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Blog de masallaesoteric
25 de Noviembre, 2010 · General

AGRIPPA Maestro de Magos

AGRIPPA,MAESTRO DE MAGOS  :

AGRIPPA,BIOGRAFIA-AGRIPA SEGUN WIKIPEDIA-F

ILOSOFIA OCULTA DE AGRIPPA (EXTRACTOS)-PARACELSO Y AGRIPPA,SIMILITUDES-FILOSOFIA OCULTA DE AGRIPPA (3 LIBROS): 1-MAGIA NATURAL-2-MAGIA CELESTE-3-MAGIA CEREMONIAL 




AGRIPPA,BIOGRAFIA:

Agrippa de Nettesheim 
Henricus Cornelius Agrippa von Nettesheim 
* 14-09-1486 Colonia, † 18-02-1535 Grenoble

Su vida

Nacido en Colonia (Köln), Alemania, en tiempos de convulsión social y transformaciones religiosas. Hijo de padres adinerados, creció en una constante y ardiente necesidad de conocimiento.Agrippa fue médico, filósofo y diplomático. Practicó y estudió las grandes ciencias herméticas, la magia, la alquimia, la astrología y la kabalah, entre otros con el afamado Tritemus, maestro también del reconocido alquimista y astrólogo Paracelso.Estudió y enseño teología en distintas universidades de su época. En su juventud estuvo vinculado a la corte de Carlos V, al cual servia como asesor.Dado que sus obras eran incomprensibles para el vulgo que lo consideraba un brujo, y a sus diferencias con los dominicos, debió soportar la cárcel en Bruselas y finalmente el exilio.Acusado de hechicero, se retira a Italia. Finalmente termina en Lyon, donde empobrecido y despreciado por todos encuentra la muerte.Su vida está plagada de misterios y leyendas, entre las que se cuenta su continua compañía de un perro negro, en el cual muchos creyeron ver al mismo diablo. Así mismo, el mago de Nettesheim fue una de las figuras relevantes de su época. Un rebelde que pagó el precio de su rebeldía con la marginación y el desprecio.Protegido por sabios de su época y por los mismos nobles, no logró así y todo resistir las crueldades de la ignorancia.Para comprender su obra y su legado, debemos observar que Agrippa es un investigador que busca no solo el saber erudito, sino el conocimiento vivencial. El suyo es un conocimiento de primera mano.Con respecto a esto, él mismo dice haber visto realizar y haber realizado operatorias alquímicas de transmutación de metales viles en plata y oro.Su obra Agrippa es uno de los llamados magos eruditos. Todo su conocimiento, quedó plasmado en una obra sobrehumana; su "De Occulta Philosophia" (der.: tapa) libro inmenso en cantidad y calidad, que Agrippa culminó contando con tan solo 26 años. Este libro, releído y redescubierto por el esoterismo del siglo 19, es uno de los grandes pilares del ocultismo actual. No es vano pensar que todo el movimiento ocultista moderno, deba su nombre a la inmensa influencia del texto Agrippano.Toda la obra se basa en la llamada ley de correspondencias o analogías, que considera que existe un vínculo estrecho y vital entre el cielo, la tierra y lo humano.La "Filosofía Oculta" posee la virtud de ser el primer gran tratado sistemático de magia que se ha escrito.En La filosofía oculta, Agrippa divide el saber en tres ramas que son en realidad partes de una solo saber. Estas ramas son tratadas en tres libros que conforman la filosofía oculta. Uno que trata de la magia natural; un segundo libro que aborda la magia celeste y un tercero de magia ceremonial. Estas tres ramas de conocimiento son llamadas también: Física, matemáticas y teología.Para el mago y alquimista de esa época, estos términos no poseían la misma significación que le adjudicamos nosotros en la actualidad. Así es como lo que Agrippa define como "física" es la magia natural, el conocimiento de las virtudes mágicas y energéticas de todo lo creado por Dios en la naturaleza o bajo el reino sub lunar; la relación de las piedras, los animales, los metales, la hierbas con las fuerzas celestes y con las divinas.Por otro lado, su "matemática" no es el conocimiento mercantil que permite sumar y restar perdidas y ganancias; ni siquiera una especulación abstracta, es más bien el estudio del vínculo de los números como potencias espirituales y su participación en lo creado. Todo fue hecho por el Creador con relación a un número.También, esta matemática es lo más cercano a nuestra actual astrología. Aun que en Agrippa, a diferencia de la actual ciencia astrológica, tan cargada de determinismo, la astrología está llena de libertad y de espíritu. Dice a este respecto que los astros siempre son benéficos. Pero ocurre que una mala disposición del receptor, puede transformar este beneficio en un mal. "Así como la luz del sol, daña los ojos enfermos" según sus propias palabras.Por lo tanto Agrippa considera que la libertad del hombre a inclinarse hacia el bien o el mal, no está supeditada a los astros, aun que estos la favorezcan.Finalmente su Teología se presenta como el saber imprescindible para la obra mágica. Dentro de esta Teología se cuenta la "magia ceremonial" el conocimiento de las "leyes de las religiones" como él mismo lo expresa.Así es como el mismo Agrippa define la magia y sus tres vertientes: "Es preciso, que quienes quieren dedicarse al estudio de esta ciencia (la magia) posean la Física que explica las cualidades de las cosas y en la que se hallan las propiedades secretas de cada ser; que sepan bien matemática, que conozcan las estrellas, sus aspectos y sus figuras, puesto que de ellas depende la virtud y la propiedad de cada cosa elevada; y que entiendan bien la Teología por la que se conoce les sustancias inmateriales que distribuyen y gobiernan todas las cosas, para poseer la facultad de razonar la magia. Pues no puede haber obra alguna de Magia perfecta, ni siquiera de magia verdadera, que no abarque esas tres facultades en total.Agrippa es lo que se puede llamar un Teurgo. Un mago de la luz. Teurgia es una palabra que significa hacer con la divinidad. En está rama del saber mágico, el mago se ubica en un lugar subordinado, en una actitud de obediencia a lo Divino, de Dios, de quien se siente herramienta.Es sabido que la obra literaria de Agrippa, fue fecunda y que también escribió obras sobre Plantón y comentarios a los textos herméticos clásicos.Toda su producción posee en la actualidad, aun con las inmensas diferencias que implican varios siglos transcurridos, una inmensa influencia en el pensamiento que hace a el saber oculto.InfluenciasLa obra de Agrippa tuvo especial repercusión en toda la concepción de la magia posterior a él. La misma se encuentra por ejemplo en el notable mago galés John Dee (1527-1608) quien sentía por Agrippa un profundo respeto; en el ingles Francis Barrett, autor de "El Mago", obra que posee párrafos calcados de la "filosofía" de Agrippa; y también en el francés Eliphas Levy, padre innegable de la magia contemporánea, autor de textos ya clásicos como "Historia de la Magia" y el libro de mayor trascendencia, que posee la magia moderna, "Dogma y Ritual de la Alta Magia".Agrippa en la ActualidadEn la actualidad, los magos contemporáneos tenemos una deuda infinita con el maestro alemán. Su espíritu, su furor, su anhelo de verdad, son atraídos por el reverente respeto del mago, que en su laboratorio pide e implora las luces de lo alto. Luces que no descienden solas, si no que se expresan en aquellos que las han manifestado en vida. Es por esto que el mago actual siente por Agrippa una admiración fraternal, que lo une al espíritu de este mago y alquimista que tanto hizo y hace desde un lugar de misterio pero real, por aquellos que buscan con sincero anhelo transitar el camino de la magia.Con Agrippa comprendemos la magia como "el camino de la verdadera elevación interior". Él nos enseña que el fin, el alfa y omega del mago es el encuentro con la Divinidad. Para llegar a este encuentro, el mago irá viviendo una transformación que le permita acceder a niveles de conciencia elevados. Solo es posible encontrar fuera aquello que se encuentra dentro, y aquello que está fuera, nos despierta así mismo lo interior.El maestro de Colonia no cesa de proclamar en todos sus textos, que la obra es "hacerse digno de la obra", para esto, el mago se alimenta de la luz que recibe en su labor por intermedio de las ceremonias y ritualidades que le permiten un contacto con lo celeste. Este mismo contacto con la Luz, irá transformándolo de manera gradual hasta iluminarlo.Agrippa fue un erudito y un mago operativo. Muchas de sus aseveraciones, son fruto de experiencias propias. En este sentido, los magistas actuales tenemos mucho por aprender atrapados como estamos por la especulación estéril o por la práctica inescrupulosa.Este mago de luz, sigue siendo una guía que permite al mago actual un encuentro entre conocimiento personal y revelación.A él nuestros respetos y nuestra veneración.

POR Francisco Stiglich



AGRIPA SEGUN WIKIPEDIA :

Enrique Cornelio Agripa de Nettesheim (o Agrippa de Nettesheim) (Colonia, 14 de septiembre de 1486 - Grenoble, 18 de febrero de 1535) fue un famoso escritor, filósofo, alquimista, cabalista, médico y nigromante alemán. Se le considera también como un feminista adelantado a su tiempo.

Biografía

En su obra principal, De occulta philosophia libri tres, impresa en 1531, recogió todo el conocimiento medieval sobre magia, astrología, alquimia, medicina y filosofía natural y lo respaldó teóricamente. Erudito de fama y protegido por distintas casas reinantes o nobles, fue amigo de gran parte de los filósofos y grandes de su época. Durante un tiempo estuvo al servicio de los emperadores Maximiliano I, de Carlos I de España, como historiógrafo, y del rival de este último, el Papa Clemente VII.

Estuvo en las más conocidas universidades europeas de su tiempo como estudiante y como profesor de hebreo y filosofía. En su época llegó a convertirse en un referente de la corriente animista, despreciando el conocimiento empírico y defendiendo la teoría en la que se considera al mundo como un todo orgánico dirigido por un espíritu universal. Más tarde abandonaría todas sus teorías, afirmando la vanidad de todo saber y la validez de la Biblia.

Sus ideas y dedicación al estudio de las ciencias ocultas le obligó a vivir en un constante éxodo al ser perseguido en varios países. Durante su peregrinaje por Alemania, Francia e Italia trabajó como teólogo, físico, abogado y soldado.

En su concepto del mundo combina sobre todo el neoplatonismo del Renacimiento con la Cábala, es decir, con lo que en su época se entendía bajo este concepto en los círculos intelectuales no judíos. Se trata sólo de una «Cábala práctica» que recoge el folklore y la magia internacional. La importancia de Agrippa von Nettesheim, reside en el hecho de haber compilado en una magnífica obra de armonización la demonología judía medieval con la cristiana. En resumen, su doctrina nos dice lo siguiente: Dios gobierna el mundo, aunque la ejecución de su voluntad la deja a sus servidores, entre los cuales también se encuentran los demonios. El mundo está constituido de forma jerárquica y todo está animado. Las almas del hombre, del animal, de la planta y del mineral son parte del alma.

Como quiera que cada uno de los cielos y astros también tiene un alma, sobre los cuales hay situados en un plano superior unos regentes a modo de inteligencias superiores, de igual modo que unos siervos subordinados como ayudantes, la astrología y la magia ritual son de vital importancia en su concepto del mundo. De este modo todas las cosas se encuentran unidas entre sí y poseen un efecto atrayente o repulsivo sobre ellas mismas. El hombre como microcosmos es a la vez la imagen del universo y de Dios, que juntos forman el macrocosmos. Su De Occulta Philosophia está dividida en tres libros: Magia Natural (Física), Magia Celeste (Matemáticas) y Magia Ceremonial (Teología). Es notable la influencia en su pensamiento de Marsilio Ficino .

Según algunos, la historia de la ciencia moderna atribuye un papel muy importante a las doctrinas esotéricas y ocultistas de Agrippa von Nettesheim en el surgimiento de la revolución científica del siglo XVII. Esta búsqueda de las fuerzas ocultas de la naturaleza, que no se ajustaba a las ideas de la doctrina cristiana y que sólo podía llevarse a cabo en organizaciones secretas de personas de la misma ideología, representa el punto de partida de la ciencia moderna. La superación del pensamiento formalista y rutinario del medioevo se efectuó mediante manifestaciones muy antiguas de la magia, heredadas de la antigüedad. Después, esta nueva forma de pensamiento o racionalidad alternativa desarrolló su propia dinámica y se liberó de los elementos mágicos. 
 

Obras

Sus obras, aun no exentas de errores, reflejan una gran erudición y controversia con la mentalidad de su tiempo, llegando a ser encarcelado por este motivo en Bruselas. A continuación se indican algunas de las más importantes.

De occulta philosophia libri tres (Los Tres Libros de la Filosofía Oculta). Impreso en París en 1531 y en Colonia en 1533). Es un tratado de magia y ocultismo. 
De nobilitate et praeccellentia faemini sexus (De la nobleza y preexcelencia del sexo femenino) 1529. Es un libro sobre la igualdad de las mujeres. 
De incertitudine et vanitate de scientiarum et Artium. (De la incertidumbre y vanidad de las ciencias y las artes). Impreso en Köln en 1527, es una sátira del paupérrimo estado de la ciencia en su tiempo según él. 
La Commentaria in artem brevem Raimundi Lullii, 1533. 
Numerología oculta. Basado sobre todo en Pitágoras y en la cábala hebrea, realiza una síntesis del saber oculto de la antigüedad en lo que a la guarismos se refiere.

Curiosidad

La escritora británica J.K. Rowling se inspiró en la vida de Enrique Cornelio para crear el personaje histórico de la saga "Harry Potter", de nombre precisamente "Cornelio Agrippa".



FILOSOFIA OCULTA DE AGRIPPA-EXTRACTOS :

"HAY 3 MUNDOS:EL ELEMENTAL,EL CELESTE Y EL INTELECTUAL.

CADA MUNDO SUBORDINADO ES REGIDO POR EL MUNDO QUE LE ES SUPERIOR,NO ES IMPOSIBLE PASAR DEL CONOCIEMIENTO DEL UNO AL OTRO Y REMONTARSE HASTA EL ARQUETIPO,ESA ESCALA ES LO QUE SE LLAMA MAGIA.

LA MAGIA ES UNA CONTEMPLACION PROFUNDA QUE ABARCA LA NATURALEZA.ES EL PODER, LA CANTIDAD,LA SUSTANCIA;LAS VIRTUDES,LAS SEMEJANZAS,LAS DIFERENCIAS,EL ARTE DE UNIR,SE SEPARAR,DE COMPONER EN UNA PALABRA,TODO EL TRABAJO DEL UNIVERSO.

HAY CUATRO ELEMENTOS,QUE SON PRINCIPIO DE LA COMPOSICION Y DESCOMPOSICION : EL AIRE,EL FUEGO,EL AGUA Y LA TIERRA.

CADA UNO DE ELLOS E STRIPLE.

EL FUEGO Y LA TIERRA,EL UNO PRINCIPIO ACTIVO Y EL OTRO PASIVO,BASTAN PARA LA REPRODUCCION DE LAS MARAVILLAS DE LA NATURALEZA;

EL FUEGO POR SI SOLO,AISLADO DE TODA MATERIA QUE UNIDA A EL SIRVE PARA MANIFESTAR SU PRESENCIA,Y OCASIÓN,ES INMENSO,INVISIBLE,INMOVIL,DESTRUCTOR,RESTAURADOR,INCLINADO A TODO LO QUE TIENE CERCA Y ANTORCHA DE LA NATURALEZA CUYOS SECRETOS ALUMBRA;

LA TIERRA ES EL AGENTE DE LOS ELEMENTOS Y EL DEPOSITO DE TODAS LAS INFLUENCIAS CELESTES.TIENE EN SI TODOS LOS GERMENES Y LA SAZON DE TODAS LAS PRODUCCIONES Y SECUNDA LAS VIRTUDES DE ARRIBA;

LOS GERMENES DE TODOS LOS ANIMALES ESTAN EN EL AGUA;

EL AIRE ES UN ESPIRITU VITAL QUE PENETRA EN LOS SERES Y LES DA CONSISTENCIA Y VIDA:SIRVE PAR UNIR,AGITAR Y LLENARLO TODO, Y RECIBE INMEDIATAMENTE LAS INFLUENCIAS QUE TRANSMITE.DE LOS CUERPOS SE DESPRENDEN SIMULADORES ESPIRITUALES Y NATURALES QUE AFECTAN NUESTROS SENTIDOS;

HAY UN MEDIO PARA PINTAR IMÁGENES O LETRAS QUE PASANDO AL TRAVES DEL INMENSO ESPACIO,PUEDE LEERSE EN EL DISCO DE LA LUNA QUE LAS ALUMBRA,POR ALGUNO QUE SEPA Y ESTE PREVENIDO.

EN EL MUNDO ARQUETIPO TODO ESTA EN TODO; Y GUARDANDO LA DEBIDA PROPORCION,LO MISMO SUCEDE EN EL PRESENTE.

EN LOS MUNDOS INFERIORES LOS ELEMENTOS SON FORMAS GROSERAS O INMENSOS ACOPIOS DE MATERIA.EN EL CIELO YA SON DE NATURALEZA MAS ENERGICA,SUTIL Y ACTIVA: EN LAS INTELIGENCIAS SON VIRTUDES,Y EN EL ARQUETIPO IDEAS.

A MAS DE LAS CUALIDADES ELEMENTALES QUE CONOCEMOS,LOS SERES LAS TIENEN PARTICULARES,DESCONOCIDAS E INNATAS,CUYOS EFECTOS NOS SORPRENDEN Y ESTAS SON LAS QUE LLAMAMOS VIRTUDES OCULTAS;

LAS VIRTUDES OCULTAS EMANAN DE DIOS,UNICAS EN EL,MULTIPLES EN EL ALMA DEL MUNDO,INFUSAS EN LOS ESPIRITUS,UNIDAS O SEPARADAS EN LOS CUERPOS FRAGILES O FUERTES,SEGÚN LA DISTANCIA DEL SER DEL ARQUETIPO.

LAS IDEAS SON LAS CAUSAS DE LA EXISTENCIA Y DE LA ESPECIICACION Y DE ELLAS NACEN LAS ENTIDADES QUE PASAN POR LA MATERIA ENRAZON DE LA APTIITUD PARA RECIBIRLAS;

DIOS ES ORIGEN DE LAS VIRTUDES: EL LAS CONFIA A LOS ANGELES COMO MINISTROS;ESTOS LAS DERRAMAN SOBRE LOS CIELOS Y ASTROS Y LAS DIFUNDEN SOBRE LOS HOMBRES,PLANTAS,ANIMALES,TIERRA Y ELEMENTOS.

HE AQUÍ EL ORDEN DE EMANACION DE LAS VIRTUDES,IDEAS,INTELIGENCIAS,CIELOS,ELEMENTOS Y SERES.

LA SIDEAS SON LAS CAUSAS PRICNIPALES DE LA FORMA Y DE LA SVIRTUDES,LAS VIRTUDES NO PASAN DE LOS SERES SUPERIORES A LOS INFERIORES SIN EL INTERMEDIODEL ALMA DEL MUNDO QUE ES UNA QUINTA ESENCIA.

NO HAY MOLECULA ALGUA EN ELUNIVERSO EN QUE NO SE HALLE UN APARTICULA DE ESA ALMA DEL MUNDO O ESPIRITU UNIVERSAL;

AUNQUE ESTA DISTIBUIDA EN TODO Y EN TODAS PARTES,NO LO ESTA DE UN MODO UNIFORME,PUES HAY SERIES QUE TOMAN MAS Y OTRAS QUE TOMAN MENOS;

EN TODO EXISTE ANTIPATIA Y SIMPATIA Y POR ESTO HAY UNA INFINIDAD DE RELACIONES,UNIONES Y AVERSIONES SECRETAS;

LOS SERES EN QUIENES LA VIRTUD O PARTICULA DIVINA ESTE MENOS OBSTRUIDA DE MATERIA,PRODUCE INCENSAMENTE EFECTOS ADMIRABLES DESPUES DE SU DESTRUCCION;

LAS COSAS INFERIORES ESTAN DOMINADAS POR LAS SUPERIORES: LAS COSTUMBRES DE LOS HOMBRES DEPENDEN DE LOS ASTROS.EL MUNDO SUBLUNAR ES GOBERNADO POR LOS PLANETAS,Y EL MUNDO PLANETARIO ES GOBERNADO POR EL DE LAS ESTRELLAS FIJAS.

CADA ASTRO TIENE SU NATURALEZA,SU PROPIEDAD,SU CONDICION Y SUS RAYOS,QUE IMPRIME SOBRE LOS SERES UN CARÁCTER O UN SELLO DISTINTO Y PARTICULAR.

ALGUNAS VECES LAS INFLUENCIAS SE CONFUNDEN EN UN MISMO SER Y ENTRAN ENE EL EN VIRTUD DE RELACIONES DETERMINADAS POR MUCHAS CAUSAS,DE LAS CUALES ES LA POSESION.

HAY UN ENLACE ENTRE EL ALMA DEL MUNDO Y LA MATERIA,EN VIRTUD DEL CUAL EL ALMA DEL MUNDO OBRA TODO LO QUE EXISTE;(EL ALMA DEL MUNDO ES EL ESPIRITU SANTO O EL ASTRAL DE DIOS)

DE LAS COSAS DE ESTE MUNDO PUEDE REMONTARSE HASTA LOS ASTROS,DE LOS ASTROS A LAS INTELIGENCIAS,DE LAS INTELIGENCIAS AL ARQUETIPO.ES UNA CUERDA QUE SI SE TOCA EN UN EXTREMO SE RESIENTE EL OTRO;LA MAGIA CONSISTE EN APRECIAR LAS CORRESPONDENCIAS DE ESTOS MOVIMIENTOS QUE TIENEN LUGAR A DISTANCIAS TAN GRANDES.

ES UN OIDO MUY FINO QUE PERCIBE RESONANCIAS FUGITIVAS,IMPERCEPTIBLES AL COMUN DE LOS HOMBRES:EL HOMBRE COMUN NO OYE EN LA TIERRA,EN EL CIELO Y EN EL INTERVALO.

LA IMAGINACION,VIOLENTAMENTE CONMOVIDA,PUEDE MUDAREL CUERPO,DARLE IMPERIO,ACCION,PASION Y APROPIARLE,O CIERTAS ENFERMEDADES O CIERTAS IMPRESIONES.

LA CONTENCION VIOLENTA DEL ALMA HUMANA LA ELEVA,LA UNE A LAS INTELIGENCIAS,LA ILUMINA,LA INSPIRA E INFUNDE A SUS MOVIMENTOS Y ACCIONES ALGO DE DIVINO Y SOBRENATURAL.

EL ALMA HUMANA TIENE EN SI LA VIRTUD DE CAMBIAR,APROXIMAR O ALEJAR Y ENLAZAR;TAMBIEN PUEDE DOMINAR,TANTO LAS COSAS COMO LOS ESPIRITUS O EFECTOS DE UNA ENERGIA PARTICULAR DE SU VIRTUD O DE SUS PASIONES.

LOS NOMBRES DE LAS COSAS TIENEN IGUALMENTE UN PODER,EL ARTE MAGICO TIENE UNA LENGUA Y ESTA LENGUA TIENE VIRTUDES : ES UNA IMAGEN DE LOS SIGNOS.CON

ESTO SE EXPLICA EL EFECTO DE LAS INVOCACIONES,ABJURACIONES,CONJURACIONES Y OTRAS FORMULAS.

PARECE QUE EL NUMERO ES LA RAZON PRIMITIVA DEL ENCADENAMIENTO DE LAS COSAS.

LOS NUMEROS TIENE VIRTUDES,QUE SON EFICACES,BENEFICAS O MALHECHORAS;

LA UNIDAD ES EL PRINCIPIO Y EL FIN DE TODO Y NO TIENE PRINCIPIO NI FIN.

EL NUMERO BINARIO ES MALO.

EL TERNARIO REPRESENTA A DIOS,EL ALMA DEL MUNDO,EL ESPIRITU DEL HOMBRE.

EL CUATERNARIO ES LA BASE DE TODOS LOS NUMEROS.

EL QUINARIO TIENE UNA FORMA PARTICULAR EN LAS EXPIACIONES SAGRADAS:ES TODO.EL SUSPENDE EL EFECTO DE LOS VENENOS Y ES FATAL A LOS MALOS GENIOS.

EL SEPTENARIO ES MUY PODEROSO,TANTO EN BIEN COMO EN MAL.

DIOS ES LA MONADA.ANTES DE EXTENDERSE FUERA DE SI MISMO Y DEPRODUCIR LOS SERES,ENGENDRO EN SI EL NUMERO TERNARIO.

EL NUMERO DENARIO ES LA MEDIDA DE TODO.

LOS CARACTERES DE LAS PALABRAS NO SON SUS VIRTUDES,PERO DE ELLOS PUEDEN DEDUCIRSE EL CONOCIMIENTO DE LAS PROPIEDADES Y LOS ACONTECIMIENTOS.

LA ARMONIA ANALAOGA AL CONCIERTO DE LOS CIELOS,PROVOCA MARAVILLOSAMENTE SU INFLUENCIA.

EL HOMBRE LO TIENE TODO EN SI,NUMERO,MEDIDA,PESO,MOVIMIENTO,ELEMENTOS Y ARMONIA.

EXISTE UNA CAUSA SUBLIME,SECRETA Y NECESARIA DEL HADO (DESTINO)Y ELLA PUEDE CONDUCIR AL DESCUBRIMIENTO DE LA VERDAD.

EL MUNDO,LOS CIELOS YLOS ASTROS TIENEN ALMAS,Y ESTAS ALMAS NO DEJAN DE TENER AFINIDAD CON LAS NUESTRAS (A TRAVES DEL ETEREO Y EL ASTRAL);

EL MUNDO VIVE Y TIENE ORGANOS Y SENTIDOS.

EL ALMA DEL MUNDO TIENE OPERACIONES INTELECTUALES Y PARTICIPA DE LA NATURALEZA DIVINA.

LAS IMPRECACIONES (DECRETOS Y PLEGARIAS O MANTRAM ) TIENEN UNA EFICACIA,APEGANDOSE ALOS SERES Y MODIFICÁNDOLOS.

EL ENLACE UNIVERSAL DE LAS COSAS PRUEBA LA REALIDAD YCERTEZA DE LA MAGIA.

LA MAGIA ES UN ARTE SAGRADO QUE NO SE DEBE DIVULGAR.

ELLA SUPONE LA SUSPENSION DEL COMERCIO DEL ALMA CON EL CUERPO,UNA AUSENCIA COMPLETA DE TODA DISTRACCION,Y UNA UNION INTIMA CON LAS INTELIGENCIAS.

SOBRETODO ES PRECISO TENER FE,ESPERANZA Y VOLUNTAD,CUYAS VIRTUDES LEVANTAN EL VELO QUE CUBRE EL ESPEJO DIVINO Y DEJAN QUE LA VISTA RECIBA POR REFLEXION EL CONOCIMIENTO DE LOS EFECTOS Y LAS CAUSAS.

LA INTELIGENCIA DE DIOS ES INCORRUPTIBLE,INMORTAL,INSENSIBLE;PRESENTA A TODO E INFLUYE SOBRE TODO.

EL ASPECTO DE LOS PLANETAS EN EL ACTO DE NACER EL HOMBRE INDICARA LA NATURALEZA DE SU GENIO TUTELAR.LOS CARACTERES DE LOS ESPIRITUS Y SUS RUBRICAS NO SON INTELIGIBLES ALOS OJOS DE TODOS,SINO A ALGUNOS HOMBRES PRIVILEGIADOS.

EL ESPIRITU HUMANO ES CORPORAL,PERO DE UNA SUSTANCIA MUY SUTIL Y FACIL DE UNIRSE CON LA PARTICULA QUE EN NOSOTROS RESIDE.

EL ALMA,QUE ES DE DIOS,QUE EMANA DEL MUNDO INTELECTUAL,ES INMORTAL Y ETERNA.

NO ES NECESARIO BUSCAR AFUERA DE NOSOTROS MISMOS EL PRINCIPIO DE ESAS GRANDES OPERACIONES.ES UN ESPIRITU INTERNO...,EL ESPIRITU COMUNICA ESAS COSAS AL ESPIRITU HUMANO EN POCAS PALABRAS SAGRADAS.EL ENTENDIMEINTO ES LA LLAVE DE ESTA FILOSOFIA,PERO PARA QUE ESTE UNIDO CON DIOS,DEBE ESTAR DESPRENDIDO DE LA MATERIA Y MUERTO PARA EL MUNDO,LA CARNE,TODOS LOS SENTIDOS Y TODO EL HOMBRE ANIMAL..."

(DE OTROS ESCRITOS DE AGRIPPA)

"LA MAGIA ES LA CIENCIA MAS PERFECTA PUESTO QUE ENCIERRA LA SABIDURIA QUE ES EL ARTE POR EL CUAL SE PONE AL INDIVIDUO (SU ALMA) EN CONTACTO O COMUNICACIÓN CON LAS FUERZAS DE UN MUNDO O PLANO SUPERIOR PARA DOMINAR A LAS DE UN PLANO INFERIOR;

LA MATERIA ESTA MUERTA E INERTE Y SIN NINGUN PODER DE ACCION,PERO RECIBE

LA FORMA Y LA FUERZA DE LAS IDEAS,QUE CARECEN DE CUERPO Y EXTENSION Y QUE TIENE SU ORIGEN EN DIOS.

EN TODO LO CREADO HAY UN PODER OCULTO DEL QUE PROCEDEN TODOS LOS FENOMENOS DE LA MAGIA,EN CADA PIEDRA Y PLANTA EXISTE UN ACATIVIDAD Y UN PODER MARAVILLOSO,SI BIEN EL PODER MAYOR Y MAS MAGNIFICO ES EL DE LAS ESTRELLAS. Y SI QUEREMOS BENEFICIARNOS DE ESTE PODER,SI QUEREMOS CAPTAR LA INFLUENCIA DE UN ASTRO DETERMINADO DEBEMOS EMPLEAR LA COSAS TERRESTRES QUE ESTENRELACIONADAS CON ESTE ASTRO;

EL QUE DESEE ADQUIRIR PODERES SOBRENATURALES DEBE TENER FE Y ESTAR LLENO DE AMOR Y ESPERANZA(PUES LAS FUERZAS COSMICAS SONMANIFESTACION DE LA FE Y EL AMOR DIVINO Y PORQUE EL ALMA AL CONCENTARSE EN SENTIMIENTOS ELEVADOS ATRAE Y CANALIZA ESTAS FUERZAS SUPERIORES

EL DOMINIO DEL FUEGO ESTA ASOCIADO CON EL PODER Y CON LA CAPACIDAD DE USARLO(CORRECTAMENTE) ESOTERICAMENTE SIGNIFICA EL APROVECHAR CORRECTAMENTE LAS FUERZAS Y ENERGIAS DEL DESEO EN FINES CREATIVOS Y EDIFICANTES;

EL HOMBRE PUEDE MODIFICAR SU VIDA GRACIAS AL DOMINIO DEL FUEGO INTERNO O EL DESEO Y MODIFICAR LA NATURALEZ A PARA ADECUARLA A SUS NECESIDADES;

EL CALOR Y LA LUZ SON LOS SIMBOLOS DE LA VIDA,REPRESENTAN LA ENERGIA Y VIBRACION QUE PRODUCE MODIFICACIONES EN TODOS PLANOS,DESDE LOS MAS GROSEROS A LOS MAS SUTILES;

ASI LA FUERZA COSMICA SE DIVERSIFICA EN LA LUZ O FUERZA ELECTROMAGENETICA Y EN RAYOS O COLORES,CON VIRTUDES QUE PUEDEN APROVECHARSE A TRAVES DE LAS CORRESPONDENCIAS EN LA MAGIA ;



PARACELSO Y AGRIPPA,SIMILITUDES :

Los nombre famosos y misteriosos a la vez, dos nombres relacionados con la ciencia y la magia, con lo natural y lo 
sobrenatural, con la visión hacia el futuro y la mirada hacia atrás, en una mezcla que invalida su experiencia, pero que los 
mantiene vivos, por su personal interés humano más que por su aportación real al mundo del conocimiento.

