de la naturaleza y de los beneficios de la profesión, pero sí son
discordantes, habrá que seguir al mejor, pues a veces se lograrán más beneficios de una
buena profesión que del propio nacimiento.
Capítulo XXIII
EL IDIOMA DE LOS ÁNGELES
PARA CON NOSOTROS Y ENTRE ELLOS
Podríamos poner en duda que los ángeles o demonios, espíritus simples y puros,
se sirvan de un habla vocal o Lenguaje éntre ellos y para conversar con nosotros, sí no
fuese que Pablo dice en una de sus obras:
Si yo hablase el lenguaje de los hombres y los ángeles. ¿Pero cuál es esta habla, cuál
ese lenguaje? Casi todo el mundo lo desconoce. La may ria cree que, si se sirven de
un idioma particular, este es el hebreo, por ser el primero de todos, proveniente del
cíelo y existente ante de la confusión de lenguas que sobrevino en Babilonia; en este
idioma Dios Padre entregó su ley a Moisés; el CRISTO, su hijo, predicó el Evangelío,
y los profetas produjeron tantos oráculos por medio del Espíritu, Santo; y cuando todas
las lenguas están sujetas a tantas modificaciones y corrupciones, la hebrea
permanece siempre inviolable. Además, la señal evidente de esa creencia consiste
en que, aunque todos los demonios o inteligencias en particular hablan el lenguaje
de las naciones sobre las que presiden, sin embargo, a quienes conocen el hebreo
no les hablan sino en este idioma.
El modo de hablar de los ángeles nos resulta oculto como ellos mismos.
Nosotros no podemos hablar sin lengua ní órganos de la palabra
(como garganta, paladar, labios, dientes, pulmones, arteria espiritual y músculos
del pecho) que reciben del alma el principio de su movimiento. Si alguien habla de
lejos a otra persona, debe gritar más fuerte; a quien habla de cerca le basta susurrar
al oído de quien le escucha, y sí con el menor soplo pudiese establecer una unión
con quien lo escucha, su palabra no necesitaría absolutamente sonido alguno para
ser captada, como ocurre con una imagen en los ojos o en un espejo. Así hablan las
almas separadas del cuerpo, los ángeles y los demonios, y lo que el hombre realiza
con la voz sensible, ellos lo cumplen grabando la idea de la palabra en aquellos a
quienes hablan, de manera más excelente que si fuera enunciada con la voz audible.
Los platónicos dicen que Sócrates percibía su demonio con los sentidos, no del
cuerpo que poseemos sino del cuerpo etéreo, oculto en el cuerpo humano; Avicena
cree que de esta manera también los profetas veían y oían a los ángeles. Este
instrumento, cual-quiera sea la calidad de su virtud por la que un espíritu hace
conocer a otro espíritu las cosas que corren por el pensamiento, se llama, según el
apóstol Pablo, la lengua de los ángeles. No obstante, también emiten muy a
menudo voces sensibles, exclamando, por ejemplo, en ocasión de la Ascensión del
Señor: "Galileos, ¿de qué sirve que os detengáis a contemplar el cielo?" Y en la
antigua ley se comunicaron con muchos Patriarcas en voz alta e inteligible. Mas
esto ocurrió al revestirse de cuerpos. No sabemos con qué sentidos estos mismos
espíritus o demonios oyen nuestras invocaciones y plegarias, y ven nuestras
ceremonias. Pues el cuerpo de los demonios es espiritual por su naturaleza en la
mayoría, sensible por doquier, ya que sin intermediario toca, ve, oye, y nada puede
impedir las funciones de estos espíritus; no sienten de igual manera que nosotros, y
tal vez tengan órganos distintos, como las esponjas absorben el agua, extrayendo
con todo su cuerpo las cosas sensibles, o bien de otra manera que ignoramos: pues
los animales que conocemos no tienen, en su totalidad, iguales órganos sensorios
que los nuestros, y sabemos que están incluso los que carecen de orejas y no
obstante estamos seguros que oyen el sonido, sin que conozcamos de qué manera
ocurre esto.
Capítulo XXIV
LOS NOMBRES DE LOS ESPIRITUS Y SUS DIVERSAS IMPOSICIONES; LOS
ESPIRITUS QUE RIGEN LAS ESTRELLAS, LOS SIGNOS, LOS POLOS DEL
CIELO Y LOS ELEMENTOS
Los nombres de los espíritus buenos y malos son de muchas especies y muy
diferentes; sus nombres propios y verdaderos, igual que los de los astros, sólo los
conoce Dios que es el único que puede contar la mul-
titud de estrellas y llamarlas por sus nombres; rio podemos conocer ninguno, a
menos que Dios nos los revele y en las Sagradas Escrituras hallaremos muy pocos
enunciados. Los doctores hebreos creen que Adán impuso los nombres a los
espíritus por l que expresa este pasaje de la Escritura: Dios hizo venir ante Adán
todo lo que había creado, a fin de que le pusiera nombre: y el nombre que dio a
cada cosa es su verdader nombre. Basados en esto, los mecubales hebreos creen
que el hombre puede también dar los nombres a los espíritus, pero sólo quien
antes se tornó digno y quien, por un don dAvino muy particular o un poder sagrado,
fue elevado a esa dignAdad. Pero debAdo a que el hombre 110 puede con su
voz componer un nombre capaz de expresar la naturaleza de la divinidad ní toda la
virtud de la esencia angélica, con más frecuencia se da a los espíritus nombres
tomados de sus obras, que sAgnifican algún oficio o efecto, como el que el coro de
es?Nrítus desea: entonces estos nombres, igual que las ofrendas consagrada- a los
dioses, adquieren la eficacia y virtud de hacer llegar de lo alto y de lo bajo
cualquier sustancia espiritual que opere el efecto deseado. 1 o vN y conocí a
determinada persona que escribía sobre un pergamAno virgen el nombre y el signo
de cierto espíritu a la hora de la luna, se lo hacía tragar a una rana de río, y luego
de pronunciar muy quedamente algunos versos la hacía volver a su elemento,
desencadenándose muy jironto lluvia y granizo. A la misma persona le vi escribir
el nombre y el signo de otro es1 -Atu, a la hora de Marte, sobre un p!pel, dárselo a
un cuervo y dejarlo volar, después de haber murmurado unos versos y, de repente,
del lado por donde v lába el cuervo surgNan nubes y rayos, tamblaba el cíelo y la
tierra y se producían truenos espantosos; sNI embargo, estos nombres de espíritus
no estaban en lenguas desconocidas ní significaban sus oficios.
Así son los nombres de estos ángeles: Raziel, Gabriel, Miguel, Rafael
Haniel, que signAfican, respectivamente, visión de Dios, virtud de Dios, fuerza de
Dios, medAcina de Dios y gloria de DNos. De modo p!recido, para los malos
oficios de los demonios malignos, he aquí sus nombres como aparecen escritos y
que se leen: ilusionista, engañador, ensoñador, fornicador y muchas otras cosas de
este estilo. De los Patriarcas hebreos tenemos los nombres de los ángeles que
presAden los planetas y signos: sobre Saturno, por ejemplo, Zapkiel: sobre Júpiter,
Zadkiel; sobre Marte. Canmael: sobre el Sol. Rafael: sobre Venus, Ha-niel; sobre
Mercurio, Miguel: G sobre la Luna, Gabriel; estos son los siete espíritus que tienen
siempre delante el rostro de Dios, a los que fue confiada l! dAsposición de t d el
reino del cielo v la tierra, que está debajo del orbe de la Luna. Estos espíritus, en
efecto. como dicen los teólogos son más mAsteriosos, los que gobiernan todas las
cosas medAante ciertas mutaciones de horas, días y añ s, tal como lo relacionan
los astrólogos con los planetas a los cuales presiden; por ello Trismegísto Mercurío
los llama los siete gobernadores del mGTAdH, los que por medio de las cíelos
reunen, como mediante instrumentos, las influencias de todas las estrellas v de
tonos los signos, distribuyéndolas inmediatamente en es-
te mundo inferior. Hay doctores que atribuyen estos espíritus a las estre-]las
bajo nombres un poco diferentes, diciendo que la inteligencia llamada Orifiel
preside a Saturno; Zachariel a Júpiter; Zanael a Marte; Miguel al S l; Anael
a Venus; Rafael a Mercurio; y Gabriel a la Luna; y cada un de estos
espíritus gobierna al mundo trescientos cincuenta y cuatro años y cuatro
meses; y este gobierno comienza p r la inteligencia de Saturno, luego reina
cada uno en su orden, las inteligencias de Venus, Júpiter, Mercurio, Marte,
la Luna y el Sol, y una vez cumplido este giro, el gobierno recomienda con
Saturno. El abate Tritemio escribió un tratado particular sobre este tópico,
dedicado al Emperador Maximiliano; gGNeAA examine este libro a fondo,
obtendr! un gran conocimiento de los tiempos por venir.
En cuanto a los doce signos, Aries es gobernado por Malquidiel; Tauro
por Armodel; Géminis por Ambriel; Cáncer por Muriel; Le por Verquiel;
Virgo por Hainalíel; Libra p r Zuriel; Escorpio por Barquiel; Sagitario por
Aduaquiel; Capricornio por Hanael; Acuario por Gamhiel; ti PiscAs por
Barquiel.
Juan, en el Apocalipsis, menciona también a estos espíritus gobernantes
de planetas y signos, diciendo al comienzo, respecto de los prime-ros: Y por
los siete espíritus que están delante del trono de Dios. He descubierto que
gobiernan también los planetas. Y al fin del libro, donde describe la
construcción de la ciudad celeste, dice que había doce ángeles en las doce
puertas de la ciudad.
Hay además veintiocho ángeles que son l s seííores de las veintiocho
casas de la Luna; estos son sus nombres, por orden: Geniel, Enediel,
Amixiel, Azariel, Gabiel, Diraquiel, Seheliel, Amnedíel, Barbiel, Ardefiel,
Neciel, Abdizuel, IazerAel, Ergediel, Ataliel; Azeruel, Adriel, Egíbiel, Amutiel,
Kyríel, 'Bethnael; Geliel, Requiel, Abrinael, Azíel, Tagriel, Alheniel y
Amnixiel.
Hay también cuatro ángeles principales, gobernantes de los cuatro
lentes y de las cuatro partes del mundo: uno de ellos, Miguel, gobierna el
viento del Oriente; Rafael, el viento de Occidente; Gabriel el viento del
Norte; y Noríel, y según otros Uriel, el viento del Mediodía. También se
atribuye como gobernantes de los elementos a Cherub en el aíre, Tharis en
el agua, Aries en la tierra y Seruph en el fuego, o según Filón, Nathaniel,
Cada uno de estos espíritus es gran príncipe, y tiene el poder de realizar
muchas cosas en el dominio de sus planetas y signos, en sus tiempos, anos,
m e s e s , días y horas, en sus elementos, regiones del mundo y Viernes;
cada uno de ellos tiene muchas legiones debajo de sí, a las que manda. De la
misma manera los malos espíritus son comandados p T cuatro reyes
poderosísimos, según las cuatro partes del mundo. cuyos nombres son:
Uricus, res , del Oriente; Amaymon, rey del Mediodía; Paymon, res' de
Occidente; y Egyn, rey de Septentrión; estos pueden ser denomAnadOS mejor
por los doctores hebreos: Hamael, Azazel, Azael y Mahazael; llenen debajo
de ellos muchos otros comandantes de legiones de espíritus } presidentes, v
otros demonios innumerables, cada uno con sus oficios
particulares. Además, los antiguos teólogos griegos cuentan seis demonios que
denominan Telquines, y otros Alastores, los que para hacer mal a los hombres sacan
con las manos el agua de l! Estigia y la derraman sobre la tierra, de donde provienen
las desdichas, las pestes, y el hambre; y se dice que estos demonios eran Actus,
Megalesius, Ormenus, Lycus, Nicon y Mimon.
Por lo demás, quien desee conocer exactamente los nombres de cada uno de
los ángeles y demonios malignos, sus oficios, lugares y tiempos, deberá buscarlos en
el libro de los Templos del rabí Simón y en su libro de las Luces, igual que en casi
todos los comentarios del libro de la Formación: allí hallará todas estas cosas
descriptas con amplitud.
Capítulo XXV
LOS NOMBRES SAGRADOS DE LOS ANGELES
SEGUN LOS DOCTORES HEBREOS, TAL COMO LOS OBTIENEN DE
LA BIBLIA; LOS 72 ANGELES CON EL NOMBRE DE DIOS; LAS
TABLAS ZIRUPH Y LAS DE LA CONMUTACION DE LETRAS Y
NOMBRES
Hay también otros nombres sagrados de los espíritus buenos y malos, dados a
cada uno de sus oficios y mucho más poderosos que aquellos de los que hablamos
antes; esos nombres son extraídos de las Sagradas Escrituras, según el arte que
enseñan los mecubales hebreos, tal como son extraídos de ciertos pasajes de las
Escrituras ciertos Nombres de Dios. Su regla general consiste en que en todas partes
de las Sagradas Escrituras donde se expresa algo relativo a l! esencia divina, puede
extraerse regularmente el nombre divino; y en todas las partes de las Sagradas Escrituras
donde se halle expresado un nombre divino, se debe examinar el oficio que
responde a este nombre. En consecuencia, en todas las partes de la Escritura donde
se habla del ministerio o la obra de algún espíritu bueno o malo, se puede extraer de
allí el nombre del espíritu bueno o malo, observando esa regla fija quien desee
obtener los nombres de los buenos espíritus del bien y los nombres de los malos
espíritus del mal, sin confundir negro con blanco, día con noche, ni luz con
tinieblas. Esto queda aclarado y explicado por estos versículos, tomados como
ejemplo: "Sean como el polvo ante l! faz del viento, impulsándolos el ángel del
Señor; que sus vías sean tenebrosas y resbaladizas, persiguiéndolos el ángel del
Señor".
Del Salmo 35, según el cómputo de los hebreos, y el 34 según e nuestro, fueron
extraídos los nombres de estos ángeles, ladym Midael larym y Mirael, del orden de la
Milicia celeste. Lo mismo ocurre coi este versículo: Pondréis un poder sobre este impío
y a Satán a su diestra Del Salmo 109 según los hebreos, 108 según los latinos:
se obtiene el nombre del cacodemonio Shihi, yuyc, que señala al demonio maquinador.
En el Exodo hay cierto texto, que contiene tres versículos, cada uno de los cuales está
escrito con 72 letras, comenzando el primero Vaiisa usyw, el segundo Vaiavo abyw y el
tercero Vaiot fyw
los tres, extendidos en una líne!, a saber, e l primero y el tercero de izquierda a
derecha, y el del medio en sentido contrario, comenzando por la derecha para terminar
por la izquierda, cada triplicidad de letras puestas unas después de otras constituyen los
nombres que son los 72 nombres que los hebreos llaman Schemhamphoras; y si se
agrega al final de cada uno de estos nombres, el nombre divino El l a , o Iah hy ,
constituyen entonces los 72 nombres de tres sílabas de los ángeles, cada uno de los cuales
lleva el nombre de Dios, como se lee en este pasaje de la Escritura: "Mí ángel marchará
delante de vosotros, observadle, pues lleva mi nombre". Ellos son los que presiden sobre
los 72 quinarios del cíelo, en número parecido de naciones, lenguas y parte del cuerpo
humano, y que cooperan con los 72 ancianos de la sinagoga y los 72 discípulos del
CRISTO. Sus nombres, según la ext r acción efectuada por los cabalistas, están
expuestos en la tabla que sigue, de acuerdo con una modalidad que expresamos. Hay
también otras muchas maneras de fabricar las Schemhamphoras con estos mismos
versículos, como cuando se los escribe a los tres en orden y alternadamente de derecha a
izquierda, además de los que se obtiene con las tablas Ziruph y las tablas de conmutación
de las que hablamos antes. Como estas tablas sirven para la composición de todos los
nombres divinos y angélicos, los hemos incluido también a continuación de este capítulo.
He aquí los 72 Angeles Schemhamphoras, portadores del nombre de Dios, y su
Tabla.
Capítulo XXVIII
LOS NOMBRES DE LOS ESPIRITUS, TOMADOS A
VECES DE LAS COSWS QUE ELLOS PRESIDEN
Existe otro género de nombres tomados de las Cosas a las que estos espíritus
presiden, que les es impuesto como si tomasen el nombre de estrellas, hombres,
sitios, tiempos o cosas parecidas, añadiendo, al final un nombre divino, de esta
manera: el espíritu de Saturno se llama Sabathiel; el espíritu de Júpiter, Zedekiel; el
espíritu de Marte, Madimiel; el espíritu del Sol, Semeliel o Seoschiah; el espíritu de
Venus, Nogahel; el espíritu de Mercurio, Choch!biah o Cochabiel; y el espíritu de
la Luna, Iareahel o Levanael. También se llaman de la misma manera los espíritus
que presiden los signos, según su orden que comienza por Aries: Teletiel, Suriel,
Tomimiel, Sartamiel, Ariel; Betuliel, Masniel, Acrabiel, Chesetiel, Gediel, Deliel y
Dagymiel; como sí dijésemos en latín Ariel, Tauriel, Geminiel, Cancriel, Leoniel,
Vírginiel, Libriel, Scorpiel, Sagittariel, Capriel, Aquariel, y Písciel, y en relación
con los planetas, Saturniel, Joviel, Martiel, Soliah, Veneriel, Mercuríel, Lunael o
Lunaiah. Pero como todos los espíritus buenos y malos (lo cual lo dijimos antesl
buscan la unión con el hombre, la cual la adquieren a menudo de alguna manera,
descubrimos en las Sagradas Escrituras que algunos hombres fueron llamados
dioses, ángeles y diablos. Asimismo, los nombres de quienes, dotados de alguna
excelencia singular de virtud o contraídos a una maldad incorregible, abandonaron
este siglo, fueron incluidos entre los nombres de los demonios buenos o malos, y
están compuestos con ellos, y! sea que se entienda las almas de estos hombres o
sus genios buenos o malos. Así leemos en Esdras el nombre del arcángel leremiel,
derivado de Jeremías, el profeta; asimismo, Zachariel, de Zac!rías; Uriel, de Urías;
el profeta que Joaquín mató. De modo parecido, Samuel, Ezequiel y Daniel, son
nombres de profetas y ángeles. Phaniel es el nombre de un ángel y de un lugar
donde Jacob luchó toda la noche contra el ángel. Ariel es el nombre de un ángel y
se entiende como quien diría león de Dios; existe a veces el nombre de un demonio
maligno y de una ciudad que se llama por eso Ariópolis, donde se honraba al ídolo
de Ariel.
De modo similar, en las Sagradas Escrituras hallamos que muchos nombres
de espíritus malignos provienen de hombres malísimos o de moradas de hombres
perversos, como el nombre Astaroth que es el nombre de un cacodemonio, y que
otrora fue el nombre de la ciudad Og del rey Basán, que habitaran los gigantes. Lo
mismo ocurre con Astaroth, antigua ciudad de los amorreos; Rapharim, valle; y
Jeramiel, país de los alofiloros. Hay también nombres de ídolos y cacodemonios,
por ejemplo: Remma, simulacro del ídolo de Damasceno; Chamos, ídolo de Moab;
Melchím, ídolo de los amonitas; Bel, ídolo de los babilonios; Adramelech, ídolo de
los asirios; Dagon, ídolo de los alofíloros. Y Filón narra que
los amorre s tenían siete estatuas de oro que llamaban las santas Ninfas, las que al ser
invocadas, mostraban a los amorreos sus trabajos para cada hora del día; y los nombres
de estas ninfas eran los de mujeres que fueran esposas de siete hombres pecadores que
les fueron consagradas después del diluvio, es decir, Cancán, Phut, Selath, Nebroth,
AbArAón, Elath y Desuat; estaban cubiertas con piedras preciosas talladas y consagradas;
una de estas piedras tenía la virtud de devolver la vista a los cAegos; y todas
estas piedras no pudieron consumirse con el fuego; también existían libros
consagrados con las piedras que, de modo similar, no pudieron ser quemados ni
cortados con hierro nA dañados con agua hasia cuando el ángel del Señor las llevó y
sumergiQ en el fondo del mar. Sabemos también que Nimbroth Chodorlaom r, Balach
y Amalech son nombres de reyes incluidos en el número de los cacodemonios. Los gigantes,
de modo parecido, tienen un nombre común con los malos demonios Enakim,
syqnu , porque na fueron a imagen de Dios, es decir, no recibieron el esplendor del
entendimiento espiritual, sino que su razón multiplicó las malas especies de los fraudes
y pecados; por ello no se los incluye en la especie de los hombres, como dice Rabí
Moisés, el egipcio, sino en la especie de las bestias y los demonios, salvo que tengan
figura humana; y tales hombres, dice, fueron los hijos de Adán que nacieron antes de
Seth, después de Abel; de ellos los filósofos hebreos dijeron que Adán engendró a
Tochot twkwt , es decir, los diablos. Pero después que halló gracia ante los ojos del
Señor, engendró a Seth a su imagen y semejanza, es decir, quAen a imagen de Dios
adquirAó la perfeccAón humana, sin la cual no puede contarse entre la especie humana, a causa de
depravaciones que causan todos los males y perjuicios.
Los magos también consideran (véase Porfirio) que las almas malas se
transforman en demonios y se tornan dañinas como ellos; el testimonio del
CRISTO es parecido cuando dice respecto de Judas Iscariote a sus discípulos:
"¿No os elegí doce en total y uno de vosotros es el diablo?" Por ello se los llama
demonios suplementarios, porque proceden del número de almas humanas
incorporadas en las centurias de los demonios. De allí deriva que se dé a los
hombres malísimos y a los demonios los mismos nombres, sea porque con estos
nombres entendamos sus almas o los genios malos que tomaron los nombres de
los hombres perversos, como sA asumiesen el papel de un personaje cualquiera.
Además, los nombres Behemoth y Leviathan significan bestias y demonios. Un
curioso Andagador puede, con estos ejemplos, hallar y conocer los nombres tanto
de los demonios buenos como de los malos.
Capítulo XXIX
LOS CARACTERES Y SELLOS DE LOS ESPIRITUS
Ahora hablaremos de los Caracteres y Sellos de los espíritus. Estos caracteres
no son otra cosa que ciertas letras y escrituras oscuras que impiden a los profanos
em?lear y leer los nombres sagrados de los dioses y espíritus: los antiguos llamaban
a estas letras Jeroglíficas o sagradas, porque sólo servían en los sacrificios de los
dioses. Creían que era una gran impiedad mezclar los misterios sagrados de los
dioses con los caracteres de que se servía el populacho para escribir toda clase de
cosas profanas y vergonzosas. Por ello Porfirio dice que los antiguos, deseosos de
esconder del populacho indigno ante Dios y sus virtudes divinas, al dar a entender
con figuras sensibles y objetos visibles las cosas invisAbles, por medio de letras
sagradas, habían transmitido a los hombres grandes misterios, explicándolos con
ciertas figuras simbólicas; cuando, por ejemplo, consagraron toda clase de cosas
derechas y redondas al mundo, al ,sol, a la luna, a la esperanza y a la fortuna; el
círcul , al cíelo; las serciones del círculo, a la luna; las pirámides y obeliscos, al
fuego y a los dioses olímpicos; el cilindro, al sol y a la tierra; el pene, a la
generación y a Juno, a la que también estaba dedicada la figura triangular, en consideración
al sexo femenino. Por ello esta clase de caracteres no tenía otros
fundamentos que la voluntad y autoridad del institutor, de aquel, digo, que recAbió el
poder de instituir y consagrar estas clases de letras, y existieron entre diferentes
naciones y sectas religiosas lós maestros de sacrificios, cuyas instituciones no
llegaron hasta nosotros salvo algunos fragmentos dispersos aquí y allá que nos
dejaron los autores. Entre estas clases de caracteres están los indicados por Pedro de
Appona, dejados por Honorio de Tebas, cuyas figuras, en relación con nuestro
alfabeto, están aquí representadas:
Capítulo XXXII
COMO ATRAER A LOS DEMONIOS BUENOS Y
CONFUNDIR A LOS MALOS
La eficacAa de l! religión tiene su efecto por medio de la presencia de los
demonios, pues en religión no puede realizarse obra alguna que sea admirable a menos
que esté presente uno de los Demonios Buenos en lá práctica de esa obra, como rector
y realizador. Aunque hay muchos y diversos medíos para ganar y atraer hacía nosotros
a los demonios buenos, sin embargo, carecemos de lazos capaces de retenerlos y no les
podemos forzar; pero podemos invocarlos con ciertas cosas sagradas, como leemos en
Apuleyo, por las estrellas del cielo, por las divinidades infernales, por los elementos
naturales, por el silencio de la noche, por las concepciones felices, por los
desbordamientos del Nilo, por los misterios de Memfis y los sistros de Faros; y como
leemos en otra parte en Porfirio : Tú que surges del limo, que resides en el lugar, que
navegas sobre el navío, que Cambias de forma de hora en hora, y sufres un cambio en
cada signo del Zodíaco. Con tales y semejantes oraciones e himnos, por-que son
signos de virtudes divinas, los demonios se ponían a veces al
servicAo de los hombres; o es que se vean forzados a acudir por una es-
pecie de necesidad sino que lo hacen voluntariamente y por una especie de hábito, y
son más accesibles cuando acuden mediante plegarías d quienes los Anvocan; por ello
en Porfirio, en el libro de las Respuestas,
Hécate dice:
He venido aqui ganada por vuestras plegarias. Y en el mismo,
Porfirio dice en otra parte:
Vencidas por la plegaria de los hombres, las divinidades del cielo s5n obligadas a
descender sobre la tierra y a decir el porvenir.
Pero además, l! alianza que la divAnidad tiene con el pensamiento humano hace
que los buenos espíritus se encuentren de buen grado con
nosotros, y nos comuniquen su poder y virtud, ayudándonos y cooperan-
do con nosotros mediante iluminaciones, inspiraciones, oráculos, vaticinios, sueños,
milagros, prodAgios, adivinaciones y augurios, y actuando sobre nuestras almas, como
sobre imágenes familAares, perfeccionándolas con los efluvios de sus virtudes, y
asemejándolas en la medida de lo posible hasta que nuestra alma realice cosas casi
admirables que los demonios celestes cumplen corrientemente.
En cuanto a los Demonios Malos, los combatimos con ventaja con ayuda de los
buenos, prAncipalmente cuando el combatiente está en gracia de Dios por la santidad
de su vida y lucha contra ellos u I las armas de
las palabras sagradas y los encantamientos terribles, como conjurarlos por el
poder divAno, por los venerables nombres y caracteres de las virtudes
sobrenaturales, por los milagros, sacramentos, misterios sagrados y otras
cosas de este estilo. Estos conjuros o exorcismos, en la medida en que se
cumplen en nombre de la religión y de la virtud divina son formidables contra
los demonios malignos: por ello, a veces, los mismos profanos subyugan y
alejan a los malos demonios con estos conjuros sagrados, insoportables para
aquellos.
Esto hace decir a Cipriano en el libro titulado "Los ídolos no son
dioses", que los demonios conjurados por el Dios verdadero se nos rAnden de inmediato y son
obligados a salir de los cuerp s de los posesos, ya sea que huyan al punto o se desvanezcan
gradualmente, según que la fe del paciente ayude o la gracia del conjurante avente. Y Atanasio,
en
el libro de CuestAones Diversas, dice que no h!y palabra más terrible nA más
destructora del poder de los demonios que el comienzo del Salmo LXVII (sic)
: "Aparezca Dios y desaparezcan sus enemigos". Tan pronto se recita este
versículo, el diablo se desvanece entre gemidos y desaparece. Y Origines, al
escribir contra Celso, dice que muy a menudo se observó que al pronunciarse
el nombre de Jesús una infinidad de demonios abandonaron las almas y los
cuerpos de los posesos, Anyectando grandísima fuerza en las personas de
donde los demonios habían sido aleja-dos. Con frecuencAa, las amenazas y
oprobios proferidos contra los malos demonios, particularmente contra los
menores, como lamias, íncubos y demás, bastan para detenerlos o rechazarlos;
como leemos en Lucano acerca de este maleficio:
Os hare salir por vuestro propio nombre, sacare de los infiernos a los
canes que custodian la Estigia, y los expondre a la luz de lo alto. Buscare en
todas las piras, observare todas las exequias, os hare salir de vuestras
tumbas, y os alejare de todas vuestras urnas. Y a ti, Hecate, que acostumbras
disfrazarte en la asamblea de lis dioses, te hare aparecer ante ellos, palida y
cadaverica, y te impedire cambiar tu rostro
infernal.