Sus vidas discurren con bastante paralelismo. Heinrich Cornelius Agrippa von Nettesheim nace en 1486; en 1493 lo hace el 
suizo Teophrastus Bombast von Hohenheim, más conocido como Paracelso para la posterioridad. Agrippa muere en 1535, 
antes también que Paracelso, quien fallece en Salzburgo en 1541. Como vemos, el desfase de seis años en el nacimiento se 
mantiene idéntico en la muerte, pero estas son consideraciones anecdóticas que poco o nada tienen que ver con sus vidas y, 
menos aún, con sus obras.

Son hombres del Renacimiento, pero, como pasa con otros muchos hombres famosos del pensamiento y de la acción de su 
época, como es el caso tan evidente de Nostradamus, sus corazones se quedan en el pasado medieval aunque su pensamiento 
quiera ponerse a la vanguardia de su tiempo. Agrippa y Paracelso, siendo rescatadores del pensamiento clásico, son hijos de la 
alquimia y de la teología y no pueden sobreponerse a ese sentido mágico de la vida, mezclando las verdades evidentes con lo 
oculto, con las fuerzas escondidas en otro plano, que ellos suponen celestial y que no es más que la formulación de un deseo, a 
falta de un verdadero conocimiento científico.

Agrippa es un seguidor de la idea neoplatónica, y como él intenta desdibujar la realidad en tres esferas paralelas. Es el mismo 
sistema que intenta plasmar como perfecto Paracelso, los tres universos que forman el sustrato del hombre, las tres zonas 
separadas entre sí y que sólo el ser humano puede conocer. Para los dos filósofos queda clara la pertenencia del hombre a 
esos tres planos y sólo él -el hombre creado directamente por Dios- puede saber que existen los planos y que él pertenece a 
todos, simultáneamente; de ahí su grandeza y su debilidad, puesto que es el único ser sobre la tierra que es consciente de su 
pequeñez.

Otro factor en común en los dos pensadores es que, tanto Agrippa como Paracelso, son médicos, y lo son de un modo muy 
especial, puesto que ambos encuentran en la medicina una posibilidad cierta de aliviar al ser humano de sus males y dolores; los 
dos ven en la ciencia médica la salida única para toda esa carga insoportable que es la miseria de la enfermedad. La medicina 
se torna entonces en mucho más que una especialidad o una profesión: la medicina es una vocación, un sacerdocio, puesto que 
está destinada a servir a todos por igual, a aliviar a los que sufren, sean quienes sean. Los médicos son los sacerdotes del culto 
al ser humano y a ellos se deben, porque esa es la tarea primera y definitiva, la de poner su ciencia y su intuición al servicio de 
los que la necesitan.

Los tres planos de la realidad

Tanto para Agrippa como para Paracelso, nuestro Universo consta de tres planos:

1. El espiritual/lo divino.

2. El cosmos/lo sideral.

3. El de los elementos/lo terrestre.

El ser humano pertenece a los tres, simultáneamente, porque está compuesto de elementos; es parte del cosmos, y pertenece, 
por su alma, al mundo espiritual, al mundo invisible e intangible formado por todo aquello que se llama divino. El ser humano 
debe siempre saber que está unido a los tres planos y que la armonía entre los tres es la perfección para su vida física y para su 
equilibrio espiritual.

Lo más valioso, el verdadero hallazgo de esta formulación está en la definición del ser humano como una producción realizada 
a partir de los elementos que también forman la materia inanimada o la animada, pero no racional, la meramente animal. La 
doble pertenencia a la Tierra y a los planetas y estrellas, hoy en día superflua, es un punto muy significativo para la época, 
porque implica también que Tierra y resto de los cuerpos celestes son la misma cosa con distinta forma o composición, pero 
parte de un mismo Universo material. En cuanto a la espiritualidad, a la dependencia de almas y dioses, la sabiduría aceptada 
de la época, la tradición teológica, es la única culpable del desenfoque, que, por otra parte, todavía se mantiene con fuerza, ya 
a cientos de años de distancia de esos días tan azarosos para el descubrimiento de las grandes leyes físicas.

Si se sustituyera, en la misma construcción, el apartado alma por el de psique, nos encontraríamos a muy corta distancia de los 
pioneros del comienzo de este siglo, cuando se da al mundo de lo intangible una nueva composición, y se busca en la 
profundidad de la mente humana la clave para el reajuste de su personalidad. Con los dos nuevos sectores, con la reducción a 
elementos (sean terrestres o siderales) y a mente, la unidad del ser humano sí que se sitúa en su verdadero terreno; pero no 
debemos tratar de hacer encajar las definiciones del siglo XVI con las de principios del XX o finales del XIX, porque se trata 
de una ucronía voluntariosa, de un hecho que nosotros, desde aquí, sí podemos desear cambiar para reconstruir la realidad, 
pero desde el tiempo de Agrippa y Paracelso, simplemente no existía.

A pesar de esta aparente inutilidad (vista desde hoy, insistimos) del esfuerzo intelectual de los dos médicos-filósofos 
germánicos, lo que sí se debe subrayar es la importancia que conceden a la complejidad del hombre, por una parte, y a su 
proximidad con la naturaleza, por otra, como una nueva y muy distinta dirección, en la cual quieren encontrar los elementos con 
los que se pueda recuperar el equilibrio perdido. Este es el anticipo, la visión de vanguardia, de su enfoque médico; se trata de 
la primera aproximación a la quimioterapia, aunque la mayor parte de las recetas concretas sea inútil o hasta perniciosa. Los 
dos, por separado, buscan productos esenciales en su lucha contra la enfermedad y contra sus síntomas, contra el dolor.

Nuestros pensadores han ahondado, como hacía la escuela naturalista italiana, en el orden nuevo de la filosofía, en la doble 
escala ascendente y descendente de un macrocosmos gigantesco y englobador, y un microcosmos que se extiende hacia atrás, 
hacia lo infinitamente pequeño, pero que es la esencia de todo lo que existe, de todo lo que se puede sentir y desmenuzar con 
el análisis. El hombre está a caballo entre lo grande y lo pequeño, formando parte de las dos parcelas y, más que nada, 
dándose cuenta de la existencia de lo inmenso y de lo minúsculo.

Entonces, según Agrippa, el alma del hombre se pone en contacto con el alma del Universo. Se logra la armonía o se suscita 
una incompatibilidad: surgen, según esta concepción las simpatías y las antipatías entre seres animados y cosas inanimadas, 
porque todo, al estar hecho del mismo caldo primigenio o de la misma espiritualidad que se nos escapa, tiene en sí el poder de 
atraer o repeler. Esta filosofía de lo negativo y lo positivo, que después se extendería en el "magnetismo" del XIX, o que se 
concita con fuerza entre los "parapsicólogos", no es exactamente similar a la oriental, pero se acerca a ese concepto misterioso 
que trata de explicar lo desconocido. Su importancia radica en que ahora, con la fuente de conocimientos que suponen en la 
alquimia, los nuevos naturalistas pretenden dar con las subpiedras filosofales que vayan en contra o a favor de los males o de la 
felicidad.

Ellos, los médicos científicos del Renacimiento, pretendían hacer dar el gran salto a la medicina, pero no para provecho propio, 
sino para encontrar la panacea, el remedio universal, igual que los alquimistas trataban de transmutar sustancias o de encontrar 
los elementos básicos. Realmente, estaban en busca de la química, de los elementos, pero partían de una base tan 
desesperanzadoramente inútil, que poco podían hacer en ese sentido. En sus días bastaban con enunciar cosas como azufre, 
fuego, humores, aire, aqua vitae, potasa u otras palabras-clave y ya todo quedaba autoexplicado, pero nada desgraciadamente 
estaba resuelto. Ellos tenían las palabras y una nebulosa idea de elementos constituyentes y cuerpos constituidos, y el resto se 
les escapaba, porque todavía no existían ni ciencia ni un simple catálogo elemental, y todo lo que podían nacer era expresar un 
deseo y reafirmarlo con la fiereza de su entrega.

Pero la necesidad de dar con la fórmula, de buscar y encontrar el vínculo entre lo que la alquimia -como saber sobre los 
elementos- y la astrología -como saber sobre lo sideral- compartían en su misteriosa unidad e identidad, hacía que se 
profundizase en el camino equivocado, ya que no se ponían en dudas las teorías ni las hipótesis de partida, sino que se trataba 
de hacerlas válidas e indiscutibles, Con la ayuda de la teología -como la ciencia del espíritu invisible y superior- para mayor 
confusión, pero no para menor mérito de los que así pensaban, ya que ellos intentaban alcanzar un máximo partiendo, no del 
mínimo sino de las bases más erróneas posibles.

Agrippa, a pesar de su interés por lo cognoscible, por lo verdadero, publicó en 1510 "De occulta philosophia" y volvió a 
reimprimirla después, convencido de su contenido y del interés de lo expuesto en ella.

Paracelso, por su parte, estaba convencido de la existencia del principio vital, del "archeus", una fuerza que animaba a la 
materia y le daba sus cualidades diferenciadoras. La busca de ese "archeus" era su trabajo, como lo era establecer la unidad 
química de la materia a partir de azufre, mercurio y sal. En ambas cuestiones, Paracelso estaba completamente ajeno a la 
realidad, más que nada, como rehén de su siglo. Pero Paracelso también estableció que la individualidad era la base y que la 
enfermedad sólo podía contrarrestarse teniendo en cuenta que cada enfermo era uno e irrepetible, que sólo tratándolo como un 
caso particular y específico se podía llegar a un resultado favorable. Con ese concepto, Paracelso llegaba a distanciarse 
totalmente de la escuela de Galeno y de la norma imperante, como llego a establecer la total separación entre filosofía (en su 
sentido más amplio de conocimiento) y teología, haciendo hincapié en la existencia de dos campos: Naturaleza y Dios


FILOSOFIA OCULTA DE AGRIPPA (3 LIBROS) 
 

LA FILOSOFIA OCULTA DE AGRIPPA (INTRODUCCION) :

POR EL COPISTA (F.R)

AGRIPPA,DIVIDE EN 3 PLANOS O ASPECTOS,EL MUNDO EN EL QUE ACTUA EL ALMA,EL UNIVERSO Y DIOS RECIPROCAMENTE,EN EL ELEMENTAL,LAS ENTIDADES QUE ACTUAN EN LA NATURALEZA,EN EL CELESTE ACTUAN LAS CONSTELACIONES ZODIACALES QUE REGULA LAS ESTACIONES Y CICLOS COLECTIVOS,Y E EL PLANO INTELECTUAL,ESTAN LOS ATRIBUTOS DE DIOS QUE ACTUAN COMO ARQUETIPOS Y CENTRO DE LAS FUERZAS COSMICAS.

COMO SEA AGRIPPA ENSEÑA PRIMERO LA MAGIA NATURAL QUE EXPLICA LAS RELACIONES DE LAS COSAS,A TRAVES DEL PRINCIPIO DE CORRESPONDENCIAS O ANALOGIAS,LUEGO HABLA DE COMOLAS COSAS SE DIVIDEN Y RELACIONA ENTRE SI DEBIDO A SUS VIRTUDES OCULTAS Y EXPLICA COMO EL ALMA PARTICIPA DE ESTAS VIRTUDES Y EXPLICA COMO LA NATURALEZA ES TA GENIAL COMO INCONCLUSA COMO EL ALMA Y COMO LAS PASIONES Y EL INSTITO SE ADUEÑARON DEL ALMA Y ESTAS OCASIONA LA RUIDA DEL ALMA Y EVITAN LA MANIFESTACION DE LOS PODERES DIVINOS COMO CUALIDADES EN EL ALMA.

AGRIPPA REVELA LA INICIACION,JUSTAMENTE DETALLADO COMO EL ALMA ESTA ATADA A LAS PASIONES Y COMO ESTAS DEBEN SOJUZGARSE USANDO LA GUIA SUPERIOR,LA CONCIENCIA O EL ANGEL GUARDIAN,SEGUN LA MAGIA POSTERIOR,Y ESTA CLASE DE DOMA DEL ALMA Y SUS PASIONES,LE PERMITE ACCEDER AL MANANTIAL DE DONES CELESTIALES O VIRTUDES Y FUERZAS DE LA NATURALEZA O PODERES QUE ACTUAN EN ANALOGIA O CONCIERTO CON EL HOMBRE,CUANDO ESTE RECTIFICA,DISPONE Y TRABAJA SU ALMA,DANDO YA POR ESE ENTONCES UNA INSINUACION QUE LA ALQUIMIA ERA UN TRABAJO PSICOLOGICO (DESPIADADO).

PERO DE NINGUNA MANERA AGRIPPA REBAJA LA MAGIA A MERO SIMBOLISMO PSICOANALISTA,DECLARA QUE LA OBRA ES FISICA Y TRANSFORMA LA NATURALEZA,NO SON SOLO METAFORAS,PERO SOLO SE PUEDE ACTUAR,LUEGO DE TRASFORMARSE A SI MISMO,Y ESTO SOLO SE LOGRA CON LA INVOCACION Y ASISTENCIAS DE LAS FUERZAS CREATIVAS Y VIRTUDES DIVINAS.

ASI QUE LA MAGIA NATURAL,DE TRANSFORMACIONES,DE RELACIONES CON LIGADURAS EXPLICA EL PRINCIPIO DE CONTAGIO Y DE RELACION ENTRE LAS PARTES QUE LA HOLISTICA DESCUBRIO HACE TAN POCO...LOS HECHIZOS Y FASCINACIOES SON LOGRADOS POR UN ESTADO SUPERIOR AUN,EL DE LIGAR POR DESEO O VOLUNTAD A TRAVES DEL PODER VIBRATORIO DEL SONIDO,POR LA PLEGARIA COMO VEHICULO DE LA INTENCION,O EN VANO EL HECHIZO O ENCATAMIENTO  ES BENDICION O MALDICION Y AUN EL MISMO DIOS CREA A TRAVES DE LA PALABRA O VERBO.

LUEGO EXPLICA QUE LA INTENCION SE APLICA EN LOS SIMBOLOS,CON LA MAGIA DE LOS NOMBRES Y PANTACULOS,Y RECOPILA LAS TABLAS CON NOMBRES DE ANGELES Y VIRTUDES PLANETARIAS APLICADAS EN TALISMAES Y AMULETOS.

LA VIDENCIA SURGE COMO AVACE EN LA PERCEPCION Y PREPARACION DEL ALMA QUE CAPTA LA LUZ ASTRAL,QUE EN ORIENTE SE LLAMA AKAZA,Y LA FISICA HOY LLAMA FLUJO CUANTICO,POR SUPUESTO QUE EXPLICA COMO LEER LOS AUGURIOS Y PRESAGIOS QUE SE REVELA A TRAVES DE SIMBOLOS Y CORRESPONDENCIAS,PUESEL UIVERSO SE BASA EN ESTAS LEYES QUE LOS MAGOS CONOCEN Y APLICAN.

LA TERCERA PARTE DE SU OBRA HABLA DE LA MAGIA TEURGICA Y DE COMO LAS VIRTUDES DIVINAS SE REFLEJAN EN LA CREACION Y COMO CONECTARSE CON ASPECTOS O FUERZAS DE LA CREACION A TRAVES DE LOS RITUALES Y ENSEÑA LA TEOLOGIA MISTICA,PUES ES INDISPENSABLE TENER UN ALTO DESARROLLO ESPECULATIVO PARA INTERACTUAR CON LAS VIRTUDES DIVINAS O ARQUETIPOS Y JUSTAMENTE EN LA PARTE 2 Y 3 SE DESPACHA CON TODAS LAS FORMAS DE MAGIA,ASTROLOGIA,CABALA,ALQUIMIA Y EN LA RECOPILACION Y REVELACION DE TODA CLASE DE HECHIZOS Y ENCANTAMIENTOS,LA MAYORIA TAN INGENIOSOS COMO EXTRAÑOS,PERO SIN DUDA QUE ESTOS 3 (4 SI ACEPTAMOS EL LIBRO APOCRIFO QUE ENSEÑA A HACERSE OBEDECER POR DEMONIOS INFERNALES) SON TAL VEZ LA MEJOR OBRA DE MAGIA,PUES SIRVIO DE BASE A PARACELSO,ELIFAS LEVI Y CROWLEY,LO QUE NOS REVELA QUE HA SERVIDO DE INSTRUCCION E INSPIRACION  A GRANDES MAGOS DE TODAS LAS EPOCAS Y HA SIDO EL MAS GRANDE HONOR PROLOGAR ESTA SELECCION AJUSTADA DE LO MEJOR DE LA FILOSOFIA MAGICA DE AGRIPPA.

LIBRO 1 - MAGIA NATURAL :

Debido a que hay tres clases de MUNDOS,A saber: el 
Elemental, el Celeste y el Intelectual, y cada inferior es gobernado 
por su superior y recibe sus influencias, de modo que el Arquetipo 
mismo y el Creador sobe-rano nos comunica las virtudes de su 
omnipotencia a través de los Angeles, los Cielos, las Estrellas, los 
Elementos, los Animales, las Plantas, los Meta-les y las Piedras, 
habiendo hecho y creado todas las cosas para nuestro uso, he aquí 
por qué no es sin razón que los Magos creen que podemos 
penetrar naturalmente por los mismos grados y por cada uno de 
estos mundos, hasta el mismo mundo arquetípico, fabricador de 
todas las cosas, que es la causa primera de la que dependen y 
proceden todas las cosas, y disfrutar no solamente de estas 
virtudes que las cosas más nobles poseen, sino también 
procurarnos otras nuevas; y eso es lo que hace que se encarguen 
de descubrir las virtudes del mundo elemental por medio de la 
Medicina y de la Filosofía natural, sirviéndose de diferentes 
mezclas de cosas natura-les, captando al punto las virtudes 
celestes mediante los rayos y las influencias del mundo celeste, 
siguiendo las reglas y la disciplina de los Astrólogos y 
Matemáticos. En fin, fortalecen y confirman todas estas cosas a 
través de algunas ceremonias santas de las Religiones y a través 
de lás potencias de las diversas inteligencias.

Procuraré explicar, en estos tres Libros, el orden y 'la manera 
con que es menester servirse en todas estas cosas. El primer Libro 
contendrá la Magia natural, el segundo la celeste, y el tercero la 
ceremonial. Mas no sé si se podrá perdonar en un espíritu tan 
limitado como el mío y en un hombre carente de estudio el haber 
emprendido desde mi juventud, con tanta osadía, uña obra tan 
difícil y oscura; por tanto, no pretendo que se asigne más fe de la 
debida a lo que he dicho y diré a continuación mientras no haya 
sido aprobado por la Iglesia .y por la asamblea de los fieles.

Capítulo II 
LA MAGIA, SUS PARTES 
Y EL EJERCICIO DE SU PROFESION

La Magia es una facultad que tiene grandísimo poder, lleno 
de misterios muy elevados, y que abarca un conocimiento 
profundísimo de las cosas más secretas, su naturaleza, su potencia, 
su cualidad, su sustancia, sus efectos, su diferencia y su relación: 
de ahí que produzca sus efectos maravillosos mediante la unión y 
la aplicación que hace de las diferentes virtudes de los seres 
superiores con las de los inferiores; está allí la ciencia verdadera, 
la filosofía más elevada y misteriosa; en una palabra, la perfección 
y la realización de todas las ciencias naturales, puesto que toda la 
Filosofía pautada se divide en Física, Matemática y Teología. 
La Física nos enseña la naturaleza de las cosas que existen en 
el mundo, sus causas, sus efectos, sus tiempos, la diferencia de 
lugares, sus pro-piedades y sus evoluciones, y busca con exactitud 
cuáles son sus partes y todo lo que sirve a su perfección, de 
acuerdo con este verso:

¿Cuántos son los elementos existentes que hacen a la 
composición de las cosas naturales? ¿Cuál es el efecto del calor? 
¿Qué es la tierra, qué es el aire, y qué producen? ¿De dónde 
proviene el origen de los cielos? ¿De dónde viene el reflujo del 
mar, y el arco iris de diversos colores? ¿Qué confiere a Zas nubes 
la virtud de excitar ruidosos truenos, o de dónde llega el rayo que 
cae por los aires? ¿Cuál es la causa secreta que nos hace ver los 
meteoritos y los cometas, y cuál es el poder oculto que hace temblar 
la tierra? ¿De dónde provienen las minas de oro y de hierro, y la 
virtud oculta de los secretos de la naturaleza? 
La Física, que es la ciencia especulativa de las cosas 
naturales, abarca todas estas cosas, y lo que dice Virgilio en estos 
versos:

¿Dé dónde proviene este género diferente de hombres y de 
bestias, al igual que la lluvia y el fuego? ¿De dónde provienen los 
temblores de tierra y en virtud de qué el mar se eleva y extiende a 
pesar de los obstáculos que puede encontrar, y al punto se retira en 
su centro? ¿Qué es lo que nos hace conocer la virtud de las 
hierbas, el coraje y el furor de las bestias feroces, las diferentes 
clases de frutos, piedras y reptiles? 
La Matemática, por su parte, nos hace conocer 
evidentemente la naturaleza extendida en tres dimensiones y nos 
hace comprender el movimiento y la marcha de los cuerpos 
celestes, de acuerdo con este verso: 
Ella nos hace conocer cuántos movimientos estelares están 
prestos, lo que hace oscurecer la luna y lo que nos hace perder 
la luz del sol. Y lo que dice Virgilio: 
Debido a que el Sol gobierna en los doce signos el mundo 
dividido en ciertas partes, hace ver las rutas celestes y estelares, los 
eclipses de Sol y de Luna, las Pléyades, las Híadas, y las dos Osas; 
de allí deriva que el Sol se ponga tan presto en el invierno y de allí 
deriva el largo de las noches.

Todo esto se conoce mediante la Matemática. Además: 
Es por ello que podemos prever los diferentes cambios de 
tiempo y conocer la estación de la siembra y la cosecha, cuándo 
conviene hacerse a la mar o cortar los árboles de los bosques. 
La Teología nos hace conocer lo atinente a Dios, qué son 
los Angeles, las Inteligencias, los Demonios, el Alma, el 
Pensamiento, la Religión, los Sacramentos, las Ceremonias, los 
Templos, las Festividades y los Misterios. Trata sobre la fe, los 
milagros, la virtud de las palabras y las figuras, las operaciones 
secretas y los signos misteriosos; y, como dijo Apuleyo, nos 
enseña las reglas de las ceremonias, lo que la Religión ordena, lo 
que permite y prohibe y, para decirlo en pocas palabras, la Magia 
sola abarca estas tres clases de ciencias tan poderosas en 
prodigios, las aduna y las pone en práctica. Es, pues, con razón 
que los antiguos la apreciaron como la más sublime y digna de su 
veneración.

Los autores más célebres la estudiaron, poniéndola al día; 
entre ellos principalmente se distinguieron tanto Zamolxis y 
Zoroastro, que muchos los creyeron inventores de esta ciencia. 
Abbaris hiperbóreo, Charmondas, Damigeron, Eudoxo y 
Hermippo han seguido sus huellas, y otros ilustres autores como 
Trismegisto, Mercurio, Porfirio, Jámblico, Plotino, Proclo, 
Dárdano, Orfeo de Tracia, Gog el griego, Germa el babilonio, 
Apolonio de Tiana, y Osthanes (cuyos libros caídos en el olvido 
fueron comentados y clarificados por Demócrito) también 
escribió mucho y bien sobre esta ciencia. Además, Pitágoras, 
Empédocles, Demócrito, Platón y muchos de los más famosos 
filósofos efectuaron grandes viajes para aprenderla y, de regreso 
en sus lares, señalaron cuánto la estimaban, teniéndola muy en 
secreto. Aún se dice que Pitágoras y Platón hicieron llegar a 
Adivinos de Memfis para aprenderla, y que recorrieron casi toda 
Siria, Egipto, 
Judea y las Escuelas de los Caldeos para no pasar por alto a los 
grandes y misteriosos príncipes de la Magia, y para poseer esa 
ciencia divina.

Es preciso, pues, que quienes quieren dedicarse al estudio 
de esta ciencia posean perfectamente la Física que explica las 
cualidades de las cosas y en la que se hallan las propiedades 
secretas de cada ser; que sepan bien Matemática, conozcan las 
estrellas, sus aspectos y sus figuras, puesto que de ellas depende 
la virtud y la propiedad de cada cosa elevada; y que entiendan 
bien la Teología por la que se conoce las sustancias inmateriales 
que distribuyen y gobiernan todas las cosas, para poseer la 
facultad de razonar de la Magia. Pues no puede haber obra alguna 
de Magia perfecta, ni siquiera de Magia verdadera, que no 
abarque estas tres facultades en total.

Capítulo III 
LOS CUATRO ELEMENTOS, SUS 
CUALIDADES, COMPOSICION Y 
MEZCLA

Hay cuatro Elementos, principales fundamentos de todas 
las cosas corporales, a saber: el fuego, la tierra, el agua y el aire, 
de los que están compuestas todas las cosas visibles aquí abajo, 
no por modalidad alguna de fusión sino de trasmutación y unión, 
en las que se resuelven al corromperse. Ninguno de los 
Elementos sensibles es puro; están mezclados en mayor o menor 
proporción, y son capaces de trasmutación recíproca; así, la 
tierra se convierte en barro; disuelta, se torna agua; condensada 
y espesada, se trasmuta en tierra; y al evaporarse por el calor, se 
convierte en aire; este aire, al calentarse demasiado, se modifica 
en fuego; y este fuego, al extinguirse, se cambia nuevamente en 
aire, mas al refrigerarse luego de un calor extremo, cambia en 
tierra, o en piedra, o en azufre, como se aprecia en el ejemplo 
del rayo.

Platón cree que la tierra es totalmente trasmutable, y que 
los demás elementos son trasmutables en ella y entre sí 
recíprocamente. 
La tierra está separada de los Elementos más sutiles sin 
trasmutación, mas al disolverse o mezclarse en lo que constituye 
la disolución, retorna su forma primera. 
Cada Elemento tiene dos cualidades específicas; la primera 
le es propia e inseparable; la otra, como medio entre dos, 
conviene con la siguiente; pues el fuego es caliente y seco, la 
tierra es seca y fría, el agua es fría y húmeda, y el aire es 
húmedo y caliente; y es por dos cualidades opuestas que los 
Elementos son contrarios entre sí, como el fuego con el agua, y 
la tierra con el aire.

Los Elementos tienen aún otra especie de oposición entre 
sí; pues algunos son pesados como la tierra y el agua, y otros 
livianos como el aire y el fuego. He aquí por qué los estoicos 
llaman, a los primeros, Elementos pasivos, y a los últimos, 
activos. Incluso Platón, siguiendo una nueva distinción, acuerda 
tres cualidades a cada Elemento, a saber: al fuego, la claridad o 
penetración, la rarefacción y el movimiento, y a la tierra, la 
oscuridad, el espesor y el reposo; y es debido a estas cualidades 
que el fuego y la tierra son contrarios. Pero los otros Elementos 
reciben de ellos sus cualidades, de manera que el aire toma dos 
cualidades del fuego, la rarefacción y el movimiento, y una de la 
tierra, a saber, la oscuridad; por el contrario, el agua toma dos 
cualidades de la tierra, la oscuridad y el espesor, y una del 
fuego, a saber, el movimiento. Mas el fuego está dos veces más 
rarificado que el aire, es tres veces más móvil y cuatro veces 
más activo; el aire es dos veces más activo que el agua, está tres 
veces más rarificado, y cuatro veces más móvil; a continuación, 
el agua es dos veces más activa que la tierra, está tres veces más 
rarificada y cuatro veces más móvil. Así, el fuego tiene la misma 
relación con el aire, que el 
aire con el agua, y el agua con el aire; y en fin, el aire con el 
fuego. Estos son los principios y el origen de todos los 
cuerpos, de su composi- 
` ción, de sus virtudes, y de sus efectos maravillosos, de manera 
que quien-quiera conozca las propiedades de los Elementos, y 
de sus mezclas, podrá fácilmente operar cosas maravillosas y 
asombrosas, perfeccionándose en la Magia natural.

LOS GENEROS DE LOS COMPUESTOS, LA RELACION QUE 
TIENEN CON LOS ELEMENTOS, Y LA QUE TIENEN ESTOS. 
MISMOS, CON EL ALMA, LOS SENTIDOS Y LAS 
COSTUMBRES

Luego de los cuatro Elementos simples, siguen 
inmediatamente los cuatro Géneros de los compuestos perfectos, 
que son las piedras, los meta-les, las plantas y los animales; y 
aunque todos los Elementos sirven a la composición de cada uno, 
cada compuesto sigue un Elemento particular y tiene más de sus 
cualidades: pues todas las Piedras provienen de la tierra, ya que 
son pesadas y descienden a lo profundo, y la sequedad do-mina 
de tal forma en ellas que es imposible tornarlas líquidas; pero los 
Metales son acuosos y se funden, y como lo declaran los físicos y 
los químicos al realizar' experiencias, son engendradas por un 
agua espesa y viscosa, o por plata viva que es también acuosa; las 
plantas tiene tal relación con el aire que no podrían retoñar ni 
madurar sino en el aire; así todos los Animales extraen su fuerza 
del fuego y su origen del cielo, y el fuego les es tan natural que sin 
él no pueden vivir.

En fin, cada uno de estos Géneros se distingue por los grados 
de los Elementos; pues, entre las piedras, se dice que las oscuras 
y más pesa-das provienen de la tierra; y las trasparentes y 
compuestas de agua provienen del agua, como el cristal, el berilo 
y las perlas en las conchas, y las que nadan en el agua están 
compuestas de aire y son esponjosas como la piedra pómez y la 
toba. Por tanto, se entiende que están compuestas de fuego como 
el ladrillo y la cal. Asimismo, entre los metales, están compuestos 
de tierra, a saber, el plomo y la plata; además, del agua, 
como el mercurio; del aire, como el cobre y el estaño; y de fuego, 
como el oro y el hierro. 
En las plantas, las raíces se tienen de la tierra por su espesor, 
y las hojas del agua por su jugo, las flores del aire por su sutileza, 
las semillas del fuego por su espíritu generativo. Asimismo, 
existen los calientes, fríos, húmedos y secos que toman sus 
nombres de las cualidades de los Elementos. Entre los animales 
existen aquellos en los que domina la tierra, y que se sustentan en 
las entrañas de la tierra, como los gusanos, los topos y muchos 
animales que se arrastran ; asimismo, están los formados de agua, 
como los peces; otros en los que domina el aire y que no pueden 
vivir 
fuera de éste; otros en que domina el fuego, como las salamandras 
y las cigarras; y otros que tienen calor de fuego, como las 
palomas, los avestruces, los leones, y aquellos a los que el Sabio 
llama bestias que soplan un vapor de fuego.

Además, entre los animales los huesos tienen debida relación 
con la tierra, la carne con el aire, el espíritu vital con el fuego, y 
los humores con el agua, los que también se hallan en los 
Elementos; la cólera es como el fuego, la sangre como el aire, la 
pituita como el agua, la bilis negra como la tierra. En fin, en el 
Alma, siguiendo la opinión de Agustín, el entendimiento es como 
el fuego, la razón como el aire, la imaginación como el agua, y los 
sentidos como la tierra. Este mismo orden se halla en los Sentidos, 
pues el sentido de la vista participa del fuego; en efecto, no realiza 
sus operaciones sino por el fuego y la luz; el oído participa del 
aire, ya que el sonido no es sino el golpe del aire; en cuanto al 
olfato y al gusto, se relacionan con el agua, sin cuya humedad no 
hay sabor ni olor. En fin, el tacto es totalmente terrestre y se 
relaciona con los cuerpos más densos. Esta analogía se halla 
incluso en las Operaciones del hombre, pues el movimiento tardo 
y sólido se relaciona con la tierra; el miedo y la lentitud con la 
pereza tienen relación con el agua; el humor alegre y amable, con 
el aire; y un natural impetuoso y colérico se parecen al fuego. 
Los Elementos tienen, por tanto, el primer rango en -todos 
los seres; están en toda composición y en las propiedades, y les 
comunican sus virtudes.