Y leemos en Filóstrato que Apolonío y sus discípulos, caminando bajo el
claro de luna, encontraron los fantasmas de una lamía que cam-
bAó de figura y desapareció ante sus ojos; pero Apolonío advirtió al
punto de qué se trataba, pronunció conjuros e indicó que lo mismo hicieran
sus acompañantes, pues sabía que las AnjurAas y el desprecio son el verdadero
medio de rechazar a esta clase de fantasmas y, tan pronto sus acompañantes
pr nuncN!r I las injurias, el espectro se desvaneció como un ídolo, gimiendo;
pues esta clase de demonios es tan cobarde que lo amedrentan las amenazas
con cosas que no pueden causar daño, los inquietan. los hacen temblar y los
dominan. Jeremón, autor sagrado, di-ce también que l!s injurias y amenazas
son cosas muy violentas contra Yos demonios.
Además, como ya dijimos, hay un género de demonios no muy malígilos,
muy familiar a los hombres, de manera que está sujeto a las pasiones
humanas; muchos de estos espíritus gozan con las conversaciones humanas y
voluntariamente moran con los mortales; algunos aman apa-• sionadamente a
las mujeres, otros a los niños, otros se complacen con los animales tanto
salvajes como domésticos. Otros habitan en los bosques y frondas, otros en
las aguas, prados y fuentes: así los Faunos y los Lemures aman los campos,
las Náyades las fuentes, las Potámides los ríos, las Ninfas los estanques y
lagos, las Oreadas las montañas, las Húmedas los prados, y las Dríadas y las
llamadríadas los bosques, donde también se retiran los Sátiros y Silfos. Las
Ninfas se solazan entre las plantas, y sobre los promontorios, las Naptas y las
Agaptas con las flores, las D denas con las bellotas, y las Paleas y Fenilias
en los forrajes y la vida campestre. Quien desee invocar a estos espíritus
puede hacerlo sin dificultad en los sitios donde moran, atrayéndolos con los
mejores perfumes, los tonos más seductores de instrumentos musicales,
confeccionados con tripas de ciertos animales y maderas escogidas a tal
efecto, uniendo ésto con cantos, versos y encantamientos convenientes para
este tipo de ceremonias. Y lo que aquí resulta más importante es la
simplicidad de genio, la inocencia de espíritu, una gran credulidad y un
silencio constante. Por ello con más frecuencia se aparecen a los niños, a las
mujeres, a las personas de clase más humilde, y tiemblan ante los espíritus
fuertes y osados que nada temen; no causan mal alguno a l! gente de bien y a
los amigos de la pureza, pero sí lo producen a los malvados e impuros. De
esta clase de espíritus son los lemures, los lares, las larvas, los despojos
mortales, sombras y espantajos. De allí deriva que Plotino (liga que las almas
de los hombres son, a veces, demonios, y que de los hombres surjan los lares,
sí durante l! vida obraron bien (los griegos los llaman eudemoHios, es decir,
demonios bienaventurados), pero que sur-jan lemures y larvas si merecieron
mal, y estos son los demonios perjudiciales, provenientes de los hombres,
llamados, por ende, cacodemonios por los griegos; también se los denomina
Manes, cuando se duda de sus méritos. Hay muchos ejemplos de estas
apariciones, como la que nos narra Plinio el Joven sobre la casa de
Atenodoro, filósofo de Tarso, don-de se veía la sombra de un anciano
espantoso, acompañada de un ruido insoportable. Fílóstrato nos cuenta un
caso semejante sobre la lamía de Menipo, filósofo de LicAa, que en Corinto se
transformó en una bellísima mujer, que Apolonío de Tíana hizo reconocer
por una lemur. El mismo Apolonio descubrió en Efeso un espíritu maligno
semejante bajo el aspecto de un viejo mendigo, causante de una peste que
asoló á los efesios; este viejo mendigo, al ser lapidado por orden de aquel
filósofo, apareció en su lugar una especie de perro de ganado, y pronto cesó la peste.
También hay que señalar que quien opere intelectualmente sobre los
malos demonios, los ligará por imperio de los buenos; pero quien opere sólo
mundanamente. se condenará a la Gehena.
Capítulo XXXI I I
LAS LIGADURAS DE LOS ESPIRITUS, SUS CONJUROS, Y
LA MANERA DE EXTERMINARLOS
Las ligaduras con las que se ata a los Demonios, se los confunde y
extermina, son de tres clases. Algunas se obtienen del mundo elemental, como
cuando conjuramos algún espíritu por las cosas inferiores y naturales que le son
simpáticas u hostiles, ya sea que los llamemos o espantemos, como las flores, las
hierbas, los animales, la nieve, el hielo, los infiernos, el fuego y demás; o que se
incluya a menudo estas cosas en las alabanzas bendiciones y consagraciones divinas,
como aparece en el Cántico de los tres niños y en el Salmo "Alabad al Señor de los
Cíelos", e incluso en la consagración y bendición del cirio pascual: pues esta ligadura
opera en la facultad aprehensiva del espíritu por amor u odio, en tanto que los
espíritus mismos presiden, favorecen una cosa natural, o innatural, y sienten aversión
hacia otra; también estas clases de cosas se odian o aman respectivamente. De allí
deriva el dicho de Proclo: Como el león teme al gallo, principalmente al gallo blanco,
así el espíritu que aparece bajo la forma de un león desaparece tan pronto se le exhibe
un gallo.
El segundo vínculo se obtiene del mundo celeste; esto ocurre cuando
conjuramos a los espíritus por el cíelo, las estrellas, sus movimientos, sus rayos,
luces, gracia, resplandor, nobleza, fueza, influencia, prodigios y cosas semejantes; y
este vínculo opera sobre los espíritus en forma de ad-monición o ejemplo. Existe
también algo imperioso, sobre todo sobre los espíritus ministros y los de los últimos
órdenes.
El vínculo tercero y verdadero deriva del mundo intelectual y divíno; se cumple
mediante la autoridad de la religión, como cuando con-juramos por los sacramentos,
los milagros, los nombres divinos, los signos sagrados y los demás misterios de la
religión; por ello esta ligadura es soberana, la más fuerte de todas, actuando en el
imperio y poder del
espíritu.
Ha de observarse que debido a que la providencia universal precede
a la particular, y el alma universal precede a las particulares, comenzamos la
invocación por los vínculos superiores y por los nombres y virtu-
des que gobiernan las cosas, y luego invocamos por los vínculos inferio-
res y por las cosas mismas.
Ha de saberse también que estas ligaduras sirven no sólo para ligar y contener a
los espíritus, sino también para todas las criaturas, como por ejemplo: tempestades,
incendios, diluvios, pestes, enfermedades, fuer-zas de armas y toda clase de animales,
tomándolas a modo de conjuro; como en el conjuro de las .serpientes, además de las
cosas naturales y celestes, se invoca a los misterios de la religión sobre la maldición
de la
serpiente en el paraíso terrenal, la elevación de la serpiente en el desierto,
empleando asimismo este versículo del Salmo XCIX: (sic) "Caminarás sobre el
áspid y el basilisco, y conculcarás al león y al dragón".
La superstición tiene, de modo similar, mucha fuerza sobre estas clases de
cosas, transfiriendo un rito sacramental a lo que deseamos ligar o detener, como la
excomunión, la sepultura o los obsequios, para ex-terminar las enfermedades, las
serpientes, las ratas y los gusanos, de lo cual hace mención l! historia, y lo que se
sigue aún realizándose.
Capítula XXXIV
EL ORDEN ANIMASTICO Y LOS HEROES
Después de los coros de los espíritus bienaventurados está ubicado
inmediatamente el Orden Animastico, que los teólogos hebreos llaman Issim, es
decir, hombres robustísimos; y los magos gentiles los llaman Héroes, o semidioses,
o dioses Semones. Fulgencio, autor de envergadura, cree que se los llama así
porque no se los juzga dignos del cíelo por su poco mérito, y que sin embargo
merecen más que la tierra por su veneración de la gracia, como ocurriera con
Príaco, Hippo y Vertumno; o bien porque, al haber tenido en vida virtudes divinas
y haber realizado en el mundo mucho bien, al abandonar este cuerpo mortal, fueron
lle-
vados a los coros de los dioses bienaventurados, que velan sobre las
necesidades de los mortales con iguales virtudes y bondad con que se condujeron
en la tierra; o también porque fueron procreados por una secreta semilla de los
dioses, pues se cree que fueron engendrados por dioses o demonios que, al unirse a
los hombres, consiguientemente constituyen una naturaleza mixta entre el hombre y
el ángel; esta es también la opinión de Lactancio. En nuestros días también hay
personas que mantienen comercio y sociedad conyugal con los espíritus, y a este
respecto todo el mundo ha creído que Merlín, poeta sagrado de los bretones. fue
hijo de un demonio y una virgen. De modo similar se ha creído que Platón, prínci?e
de la sabiduría, nació de una virgen poseída por el fantasma de Apolo; y la historia
narra que algunas mujeres godas, llamadas alrumnes, notables por su gracia y
belleza, salieron del campamento de Filimiro, (o como dicen otros, de Idantresis,
rey de los godos) penetra-ron en el desierto de la Gcitia asiática, gozaron de la
compañía de faunos y sátiros, y dieron a luz a los primeros hunos. Asimismo, según
lo ex-presa Pselo, los demonios nacen a veces del semen productor de ciertos
animalejos.
En consecuencia, estos héroes no tienen menos poder sobre el ordenamiento
y gobierno de este mundo inferior que los dioses y demonios; cada cual posee su
oficio y patronazgo; por ello se les dedicó, como a los
mismos dioses, templos, imágenes, altares, sacrificios, votos y todos los
demás misterios religiosos. Y sus nombres, al ser invocados, tienen virtudes
d i v i n a s y mágicas p!ra realizar determinados milagros, lo cual
muchas personas lo experimentaron al invocar el nombre de Apolonío de
Tiana, según dichos de Eusebio; y leemos muchos otros hechos milagrosos
de Hermes, Atlas, Esculapio y otros héroes gentiles, en los antiguos, tanto
poetas como historiadores y filósofos; pero estas son ensoña-
ciones paganas.
En cuanto a nuestros héroes santos, creemos que tienen su fuerza del
poder divino, pues t d s están dominados, como lo atestiguan también los
teólogos hebreos, por el alma del Mesías; es el mismo JESUCRISTO
quien, a través de sus diversos santos, com sí fuesen miembros
apropiados, confiere y distribuye los diferentes dones de su gracia en este
mundo inferior; y todos los santos, tanto en general como en particular,
tienen, cada uno, su oficio, para cooperar con él. Por ello, cuando solicitamos
su ayuda mediante rezos e invocaciones, nos conceden de muy buen
grado en la medida de las diferentes gracias que recibieron del Señor, cada
uno de sus dones, sus beneficios y sus gracias; y nos conceden esto con
mayor prontitud y abundancia que los poderes angélicos por ser más
próximos y semejantes a nuestra naturaleza, ya que ellos fueron criaturas
como nosotros, y experimentaron iguales pasiones y flaquezas. Por ello
conocemos mejor sus nombres, sus dignidades y los servicios que nos
pueden prestar.
Su número se eleva casi al infinito pero hay doce principales, que
son los doce apóstoles del CRISTO, sentados (como dice la verdad evangélica)
sobre los doce tribunales, para juzgar a las doce tribus de Israel,
distribuidos, en el Apocalipsis, sobre doce cimientos en las doce puertas
de l! ciudad celeste, que presiden en los doce signos, están marcados sobre
doce piedras preciosas, y a los que fue distribuido el orbe de las
tierras. Estos son sus nombre verdaderos:
El primero: ypkh}wumc, Symehon Hacaephi, es decir, Pedro.
El segundo: yjplaAlckuz, a quien llamamos Andrés.
El tercero: hbpuyahacobah, Santiago el Mayor.
El cuarto: cwpylwpPolipos, a quien denominamos Felipe.
El quinto: hykrb , Barachiah, es decir, Bartolomé.
El sexto: hnhwy, Iohanah, que pronunciamos Juan.
El séptimo: ynmt, Thamni, a quien llamamos Tomás.
El octavo: }wdm, Medon, a quien designamos como Mateo.
El noveno: bquy, lahac b, o sea, Santiago el Menor.
El décimo: apymh, Chatepha, llamado Tadeo.
El undécimo: samc, Saman, que es Simón el Cananeo.
El d u o d é c i m o : h y t t m M a t a t t i a h , que quiere decir Matías.
Después de los apóstoles están los setenta y dos discípulos del CRISTO,
que gobiernan los quinarios del cielo, las tribus, los pueblos, las
naciones y las lenguas. Luego sigue una multitud innumerable de santos, que
también recibieron dwersos oficios, lugares, naciones y pueblos bajo su presidencia
y tutela; y estos son los que realizan los deslumbrado-res milagros que vemos y
consideramos verdaderos, en atención a las plegarias de los fíeles que los invocan.
Capítulo XXXV
LOS DIOSES MORTALES Y TERRESTRES
Los Dioses mortales están ubicados inmediatamente después de es-tos últimos,
y también los denominamos Héroes, Dioses de la Tierra, o 'cooperadores de los
dioses de lo alto, y se trata de los Reyes, Príncipes
Pontífices que gobiernan en este mundo y io ordenan según sus leyes. Por ello los
consideramos dioses, los obedecemos y honramos, pues Dios permitió que
compartan con El su nombre, y les confirme este privilegio llamándolos dioses,
como lo hizo con Moisés, diciéndole: "Yo que te he constituido dios para Faraón".
Además, al hablar de estos dioses de la tierra, ordena lo siguiente: "No murmurarás
de los dioses". Y de nuevo: "Si el hurto está oculto, el dueño de casa os conducirá
delante de los dioses". Y el Salmista dice: "Los príncipes de los pueblos están reunidos
con el -dios Abraham, porque los dioses poderosos de la tierra son
grandemente elevados". Y en otro pasaje: "Dios integra el consejo de los dioses y, en
medio de ellos, los juzga". Y poco después añade: "Yo mismo he dicho: vosotros
sois los dioses, y todos, hijos del Altísimo". Y a este respecto se suma la orden que
Dios efectuó de honrarlos y respetarlos, dándoles décimos y primicias,
atribuyéndoles derecho soberano, prohibiendo que se murmure de ellos y ordenando
que se los obedezca aunque sean díscolos. He aquí porqué toda la antigüedad trataba
a sus príncipes como dioses: este es el testmonio de Jano, en Ovidio, primer Fasto.
en estos términos:
Poderoso reino en la epoca en que los dioses eran duenos de la tierra y.
las divinidades se hallaban entre las moradas de los hombres.
Y el divino Platón ordenó, en el libro tercero de su República, que se honrase
como a dioses a los príncipes, tanto en vida como después de muertos; y esta orden
la recibieron todas las naciones 37 desde el inicio del mGId , es decir, la de
deificarlos con honores divinos, y consagrarlos con memoria eterna. De allí deriva
que se impusiese sus nombres, en eterna rememoraciQn, a ciudades, provincias,
montañas, ríos, mares, islas y,océanos; después se les dedicaron con gran pompa
pirámides, colosos,
arcos de triunfo, estatuas, trofeos, templos, juegos, y grandes fiestas; y con sus
nombres se llamaron los cíelos, las estrellas, los días y los meses: así fue que se los
denominó Enero por Jano, Julio por Julio César, Agosto por Augusto; de modo
parecido el chía miércoles deriva de Mercurio Trismegist , y el jueves de Júpiter. Y la
historia da fe de que esa costumbre no sólo la observaron los egipcios, griegos y
romanos sino también los pueblos más bárbaros, como los godos, daneses y teutones.
De allí deriva que, según el testAmonio de Sajón Gramático, al dN! que aquellos llaman
de Mercurio, estos lo denominan de Odín; y al de Júpiter, lo llaman Thor, por los
nombres de Odín y Thor, antiguos reyes de los godos y daneses. Y no se los llamó
godos por otra razón que porque, en su lengu! llamaban Gotth al, Dios soberano; de
allí surge que los denominados teutones reciben este nombre porque en su lengua
llamaban Teutanes al dios Marte al que honraban ; y los galos también daban este
nombre a Mercurio.
Los reyes y los pontífices, sA son justos, cooperan con los dioses y gozan de un
poder semejante. Por ello, con solo tocar a los enfermos o con su sola palabra, curaban
los males y gobernaban a veces la atmósfera y los cíelos, como lo canta Virgilio
respecto de Augusto, con estos términos:
Llovio toda la noche y he aqui que los espectaculos retornan; es que el
gobierno del mundo lo comparten Jupiter y Cesar.
Y esto es lo que atestigua la Escritura respecto a Josué, quien al combatir con
Gabaón, ordenó al sol y a la luna en estos términos: "Sol, de-tente contra Gabaón, y tú,
luna, contra el valle de Aialón. Y el sol y la luna se detuvieron ante su orden, y el sol
no se puso un día entero hasta que obtuvo victoria total v sujeción de sus enemigos";
en este caso se aprecia que el Señor obedecíc' a la voz del hombre. De modo similar,
Moisés hizo abrir un gran canhíno en el Mar Rojo, y Josué en el Jordán, haciendo
pasar al pueblo a pie. Alejandro de Macedonia hizo otro tanto respecto de su ejército.
A veces tuvieron también espíritu profético, como lo hallamos en las Sagradas
Escrituras respecto de Caife, porque predijo que sería pontífice ese año.
Debido a que el Señor quiso que los reyes y pontífices fuesen llama-dos dioses,
por comunicación del nombre y del poder, también es verdaderainente nuestro deber
complacerlos y preferir sus juicios a los nuestros, obedecerlos enteramente,
suplicarles y honrarles, rendirles toda clase
de respetos y reverenciar en sus personas al Dios supremo.
Capítulo XXXVI
CREACION DEL HOMBRE A SEMEJANZA DF DIOS
Dios, excelencia de todas las excelencias, como dice TrismegAsto, hizo dos
imágenes que se le asemejan, a saber, el mundo y el hombre, en uno de los cuales se
propuso crearse un juego de sus maravillosas opera-raciones, y en el otro, hallar allí
su goce; como él es uno, creó un mundo; como es infinito, creó el mundo redondo;
como es eterno, creó el mundo incorruptible y eterno; como es inmenso, creó el
mundo más grande que todo; como es la vida misma, también enriqueció al mundo
con semillas vitales, capaz de producir él mismo todas las cosas; y como es omnipotente,
por su sola voluntad, sin necesidad alguna de naturaleza, creó el mundo, no de
una materia preexistente, sino de l! nada; y porque es la
bondad soberana, al abrazar con su voluntad perfecta y su amor esencial
a su verbo que es la primera idea de todas las cosas, fabricó este mundo exterior
sobre el ejemplo del mundo interior que es el ideal, sin emitir nada de la esencia de
l! idea, puesto que de la nada creó lo que tenía
por idea en la eternidad.
De modo similar, Dios creó al Hombre a su Imagen; pues así como la imagen
de Dios es el mundo, de igual modo la imagen del mundo es el hombre; de allí
deriva que algunos crean que se dijo que el hombre no fue creado simplemente
imagen de Dios, sino a imagen de él, como sA se dijese la imagen de la imagen, es
decir, microcosmos. El mundo es un animal racional e inmortal; de modo semejante,
el hombre es un animal racional, pero mortal, es decir, corruptible, pues, como dice
Hermes, al ser el mundo inmortal, es imposible que perezca alguna de sus partes. E
igual que el vacío el morir no se halla en parte alguna. No decimos pues del hombre
que cuando el alma y el cuerpo se separan, !lgGI! cosa de una u otro perezca o
retorne a la nada. La verdadera imagen de Dios es en realidad su Verbo, sabiduría,
vida, luz y verdad, que existe por sí mismo; y el espíritu del hombre es l! imagen de
esa imagen, en razón de la cual se dice que somos hechos a imagen de Dios, y no a
imagen del inundo, o de las criaturas. Pues así como la mano no puede tocar a Dios,
ní el ojo le puede ver, ní el oído escucharlo, de igual modo el espíritu del hombre no
se puede tocar, ver ni oir. Y así como Dios es infinito y nada lo puede constreñir, de
igual modo el espíritu del hombre es libre y no puede ser constreñido nA medido; y
además, así como Dios dirige con su solo pensamiento todo este mundo y todas las
cosas contenidas en él, de igual modo el espíritu del hombre lo abarca también en su
pensamiento, y lo único que tiene de común con Dios, el espíritu humano mueve G
gobierna su cuerpo a voluntad, igual que Dios mueve y gobierna al mundo entero a
voluntad. Por ende, necesariamente el es?íritu del hombre, sellado por el Verbo de
Dios, ocupa también un cuerpo humano, para concretar una imagen perfecta del
mundo. Por ello al hombre se le llamó el otro mundo
y la otra imagen de Dios, pues en sí mismo posee todo l contenido en el
macrocosmos, tan enteramente que no queda nada que no se halle parecida, real y
verdaderamente en el hombre mismo; y todas estas cosas efectúan allí las mismas
funciones y los mismos oficios que en el macrocosmos. Los elementos existen en él
según las propiedades verdaderas de su naturaleza. En él hay una especie de cuerpo
etéreo, vehículo del alma, que por proporción representa al cielo. En él existe la vida
vegetativa de las plantas, los sentidos de los animales, el espíritu celeste, la razón
angélAca y el pensamiento divino, igual que la verdadera conjunción de todas estas
cosas hacia un mismo fin y la posesión divina. Por ello las Sagradas Escrituras llaman
al hombre toda la criatura; y no sólo el hombre fue creado como un segundo mundo, y
contiene todas las partes en sí mismo, sino que incluso concibe y contiene a Dios
mismo.
Por eso Xxste, el pitagórico, dice que el espíritu del hombre es el templo de
Dios, lo que Pablo expresó con mayor claridad al decir: Sóis el templo de Dios. Y las
Sagradas Escrituras dicen lo mismo en muchos pasajes. El hombre es pues una
perfectísima imagen de Dios, puesto que el hombre contiene una excelencia que no le
pertenece, contiene todas las cosas por su virtud y simplemente, como causa y
principio de todas las cosas; el hombre tiene de él la facultad y virtud de contener de
modo semejante todas las cosas, pero por el acto solamente y a modo de composición,
como tejido, vínculo y nexo de todas las cosas. Por ello sólo el hombre tiene el honor
de poseer símbolo con todo, operacíón con todo, conversación con todo. Simboliza
con la materia en su propio respecto; con los elementos, en su cuerpo cuádruple; con
l!s plantas, en la virtud vegetativa; con los anímales, en la sensitiva; con los cíe-los, en
el espíritu etéreo y el influjo de las partes superiores sobre las inferiores; con los
ángeles, en el entendimiento y la sabiduría; con Dios, en la contención de todas las
cosas. Conversa u I Dios y las Inteligencias por la fe y la sabiduría; con los cielos y
los cuerpos celestes, p r la razón y el razonamiento; con los inferiores, por el juicio y
el dominio. Actúa con todo y tiene poder sobre todo, sobre Dios mismo,
comprendiéndolo y amándolo. Y así como Dios conoce todas las cosas, de igual modo
el hombre puede conocer también todo lo que es cognoscible, teniendo en común
como objeto adecuado la existencia, o como dicen otros, lo verdadero mismo. No se
halla en el hombre dAsposición alguna donde no se vea brillar una chispa de la
divinidad; y en Dios nada hay que no esté también representado en el hombre. En
consecuencia, quien tenga conocimiento de sí, conocerá todas las cosas en sí: conocerá
primero a Dios a imagen del cual fue creado; conocerá al mundo del cual lleva la
imagen; conocerá a todas las criaturas con las que sAmboliza, igual que el dulzor que
puede obtener y extraer de piedras, plantas, anímales, elementos, cielos, demonios,
ángeles y todas las cosas pudiendo acomodarlos unos con otros en su sitió, tiempo,
orden, medida, proporción y acuerdo, atrayéndolos y rechazándolos, tal como el imán
actúa sobre el hierro. Y Geber, en su sumrna de AlquimAa, enseña que nadie puede
llegar a la perfección de este arte sin conocer en sí los principios; asimismo, cuanto
más se tenga el conocimiento de sí.
más se adquArirá la fuerza de atracción, se realizarán cosas más grandes y
maravillosas, y se llegará a una tan grande perfección que se convertirá en hijo
de Dios, asumirá la forma de la imagen misma, que es Dios, y se unirá con él;
prerrogativa ésta que no es acordada ni a los ángeles, ní 01 mundo, ni a criatura
alguna, sino al hombre únAcamente, es decir, prerrogativa de ser hecho hijo de
Dios y ser unido a Dios. Al estar el hombre unido con Dios, todo lo existente en
el hombre está junto a aquél, primero el pensamiento, luego el espíritu y las
fuerzas animales, la virtud vegetativa y los elementos, hasta la material,
atrayendo también consigo el cuerpo del cual subsistió la forma, elevándolo'!
una condición mejor y a una naturaleza celeste hasta que sea glorificado por la
inmortalidad. Y ello, como ya lo hemos dicho, es un don especial en el hombre,
por el cual esa dignidad de imagen divina le es propia y no pertenece a ninguna
otra criatura.
Hay otros teólogos que dicen que los tres poderes del hombre (l! memoria,
el entendimiento y l! voluntad) son la imagen de la divina Trinidad. Están
incluidos quienes, yendo más lejos, hacen consistir esa imagen no sólo en estos
tres poderes, que llaman actos primeros, sino también en los actos segundos, de
esta manera: así como la memoria representa al Padre, el entendimiento al Hijo
y la voluntad al Espíritu Santo, de igual modo el Verbo producAdo por nuestro
entendimiento, el amor que emana de la voluntad y el enteTdimiento mismo que
tiene el objeto presente y lo produce, representan al Hijo, al Espíritu y al Padre.
Y los teólogos más misteriosos dicen, además, que cada uno de nuestros
miembros representa en Dios una cosa de la que lleva la imagen y que también
representamos a Dios en nuestras pasiones, pero mediante cierta analogía; pues
hallamos en las Sagradas Escrituras la cólera de Dios, su furor, su penitencia, su
complacencia, su afecto, su odio, su juego, su placer, sus delicias, su indignacíón,
y otras cosas semejantes; y nosotros mismos, en capítulos precedentes,
dijimos algo de los miembros divinos, que puede relacionarse con este capítulo.
Hermes Trismegisto, quien también reconoció la Trinidad divina, nos la
describe por el entendimiento, la vida y el fulgor, que llama en otra parte el
Verbo, el Pensamiento y el Espíritu; y dice que el hombre, hecho a imagen de
Dios, representa la misma Trinidad, pues posee en sí un pensamiento
inteligente, un verbo vivificante, y un espíritu como una luz divina que se
difunde por doquier, y llena, mueve y une tildas las cosas; sin embargo, no ha
de entenderse esto del espíritu natural, que es un medio por el cual el alma se
une con l! carne y el cuerpo, con lo que el cuerpo vive, efectúa sus funciones y
un miembro trabaja sobre el otro, y de lo cual hemos hablado en el libro I de
esta obra; sino que aquí hay que entender un espíritu racional, que sin embargo
tiene cuerpo de algún modo; no tiene un cuerpo burdo que se puede tocar y ver,
sNno un cuerpo sutilísimo, que puede unirse bien con el pensamiento, es decir, el
superior y divino que está en nosotros; y no es preciso que nadie se asombre sí
nos oye decir que el alma racional es este espíritu y algo corporal, o que esa
alma tiene y percibe algo de naturaleza corporal mientras está en el cuerpo y se sirve
como de un instrumento, siempre que se entienda bien lo que en la doctrina de Platón
es el cuerpo etéreo del alma que le sirve de ve-
hículo.
Plotino y todos los platónicos consideran también, después de Trismegisto, tres
partes en el hombre, denominadas lo alto, el medio y lo bajo. Lo alto es la parte divina
que se llama pensamiento, o porción superior, o entendimiento iluminado. Moisés la
llama, en el Génesis, el hálito de las vidas, que Dios o su espíritu sopló en nosotros. Lo
bajo es el alma sensitiva, que se llama incluso ídolo; el apóstol Pablo lo llama el
hombre animal. El medio es el espíritu racional, que reúne Y liga estos dos extremos, es
decir, el alma animal con el pensamiento, teniendo por la naturaleza los dos extremos.
Difiere, por tanto, de la,parte superior que se llama entendimiento iluminado,
pensamiento, luz, y porción suprema; difiere también del alma animal, de l! que el
Apóstol enseña que debemos separarlo por la virtud del Verbo de Dios, diciendo: La
palabra de Dios es viviente y eficaz, y más penetrante que una espada de dos filos,
pues llega a separar el alma del espíritu. Pues como esa suprema porción no peca
jamás, jamás consiente el mal, se opone siempre el error y beneficia a quien la lleva,
así como l! parte de abajo, el alma animal, está siempre hundida en el mal, el pecado y
la concupiscencia, llevándonos siempre a lo peor que existe; de ella dice Pablo:
"Percibo en mis miembros una ley contraria, que me retiene bajo la ley del pecado". El
pensamiento pues, la meas, la parte de arriba, no es condenada, sino que dejando a sus
asociados en su castigo, vuelve intacta a su origen. En cuanto al espíritu que Plotino
llama alma racional, al estar naturalmente libre, puede tomar la parte de una y otra a
voluntad; sí permanece constantemente apegada a la parte superior, al fin se une con
ella y se beatifica hasta ser absorbida en Dios; sí se apega al alma inferior, se corrompe
y desmerece, hasta convertirse en un demonio maligno. Lo que acabamos de decir se
debe entender respecto al pensamiento y al espí-
^^tu.
Hablemos ahora de la palabra o verbo. Mercurio la cree de igual importancia
para la inmortalidad; pues la palabra o verbo es la cosa sin la que nada ha sido hecho
nN se puede hacer, y además es la expresión de quien expresa y de lo expresado; el
decir de quien dice y lo que dice, es la palabra y el verbo; l! concepción de quien
concibe y lo que concibe, es el verbo, la escritura de quien escribe y lo que escribe, es
el verbo; la formación de quien forma y lo que forma, es el verbo; la creación del
creador y lo que crea, es el verbo; la hechura del hacedor y lo que hace, es el verbo ; la
ciencia de quien sabe y lo que sabe, es el verbo. Y todo lo que se puede decir no es
sino el verbo, y se llama igualdad: pues hay una relación igual en todas las cosas, una
no es más que la otra, acuerda a todas las cosas el derecho de ser lo que son ní más ni
menos, se torna sensible y torna sensibles a todas las cosas consigo, así como la luz se
torna visible y todas las cosas con ella: p r esa razón Mercurio denominaba verbo al
hijo luminoso del pensamiento. Pero la concepción por la cual el pensa-
miento se concibe es el verbo intrínseco engendrado por el pensamiento, es decir, el
conocimiento de sí mismo; en cuanto al verbo extrínseco y vocal, es el nacimiento y la
manifestación de este verbo, y el espíritu pro-cedente de la boca con sonAdo y voz que
significa algo. Es cierto que nuestra voz, nuestro verbo y nuestra palabra, a menos que
estén formados por la voz de Dios, se mezclan en el aire y se desvanecen; pero el soplo
y el verbo de Dios persiste con el sentido y la vida que los acompañan. En
consecuencia, todos nuestros discursos, todas nuestras palabras, todos los hálitos de
nuestra boca y todas nuestras voces carecen de virtud en Magia SA no están formados
por la voz divina. Y Aristóteles, en. sus Meteoros y al final de su Moral, confiesa que
no hay fuerza moral ni natur!l que no provenga de Dios; y en sus dogmas secretos,
dice que nuestro entendimiento, bueno y sano, puede mucho sobre los secretos de la
naturaleza, siemµre que sea ayudada con el concurso de la fuerza divina, y que de otro
modo nada puede hacer. Así, mediante nuestras palabras podemos producir muchos
milagros, si están formadas por el verbo de Dios, y por ellas nuestra generación
unívoca también se cumple, como dice Isaías: "Señor,
hemos concebido ante tu faz, igual que las mujeres conciben ante la faz
de sus maridos, y hemos dada a luz al espíritu". A este respecto, como un hecho
recibido entre los gimnosofistas de la India, según una tradición pasada de mano en
mano, Buda, príncipe de su dogma, produjo una hija de su costado; y los mahometanos
creen firmemente que la mayoría de aquéllos a quienes llaman en su idioma Ne f esogles
nace sin cópula carnal mediante determinada manera secreta de dispensación divina;
su vida, en consecuencia, será admirable, impasAble, como angélica, y totalmente so-
brenatural.
Pero dejemos todas estas ingenuidades y digamos que el Uníco rey Mesías,
Verbo del Padre, hecho carne, Jesucristo, reveló este secreto y lo manifestará más
ampliamente dentro de un lapso determinado. He aquí por qué, con pensamiento
idéntico a él, como dice Lazarelle en la Copa de Hermes,
el generador ya dio al hombre la palabra para que cree dioses sem;jantes a los dioses,
envi#ndoles su Espiritu de lo alto. Bienaventurado quien conozca los grandes deberes de su
condicion y se redima voluntariamente; pues debera ser incluido en el rango de los dioses y no
ser# menor que l5s dioses de lo alto. Unos se ocLM?n de desviar los males cuyo destino nos
amenaz?, y a rechazar lejos el peligro de las enfermedades; otros d?n presagios de suenos,
consuelan a los hombres en sus miseri?s, d?n males a los impios y brill?ntes recompensas a los
piadosos: asi cumplen el manda-miento de Dios Padre. Ellos s5n los discipulos de Dios,
los que no nacieron de l! voluntad de la carne ní de la voluntad del hombre, ní de la
voluntad de la mujer, sino que tienen a Dios por Padre. En cuanto a la generación
unívoca, es aquélla en la que el hijo es semejante al Padre de todas maneras y donde el
engendrado según la especie es igual
al generador, y esa generación es el poder del verbo formado por el pensamiento,
verbo bien recibido en un sujeto dispuesto, como semen en una matriz, para la
generación y el alumbramiento ; digo dispuesto y bien recibido, porque todas las cosas
n participan del verbo de la misma manera, sino unas de una manera y otras de otra.
Y estos son secretos muy ocultos de la naturaleza, que no deben ser revelados en
público.
Capítulo XXXVII
EL ALMA HUMANA Y LOS MEDIOS
DE SU UNION CON EL CUERPO
El Alma del Hombre es una determinada luz divina, creada a imagen del Verbo
Causa de Causas y primer ejemplo, la sustancia de Dios signada con su sello cuyo
carácter es el Verbo eterno. El alma del hombre es una determinada sustancia divina
indivisible, presente en su totalidad en cada parte del cuerpo, producida por un autor
incorporal de tal naturaleza que tiene todo el poder del agente y nada del fondo de l!
materia. El alma es un número sustancial, uniforme, que retorna sobre sí misma, y
racional, de una condición elevada muy por encima de todos los cuerpos materiales,
que no se divide como l! materia, y no proviene de cosas debajo de ella y corpórales
sino de una causa eficiente; pues no es un número cuantitativo, es un número
independiente de todas las leyes corporales; por ello no está sujeta a división iii a
multiplicación por partes. El alma es, pues, una determinada sustancia divina, que
emana de fuentes divinas, y que lleva el número consigo, no el número según el cual el
Arquitecto dispuso todas las cosas, sino el número racional que le permite totalmente
comprender por la proporción que tiene cori todas las cosas.
Esa alma humana, que según la doctrina de los platónicos procede
inmediatamente de Dios, se une por los Medíos convenientes a este cuerpo material; a
este efecto, desde su mismo descenso, se halla revestida de un pequeño cuerpo celeste
y aéreo, que se llama vehículo etéreo del alma, o carro del alma; mediante este
pequeño cuerpo, por orden de Dios que es el centro del mundo, e infusa en el punto
medio del corazón que es el centro del cuerpo humano, y de allí se expande por todas
partes y todos los miembros de su cuerpo; esto lo hace acercando su carro al calor natural
por el calor del espíritu que engendra el corazón ; así se sumerge en los humores,
por los que se fija en los miembros y se aproxima igualmente a todos,
transfundiéndose de uno a otro, tal como el calor del fuego se une al aíre y al agua,
trasladándose totalmente hacía el agua a través del aire. Así se explica cómo el alma
inmortal, por medio de un pequeño cuerpo inmortal, que es el vehículo etéreo, se halla
encerrada en un cuerpo burdo
y mortal. Pero cuando por enfermedad o mal, estos medios se separan o destruyen,
entonces esa misma alma efectúa su regreso sobre cada uno de ellos y vuelve a fluir al
corazón que fuer! el primer receptáculo del alma, y el espíritu del corazón, al faltar, y
al extinguirse su calor, lo abandona, y el hombre muere; el alma vuela con este
vehículo etéreo y sale del cuer-
po, los genios y demonios guardianes la siguen y conducen ante su Juez,
donde después de pronuncAada la sentencia, Dios conduce tranquilamente a las almas
buenas a la gloria, Y el demonio violento conduce a los malos al castigo.
Capítulo XXXVIII
LOS DONES DIVINOS QUE EL HOMBRE PUEDE RECIBIR, DE LO ALTO, DE TODOS
LOS ORDENES CELESTES Y DE LAS INTELIGENCIAS
La Fuente suprema de los bienes derjima sobre los hombres toda clase de Dones y
Virtudes a través de los siete Planetas, como mediante instrumentos: r , r Saturno, alta
contemplación, profunda inteligencia, juicio de pese, sólido razonamiento, estabilidad
y firmeza de las resoluciones; por Júriter, prudencia inquebrantable, templanza,
benignidad, pAedad, modestia, justicia, fe, gracia, religión, equidad, clemencia y
realeza; por Marte, veracAdad intrépida, firmeza y fuerza indomables, ardorosa valentía,
fuerza de actuar y ejecutar, y vehemencia de espíritu invariable; por el Sol, espíritu
noble, Amaginación limpia, genio científico y decisión, madurez, consejo, celo, luz de
la justicia, razón y discernimiento del justo para con el injusto, que separa la luz de las
tinieblas de la AgnorancAa, acuerda gloria de haber hallado la verdad, y la caridad que
es la reina de todas las virtudes; p r Venus, amor ferviente, bellísima esperanza,
impulsos del deseo, orden, concupiscencia, belleza, suavidad ansia de acrecentamiento,
propia opulencia; por Mercurio, fe penetrante y creencia, un razonamiento
claro y definAdo, fuerza de interpretar, y pronuncAar, nobleza de• elocución, sutileza de
espíritu, riqueza del razonamiento y prontitud de los sentAdos; por la Luna, concordia
pacífica, fecundidad, fuerza de producir y aumentar, áe crecer y decrecer, templanza
moderada y solicitud que, actuando tanto en secreto como en público, conduce a todas
las cosas, se preocupa de la tierra en cuanto a la manera de manejar nuestra vida y de
procurar para sí y para los demás el acrecentamiento. Estos dones se obtienen
principalmente de estas siete intelAgencAas que se hallan ante la faz de Dios, las que
disponen al alma para que sea sede de estas virtudes; en cuanto a los planetas, sól
disponen de los cuerpos, dando la complexión del hombre adecuado, proporcAonada
para toda clase de bienes, y templada: son como instrumentos de las inteligencias. Pero
Dios, al ser
la causa primera, dirige estos influjos y sus acrecentamientos. Quienes efectuaron,
pues, la búsqueda exacta de las perfecciones y las diversas dls. posiciones de las
almas, juzgan que adoptan diversas naturalezas y propiedades, según l! diversidad de
medios por los que llegan a nosotros, y que no se unen con los cuerpos sino después de
ser dispuestas por las estrellas. Así creen que en un cuerpo conducido por el
temperamento jupiterino, el alma es infusa, atemperada por la divinidad e inteligencia
de Júpiter, y lo mismo con los demás. Si actúa bien en este cuerpo según tal
disposición, retorna purgada, habiendo expiado a la divinidad y al sitio de donde descendió.
Y en mayor medida los Coros angélicos dan al hombre maravillosas virtudes
para fortalecerlo. Los Angeles le convierten en anunciador de la voluntad divina y en
intérprete del pensamiento divino. Los Arcángeles le dan dominio sobre todas las
cosas que tiene derecho a gobernar, como los animales de la tierra, los peces del mar y
las aves del cielo. Los Principados le d!I la sumisión de todas las cosas, abarcando
todas las fuerzas y atrayéndolas a todas hacia sí mediante una virtud secretísima y
superceleste. Las Virtudes le dan la fuerza necesaria en la lucha constante contra los
enemigos de la verdad y de la recompensa por la que recorremos el estadio de esta
vida. Las Potestades le dan su apoyo contra los enemigos de este domicilio humano.
Las Dominaciones le dan auxilio para domar a este enemigo doméstico que llevamos
siempre con nosotros, y para llegar al fin que nos es debido. Los tronos nos dan la
unión para reunirnos y recogernos, y fijar nuestra memoria en los espectáculos de la
eternidad. Los Querubines nos dan la luz del pensamiento, la fuerza de la sabiduría, las
altísimas ideas y figuras por medio de las cuales podemos contemplar las cosas
divinas. Los Serafines nos dan un perfecto abrazo amoroso, para permanecer al fin
fijos en ellos.
Estos son los grados y escalas por los que los hombres áscienden sin trastornos a
toda clase de virtudes, mediante cierto encadenamiento, prosecución y ruta natural,
según le diversa disposición corporal y espiritual, y según el favor de las estrellas para
disponer del cuerpo, y de las inteligencias que las presiden, cuya alma toma la
naturaleza al descender, como la luz toma el color del vidrio al atravesarlo; también
según el favor del Obrero soberano que coopera mediante su virtud, que es la fuente de
todos los bienes, sin la cual no se puede poseer nada bueno ni alcanzar perfección
alguna. Por ello trabajan en vano quienes sólo se afirman sobre la
corriente de la naturaleza, sobre las fuerzas y el favor de las cosas de este
mundo inferior, y creen con ello llegar tan sólo a las cosas divinas custodiadas por los
buenos servidores, y que al poner un pie en los cíelos pro-curan robar al favor celeste,
que no debe recebirse sino de Dios. Pues las cosas de este mundo inferior (me refiero
a animales, hierbas, piedras y me-tales) obtienen su fuerza del cielo; el cielo la
obtiene de las inteligencias, y éstas, del Obrero en quien todas las cosas preexisten en
su máxima virtud; así como en el hombre, que es el mundo menor, no existe miembro
alguno que no responda a un elemento, a un planeta, a una inteligencia, a una medida y
a una numeración en el arquetipo, tal como lo hemos demostrado antes.
Capítulo XXXIX
INFLUENCIAS DE LV ALTO, BUENAS POR NATURALEZA,
QUE SE CONVIERTEN EN MALAS EN ESTE MUNDO INFERIOR, Y SON
CAUSA DE MALES
Debido a que toda virtud y poder derivan de lo alto, de Dios, de las inteligencias
y los astros, que no pueden equivocarse ni causar mal, es preciso que todos los Males y
todo lo de aquí abajo, discordante y disonante, provenga de la Mala Disposición del
sujeto receptor, como lo can-tara muy bien Crisipo :
.Cuan falsamente los mortales acusan a los dioses, quejandose con necedad!
Somos nosotros mismos la causa de nuestros males; cada cual
solo sufre por su causa.
De allí que Júpiter, en Homero, rememorando la suerte de Egisto muerto por
Orestes, diga a l! asamblea de los dioses:
.Oh, que crimen! Los prmeros en acusarnos s5n los mortales, a nosotros que
somos sus divinidades, y nos juzgan causa y origen de los males que les sobrevienen;
mas es la vida detestable que llevan y sus pro-
pios actos los que los hacen perecer, porque por propia voluntad buscan
la desdicha fuera del destino.
Cuando el sujeto, a causa de la maldad, recibe mal los influjos de lo alto, o su
debilidad no puede soportar la fuerza de las causas superiores, entonces, del influjo así
recibido en una materia llena de discordias, resulta una disonancia, una deformidad y
algo malo, mientras las fuerzas y virtudes celestes permanecen siempre, sin embargo,
en su estado de bondad. En efecto, mientras ellas existen en sí mismas y el dispensador
de las luces las influye con las santas inteligencias y los cíelos hasta que llegan a la
luna, su influjo es bueno, como de primer grado; mas cuando luego la influencia es
recibida en un sujeto vil, ella misma se envilece; pues entonces, a causa de la diversa
naturaleza del receptor, ella es retAbida allí de distintas maneras, y a causa de las
cualidades que están en discordia en el mismo sujeto, ella también varía G padece con
el sujeto que padece. De allí que resulte de todo lo comprendido en el sujeto una cosa
distinta de la que allí influencian los poderes superiores. Por ello la cualidad malé-
fica que se halla en las cosas de aquí abajo es muy diferente del influjo celeste, y por
tanto así como no se debe imputar la desdicha del legañoso
a la luz, ní el incendio al fuego, ní las heridas al hierro, ní las ataduras
y prisiones a los jueces, sino a las malas disposiciones y acciones, de igual manera no
habrá que achacar a las influencias celestes la causa de nuestros males. Si estamos
bien dispuestos, las influencias de los poderes superiores cooperan con nosotros en
todas las cosas para beneficiar, mas a aquéllos que, a consecuencia de sus pecados
perdieron lo divino que existe en nosotros, todo se les convierte en mal.
La causa, pues, de todos nuestros males es el pecado, que es un desarreglo y
una intemperancia de nuestro espíritu; sí nos gobernamos contra éste o nos
estancamos y alejamos respecto de lo que demandan de su parte las influencias
celestes, todas las cosas se alteran y desajustan para nuestra perdición; entonces se
cumple en el cuerpo del hombre, aunque de óptimo temperamento y en l! mejor
armonía, una tempestad de elementos, se agitan los malos humores, y los buenos se
desarreglan y separan unos de
otros, y cada uno, a su vez, ataca y atormenta al cuerpo; se experimenta
un violentísimo desorden causado por exceso o falta, por accidente intrín.
seco o alimentación superflua, que genera una superabundancia de humo-
res; de eso mismo provienen las enfermedades, y los espíritus anímales, sin freno que
los retenga, que se alzan para atacar. Las influencias celes-tes, buenas por naturaleza,
se tornan maléficas, tal como l! luz del sol causa daño a los ojos enfermos. Saturno
proyecta inquietud, fastidio, melancolía, delirios, tristeza, terquedad, blasfemia,
desesperanza, mentira, larvas de lemures, horrores sepulcrales, espantos de osarios y
ataques demoníacos; Júpiter proyecta espíritu de avaricia, malas ocasiones de
enriquecimiento y tiranía; Marte envía cólera violenta, arrogancia profana, audacia
temeraria y cruel obstinación; el Sol proyecta orgullo imperioso y ambición
insaciable; Venus proyecta decepciones concupiscentes, amores
lascivos y vergonzosas liviandades; Mercurio envía fraudes, engaños, em-
bustes, invenciones malevolentes y prontitud para el pecado; la Luna proyecta
inestabilidad total en el progreso y todo lo contrarío a la naturaleza humana. De esa
manera el hombre, al no coincidir con los poderes celes-tes, recibe mal de donde
debería recibir bien. A causa de esta misma discordancia con los poderes de lo alto,
como dice Proclo, caen en el poder de los demonios del mal que llegan como lictores
de Dios, para atormentar. Entonces reciben directivas por medio de los ángeles del
mal, h i t a ser
bien castigados y sufrir las penas correspondientes a sus pecados, volvien-
do el hombre a la naturaleza celeste:
Un mago muy bueno puede pues desviar muchos males listos a sobre-venir,
procedentes de las disposiciones de las estrellas, puesto que presiente
su naturaleza, previéndolos, aportando precauciones y prevenciones contra
sus ocurrencias, e impidiendo que un sujeto mal dispuesto, como hemos dicho, reciba
mal de donde debería obtener bien.
Capítulo XL
TODO HOMBRE TIENE CARACTERES DIVINOS MARCADOS SOBRE SI, EN
CUYA VIRTUD PUEDE LLEGAR A REALIZAR MARAVILLAS
Con una experiencia nada desdeñable se demostró que el Hombre tiene el Poder
de dominar y ligar, y lo obtiene de la naturaleza. Pues, según el testimonio de Plinio,
se dice que el elefante muestra tranquila-mente el camino al hombre que halla a su
paso extraviado en el desierto; también se dice que este animal, al advertir rastros
humanos, tiembla temeroso de sus emboscadas, se detiene, mira en derredor y se
espanta. De modo similar, el tigre más cruel que las demás bestias feroces, al ver al
hombre, se dice que lleva de inmediato sus cachorros a otra parte. Existen muchos
otros hechos semejantes a éstos, relatados por diferentes auto-res, que integran
grandes volúmenes sobre la naturaleza de los animales. ¿Pero de dónde surge que
estos animales sepan que el hombre, a quien jamás vieron, es temible para ellos, y
aunque lo hayan visto muchas veces, sí lo conocen, por qué le temen sí le
sobrepasan en tamaño, en fuerza y velocidad, o cuál es esta naturaleza del hombre
para infundir tal pavor a los animales más feroces? Esto es lo que quienes trabajaron
en la historia de los animales buscan y señalan, aunque dejaron a otros la enseñanza
y demostración de esto. Con relación a este punto doctrinario, Apolonio de Tiana
(como leemos en Fílóstrato), al ver que un niño guiaba a un gran elefante, cuando
Damon le preguntó por qué un animal tan grande obedecía a una criatura, le
respondió que ello se debía a determinado terror activo que el Obrero Divino había
puesto en el hombre, y que el presentimiento que tienen todas las criaturas inferiores
al hombre y todos los animales, le hace temer y respetar a aquél; y este temor, que
es como el Carácter terrible y el Signo de Dios impreso en el hombre, hace que
todas las cosas se le sometan y le reconozcan como su amo, ya sea servidor o
animal. Sin esto un Iíñ no conduciría manadas de grandes animales y elefantes, ni
el rey impondría temor a su pueblo, ní los jueces a los criminales.
Fue pues la idea divina la que imprimió en los hombres este carácter que los
cabalistas hebreos denominan Pahad djp, mano izquierda y espada de Dios; y el
hombre no tiene sólo una marca qué impone temor sino también otra que impone
amor. cuya idea se llama, en las numeraciones divinas, Haesed dsj, que significa
clemencia, y mano derecha y cetro de Dios. Estas numeraciones divinas emplean el
ministerio de las inteligencias y estrellas, para imprimirnos las marcas y caracteres, a
cada uno según su capacidad y pureza; y estos signos estaban en posesión del primer
Protoplasto, sin duda, en toda su integridad, fuerza, plenitud y perfección, cuando
todos los animales, atraídos por una tranquila clemencia, y sometidos por el temor,
llegaron como ante su amo para recibir de éste sus nombres. Mas luego de Y.a
prevaricación del pecado, cayó de esta dig-
nidad con toda su posteridad: sin embargo este carácter no se borró completamente en
nosotros. Cuanto más cargado de pecados está un hombre, más alejado está de estos
caracteres divinos, y menos recibe, v lo que debería hacerle bien y concitarle respeto,
le hace caer en la servidumbre y el temor. tanto de anímales como de hombres y
demonios. Caín, sintiéndose en este estado, tembló y dijo a Dios: iodos cuantos me
encuentran me matarán. Temía a las bestias y a los demonios principalmente: no temía
tanto a los hombres que eran todavía muy escasos en número. En los primeros
tiempos, muchos hombres que vivían en la inocencia, llevando una vida muy buena,
gozaban aún de la obediencia y poder respecto de los anímales, como Sansón, David y
Daniel sobre los leones, Elíseo sobre los osos, Pablo sobre las víboras; y muchos
anacoretas BNBN!I en los desiertos, en las cavernas y en los cubiles de bestias salvajes,
sin temerlas, sin ser incomodados para nada: pues así como por el pecado está señal
divina se borra y oscurece, de igual modo reluce cada vez más en quienes se purificaron
e hicieron penitencia por sus pecados.
Capítulo XLI
LO QUE SE PIESA DEL HOMBRE DESPUÉS DE LA MUERTE Y LAS
DIFERENTES OPINIONES SOBRE ESTA MATERIA
Todos los hombres tienen establecido morir una vez en su vida, y la muerte es
inevitable ; pero hay muchas clases de m u e r t e s ^ una sobreviene según la ley de
la naturaleza, otra por accidentes violentos, otra por decisión voluntaria, y la cuarta es
ordenada por las leyes humanas por delito cometido, o aplicada por Dios por un
crimen, de manera que no parece que los hombres que así mueren hayan pagado el
tributo a l ! naturaleza, sino más bien que hayan padecido eI castigo por sus faltas,
castigo, como dicen los doctores hebreos, del que Dios no exime a nadie. Por ello
pactó con Ezequías, de modo que, desde l! destrucción de l! casa del santuario,
aunque no quedó miembro alguno de ejecución judicial, la persona digna de morir no
pudo evitar los cuatro géneros de suplicios por los que se aplicaba la condena del
Talión: pues uno merecía morir lapidado, otro por orden divina era precipitado de lo
alto de una casa, o pisoteado por las bestias salvajes, o despeñado; quien merecía el
fuego era consumido en un incendio, o concluía su vida con la mordedura de un
animal ponzoño-3 , o con l! picadura de una serpiente, o con el veneno; quien
abusaba de 3u espada, era degollado; lo mismo ocurría con quien abusaba del poder,
participaba de una sedición popular, de un complot o de emboscadas de adrones;
quien debía ser colgado era asfixiado en un remolino o sufría )tra clase de
estrangulamiento.
El gran Orígenes se preocupó también de
explicar, en este sentido doctrinario, el evangelio del CRISTO: "Quien golpea
con la espada, por la espada morirá". Los filósofos paganos también llaman a
este orden de Talión, Adrastea, es decir, el poder inevitable de las leyes divinas,
que en los ciclos venideros da a cada uno lo que le corresponde según la razón y
mérito de su vida pasada, de modo que luAen durante su primera vida reinó
injustamente, vuelve a caer en otra en estado de servidumbre; quien mojó sus
manos en sangre de otro hom-
re, está obligado a sufrir el mismo castigo; quien llevó una vida brutal, ielve a
caer en el cuerpo de una bestia. Plotino habla de estas clases de castigos en el
libro del Demonio particular de cada uno, diciendo que todos los que se
condujeron en el estado propio del hombre, renacen hombres; quienes llevaron
una vida sensual, se tornan bestias brutas, con l! diferencia de que quienes
unieron la cólera a sus sentidos, resucitan como bestias feroces, y los que
hicieron lo propio con la concupiscencia y la voluptuosidad, regresan como
anímales lascivos y glotones; mas quienes vivieron con estas pasiones, no tanto
la vida de los sentidos cuanto una degeneración de los sentidos, vuelven a
vegetar como plantas con los mismos vicios, pues en esta clase de personas sólo
primó la facultad vital y no trabajaron sAno para convertirse en plantas; los
demasAado apegados al placer de la música en su vida, sin corromperse de otra
forma, renacen como anímales melodiosos; quienes reinaron sin razón, se
convierten en águalas, siempre que no tengan alguna mancha de maldad; pero
en verdad, quien adquirió la virtud civil renace hombre. El mismo Salomón, en
sus Proverbios, denomina al hombre ora león, tigre, oso o jabalí; ora liebre,
perro (le caza o conejo; ora hormiga, erizo, serpiente o araña; ora águila,
lagarto, ^10 u otra ave, y así con el resto. Pero los cabalAstas hebreos no creen
que las almas se precipiten en las bestias; no obstante, no niegan que las
totalemnte despojadas de razón, permanecen en la otra vida abandonadas a sus
pasiones o fantasías brutales; también aseguran que las al-mas renacen tres
veces en esta vida, y nada más, puesto que esta cantidad parece bastar para
purgar abundantemente los pecados, conforme a este Pasaje de Job: "Libró su
alma del temor de continuar avanzando hacia su muerte, para que viva vea la
luz". Estos son todos los cambios que DAos efectuó tres veces en los hombres,
para alejar sus almas de la corrupción e iluminarlas con la luz de los vivos.