Capítulo VIII 
LA MANERA EN QUE LOS ELEMENTOS SE HALLAN EN LOS 
CIELOS, EN LAS ESTRELLAS, EN LOS ESPIRITUS, EN LOS 
ANGELES Y EN DIOS MISMO

Es opinión de los platónicos que, así como en el mundo 
arquetípico todas las cosas se halla en todos, lo mismo ocurre con 
el mundo corporal, con la diferencia de que ellas se hallan de 
diferentes maneras, a saber, según la naturaleza de los sujetos que 
reciben las influencias o impresiones. Así los Elementos están no 
sólo en todas las cosas de aquí abajo, sino también en los Cielos, 
en las Estrgllas, en los Espíritus, en los Angeles, y en el Dios 
mismo, que es el creador y el autor de todas las cosas. Mas los 
Elementos se encuentran, en este mundo inferior, como formas 
groseras y elementos materiales, inmensos. Los Elementos se 
hallan natura-les en los Cielos, y en toda su fuerza, a saber, de una 
manera celeste y más excelente como no se encuentran en todo lo 
que existe debajo de la luna: pues todo se halla en su pureza 
perfecta; la solidez de la tierra, sin 
la cual nada hay de grosero ni de material, la ductilidad del aire, 
sin espesor ni división alguna, el calor del fuego, sin ardor, que no 
hace sino relucir y vivificar. Entre las Estrellas, Marte y el Sol 
tienen el fuego; y las que habitan en el octavo cielo tienen la 
tierra; lo mismo que la Luna (que muchos juzgan compuesta de 
agua) a causa de que extrae las aguas, del cielo y de la tierra, que 
nos comunica al estar imbuida por su proximidad. 
Entre las Constelaciones existen también aquellas en las que 
domina el fuego, en unas el aire, en otras la tierra y en otras el 
agua; y son los Elementos los que gobiernan los cielos, 
distribuyéndoles a todos sus cuatro cualidades, siguiendo sus tres 
diferentes órdenes y el principio, el me-dio y el fin de cada 
Elemento. Así Aries toma su principio del fuego; Leo, su progreso 
y su acrecentamiento; y Sagitario su fin. Tauro extrae su principio 
de la tierra; Virgo su progreso, y Capricornio su fin. Géminis 
extrae su principio del -aire; Libra, el progreso; y Acuario, su fin. 
Cáncer toma su principio del agua; Escorpio, el progreso; y Piscis, 
el fin.

Los Elementos forman, pues, y componen por su mezcla 
todos los cuerpos con los planetas y los signos. Lo mismo ocurre 
con los Espíritus; de manera que unos se parecen al fuego, otros a 
la tierra, otros al aire y otros al agua. He aquí por qué se dice 
también que los cuatro ríos de los infiernos tienen, a saber, 
Flegeton, fuego; Cocito, aire; Estigia, agua; y Aqueronte, tierra. 
Incluso se ve en las Escrituras el fuego que sufren los 
condenados, y el fuego eterno al que son condenados los malditos. 
El Apocalipsis hace mención de un estanque de fuego; e Isaías 
dice de los condenados: "Dios los golpeará con aire corrompido"; 
y Job dice: "Pasarán de aguas de nieve a un calor extremado"; y 
expresa incluso que hay "una tierra de tinieblas y miserias cubierta 
por la oscuridad de la muerte". 
En fin, los Elementos se hallan asimismo en todo lo que 
existe de celeste, en los Angeles, y las inteligencias 
bienaventuradas, ya que la solidez de la esencia, y la fuerza de la 
tierra allí se encuentran (pues son las sólidas sedes del Señor), así 
como la clemencia y el amor, virtudes del agua purificante: he 
aquí por qué el Salmista las llama las aguas, cuando dice a Dios al 
hablar de los cielos: "Tú que gobiernas las aguas que están por 
encima de ellos". Existe en ellos el aire de un espíritu sutil, y el 
amor del fuego, que reluce; es por ello que las santas Escrituras 
las denominan las alas de los vientos, y el Salmista, al hacer otra 
mención de ellas, dice: "Tú que haces de los espíritus, tus ángeles, 
y del fuego ardiente, tus ministros".

En los órdenes angélicos también están los que corresponden 
al fuego, que son los Serafines, las Virtudes y las Potencias; los 
Querubines, de la tierra; los Tronos y los Arcángeles, del agua; las 
Dominaciones y los Principados, del aire. ¿No se halla algo tan 
tocante relativo al autor del mundo, que la tierra se abra y 
engendre al Salvador, y no se le llama en la misma santa 
Escritura, fuente de agua viva, purificante y regenerante, y soplo 
de vida? ¿Moisés y Paulo no dicen que es un fuego devorador? 
Nadie puede, por tanto, discrepar en cuanto a que los 
Elementos se hallan por doquier, y en todas las cosas de maneras 
diferentes; primera-mente en todas las cosas que contiene este 
mundo inferior, pero son impuros y groseros; en las cosas 
celestes son más puros y netos, y vivos en lo que está por encima 
de los cielos, perfectos, bienaventurados y acabados de todas 
maneras., Los Elementos son, pues, en el arquetipo, las ideas de 
todo lo que se produce; en las inteligencias, las potencias; en los 
cielos, las virtudes; y en todo lo que existe aquí abajo, las formas 
groseras e imperfectas.

Capítulo IX 
COMO LAS VIRTUDES DE LAS COSAS 
NATURALES NACEN DE LOS ELEMENTOS

Algunas Virtudes Naturales son puramente elementales, 
como las de calentar, enfriar, humedecer, secar, y se llaman las 
primeras operaciones o cualidades, que siguen al acto: pues estas 
cualidades solas y por sí mis-mas cambian toda la sustancia de 
todas las cosas; cualesquiera otras cualidades no podrían hacer 
esto. Además, están en las cosas y provienen de los Elementos que 
las componen; se extienden más y tienen algo más que sus 
primeras cualidades, como las que maduran, las que hacen digerir, 
resolver, que ablandan, que endurecen, que son limpiadoras, 
corrosivas, abrasivas, aperitivas, evaporativas, confortativas, 
emolientes, unitivas, compre,sivas, atractivas, dilatadoras, y 
muchas otras. Pues toda cualidad ele-mental debe hacer en la 
mixta muchas operaciones que no realiza sola y estas operaciones 
se llaman segundas cualidades, porque siguen la naturaleza y la 
proporción de mezcla de las primeras virtudes, tal como se trata 
esto simplemente en los libros de medicina; así como el cambio 
que ocurre en la sustancia de la materia hasta cierto punto es la 
operación del calor natural, igualmente existe el endurecimiento, 
que es la operación del frío, y la congelación y demás; y a veces 
estas operaciones se efectúan sobre un miembro determinado, 
como las que provocan la orina, o la leche, y las menstruaciones, y 
estas cualidades se llaman terceras, que siguen a las segundas, 
como las segundas siguen a las primeras; he aquí por qué hay 
muchas enfermedades que provienen de estas primeras, segundas 
y terceras cualidades, y que se curan por ellas.

Asimismo, hay muchas cosas muy admiradas que se hacen 
de manera artificial, como el fuego que consume al agua, 
denominado fuego griego, del cit .? Aristóteles nos enseña 
diferentes composiciones en el tratado particular que 
confeccionara. De la misma manera se confecciona el fuego que el 
aceite apaga y el agua fría enciende cuando ésta cae como rocío, y 
este fuego se enciende con la lluvia, con el viento o con el sol, y 
se 
convierte en un fuego que se llama agua ardiente, cuya confección 
es muy conocida, y no consume nada que no sea ella misma; y 
también existen los fuegos que no se apagan, los aceites 
incombustibles, las lámparas perpetuas que no pueden ser 
apagadas ni por el viento, ni por el agua, lo que a todas luces 
parecería increíble, si no hubiese sido vista esa famosa lámpara 
que otrora ardiera en el templo de Venus, en la que ardía la piedra 
asbestus que, una vez encendida, no podía extinguirse jamás. Por 
el contrario, se prepara la madera u otra cosa combustible de 
modo que el fuego no puede hacer nada, y se disponen arbitrios 
por medio de los cuales se puede llevar en las manos un hierro 
candente, o echar mano de un metal fundido, o introducirse 
totalmente en el fuego sin experimentar mal alguno, y muchas 
otras cosas parecidas; y hay una especie de lino, que Plinio llama 
asbestum, y los griegos ao j3esTov, que ninguna clase de fuego 
puede hacer arder; al respecto, Anaxiles dice que un árbol recubierto 
con ese material puede ser cortado sin que se oiga ruido 
alguno.

Capítulo X 
LAS VIRTUDES OCULTAS DE LAS COSAS

Existen otras virtudes en las cosas, que no pertenecen a 
Elemento alguno, como la de impedir el efecto del vino, alejar el 
ántrax, forjar el hierro, o alguna otra; y esa virtud es la 
consecuencia de la especie o de la forma de las cosas, lo que hace 
que de una pequeña cantidad no sobre-venga un pequeño efecto, 
lo cual no se halla en la cualidad de un Elemento; pues estas 
virtudes, al ser muy formales, pueden producir grandes efectos 
con la menor materia; por el contrario, la cualidad elemental para 
actuar en gran medida necesita mucha materia. Las Propiedades 
Ocultas se llaman así porque sus causas no se manifiestan y 
porque el espíritu humano no las puede penetrar: he aquí por qué 
sólo los filósofos, por larga experiencia más razón natural 
pudieron adquirir una parte del cono-cimiento, pues así como las 
carnes se digieren en nuestro estómago, por el calor que 
conocemos, de igual manera se transforman por cierta virtud 
oculta que ignoramos, no por el calor, porque así se 
transformarían más rápido en el fuego que en el estómago. Lo 
mismo ocurre con las cosas de cualidades elementales que 
conocemos, y de ciertas virtudes que les son naturales y nacen con 
ellas, que admiramos, y de las que nos asombramos de no poseer 
el conocimiento o de no haberlas visto, como es el ejemplo del 
ave Fénix, que renace de sí misma, como dice Ovidio: 
Hay un ave que los asirios llaman Fénix, que renace de si 
misma...

Y agrega:

Los egipcios se reúnen para ver con admiración la cosa 
maravillosa, y muestran al punto su regocijo ante esta ave única. 
Matreo recibe extrema admiración de griegos y romanos al 
decir que apacentaba a una bestia salvaje que se devoraba a sí 
misma, y hasta hoy hay gente que desea saber cuál era la bestia de 
Matreo. Nadie dejaría de asombrarse de que existen peces bajo 
tierra, de los que han hecho mención Aristóteles, Teofrasto y el 
historiador Polibio, y de que Pausanias nos habló de ciertas 
piedras que cantan; por tanto, estas son operaciones de las 
virtudes ocultas. Así ocurre que el avestruz para nada daña su 
estómago con un hierro caliente, digiere un hierro frío y hasta el 
más duro, para nutrir su cuerpo. Asimismo, el pececillo llamado 
Echeneis detiene de tal manera la impetuosidad de los vientos, y 
doma la furia del mar, por más fuertes y violentas que sean las 
tempestades, y cualquiera sea la cantidad de velas de que se sirvan 
los navíos, mientras que por poco que las toque, las detiene y las 
hace rezagarse de manera que quedan sin movimiento. De igual 
modo, las salamandras y las bestezuelas llamadas Pyraustae viven 
en el fuego, y aunque parezca que se consumen, nada les impide 
conservarse. También hay cierta resina, con la que dicen que las 
amazonas frotaban sus armas, que las preservaba de ser dañadas o 
perjudicadas por el hierro o el fuego; se sabe que Alejandro el 
Grande frotó con esa resina las puertas caspianas, que eran de 
bronce.

Incluso está escrito que el arca de Noé, construida hace miles 
de años y que aún dura sobre las montañas de Armenia, estaba 
compuesta por esta resina. Hay una cantidad de otras maravillas 
de esta clase, casi increíbles, conocidas sin embargo por la 
experiencia misma: así las historias antiguas hacen mención de los 
sátiros, animales con figura mitad hombre y mitad bestia, pero 
dotados de raciocinio, de los que san Jerónimo dice que uno de 
ellos habló a san Antonio, el ermitaño, condenando en sí mismo el 
error de los gentiles de adorar a los animales, y rogándole que 
rezara a Dios por él; y asegura que, en otra ocasión, apareció en 
público uno de ellos, siendo al punto remitido a Constantino.

Capítulo XI 
MODO DE PREPARAR LA INFUSION DE LAS VIRTUDES 
OCULTAS EN LAS ESPECIES DE LAS COSAS, POR LAS 
IDEAS, 
MEDIANTE EL ALMA DEL MUNDO, Y LOS RAYOS DE LAS 
ESTRELLAS, Y LAS COSAS QUE MAS TIENEN ESA VIRTUD

Los platónicos expresan que todas las cosas de aquí abajo 
reciben sus ideas de las ideas superiores; la definición de la Idea 
consiste en su principio en una forma que está por encima de las 
almas y de los espíritus, que es una, simple, pura, inmutable, 
indivisible, incorpórea, eterna, y la naturaleza de todas las ideas es 
la misma, y ponen las ideas en el bien 
mismo, es decir, en Dios, y quieren que ellas sean 
diferentes y distintas entre sí, por medio de la causa, por 
ciertas razones relativas, y que todo lo que existe en el 
mundo carece de cambio y es único, y que todas las 
cosas convienen entre sí para que Dios no sea una 
sustancia diferente; las ubican en la inteligencia, es 
decir, en el Alma del mundo por las formas propiamente 
diferentes, mutuamente absolutas; de manera que en 
Dios todas las ideas son una forma; pero entran muchas 
en el alma del mundo y en los otros espíritus, ya sea que 
estén unidos y sean un cuerpo, o estén separados; ubican 
diferentes formas mediante cierta participación y grados 
en escala ascendente; se incluyen en la naturaleza como 
simientes inferiores de formas infusas por las ideas. Al 
final, penetran en la Materia como sombras: se agrega 
que en el alma del mundo hay tantas maneras seminales 
de cosas como ideas en el espíritu divino, por las cuales 
fueron creadas en los cielos las Estrellas y las figuras, 
imprimiéndoseles a todas sus propiedades. Todas las 
virtudes y propiedades de las especies inferiores 
dependen de estas estrellas, de estas figuras y de estas 
propiedades, de manera que cada especie tiene una 
figura celeste que le encuadra, de donde le llega una 
admirable potencia para actuar, y esta cualidad que le es 
propia la especie la recibe de su idea a través de las 
modalidades seminales del alma del mundo. Pues las 
ideas no sólo son causas de ser sino también causas de 
cada virtud que se halla en tal especie, y esto es lo que 
dicen muchos filósofos, que por ciertas virtudes que 
tienen una manera asegurada y estable, que no son 
fortuitas ni casuales, sino eficaces, potentes e infalibles, 
nada hacen de inútil ni en vano, y esas virtudes son las 
operaciones de las ideas, que no varían sino por 
accidente y ello tan sólo por la impureza e inigualdad de 
la materia;

pues de esa manera las cosas de la misma 
especie tienen, en mayor o menor medida, la virtud 
según la pureza o la confusión de la materia; de ahí qúe 
los platónicos hayan acuñado un proverbio en el sentido 
de que las virtudes celestes estaban infusas en la materia 
según las buenas cualidades; Virgilio dijo:

Las cosas de aquí abajo reciben tanta cantidad de fuerza y 
virtud de los cielos como la materia está dispuesta a recibir. 
He aquí por qué las cosas a las que se acuerda menos la idea 
de la materia, es decir, las que reciben más la apariencia de 
cuerpos separados, tienen virtudes más grandes y eficaces, en la 
operación, y semejantes a la operación de la idea de los cuerpos 
separados. 
Sabemos, pues, que la situación y la figura de los cuerpos 
celestes es la causa de toda fuerza móvil que se halla en las 
especies inferiores.

Capítulo XII 
COMO INFLUYEN LAS VIRTUDES DE UNA MISMA ESPECIE 
EN LOS DIFERENTES INDIVIDUOS

La figura y la situación de los cuerpos celestes y de las 
estrellas acuerda a muchos individuos las Virtudes Singulares tan 
maravillosas respecto de las especies; pues tau pronto cualquier 
individuo que se sabe comienza a existir bajo un horóscopo fijo, o 
bajo alguna constelación celeste, contrae desde ese momento 
cierta virtud particular admirable de actuar, y de sufrir o de 
recibir, además de la relativa a su situación y especie, tanto por la 
influencia de los cuerpos celestes como por la correspondencia, la 
sumisión y la obediencia de la materia de las cosas que se 
producen y se engendran en el alma del mundo, que tiene la 
misma relación que la obediencia de nuestros cuerpos para con 
nuestras almas, pues sentimos en nosotros lo que cada forma nos 
hace concebir. Nuestros cuerpos se mueven por las cosas 
deleitables, uniéndose a ellas o huyendo de ellas; lo mismo ocurre 
a menudo con las almas celestes cuando conciben diferentes ideas; 
entonces la materia se mueve por relación con ellas.

De manera que en la naturaleza hay muchas cosas que 
parecen ser prodigios de la imaginación de los movimientos 
superiores; esto hace que no sólo las cosas naturales sino también 
muy a menudo las artificiales reciban diferentes virtudes, y sobre 
todo cuando el alma del cuerpo que opera se apega a aquello que 
la influencia, y esto es lo que ha hecho decir a Avicena que todo 
lo que se hace aquí se halla antes en los movimientos y en las 
ideas de las estrellas y los globos. Así se producen y se crean 
diferentes efectos en todas las cosas, e inclinaciones y costumbres 
diferentes, no sólo por las diferentes disposiciones de la materia 
sino también por las diversas influencias que ellas reciben y sus 
diferentes formas, no por la diferencia específica sino por la 
diferencia propia y particular. Y es Dios mismo, quien es la causa 
primera de todas las cosas, quien distribuye de manera diferente 
estos grados, que, permaneciendo siempre el mismo, los comunica 
y los reparte como le place; y las segundas causas angélicas y 
celestes cooperan con él, disponiendo la materia corporal y las 
otras cosas que les son encomendadas. Una vez hecho esto, Dios 
comunica todas las virtudes por el alma del mundo, por la 
potencia particular de las ideas o las imágenes y las inteligencias 
que presiden, y el concurso de los rayos y los aspectos de las 
estrellas que se crean por medio de un con-cierto armónico y 
particular.

Capítulo XIII 
ORIGEN DE LAS VIRTUDES OCULTAS DE LAS COSAS

Todo el mundo sabe que el imán tiene la virtud particular 
de atraer al hierro y que por poco que se le acerque un diamante, 
éste se lo quita; el ámbar y el balagius, frotados y calentados, 
levantan la paja. La piedra Asbestus encendida no Se apaga 
jamás. El carbúnculo reluce en la oscuridad. El aétites fortifica 
el fruto de las mujeres y 'las plantas. El jaspe detiene la 
hemorragia. El pececillo llamado Echineis detiene la marcha de 
un barco. El rabarbarum elimina la cólera. El hígado de 
camaleón, quemado en sus extremos, genera lluvias y truenos. 
El heliotropo reduce la visión y torna invisible a quien lo lleva 
consigo. La piedra de Lyncour desinflama los ojos. El lippare 
atrae a las bestias. El synochitides hace aparecer los espíritus 
celestes. El enectis, puesto sobre personas dormidas, las hace 
adivinar. Hay una hierba de Etiopía que se dice que seca los 
estanques y abre todo lo que está cerrado. En la historia se 
observa la costumbre de los reyes de Persia, de dar a sus 
embajadores la hierba Latax para que donde fuesen no les faltase 
nada. Existe incluso una hierba de Esparta o Tartaria, que una 
vez gustada o puesta en la boca, se supone que pueden pasarse 
doce días sin beber ni comer; y Apuleyo dice que supo por Dios 
que hay muchas clases de hierbas y piedras, por medio de las 
cuales los hombres pueden conservarse siempre en vida; pero 
que no les está permitido a los hombres conocerlas porque, 
aunque vivan poco, no dejan de dedicarse a la maldad y de 
cometer toda clase de crímenes, y que atacarían hasta a los 
mismos dioses si viviesen más tiempo; ninguno de los autores de 
gruesos volúmenes sobre las propiedades de las cosas explicó de 
dónde. provienen estas virtudes; ni Hermes, ni Bochus, ni Aron, 
ni Orfeo, ni Teofrasto, ni Tebith, ni Zenothemis, ni Zoroastro, ni 
Evax, ni Dioscórides, ni Isaac el Judío, ni Zacarías el Babilonio, 
ni Alberto, ni Arnoldo ; pero todos dijeron lo que escribiera 
Zacarías a Mitrídates, que hay una gran virtud en las piedras y 
las hierbas, y que la suerte de los hombres depende de ellas. 
Para saber de dónde proviene eso, es necesaria una 
profunda especulación. Alejandro el peripatético, sin apartarse 
de sus opiniones y cualidades, cree que eso proviene de los 
Elementos y de sus cualidades, lo que podría creerse, si sus 
cualidades no fuesen de una misma especie y muchas 
operaciones de las piedras no fuesen semejantes en especie y en 
género, y de la misma especie y del mismo género. Es por ello 
que los Académicos, siguiendo la opinión de Platón, atribuyen 
estas virtudes a las ideas ,que forman las cosas. Avicena afirma 
que provienen de las inteligencias; Hermes, de las estrellas; y 
Alberto reduce estas operaciones a las formas específicas de las 
cosas. Cualquiera sea la diferencia que se halle en las creencias 
de estos diversos autores, sin embargo, no hay nadie, si se los 
entiende bien, que se aleje de la verdad puesto que todos sus 
discursos se 
relacionan en muchas cosas con el mismo efecto. Pues Dios, que 
es el fin y el origen de todas las virtudes, da el sello de sus ideas 
a las inteligencias, sus ministros, que las ejecutan fielmente, 
comunican por una virtud de la idea las cosas que les han sido 
confiadas a los cielos y las estrellas, las cuales como 
instrumentos disponen por adelantado, o esperan recibir las 
formas que, como expresa Platón en su Timeo, residen en la 
majestad divina por la deducción de los astros y lo que da las 
formas las distribuye por el ministerio de las inteligencias, que ha 
establecido para conducir y custodiar sus obras y a las que ha 
dado este poder en las cosas que les confiara, a fin de que todas 
las virtudes de las piedras, las hierbas, los metales y todas las 
demás cosas sean conferidas por las inteligencias que presiden. 
La forma y las virtudes provienen, pues, de las ideas; luego, de 
las inteligencias que presiden y gobiernan o conducen; después, 
de los aspectos de los cielos; y por fin, de las complejidades de 
los Elementos, los cuales, al estar dispuestos, corresponden a las 
influencias de los cielos. Las operaciones se efectúan, pues, de 
esta manera: sobre las cosas que vemos aquí abajo, por las 
formas expresas; en los cielos, por las modalidades de mediación; 
en el amo o arquetipo, por las ideas y las formas ejemplares; ellas 
deben convenir eri la ejecución de todos los efectos y de cada 
virtud.

Así, hay una virtud y una operación admirable en cada 
hierba y en cada piedra, pero una muchísimo más grande en las 
estrellas; además, cada cosa toma o recibe mucho de las 
inteligencias que, presiden, sobre todo de la primera causa, a la 
que todas las cosas consumadas responden mutuamente; las 
cuales se conforman unas can otras por su armonioso concierto 
de alabanza, como por ciertos himnos, a su amo soberano, de 
acuerdo a la invitación del cántico entonado por los santos niños 
del horno de Caldea: Bendecid al Señor todas las cosas que 
germinan sobre la tierra, y todo lo que se mueve en lo;. aires, 
todas las aves del cielo, y todas las bestias, y uníos a los hijos de 
los hombres. Por tanto, no hay' otra cosa necesaria de efectos que 
el acuerdo y nexo de todas las cosas con la causa primera, y su 
correspondencia con estos ejemplares divinos e ideas eternas; 
cada cosa tiene un lugar fijo y,determinado en el arquetipo por el 
cual vive y del que obtiene su origen, y todas las virtudes de las 
hierbas, piedras, metales, animales, palabras, discursos y todo lo 
que existe, dependen y vienen de Dios, el cual, aunque opere por 
medio de las inteligencias y los cielos no deja de realizar 
cualesquiera operaciones suyas inmediatamente y por sí mismo 
sin servirse de estos medios ni de su ministerio; y estas 
operaciones se llaman milagros; pues las primeras causas actúan 
como mandamiento y orden; y las segundas, que Platón y los 
demás llaman ministros, como necesidad; aunque ellas producen 
necesariamente sus efectos, él las dispensa cuantas veces quiere y 
las suspende cuando le place, de modo que ellos se entregan por 
entero o desisten de la necesidad de su mandamiento y de su 
orden, y allí están los más grandes milagros de Dios. Es así como 
el fuego nada hizo a los niños en el horno de Caldea. Asimismo, 
el sol retrocedió, o se detuvo un día, e interrumpió 
su curso, ante la orden de Josué; y de ese modo retrocedió seis 
líneas o diez horas ante el ruego de Ezequías. También, en la 
pasión del Cristo, el sol se eclipsó a plena luz, y es imposible 
penetrar o profundizar las razones de estas operaciones mediante 
discurso alguno, mediante magia alguna, ni mediante ciencia 
alguna, por más secreta y profunda que ésta sea; sólo es posible 
captarlas e indagarlas a través de los Oráculos divinos.

Capítulo XIV 
EL ESPIRITU DEL MUNDO 
Y EL VINCULO DE LAS VIRTUDES OCULTAS

Demócrito, Orfeo y muchos pitagóricos, que indagaron muy 
sensata-mente las virtudes de los cuerpos celestes y de los 
inferiores, dijeron que todo estaba lleno de dioses, y esto no sin 
razón, puesto que ninguna cosa, por grandes que sean sus virtudes, 
puede estar contenta de su naturaleza sin el auxilio de la potencia 
divina; aquellos llamaban dioses a las virtudes divinas expandidas 
en las cosas, y a esas virtudes Zoroastro las llama atractores 
divinos, y Sinesio atractivos simbólicos; otros, vidas; otros, almas, 
de las que decían que las virtudes de las cosas dependían y que el 
alma única extendía una materia sobre las otras en las que opera; 
como el hombre que extiende su entendimiento sobre las cosas 
inteligibles y su imaginación sobre las que se imaginan; y esto era 
lo que en-tendían diciendo por ejemplo, que el alma, al salir de un 
ser, entraba en otro, y que le fascinaba e impedía sus operaciones 
como el diamante impide que el imán atraiga al hierro. De manera 
que el alma, primum mobile, como se ha dicho, actúa y se mueve 
por propio designio, de sí y por sí, y el cuerpo o la materia, inhábil 
o insuficiente para moverse por sí, discrepa mucho con el alma y 
se halla muy alejada de su facultad; por ello se dice que es 
menester un mediador más excelente, a saber, que no sea como un 
cuerpo sino como un alma, y si no fuese como ésta, que lo sea casi 
como un cuerpo, por el que el alma se una a éste; aquellos 
pensadores hacen consistir el Espíritu del mundo en este medio, 
que se dice que es la quintaesencia, porque no proviene de los 
cuatro elementos, sino que es cierto quinto elemento que está por 
encima de ellos y que subsiste sin ellos. Por ello es absolutamente 
necesario tal espíritu, como medio por el cual las almas celestes se 
hallan en un cuerpo burdo y le comunican sus cualidades 
maravillosas, y este espíritu en los cuerpos del mundo, como en 
nuestro cuerpo humano; pues así como nuestras al-mas comunican 
a través del espíritu sus fuerzas a nuestros miembros, igualmente 
la virtud del alma del mundo se expande sobre todas las cosas a 
través de la quintaesencia, ya que en el universo nada hay que no 
sienta alguna chispa de su virtud o que carezca de sus fuerzas.

Mas en mayor y más particular medida influye sobre los cuerpos 
que más han captado este espíritu, y lo hace a través de los rayos 
de las estrellas a medida que las cosas se adaptan. Es, por tanto, a 
través de este espíritu que todas las cualidades ocultas se 
expanden sobre las hierbas, las piedras, los metales y los 
animales, por medio del sol, de la luna, de los planetas y de las 
estrellas que están por encima de los planetas, y este espíritu 
puede por ello sernos más útil para que sepamos separarnos de los 
otros elementos o para que sepamos servirnos mejor de las cosas 
en las que aquél se halla en mayor abundancia; pues las cosas 
sobre las que este espíritu se expande menos o donde la materia es 
menos retenida, más lo perfecciona y produce más prontamente su 
semejante, ya que él contiene toda la virtud de producir y de 
engendrar; es por ello que los alquimistas buscan extraer o separar 
este espíritu del oro, y tan pronto pueden extraerlo o separarlo y 
aplicarlo en seguida a toda clase de materias de la misma especie, 
es decir, a los metales, al punto logran crear o*;o y plata. Nosotros 
sabemos hacerlo y lo hemos visto practicar algunas' veces; pero no 
hemos podido fabricar más oro que el peso de oro del que 
extrajimos el espíritu, pues éste era de forma expandida y no 
contraída, no pudiendo contra su proporción y medida 
perfeccionar un cuerpo imperfecto, aunque no rechazo la idea de 
que ello pueda hacerse mediante otro artificio.

Capítulo XV 
COMO DEBEMOS BUSCAR 
Y HACER LA PRUEBA DE LA VIRTUD DE LAS 
COSAS A TRAVES DE LA SEMEJANZA

Es, pues, constante que haya entre las cosas propiedades 
ocultas, no conocidas para nuestros sentidos, apenas captadas por 
nuestra razón, y derivadas de la vida y del espíritu del mundo a 
través de los rayos de las estrellas, y que conoceríamos tan sólo 
mediante experiencia y conjeturas; he aquí por qué quienes se 
contraigan a ese estudio deberán considerar que todas las cosas se 
mueven, y se convierten en sus Semejantes, e inclinan hacia ellas 
mismas todas sus fuerzas, tanto en propiedad, saber y virtud 
oculta, como en calidad, es decir en virtud elemental, y a veces en 
sustancia, como se aprecia en la sal, de manera que lo que 
permanece largo tiempo en ella se convierte en sal, pues todo 
cuerpo que se agita, desde que comienza a hacerlo, en nada 
cambia en su cuerpo inferior, sino de ciertas manera y en la 
medida acorde con su semejante y con aquello con lo que guarda 
debida relación, lo cual lo apreciamos 
manifiestamente en los animales sensitivos en los cuales la 
virtud nutritiva no modifica la comida ni los alimentos en hierba 
o en cualquier planta sino que los transforma en carne sensible.

Así en las cosas en las que hay algún exceso de calidad o de 
propiedad, como el calor, el frío, la osadía, el temor, la tristeza, 
la cólera, el amor, el odio y toda otra clase de pasión, o alguna 
virtud, ya sea que se halle naturalmente en ellas, o que la hayan 
recibido mediante artificio, o que les haya llegado por algún 
azar, accidente o hábito, como el descaro en el libertino, estas 
cosas excitan mucho a tal calidad, pasión o virtud; así el fuego 
excita al fuego, el agua al agua, y una persona osada a la osadía. 
Los médicos saben que un cerebro ayuda a un cerebro, un 
pulmón a otro pulmón; he aquí por qué dicen que quienes tienen 
los ojos lagañosos se curan aplicándose en el cuello un paño de 
color natural, el ojo derecho de una rana para curar el derecho, y 
el ojo izquierdo para el izquierdo, y que lo mismo sucede con 
los ojos del cangrejo. Asimismo, las patas de tortuga aplicados, 
la derecha sobre el pie derecho y la izquierda sobre el izquierdo, 
curan los males de los pies; dicen también que de ese modo los 
animales estériles causan la esterilidad, y los que son fecundos, 
la fecundidad, y que esto ocurre sobre todo respecto de los 
testículos, la matriz y la orina; eso les hace decir que una mujer 
que todos los meses toma la orina de una mula o cualquier cosa 
que ésta haya mojado, no podrá concebir.