Veamos ahora qué opinaban l s antiguos sobre los muertos. Cuando el
hombre muere, su cuerpo retorna a l! tierra de donde provino, v- el Pensamiento
asciende a los cíelos de donde descendió, como dice el Eclesiastés: "El polvo
vuelve al polvo de donde vino, y el espíritu vuelve a Dios que lo (li0'". Esto n s
dice Lucrecio en estos versos:
Lo que vino (le la tierra, a la tierra retorna,'y lo venido de las regiones
cereas retorna a los templos resplandecientes del cielo.
P e ro Ovidio se expresa me j o r en es tos ver sos :
En el hombre hay cuatro cosas por considerar.: los Manes, la carne, el espiritu y la
sombra; estas cuatro cosas van cada una a un sitio: la tierra cubre la carne, la sombra
gira en torno de la tumba, los Manes pertenecen a los infiernos, y el espiritu vuela al cielo.
En consecuencia, la carne abandonada, el cuerpo despojado de vida, se llama
cadáver, que según lo expresan los teólogos hebreos queda en poder del demonio
Zazel, del que se dice en las Escrituras: "Comerás tierra todos los días . . . el polvo
de la tierra será tu pan". El hombre fue creado polvo terrestre y, por ello, el
antedicho demonio se llama señor de la carne y la sangre, mientras el cuerpo no
haya sido purificado con justos funerales, y santificado. Es por eso que los antiguos
Padres se esmeraron ordenando expiaciones de los cadáveres, de modo que lo que
es muy in-mundo tenga aspersiones de agua bendita, perfumes de incienso, exorcismos
con santas oraciones, iluminación con luces mientras esté sobre l! tierra,
ysepultura en un lugar santo; esto hace decir, en Humero, a Elpenor, dirigiéndose a
Ulises: "Te ruego, Ulises, que te acuerdes de mí y no te alejes de aquí sin darme
sepultura, sin la cual quedaré sujeto a la cólera
de los dioses".
En cuanto al pensamiento del hombre, niens, cuya naturaleza es santa y su
género divino, debido a que jamás comete falta, no está sujeta a castigo. En cuanto
al alma, si obró bien, participa de la dicha del pensamiento, y al salir del cuerpo
c I su vehículo etéreo, asciende, liberada, hasta el coro de los héroes, donde se va
a reunir con los dioses; allí, beatificada c I una felicidad perpetua de todos sus
sentidos y poderes, perfecta en el conocimiento de todas las cosas, goza de l!
visión divina y de la posesión del Reino de los Cíelos, y al compartir el poder
divino, hace bien a quienes dejó sobre la tierra y les reparte diversos dones como el
Dios inmortal. Pero sí obró mal, el pensamiento la juzga y abandona al arbitrio del
demonio, y la pobre alma, sin pensamiento, rueda extraviada por los infiernos en
forma de eid5l5n, que se llama imagen (imago), tal como la desdichada Dido se
queja en Virgilío, diciendo:
Y hora es preciso que mA imago, tan grande como es, vaya a ocultarse bajo tierra.
Es por ello que esa alma, carente de su esencia inteligible, abandonada al
imperio de la fantasía furiosa, está, de allí en más, sujeta a las torturas de las
cualidades corporales, sabiéndose, por su falta, privada eternamente, por un justo
juicio de Dios, de la visión divina para la que había sido creada. Esa visión divina,
como lo atestiguan las Escrituras, es la presencia de todos los bienes, pero la
privación de esa visión es la presencia de todos los males, que es el castigo más
cruel de todos, y las Sagradas Escrituras lo llaman "el derramatniento de la ira
divina". Por ello, esa imagen del alma, que asume a veces cuerpo aéreo, se cubre
con una sombra, y al
envolverse, ora aconseja a los amigos, ora atormenta a sus enemigos, cono se ve
que Dido amenaza a Eneas, en Virgilio, diciéndole:
Te perseguire por doquier, presente bajo mi sombra; seras castigad5 por lo malo
que eres.
Las pasiones, los recuerdos y las sensaciones quedan con el alma des-
pués que se separa del cuerpo.
Los platónicos dicen que las almas, prAncipalmente de los asesinados,
atormentan y persiguen a sus enemigos, no con un odio humano sino con una
Némesis divina y la acción del demonio que lo prevé y permite. Es así que el
espíritu de Nabot, como lo interpretan los maestros hebreos, porque emigró ál
final de su vidá con deseo de venganza, para satisfacer su espírNtu vengativo se
convirtió en espíritu de mentira, y por permiso de Dios, salió como espírNtu
embustero en boca de todos los profetas, hasta que hizo ascender a Acab en
Ramod Galaad. Y el mismo Virgilio, con los pitagóricos y platónicos, a los que
adhiere nuestro Agustín, confiesa que las almas separadas guardan memoria no
extinguida todavía de lo que
hicieron en vida:
La pasion que los vivos tuvieron para con sus carros, armas y bellos caballos les
sigue cuando repos?n en tierra.
Y Algazel, en el libro de la Ciencia Divina, y los demás filósofos árabes y
mahometanos estiman que las operaci nes que el alma realiza en común con el
cuerpo, mientras están unidos, imprimen en el alma el carácter de uso y
ejercicio, de los que se sArve, tan fuertemente como esté impreso, en su estado
de separación, para similares acciones y pasiones que no fueron abolidas en
vida; en consecuencia, aunque el cuerpo y el órgano estén destruidos, la
operación no cesa por ello, sino que las pasiones y disposiciones semejantes
permanecen y éstas son las almas a las que los antiguos llamaban con un
término común, Manes, que no habían hecho mal alguno en su vida, o que
estaban purificadas por las buenas obras y, como canta Virgilio:
Que derramaron su sangre combatiendo por la patria, fueron en su vida
sacerdotes castos, piadosos adivinos en la digna palabra de Febo, o cultivaron la vida
con las artes, y merecieron dejar tras su muerte una feliz memoria haciendo bien a los
demas hombres.
Aunque ellos hayan muerto fuera del estado de gracia y la justificación de
la fe, l! mayoría de los teólogos dicen que son llevados a algunos campos
afortunados donde no sufren pena alguna, y como afArma Virgilio:
Marchan a sitios jubilosos y vergeles deliciosos de bosques afortuna-dos donde
permanece la biePaventuranza.
Allí deben gozar de determinados placeres maravillosos y del conocimiento
sensitivo e intelectual, y tal vez, por revelación, incluso sean instruidos en la fe y la
justicia, igual que otrora los espíritus a los que el CRISTO predicó el Evangelio en
la prisión. Pues así como es cierto que nadie puede salvarse sin la fe del CRISTO, de
igual modo es probable que esa
fe sea aún predicada a muchos paganos y sarracenos después de esta vida,
en los receptáculos de las almas, para su salvación, y que allí se detengan como en
guardia común, hasta el tiempo en que el Soberano Juez venga a examinar los
méritos. Lactancio, Ireneo, Clemente, TertulAano, Agustín, Ambrosio y muchos
otros escritores cristianos no son contrarAos a esta opiníón. Sin embargo, las almas
que salen de este mundo, con suciedad de
impurezas y cargadas de pecados, no son favorecidas por sueños tan feli-
ces, sino que vagan por lugares peores, entre horribles fantasmas, sin conocímíento
libre de agitación; con el perpetuo deseo de carne y sangre, en el herrumbre de su
ruina corporal, están sujetas al dolor y temen a los machetes y las espadas. Sin duda,
Humero opinaba esto cuando, en el libro XI de la Odisea hace entrar en materia a la
madre de Ulises, difunta, que se mantiene de píe ante él mientras le efectúa un
sacrificio, sin reconocerle, ni hablarle toda vez que él impedía que las sombras se
aproximasen a la sangre del sacrificio con su espada desenvainada; pero después que
por consejo del adivino Tiresias, sin que la espada desnuda de Ulises le ofreciese
impedimento alguno e incluso antes de l! liberación de sangre, ella reconoció a
Ulises, le habló y le mostró la sombra de su madre de píe en su presencia. Las almas
que no expiaron en esta vida las manchas de sus crímenes son obligadas en los
Anfiernos a lavar sus huellas y a sufrir las penas correspondientes a sus malas
acciones; esto es lo que nos hace
entender el poeta con estos versos:
Despues que la vida les abandono con la luz, estos desdichados no se libran de
todos sus males, y todas las pestes corporales no desaparecen por completo, y es
absolutamente necesario que los numerosos habitos largamente acumulados sigan sus
modalidades evolutivas; son pues atormentados con penas y sufren los suplicios del
viejo mal.
Así como son las costumbres v hábitos de los hombres en esta vida, de igual
modo son órdinariamente las pasiones que después de la muerte no abandonan al
alma que recuerda muy bien lo realizado en su vida; y ello con mayor fuerza y
vivacidad cuando una gran cantidad de funciones diversas de la vida cesaron
entonces para ella, como la nutrición, la vege-
tación, la generación, las sensaciones y, en general, las diferentes ocupa-
ciones, consuelos, negocios y comercio del mundo, igual que los obstáculos
del cuerpo material. Pero estas especies se presentan entonces a la facultad
imaginativa con tanto mayor trastorno y furor (en esa alma la chispa del
entendimiento se mantiene más o menos amodorrada o completamente pagada) que
junto con los demonios malAgnos, la proyectan en visiones muy falaces o terribles;
es por eso que, en la facultad concupiscible, es
atormentada por la concupiscencia con un bien imaginario y con los bienes que
otrora buscara en la vida, sin posibilidad de gozarlos, aunque a veces parecería
alcanzar a sus placeres, pero entonces los demonios se lo impiden, aplicándole
nuevas penas más crueles aún que las primeras; como vemos, en los poetas, que
Tántalo es privado de su festín, Sardanápalo de sus abrazos, Midas de su oro y
Sísifo de su potencia: estas almas se denominaron lemures, y sí alguna se ocupa de
las cuestiones del hogar y lo habita en sosiego, se llama entonces lar familiar. Pero
sufren penas agudísimas en la facultad irascible, causadas por la aversión que
tienen al mal imaginario, que las sume en alarmas, temores y sospechas, y les hace
ver fantasmas horripilantes, y llevan consigo tristes fantasías: ora que el cielo cae
sobre su cabeza, ora que son devoradas por un torrente de llamas, ora que se
hunden en el fondo de un gran remolino, ora que se transforman en diversas bestias
feroces, ora que son despedazadas por desagradables monstruos, ora que son
arrastradas por los bosques, los mares, el fuego, los aires y los sitios más horrendos
de los infiernos; ora que los demonios las atrapan y someten a torturas. Pensamos
que todas estas cosas sólo sobrevienen después de morir a quienes en esta vida
deliran por frenesí, manía o humor melancólico, o son atormentadas en sueños por
horribles visiones, como sí estas cosas ocurriesen realmente; en verdad, no están
presentes pero basta su sola apariencia para que la atrape su imaginación. Así estas
almas, que después de la muerte están como en un sueño perpetuo, son espantadas
por las representaciones horribles de sus pecados, y la conciencia de su crimen las
precipita en diversos abismos. Por ello Orfeo las llama pueblos de los sueños,
cuando dice: "Las puertas de Plutón no pueden abrirse; dentro está el pueblo de los
sueños". En consecuencia, estas almas malvadas, sin sitio bueno para detenerse,
cuando ruedan en un cuerpo aéreo, nos hacen ver toda clase de formas; entonces se
llaman larvas o espantajos, no hacen mal a los buenos pero son perjudiciales para
los malos; revestidas de despojos, ora más sutiles, ora más burdos, se presentan
bajo el aspecto de diversos animales y monstruos a los que se parecieron por sus
costumbres en su vida anterior, tal como lo canta el poeta:
Entonces, diferentes apariencias y formas de bestias salvajes las disfrazan; he
aqui, subitamente, un horrible jabali, luego un tigre negro, despues una leona de
blonda cabellera, mas tarde un dragon cubierto de escamas, o una llama que crepita
y se trasforma en toda clase de monstruos prodigiosos, en fuego, en bestia horrible,
en ola.
El alma inmunda del hombre, contraída en esta vida a demasiados hábitos
corporales, por determinado sentimiento íntimo del cuerpo ele-mental, se crea otro
cuerpo de vapores elementales, de materia suelta, reconstruye como por una
especie de absorción este cuerpo que se disipa continuamente, y queda allí sujeta
como en una prisión y un instrumento sensible, según cierta ley divina, y allí sufre
el frío y el fuego, y todo lo que hiere al cuerpo, al espíritu y los sentidos, como las
hediondeces, los
gemidos, las lamentaciones, los rugidos, los golpes, los desgarramientos y las
cadenas tal como lo cantó Virgilio:
Pasan de un castigo a otro y sufren suplicios por su viejas maldades; unas son
expuestas, impotentes, suspendidas en medio de los vientos; en cuanto a otras, su
crimen infecto es l?R?d5 bajo un vasto remolino o quemado con fuego.
Y en Homero, en el libro de la Neciomancia, Alcínoo cuenta a Ulises:
Tambien hemos visto a Tytion, famoso hijo de la tierra, cubriendo ;5n su
cuerpo extendido nueve serpientes, teniendo a ambos lados un infatigable buitre que
le roe las entranas.
A veces estas almas no moran en estos cuerpos figurados solamente,
sino que a consecuencia del excesivo apego a la carne y el fango, se lanzan
sobre los animales y se apoderan de cuerpos de serpientes y otras bestias, o
entran en todas las especies y las poseen a la manera de Ios demonios.
Pitágoras, y antes que él Trísmegisto, son de esta o?iINQI, diciendo que las
almas malas son, a menudo, precipitadas en las serpientes y los brutos. Sin
embargo, no vivifican ni informan estos cuerpos como formas esenciales sino
que los habitan como una prisión, a la manera de un inquilino, o como el
motor de un móvil; o bien los sufren muy estrechamente, como Ixíon en sus
ruedas de serpientes y Sísifo en su peñón. Y no sólo se a? deran de bestias
sino también, a veces, de hombres, como dijimos del alma de Nabot que salió
en espíritu de mentira en boca de los profetas. Por ello, algunos dijeron que
las vidas o los espíritus de los hombres perversos, al entrar en los cuerpos de
algunos. los maltratan largo tiempo y a veces los hacen morir.
A las almas bienaventuradas se les acordó suerte mucho mejor a fin de
que puedan, como los ángeles buenos, morar en nosotros e iluminar n os: así
leemos en Helio que, sustraído de la vista de los hombres, su espíritu se
inclinó sobre Elíseo, y en otra parte, que Dios arrebató el espíritu de Moisés
y lo dio a los Setenta. Hay aquí oculto un gran misterio que no ha de ser
revelado temerariamente.
A veces también, lo cual es muy raro, las almas son acometidas con
tan gran frenesí que no sólo entran en los cuerpos de los vivos sino que
también, impulsadas por una fGeTza estigiana retornan a los cadáveres que
abandonaron y cumplen, como si hubiesen resucitado, actos h Tríbles. Así
leemos en Sajón Gramático que alguien llamado Asuit y otro llamado
Asmond concertaron ? r juramento recíproco que, quien sobreviviera al otro,
se encerraría con él en la tumba; cuando Asuit murAó de enfermedad, se lo
puso en una gran caverna can su per r o y su caballo, y Asmond, para guardar
el juramento de su amistad, se dejó encerrar vivo con él, llevando consigo
víveres para largo tiempo. Sin embargo, Eric, rey de Suecia, al pasar un día
con su ejército por el sitio de la caverna, hizo abrir (pensando hal l ar un
tesoro) la tumba de Asuít, y expuso al mismo tiem? a As-
mond a la luz; al verlo horriblemente desfigurado, cubierto de podredumbre
mortuoria e inundado de sangre que le salía de una cruel herida (porque Wsuit, que
revivía todas las noches, en sus ataques continuos le
había arrancado la oreja izquierda), le preguntó cuál era el origen de
eso, y he aquí lo que narró al rey con estos versos:
.Por que asombrares de verme tan desfigurado y palido? Todo hombre vivo
desaparece entre los muertos. No se por que empresa osada del poder de la Estigia, el
espiritu de Asuit fue enviado desde los infiernos para devorar su caballo y meter
incluso su perro en su detestable boca. No
contento con haber comido su caballo y su perro, despues muy pronto me
clavo sus garras y me arranco l? oreja, desgarrando mi mejilla. He aqui
porque mi rostro es espantoso y porque veis correr sangre por esta cruel
herida. Sin embargo, este monstruo infernal, no actuo impunemente, por-
que le corte la cabeza con mi espada y traspase con un chuzo su cuerpo
malefico.
Pausanias nos narra algo parecido sobre los intérpretes del oráculo de Delfos
en el sentAdo de que existe determinado demonio infernal que se llama Eurinomo,
que arranca y devora las carnes de los muertos, con tal avidez que apenas deja los
huesos totalmente mondos. De manera similar se lee en los anales de los cretenses
que los Manes llamados Catéjanes, acostumbraban permanecer en sus cuerpos,
regresar a ver a sus mujeres que abandonaran al morir y a gozar con ellas, y que para
evitar eso e impedir que infectasen a las mujeres, la ley polAcial disponía atravesar
de lado a lado, con un clavo, el corazón de quienes volvían después de morir,
y consumir enteramente su cadáver con fuego.
Sin duda, estas aventuras son asombrosas y tal vez no se las crea, sí las leyes
dictadas a este respecto y los relatos de los antNguos no diesen fe de ello. En fin, la
religión cristiana no prohibe creer que muchas almas
pueden retomar su cuerpo antes de la resurrección universal de la carne;
y nosotros creemos que muchas personas, por una gracia singular de Dios, fueron
elevadas a la gloría con su cuerpo, y que también muchos fueron llevados al Anfierno
en vida; y a menudo hemos oído decir que los cuerpos
de los difuntos habían sido sacados y arrebatados de sus tumbas por los
demonAos, sin duda para ningún otro objetAvo que el de encerrarlos en prisAones y
hacer sufrir a sus Manes. En verdad, estas prisAones y cadenas para los cuerpos
responden bastante a los habitáculos famosos de sitios inmundos y terríficos, donde
están los fuegos del Etn!, los remolinos de agua, el retumbar de rayos y truenos, los
abAsmos de l! tierra, y donde el país privado de luz y rayos de sol, desconocedor del
resplandor de las estrellas, permanece sepultado en las tinieblas y los horrores de
una noche perpetua. Allí llegó UIises, como lo canta Homero:
Se dice que aqui estan los pueblos cimerios, habitantes de las cavernas,
sepultados en tinieblas eternas, que jamas ven el sol al salir o ponerse, y que parecen
miserables condenados a una noche eterna.
Y no son bromas todo lo que se nos ha dicho acerca del hueco de Patricia, las
cavernas de Vulcano, los cráteres del Etna y el antro de Nursia, que son testimonio
transmitido de lo que se vAo y conoció. Sajón GramátAco narra cosas más grandes
aún del reino de Geruth y de la cueva de Ugarthiloc; Plinio, Solino, Pitias y Clearco
también mencionan prodigios asombrosos del mar septentrional, de lo que también
habla Tácito en la historia de Druso, donde muestra que su ejército, desvAado de la
proximidad del mar germánico, víó en ese mar cosas espantosas y asombrosas,
como torbellAnos, formas inauditas de aves y monstruos marinos que no se podía
saber sí eran bestias o genios; dice incluso en la historia de Germanía que los
heldusios y los axíones, de rostros humanos y el resto como bestias, moran en
aquellas comarcas; sin duda son los Manes y demonios los que realizan todos estos
prodigios; ClaudAano también los
cantó:
En los confines mas distantes de los galos hay un sitio, limitado por las aguas
del Oceano, donde se dice que Ulises ofrecio un sacrificio de sangre al pueblo
silencioso. Alli se oye el quejido de las sombras como si llorasen; crean pequenos
silbidos con su vuelo; alli se ve pas?r palidos simulacros, figuras difuntas que alli
emigran.
Aristóteles cuenta que en las islas Eolias, cerca de Italia, en Lípari, había
cierto túmulo al que no era posible acercarse de noche con seguridad; quienes allí
habitaban aseguraban que se oían címbalos, mugidos de crótalos, risas ruidosas,
rumores y sones incoherentes, y que una vez un joven ebrio durmióse de noche en
la caverna de esta tumba y al cabo de tres días quienes le buscaban le encontraron
allN, le alzaron creyéndolo muerto, y al celebrársele solemnes funerales, de súbito
despertó y narró minuciosamente, para gran asombro de todos los asistentes,
muchas cosas que había visto y todo lo que había sufrido. En Noruega h!y también
cierto monte, el más formidable de todos, rodeado por el mar, denominado
vulgarmente Hechelberge, que parece una especie de infierno de donde se oye el
gemido de tan grandes voces y exclamaciones de personas que lloran, que estos
ruidos y algazaras se escuchan hasta a una legua de distancAa, y además, grandes
buitres y cuervos negrísimos, que vuelan de esta montaña y lanzan horribles
graznidos, impiden acercarse; nacen allí dos fuentes inabordables, una por su frío
insoportable, la otra por su calor excesivo, que sobrepasan en violencia a todos los
demás elementos. También en la misma región, del lado del Mediodía, hay un
promontorio llamado Nadhegryn, donde todo el mundo ve los demonios del lugar
bajo un cuerpo aéreo. En Escocia está también el monte Dolorosus, espantoso por
su horrible ruido de lamentaciones. Y en Turingia está la montaña llamada
Horrisonus donde moran los Silfos y Sátiros según fama, experiencia de muchos y
testimonio de escritores verídicos. - En diversas comarcas y provincias hay
milagros semejantes a éstos, pero yo, que los he visto con mis ojos y tocado con
mis manos, no los puedo contar aquí
por temor a que los incrédulos me acusen de mentira, a causa de la magnitud
increíble de cosas tan extrañas.
Soy de opinión de no pasar por alto aquí las opiniones de la mayoría de
nuestra fe, respecto a los retiros y moradas de las almas, que no difieren mucho de
lo que dijimos antes. Tertuliano íntegra ese número y dice en el cuarto libro contra
las herejías de Marción: Los hombres sabios, que a véces han oído hablar de los
Campos Elíseos, juzgan que existe una especie de determinación local llamada
seno de Abrah!m, para recibir a las almas de sus hijos, y en esa región que no es
celeste pero que, no obstante se halla por encima de los infiernos, reposan las almas
de los justos hasta que la consumación de las cosas restituya, en plena recompensa,
la resurrección general. El Apóstol Pedro, al responder a Clemente sobre estas
cuestiones, le habla en estos términos: "Me obligas, Clemente, a descubrir algo de
los misterios inefables, pero no rehusaré hablarte en la medida en que me esté
permitido; el Cristo que existía desde el comienzo y que existió siempre, ayudó
siempre, durante todas las generaciones, pero en secreto, a las gentes de bien,
principalmente a quienes le atendían, y se les apareció con frecuencia; todavía no
era llegado el tiempo para realizar la resurección de los cuerpos llegados a
disolución; pero pareció a Dios que era una recompensa mayor que a quien fuese
hallado justo se lo conservara más largo tiempo en su cuerpo, o ciertamente (como
se hace referencia a cierto justo en las Escrituras), que Dios lo transportase. Lo
mishío hizo con otros que cumplieron su voluntad, si bien los conserva,
transferidos al Paraíso, para que posean el Reino de los Cielos. En cuanto a quienes
no pudieron satisfacer enteramente la ley de justificación y tuvieron en su carne
algunos rastros de maldad, sus cuerpos caen en la disolución pero sus
almas son conservadas en las regiones donde abandonan los bienes y las
alegrías, y purificados ya por la disolución, gozan de la heredad eterna, como
retribución por sus buenas acciones.
De modo parecido, Ireneo, al final del libro que escribiera contra las herejías
de los sectarios de Valentino, dice: "Como el Señor se retiró en medio de las
sombras de la muerte donde estaban las almas de los difuntos, salió luego y
resucitó corporalmente, y después de su resurrección fue elevado al cielo, es
patente que las almas de sus discípulos (para los que el Señor también operó estas
cosas) irán a un lugar invisible que Dios les delimitó, donde permanecerán hasta la
resurrección; retomando entonces sus cuerpos y resucitando perfectamente, es decir,
en sus cuerpos, tal como resucitó el Señor, y aparecerán en este estado ante Dios;
pues n hay ningún discípulo por encima de su maestro, y todo discípulo será
perfecto como su maestro. Es así como nuestro Maestro no voló de inmediato, sino
que, esperando el tiempo limitado por su Padre para su Resurrección, lo cual
también es patentizado por Jonás, resucitando después del tercer día, efectuó su
ascensión, tal como nosotros debemos esperar el tiempo que Dios ha limitado para
nuestra resurrección y que han predicho los profetas, y así, en nuestra resurrección,
seremos elevados con todos aquellos a quienes el Señor juzgue dignos de este
honor".
Lactancio Firmiano habla de estas cosas en el libro de las instituciones
divinas, titulado: "De la divina recompensa", diciendo: "Nadie crea que las almas
son juzgadas inmediatamente después de su muerte, pues todas son detenidas en
una guardia común a la espera del tiempo en que el Gran Juez examine los méritos;
entonces, los hallados justos recibirán la recompensa de la inmortalidad; aquellos
en quienes se declaren y reconozcan pecados y crímenes n resucitarán, sino que
serán encerrados en las mismas tinieblas que los impíos, dístinándoselos a ciertos
suplicios".
De l! misma opinión son Agustín y Ambrosio; aquél dice en su Enchiridion:
"Durante el tiempo existente entre la muerte del hombre y la última resurrección,
las almas son retenidas en retiros ocultos, según me-
rezcan el reposo o la pena en relación con su situación en la carne durante
su vida". Pero Ambrosio, en el libro del Bien de la muerte, dice: "FY texto de Esdras
llama a las moradas de las almas los reserBorios y el mismo, dado el lamento del
hombre (de que los justos que nos precedieron parecen hallarse, hasta el Día del
Juicio, durante largo tiempo frustrados en la recompensa que les corresponde) (lice
que el dí! del JuAcAo es semejante a una corona: Todo el mundo aguarda el día de la
coronacAón, a fin de que ese día la confusión haga rugir a los vencAdos, y los
victoriosos reciban l! palma de la victoria. Las almas esperan entonces el
cumplimiento del tiempo y la recompensa que merecen, unas en cuanto a pena,
otras en cuanto a gloria". Y en el mismo capítulo, el infierno es llamado "lugar
invisible donde van las almas liberadas de sus cuerpos". Y en el segundo libro de
Caín y Abel: "El alma", dice, "es separ!da (le su cuerpo, y después del fin de esta
vida permanece aún en la ambigüedad del Juicio futu-
ro".
El pasaje del Evangelio concuerda con estas opiniones, dende al hablar Cristo
sobre el Juicio Final, dice en Mateo: "Muchos me dirán ese <lía: Señor, Señor, ¿no
hemos profetizado en tu nombre, y expulsado los demonios en tu nombre, y
realizado muchas virtudes en tu nombre? M!s yo les diré que no les he conocido
jamás". De estas palabras parece resultar que hasta ese día estuvieron en la
Ancertidumbre sobre su juicio, y que asegurándose sobre los milagros que habían
hecho en nombre de Jesús durante su vida, sin embargo habían permanecido en
suspenso sobre esperanza alguna de salvación.
Sobre eso de que el juicio de las almas es diferido para el postrero día, la
mayoría de los teólogos creen que los sufragios expiatorios pueden ayudar antes del
día fijado para el Juicio, no sólo a los futuros justificados sino también a los
condenados. Es así como el divino Gregorio libró del Orco al emperador Trajano,
justificándolo para la salvación; aunque algunos creen que no fue librado de la pena
de su coúdenación, sino que la justicia de su castigo está prorrogada hasta el DNa
del Juicio. Pero Tomás de Aquino dice que parece más probable que Trajano
resucitó por l s sufragios del dNBNH Gregorio, y obtuvo una fuerza graciosa p r la
que se libró de la pena y del encadenamiento de sus crímenes. Y hay teólogos que
estiman que, con las ofrendas de los sufragios, no puede quitarse la pena,
ni descargar la falta, sino que sólo se puede dar algún solaz y brindar algún dulzor,
y esto a semejanza de un mozo de cordel que suda bajo su carga y que, por el agua
que se le arroja, parece aliviarse de la opresión o del peso, y tener más facilidad
para transportar, aunque su agobio en nada haya disminuido. Sin embargo, la
opinión más común de los teólogos consiste en que las oraciones y ceremonias
fúnebres de nada sirven a los culpables que están en el antro de Plutón.
Pero como estas cosas son tan oscuras que nadie puede comprender-las,
muchos emplearon en vano sus facultades intelectuales. Adoptando, pues, el
criterio de Agustín, re?etimos su opinión del libro X sobre el Génesis: "Más vale
dudar de las cosas ocultas que disputar sobre cosas inciertas". No dudo que deba
entenderse que aquél es rico en el ardor de las penas y éste es pobre en el frescor de
las dichas; en cuanto a saber cómo debe entenderse esa llama del infierno, ese seno
de Abraham, esa lengua del rico, ese dedo del pobre, esa sed del tormento, esa gota
de frescura, n lo podrán descubrir quienes indagan con espíritu de paz y dulzura ní
quienes disputan acaloradamente. Dejemos pues estas cuestiones para pasar a otras
cosas; hablaremos ahora del retorno de las almas.
Capítulo XLII
RAZONES POR LAS QUE LOS MAGOS Y LOS NECROMANTES
CREEN PODER INVOCAR LAS ALMAS DE LOS DIFUNTOS
Por lo dicho anteriormente, parece_ que las Almas que aman todavía, después
de la Muerte, los cuerpos que dejaron (como aquéllos cuyos cuerpos quedaron
insepultados o padecieron muerte violenta, vagando aún alrededor de sus cadáveres
en el espíritu perturbado y húmedo que las atrae como hacia alg familiar),
conociendo los medios que las apegaban otrora a los cuerpos, pueden ser invocadas
y atraídas fácAlmente mediante semejantes vapores, licores y olores corporales,
añadiendo algunas luces artificiales, cantos, sones, y cosas parecidas que puedan
poner en movimiento la armonía imaginativa y espiritual del alma, sin descuidar las
santas invocaciones y otras cosas de esa índole obtenidas de la religión, a causa de
_ la parte racional del alma que es de naturaleza superior. En las Escrituras se lee
que la Pitonisa hizo retornar de esa manera a Samuel; de igual modo, la hechicera
de TesalAa hizo erguirse a un cadáver, según Lucano. Esto hace que hallemos en los
poetas y narradores de estas clases de cosas que las almas de los muertos no pueden
ser evocadas sin sangre ní cadáver, v que las sombras pueden ser fácilmente
atraídas mediante fumigacAones, agregando huevos, leche, miel, aceite, agua y
harina, como sA se brindase un medio a las almas presentes para que retomen los
cuer-
pos; esto es lo que Circe, en Humero, enseña a Ulises con largas disquisiciones.
Créese que esto sólo es posible en sitios donde es patente su retorno frecuente, a
causa de algo que se les relaciona, como cuerpos abandonados que las atraen, o
afectos impresos otrora en la vida, que impulsan a las almas hacía determinados
lugares aptos, por ello, para purificar o castigar a los espíritus. En general se
conocen por experiencia estos lugares sujetos al encuentro de visiones, incursiones
nocturnas y fantasmas reconocibles; los hay bastante conocidos, como ocurre con
los cementerios y los sitios donde se ejecutan los juicios criminales, o donde se
libraron recientes batallas, o los lugares donde los cadáveres de seres asesinados
fueron inhumados pocos años antes sin expiaciones ní ritos funerarios. La
expiación y el exorcismo de un lugar, igual que la ceremonia de inhumación
debidamente acordada a los cuerpos, impiden a menudo que las almas se acerquen
y las rechazan más lejos hacia los lugares de la ejecución del juicio. De allí obtuvo
su nombre la necromancia, porque opera sobre los cadáveres y pide respuesta a
través de los Manes y las sombras de los muertos, y de los demonios subterráneos,
atrayéndolos hacía los cadáveres de los muertos mediante ciertos encantamientos
estigianos, mediante invocaciones infernales, sacrificios lúgubres e inmolaciones
impías, tal como lo apreciamos en Lucano, respecto de la maléfica Erictona que
evocando a un muerte predijo a Sexo Pompeya todo el desarrollo de la batalla de
Farsalia. En Pigalia, cuidad de Arcadia, también existieron ciertos magos
sacerdotes, muy entendidos en sacrificios, que evocaban las almas de los difuntos;
y las Sagradas Escrituras dan fe de que cierta Pitonisa evocó el alma de Samuel.
Las almas de los santos aman también sus cuerpos y gscuchan antes y más prontamente
lo que se les pide, en el sitio donde se guardan los testimonios de sus
reliquias.
Hay dos clases de necromancia: la primera se denomina neciomancía, que
hace erguir al cádáver y exige sangre; la otra es la sciomancia, que se conforma con
atraer a la sombra. La necromancia realiza todas sus experiencias por medio de
cuerpos y osamentas de homicidas, y por medio de sus miembros, y de todo lo
derivado de ellos, en atención a que allí se encuentra el poder demoníaco que les es
amistoso; por ello obtienen fácilmente los efluvios de los demonios malignos a
causa de la semejanza y propiedad que tienen en conjunto; y como tienen mucho
poder sobre las cosas de la tierra y sobre los hombres, los necromantes con su
auxilio encienden amores criminales, proyectan sueños, enfermedades, odios y
otros maleficios semejantes a lo que pueden contribuir también las fuerzas de estas
almas que, estando aún envueltas en el espíritu húmedo y perturbado, vagando en
torno de sus despojos, cometen las mismas maldades que los demonios malignos.
Debido a que por experiencia conocen estas cosas y las almas depravadas y
criminales arrancadas de sus cuerpos por una muerte violenta y las de los hombres
muertos sin absolución ní sepultura permanecen en torno de sus cuerpos y son
atraídas a sus semejantes, los maléficos abusan sin pena para hacer lograr sus ma-
leficios, seduciendo a estas almas desdichadas, ofreciéndoles un cuerpo o
haciéndoles tomar alguna parte, llamándolas con invocaciones infernales,
conjurándolas por los cadáveres informes dispersos en las vastas campiñas, por las
sombras de quienes no fueron enterrados, por los manes que retornan -del
Aqueronte, por las huestes de los infiernos donde una muerte prematurá los
arrastró, por los horribles deseos de los condena-dos y por los soberbios demonios
vengadores de crímenes.
Quien se proponga volver a introducir las almas en sus cuerpos, debe
necesariamente saber cuál es la naturaleza propia del alma, de dónde viene, la
grandeza y número de grados de su perfección, por qué inteligencias está protegida,
por qué intermediarios se difunde en el cuerpo, por qué armonía se unió con él, qué
afinidad tiene con Dios, con las inteligencias, con los cíelos, con los elementos y
todas las demás cosas de las que lleva imagen y semejanza; en fin, por cuáles
influjos se efectúa la unión de todas las partes del cuerpo; pues debe saber todas
estas cosas para practicar el arte de resucitar a los muertos, que no pertenece a los
hombres sino sólo a Dios que puede comunicarlo a quien le plazca, como lo hizo
con Eliseo que resucitó al hijo de la sunamíta. Así se narra que Hércules resucitó a
Alcestes, quien vivió largo tiempo; y Apolonío de Tiana devolvió también la vida a
una joven muerta. Aquí debe notarse que a veces sucede a los hombres que el
espíritu vivificador se retrae en ellos y parecen muertos y despojados de toda
sensación mientras, sin embargo, la naturaleza intelectual permanece unida al
cuerpo y a la forma, subsistiendo el cuerpo tal cual es; aunque la fuerza vivificante
no se ex-tienda sobre él activamente, sino que permanezca retraída, unida con la
naturaleza intelectual, no cesa de existir, y aunque se pueda decir que en este estado
un hombre está verdaderamente muerto debido a que la muerte es la falta de
vitalidad, no obstante este cuerpo no estará verdaderamente separado del alma, y
podrá despertar de nuevo y resucitar a la vida. De esa manera ocurren muchos
milagros, como los observados en siglos pasados entre los gentiles y judíos; en ese
número de hechos puede incluirse lo que narra Platón, en el libro X de la
República, sobre Fereo de Panfilía, que estuvo yacente diez días entre los muertos
de una batalla y que, dos días después de retirado, resucitó sobre su pira y relató
ciertas cosas asombrosas que vio durante esa muerte. En parte hemos contado esas
aventuras en el primer libro y lo volveremos a hacer después con mayor amplitud,
en los capítulos donde trataremos sobre los oráculos que se producen mediante
arrobamiento, éxtasis v agonía de los moribundos.
Capítulo XLIII
EL PODER DEL ALMA HUMANA EN SU PENSAMIENTO,
RAZON Y EIDOLON
El alma humana está compuesto por Pensamiento, mensa Razón, ratio,
y Eidolon, idolum; el pensamiento ilumina a la razón, la razón in-fluye
sobre el eid5l5n y los tres constituyen un alma. Si la razón no es iluminada
por el pensamiento, no está exenta de error. El pensamiento no da luz a la
razón sA Dios no lo ilumina, como luz primera; pues en Dios está la luz
primera que aparece por encima de todo entendimiento; por ello no se la
puede llamar luz inteligible, pero cuando esa luz es c municada al
pensamiento se torna intelectual y se la puede comprender; después, cuando
pasa del pensamiento a la razón, se torna racional, y no sólo puede ser
comprendida sino también cogitada. Luego, cuando por la razón se derrama
en el eid5l5n del alma, es no sólo cogitable sino también imaginable, sin
ser, sin embargo, corporal; mas, cuando de allí pasa al vehículo etéreo del
alma, comienza a tornarse corporal, pero no todavía manifiestamente
sensible hasta que haya pasado al cuerpo ele-mental, simple aéreo o
compuesto, donde esa luz se torna manifiestamente visible para los ojos.
Los filósofos caldeos, considerando este curso de la luz, nos presentan
una larga relación del poder del pensamiento, como algo asombroso;
dicen que el pensamiento, al fijar toda su agudeza sobre Dios, puede llenarse
con la divinidad, y que lleno de esa manera de luz, y atravesando su
rayos cada medio hasta este cuerpo denso, tenebroso, pesado y mortal,
puede también derramar en torno de sí una luz abundante, tornarla semejante
a las estrellas, darle igual resplandor, después, por la abundancia
de sus rayos y ligereza, elevarlo en el aíre como la estopa que el fuego
llameante eleva, o transportar súbitamente bien lejos este cuerpo como si
fuese un espíritu; esto es lo que leemos en los Hechos de los apóstoles
respecto de Felipe, cuando, después de ser bautizado el eunuco en la India,
se le halló al punto en Azota cosas parecidas se leen sobre Abacuc, en
Daniel. Otros, luego de atravesar puertas cerradas, eludieron guardias e
hierros, lo cual lo leemos respecto del apóstol Pedro y de Pedro el exorcista.
Menos se asombrará quien vAo a los famosos melancólicos que se
pasean en sueños, atraviesan lugares intraspasables, ascienden a alturas
inaccesibles y realizan actos corno sí estuviesen despiertos, que personas en
vigilia no podrían hacer; de esto no se halla otra razón en la naturaleza que
una imaginación fuerte B desbordada. Esa virtud está en el hoi
bre, y está en el alma humana desde el origen de la creación, pero según la
diversidad humana esa virtud varía, y es fuerte o débil; aumenta o
disminuye, con ejercicio y uso, por lo que es extracto de poder en acto.
Quien conozca bAen este misterio puede elevarse en conocimiento hasta lo
que su fuerza imaginativa capte en lo alto, y unirse con la fuerza
universal que Alquindo, Baco y Guillermo de París denominan sentido natural,
Virgilio, sentido etéreo, y Platón, el sentido vehicular; entonces se derrama sobre
ella esa virtud etérea y celeste, que la fortifica mediante su esplendor hasta que
concibe las especies, nociones y ciencia de las cosas verdaderas, (de tal manera que
lo concebido en su pensamiento, llega c m lo concibió, y adquiere tan grande poder
que se puede hundir, unir e insinuar en los espíritus de les hombres y darles
certidumbre de sus concepciones, de su voluntad y deseo, incluso a grandísimas
distancias, como sí ellos las captasen a través de sus propios sentidos sobre el objeto
presente) y puede hacer en breve lapso muchas cosas como ,si fuesen realizadas
fuera del tiempo. Pero es no es dado a todos; es privilegio de aquellos cuya fuerza
imaginativa y cogitativa es muy fuerte y llega al fAn de la especulación; tal hombre
es capaz de concebir y anunciar todas las cosas por el esplendor de la virtud
universal, o inteligencia y concepción espiritual que está por encima de sus fuerzas
naturales; y es es! virtud necesaria a la que hay que seguir y la que debe ser
obedecida por todo hombre que busque la verdad. Si la virtud de la imagAnación es,
pues, tan grande que pueda insinuarse por doquier, sin que distancia de lugar nA
tiempo se lo impida, y que a veces arrastre consigo el cuerpo pesado donde ella
sueña e imagina, está fuera de duda que el poder del pensamiento será más grande
mientras realice su naturaleza, no esté agobiada por los apegos de los sentimientos y
se mantenga incorruptible y semejante a ella misma. Pero ahora las almas se llenan
de una luz abundante a ejemplo de las estrellas celestes, y de allí reflejan sobre los
cuerpos una gran abundancia de luz. He aquí cómo la faz de Moisés era tan
luminosa que los hijos de Israel no podían mirarle fijamente a causa del esplendor
de su rostro; es así que leemos en la historia que Sócrates, en su transfiguración,
estaba en medio de una luz tan grande que sobrepasaba a la de las ruedas del sol; es
así que se habla de la transfiguración y elevación corporal de Zoroastro; es así como
Elías y Enoc fueron ele-vados al cielo sobre un carro de fuego; es así como Pablo
fue arrebata-do hasta el tercer cíelo; es por esa razón que podemos decir que
nuestros cuerpos que se llamarán glorificados después del Juicio del mundo, serán
de modo similar arrebatados y resplandecerán como el sol y la luna. Avicebrón el
mauro, AvAcena el árabe, Hipócrates de Ces e incluso toda la escuela de los -caldeos
confiesan y hacen ver que esto se pueda hacer y se hizo. Y se halla en los
monumentos históricos que Alejandro, al hallarse en la India en gran peligro, se
encendió de tal valor que pareció derramar luz a la vista de los bárbaros. También se
dice que el padre de Teodorico echaba chispas por todo su cuerpo; y cierto sabio
informó del mismo que, por todos lados, las llamas salían de su cuerpo mediante
chispas que hacían ruido. Y esa fuerza espiritual no existe sólo en los hombres sino
también, a veces, en las bestias, como el caballo de Tiberio al que se le vio echar
llamas por la boca.
En cuanto al pensamiento, está por encima del destino en la ProvidencAa, y en
consecuencia nada sujeto a las influencias de los cuerpos
celestes, ni a las cualidades de las cosas naturales: la religión es el único remedio
para esto. Mas el eidolon del alma está en el destino, por encima de la naturaleza
que es, de alguna manera, el nexo del cuerpo y el alma, bajo el destino, sobre el
cuerpo; por ello está sujeto a cambios a
causa de los influjos de los cuerpos celestes, y a los deterioros de las cosas
naturales y corporales. Llamo eidolon del alma al poder que vivifica y gobierna al
cuerpo, de donde derivan los sentidos, por el cual siente las-
cosas corporales mediante el cuerpo, mueve el cuerpo por el espacio, lo
gobierna en éste, y nutre un cuerpo en el cuerpo. En este eid5lon dominan dos
virtudes poderosísimas: la primera se llama fantasía, o fuerza imaginativa o
cogitativa, de la que ya indicamos la potencia y de la que también hablamos en el
pasaje sobre las pasiones del alma; la otra es la que se llama sentido de la
naturaleza, de la que hemos hablado en el capítulo de los arúspices. El hombre,
pues, por la naturaleza del cuerpo está bajo el destino; el alma del hombre por su
eid5l5n en el destino, mueve la naturaleza, pero por el pensamiento está por encima
del destino en el orden de la Providencia, y la razón es libre de plano ; por ello el
alma, por la razón, se eleva hasta el pensamiento donde se llena de luz divina; a
veces desciende en su eidolon, donde sufre las influencias de los cuerpos celestes y
las cualidades de las cosas naturales, y es arrastrada
por las pasiones y ocurrencias de los objetos sensibles; a veces el alma ín-
tegra se repliega sobre la razón, argumentando sobre cosas extrañas o
contemplándose. Es posible que la parte del alma racional, que los peripatéticos
llaman intelecto posible, a veces llegue al punto de poder des-cubrir y operar
libremente, sin recurrir a los fantasmas. En fin, el poder
de la razón es tan grande que siempre que se presenta una cosa, ya sea
en el pensamiento, el eid5lon, la naturaleza o el cuerpo, no puede entrar en el alma
sin que allí se aplique la razón. De esa manera, el alma no llega a ver, oir, sentir ní
sufrir lo que sea, mientras la razón cogitativa no lo haya captado antes; lo capta
cuando no está ocupada, y no cuando está absorbida por otra cosa, como lo vemos
patentemente en quienes no observan lo que tienen ante sí mientras su atención está
concentrada en otra parte. Habrá de saberse, pues, que ní las influencia .de lo alto,
ni los afectos naturales, ní las sensaciones, ni las pasiones del cuerpo y del espíritu,
ni ningún objeto sensible pueden actuar sobre el alma ni penetrarla sino es a través
del juicio de l! razón misma. Por ello el espíritu, mediante su solo acto y no por
violencia alguna del exterior, puede ser tocado o perturbado, lo que está
demostrado por la experiencia de una afinidad de mártires. Es así como Anasarco,
filósofo de Abdera, arrojado dentro de una piedra hueca por orden de Nicocreón,
tirano de Chipre, desdeñó el dolor corporal cuando le golpeaban con un martillo de
hierro, diciendo: "Golpea, golpea sobre el caldero de Anasarco; no infundirás pavor
al verdadero Anasarco". El tirano ordenó que se le cortara la
lengua, pero el mismo Anasarco se la cortó con los dientes y se la escupió
en el rostro.
Capítulo XLIV
LOS GRADOS DE LAS ALMAS, SU MUERTE E INMORTALIDAD
El pensamiento, al provenir de Dios o del mundo inteligible, es in-mortal y
eterno; la Razón celeste es de larga duración por el beneficio de su origen
proveniente del cielo; mas el Fidolon, porque sale del seno de la materia y depende
de la naturaleza sublunar, está sujeto a la muerte y a la corrupción. El alma pues, es
inmortal por su pensamiento, de larg! duración por la razón en su vehículo etéreo,
pero resoluble a menos que sea restaurada en el circuito de un nuevo cuerpo; no es
pues inmortal sin l! unión con el pensamiento inmortal, meas; asimismo el eid5lon
del alma, o sea el alma misma sensible y animal, porque es extraída del seno de la
materia, perece con el cuerpo hasta la resolución de éste, o la sombra no subsiste
largo tiempo en los vapores resolutivos de su cuerpo, no participando para nada de
la inmortalidad, a menos que se una a un poder más elevado. Esa alma pues, que
está unida al pensamiento, se llama alma estable y que no decae; pero no todos los
hombres adquirieron el pensamiento puesto que, como dice Hermes, Dios Padre
quiso pro-ponerla como combate y premio de las almas, y quienes descuidan
luchar, privados de pensamiento, esclavos de los sentidos corporales, semejantes a
los animales irracionales, tienen el mismo género de muerte que ellos, como lo dice
el Eclesiastés en estos términos: La muerte de hombres y animales es la misma y la
condición es la misma de ambos lados; tal como muere el hombre, igual mueren los
animales. Todos respiran de modo similar y el hombre nada tiene de más que la
bestia. Por ello, la mayoría de los teólogos cree que estas clases de almas no serán
inmortales y sólo tienen la esperanza de la resurrección que restablezca a todos los
hombres. Agustín dice que esa era la herejía de los árabes que manifestaban que las
almas morían con el cuerpo y que resucitarían con el cuerpo el día del Juicio.
Quienes por la gracia de Dios adquirieron el pensamiento, se tornan inmortales
según sus obras, como dice Hermes, habiendo abarcado con su inteligencia todo lo
que existe en la tierra, en el mar y en los cíelos, y si hay algo más encima del cielo,
a fin de que contemplen también el bien mismo. En cuanto a quienes llevaron una
vida media, aunque no hayan obtenido la inteligencia divina y tengan una suerte de
imagen racional, sus almas, tras salir de sus cuerpos, son relegadas en secretas
moradas donde, experimentando las fuerzas sensibles y realizando aún alguna clase
de actos, gozan excesivamente o sufren violentamente por la imaginación y por las
virtudes irascibles y concupiscibles, y el divino Agustín fue también de esta
opinión en el libro que escribiera sobre el espíritu y el alma. Los sabios de la India,
de Persia, Egipto y Caldea, dicen que esa alma vive muchísimo tiempo después de
su cuerpo, y que, no obstante, no se inmortaliza de inmediato sino pasando por
otros cuerpos. Nuestros teólogos tienen opín:únes mny distintas sobre estas cues-
tiones pues dicen que, aunque las almas sean todas de un mismo origen y de un
mismo nacimiento, el Obrero las distinguió entre sí por grados, no
sólo accidentales sino por ciertos grados intrínsecos enraizados en su
esencia, por los que cada alma es diferente de otra en lo que le es propio; Juan
Scoto es de esa opinión y los teólogos de París decretaron en sus artículos que era
menester tener este criterio. De allí surge lo que dice el Sabio: "Fui niño ingenioso
y recibí en heredad un alma buena, es decir, mejor que muchas otras". Según esa
desigualdad de las almas en sus
grados, cada uno es capaz de su función que recibe de Dios en un don
puro, como se lee en los Evangelios: "A uno dio cinco talentos, a otro dos, y a otro
uno, y a cada uno según su propia virtud". Y el Apóstol dice: "Dio a unos el don del
apostolado, a otros el don de profecía, a otros el don de evangelista y doctor, hasta
l! consumación de los santos, en la obra del ministerio, en la edificación del cuerpo
del CRISTO". Pues, como dice Orígenes, hay ciertas virtudes invisibles a las que,
según él cree, fueron distribuidas las cosas que están sobre la tAerra, que se
distinguen por una dAferencia que no es pequeña, como es necesario entre los
hombres: por ello, uno atAende al soberano grado dé sabAduría o dignidad; otro
difiere poco de las bestias, y apacentándolas se convierte en semibestia; otro
abunda en virtudes y es rico en fortuna; otro no tiene nada o tiene muy poco, y a
menudo lo poco que tiene se lo quitan y dan a otro que está en l! abundancia. Tal
es la justicia divina al distribuir los dones, que corresponden a l! virtud de cada
uno de los que los re-
ciben, a los que también son acordadas recompensas según sus obras, de
modo que la proporción entre dones y méritos sea la mAsma que la existente entre
Tecompensas.
En fin, hay que saber que toda alma noble tiene cuatro clases de operaciones:
una, divina por l! imagen de la propiedad divina; l! segunda, intelectual por la
formalidad de su participación con las inteli-
gencias; la tercera, racional por la perfección de la esencialidad propia;
y la cuarta, animal o natural por la comunión que tiene con el cuerpo y las cosas de
aquí abajo; de tal modo que en todo el conjunto del mundo no hay obra por más
admirable, excelente y milagrosa que sea que el alma humana (que contiene su
imagen de divinidad que los magos ll!man alma estable y que no decae) no pueda
realizar por su propia virtud, sin ningún auxilio externo. La forma pues de toda la
virtud mágica proviene de esa alma del hombre, la que es estable y no decae jamás.
Capítulo XLV
EL VATICINIO Y EL FUROR
El vaticinio es el movimiento que hace que los sacerdotes u otras personas
vean las causas de las cosas y prevean también las cosas por
venir, es decir, cuando los dioses o los demonios hacen descender sobre
ellos oráculos y les transmiten los espíritus; y los platónicos denominan, a estos
descensos, penetraciones de los, espíritus superiores en nuestros espíritus; Mercurio
los llama sentidos de los demonios y espíritus de los demonios. A estas clases de
espíritus los antiguos los llamaron Eurideas y Pitones, y la antigüedad creyó
firmemente que entraban en los cuerpos
de los hombres, y se servían de sus voces y de su lengua para predecir las cosas futuras:
Plutarco también habló, en su Diálogo, sobre las causas de la desaparición de los oráculos.
Pero Cicerón, ateniéndose a la opi-
nión de los estoicos, asegura que la predicción del porvenir no pertenece sino a los
dioses, y el astrólogo Ptolomeo habla así: "Sólo los inspirados
por la divinidad pueden predecir las particularidades". El apóstol Pedro
apoya este criterio, diciendo: "La profecía jamás llegó al hombre a voluntad; bajo la
inspiración del Espíritu Santo hablaron los hombres san-tos de Dios". Isaías afirma
que los vaticinios de las cosas futuras son propios de las penetraciones de los dioses,
cuando expresa: "Anunciad l que debe suceder, y diremos que sois dioses". Estas
clases de penetracioHes o de sentidos no se transmiten en nGestT! alma cuando ella
está atentamente ocupada en la consideración de otra cosa sino solamente cuando no
está ocupada en nada. Hay tres géneros de esta clase de ausencia, a saber, el furor,. el
rapto y el sueño, de los cuales hablaremos ahora por orden.
Capítulo XLVI
LA PRIMERA ESPECIE DE FUROR, PROVENIENTE DE LAS MUSAS
El Furor es una iluminación del alma proveniente de los dioses o los
demonios; de allí el dístico de Ovidio:
En nosotros hay un dios y tambien comunicaciones celestes: este espiritu
nos llega de las moradas etereas.
Platón lo define como alienación y apego, puesto que se retira lo que excít!
los sentidos corporales, se aliena del hombre animal y se apega a la divinidad que le
da las cosas que él no puede buscar con sus propias
fuerzas; pues cuando el espíritu, libre y separado, flojas las riendas corporales, como de
una prisión mal custodiada de la que sale muy fácil-mente, elude por completo las
ligaduras de los miembros (ya que nada lo retiene, impulsado por su propio estímulo y
excitado por el espíritu divAno), comprende todo y prevé las cosas futuras. Hay cuatro
especies de Furores divinos; cada un proviene de su divinidad, a saber, de las Musas, de
Dionisio, de Apolo y de Venus.
El primer furor, proveniente de las Musas, despierta aquí y templa al espíritu y lo
diviniza, atrayendo, por las cosas naturales, las cosas superiores a las inferiores. Las Musas
son las almas de las esferas ce-lestes, según las cuales se halla cada grado por el cual se
efectúa la atracción de las cosas superiores a las inferiores. El más bajo de estos gr!dos,
que representa la esfera de la Luna, gobierna lo relativo a los vegetales, como las plantas,
los frutos de los árboles, las raíces y las cosas que provienen de las materas más duras,
como las pAedras y los metales, sus aleaciones y suspensiones. Así se dice que la piedra de
luna y la piedra de hiena presiden la adivinación; de modo parecido, la verbena y la hierba
teangélide presiden el vaticinio, como lo indicamos antes.
El segundo grado, que representa a Mercurio, gobierna lo relacionado con los
animales y compuestos de la mezcla de diferentes cosas, bebidas y manjares. Así se dice
que el corazón de un topo, sí se lo traga fresco y palpitante, hace adivinar y contribuye al
l gr de lo que se quiere hacer. Y Rabo Moisés Cusense expresa en sus Comentarios sobre
el Levítico que hay un animal udwy, , o ledua, de forma humana, que proyecta de la mitad
de su ombligo un cordón con el que se fija a la tierra como si fuese un! calabaza; hasta
donde llega el cordón, devora y consume para vivir todo lo que haya alrededor de él, y no
es posible atraparlo porque desaparece ante la vista, a menos que se corte esa cuerda de
un flechazo; entonces muere y todo aquel que aplique en seguida sus huesos, de
cierta manera, sobre su boca, experimentará füior y producirá oráculos sobre todo l que se
le pida.