Por tanto, cuando se quiere trabajar para dar alguna 
propiedad o alguna virtud, es preciso buscar animales u otras 
cosas en las que esa propiedad se halle más excelentemente, y es 
menester tomar una parte en el sitio donde esa propiedad está en 
mayor vigor; como cuando se desea ser amado, es preciso buscar 
algún animal de los que más aman, como la paloma, la tórtola, el 
gorrión y la golondrina; se necesita tomar un miembro o las 
partes de las que el apetito venéreo domina más, como son el 
corazón, los testículos, la matriz, la verga, el esperma y las 
reglas o menstruaciones, y es preciso que esto se realice cuando 
estos animales están más excitados o dispuestos al coito, pues 
entonces excitan e impulsan más al amor. Asimismo, para 
tornarse más audaz, es necesario tomar los ojos, el corazón o la 
frente de un león o de un gallo; de la misma manera ha de 
entenderse lo que dice Pselle, el platónico, que los perros, 
cuervos, gallos y murciélagos tienen virtud parecida si sobre 
todo se toma la cabeza, el corazón y los ojos; esto hace decir que 
quien lleve consigo el corazón de un cuervo, no duerme hasta 
quitárselo. La cabeza del murciélago, disecada, y aplicada al 
brazo derecho de quien quiere permanecer despierto, produce el 
mismo efecto; la rana y el búho hacen hablar mucho; es preciso 
tomar sobre todo la lengua y el corazón; y si se pone la lengua 
de una rana sobre la cabeza de una persona dormida, la hace 
soñar y hablar en sueños. Se dice que el corazón de un búho 
colocado sobre la mama izquierda de una mujer dormida, la hace 
revelar toda clase de secretos; también se afirma que el corazón 
de un mochuelo o la grasa de liebre provocan lo mismo si se los 
coloca en el pecho de quien está dormido. Asimismo, los 
animales de larga vida 
contribuyen a hacer vivir largo tiempo, y todas las cosas que 
tienen la virtud de renovar contribuyen a renovar nuestros 
cuerpos y hacerlos rejuvenecer, lo cual los médicos lo han hecho 
muchas veces; esto es evidente respecto de la víbora y las 
serpientes; y se dice que los cuerpos se renuevan o rejuvenecen 
comiendo serpientes; de la misma manera el fénix renace de sus 
cenizas; el pelícano tiene la misma virtud al poner su pata 
derecha en estiércol caliente durante tres meses, luego de lo cual 
el pelícano renace. Por este medio los médicos, con algunos 
preparados de víboras y heléboro y otros de carnes o cuerpos de 
ciertos animales de esa clase prometen rejuvenecer, y a veces 
brindan una juventud, como la que Medea prometiera a la 
anciana Pelia, acordándosela.

También se ha creído que si se chupa la sangre fresca salida 
de la llaga de un oso, con esa clase de poción se restablecen las 
fuerzas del cuerpo, debido a que este animal es muy fuerte.

Capítulo XVI 
COMO LAS OPERACIONES DE DIFERENTES 
VIRTUDES SE TRANSMUTAN DE UNA COSA 
EN OTRA, Y COMO SE COMUNICAN 
RECIPROCAMENTE

Se ha de saber que las cosas naturales tienen tanta virtud 
que no sólo pueden hacer que las cosas se les aproximen sino 
también infundir una virtud muy semejante a la que también 
comunican a las demás cosas, como lo vemos en el imán, piedra 
que no sólo atrae anillos o cadenas de hierro, sino que les infunde 
la virtud por la cual ellos pueden realizar el mismo efecto, como 
lo demostraran Augusto y Alberto. Por ello se dice que una 
libertina o ramera, de descaro e impudicia determinados y sin 
límites, infecta con esa propiedad o cualidad a todo el que se le 
aproxima, que al punto la comunica a los demás: esto hace decir 
que si se usa la ropa o camisa de una mujer de esa índole, o si se 
posee un espejo en el que ella se mira diariamente, uno se 
convierte en descocado, osado y libertino o perdido; asimismo, 
un paño empleado en funerales toma alguna cualidad saturnal y 
de tristeza, y la soga del ahorcado tiene también propiedades 
maravillosas; lo mismo ocurre con lo que refiere Plinio en el 
sentido de que si se retira de tierra un lagarto verde, se le 
revientan los ojos y se lo encierra en un vaso de vidrio junto con 
anillos o cadenas, cerrándolo con hierro u oro, tan pronto se 
obsérva que el lagarto recobra la vista, las cadenas o anillos, al 
sacarse del vaso, sirven para quitar las lagañas de los ojos y para 
preservarlos. Lo mismo se hace con las comadrejas, por medio de 
los anillos; luego de quitarles los ojos, se deja durante un tiempo 
estos anillos en el nido de los gorriones y- las golondrinas, para 
utilizarlos a fin de atraer el amor o la benevolencia.

Capitulo XVII 
COMO CONOCER Y EXPERIMENTAR LAS VIRTUDES DE LAS 
COSAS POR SU ACUERDO Y SU OPOSICION

Ahora queda por ver lo que todas las cosas tienen de 
Relación y Contrariedad pues no hay nada que no tenga su 
opuesto de temor y horror, de enemigo y destructor, y a la inversa, 
algo que regocije, complazca y fortalezca; lo mismo ocurre con 
los elementos; el fuego es contrario al agua, el aire es contrario a 
la tierra; no obstante convienen entre sí; lo mismo ocurre en los 
cuerpos celestes; Mercurio, Júpiter, el Sol y la Luna son amigos 
de Saturno; Marte y Venus le son contrarios; todos los planetas, 
excepto Marte, son amigos de Júpiter y, asimismo, todos aborrecen 
a Marte, con excepción de Venus; Júpiter y Venus aman al 
Sol; Mar-te, Mercurio y la Luna son contrarios; todos aman a 
Venus con excepción de Saturno; Marte y Mercurio son enemigos. 
Hay otra enemistad u oposición de las estrellas, porque 
tienen casas opuestas, como Saturno con el Sol y la Luna; Júpiter 
con Mercurio; Marte con Venus; y la oposición o enemistad es, 
por tanto, más grande cuando están más elevadas y opuestas, 
como Saturno y Júpiter; Venus y Mercurio. Mas la amistad es más 
grande en quienes tienen la misma naturaleza, cualidad, sustancia, 
potencia o virtud, como Marte y el Sol; Venus y la Luna;

asimismo, Júpiter y Venus, y las que tienen su exaltación en la de 
otra son amigas, como Saturno y Venus, Júpiter y la Luna, Marte 
y Saturno, el Sol y Marte, Venus y Júpiter, la Luna y Venus; y de 
la misma manera que existen las enemistades y oposiciones de los 
cuerpos superiores, ocurren las inclinaciones de la cosas que les 
están su-jetas en los cuerpos que vemos aquí abajo. Estos hábitos, 
amistades y enemistades no son otra cosa que inclinaciones que 
las cosas tienen mutuamente unas respecto de las otras; deseando 
tal o cual cosa cuando no la poseen, hallando el reposo y el 
contento con su posesión, huyendo de su contraria, teniéndole 
horror, sin hallar sosiego. Sobre el fundamento de esa opinión,

Heráclito sostuvo que todo se realiza por oposición y amistad. Las 
inclinaciones de los cuerpos vegetales y minerales son como la 
que tiene el imán para con el hierro que atrae, la esmeralda 
respecto de las riquezas, el jaspe con relación a la producción o 
generación, y la ágata para con la elocuencia; asimismo, la nafta 
atrae al fuego, y se lanza dentro al aproximarse; la raíz de la 
hierba aproxis atrae al fuego de lejos, como la' nafta; y una 
inclinación parecida se halla en la palma macho y hembra pues 
apenas una rama toca a la otra, se abrazan, y el tímalo no da fruto 
sin el macho; y el almendro solo no produce nada; las vides aman 
al olmo y al opio; el olivo ama recíproca o mutua-mente al mirto; 
asimismo, el olivo y el higo se aman. En los animales, la amistad 
se encuentra entre el mirlo y el zorzal; entre la corneja y el 
estornino; el pavo real y la paloma; la tórtola y el papagayo. A 
esto se refiere Safo en sus versos a Faón:

Y las albas Palomas se deleitan a menudo con los Pavos reales de 
diversos colores, y el verde Papagayo ama a la negra Tórtola. 
De la misma manera, la almeja y la ballena son amigas. No 
sólo hay amistad entre los animales, sino también entre las otras 
cosas, como en los metales y los cuerpos vegetantes; así las gatas 
aman al poleo silvestre y se dice que, cuando se frotan, las hace 
concebir, supliendo la falta de macho. Y las yeguas de Capadocia 
se exponen al soplo del viento, y éste, con su hechizo, las hace 
concebir. Así, las ranas, los sapos, las serpientes y todos los 
animales e insectos rastreros aman una hierba que se llama arroz 
de las abejas, de la que los médicos dicen que, al comerla, uno 
muere riendo; asimismo, la tortuga mordida por la serpiente se 
cura comiendo orégano; y la cigüeña que comió serpientes halla el 
antídoto en el orégano, volviendo a la vida; y la comadreja que 
tiene que pelear con el reyezuelo, come ruda; de ahí sabemos que 
el orégano y la ruda tienen virtud contra el veneno. En ciertos 
animales se encuentra una capacidad, un arte, o una eficacia para 
curarse, pues cuando el sapo se siente mordido por alguna otra 
bestia, o envenenado, va a buscar ruda o salvia para frotar su 
herida, y así se preserva contra el veneno. Así los hombres 
aprendieron de las bestias muchos remedios y virtudes de las 
cosas. Las golondrinas les hicieron saber que la hierba celidonia 
es buena para el mal de los ojos, porque aquellas se sirven de ésta 
para curar los ojos de sus polluelos; y cuando la urraca se siente 
mal, lleva a su nido una hoja de laurel, y se cura. Asimismo, 
torcazas, grajos, per-dices y mirlos disipan sus anuales 
melancolías con hojas de laurel. Los cuervos también lo usan para 
curarse del veneno de los camaleones; y cuando el león tiene 
fiebre, se cura comiendo un mono. Cuando la abubilla se siente 
mal tras comer raíz, se cura con achanta, o cabellos de Venus.

También los ciervos nos hicieron ver que la hierba dictamine es 
apropiado para hacer salir las flechas del cuerpo, puesto que 
cuando están heridos, comen de esta hierba y las rechazan; las 
cabras de Candia hacen lo mismo; y las corzas se purgan poco 
antes de tener sus crías, con una hierba que se llama saxifragia 
mayor; los picados por la tarántula se curan comiendo cangrejos. 
Las marranas mordidas por serpientes, se curan con el mismo 
remedio; y cuando los cuervos se siente envenena-dos, van en 
busca del roble y se curan. Cuando los elefantes han comido un 
camaleón, acuden al olivo ; los osos lastimados por la mandrágora 
se sanan comiendo hormigas. Gansos, patos y otras aves acuáticas 
no usan otro remedio que la hierba llamada aparitoria; las grullas 
se sirven del junco; los excrementos humanos sirven a las panteras 
para preservarse del veneno o curar de éste; los jabalíes se sirven 
de la hiedra; y las corzas de la alcachofa.

Capítulo XVIII 
LAS INCLINACIONES DE LAS ENEMISTADES

En sentido inverso, existen las inclinaciones de las 
Enemistades, y estas clases de inclinaciones son como odio o 
aversión que las cosas se tienen naturalmente entre sí, como la 
cólera, la indignación y la contrariedad absoluta incitan a la huida, 
o a la aversión hacia el contrario, en cu, o caso ésta aleja, separa o 
hace huir con su presencia, como ocurre con las inclinaciones que 
el ruibarbo tiene contra la cólera; el teríaco contra el veneno; el 
zafiro contra el carbón, los arrebatos febriles y las enfermedades 
oculares; la amatista contra la ebriedad; el jaspe contra la hemorragia 
y los fantasmas nocturnos; la esmeralda y el casto 
cordero contra la voluptuosidad; la ágata contra el veneno; la 
peonia, hierba, contra el mal caduco; el coral contra las ilusiones 
de la bilis negra y los dolores de estómago; el topacio contra las 
pasiones, como la avaricia y la lujuria, y todos los demás excesos 
amorosos; la aversión de las hormigas hacia el orégano y el ala del 
murciélago, y el corazón de la abubilla, cuyá presencia eluden y 
ante los cuales huyen; el orégano es también contrario a los 
solífugos y a las salamandras; y hay tal antipatía entre ellos y la 
col que se consumen mutuamente; la calabacera odia de tal modo 
al aceite que se encorva como un anzuelo para no sentirlo. Y se 
dice que la hiel del cuervo aparta y aleja a los hombres del sitio 
donde se esconde con algunas otras cosas; asimismo, el diamante 
es tan contrario al imán que, tan pronto se le acerca, le impide 
atraer al hierro; y las ovejas eluden los enjambres de abejas, 
porque estas son capaces de matarlas; y lo maravilloso es el signo 
de esa muerte que la naturaleza pinta en el hígado de las ovejas; 
las cabras odian tanto la hierba llamada cepa caballo, que no 
encuentran nada que les sea más pernicioso.

E incluso entre los animales, las ratas y las comadrejas se 
odian mucho; por eso se afirma que si se frotan los quesos con 
cerebro de comadreja, las ratas no se acercan y aquellos no se 
estropean para nada por más viejos que sean. El stellion, 
bestezuela venenosa parecida al lagarto, es tan contrario a los 
escorpiones, que éstos tiemblan al verle, y les hace empapar de 
frío sudor; también hay gran antipatía entre escorpiones y ratas; 
por eso se afirma que si se aplica una rata a la picadura de un 
escorpión, aquélla cura. El escorpión, los stalabotes, los áspides y 
las ratas de la India son incluso contrarios y enemigos. Asimismo, 
se dice que no hay animales más contrarios que los cangrejos y las 
serpientes, y que los cerdos mordidos por éstas, se curan 
comiendo cangrejos; y que cuando el sol se halla en el signo del 
Cangrejo, las serpientes se enroscan; el escorpión y el cocodrilo se 
golpean mutuamente; y si se toca al cocodrilo con cierta pluma de 
un ave de Egipto, llamada ave del sol, que come serpientes, lo 
inmoviliza; la avutarda vuela ante la vista de un caballo; y el 
ciervo huye tan pronto ve una víbora. El elefante.

cuando oye gruñir a un cerdo, hace lo mismo que los leones 
cuando ven un gallo. Las panteras no tocan a los untados con jugo 
de gallina, particularmente cuando tiene cocida el ala por dentro. 
También hay antipatía entre zorros, cisnes, toros y cornejas; entre 
las aves, de modo parecido, cornejas y búhos se hacen la guerra 
continuamente; también el milano y el cuervo; el bicu.thus y el 
dormido; el clorius y la tórtola; los aegepii y las águilas; los 
ciervos y los dragones; entre los animales acuáticos, los delfines y 
las ballenas, la morena y el congrio; y también la langosta o 
saltamontes tiene gran pavor del pólipo que, tan pronto se le 
acerca, ya muere; los congrios dan cuenta de saltamontes y 
pólipos; también se dice que la pantera tiene miedo de !a hiena, de 
manera que no puede resistirla, ni herir su cuerpo ni su piel, ni 
tocarla, y basta tomar los pelos de una y otra, para hacer caer los 
pelos de la pantera; y Orus Apollon dice que luego de ponerse la 
piel de una hiena es posible cruzar en medio de un ejército 
enemigo indemne y con intrepidez. El cordero siempre guarda 
antipatía con el lobo, le tiene horror, y le huye y teme; y se dice 
que si se cuelga en un establo la cola, la cabeza o la piel de un 
lobo, las ovejas se entristecen y no comen, porque tienen mucho 
miedo; y Plinio informa que el Esalon, avecilla que casca los 
huevos del cuervo cuyos polluelos son atacados por los zorros, los 
toma a su cuidado contra éstos, y cuando los cuervos lo advierten, 
le prestan auxilio como contra un enemigo común; el jilguero, 
pajarillo que vive entre es-pinos, odia a los asnos que comen las 
flores de espino; y el Egythus, ave muy pequeña, es tan contraria 
al asno que se desangra ante éste, y cuando el asno calienta los 
huevos de sus pichones, estos mueren irremediable-mente.

Hay tanta antipatía entre el olivo y una mujer libertina que se 
dice que si ésta planta uno, es estéril o queda seco para siempre; el 
león nada teme tanto como las antorchas encendidas, y créese que 
no es posible domarlo sino por este medio ; y el lobo no teme al 
hierro ni a la lanza sino a la piedra porque ésta le provoca una 
llaga que se agusana; el caballo teme al camello de manera que no 
puede contemplar ni ver su figura; el elefante furioso se aplaca 
ante la vista de un morueco; la culebra teme al hombre desnudo y 
le persigue cuando éste está vestido. Al toro furioso se lo doma 
atándolo a una higuera; el ámbar atrae todo s a l vo la hierba 
denominada cepa caballo y todo lo frotado con aceite, hacia lo 
cual tiene cierta aversión natural.

Capítulo XIX 
COMO CONOCER Y EXPERIMENTAR EN LAS 
COSAS LAS VIRTUDES INHERENTES A CADA 
COSA PARTICULAR POR LA BONDAD DEL 
INDIVIDUO

Habrá que considerar que, en ciertas cosas, hay virtudes 
que se ex-tienden sobre toda la especie, o según la especie, 
como la osadía y el coraje del león y el gallo; la timidez de la 
liebre y el cordero; el ardor para rapiñar y devorar del lobo; la 
fineza y astucia para tender emboscadas del zorro; la zalamería 
del perro; la avaricia del cuervo y la corneja; la soberbia del 
caballo; la cólera del tigre y el jabalí; la tristeza y melancolía 
del gato; la voluptuosidad del gorrión; y así del resto: pues las 
especies siguen la mayor parte de las virtudes. Hay otras 
pertenecientes a las cosas según el individuo, como hay algunos 
hombres que tienen horror hacia los gatos, de modo que no los 
pueden ver sino con mucha aversión, la cual no se halla en ellos 
según la especie humana, lo cual es manifiesto.

Avicena informa sobre un hombre de su tiempo del que todo lo 
venenoso se apartaba; todos los mordidos por bestias 
ponzoñosas morían sin que él sintiese el veneno; y Alberto dice 
que vio en Colonia una muchacha que comía arañas y estaba 
bien nutrida. Así se halla la audacia en la prostituta y la timidez 
en el ladrón. Por ello los filósofos dicen que el individuo en 
cuyo cuerpo nunca hubo enfermedad contribuye mucho a curar 
toda suerte de males; y por esa razón dicen que si se pone el 
rostro de un muerto, que nunca tuvo fiebre, sobre el de un 
enfermo, le cura la cuartana. Los individuos también tienen 
virtudes singulares, infundidas por los cuerpos celestes, que a 
continuación expondremos.

Capítulo XX 
LAS VIRTUDES NATURALES QUE 
SE HALLAN EN TODA LA 
SUSTANCIA DE UN INDIVIDUO, 
Y EN ALGUNAS PARTES O MIEMBROS DE OTROS

Es preciso considerar que las virtudes de las cosas se 
hallan en ciertos individuos en el Todo, o en toda la sustancia, o 
en todas sus partes; así, el pececillo Echeneis, o rémora, que 
impide el desplazamiento de los barcos, no realiza eso con una 
sola parte principal de su cuerpo sino con toda su sustancia; 
asimismo, la hiena tiene en toda su sustancia la virtud de que si 
los perros se acercan a su sombra, enmudecen. Así, la celidonia 
cura el mal de los ojos, no con alguna de sus partes sino con 
todas las 
que están en su individualidad, y no menos mediante su raíz que 
median sus hojas y su semilla; y así con los demás semejantes. 
Mas hay virtudes que no existen sino en algunas Partes de las 
cosa a saber, en la lengua solamente, o en los ojos, o bien en 
algunos otn miembros o partes; así se halla en los ojos del 
basilisco y de la catable] una virtud muy violenta de hacer morir a 
los hombres tan pronto ven estos animales; se halla una virtud 
parecida en los ojos de la hiena, pu tan pronto ésta mira a 
cualquier animal que sea, éste no puede mover, y queda 
totalmente aturdido.

Semejante virtud se encuentra en los ojos de algunos lobos, 
qi quitan el uso de la palabra a quienes miran, aturdiéndolos, 
como die Virgilio : 
Meris perdió la voz porque los lobos le vieron primero. 
En Tartaria, en Iliria y entre los tribalos había mujeres que 
hacía morir a quienes las miraban cuando estaban encolerizadas. 
Tambil ocurrió esto entre los telquinos, pueblos de Rodas, qúe lo 
arruinaban toc con sus miradas, por lo que Júpiter los sumergió.

Los hechiceros usa en sus colirios, ojos de animales para generar 
pasiones semejantes y co cretar sus fascinaciones. Asimismo, las 
hormigas huyen ante el corazc de una abubilla, pero no ante la 
cabeza, las patas o los ojos; así se dia que la hiel de una especie de 
araña venenosa, diluida en agua, atrae las comadrejas, pero no la 
cola ni la cabeza. Y el hígado de cabra, ce bierto de tierra y arena, 
atrae a las ranas, pero aleja a mariposas y po] llas; y los perros 
huyen de quienes llevan un corazón de can.; y los zorr< no tocan a 
los pollos que comieron hígado de zorro; así muchas cosa tienen 
diversas virtudes que se expanden de manera distinta en difere] tes 
partes, infusas de lo alto según la diferencia de los sujetos que las 
rec ben, como en el cuerpo humano los huesos no reciben sino la 
vida, h ojos la vista, y las orejas el oído. En el cuerpo humano hay 
un hu so pequeñísimo, que los hebreos denominan Luz, del 
tamaño de u guisante, que no puede romperse ni lo consume el 
fuego; y que si a conserva todo entero, como se dice, de él 
renacerá nuestro cuerpo anime en la resurrección de los muertos, 
como una planta de su semilla. Y esta virtudes no se conocen sino 
a través de la experiencia.

Capítulo XXI 
LAS VIRTUDES QUE LAS COSAS TIENEN DURANTE SU 
VIDA, Y LAS QUE LES QUEDAN DESPUES DE LA MUERTE

También hay que saber que en las cosas hay algunas 
propiedad( que no duran sino en su Vida, y que hay otras que 
subsisten hasta de 
pués de su Muerte, tal como el pequeño pez echeneis, o rémora, 
detiene a los barcos, lo mismo que el reyezuelo y el catablepe 
matan con su mi-rada, mientras viven, y pierden su poder al morir; 
así se dice que si se pone sobre el vientre un pato vivo, éste cura la 
circulación del vientre, y el pato muere; Arquitas dice también que 
si se toma el corazón de un animal, recién sacado de su cuerpo, 
caliente y palpitante, y se lo aplica a un hombre con cuartana, se 
le cura: asimismo, la aplicación del corazón de una abubilla o de 
una golondrina, de una comadreja o de un topo, vivos y 
palpitantes, contribuyen a fortalecer la memoria, la imaginación y 
el entendimiento, y acuerdan el secreto de la adivinación. El precepto 
general de todo esto consiste en que todas las cosas que se 
toman de los animales, ya sean piedras, miembros, excrementos, 
pelos, uñas y demás, en la medida de lo posible deberá serlo 
cuando están vivos: por ello se establece que quien quiera sacar la 
lengua de una rana, la deberá dejar inmediatamente en libertad en 
el agua; y si se saca un diente o un ojo de un lobo, no hay que 
matarlo, obrando de similar manera con los otros semejantes.

Demócrito nos enseña este secreto: si se saca la lengua de una 
rana de mar, estando viva, sin tocar otra parte de su cuerpo, y se la 
devuelve al mar, habrá que colocar esa lengua sobre el sitio donde 
palpita el corazón de una mujer dormida, y la hará responder la 
verdad a todo lo que se le pregunte. Asimismo, se asegura que 
aplicando los ojos de una rana ante el sol en lo alto sobre el 
cuerpo de un enfermo, le curará la terciana; y que si estos ojos se 
aplican, con carne de ruiseñor sobre la piel de un ciervo, desvelan 
e impiden dormir. Paralelamente se afirma que la espina del pez 
pastinaca, atada sobre el ombligo, extraída en vida y devuelto el 
pez al mar, facilita los alumbramientos. También se afirma que el 
ojo derecho de una serpiente, aplicado sobre una fluxión 
abundante, dejando viva a la serpiente, la cura; y el ojo extraído 
de un pez o serpiente marina, llamada rnyre, aplicado a la frente 
de un enfermo, cura la oftalmía que pasa al pez, pero el enfermo 
no vuelve a tener la misma vista que antes si no lo deja vivo. 
Asimismo, todos los colmillos de serpiente, quitados cuando ésta 
está viva y colocados sobre el enfermo, curan la cuartana; y si se 
quita a un topo vivo todos los dientes, se curan todos los males 
dentarios; los perros no ladran más si se les coloca una cola de 
comadreja, dejando viva a ésta. Demócrito dice que la lengua del 
camaleón, arrancada a este animal en vida, sirve para lograr 
juicios favorables, y que incluso es buena para los partos si se la 
tiene en torno de la casa; pero hay que tener cuidado de no 
llevarla dentro de ésta pues eso sería pernicioso.

Hay también propiedades que subsisten después de la 
muerte, de la-que los platónicos dicen que las cosas en las cuales 
hay menos idea que materia, después de muertas, lo que hay de 
inmortal no cesa de realizar cosas admirables en ellas. Así, en las 
hierbas y plantas, después de arras cadas y secadas, subsiste su 
vigor, y su virtud, infusa en ellas anterior mente, produce sus 
efectos; de allí surge que el águila, por encima de todas las otras 
ayes las supera en vida, y cuando muere, sus plumas y 
sus alas destruyen y devoran todas las plumas y alas de las otras 
aves. De la misma manera, la piel del león consume a todas las 
demás pieles; y la de la hiena destruye a la de la pantera; la piel 
del lobo destruye y devora a la piel del cordero. Hay cosas que no 
sólo cumplen estos efectos sobre los cuerpos sino también en la 
armonía del sonido; un tambor de piel de lobo anula el sonido de 
otro confeccionado con piel de cordero; de la misma manera, un 
tambor de piel de erizo de mar, ahuyenta a todos los animales 
rastreros hasta donde llega su sonido; y las cuerdas de los 
instrumentos de tripas de lobo, si se las junta con otras de tripas 
de oveja en el laúd o la guitarra, se aprecia que es imposible 
obtener consonancia alguna.

Capítulo XXII 
COMO LAS COSAS INFERIORES SE SOMETEN A LAS 
SUPERIORES Y CELESTES, Y COMO EL CUERPO HUMANO, 
LAS OCUPACIONES DE LOS HOMBRES Y SUS COSTUMBRES 
PROVIENEN 
DE LA DISTRIBUCION DE LAS ESTRELLAS Y DE LOS SIGNOS

Las Cosas Inferiores está sometidas constantemente a las 
Superiores v, como dice Proclo, se encuentran de cierta manera 
unas con otras, a saber, las de arriba en las de abajo y las de abajo 
en las de arriba; así, las cosas terrestres se encuentran en el cielo, 
pero como en su causa y de una manera celeste; y las que están 
en 'el cielo están sobre la tierra, mas de una manera terrestre, es 
decir, según sus efectos; es por ello que decimos que aquí están 
los seres solares y lunares, en los que el Sol y la Luna causan 
alguna cosa de su virtud; así las cosas reciben muchas operaciones 
y propiedades semejantes a. las operaciones de las 
estrellas y a sus figuras, a las que están sometidas. Sabemos que 
todo esto que es solar crea respectivamente efectos sobre el 
corazón y la cabeza, porque la sede o casa del Sol es el León, y 
Aries, su exaltación; así los signos de Marte contribuyen a la 
cabeza y los testículos, a causa del carnero y del escorpión: por 
ello cuando el cuerpo tiembla y la cabeza trastorna a quienes 
abusaron del vino, hay que mojarles los testículos en agua fresca 
o fría y lavarlos con vinagre; es un remedio rápido. Mas hay que 
saber cómo el cuerpo humano está distribuido en los Planetas y 
en los Signos; según la tradición de los árabes, el Sol preside el 
cerebro y el corazón, los muslos, la médula, el ojo derecho y el 
espíritu de vida. Mercurio preside la lengua, la boca y los demás 
instrumentos u órganos de los sentidos tanto exteriores como 
interiores, las manos, las piernas, los nervios, la virtud 
fantástica. Saturno preside el bazo, el hígado, el estómago, la 
vesícula, la matriz, y la oreja derecha, y tiene virtud receptiva.

Júpiter preside el hígado y la parte más carnuda del estómago, el 
vientre, y el ombligo; por ello la antigüedad representa un 
ombligo en el templo de Júpiter Ammon; a Júpiter también le 
atribuyen las costillas, el pecho, los intestinos, la sangre, los 
brazos, la mano derecha y la virtud natural; pero Marte preside la 
sangre, las venas, los riñones, el quilo, la hiel, las fosas nasales, el 
dorso, la efusión del esperma y la virtud irascible, o las pasiones. 
Venus preside los riñones, los testículos, el pene, la matriz, la 
virtud seminal, la concupiscencia, la carne, la grasa, la gordura, el 
bajo vientre, el ombligo, y todo lo que sirve para el accionar de 
Venus, como el sacro, la columna vertebral y la parte inferior del 
dorso, y además, la cabeza y la boca con que se da el beso 
amoroso. Y aunque a la Luna se atribuye todo el cuerpo y todos 
los miembros, a causa de la variedad de los Signos, no obstante se 
le asignan particularmente el cerebro, los pulmones, la médula de 
la espina dorsal, el estómago, las menstruaciones, todos los 
excrementos, el ojo izquierdo y la fuerza del crecimiento. 
Hermes dice que en la cabeza de un animal hay siete 
orificios, distribuidos en los siete Planetas, a saber, la oreja 
derecha a Saturno, la izquierda a Júpiter, la fosa nasal derecha a 
Marte, la izquierda a Venus, el ojo derecho a Júpiter, el izquierdo 
a la Luna, y la boca a Mercurio. Así cada figura del zodíaco cuida 
de sus miembros; de manera que Aries gobierna la cabeza y la 
cara; Tauro, el cuello; Géminis, los brazos y los hombros; Cáncer 
preside el pecho, los pulmones, el estómago y los músculos o 
pártes carnudas de los brazos; Leo preside el estómago, el hígado 
y el dorso; Virgo protege las entrañas y el fondo del estómago; 
Libra gobierna los riñones, los muslos y las fosas nasales; 
Escorpio gobierna las partes genitales, el pene y la matriz;

Sagitario domina los muslos, debajo de las uñas y los intestinos; 
Capricornio gobierna las rodillas; Acuario domina las- nalgas y 
las piernas; y como estas tres clases de Signos guardan 
correspondencia y coincidencia con los cuerpos celestes, también 
lo hacen con los miembros; esto se aprecia bastante por 
experiencia porque el frío de los pies perjudica a vientre y pecho, 
y tales miembros responden atestas tres clases diferentes; lo que 
remedia a uno, cura al otro, y cuando se calientan los pies, cesa el 
malestar del vientre. Por tanto se sabrá, al recordarse este orden, 
que las cosas que están sometidas a alguno de los Planetas, tienen 
alguna relación particular o inclinación respecto de los miembros 
atribuidos al mismo Planeta, y sobre todo respecto de sus 
domicilios y exaltaciones; pues las otras dignidades, triplicidades, 
términos y aspectos tienen poca participación. De esa manera, la 
peonía color limón, el clavo de olor, la cáscara de limón, la 
mejorana, el dorycnium, la canela, el azafrán, el áloe, el incienso, 
el ámbar, el almizcle, y en parte la mirra, remedian la cabeza y el 
corazón a causa del Sol, de Aries y de Leo. Así, el llantén, hierba 
de Marte, sirve para remediar la cabeza y los testículos, a causa de 
Aries y Escorpio; y así con los demás. Asimismo, los Signos de 
Saturno contribuyen a la tristeza y la melancolía; los de Júpiter, a 
la alegría y los honores; los de Marte, a la osadía, a las querellas y 
la cólera; los del Sol, a la gloria, la victoria, y el coraje; los 
de Venus, al amor, a la voluptuosidad y a la concupiscencia; los 
de Mercurio, a la elocuencia; los de la Luna, a la vida vulgar; y las 
costumbres y ocupaciones de los hombres están distribuidas y 
repartidas según los Planetas; pues Saturno gobierna ancianos y 
monjes, melancolías, tesoros escondidos y los adquiridos con 
largos viajes y dificultades.

Júpiter tiene a los píos o devotos, los 
Prelados, Reyes, Duques o Jefes, y los bienes adquiridos lícita y 
honradamente. Marte gobierna a peluqueros, cirujanos, alguaciles, 
verdugos, carniceros, panaderos, pasteleros, soldados, que ordinariamente 
se denominan hombres de guerra, o marciales. 
Asimismo el resto de las estrellas significa o marca uno de sus 
ejercicios, como aparecen descriptos en los libros de Astrología.

Capítulo XXXIV 
COMO ATRAER LAS INFLUENCIAS DE LOS CUERPOS 
CELESTES Y SUS VIRTUDES MEDIANTE LAS COSAS 
NATURALES

Así como cuando alguien quiere conocer la Fuerza de alguna 
parte del mundo, o de alguna estrella, puede hacerlo sirviéndose 
de las cosas que le respectan y reciben sus influencias, como la 
madera se prepara a recibir la llama a través de azufre, pez o 
aceite; de igual modo cuando se emplean diferentes cosas en 
alguna especie o individuo, que concuerden totalmente, o cincidan 
entre sí sobre la idea y la estrella, se aprecia, al punto, que se 
infunde un beneficio particular sobre esa materia, así preparada a 
propósito, por medio del alma del mundo. Digo a propósito, es 
decir, que es necesario que la materia esté dispuesta 
apropiadamente y a propósito, bajo o con una armonía semejante a 
la que haya infundido alguna virtud a esa materia. Pues aunque las 
cosas tengan las virtudes que hemos dicho, estas virtudes son tan 
finas, delicadas y sutiles, que es difícil perfeccionar una obra por 
medio de tal virtud y raramente se llega a término. Asimismo, al 
machacar un grano de mostaza se siente algo vivo y picante, que 
hace llorar o afluir lágrimas a los ojos, y también el calor del 
fuego hace aparecer lo escrito con leche o zumo de cebolla, y las 
letras escritas sobre piedra con grasa de cabra y totalmente 
invisibles aparecen como esculpidas cuando la piedra se sumerge 
en vinagre; así la armonía celeste muestra la virtud que está oculta 
en la materia, la excita, la fortalece y la hace aparecer; y por así 
decirlo, de potencia la reduce a acto, cuando estas cosas son 
expuestas ventajosamente, o en tiempo, al cuerpo celeste. Por 
ejemplo, cuando se quiere extraer la virtud del sol, es necesario 
buscar qué hay de solar entre los vegetales, las plantas, los 
metales, las piedras y los animales; y particularmente los que son 
superiores en el orden solar, contribuyendo más a ello; así, 
tomando en con-junto y adecuadamente los rayos solares y por 
medio del espíritu del mundo se extraerá del sol un bien más 
grande.

Capítulo XXXV 
LAS MEZCLAS DE LAS COSAS NATURALES 
ENTRE SI, Y SU UTILIDAD

Sabemos que la naturaleza de aquí abajo no abarca, en cada 
uno de los cuerpos, todas las cualidades de los cuerpos celestes, 
sino que ellas nos son comunicadas por muchas especies, como 
hay muchas cosas solares, 
de las cuales cada una no abarca todas las virtudes del sol, sino que tiene 
sus propiedades de la otra a través del sol; por ello a veces es i sario que 
se efectúen Mezclas en las operaciones, de manera que ! sol expandió 
cien o mil virtudes por una cantidad de plantas, de anin y otros seres 
semejantes, podemos resumirlas y reducirlas en una forma la que las 
veremos todas unidas. Hay dos clases de virtudes en la me a saber, una 
que es infusa, desde luego, en sus partes, y es celeste;

por cierta composición artificial, o cierta mezcla de muchas cosas con 
elidas junto con ciertas proporciones que coinciden y concuerdan co 
cielo, bajo cierta constelación que se ha conocido; y esa virtud llel través 
de cierta relación mutua, a través de cierta semejanza y hábil, las cosas 
con las superiores o celestes, mientras que las últimas virt responden a las 
primeras, o las precedentes a las que les siguen, s todo si el sujeto que 
recibe concuerda con aquello que opera; así, de c, composición de 
hierbas, vapores, etc, resulte cierta forma compuesta una manera física y 
astronómica, que tiene muchas cualidades ventaj1 y que se reduce en una 
forma, la cual contiene toda la virtud a tr de cierta operación admirable y 
de cierto artificio casi divino. Y lo dice Eudoxio, el gnidio, de la miel 
artificial no es menos admirabl saber, que cierta nación de gigantes, en 
Libia, acostumbraba hacer

muy buena de muchas flores de manera que aquella no se diferenciab la 
de las abejas; pues toda mezcla hecha de muchas cosas es muy fecta, 
cuando está compuesta en todas sus partes de una manera qu constituya 
en una totalidad sin que se disipe fácilmente, como vemos nas veces que 
las piedras y los cuerpos diferentes se juntan, encaje unen de tal suerte 
por cierta fuerza natural, que no parecen sino uno como dos árboles 
injertados y dos ostras unidas con piedras por e virtud secreta de la 
naturaleza. Se ha visto animales convertirse en pie y unidos de tal modo 
en la sustancia de una piedra que parecían con un solo cuerpo 
homogéneo. Y el ébano entre los árboles es tanto me como piedra, o 
mezcla de madera y piedra. Así cuando se efectúa mezcla de muchas 
materias con las influencias celestes, por un lae variedad de las acciones 
celestes, y por el otro, la variedad de las p cías naturales crea ciertos 
efectos maravillosos a través de ungüeni colirios, como se aprecia en los 
libros de Quirámides, de Arquito Demócrito, y el de Hermes que tiene 
por título Alchorat, y en mi otros autores.

Capítulo XXXVI 
LA UNION DE LAS COSAS QUE SE 
MEZCLAN, SU FORMA Y SU SENTIDO 
DE LA VIDA

Es menester saber que cuando más noble es la Forma de 
una cosa, más pronto y dispuesta está para recibir, y más poder 
tiene para actuar; así es como los efectos incomprensibles de las 
cosas se tornan maravillosos, cuando se los emplea a tiempo y se 
los prepara mediante mezclas proporcionadas, para vivificar, 
conciliándolos a través de las estrellas, la Vida y el alma 
sensible, como la forma más noble; pues las materias preparadas 
tienen tanta fuerza después de recibir la vida, que tienen una 
potencia soberana al cambiar a través de la mezcla perfecta de 
sus cualidades su primera oposición, y adquieren una 
complexión más perfecta en la medida en que su mezcla más se 
aleje de la oposición. El cielo, que es omnipotente cuando 
comienza a engendrar alguna cosa a través de la asimilación y 
digestión perfecta de la materia, comunica con la vida las 
influencias celestes y las cualidades maravillosas, en la medida 
en que se halle en la vida misma y en el alma sensible la 
capacidad y la disposición para recibir las virtudes más nobles y 
sublimes.

Además, la virtud celeste a veces se apaga, como el 
azufre lejos del fuego o de le llama; y en los cuerpos vivos es a 
menudo ardiente, como el azufre encendido que llena con su 
vapor todo lo que se les acerca; así es como se concretan ciertas 
operaciones maravillosas, que se leen en el libro de Nemith, que 
tiene también por título las Leyes de Plutón, porque estas clases 
de generaciones son monstruosas y no se consuman a través de 
las reglas de la naturaleza; ya que se dice quedos gusanos 
engendran los moscardones, o zánganos, y que las abejas 
provienen del becerro y del buey; que el cangrejo enterrado sin 
patas produce el escorpión; que el pato asado hasta reducirlo a 
polvo, y echado al agua engendra ranas; y si se lo cuece en masa 
y se lo corta en pedazos, arrojándolo a un sitio húmedo, bajo 
tierra, engendra sapos; que la hierba basilicón, machacada contra 
dos piedras, engendra escorpiones; y que los cabellos de una 
mujer con la menstruación, echados debajo de la paja, producen 
serpientes; y que un pelo de la cola del caballo arrojado al agua, 
toma vida y se trasforma en gusano pernicioso; y hay un artificio 
por el cual en un huevo de gallina, que se empolla, se engendra 
una forma semejante a la de un hombre, lo cual lo he visto y 
supe hacer; de esto los magos dicen que tiene virtudes 
admirables, y lo llaman la verdadera mandrágora. Hay que saber 
cuáles son las materias comenzadas, o perfectas a través de la 
naturaleza o el arte, o compuestas de muchas, que son capaces 
de recibir las influencias celestes; pues la relación o 
correspondencia de las cosas naturales con las celestes basta 
para que extraigamos sus influencias, porque como nada impide 
que los cuerpos celestes expandan su luz sobre los inferiores, no 
permiten que materia alguna no sea susceptible de su virtud. Es 
por ello que lo perfecto 
y puro no es incapaz de recibir las influencias celestes. Pues hay 
una tal vinculación y conexión de la materia con el alma del mundo, 
que influye diariamente sobre las cosas naturales, y sobre todo lo 
que la naturaleza ha preparado, que es imposible que la materia 
preparada no reciba una vida o una forma más noble.

Capítulo XXXVII 
COMO EXTRAEMOS DE LO ALTO, 
A TRAVES DE CIERTOS PREPARADOS NATURALES Y 
ARTIFICIALES, CIERTOS BENEFICIOS CELESTES Y VITALES

Los académicos dicen con Trismegisto e Iarcas, el brahmán, y 
la declaran los mecubales de los hebreos, que todo lo existente bajo 
el globo lunar en este mundo inferior está sujeto a la generación y a 
la corrupción; y lo mismo en el mundo intelectual, pero de una 
manera más perfecta, y de una mejor marca proveniente del 
arquetipo perfectísimo; y que por ella cada cosa Inferior responde 
según su género a su Superior, y recibe del cielo esa fuerza celeste 
que se llama quintaesencia y el espíritu del mundo o la naturaleza 
media, y del mundo intelectual el vigor espiritual y vivo que 
sobrepasa toda virtud que da alguna cualidad; y, por fin, del arqueo 
tipo, por su intermedio, siguiendo su grado, la virtud original de 
toda perfección. Es por ello que cada cosa puede ser reducida de 
estas cosas inferiores a los astros, de los astros a sus inteligencias, y 
al punto a su arquetipo; en consecuencia, de esas cosas procede toda 
la Magia y toda la Filosofía secreta. Pues todos los días se realiza 
alguna cosa natural a través del arte y alguna cosa divina a través de 
la naturaleza; los egipcio: consideraron esto y lo llamaron la 
naturaleza maga, es decir, la virtue mágica, porque extrae de las 
cosas semejantes, a través de sus semejantes y de las cosas 
concordantes, a través de su acuerdo o conveniencia. Y lol griegos 
llamaron simpatía a esta atracción concretada a través de la reía 
ción mutua de las cosas entre sí, a saber de las superiores con las 
infe riores.

Así la tierra concuerda con el agua a través de su frescor, el 
agua coi el aire a través de su humor, el aire con el fuego a través de 
su calor; e fuego concuerda con el cielo a través de su materia; y el 
fuego no se mezcla con el agua sino a través del aire, ni el aire con 
la tierra sino a través de agua. Así el alma no se mezcla con el 
cuerpo sino a través del espíritu, y e entendimiento con el espíritu 
sino a través del alma. Esto hace que veamos que la naturaleza, al 
dar forma al feto, a través de esa preparación extra, el espíritu del 
universo, y es este espíritu el que sostiene al espíritu y a cuerpo con 
la inteligencia y lo dispone a adquirir el entendimiento, como 
en la madera la sequedad es para la penetración del aceite, y 
cuando éste se embebe, es alimento para el fuego: el fuego es el 
carruaje o transportador de la luz.

A través de estos ejemplos vemos cómo, por medio de 
ciertas preparaciones naturales y artificiales podemos extraer 
ciertos beneficios celestes de lo alto. Pues las piedras y los metales 
concuerdan con las hierbas, y éstas con los animales, y éstos con 
los cielos; éstos con las inteligencias, y éstas con las propiedades 
divinas y los atributos de Dios, y con Dios mismo, a cuya imagen 
y semejanza fueron creadas todas las cosas. La primera imagen de 
Dios es el mundo, la del mundo es el hombre, la del hombre es el 
animal, la del animal es el zoófito, la del zoófito es la planta, la de 
la planta son los metales, y las piedras representan la semejanza e 
imágenes de aquéllos. La planta concuerda con lo espiritual, con 
el animal a través de la vegetación; el animal con el hombre a 
través de los sentidos; el hombre con los demonios a través del 
entendimiento; los demonios con Dios a través de la inmortalidad. 
La divinidad se liga al espíritu; el espíritu al entendimiento; el 
entendimento a la intención; la intención a la imaginación; la 
imaginación a la sensación; la sensación a los sentidos, y éstos a 
las cosas.

Debido a que existe tal vinculación y continuidad de la 
naturaleza, toda virtud superior, al expandir sus rayos, congruente 
y continuamente, sobre todas las cosas inferiores, pasa hasta las 
últimas y hasta los extremos, o lo penetra todo; de manera que las 
cosas inferiores llegan mutuamente a las superiores. Así, las cosas 
inferiores tienen tal vinculación con las superiores, que las 
influencias que provienen de su jefe, como de la primera causa, 
van como por una cuerda tendida hasta los últimos extremos, y 
penetran totalmente hasta el fondo; pues si se toca un extremo, 
tiembla todo, de manera que este contacto resuena en el otro, y si 
enmudece la cosa inferior, la superior también enmudece, a lo 
cual responde, como las cuerdas de una guitarra bien puesta a 
tono.

Capítulo XXXVIII 
COMO PODEMOS RECIBIR DE 
LO ALTO DONES NO SOLO 
CELESTES Y VITALES 
SINO TAMBIEN CIERTOS DONES INTELECTUALES Y DIVINOS

Los magos sostienen que, a través de la conformidad de los 
cuerpos inferiores con los superiores, se puede extraer los 
celestes, aprovechando la comodidad de las influencias del cielo, 
y así a través de los cuerpos celestes y de los espíritus, porque 
ellos siguen a las estrellas. Por ello, Jámblico, Proclo y Sinesio, 
igual que todos los platónicos, aseguran que

se puede recibir, no sólo los dones celestes y vitales sino también 
los Intelectuales y Divinos a través de ciertas materias que tienen 
una fuerza natural divina, es decir, que concuerdan naturalmente 
con las superiores, estando bien reunidas o juntas, y compuestas 
en conjunto, en parte de una manera física, y en parte de una 
manera astronómica. Y Mercurio Trismegisto escribe que el 
espíritu concordante anima al punto e in sito una figura o estatua 
bien compuesta por ciertas cosas que concuerdan con este espíritu; 
de ello hace también mención Agustín en su Libro octavo de la 
Ciudad de Dios. Es que en el mundo existe una relación tal que las 
cosas celestes atraen a las supercelestes y las naturales a las 
sobrenaturales, porque una virtud actuante y la participación de 
las especies se expande por todo. Y como esa virtud actuante o 
principal manifiesta las cosas ocultas, también toma las más 
manifiestas y, tomándolas a su cargo, les extrae las ocultas y 
secretas, a saber, por los rayos del sol, por las sufumigaciones, por 
las luces, por los sentidos, por las cosas naturales, que concuerdan 
con las celestes, en las que además de las cualidades corporales, 
se hallan las maneras de ser, las razones, los sentidos, los 
números, y las medidas incorporadas y divinas. Así leemos que 
los antiguos emprendían a menudo las cosas divinas y admirables 
a través de las cosas naturales. Esto hace decir que la piedra que 
se halla en la niña de los ojos de la hiena, si se pone debajo de la 
lengua, hace adivinar. Se sostiene que la selenita, piedra lunar, 
crea el mismo, efecto, y que con la anquítida se evoca las 
imágenes de los dioses; que con la sinoquítida se atrae y se 
detiene las sombras de los infiernos; que la peonía tiene una virtud 
parecida; también se llama Marmorítide, porque se halla entre los 
mármoles de Arabia, sobre la frontera de la Persia, y los magos se 
sirven de ella cuando quieren convocar a los dioses. Hay también 
una hierba, llamada theangelsida, que hace adivinar a los magos.

Otra hace resucitar a los muertos; por ello el historiador Xanthus 
informa que, por medio de la hierba llamada bale, un dragón 
revivió a uno de sus hijos, y que alguien llamado Tillon, muerto 
por un dragón, fue. resucitado con la misma hierba. Y Juba cuenta 
que revivió a un hombre en Arabia con cierta hierba. En seguida 
examinaremos si estas cosas se pueden hacer en efecto sobre el 
hombre por medio de hierbas o de alguna otra cosa natural: pero 
es cierto y manifiesto que esto se puede sobre los demás animales. 
Pero si se coloca a las moscas, una vez mojadas, en cenizas 
calientes, reviven; y las abejas también sumergidas recobran su 
vida en jugo de pollo salvaje, o hierba gatera, y si se ponen 
anguilas muertas, por falta de agua, en vinagre debajo de estiércol, 
con sangre de buitre, en pocos días recobran su vida. Lo mismo 
ocurre con el pececillo echeneis; si se lo despedaza y echa al mar, 
las porciones se juntan y revive. Se dice que el pelícano, si son 
muertos sus polluelos, los hace revivir con su propia sangre.

Capítulo XXXIX 
COMO A TRAVES DE CIERTAS MATERIAS DEL 
MUNDO PUEDEN EXTRAERSE LAS 
DIVINIDADES QUE LO RIGEN, Y SUS 
MINISTROS, LOS DEMONIOS

Nadie ignora que, mediante artificios malignos y profanos, 
se pueden extraer los demonios malignos, como Psela cuenta 
que los magos gnósticos lo hacían de ordinario, cumpliendo casi 
las execrables y detestables villanías cumplidas en los sacrificios 
de Príapo, o en servicio del ídolo llamado Panor, donde se 
sacrificaba con las verecundas partes des-cubiertas; no hay nada 
de diferencia, si hay algo de cierto y no se trata de una fábula, en 
lo que se cuenta sobre la horrible secta o herejía de los 
templarios; y se dicen otras cosas semejantes de los hechiceros, 
donde se observa la debilidad y locura de buenas mujeres que 
aparecen en estas clases de degeneraciones. Es pues a través de 
estas clases de cosas que se atrae y que conspiran los malos 
espíritus, como habla a Juan el espíritu maligno de Cínope el 
Mago: Toda la potencia de Satán, dice, está en él, y entra en 
conjuración con todos los principados, y éstos con él; y Cínope 
nos obedece, como nosotros le obedecemos recíprocamente.

Nadie ignora, por el contrario, que a través de las buenas 
obras, de un espíritu puro, de las oraciones místicas, de las 
mortificaciones piadosas y otras cosas semejantes podemos 
atraer a los ángeles de los cielos. Por ello no debe dudarse, de la 
misma manera, que a través de ciertas materias del mundo, 
también es posible atraer a las divinidades del mundo, o al 
menos los espíritus, sus ministros, que les siguen, como dice 
Mercurio, los demonios del aire, no los que están por encima de 
los cielos y los más elevados. 
Así leemos que los antiguos sacerdotes confeccionaban 
estatuas e imágenes que predecían el porvenir, y que los 
espíritus de las estrellas influían sobre aquéllas; que sólo se 
detenían en contentarse, y mientras supiesen que las materias de 
esa clase les eran convenientes y proporciona-das, permanecían 
de buen grado siempre, hablaban y realizaban a través de ellas 
cosas admirables, lo mismo que los demonios que poseen los 
cuerpos humanos.

Capítulo XL 
MANERAS DE LIGAR, SUS CLASES Y SU REALIZACION

Hemos hablado de las virtudes y de la eficacia admirable 
de las cosas naturales; ahora queda por ver una cosa muy 
maravillosa: la manera de Ligar a los hombres para que se amen 
u odien, para las enfermedades. y 
la salud, y otras cosas de esta índole; asimismo, la ligadura de 
caco's y ladrones, para que no puedan robar en una casa; la manera 
de ligar a los mercaderes, para que no puedan comprar ni vender en 
una casa; cómo se liga o hechiza un ejército, para que no pueda 
pasar ciertos lindes; el medio de hechizar a las naves, de modo que 
no puedan, por más vientos fuertes que haya, y hasta con una 
infinidad de velas tendidas, salir de un puerto; también la manera de 
hechizar un molino, para que no pueda girar. El medio de encantar 
una cisterna o una fuente, para que no pueda extraerse agua. La 
manera de encantar un campo para que no pueda producir; el fuego, 
para que no encienda en una casa, y para que cualquier cosa 
combustible arrojada sobre él no pueda arder. Asimismo, el medio 
de encantar a rayos y truenos, y tempestades, para que no puedan 
dañar.

De la misma manera, el modo de hechizar a los perros, para 
impedirles ladrar. La manera de encantar a las aves y las bestias 
salvajes de modo que no puedan volar, ni escapar; y muchas otras 
cosa's semejan-tes, conocidas mediante experiencia frecuente. Estos 
encantamientos se efectúan a través de venenos, colirios, ungüentos, 
pociones o filtros para hacer amar, mediante cosas que se aplican o 
cuelgan, mediante anillos, fascinaciones, fuertes imaginaciones de 
espíritu y salidas vitales, mediante imágenes y caracteres; 
encantamientos e imprecaciones; luces, sonidos, números, palabras 
y nombres, invocaciones, sacrificios, conjuros, exorcismos, 
consagraciones, devociones y diversas supersticiones y 
observancias; y mediante otras maneras semejantes.

Capítulo XLVIII 
VIRTUDES DE LOS LUGARES Y LAS 
ESTRELLAS QUE CORRESPONDEN A 
CADA UNO DE ELLOS

Los Lugares tienen también virtudes admirables que toman 
de las cosas que se hallan ubicadas allí o virtudes que las 
acompañan provenientes de las influencias de las estrellas y 
demás, totalmente exteriores y extrañas. Pues como informa 
Plinio, tan. pronto alguien escucha al cuclillo, señala el espacio 
que se halla debajo de su pie derecho y hace un pozo en ese sitio, 
traspasando esa tierra a cualquier otro lugar, allí no existen más 
pulgones. Así se dice que si se arroja sobre las abejas tierra por la 
que pasaron serpientes, aquéllas vuelven a sus enjambres; asimismo, 
que si se pasa sobre el cuerpo el polvo o tierra donde se 
revolcó una mula, se apaciguan los ardores del amor; y se afirma 
que el polvo sobre el que se revolcó un ave de presa, atado con 
un trapito rojo, cura la fiebre cuartana, y que si se toma una 
piedra de un nido de golondrinas se goza de compañía y hay 
consideración continua si se la lleva consigo, sobre todo 
humedecida con sangre de golondrinas, o envuelta con su 
corazón; v se dice que el hombre que sangró y pasó en ayunas 
por el sitió donde 
hace poco cayó un epiléptico, contrae ese mal; y Plinio narra que 
si se pone un clavo de hierro donde un epiléptico puso su cabeza, 
se obtiene un soberano remedio para este mal; también se dice que 
si se toma una hierba que aparezca sobre la cabeza de una estatua, 
y se la fija con hilo rojo a cualquier sitio de las ropas, se cura de 
inmediato el dolor de cabeza; y que si se toman toda clase de 
hierbas llegadas de lejos o que aparecen en arroyos y ríos antes de 
la salida del sol, sin-que nadie lo advierta ni que el enfermo lo 
sepa, y se la coloca en su brazo izquierdo, cura la fiebre terciana.

De todos los lugares que son apropiados para las Estrellas, los 
hediondos, tenebrosos, subterráneos, tristes, religiosos y funestos, 
como los cementerios, las piras, las habitaciones abandonadas, los 
viejos escombros o lugares a punto de caer por su vetustez los 
sitios oscuros y horribles, los antros solitarios, las cavernas y los 
pozos, responden a Saturno, y además las piscinas, los estanques, 
los pantanos y otros lugares de esta índole. A Júpiter se atribuyen 
todos los lugares privilegiados, los sitios donde se celebran 
consejos y asambleas de príncipes y magistrados, los tribunales, 
las cátedras, las academias, las escuelas, y todos los lugares 
esplendorosos, limpios, y donde se han expandido diferentes 
olores suaves. Marte tiene los lugares de fuego y sangre, los 
hornos, los mataderos, las cruces, los patíbulos, y los lugares 
donde se consumaron ruinas, carnicerías bélicas, ejecuciones y 
otras cosas de este estilo. El Sol tiene los lugares diáfanos, el aire 
sereno, los palacios de los reyes y las cortes de los príncipes, los 
púlpitos, los teatros, los tronos, y todo lo que es real y magnífico.

Venus posee y habita las fuentes agradables, los prados verdegueantes 
y los jardines llenos de flores, los lechos ornamentados y 
los lupanares; y, como dice Orfeo, las riberas azules y los baños, 
los lugares y salas de danza, y las boticas, las escuelas, las salas 
de los mercaderes, y otros sitios semejantes. La Luna ocupa los 
desiertos, los bosques, las rocas, los lugares pedregosos, las 
montañas, las fuentes, las aguas, los ríos, los mares y los puertos; 
los barcos, los diversos sitios campestres, y los sotos; y también 
los caminos públicos, los graneros y demás. Por ello, quienes 
quieren concretar operaciones amorosas, ordinariamente ocultan o 
guardan los. instrumentos de su arte, sus anillos, imágenes y 
espejos en algún lupanar que les dé su virtud a través de cierta 
facultad venérea; asimismo, las cosas contraen mal olor de lugares 
que sienten corno malos, y se corrompen o pudren y tornan 
hediondos, como otras contraen buen olor de lugares que lo 
tienen.

También habrá que considerar las situaciones del mundo. Es 
por ello que quienes desean utilizar la hierba de Saturno, de Marte 
o de Júpiter, miran hacia el Oriente o el Mediodía; el primero 
porque nacen o vienen del nacimiento del sol, el segundo porque 
sus domicilios principales son los signos meridionales, a saber, 
Acuario, Escorpio, Sagitario, igual que Capricornio y Piscis. Y se 
afirma que quienes quieren utilizar alguna cosa venérea, mercurial 
y lunar, miran hacia Occidente porque estas estrellas son 
occidentales; o hacia Septentrión porque sus domicilios princi- 
pales son septentrionales, a saber: Tauro, Géminis, Cáncer y 
Virgo. Así, para efectuar las operaciones solares, es necesario 
mirar hacia Oriente o el Mediodía, al igual que el cuerpo solar 
mismo y su luz.

Capítulo XLIX 
LUZ, COLORES, LLAMAS Y LAMPARAS; 
LOS COLORES SEGUN ESTRELLAS, DOMICILIOS Y ELEMENTOS

La Luz que es también una cualidad muy formal, un acto 
simple de inteligencia y una imagen ; que es expandida por el 
espíritu divino sobre todas las cosas, mas en Dios el Padre que es 
el Padre de las luces, la luz primera y verdadera; luego en su Hijo, 
resplandor iluminador y super-abundante; en el Espíritu Santo un 
ardor brillante que sobrepasa toda inteligencia e incluso la de los 
Serafines, como informa Dionisio; estando expandida pues en los 
ángeles, se convierte en una inteligencia esplendorosa, una alegría 
que se extiende más allá de los límites de la razón; no obstante, se 
la recibe a través de diferentes grados, según la naturaleza del 
sujeto que recibe, y luego desciende sobre los cuerpos celestes, 
donde se realiza una abundancia y una prolongación eficaz de 
vida, y un esplendor visible; y en el fuego un vigor natural, que le 
es infundido por los cuerpos celestes; en los hombres, por fin, un 
brillante discurso de la razón y un conocimiento racional de las 
cosas divinas; pero ella es de diferentes clases según la 
disposición del cuerpo, como lo sostienen los peripatéticos o, lo 
que es más cierto, según la intención de la causa distribuidora que 
la reparte como le place; luego pasa a la fantasía de una manera 
mientras está por encima de los sentidos, y sobre todo a los ojos. 
Allí se convierte en una claridad visible y se comunica 
alternadamente con los cuerpos luminosos en los cuales se 
convierte en color y belleza reluciente; en los cuerpos oscuros, es 
cierta virtud benefactora que engendra y penetra hasta el centro, 
en la que los rayos, al concentrarse y encerrarse, se crea un calor 
tenebroso que escuece y quema, en tal medida que todas las cosas 
sienten el vigor de la luz según su capacidad, la cual al reunir todo 
en sí a través de un calor vivificante que penetra todos los seres, 
hace actuar sus cualidades y virtudes sobre todas las cosas. 
Es por ello que los magos no quieren que nada esté cubierto 
por la sombra de un enfermo, ni que se descubra su orina ante el 
sol o la luna, porque los rayos penetrantes de la luz, al llevar en sí 
las malas cualidades, cambian un cuerpo y lo enferman al 
comunicarle esa mala cualidad. Es por esa razón que los 
hechiceros observan que su sombra cubra aquello que quieren 
fascinar; es así que la hiena, a través del contacto de su sombra, 
hace callar a los perros.

También se crean artificialmente Luces con lámparas, 
candelas, cirios y otras cosas, de ciertas cosas y licores escogidos 
según las Estrellas y combinadas según lo que se les adecua, las 
que al ser encendidas solas acostumbran producir algunos efectos 
admirables y celestes que los hombres admiran a menudo; como 
informa Anaxilao, según Plinio, que si se hace arder o calentar el 
líquido del coito de las yeguas, aparecen monstruos y cabezas de 
caballos; que lo mismo se hace con los asnos; y los moscardones 
disecados con cera y quemados hacen ver moscas; y la piel de una 
serpiente quemada en una lámpara hace aparecer serpientes. Se 
dice que, cuando las vides florecen, si se les rodea con una botella 
llena de aceite que se deja allí hasta que maduren, al encender ese 
aceite se verán uvas. Lo mismo ocurre con las demás frutas. Y si 
se mezcla centáurea con miel y sangre de abubilla y se pone esto 
en una linterna, hace aparecer a los que están en compañía, más 
grandes; y si se ilumina la noche durante un buen rato, se ve que 
las estrellas cubren todo alrededor. La tinta de la jibia tiene 
también una virtud tal que echada en un farol, torna negra a la 
gente. También se dice que una candela confeccionada con ciertas 
cosas saturnales, después de hacerla apagar en la boca de un 
hombre que acaba de morir, siempre que se la encienda sola, 
tornará muy tristes y tímidos a quienes estén alrededor. Hermes, 
Platón y Jirámides, y entre los más modernos, Alberto, en un 
Tratado que escribiera, informan que hay muchas clases de cirios 
y lámparas de este estilo.

Los Colores son también luces que, al mezclarse con las 
cosas, las exponen ordinariamente a las estrellas y cuerpos 
celestes con los que concuerdan. Y diremos en seguida de qué 
colores son las luces de los Planetas, por cuáles se conoce la 
naturaleza de las estrellas fijas y qué es menester emplear para 
hacer brillar estas_ lámparas y luces. Pero ahora haremos ver 
cómo los colores de las cosas de aquí abajo y los mixtos están 
distribuidos en los Planetas. Pues todos los colores que 
concuerdan con Saturno o le representan son negros, de tierra, de 
plomo y oscuros; los que pertenecen a Júpiter son de zafiro, de 
aire o aéreos, y siempre verdegueantes o verdes, claros, de 
púrpura, de oro y de plata mezclados. Los colores rojos, ardientes, 
de fuego, de llama, color violeta o púrpura, de sangre y de hierro, 
representan a Marte. Los de oro, amarillos y de púrpura más 
relucientes representan al Sol. Todos los colores blancos, bellos, 
diferentes, verdes, rojos, un poco amarillos y purpúreos 
representan a Venus, Mercurio y la Luna. Asimismo, la primera y 
la séptima Casa del cielo tienen el verde, la tercera y undécima 
tienen el amarillo, la cuarta y la décima tienen al rojo, la quinta y 
la novena tienen color de miel, la sexta y la octava tienen el negro.