El tercer grado de furor es la esfera de Venus; este grado gobierna los polvos
sutilísimos, los vapores, los olores, y los ungüentos y perfumes; de ello hablamos antes.
El cuarto grado pertenece a la esfera del Sol; este grado gobierna la voz, las palabras, los
cantos y los sones armoniosos cuya suave cadencia
disipa del alma l! discordia que la perturba, y eleva el coraje. De allí surge que Hermes,
Pitágoras y Platón ordenen apaciguar y exaltar el espíritu con el canto y la armonía. Así
se dice que Timoteo enfureció al rey Alejandro con sones; es así como el sacerdote
Calamense, según lo expresa Aurelio Agustín, con la ayuda de cierta armonía
quejumbrosa y se levitaba a voluntad en rapto y éxtasis. Antes también hablamos de
estas cosas.
El quAnto grado corresponde a Marte; este grado posee las violentas fantasías,
pasiones, ideacAones y movimientos del espírAtu; todas estas cosas fueron ya explicadas.
El sexto grado depende de Júpiter; este grado gobierna las discusiones de le razón, las
deliberaciones, las consultas y las absoluciones morales; estas cosas ya fueron mencionadas
y no hablaremos más de ellas. Tiene incluso debajo de sí las admiraciones y veneraciones;
el asombro detiene a veces de tal modo a la imaginación y la razón que olvidan súbitamente
todos sus retes; de allí que entonces el pensamiento mismo expuesto solo a la divinidad, ya
se trate de Dios o de un demonio, conciba los influjos superiores y divinos, es decir, los
que se propusiera antes en su deliberación. Es así como leemos que las SAbilas y los
sacerdotes de la Pitia obtenían los oráculos en los antros de Júpiter y Apolo.
El septimo grado representa a Saturno; este grado gobierna las inteligencias más
secretas y las contemplaciones tranquilas del pensamiento; llamo aquí contemplación a la
libre claridad del pensamiento suspendido con admiracion sobre los espectáculos de la
sabiduría; pues la cogitación que se realiza on enigmas o imágenes, es una especAe de
especulación o razonamiento que pertenece a Júpiter, y no es una contemplación.
El octavo grado, que representa al cíelo estrellado, concierne a la concierne a la
situacion movimientos, rayos y luz de los cuerpos celestes; también tiene las imagenes
anillos y cosas semejantes que se fabrican según la regla de las cosas celestes de lo cual ya
hemos hablado.
El noveno grado corresponde al primum mobile, es decir, a la novena esfera o al
unAverso mismo; este grado tiene las cosas más formales, como los numeros,las figuras y
los caracteres, y concierne a las influencAas ocultas de l as intel igen cia s del cielo y los
demás misterios, los cuales, debido que llevan efigie de las divinAdades celestes y de los
cuerpos invocados atraen fácilmente, los fuerzan a allegarse como empujados por cierta
necesidad de conformidad, y los retienen con facAlidad para impedirle s par t i r . de ellos
leemos en los oráculos de Porfirio:
Deteneos por fin, no hableis mas, soltad la cinta, desechad las antiguas
figuras, elevad los miembros y destruid estas groseras envolturas.
en otro sitio dice:
Librad los pies de estas guirnaldas y lavadlos en las bellas aguas claras;
quitad de la mano estos laureles verdes; que toda linea sea destruida; que
todos los caractres sean destruidos.
Hemos descrito• con bastante extensión todas estas cosas y más adelante volveremos a
hacerlo.
Capítulo XLVII
LA SEGUNDA ESPECIE DE FUROR, PROVENIENTE DE DIONISIO
El segundo Furor, procede de Dionisio; éste, mediante expiaciones exteriores e
interiores, exorcismos, sacramentos, solemnidades, ceremonias, consagraciones y
observancias conduce al alma hacía el pensamiento, su parte suprema, y crea como
un templo impoluto y digno de la preferencía de los dioses, donde habitan los
espíritus divinos; entonces, el alma, teniéndolos como compañeros de vida, con su
presencia se llena de felicidad, sabiduría y oráculos, no con marcas, signos ni
conjeturas, sino con cierta agitación espiritual y con un movimiento desembarazado
y libre: es así como Baco producía los oráculos en Beocia, Epiménides en Cos y la
Sibila Eritrea en Troya.
Este furor a veces sobreviene mediante una clara visión, a veces expresada con
la voz: es así como Sócrates era regido por su demonio, del que seguía
escrupulosamente los consejos y escuchaba a menudo la voz en sus oídos, y al que
veía con frecuencia en forma de demonio. Los espíritus fatídicos se presentan
también como compañeros visibles a los muy purificados; de esto hay muchos
ejemplos en las Sagradas Escrituras, como los de Abraham y su sierva Agar, de
Jacob, Gedeón, Elías, Tobías, Daniel y muchos otros. Es así como Adán tuvo
relación familiar con el ángel Raziel; Sem, hijo de Noé, con lophiel; Abraham, con
Zadkiel; Isaac y Jacob con Peliel; José, Josué y Daniel, con Gabriel; Moisés, con
Metattron; Elías, con Maltiel; el joven TobNas, con Rafael; David, u I Cerniel;
Manne, con Fadael; Cenez, con Ceruel; Ezequiel, con Hasmael; Esdras, con Uriel;
y Salomón, con Miguel. A veces estos espíritus, por su virtud, entran en un cuerpo
animado y orgánico, sea animal o humano, adueñándoselo; al servirse entonces de
su alma como de una base, producen palabras mediante los instrumentos
corporales, como lo demuestra patentemente la burra de Balaam, y Saúl en quien se
deslizó el espíritu del Señor que le hacía profetizar. Apolo habla así de estas cosas
en las respuestas, según Porfirio:
El resplandor de Febo, atraido por encantamiento, fluyo de lo alto, llevad5
silenciosamente por el aire puro; cayo en el corazon inocente, expirando un h6lito
sonoro, invadio el pensamiento capaz de divinidad santa, y produjo la palabra en un
cuello mortal.
Capítulo XLVIII
LA TERCERA ESPECIE DE FUROR, ENVIADO POR APOLO
En cuanto al tercer Furor, proviene de Apolo, es decir, del pensamiento del
mundo; aquél, mediante ciertos misterios santos, votos, sacrificios, adoraciones,
Anvocaciones y determinados artificios sagrados, o ciertas composiciones secretas,
donde los dioses hicieron afluir la virtud de su espíritu, hace ascender el alma hasta
el pensamiento supremo, uniéndose con las divinidades y los demonios; es así que
leemos que al ponerse el Ephod sobre las personas, estas profetizaban tan pronto se
les aplAcaba; es así como leemos en el libro de los Senadores en los capítulos de
Eleazar, que Rabí Ismael preparó unos pasteles que llevaban inscriptos ciertos
nombres divinos y angélicos, y así consagrados, quien los comía con fe, esperanza y
caridad, resplandecía al punto con espíritu profético de sabiduría. Leemos en el
mismo sitio que Rabí Johenan, hijo de Jochahidi, iluminó a un burdo labrador
llamado Eleazar, que era total-mente iliterato, y hallándose súbitamente penetrado
de luz, explicó sAn que se lo esperara, en la asamblea de los sabios, misterios tan
profundos que asombró a todos; también está el recuerdo de cierto Heraisco egipcío,
dotado de tal naturaleza divina, que ante la sola vista de simulacros que encerraban
una divinidad, de inmediato le acometía el furor divino. Leemos, de modo parecido,
en l!s Sagradas Escrituras que estando Saúl en la asamblea de los profetas, el
espíritu del Señor cayó sobre él y profetAzó, y que al abandonar la asamblea de los
profetas, dejó de profetizar. Una cosa parecida sucedió a los lictores que Saulo envió
para que prendAeran a David, los que al ver la asamblea de los profetas y a Samuel al
frente, recibieron el espíritu del Señor y también profetizaron.
A menudo, en los profetas arrebatados de furor hay tan grande abundancia de
luz que se apodera igualmente de quienes están cerca de ellos, imponiéndoles un
espíritu semejante; no es pues increíble que un ignorante se convierta súbitamente
en hombre lleno de sabiduría y que, de nuevo, de sabio se torne ignorante. Existe
cierto arte (conocido por poquísima gente) de instruir, embellecer e iluminar el
espíritu fiel y puro del hombre, de tal manera que puede salir de las tinieblas de la
ignoran-cm y ser elevado súbitamente hasta las más altas luces de la sabiduría y las
ciencias; por el contrario, hay un medAo, con el auxilio de ciertos arcanos ocultos, de
despojar a los inmundos e incrédulos del mismo don de sabiduría y doctrina, y de
arrojarlos en su primera ignorancia. El espíritu humano puede también, según lo
informa Apuleyo, principalmente sí es simple y puro, por la desviación y desapego
producidos ? T ciertas cosas sagradas, amodorrarse y exteriorizarse en el olvido de
las cosas presentes, de modo que durante la memoria de su cuerpo, retorna a su
naturaleza divina y, así iluminado por una luz divina y lleno del hálito de un furor
divino, prevé el porvenir y además adquiere el poder de
realizar ciertos efectos maravillosos. Esto es lo que hace decir a Jámblico: "Cuando los
adivinos tienen el hálito del espíritu de Dios, nada temen, nada los detiene; pues van
por donde nadie puede ir, caminan sobre el fuego impunemente y atraviesan los ríos".
Es así que leemos que ciertos antros (como los de Apolo y Trofonio), trebedes,
cavernas, fuentes, lagos y cosas semejantes eran dedicados a los dioses de ese modo, o
preparados para este misterio, para que los sacerdotes exteriorizasen allí el espíritu de
profecía, como dice Jámblico al escribir a Porfirio: "La sibila recibía al dios Delfos de
dos modos; o por el espíritu sutil y el fuego que salía de una parte de la boca del antro,
o bien permaneciendo también sentada en el santuario sobre un trípode de cobre
consagrado a la divinidad, y (le una u otra manera, impulsada por el espíritu divino,
producía los oráculos; a veces un gran fuego que sale del antro rodea a la sibila por
todas partes y la colma con su divinidad, o firme en el sitio sagrado por el cual el dios
la inspira, lanza súbitamente sus vaticinios. Está también la sacerdotisa fatídica
sentada en en medio de ramas, o que tiene en la mano una vara recibida de alguna
divinidad, o que baña sus pies
o el borde de su túnica en las olas, o que extrae de las aguas el vapor
del fuego. T d esto la llena de un esplendor divino y ella pronuncia los oráculos que
salen llenos de cosas".
También descubrimos en l! historia que otrora, en el paNs de Tracia, existía un
santuario dedicado a Liber, donde se formulaban oráculos y vaticinios: los sacerdotes
de este templo cumplían su oficio después de muchas libaciones. Entre los elarAos,
donde estaba el templo de Apolo Clario, los autorizados a producir oráculos
efectuaban los sacrificios después de haber bebido agua. También está la fuentecilla
fatídica del Padre de Acaya, que pronunciaba oráculos, ubicada frente al templo de
Ceres; quienes concurrían allN a consultar sobre la salud de los enfermos, hacían
descender poco a poco un espejo, que sujetaban con un hilo. hasta el fondo del agua, y
tras efectuar ciertas súplicas y quemar algunos per-fumes, se presentaban en el espejo
el desarrollo de lo solicitado. Había también más lejos de Epidauro, ciudad de Laconia,
un profundo pantano, que se llamaba agua de Juno; al arrojar allí pasteles de trigo, se
recibían respuestas, buenas sí las aguas retenían tranquilamente los pasteles, y malas sA
los rechazaban como con desprecio. También se ha dicho que los cráteres del Etna
realizaban lo mismo, pues al arrojar piezas de plata o vNctimas, se recibían buenos o
malos presagios ya fuese que los retuviesen o rechazasen. Dion relata, de modo
parecido, cosas de esta índole en la Historia romana, sobre el lugar que dice que se
llamaba Ninfeo, donde al arrojar de l! misma manera incienso en las llamas, se recibía
oráculos sobre todo lo que cada uno deseaba saber, excepto sobre la muerte y lo
relativo al matrimonio. Hay incluso algo maravilloso que nos dejó Aristóteles por
escrito respecto de la fuente de los paliscos de Sicilia; quienes llegaban allí a formular
juramento, después de haber escrito y firmado sobre tablillas cuanto querían afirmar,
l!s arrojaban en la fuen-
te, y si era verdad se las veía flotar sobre el agua, mas sí era juramento falso se
hundían de inmediato hasta el fondo: entonces surgía súbitamente un fuego que
reducía a cenizas al perjuro. En la ciudad de Dodona había uiia encina que, al ser
consultada, se m BN! y producía un sonido. En el mismo lugar había también una
estatua, con una vara en la mano,
que golpeaba un caldero que tenía cerca, y que respondía con golpecillos;
de allí nace lo que leemos en la epístola de Ausoni a Paulino:
Y el tintineo del caldero de Dodona, no cesa hasta que lis receptaculos
tocados en cantidad por tus varas que los sacuden, responden, dociles, can
g5lpecillos.
Capítulo XLIX
LA CUARTA ESPECIE DE FUROR, ENVIADO POR VENUS
En cuanto al cuarto Furor proveniente de Venus, cambia y trasmuta el espíritu
del hombre en Dios por el ardor del amor, Y le torna total-mente semejante a Dios,
como la propia imagen de Dios. Esto hace decir a Hermes: "Oh Asclepias! Es un gran
milagro que el hombre, animal honorable Y adorable, por tomar la naturaleza de Dios
que le convierte en Dios, ha conocido la raza de los demonios, de modo que sabe que
salió de una fuente parecida a ellos; considera la parte de naturaleza humana en él,
fortificado por la divinidad de la otra parte. El alma pues modificada y convertida en
semejante a Dios, recibe de él tan grande perfección que conoce todas las cesas por
cierto contacto esencial de l! divínídad, que la eleva por encima de todo intelecto; es
por ello que Orfeo des-cribe el amor sin ojos, porque está por en_cim! del
entendimiento. Entonces eI alma, así convertida en Dios por el amor, y elevada por
encima de la esfera intelectual, además de haber adquirido por la pureza de su virtud el
espíritu de vaticinio y profecía, efectúa a veces obras más maravillosas y grandes que
la naturaleza del mundo, y tal obra se Llama milagro. Así como el cielo por su imagen,
su luz y su calor realiza cosas que le fuerza del fuego no cumple por su cualidad
natural (lo que se aprecia clara-mente en las operaciones de alquimia y por la
experiencia misma), de igual modo Dios por su imagen v su luz, cumple cosas que el
mundo n puede realizar por su virtud innata: le imagen de Dios es el hombre, y quien
es semejante a Dios por el furor de Venus sólo vive por el pensamiento, con el corazón
lleno de Júpiter. El alma del hombre, según los doctores hebreos y cabalistas, es
definida como una luz de Dios, creada a imagen del Verbo, primer ejemplo de 1 causa
de las causas, sustancia de Dios, representada por un sello cuRes eara+Iteres son el
Verbo eterno.
Al considerar esto, Hermes Trismegisto dice que "el hombre es de tal condición que
sobrepasa a los habitantes del cielo, o que, al menos, está en posesión de una misma
suerte".
Capítulo L
EL RAPTO Y EL ÉXTASIS, Y LOS VATICINIOS QUE SOBREVIENEN
A LOS EPILÉPTICOS, A LOS DESVANECIDOS Y A LOS AGONIZANTES
El Rapto es una abstracción, una alienación y una iluminación del alma,
proveniente de Dios, por l! que éste retira al alma de la tierra donde se la hiciera
descender. Esto es causado por una perpetua contemplación de las cosas más
sublimes, la que mientras une el espíritu por una profundísima tensión a la sabiduría
incorporal, lo separa de los objetos sensibles y del cuerpo por medio de agitaciones
vehementísimas; y como dice Platón, de tal manera que a veces abandona su cuerpo y
parece hallarse separada; esto es lo que cuenta Aurelio Agustín sobre el sacerdote
calamense del que hablamos antes, que permanecía acostado, como muerto, sin
respirar ní sentir el fuego ni el hierro. El imperio del alma es pues tan grande cuando
sigue a su estado de naturaleza, sin ser agobiada por las atracciones de los sentidos,
que asciende súbitamente por su propia virtud, permaneciendo no sólo en su cuerpo,
sino también rompiendo a veces sus cadenas y volando hasta el cíelo, donde muy
cerca de Dios y semejante a él, convertida en receptáculo de sus dones, recibe, en la
luz divina la plenitud de los oráculos. Esto hace decir a Zoroastro: "Es preciso que
ascendáis a la luz misma y a los rayos del Padre que os ha enviado un alma revestida
de la plenitud de su pensamiento". Y Trismegisto dice: "Habrá que ascender por
encima de los cíelos y traspasar
bien lejos los coros de los demonios". Y Pitágoras dice: "Si al abando-
nar el cuerpo atraviesas el libre éter, serás un dios inmortal". Así hallamos en Hermes
que Sócrates, Xenócrato, Platón, Plotino, Heráclito, Pitágoras y Zoroastro,
transportados en el rapto, adquirían así la sabiduría de muchas cosas. Leemos también
en Herodoto que otrora existió en Proconeso un filósofo de sabiduría maravillosa,
llamado Ateo, cuya alma a veces salía del cuerpo, y después de largos viajes, volvía a
él más sabia que antes. Plinio dice que el alma de Harmon de Clazomene realizaba
salidas semejantes, dejando allí a su cuerpo, y que narraba también de muy lejos una
cantidad de cosas verdaderas. Incluso en nuestros días,
entre los noruegos y pílapíos hay gran cantidad de personas que abando-
í nan sus cuerpos durante tres días enteros y que, al volver, narran cant
dad de novedades sobre países distantes, pero mientras viajan es preciso custodiar sus
cuerpos, para que ningún animal les pase por encima y lis
destroce, pues de lo contrario, se dice, estas almas no volverían a ingresar
en sus cuerpos.
Hay que saber, pues, que según la doctrina de los egipcios, al ser el alma cierta
luz espiritual, cuando está separada del cuerpo, penetra en todo lugar y tiempo: igual
que una luz encerrada en una linterna, cuando ésta es abierta, se derrama sobre todas
las cosas sin desaparecer porque está por doquier y siempre; y Cicerón, en su libro de
la Adivinación, di-ce: "El espíritu del hombre no adivina jamás a no ser que esté en tan
gran libertad que nada tenga que hacer con el cuerpo, o bien poco". Cuando se llega,
pues, a este estado, que es el grado soberano de la perfección -contemplativa, entonces
se separa de todas las especies creadas y comprende, no por las especies adquiridas,
sino por la inspección que realiza en las ideas, y conoce todo a la luz de las ideas.
Platón dice que sólo hay poquísimos hombres que tienen parte de esta luz en esta vida.
pero que todos los dioses participan de ella.
El síncope y el morbo comicial imitan también, hasta cierto punto al rapto, y
muy a menudo se producen vaticinios como sí el rapto real. mente existiese : en efecto,
leemos en la historia que Hércules y muchos árabes descollaron en esta clase de
vaticinio. Hay también ciertos vaticinios intermedios, entre las adivinaciones naturales
y los oráculos sobre-naturales, es decir, los que por exceso de una pasión, como amor,
tristeza, sollozos y agonía de muerte, predicen las cosas futuras, tal como leemos en
Estacio respecto de l! madre de Aquiles:
Nec vana parentum
Expavit vitreo sub gurgite remos.
En efecto, en nuestros espíritus hay cierta fuerza transparente y cap!z de
comprenderlo todo, sepultada en las tinieblas del cuerpo y detenída p r los obstáculos
de la mortalidad; tras la muerte, adquirida la inmortalidad y liberada del cuerpo, posee
el conocimiento pleno y perfecto. De allí les sobreviene a veces, a quienes están cerca
de la muerte v debilitados por la vejez, un rayo de luz extraordinaria porque el alma
está entonces menos estorbada por los sentidos y comprende más sutil-mente, y al ser
sus ataduras un tanto más flojas, sin hallarse más bajo la total servidumbre del cuerpo,
y por así decirlo, encontrándose cerca del lugar donde debe emigrar, percibe con
facilidad las revelaciones que entonces le son presentadas en sus agonías. De allí surge
que Ambrosio, en el libro de la Resurrección, diga: "Nuestra alma está muy cómoda
para salir de la prisión corporal; se entrega a movimientos de libertad en el aire sin
saber de dónde viene ní adónde va". No obstante, sabemos que vive después de la
muerte del cuerpo y que una vez liberada de las trabas de sus propios sentidos, observa
libremente lo que antes no veía cuando estaba encerrada en el cuerpo; esto lo podemos
juzgar por el ejemplo de los que duermen, cuyos espíritus, como sí reposasen tras la
sepultura de sus cuerpos, ganan las alturas y transmiten a sus cuerpos visiones de cosas
distantes e incluso celestes.
Capítulo
LIII
LA PREPARACION PARA RECIBIR LOS ORÁCULOS
Todo hombre que, deseoso de alcanzar el estado supremo del alma, acuda a
solAcitar los Oráculos, debe necesariamente, para lleg4r a ello, prepararse mediante
castAdad, santidad, pureza y limpieza de modo que su alma no esté manchada por
ningún prurito inmundo ni guarde en su
corazón nzIgGI! cAcatriz de pecados; deberá incluso apartar su espíritu
enteramente de las cosas vulgares, purificarlo, en la medida en que la necesidad de l!
naturaleza lo permita, de toda enfermedad, debilidad espiritual, maldad y defectos
similares, y de toda condición contraria a la razón que la sigue como el orín al hierro,
uniendo y disponiendo armoniosamente lo que procura calma mental: pues se debe
estar en ese estado sA se quiere recibir las respuestas más verídicas y eficaces. Para
saber cóAno purificar nuestro espíritu y restaurarlo en su pureza divina debemos
aprender de la religión y le sabiduría: pues no hay religión sím sabiduría, ni sabiduría
sin religión. L! sabiduría, dice Salomón, es árbol de vida para quienes la abrazaron.
Y Lucrecio dice de la sabiduría que es una invención de Dios o un hálito divino, en
estos versos:
.Ese era Dios! .Si, ese er? Dios, famoso Memmio, el primero que hallo esta
manera de vivir que ahora se l!wna sabiduria y que, con su arte, en medio de tan
gr?ndes olas tempest:os?s y de tinieblas tan densas, establecio la vida en tan gran
tranquilid?l y tan bello dia.
De modo parecido se entiende que es una iluminación die: ína, lo que hace que
Demócrito sólo considere personas sabías a las sacudidas por cierto furor
divín ,, como ocurriera con Minos de Creta de quien se dice que aprendió todas las
cosas de Júpiter en frecuentes conversaciones que sostuvo con el dios sobre el monte
Ida. Así es come los atenienses dicen que Meleságora de Eleusis se convirtió en sabio
en la escuela de las :infas; también leemos que Hesíodo, siendo pastor en Beocia,
tras llevar su hacienda cerca del monte Helicón, recibió allí ciertas zampoñas de las
Musas y que al punto adquirió el don de la poesía. Recibir instantánea-mente dones
de ese modo no corresponde a un espíritu humano sino a un espíritu divinamente
inspirado, es decir, en el que Dios opera todas las cosas; pues, al transportarse DNos
mismo a las almas santas, hace que los profetas y taumaturgos sean podérosos en sus
obras y palabras, como lo expresan Platón y Mercurio e igualmente el pitagórico
Xisto, afirman-do que tal hombre es templo de Dios, o que Dios es su huésped. Esta
doctrina es confirmada p r nuestro Pablo que llama al hombre "templ de Dios", y
dice en otra parte: "Soy omnipotente en quien me fortalece". Pues Dios mismo es
nuestra fuerza, sin la cual (como él mismo lo de-clara) nada podemos. Aristóteles
también confiesa, en el libro de los Meteoros y en su Moral, que no tenemos ninguna
virtud natural ní moral sino de Dios; y en el libro de sus secretos expresa que el
entendimiento bueno y sano puede entrar en los secretos de la naturaleza mediante el
concurso e influjo de la virtud divina, y de lo contrarío, nada. Este Anflujo lo
recibimos tan sólo cuando nos libramos de impedimentos agravantes, de ocupaciones
carnales y terrestres, y de toda agitación externa, pues un ojo legañoso y sucio no
puede mirar cosas demasiado luminosas, y no p drá comprender las cosas divinas
quien ignore la purificación del espíritu. Es preciso que estos pocos lleguen paso a
paso y como sí ascendiesen un grad tras otro a esta pureza de espíritu, pues el
reciente-mente iniciado en estos misterios no comprende al punto todas las cosas con
claridad debemos acostumbrarnos poco a poco hasta que el entendimiento predomine
en nosotros y, aplicándose a la luz divina, se mezcle con ella.
Una vez pues, purificada y expiada el alma humana, libre de tod! vicisitud, salen
en libertad v con movimientos propios, asciende a lo alto, recibe los dones divinos y se
instruye también ella misma, cuando se la ve tomar su conocimiento en otra parte;
entonces no necesita recordación ni demostraciQn, como resultado de su sagacidad
natural y como por su pensamiento, que es la cabeza y el cochero del alma, imita la
naturaleza de los ángeles, obtiene al instante 10 que quiere, sin depender de la sucesión
ní del tiempo. David no fue literato y de pastor se convirtió en profeta, sapientísimo en
cosas divinas; Salomón, en el sueño de una noche, recibió la plenitud del conocimiento
de todas las cosas del cíelo y la tierra; así fueron instruidos Isaías, Ezequiel, Daniel y
los demás profetas igual que los apóstoles; y pitagóricos y platónicos opinan que el
alma, por vía del purgatorio, sin otro estudio ní indagacAón, con una sola comunicación
externa, módica y facilísima, que ya poseen en lo alto los inteligibles, puede adquirir la
ciencia perfecta de todo lo cognoscible; puede también, con expiación extrínseca llegar
al punto de comprender todas las cosas sin división, con su forma sustancial. El
espíritu se purí-
fica y expía con la pureza, la abstinencia, la penitencia, la limosna y tam. bién con
ciertas prácticas sagradas, como será demostrado después; pues el alma debe ser curada
con los estudios de las religiones, estudios ocultos para el vulgo, a fin de que sanada,
afirmada por la verdad y munida de protecciones divinas, no tema las sacudidas futuras.
Capítulo LIV
LA PUREZA Y SU CONSERVACION
La Pureza deberá conservarse primeramente en el régimen de vida, en las obras, en
los afectos, expulsando todas las impurezas y perturbacíones del alma y todo lo ofensivo
para los sentidos y el espíritu, así como todas las cosas que en el hombre son contrarías
al cíelo, no sólo si están en el alma y el espíritu sino también las que están en el cuerpo y
en torno de éste; pues tal limpieza es considerada muy útil para la pureza espiritual. Por
es! razón, los filósofos pitagóricos apasionadas por la posesión de los oráculos, luego de
cantar alabanzas divinas, se lavaban en un rAo o en un baño, y vestían túnicas blancas, de
lAno, pues juzgaban profana una vestidura de lana, como si fuese excremento, abono
animal de ganado; permanecían en una habitacAón pura y perfectamente inmaculada.
Los brahamanes, sabios de la IndAa, se lavaban de la misma manera en_ la fuente
llamada Dirce, en Beocia, despojándose de todas sus ropas, untándose antes las cabezas
con gotas de esencia de ámbar y aromas apropia-dos para ello; después de estar
suficientemente purificados según su rito, se dirigían hacia el Mediodía, vestidos con
atuendos blancos, de lAno, la blanca mitra sobre la cabeza, llevando anillos en los dedos
y sosteniendo bastones en sus manos. Fue norma santa entre los ffimnosofistas la de
lavarse de la misma manera tres veces por día y dos veces por la noche
con agua fría antes de entrar en los lugares secretos donde reposaban las
cosas sagradas; también se servían de vestiduras de lino lavadas con agua fresca cada
día. Hallamos cosas parecAdas en HésAodo respecto del rito de ablución, en el libro de las
obras de los días, donde canta:
Nadie osara ofrendar vino a Jupiter ni a los inmortales por l? ~-Una sin lavarse
antes las manos; sin ello aquellos nu los escuchan y des-precian todas las plegarias
de los mortales.