Los Elementos también tienen sus colores, por los cuales los 
físicos juzgan la complexión y las propiedades de la naturaleza, 
pues el color de la tierra, que proviene del frío y de lo seco, es 
sombrío y negro y significa la bilis negra y una naturaleza saturnal; 
el azul que tira a blanco marca la pituita, pues el frío torna 
blanco a lo húmedo y negro a lo seco; el rosado o mezcla de rojo 
señala la sangre; y el color del fuego o de la llama ardiente, la 
cólera, el que puede 
mezclarse fácilmente, por su sutileza, con todos los demás, 
produciendo de inmediato diferentes colores; pues mezclado con 
sangre, resurge el rojo cuando domina; si domina la cólera, crea 
un color un poco rosado; si la mezcla es igual, un color rosado; si 
la cólera está encendida con la sangre, crea un gris, rojo cuando la 
sangre domina, rojizo cuando la cólera sobrepasa; cuando está 
mezclado con humor melancólico, se torna negro, con la 
melancolía y la flema por igual, gris; si abunda la flema, de color 
barro; si domina la melancolía, de color verdoso; si no está mezclado 
sino con flema en igual proporción, de color limón; si tiene 
exceso de uno y otro, de color pálido o poco pálido. Todos los 
colores son más fuertes cuando son de hierro o metales, o en las 
sustancias relucientes, o piedras preciosas, y en las que más se 
parecen a los cuerpos celestes, sobre todo en los cuerpos 
vivientes.

Capítulo L 
LA FASCINACION Y SU ARTIFICIO

La Fascinación es una ligadura o encantamiento que, del 
espíritu del hechicero, pasa por los ojos de quien hechiza a su 
corazón, y el sortilegio es el instrumento del espíritu, es decir, un 
vapor puro, reluciente, sutil, proveniente de purísima sangre 
engendrada por el calor del corazón, el que reenvía continuamente 
a través de los ojos los rayos que son semejantes y estos rayos 
llevan consigo un vapor espiritual; ese vapor lleva la sangre, como 
la vemos en los ojos legañosos y rojos, de la cual el rayo enviado 
a los ojos de quienes le contemplan lleva consigo el vapor de 
sangre corrompida, haciéndoles contraer la misma enfermedad. 
De manera que un ojo abierto proyecta sus rayos sobre alguien 
con fuerte imaginación, siguiendo la punta de estos rayos que son 
los portadores del espíritu; este espíritu flexible golpea los ojos 
del hechizado, que es excitado por el corazón de quien le golpea y 
penetra en su interior dominándole como si se tratase de un país 
de su pertenencia; ese espíritu extraño hiere su corazón e infecta 
su espíritu. Esto hace decir a Apuleyo: "Vuestros ojos, habiendo 
entrado a través de mis ojos en mi interior, agitan un gran 
incendio en el fondo de mi cuerpo y en mi tuétano". Por tanto, es 
menester saber que se hechiza a los hombres cuando, mediante 
una mirada muy frecuente, dirigen la punta de su vista hacia la 
punta de la otra, y que estos ojos se apegan mucho los unos a los 
otros, y-las luces a las luces; entonces el espíritu se une al espíritu 
y le lleva y apega sus chispas; es así que se forman los lazos más 
fuertes y los encantamientos mis comprometidos. Así los amores 
más apasionados se encienden con una sola mirada súbita por 
medio solamente de los rayos de los ojos,

como una flecha o un golpe penetra en todo el cuerpo. También 
eI espíritu y la sangre de quienes aman, al estar así heridos, pasan 
de la misma manera en amante y hechizado como la sangre y el 
espíritu de venganza de un hombre asesinado pasan a aquél que 
lo mata; esto hace decir a Lucrecio en sus versos sobre los 
encantos del amor:

Golpeada por el amor, nuestro alma lo hace sentir al punto 
al cuerpo, pues casi todo el mundo está sujeto a esa pasión, y la 
sangre se revela de inmediato sobre la parte golpeada, y un humor 
color rojo atrapa de inmediato al golpeado, si está cerca. 
Tal es la fuerza del sortilegio, sobre todo cuando los 
fascinadores se sirven de ungüentos, de ligaduras y de otras cosas 
semejantes para disponer del espíritu y fortalecer de tal y tal 
manera; como para dar amor se sirven de colirios venéreos, de 
hippomanes, de sangre de palomas o de gorriones y otras aves 
semejantes; para hacer temer, de ungüentos de Marte, como los 
ojos de los lobos, de las hienas y otros animales semejan-tes; para 
causar desdicha o alguna otra enfermedad, de elementos saturnales. 
Lo mismo sucede con las demás cosas.

COMO SE VERIFICAN LOS AUSPICIOS A TRAVES DE 
LA LUZ, DE LOS SENTIDOS, DE LA NATURALEZA, Y 
NORMAS PARA CONCRETAR LA EXPERIENCIA

Los auspicios y augurios que presiden las cosas por venir a 
través de animales y aves, nos lo enseñó, como aparece en la 
historia, el teólogo Orfeo; se verifican mediante la luz de los 
Sentidos de la naturaleza, como si cayese una luz de adivinación 
sobre los animales y las bestias de cuatro patas, a través de lo 
cual podríamos pronosticar los resultados en lo que atañe a los 
hombres; esto es lo que piensa Virgilio cuando dice: 
Haud equidem credo, quia sit divinius illis 
Ingenium, aut rerum fato prudenlia major.

Este sentido de la naturaleza, como dice Guillermo de París, 
está por encima de toda captación humana, y es el que se halla 
más cerca de la profecía y de todo lo que se le parece; este 
sentido brindó naturalmente un admirable esplendor de 
adivinación a algunos animales como se revela evidentemente en 
algunos perros, que por su actitud hacia los ladrones y la gente 
que se esconde, sin precedentes en este aspecto, los encuentran, 
los buscan, los detienen, se lanzan sobre ellos, los muerden y 
devoran. A través de un sentimiento semejante los buitres 
conocen las carnicerías y los combates a realizar, se juntan en los 
sitios donde eso ocurrirá, previendo, por así decirlo, que sacarán 
provecho y hallarán cadáveres para comer. Mediante este mismo 
sentimiento, la perdices conocen a su madre, a la que nunca 
vieron y abandonan a la perdiz que roba los huevos a su 
madre y los incuba. Mediante este mismo sentimiento, el alma 
del hombre, sin la cual nada se sabe, siente ciertas cosas nocivas 
y terrestres, de donde deriva el terror y el horror de muchos 
hombres que no saben nada de esta clase de cosas ni piensan en 
ellas. Así un ladrón oculto en una casa, sin que se piense que esté 
allí, inspira temor e inquietud de espíritu a ciertas personas que 
están o moran en esa casa, tal vez no a todas, porque esa luz no 
se comunica a todos los hombres, sino a algunos. Asimismo, la 
prostituta oculta en una casa grande se hace sentir aunque no se 
sepa que está allí. En la historia se encuentra que un egipcio 
llamado Heraisco, hombre divino, conocía a las mujeres 
libertinas no sólo por sus ojos sino también con apenas oir su voz 
de lejos, y en seguida tenía gran dolor de cabeza.

Guillermo de París informa también que en su tiempo una 
mujer amaba a un hombre y cuando éste acudía a la casa de 
aquélla, a través de este sentimiento, la mujer presentía desde dos 
leguas de distancia que el hombre estaba en camino; cuenta 
también que, en su época, una cigüeña macho descubrió por el 
olor el adulterio de la hembra, reunió una gran cantidad de 
cigüeñas, y tras descubrirles el delito, como mediante juicio de 
todas, fue desplumada y despedazada. También cuenta que un 
caballo que copuló sin saberlo con su madre y lo advirtió en 
seguida, se cortó los genitales con los dientes para vengar y 
castigar sobre sí ese incesto. Aristóteles, Varrón y Plinio cuentan 
cosas parecidas respecto de los caballos. Plinio mismo narra que 
un áspid que comía todos los días en la mesa de un egipcio, al ver 
que uno de sus hijos había matado a uno de los niños de su 
anfitrión, mató a su propio viborezno, se marchó y no volvió a la 
casa. A través de estos ejemplos se observa cómo pueden 
descender sobre ciertos animales luces de presagios, como signos 
de las cosas, en sus gestos, voces, vuelo, marcha, color y comida. 
Según la doctrina de los platónicos, en las cosas inferiores hay 
cierta virtud infusa que las hace coincidir casi en todo con las 
superiores, y es así como el acuerdo tácito de los animales se 
relaciona con los cuerpos divinos, y que sus cuerpos tienen sus 
virtudes y los efectos que les hacen responder a sus 
constelaciones.

Es preciso pues considerar a los animales que son saturnales, 
a los que concuerdan con Júpiter, a los que dependen de Marte, y 
así con los demás, y extraer los augurios y los presagios según 
sus propiedades. Así, los que dependen de Saturno y de Marte 
son todas las aves feroces y salvajes, como el buho, y otras, de 
las que hicimos mención antes, porque el buho, ave saturnal, 
solitaria y nocturna, se tiene como de mal augurio, como lo dice 
el poeta: 
Esta vil ave, mensajera de los males venideros, ruin buho que 
es mal augurio para los mortales. 
Pero el cisne, ave deliciosa y consagrada a Venus y al Sol, es 
un presagio muy feliz, sobre todo en los auspicios de las aguas, 
porque no se hunde en el agua, como dice Ovidio: - 
El cisne es siempre un ave de muy feliz augurio. 
Existen también las aves que presagian a través de sus 
gritos y cantos, como el cuervo, la urraca y la corneja, como 
lo dice Virgilio: 
Una funesta corneja a menudo nos predijo esta desdicha, 
posada en lo alto de un árbol.

Las aves que pronostican el porvenir a través de su vuelo 
son las avutardas, los quebrantahuesos, las águilas, los 
buitres, las grullas, las cigüeñas y otras semejantes, y hay que 
observar si su vuelo es lento o rápido, si vuelan hacia la 
derecha o la izquierda, y cuál es su cantidad en con-junto: así 
cuando las grullas vuelan rápidamente señalan tormenta, 
cuando lo hacen con lentitud, sin ruido, pronostican buen 
tiempo. Cuando dos aves perniciosas vuelan juntas, son de 
mal augurio, porque este es un número de confusión. Es 
preciso observar el resto, asimismo, señalando los números. 
Además, para tener un conocimiento perfecto, es preciso 
advertir la semejanza de estas conjeturas, como aparece en 
Virgilio, cuando la Venus enseña a Eneas, su hijo: 
Si no es en vano que nuestros antepasados nos enseñaron los 
augurios, mira esos dos cisnes juntos regocijándose y el águila 
que descendió a través del aire y vino a perturbar; ahora 
parecen mirar de arriba abajo hacia dónde salvarse; y cómo, 
fuera de peligro, baten sus alas, y juntas se ponen a cantar: lo 
mismo ocurre con tus flotas que están en el puerto al que lle- 
gan con las velas henchidas.

Pero el mejor y más maravilloso género de todos los 
augurios es cuan-do se entiende el lenguaje de los animales, 
como ocurrió entre los antiguos Melampo, Tiresias, Thales y 
Apolonio de Tyana que lo entendía muy bien y descollaba en 
esto; de él Filóstrato y Porfirio cuentan que un día en que se 
hallaba con sus amigos observando a los gorriones reunidos 
sobre los árboles, uno de ellos se acercó a piar de continuo, y 
los otros gorriones compañeros se unieron a él; entonces 
Apolonio se enteró que un asno cargado con trigo había caído 
ante la puerta de la ciudad y que el grano estaba 
desparramado en tierra; conmovidos todos por este discurso, 
fue-ron a ver, y ocurrió lo que dijera Apolonio y quedaron 
asombrados. Pero Porfirio, el platónico, en el libro tercero de 
los Sacrificios, dice que la protagonista de esta anécdota fue 
una golondrina. Puesto que es cierto que no hay voz de 
animal alguno que no signifique alguna pasión de su alma, 
alguna disposición dichosa o triste, o colérica, no ha de 
asombrar que los hombres.que encaren ese conocimiento 
entiendan esta clase de voces. Y Demócrito enseñó la manera 
de entenderlas, como dice Plinio, al nombrar a las aves cuya 
sangre mezclada engendra una serpiente y, si se come ésta, se 
entiende todo lo que dicen las aves. Hermes dice que si alguien 
después de cazar determinado primer día de noviembre, 
cocina el corazón de un zorro con el primer pájaro que cazó, 
todos los que coman esto aprenderán el lenguaje de los 
animales. Los árabes también nos enseñaron que comprendían 
los pensamientos de los animales tras comer el corazón o el 
hígado de dragones; y Proclo, el platónico, creía y nos informa 
que el corazón de un topo contribuye a extraer presagios.

Existían también adivinaciones y auspicios obtenidos a través 
de las entrañas y los 
nervios de las víctimas sacrificadas; el primero que 
experimentó esto fue Tages, y Lucano lo menciona: 
Et f ibris sit nulla lides, sed conditor artes 
Finxerit illa Tages. 
Entre las entrañas, la ciudad de Roma creía que el hígado 
era el fundamente de la religión: por ello, cuando los augures 
querían saber el por-venir examinaban al punto el hígado, 
poniendo allí dos cabezas, de las cuales una atribuían a los 
ciudadanos y la otra a los enemigos, y a través del parecido de 
una u otra cabeza predecían la victoria, como se aprecia en 
Lucano la derrota de las tropas de Pompeyo y la victoria de los 
ejércitos del Emperador, significada por las entrañas:

Quodque netas nullis impune apparuit extis, 
Ecce vidit capiti fibrarum increscere molem, 
Alterius capitis pars aegra et marcida pendet, 
Pars micat, et celeri venas movet improba pulsu. 
En seguida tomaban el corazón entre las entrañas más 
perfectas; y cuando en lo sacrificado no se encontraba corazón, 
ni cabeza en el hígado, los augurios eran malos y perniciosos, y 
se los llamaba expiatorios. Lo mismo ocurría cuando lo 
sacrificado huía del altar, o si gritaba al golpeárselo e 
inmolarlo, y caía de un lado nada usual. Al respecto se sabe que 
el día en que César salió con ropas de púrpura en un sillón de 
oro, el corazón faltó dos veces en las entrañas del sacrificio que 
se realizaba. Vemos que Mario inmolando a Utica no halló 
hígado; lo mismo ocurrió con el Príncipe Cayo y Marco 
Marcelo, cuando C. Claudio y Lucio Petelio eran cónsules, 
inmolaron a sus víctimas; también faltó el hígado; y poco 
después uno cayó enfermo, el otro fue derrotado por el ejército 
de los figures, según la predicción de las entrañas; creíase 
hacerse esto a través de la virtud de los dioses o por medio de 
los demonios. Es por ello que los antiguos señalaban como muy 
importante que ocurriese algo extraordinario en las entrañas, 
como le sucedió a Sila que vio una especie de corona en lo alto 
de un hígado cuando sacrificaba en Laurencia, lo cual el augur 
Posthumio lo interpretó como signo de victoria y señal de que 
sería rey, ordenando que sólo Sila comiese las entrañas. 
También debe considerarse el color de éstas. Lucano hace 
mención de estas cosas: 
Terruit ipse color vatem, nam 
pallida tetris Viscera tincta notis, 
gelidoque infecta cruore, Plurimus 
asperso val-iabat sanguine livor. 
Estas artes y artificios eran antiguamente de tan gran 
veneración que los más poderosos y sabios adherían a ellos, al 
igual que el Senado y los Rey es, no realizando nada sin 
obtener los augurios. Pero en la actualidad todo esto está 
abolido tanto por la negligencia de los hombres como por la 
autoridad de los padres.

Capítulo LVI 
LAS PREDICCIONES DE LOS RELAMPAGOS Y RAYOS, 
Y COMO SE DEBE INTERPRETAR LOS PRESAGIOS Y PRODIGIOS

Los adivim.s y sacerdotes etruscos nos enseñaron a interpretar 
los augurios de los Relámpagos, Rayos, Monstruos y Prodigios; 
establecieron dieciseis regiones del aire o del cielo, y a cada una 
le atribuyeron su nombre; además, once clases de rayos, nueve 
dioses que los lanzaban, dando las razones de lo que significaban. 
Es cierto que los milagros y prodigios señalan alguna cosa 
sorprendente y grande todas las veces que ocurren; pero es preciso 
que quienes los interpretan sepan conjeturar bien las semejanzas, 
que las indaguen con sensatez y conozcan a los Príncipes que 
reinan, los asuntos e intereses de los Estados, ya que los astros, 
constelaciones, milagros y prodigios prefiguran y advierten a los 
Príncipes, Pueblos y Estados a través de los cuerpos celestes; y es 
menester considerar lo que ocurriera de semejante en siglos 
pasados y lo que sucedió después, y según estas cosas, predecir 
acerca de ellas y de las semejantes, porque las semejantes tienen 
los mismos signos, las mismas relaciones y los mismos parecidos 
o apariencias. Así aparecieron signos y prodigios antes del 
nacimiento y de la muerte de muchos hombres excelentes y de 
muchos reyes, como Cicerón da un ejemplo del pequeño Midas en 
cuya boca, mientras dormía, las hormigas echaron granos de trigo, 
lo cual pronosticó grandes riquezas. Asimismo, las abejas que se 
posaron sobre la boca de Platón, cuando dormía en su cuna, le 
predijeron la elocuencia. Hécuba, grávida de Paris, se vio 
engendrar en sueños una llama ardiente que debía abrasar a Troya 
y a toda el Asia; la madre de Falaris vio un Mercurio que esparcía 
sangre sobre la tierra, llenando toda la casa; la madre de Dionisio 
se vio concebir un sátiro; estos sueños fueron confirmados. La 
mujer de Tarquino el antiguo, al ver una llama en torno de la 
cabeza de Servio Tulio le predijo que sería rey. Asimismo, 
después de la toma de Troya, Eneas, al disputar con su padre 
Anquises para ver cuál de los dos se quedaría en el reino o se 
retiraría, vio aparecer una llama en torno de la cabeza de Ascanio 
sin que le hiciera mal, lo cual pronosticó que sería Rey; ante ello 
optó por retirarse. Todas las acciones y derrotas considerables han 
estado precedidas por signos y prodigios; se observa esto en Plinio 
en el sentido que durante el consulado de Marco Atilio y de Cayo 
Porcio, hubo una lluvia de leche y sangre que predijo que al año 
siguiente habría en Roma una gran peste. Asimismo, en Luques 
llovió hierro parecido a esponja, un año antes que Craso fuese 
asesinado en Partia, y todos los soldados de Luques que estaban 
en su ejército fueron derrotados con él. En el tiempo del 
consulado de Lucio Paulo y de C. Marcelo, llovió lana sobre 
Chateau Corisan, lo cual predijo la muerte de Tito Annio Milón, 
que fue asesinado un año después. Se oyó en el cielo un ruido de 
armas y trompetas en el tiempo de las guerras de los cimbrios. Y 
Tito 
Livio, al hablar de la guerra de Macedonia, dice que el año que 
partió Aníbal hubo una lluvia de sangre durante dos días; dice 
también, al hablar de la segunda guerra de Cartago, que del cielo 
cayó agua y sangre mezcladas como una lluvia en la época en 
que Aníbal saqueaba Italia. 
Se oyó un ruido de armas en Lacedemonia en el templo de 
Hércules un poco antes del infortunio que sobrevino a Leuctria; 
en la misma época, las puertas del templo de Hércules, en Tebas, 
que estaban cerradas, se abrieron por sí solas, y las armas que 
estaban apoyadas en los muros cayeron en tierra. Es menester 
pronosticar sucesos semejantes sobre cosas semejantes, como se 
predijera antaño en diferentes épocas, mas es preciso conocer 
bien las influencias de los cuerpos celestes; hablaremos más ampliamente 
en seguida.

Capítulo LVII 
LA GEOMANCIA, LA HIDROMANCIA, 
LA AEROMANCIA Y LA PIROMANCIA, CUATRO CLASES 
O MODALIDADES ADIVINATORIAS A TRAVES DE LOS 
ELEMENTOS

Los Elementos mismos nos predicen diferentes sucesos de 
donde pro-vienen estos cuatro famosos géneros de adivinaciones: 
la Geomancia, la Hidromancia, la Aeromancia y la Piromancia, 
que tomaron su nombre, de cuya posesión se jactaba en Lucano 
aquella hechicera: 
La tierra, el aire, el fuego, el mar, las llanuras y rocas de 
Rhodope, dirán la verdad. 
La primera es pues la Geomancia que predice las cosas 
futuras a través de los movimientos de la tierra, de sus ruidos, 
temblores, separaciones, degluciones, exhalaciones y otras 
impresiones, cuyo uso fuera enseñado por el árabe Almadel. Pero 
también hay otra clase de Geomancia, que se adivina a través de 
puntos inscriptos y marcados en cualquier declive en tierra, de 
cierta manera y con determinada fuerza, que no es nuestra actual 
especulación; sin embargo, hablaremos en seguida de sus efectos 
y especies.

La Hidromancia hace adivinar a través de las impresiones 
de las aguas de su flujo y reflujo, de sus crecientes o desbordes, y 
de sus descensos, de las tormentas y sus colores, y de otras cosas 
semejantes, a la que incluso se añaden las visiones que se 
efectúan en las aguas; las cuales son un género de adivinación 
que hallaran los persas, como lo ejemplifica Varrón respecto de 
un muchachito que había visto en el agua una figura de Mercurio 
que predijo mediante cincuenta versos todo el resultado de la 
guerra de Mitrídates. Así se aprecia que Numa Pompilio 
ejercitaba la Hidromancia, pues extraía de las aguas las imágenes 
de los dioses que le 
enseñaban las cosas del porvenir. Y Pitágoras, largo tiempo 
después de Numa, ejerció también este arte. Los asirios 
consideraban también muchísimo antes una especie de 
Hidromancia llamada Lecanomancia, consistente en un estanque 
lleno de agua sobre el que se echaban láminas o placas de oro y 
plata, y piedras preciosas en las que se escribían nombres y caracteres; 
a lo cual puede referirse el arte por el que se expresa con 
marcas manifiestas de figuras o imágenes lo que se quiere saber, 
haciendo fundir plomo o cera, y echándolo en el agua. Antaño 
también había fuentes que servían para augurar el porvenir, como 
ocurre todavía hoy con la de Pa-tris en Acaya; de esto hablaremos 
más extensamente luego, cuando tratemos sobre los Oráculos.

También puede mencionarse aquí a los auspicios o augurios de los 
peces, como se celebraban otrora en un sitio llamado Dina, en 
Lidia; se cavaba un sitio del bosque de Apolo, cerca del mar, en 
arena seca, y cuando se quería saber el porvenir bastaba echar 
carnes asadas; ese sitio se llenaba al punto de agua, y se veía 
aparecer una infinidad de peces de figuras admirables y 
desconocidas para los hombres, cuyas formas hacían predecir a 
los adivinos lo que debía acontecer. Ate-neo cita muchos 
ejemplos, siguiendo a Policarmo, en las historias de los licios. 
La Aeromancia hace adivinar a través de las impresiones 
aéreas, los soplos de los vientos, los arco-iris, los círculos 
alrededor de la luna, las nubes, las imágenes que se hallan en 
torno de éstas, y las visiones del aire.

La Piromancia adivina también a través de las impresiones 
del fuego, de los cometas, de los colores ígneos y de las visiones e 
imágenes del fuego. La mujer de Cicerón le predijo así que un año 
después sería cónsul pues que-riendo observar las cenizas de un 
sacrificio, la llama surgió de pronto. Lo que Plinio narra es de este 
estilo, en el sentido de que los fuegos pálidos de la tierra y los que 
hacen ruido sirven para pronosticar las tempestades, y cuando 
llueve, si la llama vuela, es signo de viento; v las luces, cuando 
proyectan llamas o se alumbran apenas; asimismo, cuando se llena 
de chispas, o cuando un fuego extendido proyecta chispas, o 
cuando la ceniza crece en un hogar, o cuando el carbón brilla 
mucho. También se agrega la Capnomancia, que toma su nombre 
del humo, porque respecta a la llama y al humo, sus colores y 
movimientos, sus desplazamientos a derecha, de través, o en 
redondo, como Stacio lo describe en estos versos: 
Vincatur pietas, pone eia altaria virgo, 
Quaeramus superos, facit illa acieque sagaci 
Sanguinos flammarum apices, genitumque per auras 
Ignem, et clara Lamen mediae fastigia lucis 
Orta, docet tuno in speciem serpentis inanem 
Ancipiti gyro volvi, frangique rubore. 
Los augures practicaban también esto en las copas entre los 
atenienses, y en los campos de las ninfas entre los apolonios, a 
través del fuego y la llama que significaban dicha, cuando recibían 
lo que se les echaba, y tristeza cuando lo rechazaban. Hablaremos 
más de éstos cuando tratemos sobre las respuestas de los 
Oráculos.

EL FUROR; LAS ADIVINACIONES 
EN VIGILIA; EL PODER DEL 
HUMOR MELANCOLICO 
CON QUE SE HACE ENTRAR A LOS 
DEMONIOS EN LOS CUERPOS 
HUMANOS

Ocurre que también adivinan no sólo los que duermen sino 
también los que velan, teniendo a veces el espíritu relajado y 
oprimido por estos pensamientos. Aristóteles llama Furor a esta 
adivinación, y afirma que proviene del humor melancólico, 
diciendo en su tratado sobre la Adivinación: "Los melancólicos 
violentos conjeturan y adivinan muy bien,

y pronto adquieren un hábito, o no tardan en imaginar una cosa, y 
recibe con mucha faciliadd impresiones de los cuerpos celestes"; y 
en los problemas dice que las Sibilas, las báquidas, Nicérato de 
Siracusa y Amon llegaron a ser adivinos y poetas por su humor 
melancólico. Por ende, si en el cuerpo humano hay algo que causa 
furor, es el humor melancólico, no lo que se llama bilis negra, que 
es algo malo y tan horrible que los físicos y los galenos aseguran 
que su violencia e impetuosidad pueden hacer llegar los malos 
demonios a asediar los cuerpos humanos; en-tendemos pues aquí 
ese humor melancólico que se llama bilis natural y blanca, que 
encendido excita el furor que nos conduce a la ciencia y la 
adivinación, sobre todo cuando es auxiliada por alguna influencia 
celes-te, particularmente de Saturno, que al ser frío y seco, como es 
el humor melancólico, lo influye todos los días, lo aumenta y lo 
conserva; además, siendo autor de una contemplación secreta y 
recogida, odiando todas las cuestiones públicas, la más afta de 
todos los Planetas, hace volver siempre al alma de los oficios 
exteriores a Ios interiores, y la hace subir de las cosas inferiores 
hacia las más elevadas, y le comunica las ciencias y los presagios 
de las cosas futuras; esto es lo que entiende Aristóteles en su libro 
de los Problemas: A través de la melancolía, dice, ha habido hombres 
que se convirtieron en poetas. Dice además que todos los que 
descollaron en las ciencias fueron, en su mayoría, melancólicos.

Demócrito y Platón son también de esta opinión, diciendo que hay 
ciertos melancólicos que tienen un espíritu tan grande que parecen 
más dioses que hombres. Así, muchos melancólicos groseros, 
desmai ados, de mal espíritu y de malos sentidos, como se dice que 
fue Hesíodo, Ion, Tinico, el calciniense Hornero y Lucrecio, a 
menudo transportados por furor súbito, se convierten en poetas, y 
dicen y realizan obras tan admirables que apenas ellos mismos las 
entienden. Esto es lo que hizo decir a Platón sobre Ion: la mayoría, 
dice, de los poetas, librado su furor, no entienden lo que escribieron, 
aunque hayan escrito muy bien sobre diferentes artes en 
su furor, lo que quienes les veneran juzgan al leerlos.

Se dice, además, que el humor melancólico es tan imperioso 
que a través de su impetuosidad penetran los espíritus celestes en 
los cuerpos humanos, por cuya presencia e instinto o inspiración 
todos los antiguos dijeron que los hombres estaban transportados y 
proferían cosas admirables; y esto con o bajo tres clases de 
diferencias, según los tres géneros de aprehensiones del alma, a 
saber, la imaginativa, la razonable y la mental. Dicen pues que 
empujada el alma por el humor melancólico, nada la detiene, y una 
vez roto el freno y los lazos de los miembros y del cuerpo, se 
transporta totalmente en la imaginación convirtiéndose así en 
morada de los demonios inferiores de los que a menudo toma 
modalidades maravillosas de artes manuales; es por eso que se ve 
que un hombre muy ignorante y grosero se convierte de repente en 
hábil pintor, o famoso arquitecto, o hábil maestro en algún arte. Y 
cuando estas clases de espíritus nos predicen cosas futuras, nos 
hacen ver lo relativo a cambios, revoluciones y variaciones de los 
tiempos, como la lluvia, la tor- 
menta, las inundaciones, los temblores de tierra, la mortandad, el 
hambre, las masacres, y otras cosas semejantes: como se ve en 
Aulo Gellio, que el sacerdote Cornelio había sido transportado de 
furor a Padua, en la época en que los ejércitos de César y 
Pompeyo luchaban, narrando de antemano el tiempo y el resultado 
de la batalla. Y cuando un alma es totalmente razonable, se 
convierte en morada de los espíritus medios o del aire, y es así 
como adquiere el conocimiento y la ciencia de las cosas naturales 
y humanas, y la sabiduría; es por ello que un hombre se con-vierte 
de repente en gran filósofo, hábil galeno y elocuente orador; y es 
esto lo que hace predecir en otros las cosas futuras, y lo relativo a 
revoluciones de reinos y restablecimientos de siglos, como lo 
hiciera la Sibila con lds romanos. Mas cuando el alma se revela 
totalmente en espíritu y en pensamiento, convirtiéndose así en 
morada de espíritus sublimes o superiores, toma de ellos los 
secretos de las cosas divinas, a saber, la ley de Dios, los órdenes 
angélicos, y lo que respecta al conocimiento de las cosas eternas y 
la salud de las almas; prevé las cosas que dependen de la 
providencia divina, como los prodigios y los milagros que se 
deben realizar, los profetas que deben venir y los cambios de ley.

Así las Sibilas predijeron la venida de CRISTO mucho tiempo 
antes. 
Así Virgilio, recordando a la sibila de Cumas y sintiendo 
próxima la venida del CRISTO, cantó en Polion: 
Ultima Cumaei jam venit carminis 
aetas, Magnos ab integro seclorum 
nascitur ordo. Jam redit et Virgo, 
redeunt Saturnia regna, Jam nova 
progenies coelo dimittitur alto. 
Poco después indica la anulación del pecado original: 
Te duce si qua manent sceleris 
vestigia nostri Irrita, perpetuo solvent 
formidine terras. Ille deum vitam 
accipiet, divisque videbit Permixtos 
heroes, et ipse videbitur illis, 
Pacatumque reget patriis virtutibus 
orbem. 
Y agrega la destrucción de la serpiente y del veneno del árbol 
de la muerte o de la ciencia del bien y del mal: 
Occidet et serpens, et fallax herba veneni. 
Indica que no obstante debe subsistir la marca del pecado 
original: Pauca Lamen suberunt priscae vestigia fraudis. 
Al fin, proclamando esa venida con el máximo hipérbole 
posible, adora al Hijo de Dios con estas palabras: 
Chara deum soboles magnum Iovis 
incrementum Aspice convexo nutantem 
pondere mundum 
Et terras, tractusque maris, coelumque pro 
fundum, Aspice venturo laetentur ut omnia 
serlo. 
O mihi tam longe maneat pars ultima 
vitae. Spiritus et quantum set erit tua 
dicere (acta. 
Hay también ciertas predicciones incluidas en la 
adivinación natt ral y sobrenatural, como en las que, a punto de 
morir y con el agobio d la vejez, se prevé lo que ha de ocurrir, 
porque, como dice Platón en s República, quienes tienen sentidos 
menos violentos entienden mejor 
penetran más en las cosas, y al estar más cerca del sitio donde 
debe: dirigirse, y al hallarse como aflojados sus vínculos, sin 
estar más ta] sujetos al cuerpo, reciben más fácilmente las luces 
de las revelacione divinas.