Cuando un inicuo acude al rio sNn lavar sus manos, las dioses se enfadan con el
y le prodigan males.
Por eso, en Virgilio, Eneas habla así a su padre:
Padre mio, toma en tus manos las cosas sagradas y los dioses pena-tes; seria
criminal que las tocase, al salir de tan gran guerra y reciente masacre, antes de
lavarme en una corriente de agua viva.
Pues era costumbre de los gentiles, cuando debían sacrificar en honor de los
dioses de lo alto, higienizar sus cuerpos con abluciones. Pero
cuando debían ofrendar en honor de divinidades de lo bajo, bastaba la
aspersión. De allí que en Virgilio, Dido preparando sacrificios para los dioses de abajo,
d i ga :
Querida nodriza mia, haz venir aqui a, mi hermana Ana y dile que se apresure a
efectuar la aspersion sobre el cuerpo c5n el agua del rio.
Y en otra parte, donde muestra a Eneas llevando a los infiernos la
rama de oro a Proserpina, canta así:
Eneas cruza la entrada y echa agua fresca sobre su cuerpo.
E incluso cuando cuenta la inhumación de Misena:
Derrama tres veces agua pura en torno de sus companeros, efectuando
aspersiones de leve rocio con un ramo de olivo .propicio.
El hombre que está en posesión de esta limpieza y pureza se torna celeste y
espiritual, y de esa manera se prepara para ver a Dios y unirse a él, siempre que le
sirva con cuerpo limpio y pensamiento puro, y guarde en todas las cosas la limpieza,
en sus entrañas, en su piel, en sus ropas, en sus utensilios, en sus habitaciones, en sus
dones, en sus oblaciones, en sus hostias y en sus sacrificios; la limpieza de todas estas
cosas purifica hasta el aire, y atrae el influjo tan puro de los seres celestes y divinos
igual que los puros ministros de Dios y los buenos demonios; pero a ve-ces también
los espíritus inmundos y los demonios malignos exigen esa limpieza para hacerse
adorar o para engañar, y, en consecuencia, ante todo es menester observar la pureza del
espíritu y del corazón, a la cual los poderes inmundos no pueden elevarse.
Capítulo LV
ABSTINENCIA, AYUNO, CASTIDAD Y SOLEDAD;
TRANQUILIDAD Y ASCENSO DEL ESPIRITU
De modo parecido, la abstinencia es, para quienes la guardan con constancia,
preservación y defensa contra los vicios y los demonios malignos; convierte su espíritu
en templo inmaculado donde mora Dios, y une su pensamiento a Dios; no hay nada
mejor para la salud y el buen egAAilibrio del temperamento como no acumular 10
superfluo ni sobrepasar la medida necesaria para vivir, pues no hay que ingerir
alimento más fuerte que la naturaleza sino más bien lo que fortifica a ésta, como algunos
dicen del CRISTO que ingería tal medida de alimento que no producía lo
superfluo de la cuarta digestión. Muchos otros, comiendo poco, tuvieron el goce de la
salud y de la agilidad corporales, como Moisés y Elías, que ayunaron cuarenta días
seguidos. Por eso brilló el rostro de Moisés y Elías transportó su cuerpo donde quiso
como un espíritu sin pesadez. Los magos y los filósofos dicen que nuestro espíritu no
se nutre como algo terrestre, ní como un cuerpo p r la mezcla de alimentos o bebidas,
recibiendo el alimento a través de ciertos órganos, sino que toma su alimento por todo
el cuerpo a la manera de las esponjas, o sea, los más finos vapores que penetran en el
cuerpo por todas partes. Por ello, quieren tener el espíritu puro y fuerte, ingieren
alimentos más secos, aligeran el cuerpo denso y burdo con ayunos y lo permeabilizan
fácilmente por temor a que su pesadez no sea causa de que el espíritu se espese o
sofoque; luego mantienen el cuerpo limpio con lociones, fricciones, ejercicios y
vestimentas, y fortalecen el espíritu con lustraciones y fumigaciones, conduciéndolo a
una sinceridad pura y sutil. Por tanto, en la bebida y l! comida debemos conservar la
pureza de la abstinencia, corono los filósofos pitagóricos que, guardando en la mesa
santidad y sobriedad, llevaban una vida de total templanza. L! templanza de vida y la
complexión no nos causa, de por sí. ningún desorden de abundancia de humores que
pueda excitar nuestra fantasía hacia alguna imagen, v hace que nuestra alma, muy a
menudo adormecida y a veces también despierta, esté siempre dispuesta a recibir el
influjo de lo alto. Los pitagóricos pro-meten, además, a quien se rija sabiamente con
las reglas de la abstinencia, todos los movimientos espirituales y corporales, salud
perpetua espAritual y corporal, e incluso longevidad. Así los braharnanes sólo recAbían
en su congregación hombres que se abstenían de vino, carnes y vicios, diciendo que
sólo podía conocer a Dios quien, por transformación divina, se tornaba semejante a él;
esto, según Fílóstrato, los bajos indios también lo
aprendAeron de Fraotes.
Además debemos abstenernos de todo lo que pueda mAmar al espíritu, de la
codicia y la envidia, que son, según Hermes, siervas de la injusticia, que llevan el
peTAsamiento y la mano hacia las malas acciones: de la
ociosidad, y de la lujuria, pues el alma sofocada en el embotamiento la
voluptuosidad, nada celestial puede prever. Por ello, los sacerdotes Atenas,
llamados en griego hierofantes, según cuenta Jerónimo, para cc portarse más
castamente en lo sagrado y aplicarse bien al servicio divi conservaban la
costumbre de emascularse, ingiriendo pociones de tico Además, la Castidad de
pensamiento consagrado a Dios (como lo ens( Orfeo a Museo en el cántico de
todos los dioses) convierte a nuestra al: en templo de Dios, eterno y siempre
preparado. Debemos incluso abe nernos de toda la multitud y diversidad de
sensaciones, afectos, imagiA ciones, opiniones y pasiones que hieren al espíritu
y pervierten el jui( de la razón, como lo observamos patentemente en los
apasionados, en dioses y ambiciosos. Por ello Cicerón llama a estas pasiones
(en s Cuestiones tusculanas) enfermedades del espíritu, males pestilenciales;
Horacio las denomina furores o locuras, cuando canta:
Mil locuras en los doncellas, mil furores en los mancebos.
El mismo parece también pensar que todos los hombres son un po locos en
esto; por eso se lee en el E lesiastés: El número de los necios infinito. Por ello
los estoicos niegan que el sabio esté sujeto a las pass nes; a estas clases de
pasiones, digo, nue siguen el contacto de los sentido pues las pasiones
racionales y mentales concuerdan con el sabio. Pare que ésta era la opinión de
Boecio cuando canta que es preciso deshacer de algunas pasiones en la búsqueda de la
verdad, en estos versos:
Tu.quo que si vis Pelle timorern,
Lumine claro Nec dolor ads t,
Cernere verum Spemque fugato,
Tramite recto Nubila mens est,
Carpere callem: Vinctaque frenis
Gaudia pelle, Haec ubi regnant.
Es pues necesario librar nuestro espAritu de toda confusión, despojar] y
desviarlo completamente de estas clases de pasiones, a fin de que pod^ mos
hallar la verdad en toda su simplicidad.
Se dice que muchos filósofos la hallaron verdaderamente habiend morado
largo tiempo en soledad; pues el espíritu liberado, por la soledac de toda
preocupación por cuestiones humanas, entregándose íntegrament a las
divinidades sagradas v celestes, siente la necesidad de realizar lo qu las gracias
celestes le inspiran. Así Moisés, legislador de los hebreos, c más grande de los
profetas, instruido en toda la sabiduría de los caldeos
egipcios, cuando quiso se?!r!rse de la vida de los sentidos, se retiró e: las
vastas soledades de Etiopía donde, tras abandonar todos los asunto humanos,
llevó su espíritu y su pensamiento hacía la sola contem?A!eAQA de las cosas
divinas, con lo que complació tanto al Dios omnipotente qu mereció verle y
mirarle cara a cara, v recibir el asombroso poder de rea lizar todos los milagros
que las Sagradas Escrituras narran al respecto
Por este medio, Zoroastro, padre y jefe de los magos, adquirió, según se dice, la
ciencia de todas las cosas naturales y divinas en una soledad de veinte años íntegros
durante los cuales escribió e hizo muchas cosas relativas al arte total de la
adivinación y el vaticinio. Los escritos de Orfeo, dirAgidos a Museo, declaran que
realizó cosas parecidas en los desiertos de Tracia. Así descubrimos en la historia que
Epiménides de Creta fue instruido en un larguísimo sueño, pues se dice que durmió
cincuenta años: por ello se entiende que estuvo oculto. Se dice, de manera similar,
que Pitágoras llevó vida oculta durante diez años; por lo misma Heráclito y
Demócrito amaban la soledad. Cuanto más nos alejamos de la vida animal y
humana, más nos acercamos a la vida de los ángeles y de Dios, y al unirnos así con
ellos, y al mejorar nuestra condición, tenemos poder sobre todo y dominamos todo.
Para saber de qué manera debemos separar nuestro espíritu de la vida animal y
de toda multitud, elevarla hasta que ascienda hasta el Unico,
bueno, verdadero y bell , atravesando todos los grados de las cosas cog-
noscibles y de los conocimientos, hay que leer a Proclo en sus comentarios sobre
Alcibíades, donde enseña cómo hay que huir primeramente de los objetos sensibles
para transferirnos a la esencia incorporal de donde debe ascenderse por encima• del
orden de las almas, multiplicado aún por muchas razones, ? r hábitos y
proporciones diferentes, de numerosas relaciones y una variedad multiforme de
fuerza, elevando luego el intelecto a los reinos inteligibles para contemplar cuán
superiores son a los espíritus; hay que abandonar también la multitud intelectual,
aunque unida e indivAdualizada, y llegar a l! unidad superintelectual y esencial,
separada de toda multitud, fuente del bien mismo y de la verdad misma. Por la
misma razón, debemos huir de todas las cogniciones multiformes, desconcertantes y
falaces, a fin de que podamos hallar la verdad que es muy simple.
Es menester, pues, abandonar la multitud de los afectos, de las sensaciones, de
las fantasías y de las opiniones, la que es tan diversa en sí misma que unas destruyen
a las otras en todos los aspectos; debemos eleB!rnos hasta las ciencias, en las que,
aunque la multitud sea variada, no hay allí, sin embargo, contradicción alguna, pues
se vinculan todas y se someten unas a otras, hasta una que las domina a todas, sin
otra que la supere y a la que todas deben converger; sin embargo éste no es el grado
soberano de los conocimientos pues encima está el Antelecto puro.
Por ello, abandonando toda composición, toda división y todo razona-miento
multiforme, elevándonos a la vida intelectual y a la intuición simple, contemplamos
la esencia inteligible mediante percepciones indivisibles y simples, como soberana
existencia del alma, por la que somos uno y bajo la cual toda nuestra multiplicidad
se une; y así podremos alcanzar este primer Uno, de donde depende la unión de
todas las cosas, por el Une que es como la flor de nuestra esencia, el cual adquirimos
al fin, cuando, huyendo de toda multitud, surgimos en nuestra unidad misma, nos
unificamos y actuamos uniformemente.
Capítulo LVI
LA PENITENCIA Y LA LIMOSNA
La parte más importante de las purificaciones es la Penitencia voluntaria
de los pecados, pues como dice Séneca en Thyeste, quien se arrepiente
de su pecado es casi inocente. En efecto, la penitencia procura
grandísima expiación oponiendo el tormento a la delectación, desterrando
del alma una alegría estúpida y dándole cierta fuerza particular para que
se eleve hacía el cíelo. La penitencia es, pues, no sólo l! mortificación de
los vicios sino también el martirio espiritual del mal que es atravesada por
todas partes por la espada del espíritu; esta espada del espíritu es el Verbo
de Dios. Esta hace decir a Jeremías, y a Pablo al. escribir a los Efesios:
"Maldito quien desvíe su espada de sangre". Y el Salmista canta: "La
espada está sobre sus labios". Por ello es preciso declarar los pensamientos
y afectos del espíritu y todas las cosas malas que salen de nuestro corazón
y nuestra boca al sacerdote confesor, a fin de que juzgue según el Verbo
de Dios y, según el poder que de Dios recibió, por la penitencia que nos
ordene, nos limpie y purifique de nuestros vicios y nos conduzca hacia el
bien. En la religión no hay sacramento más poderoso para abolir los
pecados que la penitencia: también los dioses (según el testimonio de
Ovidio) :
A menudo ponen fin a nuestras penas y nos dan la luz que nos quita-ron al ver
que nos arrepentimos bien de nuestro pecado.
Hay otro sacramento de expiación, la Limosna; los filósofos dicen
poco o nada de él por lo que yo recuerdo de mis lecturas. Mas la Verdad
soberana nos 10 enseñó con estas palabras: Dad limosna y seréis limpios
de todo. Se lee también en el Eclesiastés : "Así como el agua apaga el
fuego, de igual modo la limosna extingue el pecado". Daniel enseñó al rey
de Babilonia a redimir sus pecados mediante limosnas. Y el ángel Rafael
declara a Tobías que la limosna libra de la muerte, limpia al hombre de sus
pecados y le hace hallar la vida eterna. De allí que el CRISTO nos enseñe
a rezar al Padre diciendo: "Perdónanos como nosotros perdonamos y danos
como nosotros damos". Y dice en otra parte al respecto: "Recibiréis el
céntuple y poseeréis la vida eterna". Cuando juzgue a los vivos y a los
muertos, él mismo reprochará principalmente a los condenados p r no
haber dado limosna ní realizar obras de misericordia, díc íéndoles. Tuve
hambre y sed y no me disteis de comer ní de beber. Y en otra parte,
hablando de los pobres, dice: "Lo que hagáis a uno de ellos lo consideraré
como si a mí me lo hiciéreis". Creo que ésta era también la ?Aníon de
Homero en el pasaje donde hace hablar á un joven que dice estas ?alabras
a Antinoo:
No esta bien que hayas golpeado a este pobre mendigo; esto sera tu perdicion si
es uno de los dioses supercelestes, pues a menudo los dioses,
bajo apariencia de huespedes extranjeros y viajeros, recorren el mundo y derriban las ciudades de los
hombres al ver las injusticias y los crimenes.
Capitulo LVII
PRACTICAS EXTERIORES UTILES PARA LA EXPIACION
Se cree (y contamos con la tradición de personas bien experimentadas en
materias sagradas) que es posible expiar también el espíritu mediante ciertas
instituciones y sacramentos administrados exteriormente, como con sacrificios,
bautismos, exorcismos, bendiciones, consagraciones, aspersiones de agua purificada o
bendita, y con ciertas unciones y fumigaciones no sólo sagradas sino que también
posean naturalmente esa virtud. De esa
manera el azufre se emplea en las religiones para expiar con sus vapores
los demonios malignos; el huevo era utilizado, de modo parecido en la purificación,
de donde deriva la denominación de huevos lustrales, y estos
versos de Ovidio:
Que se haga venir una mujer de edad, que bendiga el lecho y la habitacion, y
que lleve azufre y huevos en su mano temblorosa.
Proclo también escribe que los sacerdotes empleaban azufre y asfalto
en la purificación, o abluciones de agua marina: porque el azufre purifica
por l! penetración de su olor y el agua marina por su parte ígnea. La hierba
denominada quinquefolio purifica de la misma manera; por ello, a causa de su pureza,
los antiguos sacerdotes utilizaban en sus purificaciones ramas de olivo : porque es
amigo de la pureza y se dice que un olivo plantado por la mano de una prostituta,
jamás da fruto, o se seca total-mente. También para purificar se emplea incienso,
mirra, verbena, y vale rAana, que también se llama herba lucia y en árabe f u^
asimismo, llantén y clavo de olor. De modo parecido, la hiel de perro negro en
fumigación se considera excelente en estas cosas, para expulsar a los demonios
malignos e impedir los maleficios de cualquier parte que sea. Asimismo, las plumas
de abubilla, en fumigación, alejan los fantasmas. Resulta maravilloso y casi increíble,
sí no fuese atestiguado por Josefo, autor serlo e irm futable, en su historia de
Jerusalem, donde dice que la raAz de Baaras, (asN llamada por el lugar donde crece,
cerca de Macherunte, ciudad de Judea) color fuego, que de noche arroja mucha luz, es
dificil de asir pues escapa de las manos y la vista, y sólo se detiene si se le echa orina
de mujer con menstruación; sin embargo, no desaparece el peligro si se 1
arranca después de detenida de esa manera, pues quien lo hace muere al
instante a menos que esté munido de un amuleto de esa raíz; están los que
cavan la tierra alrededor de la raíz, la atan con un cordel que sujetan a un
perro y así se la arranca de inmediato; el perro tira con esfuerzo de la
cuerda para seguir a su amo, arranca al fin la raíz de la tierra, y como sí
pagase por él, muere en el instante en que la raíz es arrancada; después de
eso no hay peligro para quien la toque. La virtud de esa T!íz es fortísima
para expiaciones pues está demostrado que libra al punto a los atormentados
por espíritus inmundos. Se cree que estas clases de materias actúan
sobre las sustancias espirituales, expulsando, atrayendo, endulzando y
aguijoneando, de igual manera que el fuego de Sicilia actúa sobre las
almas. el cual (según Guillermo de París) sin herir los cuerpos, atormenta
de manera insoportable a quienes se le acercan; en cuanto al resto, sin
embargo, ya hablamos de estas cuestiones en parte.
Capítulo LVIII
LAS ADORACIONES Y LOS VOTOS
Las Adoraciones y los Votos, los Sacrificios y las Ofrendas son ver-
daderamente grados sagrados en la búsqueda de Dios; excitan sobre todo
la voluntad divina e insuflan en las almas la comunión santa e indisoluble
con los dioses; pues las plegarias que pronunciamos con palabras veraces y sagradas, en los
sentidos y el pensamiento, nos procuran gran fuerza, y
cuando las dirigimos a una divinidad, la impulsan a proyectarnos su palabra
y respuesta mediante un rayo divino. A través de este rayo, tal como lo
dice Dionisio, Dios habla a los hombres, pero de una manera oculta que
poquísimos entienden. El rey y profeta David la oyó muy a menudo :
"¿Cuándo oiré", dice, "lo que el Señor Dios habla en mí?" La adoración,
continuada largo tiempo y reiterada a menudo, perfecciona el entendimiento
y engrandece el alma para percibir las luces divinas, encendiendo
el amor divino, la fe y la esperanza, y confiriendo las buenas costumbres;
libra al alma de todo lo que es contrario y adverso, y disipa también muchos
males que, de otro modo, sobrevendrían según el curso de las cosas
naturales. Por ello, Ovidio dice:
Dios aplaca su ira al oir la voz que reza; he visto con frecuencia a Jupiter, ansioso
de lanzar su rayo, detener su brazo, satisfecho con el inc:<ensO que humeaba en sus
altares.
El hombre vuelve a Dios con las plegarias, y una vez allí, dice
Platón, detiene los caballos, y entra en la sala del festín donde come la
ambrosía y bebe el néctar. Por ello, quienes quieren disfrutar de una
virtud, deben
rezar y dirigir a menudo sus súplicas a quien en sí contiene toda virtud. La mejor,
la que a todas sobrepasa, es la oración que no se profiere con la boca sino que se
ofrece a Dios en l! santidad del silencio y la integridad del espíritu, y que
clamando con la voz del pensamiento, venera a los dioses tutelares con palabras del
mundo intelectual.
El Voto es un ardiente afecto hacia DAos, del espíritu casto que escogAó lo que
le pareció bueno, tomando su compromiso; ese afecto, según el testimonio de
JámblAco y Proclo, une las almas a Dios tan estrechamente que, a veces, la
operación de DAos y del espíritu es una sola y misma operación, a saber, de Dios
como artista, del espíritu como instrumento divino. Por ello, toda la antigüedad
atestigua que, en virtud de los votos, a veces se operan milagros, curaciones de
enfermedades, desvíos de tempestades y otras cosas semejantes. De allí que
hallemos en la historia que los personajes más excelsos y sabios de todas las
naciones, como los brahamanes de la India, los magos de Persia, los gAmnosofistas
de Egipto, los teólogos de Grecia y Caldea, que instituyeron y ordenaron
festividades de los dioses y misterios ocultos, se ocuparon principalmente de los
votos divinos y las plegarias y, de ese modo, realizaron cantidad de cosas
maravillosas.
Para la perfección del voto y de la adoración (pues de ningún modo hay voto
perfecto sin adoración, ní adoración perfecta sin voto) se requieren principalmente
dos cosas. La primera es el conocimiento de lo que se debe adorar y de aquello a lo
cual se dirige el voto, y cuál es la manera, el orden y el medio de adorar; pues Dios
tAene muchos cooperadores e instrumentos, como ios cAelos, las estrellas, los
espíritus administradores, las almas celestes y los héroes, de los cuales se sirve
como porteros, intérpretes, ejecutores y mediadores, a los que debe invocar
primeramente quien se dirige al Dios arquetApo que es el cínico término supremo de
adoración; las otras divinidades son como avenida para marchar hacNa Dios mismo.
Ha de saberse, pues, que sólo hay un DAos, el Padre Soberano, el Rey y Señor de
todos los dioses, a quien deben formularse principalmente los votos con
pensamiento puro y pAadoso; cuando haya que dirigirse a los dioses inferiores, se
procederá tan sólo como servicio por subdelegación de parte del Padre Soberano.
Por ello, Zoroastro y Orfeo creían que estaba permitido, cuando se formulaban
votos y adoraciones a poderes inferiores, emplear allí fumigaciones, caracteres y
otras cosas semejantes; mas ciando se dirigen a la majestad del Júpiter soberano, no
deberán observar-se estas circunstancias. Por eso Hermes dice a TacAo: "Es alg
cercano al sacrilegio querer quemar incienso y cosas semejantes cuando se ruega a
Dios". "Estas cosas", dice Proclo, "son extrañas a toda piedad, puesto que no se
puede hallar materAal que no sea inmundo para Dios inmaterial; por ello, la oración
que se dirige de viva voz no le corresponde, ní la oración mental, sí el espíritu está
manchado por el vicio".
La segunda cosa que se requiere es cierta semejanza de nuestra vida a la vida
divina, procedente de la pureza, la castAdad y la santidad, con un deseo lícito de lo
que pedimos; por medio de ello ganamos soberana-mente la benevolencia divina y
somos sujetos dispuestos para recibir su
liberalidad; pues sA no somos dignos, p r la pureza de nuestro espíritu, de ser
escuchados, y sA las cosas pedidas no son dignas de ser cumplidas, es evidente que los
dioses no escuchan nuestras plegarias: esto hace decir al divino Platón que, por las
plegarías que podamos pronunciar, no podemos obtener de Dios cosas injustas. Por tanto,
no pidamos a Dios lo que deberíamos avergonzarnos de pedir. Por esa sola razón vemos
cantidad de personas que formulan plegarias y votos en vano, porque, de por sí, no están
dispuestas ni preparadas religiosamente; sus anhelos y pedidos no son formulados para
cosas agradables a Dios, y no saben distinguir el orden de la adoración y por qué
mediadores hay que dirigirse a Dios; la ignorancia de estas circunstancias reduce muy a
menudo a la nada nuestras oraciones y plegarias, y hace que nuestros votos sean
destruidos por nuestras súplicas.
Capítulo LXII
LAS CONSAGRACIONES Y SU REGLA
La Consagración es una sublimación de experiencias por la que el alma
espiritual, atraída por proporción y conformidad, es infusa en la materia de nuestras
obras, preparada con el rito legítimo según la tradición del arte mágico; y nuestra
obra es vivificada por el espíritu del entendi-
miento. La eficacia de las consagraciones se cumple por dos cosas prin-
cipalmente; a saber, por la virtud de quien consagra y por la virtud de
la oración y la ceremonia que sirve a la consagración; en la persona se re-
quieren santidad de vida y poder de santificar; la naturaleza y el mérito
dan la primera cosa; la segunda se adquiere por la iniciación y la digni-
ficación, de lo que hablamos en otra parte; además, la persona que con-
sagra debe conocer en ella, por una fe firme e inquebrantable, esa virtud
y poder. Mi intención es decir ahora lo que se requiere para la oración.
La Oración posee cierto poder, divinamente infuso, de santificar,
como si Dios lo hubiese ordenado así para ello mismo, como son la mayo-
ría de las referencias que leemos en las elocuciones sagradas de la Biblia;
o como si fuese instituida para esto en virtud del Espíritu Santo, según disposición
de la Iglesia y, de esa manera, también 'se encuentran muchas; o bien esa
santificación está en la oración misma, no ? r virtud de institución, sino por virtud
de conmemoración de cosas sagradas, como las Escrituras e historias sagradas, los
milagros, las obras, los efectos, las gracias, las promesas, los sacramentos, cosas
sacramentales, que parecen tener
conexión con la cosa a consagrar, por apropiación o impropiación, o por
alguna similitud; y daremos algunos ejemplos de esto, que abrirá fácil-mente el
camino a toda esta consideración. Así, en la consagración del agua se conmemora
que Dios ubicó el firmamento en medio de las aguas; que puso una fuente sagrada
en medio del Paraíso terrenal, que regó toda la
tierra con cuatro ríos sagrados; que convirtió a las aguas de su justicia
en instrumento del que sirvió para destrucción de los gigantes por el Diluvio
universal sobre toda la tierra y para destrucción del ejército del Faraón en el Mar
Rojo, y cómo condujo a su pueblo a través de ese mar a píe desnudo, y en medio
del Jordán; que milagrosamente hizo manar agua de l! roca del desierto, e hizo
surgir una fuente de agu! vAva del diente de la quijada de un asno ante la plegaria
de Sansón; que estableció las aguas como instrumento de su misericordia y baño de
salvación para
remisión de los pecados; que el CRISTO, bautizado en el Jordán, purificó y santificó
las aguas; y otros hechos de esa calidad, invocando los nombres divinos que se le
relacionan, como cuando DAos es llamad fuente de vida, agua viva, río viviente. De
la misma manera, al consagrar el fuego, se conmemora que Dios creé,. el fuego de su
justicAa como instrumento para todo castigo, la venganza y la purificación de los
pecados, y que, al venAr a juzgar al mundo, hará que le preceda su conflagración;
que apa-
reció a Moisés en la zarza ardiente; que precedió a los hijos de Israel en la columna de fuego;
que estableció un fuego inextinguible para que se
le conservase en el Arca de la Alianza, y que lo volvió a encender milagrosamente
cuando se apagó y lo mantuvo oculto bajo las aguas sin que se extinguiese, y otros
prodAgios semejantes. Tenemos incluso los nombres divinos, como los de fuego
consumidor, fuego abrasador y otros deriva-dos, como esplendor de DAos, luz de
Dios, lumAnar de Dios y otros semejantes. Asimismo, en la consagración del aceite,
se recuerda las cosas sagradas que se le relacionan, como en el Exodo el aceite de
unción y el perfume, y los nombres sagrados que se relacionan con estas cosas,
como el nombre de Cristo que quiere decir ungido; lo que hay de semejante en los
misterios, igual que en el Apocalipsis, los dos olivos degustando el aceite santo en
las lámparas ardientes ante la faz de Dios. Asimismo, en la consagración de los
lugares se conmemora el monte Sinaí, el tabernáculo de la Alianza, el santo de los
santos, el templo de Salomón, y la santifícacíón del monte Gólgota por el mAsterio
de l! pasión del CRISTO, igual que el monte Tabor, donde se concretaron la
transfiguración y l! ascensión a los cíelos; únese a ellos los nombres sagrados como
trono de Dios, silla de Dios, tabernáculo de Dios, altar de Dios, sede de Dios,
habitáculo. de Dios y otros semejantes. De igual modo se procederá con las demás
bendicAones, buscando en las Sagradas Escrituras, en los nombres divinos y en las
santificaciones de la religión, las cosas que de alguna manera puedan convenir a esta
cuestión. Por ejemplo, sí se trata de una carta o un libro, en las conmemoraciones de
los misterios están las tablas de los diez mandamientos dadas a Moisés sobre el
monte Sinaí, y la santificación de la ley, de los profetas y de las Escrituras
promulgadas por el Espíritu Santo; e incluso estarán los nombres divinos, como
testamento de Dios, libro de Dios, libro de vida, ciencia de Dios, sabiduría de Dios,
y semejantes. Asimismo, sí hay que bendecir una espada para la conmemoración se
hallará en el segundo libro de los Macabeos que fue enviado a Judas Macabeo de
una
manera divina una espada para que despedazase a los enemigos del pueblo
de Israel. En los Evangelios también se leen estas palabras: "Vended vuestras túnicas
para comprar espadas". Y en la historAa de David se
habla de un ángel que entregó l! espada ensangrentada. Se hallarán incluso muchas cosas
de esta índole en los profetas y en el Apocalipsis, igual
que nombres sagrados de espada de Dios, vara de Dios, bastón de Dios, venganza de
Dios, y otros semejantes.
Estas indicaciones relativas a las consagraciones y bendiciones, apoyadas con
ejemplos, son bastantes; las consagraciones y bendiciones perso-
nales se lograrán fácilmente. Pero hay todavía otro rito de consagración y expiación,
potente y de gran eficacia, que pertenece a las supersticiones; tiene lugar cuando se
transfiere el rito de un sacramento a una cosa que se pretende consagrar o expiar,
como el rito del bautismo, de la confirmación, de los funerales, etc. Además, habrá
de saberse que el voto, la oblación y el sacrificio tienen determinada fuerza de
consagración tanto material como personal, por el hecho de que las cosas o personas
son dedicadas y ofrendadas a ciertas divinidades particulares.
Capítulo LXIII
COSAS SAGRADAS Y CONSAGRADAS; PRESENCIA
DE LOS DIOSES; TIEMPOS SAGRADOS
Se llama Cosas Sagradas todas las que los dioses o demonios, por preferirlas,
convirtieron en sagradas, las que, por así decirlo, nos dedica-ron los mismos dioses.
De esa manera, decimos los demonios sagrados, porque Dios habita en ellos y se
dice que llevan a menudo el nombre, de allí que se lea en el Exodo: "Enviaré mi
ángel que marchará ante vosotros, observadle y no le despreciéis pues lleva mí
nombre sobre él". En este sentido se llama sagrados a los misterios pues el misterio
es una cosa que encierra una virtud sagrada y oculta, y una gracia acordada por los
cielos o los demonios, o dispensada por el mismo Dios soberano, como son los
nombres sagradas y los caracteres, de los que ya hablamos. Así tenemos la cruz
sagrada y misteriosa, consagrada por la pasión de JESUCRISTO; ciertas oraciones y
plegarias llamadas sagradas y místicas, instituidas no por l! devoción de los
hombres sino por la revelación divina, como leemos en los Evangelios que el Cristo
instituyó la oración del Señor. Del mismo modo se llama sagradas a las
composiciones donde Dios indujo un rayo particular ele su vNrtud, como leemos en
el Exodo respecto del thymiama ) del óleo de unción, y como, entre nosotros, las
fuentes sagradas, el crisma sagrado, el óleo de los catecúmenos, etc. Hay incluso
otro género de cosas sagradas, en el que llamamos sagradas a las cosas que los
hombres dedicaron y consagraron a Dios, como votos y sacrificios de los que va se
habló. Por eso Virgilio escribe estos versos:
Mas Cesar, elevado por un triele triunfo sobre los muros de Roma, consagro su
voto inmortal a los dioses de Italia.
Y Ovidio, en el libro de las Metamorfosis, canta:
Llegado el dia de la festividad, Aquiles, portador del cisne, sacrifico a Palas la
sangre de una vaca inmolada; tcm pronto efectuo su ofrenda
sobre los altares calientes y el olor de la victima agr?dable a los dioses ascendio en
los aíres, las cosas sagradas tomaron su parte, el resto fue
dado para las mesas.
De modo parecido se llama sagrados a los simulacros, los delubra, los ídolos,
las estatuas, las imágenes y las pinturas a semejanza de los dioses, o dedicadas a los
dioses mismos, como canta Orfeo en el himno dNrigAdo a Venus de LAcAa:
Pues nuestros jefes, que tienen la proteccion de las cosas divinas de la patria,
establecieron una pequena ciudad para el coloso sagrado.
Y VArgAlAo dice:
Padre mio, toma con tu m?n5 las cosas sagradas y los penates de la patria.
Por eso el divino Platón, en el libro XI de las Leyes, recomendó honr!T las
estatuas e imágenes de los dioses, no por ellas mismas sino porque nos representan
a los dioses, igual que los antiguos veneraban la representación de Júpiter,
interpretándolo así; pues lo que la estatua lleva del hombre sAgnifAca que es el
pensamiento que produjo todo a manera semAn!l; está sentado para representar la
virtud estable e inmutable; está des-nudo y descuiberto por lo alto, porque es vAsAble
a las inteligencias y seres superiores; está cubierto por debajo, porque está oculto a
las criaturas inferiores; tiene su cetro en la mano izquierda, porque se halla en estas
partes del cuerpo el domicilio de la vida más espiritual; intelecto creador, es el rey
y el espíritu vivificante del mundo; lleva en su mano derecha un águila y una
victoria: porque es el señor de los otros dioses, como el águila lo es de las demás
aves; lo otro porque todo le está sometido. De la misma manera también veneramos
la figura del cordero porque representa al CRISTO, y la figura de una paloma,
porque nos señala al Espíritu Santo, y las figuras del león, del buey, del águila y del
hombre, que significan los evangelistas, y otras semejantes que hallamos
expresadas en las revelaciones de los profetas en diferentes lugares de las Sagradas
Escrituras.
Las pinturas que sirven para revelaciones y sueños del mismo género se
denominan sagradas. Hay también ritos y observancias sagrados, que se efectúan
para venerar a los dioses y la religión, como los gestos devotos, las genuflexiones,
el descubrirse la cabeza, las aspersiones de agua bendita, los inciensamíentos, las
expiaciones exteriores y las procesiones de supo cantes; y la ornamentación
exterior de las alabanzas divinas, como la resonancia musical, el encendido de
cirios y lámparas, el ritmo de campanas, los adornos de los templos, altares e
imágenes: todas estas cosas exigen culto y decoro elevadísimos y bellísimos; por
ello se emplea todo lo más
brillante, bello y precioso, c omo oro, plata, piedras preciosas, etc. Y
todas estas veneraciones y cosas sagradas exteriores, son instrucciones Y
exhortaciones para llevarnos a las cosas sagradas del espírAtu y obtener los
beneficios de los dioses, como lo atestiguó Proserpina en estos versos:
Quis nam hominum formas aeris neglexerit unqu?m, Aut auri fl?va,
aut argenti candida dona:
Quis non miretur, quis P5P haec ipsa deorum. Dixerit?
También se llaman sagrados los sacerdotes de las divinidades y los ministros
de los dioses, y consagrados a ellos; igualmente todos los administradores y
consagradores de cosas sagradas.¡ Esto hace decir a Lucano :
Pontifices sagrados a quienes el poder fue conferido.
Y Virgilio, respecto de Heleno, sacerdote de Apolo, dice:
Ruega a los dioses por la paz y quita las cintas de la cabeza consa-
grada.
Estas clases de cosas sagradas son como pactos entre los dioses y nosotros,
bajo forma de alabanza, respeto y obediencia, por medio de los cuales a menudo
obtenemos una virtud maravillosa de la divinidad por la que tenemos tal veneración.
De esa calidad son los himnos sagrados, los sermones, los exorcismos, los
encantamientos y los vocablos compuestos y dedicados para alabar y venerar a los
dioses; por eso Orfeo dice en su himno de los astros:
Invoco, pues, ahora a los demonios puros con vocablos sagrados.
La iglesia primitiva empleaba ciertos encantamientos contra enfermedades y
tempestades, y todo ello realizado bajo la veneración de una divinidad a la que se
reza pronunciando palabras o llevando escritos colgados; así obtenemos a menudo
de esa divinidad una virtud que los hombres admiran grandemente. Hay también,
pertenecAentes a este género, nombres, figuras, caracteres y sellos sagrados que los
hombres contemplativos
confirmaron con votos, dedicaciones y consagraciones, con toda la pureza
de su pensamiento en la veneración de Dios, como secretos para el logro de sus
votos, y si alguien en seguida los pronuncia con la pureza de pensamiento que los
Anstituyera la prAmera vez, realizará, de modo parecido, cosas maravillosas como
ellas, a condición de guardar la modalidad y norma dadas por el primer institutor:
pues quienes ignoran estas cosas, pierden su tiempo y trabajan en vano. De esa
manera, a veces hacemos cosas admirables, no sólo con palabras bárbaras sAno
también hebreas, egipcias, grAegas, latinas y con otros nombres de cualquier lengua
que sea, siempre
que sean dedicadas a Dios, y atribuidos y consagrados a su esencia, o a
su virtud, o a su operación. AsN son para Jámblico los nombres Osiris, Icton, Emeph,
Ptha, Epies, y Amun; igual para Platón y los griegos (U, Xóv .r!u-rov; así los
griegos llaman Iove tíva, átó rá j~v, lo que quiere
decir vivir, porque da vida a todas las cosas; de modo parecido .fz, que significa por,
pues todo se hace por él; así d?dB= B, que quiere decir inmortal; los l!tin s, Júpiter,
como quien dijera juvans paler, y otros términos semejantes. También se dan a los
hombres ciertos nombres apropia-dos para un voto, como Eitíquides, Sosias y Teófil ,
es decir, feliz, servidor y querido de Dios. De modo similar, ciertas cosas materiales
obtienen mucha virtud y santidad de la consagración, principalmente del sacerdote,
como vemos que los sellos de cera, donde está inscripta la figura de corderos, reciben
por la bendición del Papa de Roma una virtud contr! el rayo y las tempestades, para
preservar de ser heridos a quienes la llevan; pues la virtud divina es inspirada en estas
imágenes sagradas, y contenida en ellas, como en una carta sagrada que tienen la
imagen de Dios. Parecida virtud reciben los cirios bendecidos en Pascua y en la fiesta de
Purificación de la Virgen divina; las campanas, de modo parecido, por su consagracíón
y bendición, reciben una virtud de rechazar y detener el rayo y las tempestades, para
impedir que causen mal en los sitios donde su sonido se oiga durante ese tiempo. De la
misma manera, también el agua y la sal, por sus bendiciones y exorcismos, reciben l!
virtud de purificar y expulsar los demonios malignos, y lo mismo ocurre con cosas
parecidas.
Hay también Tiempos sagrados, siempre observados con grandísima veneración
por las naciones de toda clase de religiones, que los dioses nos ordenaron santificar, o
que nuestros padres y superiores los dedicaron en conmemoración de un bien recibido de
ellos y en perpetua acción de gracías; así, los hebreos tienen sus sabbaths y los gentiles
sus ferias; así recibimos los días solemnes de nuestros misterios sagrados, para celebrarlos
siempre con gran solemnidad. Hay también tiempos contrarios, que llamamos
expiatorAos, y también días negros porque en ellos la república tuvo una gran pérdida, o
sufrió una gran calamidad; de esta clase eta, entre los romanos, la cuarta de nonas de
sextíl, porque ese día sufrieron el gran desastre de la batalla de CaInas; por una razón
semejante todos los días postriduos se llamaron negros, en los que muy a menudo
tuvieron lugar combates desgraciados. AsN, entre los judíos, el 17 de junio es día negro
porque ese día Moisés rompió las tablas, Manasés erigió el ídolo en el Santo de los
Santos, y los enemigos derribaron las murallas de Jerusalén. De modo similar, tienen
como desdichado el día 9 de julio porque ese día fue perpetuada la doble desTruccAQn del
templo. Por la misma razón, los días llamados egipcíacos eran antiguamente observados
por los egipcios. Y cada nación puede efectuar sin dificultad un cálculo parecido de los
días felices y desdichados. Los magos ordenan observar estos días sagrados y religiosos,
igual que los días de los planetas y las disposiciones celestes; dicen también que son muy
eficaces para adquirir virtudes espirituales y divinas, porque su potente influjo no
desciende tanto de los elementos y cuerpos celestes cuanto del mundo inteligible y
superceleste, y ayudada por los comunes sufragios de los dioses, no quebrantada por .
disposición contraría alguna de los cuerpos celestes ní menguada por el contagio
corruptible de los elementos, siempre que se tenga fe firme y
veneración religiosa, es decir, acompañada de temor y temblor, pues es esto
propiamente lo que quiere decir la religión. De allí que se llamen religiosos los días
que está prohibido violar, que observamos ansiosamente, temerosos de que nos
ocurra un gran mal, si se comete algo indebido.
Capítulo LXIV
OBSERVANCIAS RELIGIOSAS, CEREMONIAS,
RITOS DE PERFUMES, UNCIONES Y COSAS SEMEJANTES
Quienquiera desee operar en este orden, deberá comenzar a rezar pia-
dosamente a Dios Padre único para ser una unidad digna de su clemencia, puro y
limpio interna y externamente, y en un lugar puro, pues está escrito e n el Levítico:
Todo hombre que se acerque a cosas consagradas, sí está inmundo, perecerá en
presencia del Señor. Por ello habrá que lavare a menudo y en días fijados según los
misterios de los números, usar ropas limpias y guardarse de tod! suciedad, polución
o lascivia; los dioses, dice Porfirío, rehusan escuchar al hombre que no se abstuvo
durante largo tiempo de tratos venéreos. No habrá que unirse con mujer manchad!
ni con sus menstruaciones, ni con la que sufra hemorrea, ní tocar cosas inmundas ni
muertas. Por eso dice Porfírio: "Quien tocó a un difunto tiene prohibido acercarse a
los oráculos". Esto puede ser porque el espíritu corrompido por una afinidad de
hedor fúnebre, se torna inepto para reci-
bir los influjos divinos.
Habrá que lavarse, ungirse, fumigarse y ofrecerse en sacrificio, pues Dios toma
en aroma muy suave lo que hace en su honor un hombre purificado y dispuesto, y
recibe, junto con el incienso, su oración y oblación que ascienden a él, como lo
canta el Salmista: "Que mí oración ascienda hacía tí, Señor, c m el incienso que
arde en tu presencia". Además, el alma, hija e imagen de DNos mismo, se deleita en
estos perfumes y fumigaciones, captándolos con las mismas narices por las que
entró en el hombre corporal, y por las que, según el testimonio de Job, a veces salen
espíritus muy vivaces que no pueden ser retenidos en el corazón del hombre irritádo
por bilis o trabajo; por ello, muchos estiman que el olfato es el más lleno de vida y
más espiritual de todos los sentidos. Además, el humo y la unción de los sacrificios
penetran todo, y abren las puertas de los elementos y los cíelos a fin de que el
hombre pueda ver y conocer los secretos del Creador, las cosas del cielo, las que
están encima del cíelo, y las que descienden del cíelo, como los ángeles y espíritus
de las cavernas y los abismos, los fantasmas de lugares desiertos, cómo hacerlos
acudir, aparecer, comparecer y obedecer; apaciguan incluso a todos los espíritus y
los atraen con los elementos, y hacen que los espíritus ocupen cuerpos, mien-
tras el cuerpo espiritual crece pues vive de vapores, fumigaciones y olores de
las libaciones.
Todo esto deberá realizarse además con sentimiento y deseo plenos del
corazón, para ser favorecido con la clemencia del cíelo y de todos los poderes
celestes, cuyo favor se obtiene maravillosamente con la adaptación del lugar,
del tiempo, de la profesión, de la costumbre, de la vida, del atuendo, del
ejercicio y del nombre.
Estas circunstancias no sólo cambian sino también sobrepasan la fuerza de
la naturaleza. Un lugar afortunado es muy útil para este favor; y no es sin razón
que Dios dijo a Abraham que se allegase a la tierra que le mostraría, y que
Abraham continuase su marcha hacía el Mediodía. De m d parecido Isaac se
dirigió a Ger!rath donde sembró, recogió el céntuple y enriqueció
grandemente. Para saber qué lugar conviene a un hombre, es preciso escrutar
su génesis, y quien no pueda, debe observar dónde se complace más su espíritu,
dónde son más vigorosos sus sentidos, dónde funcionan mejor la salud y la
fuerza corporales, dónde l gr! mejores negocíos, dónde tiene más amigos y
dónde sucumben los enemigos; deberá saber que ese país, ese lugar le fue
destinado por Dios y los seres superiores, y que los cielos lo dispusieron y
prepararon para él. Deberá habitar entonces en ese lugar y cambiar según el
tiempo y el negocio, pero huyen-do siempre de un sitio desgraciado.
Los nombres felices mejoran también nuestros asuntos, y los nombres
desgraciados los destruyen. Por eso, antiguamente, los romanos, al elegir
soldados para enrolarlos, tenían buen cuidado de que el primer soldado no
llevase un nombre de alguna manera desgraciado; y para la reparticíón de
impuestos, revista de ejércitos o colonias, escogían hombres con nombres
afortunados. También creían, sí se cambiaban los nombres infortunados por
otros afortunados, que cambiaba para mejor la fortuna de las cosas. Así
decidieron cambiar por Dyrrachium el nombre de Epidamnum, por temor a que
los navegantes no corriesen peligro, in damnum. Por razones semejantes, a
Maleoton, por temor a que causase mal, la llamaron Beneventum, es decir,
bienvenido. Decían que el lago Lucrino era el más afortunado de todos, a causa
de su nombre afortunado.
Habrá que escoger también días y horas para las obras, pues no sin motivo
dijo el Salvador: "¿No hay doce horas en la jornada?", etc. En efecto, los
astrólogos enseñaron y los magos observaron que los tiempos pueden imponer
buen éxito en nuestros negocios. En fin, los más sabios de nuestros antiguos
coinciden todos en que importa mucho en qué momento y disposición de los
cielos cada cosa tomó su ser en este mundo, no súlo en cuanto a lo natural sino
también en cuanto a lo artificial. Por eso escribieron que este momento de
comienzo tenía tan gran fuerza que de alh dependía y podía ser predicho todo
el curso de la fortuna y que, por la misma razón, al examinar las sucesiones de
la fortuna de cada cosa, se podía, retrotrayéndose, hallar su comienzo, y
aseguraban haberlo experimentado. Así, el astrólogo Sulla predijo a Calígula,
que le consultaba sobre la naturaleza, la muerte violenta a breve plazo. El
astrólogo Me-
theón, viendo que los atenienses se preparaban para la guerra contra los habitantes de
Siracusa, les predijo desgracia y derrota en su guerra; como los mismos querían
conducir una flota hacia Sicilia, Mesón les predijo tempestad. Anaxágoras, con esa
ciencia de los tiempos, predijo en qué día sobrevendría la caída de una piedra del sol,
hecho que verdaderamente se produjo en seguida sobre el Aegos, río de Tracia. Por el
contrarío, Lucio Tarnucio Firmanio descubrió por los hechos y la fortuna de Rómulo,
su concepción y nacimiento. Descubrió también el día natal de la ciudad de Roma,
según la anotación de la constante de su fortuna. Así Materno informa que se
descubrió el comienzo o nacimiento del mundo por la evo-
lGcAQI d e las co s a s .
También es posible demostrar claramente, con muchos ejemplos, que los
tiempos tienen mucho poder sobre las cosas naturales. Así, vemos que los árboles
vuelven sus hojas háciá el solsticio, como el álamo, el olmo, el olivo, el tilo y el sauce
blanco; los mariscos, cangrejos y otras engordan a medida que la luna crece y
adelgazan cuando ésta mengua; y los mares por su flujo y reflujo siguen el movimiento
y los tiempos de l! luna. ¿El Euripo de Euboé no tiene siete veces su flujo y reflujo de
velocidad asombrosa? Esta misma corriente queda tres días sin movimiento cada mes,
a saber, en la séptima, octava y novena luna. Y en el país de los trogloditas hay un lago
que, tres veces por día, se torna amargo y salado, y alternat^vamente dulce. En el día
del solsticio de invierno, cuando todas las cosas están muertas y marchitas, el poleo
seco florece. Se dice que el mismo día las vesículas hinchadas revientan y que las
hojas de los sauces y las semillas de las manzanas se van. Y esto es patente pues lo ví
en Italia y Francia y sé de un nogal, seco todo el año, que en la víspera de San Juan
produjo hojas, flores y frutos maduros. Y todo este milagro consiste en observar
solamente el tiempo de plantación.
Por lo demás, los astrólogos nos afirman constantemente, en sus libros sobre
Elecciones e Imágenes, que los tiempos pueden acordar maravillosas virtudes a las
cosas artificiales. Por esa razón leemos en Plutarco que, entre los peleneos, se
fabricaba una estatua con tal arte que de cualquier lado que se la observase, producía
en todos terror y grandísima alteración, de manera que nadie osaba mirarla. Y leemos,
en la vida de Apolonio, que los magos de Babilonia habían colocado en el techo cuatro
dragones de oro a los que denominaban lenguas de los dioses, y que en ellos había tal
fuerza que inclinaban los espíritus de la multitud al amor y la obediencia hacia el rey.
En la isla de Quío existía un rostro de Diana en alto sitial, que parecía triste a quienes
entraban y feliz a quienes salían. En la Tróada no se corrompían los restos de los
sacrificios dejados en torno de la estatua de Minerva. En el templo de Venus, entre los
pafios, en el area jamás llovía. Si se quitaba algo del túmulo de Anteo, caía lluvia del
cíelo hasta que se restituía lo que se había desenterrado. Sobre la tumba de Bibria, rey
del Ponto, estaba plantado un laurel; bastaba introducir una rama de éste en una nave
para que no cesasen las disputas hasta que se lo tiraba. En la isla de Boristena ningún
pájaro infectaba el templo de
Aquiles. En el templo de Hércules, en el mercado de bueyes, en Roma, no
entraban moscas ní perros. En Olinto de Tracia había un lugar donde sí
entraba un escarabajo, no podía salir y moría retorciéndose.
Podría aportar infinidad de ejemplos y más maravillosos que éstos, que l!
antigüedad nos cuenta del arte de las imágenes y de la observación de los tiempos;
pero a fin de que n se dude de estas cosas y se las tome por boberías debido a su
antigüedad, mencionaré aquí milagros más recientes del arte, todavía observables en
ciertos lugares. Se dice que con el arte de las imágenes se lograba que, en Bizancio,
nadie fuese picado por serpientes, y que los grajos no volasen sobre su muralla; que
no hubiese búhos en Creta; que no se oyese cantar a las cigarras en l! campiña de
Nápoles; que no entrasen moscas en las barberías de Venecia; y que en
todo el año no se viese en Toledo sino una sola mosca de notable blancura. En el libro
anterior ya hemos dicho cuáles son los modos y tiempos a
observar para realizar estas cosas y otras semejantes.
Además, las fuerzas y virtudes de las sentencias y palabras son cosas que hay
que observar principalmente, pues por medio de ellas el alma se derrama en las
sustancias inferiores, como piedras, metales y animales, y en todas las cosas
naturales, imprimiéndoles figuras y pasiones diferentes, introduciendo fuerza en todas las
criaturas o conduciéndolas y atrayéndolas mediante determinado amor. Así Catón atestigua
que las palabras reaniman a los bueyes fatigados; con palabras y plegarias se puede obtener de
tierra que produzca árboles que no son habituales; con plegarias también se puede
obtener de los árboles que cambien de sitio y crezcan en otro suelo; que los nabos sean
más gruesos, sí al sembrarlos se les reza
para que obren bien para con nosotros, nuestra familia y vecinos. Si se alaba a un
pavo real, al punto se le hace desplegar sus plumas. Al contrario, se descubrió que sí
se siembra basílico con gruesas injurias y maldiciones, da frutos tardíos. El garus
quemado y en infusión cura los males
sí durante ese tiempo no se lo nombra. Incluso los fascinadores hacen morir los
árboles, alabándolos, y asN perjudican a semillas y niños. Además, se dice que la
fuerza de las execraciones humanas es tan grande que puede expulsar y exterminar a
los demonios malignos; así Eusebio cuenta que Serapis, en Egipto, enseñaba símbolos
para expulsar demonios y cómo éstos, asumiendo figura de bestias, acechan a los
hombres y los sorpren-
den.
En fin, en todas las cosas habrá que tener a Dios ante los ojos, pues
está escrito en el Deuteronomío: "Cuando busques al Señor tu Dios, lo encontrarás sí
lo buscas de todo corazón y en toda la tribulación de tu alma". Con confianza
verdadera y constante es posible aplacar a Dios y a todos los demonios. Por es
leemos en Marcos: "Todo lo que pidas con plegarias, cree que lo recibirás y te
llegará". Y en Mateo se dice: "Si tienes fe como un grano de mostaza, nada te será
imposible". La plegaría perpetua del justo tiene también mucho poder; pues Helio,
como dice Santiago, era un hombre semejante a nosotros, y en su oración rogó que
no lloviese sobre la tierra, y no llovió durante tres años y seis meses; rezó de nuevo y
el cielo dio lluvias y la tierra su fruto. Habrá que evitar pedir cosas vanas en las
plegarias, o contra l! voluntad divina; Dios quiere todas las cosas buenas; no se
usurpará el nombre de Dios en vano, pues nó quedará libre de castigo quien invoque su
nombre por una cosa vana. Hay que hacer abstinencia y dar limosna, pues como dice
el ángel a Tobías, la oración es buena con ayuno y limosna; y leemos también en el
libro de Judith: "El Señor oirá tus plegarias si perseveras en los ayunos
y oraciones en presencia del Señor".
Capítulo LXV
CONCLUSION DE TODA LA OBRA
Esto es lo que reunimos en este libro, mediante compilaciones diversas, sobre la
tradición de los antiguos, para que sirva de introducción a
la Magia. El discurso en verdad no es largo pero bastará para quienes
lo entiendan. Algunas de estas materias están escritas sin orden y otras con él; algunas
se entregan en fragmentos; algunas fueron también ocultadas y dejadas para que las
busquen los inteligentes, los cuales, considerando y escrutando más sutilmente estos
escritos, pueden obtener documentos completos con las experiencias infalibles del
arte mágico, pues hemos transmitido este arte de manera tal que no pueda permanecer
oculto a los hombres prudentes e inteligentes, y que la entrada no esté expedita para
los inicuos e incrédulos indignos de participar en los arcanos de estos secretos, que
sin reconocer su estupidez quedan con las manos
vacías sobre la pequeña sombra de la ignorancia y la desesperación.
Por tanto hemos escrito esta obra para los hijos de la doctrina y la sabiduría,
quienes deberán indagar en este libro, recogiendo allí nuestra intención dispersa,
ubicada en muchos sitios; 10 oculto en un sitio lo manifestamos en otro, a fin de que
se manifieste a la sabiduría. Sólo hemos escrito para quienes tienen espíritu puro y
formado para guardar un buen orden de vida, cuyo pensamiento es cast y púdico,
cuya fe íntegrá teme y reverencia a Dios, sin las manos manchadas de pecados o
crímenes, de buenas costumbres, sobrios y modestos. Sólo ellos hallarán la doctrina
que les está reservada, como así también los arcanos velados bajo muchos enigmas
que .sólo serán descubiertos por una inteligencia pro-funda; entonces, toda la ciencia
íntegra de la inexpugnable disciplina mágica penetrará en ellos y manifestará las
virtudes -adquiridas antigua-mente por Hermes, Zoroastro, Apolonío y otros
taumaturgos.
En cuanto a los malévolos calumniadores, hijos de ignorancia malvada e
iniquidad ignorante, deberán evitar nuestro libro pues es su enemigo, sito en el
precipicio que los lanzará en el error y la miseria. Si alguien, pues, a c`G!a de su
incredulidad e inercia intelectual no halla lo que busca, no diga que le engañé, que a
sabiendas escribí falacias o mentí, sino que se acuse a sí mismo por no comprender
nuestros escritos, pues son oscuros y velados por muchos misterios, donde ocurrirá que
muchos se engañarán y perderán el buen sentido. Nadie se enoje con nosotros sí
ocultamos la verdad de esta ciencia bajo la ambigüedad de los enigmas, y si la díspersamos
en muchos sitios de esta obra, pues no la hemos ocultado a los sabios sino a
los espíritus perversos y deshonestos, y la hemos transmitido con un estilo tal que el
necio no la entienda y llegue fácilmente al sabio intelecto de quien no lo es.