Capítulo LXI 
FORMACION DEL HOMBRE, 
DE LOS SENTIDOS EXTERIORES E 
INTERIORES, Y DEL ESPIRITU; LAS TRES 
CLASES DE APETITOS DEL ALMA Y LAS 
PASIONES DE LA VOLUNTAD

Hay ciertos teólogos que creen que Dios no creó 
inmediatamente e Cuerpo del primer hombre, sino que se sirvió de 
los cielos y de los ele• mentos para componerlo y formarlo. 
Alcinoo, que siguió la doctrina de Platón, es de esa opinión y cree 
que Dios es el soberano creador de todo el mundo, de los dioses y 
de los demonios; y que por ello son inmortales, y que los dioses 
menores o más jóvenes siguiendo el orden del gran Dios, crearon 
el resto y toda clase de animales; pues si Dios los hubiese creado, 
también habrían nacido o serían similarmente inmortales. Los 
dioses pues, tomando algo de la tierra, del fuego, del aire y del 
agua, y uniendo estas partes juntas crearon un cuerpo, para servir 
a un Alma, atribuyendo a cada uno de sus poderes cada una de sus 
partes; a los más bajos o menores, los situados más abajo, a saber, 
a la cólera, el corazón; a la concupiscencia, el vientre; mas los 
sentidos más nobles a la cabeza, como la ciudadela de todo el 
cuerpo; y luego los diferentes órganos del discurso y la palabra.

Los Sentidos se dividen en Exteriores e Interiores; los 
Exteriores se dividen en cinco que son muy conocidos por todo el 
mundo, a los cuales les son atribuidos cinco órganos o sujetos, 
como ciertos fundamentos que están dispuestos y ordenados de tal 
manera que los ubicados en una parte más elevada del cuerpo son 
también los más puros; pues los ojos, ubicados en el sitio más 
alto, son muy puros, siendo naturalmente aliados de la luz y del 
fuego natural; luego, las orejas, que tienen el segundo rango en 
cuanto a sitio y pureza, se comparan con el aire; las fosas nasales 
tienen el tercer rango que está en medio del aire y del agua; después 
está el órgano del gusto, que es más burdo y pesado, y que es 
muy semejante al agua; por fin, en el último grado y en el último 
rango, el 
tacto, que se halla extendido por todo el cuerpo, se atribuye a lo 
grosero y a la masa de la tierra. Los sentidos más puros son los 
que, sin acercarse a las cosas naturales, las perciben, se comunican 
con ellas y reciben sus comunicaciones e impresiones, como la 
vista y el oído, y también el olfato recibe las cosas en medio del 
aire sin acercarse; el gusto no siente nada sin estar cerca. El tacto 
tiene dos cualidades; pues siente los cuerpos que se acercan a él, y 
como la vista los ve en medio del aire; asimismo, el tacto, por 
medio de una vara o de un bastón, siente las cosas duras, blandas y 
húmedas. El tacto, común a todos los animales, el hombre lo posee 
en mejor grado y más seguro; pues lo tiene mejor y el gusto más 
delicado, más fino, y más excelente que el resto de los animales; 
pero algunos animales los superan en los otros tres sentidos, como 
el perro que ve, oye y siente mejor que el hombre; asimismo, el 
lince y las águilas vuelan mejor que el hombre y que muchos otros 
animales.

Los sentidos Interiores, según la opinión de Averroes, se 
dividen en cuatro; el primero se llama sentido común, porque 
recibe y reúne primero, y perfecciona todas las imágenes 
representadas por los sentidos exteriores; el segundo, la fuerza o la 
virtud imaginativa, cuyo oficio es, dado que no presenta nada, 
retener las imágenes que recibe de los primeros sentidos, y 
presentarlos en una tercera naturaleza o especie de sentido, que es 
la fantasía, o la fuerza y el poder de creer y pensar, cuya obra es, 
habiendo recibido las imágenes, comprender y juzgar de qué forma 
y en qué estado provienen; confiando luego a la memoria, que es la 
cuarta facultad, estas mismas cosas que ella habrá discernido, 
juntas o unidas, captadas y juzgadas. Todas estas facultades en 
general son los discursos, las disposiciones, las persecuciones y las 
huidas, y lo que excita a actuar. Y en lo que concierne al espíritu y 
las cosas intelectuales, los conceptos, las virtudes, las disciplinas, 
la razón, el consejo, la elección. Este sentido es el que nos hace ver 
en sueños las cosas que nos deben suceder: es por ello que a veces, 
se llama fantasía, entendimiento fantástico; y es el último vestigio 
de la inteligencia porque, como dice Jámblico, habiendo nacido 
con todas las fuerzas del espíritu, inventa toda clase de figuras, de 
semejanzas de especies, sus operaciones, y hace pasar lo que ve, o 
las impresiones de otras fuerzas a otras, y hace creer luego que ello 
deriva del entendimiento; mas ella recibe de sí misma, y por ella 
misma todas las demás imágenes, y las designa por su propiedad, y 
asimismo las reúne, las compara y las halla o torna semejantes, y 
acomoda las exteriores a las interiores, y concreta impresiones 
sobre el cuerpo. Estos sentidos tienen sus órganos en la cabeza; 
pues el sentido común y la imaginación tienen las primeras células 
del cerebro; aunque Aristóteles pretendía que el órgano del sentido 
común estuviera en el coísazón, y el pensamiento o la facultad de 
pensar retuviera esa parte superior y el medio de la cabeza, y luego 
la memoria detrás. Además, hay muchos órganos de la voz y la 
palabra, a saber, los que están dentro del pecho entre las costillas, 
los músculos, el tórax, el pulmón, la tráquea, el cuello y sobre todo 
los que tienen más cartílagos, siguiendo los nervios recu- 
rrentes, y el plectro de la lengua, y todas las partecitas y 
músculos, qu son los órganos de la respiración. El órgano mismo 
de la palabra, es 1 boca en la que se forman y configuran las 
palabras; la lengua y el cuell tomando el sitio del plectro, y el 
paladar creando el sonido con la abei tura de los dientes y la 
boca, como lo hacen las cuerdas de una lira; L nariz, además, 
contribuyendo a hacer o dar un sonido bueno o malc El espíritu 
separado del cuerpo, o sin cuerpo, tiene un sitio que está po 
encima del alma sensible que explica sus fuerzas a través de los 
órgano corporales. Este espíritu tiene dos clases de naturalezas; 
una que busc+ las cosas que están contenidas en el orden de la 
naturaleza, sus causas propiedades y progreso, y que consiste en 
la contemplación y búsqueda de la verdad, que por esa razón se 
llama espíritu contemplativo; la otr: naturaleza, fuerza o virtud 
del espíritu, es la que discierne las cosas qu< se harán o evitarán, 
y que no se ocupa sino de consultar y actuar, que por ello se 
llama espíritu o entendimiento activo. La naturaleza pusc pues tal 
orden en los poderes que a través de los sentidos exteriores co 
noceríamos, además, las apariencias de los cuerpos y mucho más 
a través del espíritu o entendimiento las cosas más arbitrarias que 
no son de los cuer. pos ni las cosas que les son semejantes; y 
siguiendo a estas tres claseE de órdenes de poderes del alma, 
nacen tres clases de apetitos del alma, El primero es el natural, 
que es cierta inclinación de la naturaleza de tender hacia su fin, 
como en la piedra de tender o caer hacia abajo, la que se halla en 
todas las cosas; el otro es el animal, que sigue los sentidos, y que 
está repartido o dividido en irascible y concupiscible; el ter-cero 
es el intelectivo, que se llama voluntad, que es diferente del 
sensitivo en que existe por sí mismo, y -no apetece ni desea nada 
de lo que puede presentarse a los sentidos, sin haberlo 
comprendido de modo alguno.

Pero la Voluntad, aunque puede extenderse sobre todo lo 
que es posible, puesto que es libre por esencia, puede también 
extenderse sobre las cosas imposibles, por participar del demonio 
que desea ser igual a Dios. Por ello se altera continuamente o se 
deprava con la voluptuosidad y el dolor, cediendo a los poderes 
inferiores. Así, este apetito depravado hace que le nazcan cuatro 
Pasiones, que también obseden a veces al cuerpo; la primera se 
llama delectación, que es una especie de blandura o asentimiento 
del espíritu o la voluntad, por donde estos se dejan llevar 
voluntariamente por ese dulzor que los sentidos les representan, 
con-sintiendo y obedeciendo; es por ello que se la define como 
inclinación del espíritu hacia el placer que corrompe y deprava. 
La segunda se llama efusión; se trata de una relajación o 
disolución de la virtud y la fuerza, que se produce cuando se deja 
disipar toda la fuerza y la intención del espíritu, perdiéndose, 
cimentándose, esparciéndose a través del dulzor de un buen 
presente y arrebatándose para el goce. La tercera se flama 
jactancia, es decir, desborde gozoso cuando se cree haber adquirido 
o ganado un gran bien, cuya posesión induce a un 
comportamiento insolente, ufano y vanaglorioso. La cuarta y 
última, es la malevolencia, 
que es cierto placer que se experimenta al ver el mal en otro, sin 
interesarse por eso; porque si alguien se solaza en el mal ajeno para 
su provecho, eso provendrá más bien de benevolencia hacia sí 
mismo, que de malevolencia hacia los demás. Y el dolor engendra 
cuatro pasiones contrarias a las generadas por el apetito 
desordenado de placer, a saber, horror, tristeza, temor y despecho o 
desagrado que se concibe al ver que el bien sobreviene a otro sin 
que nos haga mal, lo cual se llama envidia; es decir, una tristeza 
por la felicidad de los demás, como la misericordia es una tristeza 
por sus males o en sus infortunios.

EL AUXILIO DE LOS CUERPOS CELESTES AYUDA MUCHO 
A LAS PASIONES DEL ALMA, Y LA CONSTANCIA DE 
ESPIRITU ES MUY NECESARIA EN TODA CLASE DE 
OPERACIONES

Las Pasiones del Alma reciben mucho auxilio de los Cuerpos 
ce-lestes y les ayudan también o contribuyen en sus Operaciones, 
tanto más cuando concuerdan con el cielo de cierta manera 
natural, o por una elección voluntaria, o libre albedrío; pues 
como dice Ptolomeo, parece que no hay diferencia entre quien 
escoge lo que es mejor con aquel que tiene esa cosa 
naturalmente. Es pues muy útil que para recibir los beneficios del 
cielo en toda clase de operaciones, concertemos y respondamos a 
sus influencias a través de nuestros pensamientos, pasiones, 
imaginaciones, elecciones, deliberaciones, contemplaciones y 
otras cosas semejantes. Pues estas clases de pasiones llevan 
violentamente nuestro espíritu a lo que se 
le parece, y nos exponen de repente, y todo lo que existe en 
nosotros a las cosas superiores que los representan, y ellas 
reciben mejor y más amplia-mente las cosas celestes, por su 
dignidad y proximidad, que las cosas materiales. Nuestro 
espíritu puede también adaptarse de tal modo a una determinada 
estrella, por la imaginación o de alguna otra manera por 
imitación, para llenarse de beneficios de esa estrella, siendo el 
receptáculo apropiado de sus influencias. El pensamiento que 
contempla no observa este sujeto, en tanto se separe de todo 
sentido, de la imaginación, de la naturaleza, y se vuelva hacia 
las cosas separadas; sino en tanto se ponga del lado de Saturno.

Nuestro espíritu ópera muchas cosas por la Fe, que es un firme 
apego, una. intención fija, y una fuerte aplicación de lo que 
opera- o recibe en todas las cosas, a lo que coopera y que da la 
fuerza a lo que tenemos el designio de hacer, de manera que se 
cree en nosotros cierto ídolo de la fuerza a extraer y de lo que 
hemos de recibir o hacer. Es preciso pues estar firmes en todas 
nuestras operaciones, y aplicados a las cosas, imaginar, esperar 
y tener gran fe, pues ello ayuda mucho; y se ha verificado entre 
los galenos que una firme credulidad, una esperanza cierta y el 
amor hacia el galeno y el remedio contribuyen mucho a la salud, 
y algunas veces más que el remedio; pues además de lo que 
constituye la virtud y la fuerza eficaz del remedio, la fuerza del 
espíritu del médico actúa pudiendo cambsar las cualidades del 
cuerpo del enfermo, que, sobre todo cuando tiene confianza en 
el médico, se dispone tanto más a recibir la virtud del médico y 
del remedio. Es necesario, pues, operar en la Magia, tener fe 
constante, confianza, y no dudar ni tener escrúpulo espiritual 
alguno. Pues así como una fe firme y constante obra efectos 
maravillosos incluso en las operaciones falsas, de igual modo la 
desconfianza y el escrúpulo espiritual del operador que tiene el 
medio entre los dos extremos, lo disipa y tuerce, de donde 
ocurre que se frustra, y se pierde la influencia deseada de los 
cuerpos celestes que, sin una virtud sólida y constante de nuestra 
alma no puede juntarse ni unirse con las cosas y las operaciones.

Capítulo LXVII 
COMO EL ESPIRITU HUMANO PUEDE UNIRSE 
CON LOS ESPIRITUS E INTELIGENCIAS, E IMPRIMIR 
CON ELLAS CIERTAS VIRTUDES EN LAS COSAS 
INFERIORES

Los filósofos, sobre todo los árabes, dicen que cuando el 
Espíritu del hombre está muy apegado o atento, por sus pasiones 
y efectos, a alguna obra, se une con los Espíritus de las estrellas 
y con las Inteligencias, y que la causa les está tan unida, que se 
influye cierta Virtud admirable 
a las Cosas y a nuestras Operaciones, tanto porque lo puede todo y 
lo percibe todo como porque todo le obedece naturalmente, y que 
todas las cosas tienen una eficacia necesaria y llevan a lo que más 
desea a través de un gran deseo. Es por ello que se verifica el 
artificio de los Caracteres, las Imágenes, los Encantamientos, 
ciertas Palabras, y muchas otras clases de experiencias 
maravillosas respecto de todo lo que se desea. De esa manera todo 
lo que piensa el espíritu de un hombre que ama ardientemente 
tiene eficacia para el amor; y todo lo que piensa el espíritu de un 
hombre que odia mucha tiene eficacia para dañar y destruir. Lo 
mismo ocurre con las cosas a las que el espíritu se apega 
fuertemente. Pues todo lo que piensa y hace proveniente de 
caracteres, figuras, palabras, discursos, gestos y otras cosas 
semejantes, ayuda al apetito del alma y ad-quiere virtudes 
admirables de parte del alma de quien entonces opera, cuando 
siente más esa clase de apetito, que la oportunidad y la influencia 
celeste que movía entonces el espíritu; pues cuando nuestro 
espíritu llega a un gran exceso, por alguna pasión o virtud, a 
menudo toma de sí mismo la hora u oportunidad más fuerte, lo 
mejor y más conveniente; y esto es lo que dice Tomás de Aquino 
en su libro tercero contra los gentiles. Así las grandes pasiones 
que el espíritu inspira al alma, en cuanto a tales cosas a tal hora, 
son seguidas de virtudes admirables, que causan notables 
operaciones.

Pero es preciso saber que estas clases de cosas no 
confieren nada o confieren muy poco, salvo a su autor, o a aquel 
que tiene inclinación por ella como si lo fuera; este es el medio 
por el que se descubren sus eficacias. Y es una regla general que 
todo espíritu que descuella en su deseo y pasión torna más 
apropiadas y eficaces las cosas para lo que desea. Es menester 
pues, cuando se quiere operar en Magia, saber y conocer la 
propiedad de su alma, su virtud, su medida o alcance, y su grado 
en el poder del universo mismo.

Capítulo LXVIII 
COMO NUESTRO ESPIRITU PUEDE CAMBIAR LAS 
COSAS INFERIORES Y LIGARLAS A LO QUE 
DESEA

El Espíritu de los hombres tiene cierta virtud de Cambiar, 
Atraer, Impedir y Ligar las cosas y los hombres a lo que él desea, 
y todas las cosas le obedecen cuando alcanza gran exceso de 
pasión o virtud, de manera que supera a aquello que liga. Pues lo 
que es superior liga a lo que es inferior, y lo convierte en sí, y lo 
inferior también se transforma o se dispone y agita en otro 
sentido.

Es así que las cosas que tienen un grado superior estelar 
ligan, atraen o impiden a las que tienen un grado inferior, según su 
concordancia, desproporción o diferencia. Así el león 
teme al gallo, porque la presencia de la virtud solar concuerda más 
con el gallo que con el león; y el imán atrae al hierro, porque al 
estar bajo la Osa celeste, tiene un grado superior; el diamante 
detiene al imán, porque está bajo la constelación de Marte, que le 
es superior. Asimismo, un hombre, tanto por las disposiciones y 
pasiones de su espíritu como porque emplea cosas naturales, 
sabiendo aprovechar las cualidades de los cuerpos celestes, 
cuando es más fuerte en virtud Solar, liga y atrae a su inferior a la 
admiración y la obediencia; en el orden de la Luna, a la 
servidumbre y la enfermedad; en el de Saturno, al reposo y la 
tristeza; en el de Júpiter, a la veneración; en el de Marte, al temor 
y la discordia; en el de Venus, al amor y la dicha; en el de 
Mercurio, a la persuasión y la obediencia; y otras de la misma 
índole. El origen de esta clase de ligadura, es la pasión fuerte y 
decidida del alma, que concuerda con el orden celeste; y las 
disoluciones y los impedimentos de esa clase de ligadura se 
concretan a través del efecto contrario, cuando es más excelente y 
fuerte; pues así como un esfuerzo más grande del espíritu liga, 
también disuelve e impide. En fin, donde se teme a Venus, hay 
que oponerle a Saturno; donde se teme a Saturno o Marte, hay que 
oponerle a Venus o Júpiter; pues los astrólogos dicen que son muy 
contrarios, es decir, causan pasiones contrarias en las cosas de 
aquí abajo: ya que no puede haber odio, enemistad ni contrariedad 
en el cielo, donde nada falta y donde todo se gobierna por el amor.

Capítulo LXIX 
LOS DISCURSOS Y VIRTUDES DE LAS PALABRAS

Luego' de hacer ver que las pasiones del alma tienen una 
gran virtud, es necesario aún saber que las Palabras y los Nombres 
de las cosas no tienen menor virtud, y que los Discursos seguidos 
y las Plegarias tienen más; los cuales constituyen particularmente 
la diferencia existente entre nosotros y las bestias, y hacen que nos 
llamemos racionales; y no por la razón que se toma según el alma, 
que se llama una .cualidad o pasión de capacidad que se dice es 
común a los animales y a nosotros, aunque participen de ella más 
unos que otros; nos llamamos racionales por la razón que se 
descubre a través de la voz en las palabras y discursos, y esto se 
llama la razón enunciativa, por la que descollamos sobre todos los 
anima-les; pues logos entre los griegos quiere decir la razón, el 
discurso y la palabra. Hay dos clases de palabras, la palabra 
interior y la palabra pronunciada. La palabra interior es la 
concepción del espíritu y el movimiento del alma que se crea en el 
poder cogitativo sin la voz, como cuando parece que hablamos y 
disputamos en sueños y, a menudo, en 
vigilia, sin decir una palabra, pronunciamos toda una plegaria; 
pero la palabra pronunciada tiene cierto efecto en la voz y en la 
propiedad de pronunciar, y se produce cuando un hombre respira, 
abre la boca, y la lengua discurre, donde la naturaleza, nuestra 
madre, unió al espíritu y al entendimiento el discurso y la voz 
corporal que anuncia e interpreta nuestros pensamientos a quienes 
los oyen, y de esa palabra hablaremos aquí. Las palabras son pues 
un medio muy apropiado entre quien habla y quien oye, llevando 
consigo no sólo el concepto sino también la virtud de quien habla, 
que pasa por cierta energía a quienes oyen y las reciben, a menudo 
con tal fuerza que no sólo cambian a quienes las escuchan sino a 
los demás cuerpos y cosas inanimadas. Estas palabras son tanto 
más eficaces cuando expresan mejor y representan más 
misteriosamente las más grandes cosas, a saber, las intelectuales, 
las celestes y las sobrenaturales, y lo que ha sido establecido u 
ordenado por la lengua como la dignidad más digna y santa; pues 
estos signos determinados y estas re-presentaciones o sacramentos 
extraen fuerza de las cosas celestes y sobre-naturales, tanto por la 
virtud de las cosas que explican, de las que son vehículos, como 
por la fuerza que les ha dado la virtud de aquello que las 
estableció y pronunció.

Capítulo LXX 
LA VIRTUD DE LOS NOMBRES PROPIOS

Los Nombres propios son muy necesarios en las operaciones 
de la Magia, como lo aseguran casi todos los magos, porque la 
fuerza o virtud natural de las cosas llega al punto de los objetos de 
los sentidos, pasa en seguida de ellos a la imaginacion, de ésta al 
pensamiento que la contiene en primer lugar, y la expresa después 
por la voz y las palabras. Por ello los platónicos dicen que la 
fuerza de una cosa está oculta en la voz misma o la palabra, y el 
nombre formado en sus artículos bajo la forma del significado, 
como la vida misma; estando concebida por el pensamiento, como 
por las semillas de las cosas, luego produce como un fruto a través 
de la voz o las palabras, y al fin se conserva por lo escrito. Esto 
hace decir a los magos que los nombres propios de las cosas son 
ciertos rayos presentes en todo, que conservan su fuerza mientras 
la esencia de la cosa domina en ellas y ella discierne; y hacen 
reconocer las cosas como a través de imágenes apropiadas y vivas.

Pues así como el Autor Soberano produjo a través de las 
influencias de los cielos y los elementos con las virtudes de los 
planetas diversas especies y cosas particulares, de igual modo los 
nombres propios de las cosas resultantes de propiedades de sus 
influencias y cuerpos que los influencien les son dados a través de 
quien cuenta la cantidad de estrellas, dando 
a cada una sus nombres, de los cuales el CRISTO dice además: 
Vuestros nombres están escritos en los cielos. Por ello, el 
Protoplasto, al conocer las influencias de los cuerpos celestes y las 
propiedades de cada uno, dio a las cosas sus nombres según lo que 
ellas son, como está escrito en el Génesis: Hizo aparecer todas las 
cosas ante Adán, para que les diera nombres; y como llamó a cada 
cosa, le fue impuesto el nombre y estos nombres contienen en sí 
las fuerzas maravillosas de las cosas. Por ello toda voz 
significativa significa a través de una influencia de armonía celeste, 
luego por la imposición del hombre, aunque a menudo eso 
sea distinto entre unos y otros; mas cuando los dos significados se 
encuentran en una voz o nombre, impuestos por la armonía y por 
los hombres, entonces ese nombre se torna muy eficaz para actuar, 
teniendo doble virtud, a saber, la natural y la voluntaria, todas las 
veces que es pronunciado sobre una materia preparada en tiempo 
y lugares convenientes, con la ceremonia e intención requeridos y 
una naturaleza acorde con él. Así se ve en Filóstrato respecto de 
una muchacha fallecida en su día de bodas; presentada a Apolonio 
en Roma, tan pronto éste la tocó, preguntó cuidadosamente su 
nombre y, al obtenerlo, pronunció una palabra se-creta y la 
resucitó.

Los romanos acostumbraban también observar en sus 
ceremonias, al poner sitio a una ciudad, preguntar su nombre y el 
de su divinidad bajo cuya protección estaba, y luego de conocerlo, 
hacían salir y entrar con versos a dioses tutelares del lugar; y 
luego de consagrarlos con sus habitantes, los convertían en asnos 
en su ausencia, como lo dice Virgilio: 
Todos los dioses que mandaban o presidían en este sitio se 
han re-tirado, abandonando sus templos y altares. 
Para saber de qué clase de poema se trataba, con el que 
convocaban a los dioses y consagraban a sus enemigos cuando 
asediaban una ciudad, bastará leer a Tito Livio y Macrobio; pero 
Sereno Samónico transcribe muchos en sus libros de los Secretos.

Capítulo LXXI 
LOS DISCURSOS, POEMAS Y 
ENCANTAMIENTOS, SUS VIRTUDES Y 
ASTRICCIONES

Además de las virtudes de las palabras y los nombres, existe 
una virtud más grande en los Discursos seguidos, que proviene de 
la verdad que contienen y tiene grandísimo efecto para imprimir, 
cambiar, ligar y establecer; de tal modo que, oscurecida, destella, 
y ataca, se afirma y consolida; esa virtud de la verdad no se halla 
en las palabras simples sino en las enunciaciones por las que se 
afirma, o se niega alguna cosa; así 
son los poemas, los encantamientos, las imprecaciones, las 
plegarias, las oraciones, las invocaciones, los conjuros, las 
abjuraciones, los exorcismos y otras cosas semejantes. 
Para componer poemas y oraciones que atraigan la virtud de 
una estrella o divinidad hay que considerar las virtudes que 
aquella contiene, sus efectos y operaciones, y mezclar en estos 
versos, alabando, magnificando, elevando, adornando, las cosas 
que esa estrella tiene por costumbre dar o influir, rebajando o 
desaprobando lo que ella destruye e impide; suplicando lo que se 
desea tener, vituperando y detestando lo que se quiere destruir o 
impedir, y preparar de ese modo una oración bien compuesta, 
pulida, elegante, bien distinguida por artículos, con ciertos números 
competentes y proporciones convenientes.

Los magos quieren, además, que se invoque y ruegue por los nombres de esa 
estrella y de esa divinidad a las cuales cuadra esa clase de poema, 
por sus efectos admirables, o sus milagros y sus vías en su esfera; 
por su luz, por la nobleza de su reino, por su aprobación y por su 
claridad; por sus potentes virtudes y por cosas semejantes. Así en 
Apuleyo, Psyché ruega a Ceres: os invoco, dice ella, y os ruego 
constantemente por vuestra mano fructuosa, por vuestras ceremonias 
que alegran las mieses, por los secretos tácitos de las 
canastillas, por los carruajes puntiagudos, de los dragones, 
vuestros sirvientes, y los filones de la tierra de Cicilia, el carruaje 
raptor, y la tierra firme, y el descenso de las bodas iluminadas de 
Proserpina, y los vestigios de sus luminosas invenciones, y el 
resto que encierra en el silencio el templo de Aleusis de Atica. 
Los magos quieren, además de la invocación por diferentes 
nombres de estrellas, que invoquemos también por los nombres de 
las inteligencias que presiden estas estrellas, de las que 
hablaremos más extensamente en su lugar. Si se quiere saber más, 
habrá que leer los himnos de Orfeo; no hay nada más eficaz en la 
magia natural, cuando se utilizan todas las armonías requeridas y 
toda la atención necesaria, y las demás ceremonias que aseguran 
los filósofos.

Así estas clases de poemas apropiados y bien compuestos 
según la regla de las estrellas, llenos de espíritu y sentido, 
apasionados y pronunciados a propósito, siguiendo el número de 
sus artículos y su. proporción y la forma conjunta resultante de sus 
artículos, y también por el ardor de la imaginación, inspiran 
grandísima fuerza a quien los entona, transmiten también en la 
casa encantada para dirigirla y ligarla al designio de quien 
encanta. El instrumento de quienes encantan es un espíritu muy 
puro, armónico, ardiente, que respira, vivo, que lleva consigo lo 
que excita, compuesto por sus artículos, provisto de sentido, en fin 
concebido por la razón. Por la cualidad de ese espíritu estos 
poemas atraen incluso del cielo, según la oportunidad del tiempo, 
virtudes excelentísimas y mucho más sublimes y eficaces que no 
son los espíritus ni los vapores que provienen de la vida vegetante, 
de las hierbas, las resinas, los olores o inciensos, las 
sufumigaciones y otras cosas semejantes. Por ello los magos que 
encantan soplan las cosas y exhalan también los términos de su 
poema, e inspiran la virtud a través de ese espíritu, de manera que 
toda 
la virtud del alma se dirija sobre la cosa encantada, dispuesta a 
recibir esa virtud. Y es preciso señalar que toda escritura, y todas 
las palabras atraen los movimientos ordinarios por sus números 
ordinarios y sus pro-porciones, como por su forma; siendo 
pronunciadas o escritas contra el orden corriente, y retrogradando, 
producen efectos insólitos.

LA VIRTUD DE LA ESCRITURA, LAS 
IMPRECACIONES E INSCRIPCIONES QUE 
DEBERAN HACERSE

La función de las palabras y del discurso es la de enunciar 
los sentimientos del espíritu, y sacar del corazón los secretos de 
los pensamientos, y desplegar la voluntad de quien habla; pero la 
Escritura es la última expresión del espíritu, el número de la 
palabra y la voz, la colección, el estado, el fin, el tenor, y una 
reiteración que crea hábito que no es completo por la voz 
solamente; y todo lo que existe en el espíritu, en la voz, en la 
palabra, en una plegaria, en los discursos, todo esto y toda otra 
cosa se halla en la escritura, y al igual que la voz no.expresa nada 
que el espíritu no conciba, como nada se expresa que no se 
escriba. Por ello 
los magos ordenan efectuar imprecaciones e inscripciones, para 
cada operación, por las que quien opera pueda expresar su pasión 
o su deseo; cuando se recoge una hierba o una piedra, es menester 
proferir aquello para lo que debe servir, y si se confecciona una 
imagen o una figura, hay que decir y escribir para qué efecto. 
Alberto habla en su Espejo de estas imprecaciones y de estas 
inscripciones, porque no es la disposición la que crea el efecto 
sino el acto de la disposición. También se descubre que los 
antiguos se servían de esta clase de preceptos, como lo canta 
Virgilio: 
Terna tibi haec primum triplki 
diversa colore Licia circundo, terque 
haec altaria circunz Ef f igiem duco. 
Necte tribus nodis ternos Amarylli colores, 
Necte Amarylli modo, et Veneris,. dic, vincula ne.~to. 
Limus ut hic durescit, et haec ut caera 
liquescit. Una codemque ígni, sic 
nostro Daphnis amore.

Capítulo LXXIV

PROPORCION, CORRESPONDENCIA Y REDUCCION 
DE LETRAS A SIGNOS CELESTES Y PLANETAS, EN 
DIFERENTES IDIOMAS, CON UNA TABLA INDICADORA

Dios dio al hombre el espíritu y el discurso que son, como 
dice Hermes Trismegisto, la señal de su virtud, de su poder y de 
su inmortalidad; y dio a través de su omnipotencia y providencia 
el discurso en diferentes Idiomas, los que, según su diferencia, 
tienen Caracteres de Escritura propios y diferentes, cierto orden, 
un número y una figura que no están distribuidos por azar ni por 
accidente, ni por capricho de los hombres, sino formados 
divinamente, lo que los hace coincidir y corresponder con los 
cuerpos celestes, los cuerpos divinos y sus virtudes. Entre todas 
las señales de los idiomas, la escritura de los hebreos es la más 
augusta, la más santa y la más sagrada, consistiendo en las 
figuras de sus caracteres, en los puntos de sus vocales, y los 
puntos de sus acentos, como parte de su materia, forma y 
espíritu; habiendo sido formadas en la sede de Dios, que es el 
cielo, ubicando allí a los astros; las letras están formadas para 
señalar su figura, como dicen los rabinos, y están llenas de 
misterios ce-lestes, tanto por su figura, su forma y sus 
significados, como por los números que significan y la diferente 
armonía de su vinculación; por ello los sapientísimos mecubales 
de los hebreos prometen explicar según la 
figura de estas letras, la forma de sus caracteres, su trazo, su 
simplicidad, su separación, su giro y rúbrica, su derechura, su 
irregularidad, su abundancia según sean más grandes o más 
pequeñas, su coronamiento, su abertura según estén formadas, su 
disposición, su cambio, su vinculación, los giros de estas letras y 
los puntos y los acentos; y asimismo prometen explicar cómo 
todas estas cosas provinieron de la primera causa y deben retornar 
a ella. Las letras del alfabeto hebreo se dividen incluso en tres 
partes: a saber en doce simples, siete dobles y tres madres, las que 
señalan, dicen, como caracteres las cosas, los doce Signos, los 
siete Planetas y los tres Elementos a saber, el fuego, la tierra y el 
agua; pues ellos no cuentan al aire como Elemento, sino como 
vínculo y espíritu de los Elementos. Así coordinan los puntos y 
los acentos.

Así como todo ha sido producido y se produce por el 
espíritu autor y la verdad de los planetas y los aspectos de los 
Signos juntos con los Elementos; igualmente los nombres de todas 
estas cosas que significan todo lo que ha sido producido están 
compuestos por estos caracteres y estos puntos de las letras, como 
ciertos secretos o sacramentos que explican las cosas y esparcen 
su esencia y su fuerza por todo. Los profundos secretos, los 
pensamientos misteriosos y los significados admirables de estas 
cosas se hallan en estos caracteres, en sus figuras, en su número, 
en su orden y en su giro; de manera que Orígenes cree que cuando 
estos nombres son traducidos a otro idioma, no tienen más su 
fuerza porque no retienen más su significado natural; no es lo 
mismo respecto de los que significan lo que se quiere, que no 
tienen actividad alguna en lo que significan, y que son como las 
cosas naturales en sí. Y si hay algún idioma primero y original, 
éste es el hebreo, que si se sabe bien a fondo y radicalmente el 
orden, y se sabe volcar las letras con pro-porción, se halla el 
medio y la regla de aprender o inventar perfectamente toda clase 
de idiomas.

Hay veintidós letras que son el fundamento del mundo y de 
todas las criaturas que éste contiene, y que hallan nominación en 
él; todo lo dicho y creado proviene de allí y todo toma su nombre 
y virtud de sus rasgos. Es pues necesario para hallarlas examinar 
muy bien todas las combinaciones de estas letras, para que 
aparezca y se haga oír la voz de Dios, y se descubra el texto de las 
Santas Escrituras. Esto es lo que torna eficaces las voces y las 
palabras en las operaciones mágicas, porque lo primero en lo que 
la naturaleza ejerce la Magia es la voz de Dios. Pero esta es una 
especulación demasiado profunda para que se pueda hablar en este 
libro. Volvamos a la división de las letras.

Entre los hebreos hay tres letras madres, a saber y¡w¡a; siete 
dobles,t¡r¡p¡c¡d¡n¡b¡; las otras 12, c¡q¡x¡u¡s¡n¡m¡l¡f¡j¡ 
z¡h¡; simples. Lo mismo ocurre con los caldeos, a cuya imitación 
las letras de los demás idiomas están distribuidas en Signos, 
Planetas y Elementos según su orden. Pues entre los griegos 
AEHIOPQ responden a los siete Planetas. BRSZTUVNWPXT son 
atribuidas a los doce Signos del Zodíaco; las otras cinco YZ[X 
representan los cuatro Elementos y el espíritu del mundo. Entre los 
latinos se significan estas mismas cosas, pero en otro 
orden, pues 
las cinco vocales AEIOU, y J y V, consonantes, son atribuidas a 
los siete Planetas; y las consonantes BCDFGLMNPRST presiden 
sobre los doce Signos; las otras, a saber KQXZ son los cuatro 
Elementos; H que es aspirada, representa al espíritu del mundo; Y 
porque es griega y no latina, y porque no sirve sino para las 
palabras griegas, sigue la naturaleza de su lengua. Pero es 
necesario saber que los sabios han probado que las letras hebreas 
son las más eficaces, y significan lo más, porque tienen mayor 
relación con los cuerpos celestes y con el mundo, y que las letras 
de los demás idiomas no son tan eficaces porque están más 
alejadas.

La Tabla siguiente explica su disposición y ordenamiento. 
Todas las letras tienen también números dobles en su orden, a 
saber: números ex-tendidos, que expresan simplemente la cualidad 
de las letras según su orden; y números compuestos, que semejan 
entre ellos los números de las letras que preceden; y números 
integrantes, que resultan de los nombres de las letras según 
diferentes maneras de contar. Al conocerse la fuerza de estos 
números, se podrá ver que hay misterios maravillosos en cada 
idioma a través de estas letras, extrayendo adivinaciones de cosas 
futuras y pasadas. Hay además otras conjunciones misteriosas de 
letras, pero nos remitimos a hablar suficientemente de todas estas 
cosas en los libros siguientes, con el deseo de concluir esto aquí.



LIBRO 2 :MAGIA CELESTE

LA MAGIA CELESTE

Capítulo 1 
NECESIDAD DE LAS CIENCIAS MATEMATICAS Y DE 
MUCHAS OPERACIONES MARAVILLOSAS REALIZADAS 
CON ELLAS

Las ciencias matemáticas son tan necesarias para la Magia, y se 
relacionan tanto con ella, que quienes se dedican a ésta sin emplear 
aquéllas, no realizan nada de valor, pierden su tiempo, y jamás 
llegan al fin de sus designios; pues todo lo que existe y se realiza en 
las cosas de aquí abajo, a través de virtudes naturales, es hecho y 
conducido o gobernado con número, peso, medida, armonía, 
movimiento y luz, y todo lo que vemos en las cosas de aquí abajo, 
toma su raíz y fundamento de allá; sin embargo, a través de las 
ciencias matemáticas solamente, se puede producir sin virtud 
natural algunas operaciones semejantes a las naturales, porque éstas 
son, como dice Platón, cosas que no participan de la verdad ni de la 
divinidad; se trata de semejanzas ligadas unas con otras, como 
cuerpos que ambulan, hablan y carecen de virtud animal, como lo 
fueran otrora los ídolos o imágenes de Dédalo; se los llama 
autómatas, áuTó1iaTa, y de ellos hace mención Aristóteles al hablar 
de las figuras de tres pies de Vulcano y Dédalo que se movían por 
sí solas; y Homero dice que combatían entre sí, y leemos que se 
desplazaban hacia el festín de Hyarbas, el gimnosofista, donde los 
invitados eran servidos por estatuas de oro que oficiaban de 
sumilleres y conserjes. En la historia se observa, además, que las 
estatuas de Mercurio hablaban; y que la paloma de madera de 
Arquito volaba; y las maravillas de Boecio, que cuenta Casiodoro; 
Diómedes hacía sonar la trompeta; una serpiente de bronce silbaba; 
y había pájaros que entonaban melodiosas canciones. Todas las 
maravillas derivadas de la Geometría y la Optica son de esta índole; 
a ellas nos referimos al hablar del elemento aire.

Así se confeccionan diferentes espejos, unos cóncavos, otros columnarios, 
que representan las cosas en el aire, y las hacen aparecer, como 
sombras, a través de los espacios alejados fuera de sí; como lo 
enseñan Apolonio, y Vitelio en sus libros sobre la Perspectiva y los 
Espejos; y se sabe que el gran Pompeyo llevó de Oriente a Roma, 
entre los despojos, cierto espejo, en el que se veían tropas armadas; 
y se confeccionan ciertos espejos transparentes que, impregnados 
con determinados zumos de hierba, brillan con luz artificial y 
llenan todo el aire, en derredor, con admirables fantasmas. Y yo 
mismo sé confeccionar dos espejos 
recíprocos, en los que se ve muy claramente en el espacio muchos 
lugares, cuando el sol aparece, y todo lo que éste ilumina. Así, 
cuando un mago que conoce la Filosofía natural y la Matemática 
y conoce las ciencias medias que de allí provienen, la Aritmética, 
la Música, la Geometría, la Optica, la Astronomía y las ciencias 
que se ejercitan con pesos, medidas, proporciones, artículos y 
junturas; y que también conoce la Mecánica que de allí deriva, al 
estar por encima de los demás hombres a través del arte y del 
espíritu, realiza muchas cosas maravillosas que asombran 
muchísimo a los más sabios y esclarecidos. ¿Acaso no se ven aún 
hoy en día los vestigios de antiguas obras, a saber, las columnas 
de Hércules y de Alejandro, las puertas caspias confeccionadas 
con bronce, y aseguradas con planchas de hierro, de manera que 
ningún espíritu ni arte podría realizarlas semejantes; y la pirámide 
de Julio César alzada en Roma, cerca del Vaticano, las montañas 
construidas y elevadas en medio del mar, las ciudadelas y las 
moles de rocas, como las que vi en Bretaña, que apenas cuesta 
creer que las creó el arte?

¿Y no se aprecia en los historiadores dignos de fe, que con 
artes semejantes cortaron otrora las rocas, 
rellenaron los valles, y aplanaron las montañas, agujerearon las 
rocas, abrieron estrechos, cava-ron las entrañas de la tierra, 
desviaron los ríos, unieron y detuvieron los mares, escrutaron el 
fondo del mar, agotaron los lagos, secaron los mares, crearon islas 
nuevas y unieron otras a tierra firme? Y aunque todas estas cosas 
parezcan repugnar a la naturaleza, empero se las ve realizadas, y 
aún hoy en día se hallan sus vestigios. El vulgo inventa que esta 
clase de obras fueron construidas por los- espíritus, porque se 
desconoce su modo de construcción y sus autores, y no se 
encuentra gente ansiosa de comprenderlas y escrutarlas. Es por 
ello que cuando se observa algún espectáculo maravilloso, por 
ceguera se adosa todo el efecto a los espíritus o se considera un 
milagro las obras de las ciencias naturales o matemáticas, como 
cuando se ve elevarse en lo alto el hierro por medio de la piedra 
imán, o se lo tiene en el aire, como ocurriera en otro tiempo con el 
ídolo de hierro de Mercurio, en Treves, en medio del templo, que 
estaba sus-pendido por piedras imán, lo cual lo atestigua este 
verso:

Ferreus in mediis volitat caduciter auris. 
Leemos incluso acerca de algo semejante respecto del ídolo 
del Sol en el templo de Serapis, en Egipto. ¿Se dirá acaso que eso 
era obra de los espíritus? Sin embargo, si se conoce la virtud del 
imán sobre el hierro, lúego de experimentarla, cesa el asombro y 
no resulta difícil creer que aquello es obra de la naturaleza. Y es 
menester saber que, así como se adquieren las virtudes naturales a 
través de las cosas naturales, de igual modo a través de las cosas 
abstractas, matemáticas y celestes adquirimos las virtudes 
celestes; a saber, el movimiento, la vida, los sentidos, el discurso, 
los presagios y la adivinación misma, en la materia menos 
dispuesta, sin que eso sea realizado por la naturaleza sino 
solamente por el arte; así se dice que pueden confeccionarse 
imágenes que hablan y predicen el porvenir, como lo ejemplifica 
Guillermo de París respecto de una cabeza de bronce, fundida a la 
salida de Saturno, y que se sostiene que hablaba 
con voz masculina. Empero, cuando se sepa escoger una materia 
dispuesta y muy susceptible, y un agente muy potente, se 
producirán efectos seguros y muy maravillosos. Es un axioma de 
los pitagóricos que, en tanto las cosas matemáticas son más 
formales que las físicas, son más actuales, y en tanto dependen 
menos en su esencia, dependen menos en sus operaciones, y entre 
todas las cosas matemáticas, por ser los números más formales, 
son también más actuales; a ellos no sólo los filósofos paganos 
sino también los teólogos hebreos y cristianos atribuyeron virtud 
y eficacia, tanto para el bien como para el mal.

Capítulo II 
LOS NUMEROS, SU PODER Y VIRTUD

Severino Boecio dice que todo lo creado por la naturaleza 
parece formado en los Números, pues ese ha sido el principal 
modelo en el espíritu del Creador, de allí El derivó la cantidad de 
elementos, de allí las revoluciones de los tiempos, de allí subsiste 
el movimiento de los astros, el cambio del cielo, y el estado de los 
números a través de su relación. Los números tienen, pues, 
virtudes grandísimas y elevadísimas, y no hay que asombrarse 
porque posean tan grandes virtudes ocultas y en tan gran número 
en las cosas naturales, existentes en los números más grandes, 
ocultos, maravillosos y eficaces, porque son más formales, más 
perfectos, y se hallan en los cuerpos celestes; están mezclados con 
sustancias sepa-radas, y concretan la mezcla más grande y simple 
con las ideas del espíritu divino, de donde extraen sus propias y 
más eficaces virtudes; por ello son muy potentes para obtener los 
dones de Dios y de los espíritus, al igual que las cualidades 
elementales son muy potentes para cambiar una cosa elemental en 
las cosas naturales. Además, todo lo existente y creado, subsiste a 
través de determinados números y extrae la virtud. Pues el tiempo 
está compuesto por números, igual que movimiento y acción, y 
todo lo que está sujeto al tiempo y al movimiento; los conciertos y 
las voces están también compuestos por números y proporción, y 
no tienen fuerza sino por ello, y las proporciones que provienen 
de los números constituyen, por líneas y puntos, los caracteres y 
las figuras apropiadas para las operaciones de la Magia, por un 
medio apropiado qué existe entre ellos, que decrece en los 
extremos, como en el empleo de las letras. En fin, todas las 
especies de lo que existe en la naturaleza y encima de ella 
dependen de ciertos números, lo cual hizo decir a Pitágoras que 
todo está compuesto por el número, y que éste distribuye las 
virtudes a todas las cosas. Y Proclo dice: el número subsiste 
siempre, y se halla en todo, uno en la voz, otro en sus 
proporciones, uno en el alma y la razón, otro 
en las cosas divinas. Themistio, Boecio y Averroes de Babilonia, 
con Platón, alaban tanto a los números, que creen que sin ellos no 
se puede ser filósofo. Hablan del número racional y formal, no del 
material y sensible o vocal, como el de los comerciantes, del que 
los pitagóricos, los académicos y Agustín no hacen mención; sólo 
procuran hablar de la pro-porción resultante, que denominan el 
número natural, formal y racional, de donde derivan los grandes 
misterios, tanto de las cosas naturales como de las divinas y 
celestes. Por él se llega a descubrir y comprender todas las cosas 
cognoscibles. Por él se llega más cerca a la profecía natural; y el 
abate Joaquín no llegó a sus profecías por voz alguna sino a través 
de los números formales.

Capítulo III 
LAS GRANDES VIRTUDES DE LOS NUMEROS, 
EN LAS COSAS NATURALES Y SOBRENATURALES

No sólo los filósofos más famosos sino también los doctores 
católicos, entre otros Jerónimo, Agustín, Orígenes, Ambrosio, 
Gregorio Nascianceno, Anastasio, Basilio, Hilario, Rábano, Beda 
y muchos otros, aseguran que existe una Virtud admirable y 
eficaz, oculta en los Números; por ello, Hilario, en sus 
Comentarios sobre los Salmos, dice que los Setenta pusieron los 
Salmos en orden a través de la eficacia de los números. Rábano, 
doctor ilustre, compuso también un libro de las virtudes de los 
números. Por otra parte, en-el hierba pentaphyllon, llamada 
cincoenrama, se observan las virtudes de los números; pues por la 
virtud del quinario, resiste a los venenos, espanta los demonios, 
contribuye a la expiación, y si se ingiere una de sus hojas, dos 
veces por día junto con vino, hace pasar la fiebre efímera; tres 
hojas curan la fiebre terciana; cuatro, la fiebre cuartana; asmismo, 
la semilla del heliotropo si se ingieren tres o cuatro granos; 
también la verbena, comida con vino, cura las fiebres; las 
tercianas, si es cortada en la tercera articulación; las cuartanas, si 
es cortada en la cuarta. La serpiente golpeada con una caña, 
muere, pero si se la golpea por segunda vez, se fortifica. La causa 
de esto es la proporción que los diversos números tienen sobre las 
distintas cosas. Existe también una maravilla experimentada con 
el número septenario; un varón número siete, sin que le precediera 
mujer, tocado una sola vez o con su palabra, curó de lamparones.

Asimismo, la muchacha número siete ayuda mucho a la mujer 
parturienta. No se trata aquí del número natural sino de la razón 
formal existente en el número y es menester recordar siempre que 
en los números de las palabras y de los comerciantes no se 
encuentran estas virtudes sino en los racionales, formales y 
sobrenaturales donde se hallan estos secretos excelsos de Dios y 
la naturaleza.

Cuando se sepa unir los números orales y naturales con los 
divinos, templándolos en una misma consonancia, se podrá 
realizar operaciones maravillosas y conocer cosas admirables. Los 
pitagóricos pretendían pronosticar bien las cosas mediante los 
números de los nombres, en los que si no existiese algún misterio, 
Juan no hubiese dicho en el Apocalipsis: quien tenga 
entendimiento cuente el número del nombre de una bestia que es 
el número del hombre; y ese modo de contar es reputado grandemente 
entre los hebreos y los cabalistas, como lo haremos ver en 
seguida. Pero es preciso saber que los números simples significan 
cosas divinas; los denarios, cosas celestes; los centenarios, cosas 
terrestres; lo milenarios, la del siglo que vendrá. Además, las 
partes del espíritu están juntas, según su medio aritmético, a causa 
de su identidad o igualdad de su grandor, o de su exceso; y los 
cuerpos cuyas partes son diferentes están compuestos según el 
medio geométrico; y el animal mismo, que constituye un todo con 
el alma y el cuerpo, está compuesto según el medio adecuado a la 
armonía, por ello, los números operan más sobre el alma, las 
figuras sobre los cuerpos, y los acentos sobre el animal mismo.

Capítulo IV 
LA UNIDAD Y SU ESCALA

Hablaremos aquí en particular sobre los Números. Como el 
número no es sino una repetición de la unidad, consideremos en 
primer término a la Unidad; pues la unidad penetra muy 
simplemente todos los números y, al ser la medida común de 
todos los números, su fuente y su origen, los contiene a todos en 
sí, estando juntos únicamente, siendo incapaz de multitud, 
siempre el mismo y sin cambio; esto hace que, al ser multiplicada 
por sí misma, no produzca sino a ella misma; la Unidad es 
indivisible, sin partes, y si se la divide algunas veces, no se la 
corta, sino que se multiplica, a saber, en unidades, pero ninguna 
de estas unidades es más gran-de ni más pequeña que toda la 
unidad; como parte es más pequeña que el todo; no se multiplica, 
pues, en partes sino en sí: por ello unos la llaman concordia, otros 
piedad, otros amistad, a causa de que ella está tan ligada que no se 
corta en partes; y Marciano, según Aristóteles, dice, que se llama 
Cupido, porque es una sola, y quiere que siempre se la busque, y 
nada tiene de más, sino que, desprovista de toda elevación y 
apego, vuelve sobre sí sus propios ardores.

Uno es pues el principio y el fin de todas las cosas; no tiene principio ni fin, nada 
le antecede ni precede; uno es el principio de todas las cosas y 
todas van al uno, y detrás de él no hay nada, y todo lo existente 
exige uno, porque todo devino de uno; para que todas las cosas 
sean las mismas, es preciso que participen del 
uno, y asimismo que todas las cosas lleguen a muchas por 
el uno, de manera que es menester que todo lo que quiera 
retornar al uno, de donde partiera, abandone la multitud. 
Uno se relaciona, pues, con Dios supremo, que es uno e 
inmunerable y creó las cosas numerables, y las contiene en 
sí. Hay pues un Dios, un mundo que está en un Dios, un sol 
para un mundo, un fénix en el mundo, una reina entre las 
abejas, un jefe entre las tropas, un comandante de un 
ejército; las grullas siguen a una, y muchos animales 
respetan la unidad. Hay un elemento que supera y penetra 
todo: es el fuego. Hay una cosa creada por Dios, sujeto de 
toda admiración, que está en la tierra y en los cielos, existe 
en el acto animal, vegetal y mineral, se halla por todas 
partes, no se la conoce, nadie la llama por su nombre, pero 
está oculta bajo los nombres, figuras y enigmas, sin la cual 
no podrían haberse impuesto la Alquimia ni la Magia 
natural. Un Adán produjo a todos los hombres, y los hizo 
morir a todos; a través de un JESUCRISTO fueron 
regenerados; y como dice Pablo, un Señor, una fe, un 
bautismo. Un Dios Padre de todos, un mediador de Dios y 
de los hombres; un creador altísimo que está sobre todas las 
cosas, y en todas las cosas, y en todos nosotros. Un Dios 
JESUCRISTO por el cual existen todas las cosas y nosotros 
por él; un Dios Espíritu Santo en quien existen todas las 
cosas y nosotros en él.

Capitulo V 
EL NUMERO DUAL Y SU ESCALA

El número Dual es el primer número, porque es la primera 
cantidad o multitud y no puede ser medido por número sino 
únicamente por la unidad que es la medida común de todos los 
números; no está compuesto por números, sino únicamente por la 
unidad, estando coordenado de uno en uno; no se llama 
incompuesto, sino más apropiadamente no compuesto; el número 
trinario se llama el primer incompuesto; el dual, la primera 
semilla de la unidad, y la primera creación o producción: por ello 
se lo llama Génesis, y Juno, y la corporación opinable, la prueba 
del primer movimiento, y la primera forma de la paridad. El 
número de la primera igualdad, de la extremidad y del intervalo, y 
por tanto de la justicia particular y su propio acto, porque se 
regocija equilibrando dos cosas, y se lo llama el número de 
ciencia y de memoria, y de luz, y el número del hombre que se 
llama el otro y el pequeño mundo; también se llama el número de 
caridad y de amor mutuo, de bodas y sociedad, como lo dijera el 
Señor: "Serán dos en una sola carne". Y el Eclesiastés: "Es mejor 
ser dos que uno, pues tienen la ventaja de su sociedad, y si uno 
cae, se apoyará en el otro. Desgraciado quien esté solo, porque si 
cae, no tendrá quien lo levante; y si dos están acostados juntos, se 
calentarán mutuamente, cuando uno tenga calor; y si alguien tiene 
más fuerza contra uno, dos lo resisten". Y se le llama el número 
del matrimonio y del sexo: pues hay dos sexos, el masculino y el 
femenino; y las palomas ponen dos huevos; del primero nace el 
macho, y del segundo la hembra. También se lo llama mediador 
de posibilidad, partícipe de lo bueno y lo malo, príncipe de la 
división, la multitud y la distinción, y significa la materia. También, 
a veces, se lo llama el número de la discordia y de la 
confusión, de la desdicha y la impureza. Y san Jerónimo escribió 
contra Joviano: "Y jamás se dijo en el segundo día de la creación 
del mundo: Y el Señor vio que era bueno, porque el número dual 
es malo". He aquí porqué también Dios ordenó que todos los 
animales inmundos entrasen de a pa-res en el arca, porque, como 
dije, el número binario es malo e inmundo y, sobre todq, 
desdichado cuando las cosas de donde se extraen algunos 
auspicios son Saturnales o Marciales; pues estos dos infortunados 
son señalados por los astrólogos. También se ha dicho que el dual 
produce los encuentros de las sombras, los terrores de las larvas, 
los maleficios de los malos espíritus en quienes viajan de noche. 
Pitágoras, como expresa Eusebio, decía que la unidad era Dios y 
buena inteligencia, y que la dualidad era demonio y maldad, en la 
que se halla una multitud material; por ello los pitagóricos dicen 
que el dual no es un número sino una con-fusión de unidades. Y 
Plutarco dice que los pitagóricos llamaban Apolo a la unidad, 
proceso a la díada, justicia a la tríada, que es la consumación 
perfecta aunque no deja de contener muchos misterios. Hay dos 
tablas de 
la ley sobre el Sinaí; dos querubines observan la propiciación 
de Moisés; dos olivos degustan el aceite en Zacarías; dos 
naturalezas en Cristo, la divina y la humana; por ello Moisés 
vio dos apariciones de Dios, es decir, el rostro y la espalda; 
asimismo, dos Testamentos, dos preceptos de caridad, dos 
primeras dignidades, dos primeros pueblos; dos clases de 
espíritus, los buenos y los malos; dos creadores intelectuales, 
el ángel y el alma; dos grandes luminares, dos solsticios, dos 
equinoccios; dos polos; dos elementos que producen el alma 
viviente, la tierra y el agua.

Capítulo VI 
EL NUMERO TRINARIO Y SU ESCALA

El número trinario es el primer número incompuesto, el 
número sagrado, el número de perfección, y el número más potente; 
pues en Dios hay tres personas y, en la religión, tres virtudes 
teologales. Por ello, el número trinario es muy útil para las 
ceremonias de los dioses y de la religión, pues se repite tres veces 
las palabras y la ofrenda. Esto hace decir a Virgilio que Dios ama al 
número trinario o impar:

Numero Deus impare gaudet. 
Y los pitagóricos lo utilizaban en sus santificaciones y 
purificaciones; esto lo señala Virgilio: 
ídem ter socios pura circumluit unda. 
Asimismo, es el más apropiado para encantamientos, como lo 
dice también Virgilio: 
Terna tibi haec primum triplici 
diversa colore Licia circundo, 
terque haec altaria circum 
E f f iciem duco. 
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
. . . . . . Necte- tribus nodis, 
ternos Amarylli colores 
Necte Amarylly modo, et Veneris, die, vincula necio. 
Y de Medea, leemos: 
Verbaque ter dixit placidos facientia 
somnos, Quae mare turbatum, quae 
Ilumina concita sistunt.

Y en Plinio leemos que, para remediar toda clase de males, los 
antiguos acostumbraban escupir tres veces, pronunciando una 
súplica. Este número trinario, perfecto por su triple dimensión en 
largo, ancho y profundidad, sin otra dime nsión posterior, se llama 
primer número cúbico, porque no se puede agregar nada a un cuerpo 
de tres medidas o a un número cúbico. Por ello, Aristóteles, en el 
comienzo de sus Discursos sobre el Cielo, lo denomina ley según la 
cual todas las cosas están ordenadas. Las cosas espirituales y 
corporales están compuestas por tres cosas: un principio, un medio y 
un fin. El mundo, dice Trismegisto, está compuesto por tres cosas: el 
Hemarmene, la necesidad y el orden; es decir, la conjunción de las 
causas entre sí, que muchos llaman destino, la ejecución del feto, y 
su justa distribución. Toda la extensión o medida del tiempo está 
encerrada por el número trinario, a saber, por el pasado, el presente 
y el porvenir. Todo grandor está contenido en tres cosas: en la línea, 
la superficie y el cuerpo. Todo cuerpo está compuesto por tres intervalos: 
largo, ancho y grosor. La armonía contiene tres sinfonías, a 
saber, el diapasón, el hemiolion y el diatessaron. Hay tres clases 
de almas: la vegetativa, la sensitiva y la intelectual, y este tercer 
número la divide en

razón, cólera, codicia. Y según el Profeta, Dios gobierna al mundo 
a través de tres cosas: el número, el peso y la medida; se lo 
atribuye a las ideas formales, como el número binario a la materia 
creadora, y la unidad a Dios, el Creador. Los magos reconocían 
tres príncipes del mundo: Oromasium, Mitrim y Araminim: es 
decir, Dios, el pensamiento y el espíritu. Mediante el número 
trinario, cúbico o sólido, se dividen las tres ennéades de las cosas 
producidas, a saber, las cosas supercelestes en nueve órdenes de 
inteligencia, las celestes en nueve orbes, y las inferiores en nueve 
clases de cosas que se engendran y corrompen. En fin, en este 
cubo trinario están encerradas todas las veintisiete proporciones de 
la música, como lo expresan in extenso Platón y Proclo; y el 
número ternario existe en la armonía a través de la diapente o 
quinta voz. Entre las inteligencias también hay tres jerarquías de 
espíritus angélicos. Hay tres poderes intelectuales en las criaturas: 
la memoria, el entendimiento y la voluntad. Hay tres órdenes de 
bienaventurados: los mártires, los confesores y los inocentes: hay 
tres cuaternaciones de signos celestes, a saber, las fijas, las móviles 
v las comunes: asimismo, de las cosas, a saber: las cardinales, 
las sucedentes y las cadentes: también hay tres faces y tres 
decanatos en cada signo; tres amos de cada triplicidad; tres 
fortunas en los planetas;: tres gracias entre las diosas; tres Parcas 
en los infiernos; tres jueces; tres furias: un Cerebro triple: tres 
Hécates gemelas; tres rostros de Diana. Tres personas en la 
divinidad supersustancial. Tres tiempos, el de la naturaleza, el de 
la ley y el de la gracia. Tres virtudes teologales, la esperanza, la fe 
y la caridad. Jonás estuvo tres días en el vientre de una ballena; el 
CRISTO estuvo igual lapso en el sepulcro.

Capítulo VII 
E L N U ME R O C U A T E R N A R IO Y S U E S C A L A

Los pitagóricos llaman Tetracto al número cuaternario y lo 
prefieren a todas las virtudes de los demás números, porque todos 
los fundamentos tanto de las cosas artificiales como de las naturales 
y divinas, son cuadrados, como lo demostraremos en seguida, y ese 
número significa la solidez revelada también por la figura cuadrada. 
El número cuaternario es el primer plano, que está compuesto por 
dos proporciones; la primera es de uno a dos; la segunda, de dos a 
cuatro: y deriva de una doble procesión y proporción, a saber, de 
uno en uno. de dos en dos, comenzando por la unidad, concluyendo 
con la cuaternidad. Esas proporciones son diferentes porque son 
desiguales en aritmética e iguales en geometría. Por ello, el 
cuadrado es atribuido a Dios Padre, y comprende el misterio de 
toda la Trinidad: pues la simple proporción, a saber, de uno en uno, 
significa 
la unidad de la sustancia del Padre, de quien procede el Hijo que le 
es igual, y de otra procesión a través de lo simple, a saber, de dos 
en dos, se señala la segunda; de esa procesión de uno y otro 
procede el Espíritu Santo, de manera que el Hijo deviene igual al 
Padre por la primera pro-cesión, y el Espíritu Santo igual a uno y 
otro por la segunda procesión.

De allí deriva que el Altísimo Nombre de Dios y de la Divina Trinidad 
sea Tetragrammaton, a saber, lud, Hei, y Vau; Hei, donde la 
aspiración Hei señala que el espíritu procede de uno y otro; 
pues la sola Hei doble crea una 
doble sílaba y termina todo el nombre, y se pronuncia, como 
quieren algunos, IOVA, de donde deriva el Júpiter de los paganos, 
que los antiguos pintaron con cuatro orejas.

Por ello el número cuatro es fuente y clave de toda la 
divinidad. Los pitagóricos lo llaman fuente perpetua de la 
naturaleza: pues hay cuatro grados en la escala de la naturaleza, a 
saber: ser, vivir, sentir y compren-der. Hay cuatro movimientos en 
la naturaleza: el ascendente, el descendente, el hacia adelante y el 
circular. Cuatro ángulos en el cielo: orto, ocaso, medio y bajo 
cielo. Cuatro elementos bajo el cielo: el fuego, el aire, el agua y la 
tierra; que siguen estas cuatro triplicidades en el cielo. Cuatro 
cualidades primarias bajo el cielo, de donde derivan las cuatro 
triplicidades celestes: el frío, el calor, la sequía y la humedad; de 
allí provienen los cuatro humores: la sangre, la flema, la cólera y la 
melancolía. Asimismo, el año se divide en cuatro partes, que son: 
primavera, verano, otoño e invierno; el aire en cuatro vientos: 
Euro, Céfiro, Austro y Bóreas; y también hay cuatro ríos en el 
Paraíso y otros tantos en el Infierno. Además, el número 
cuaternario llena toda clase de ciencias, en primer lugar todo el 
progreso de los números a través de cuatro términos: uno, dos, tres 
y cuatro, constituyendo el denario. El crea toda la diferencia de los 
números, conteniendo en sí al primer par, y al primer impar. La 
música tiene el diatessaron, a través de la cuarta voz; el 
tetracorde, y el diagramma de Pitágoras, a través de lo cual fue el 
primero en inventar las consonancias de la música, que contienen 
toda su armonía; pues los dobles, los triples, los cuádruples, los 
sesquialterios, los sesquitercios, los diapasones, los disdiapasones, 
los diapentes, los diatessarones y toda la consonancia están 
encerrados en los límites del número cuaternario. También 
comprende, en cuatro términos, la matemática, a saber, por el 
punto, la línea, el plano y la profundidad. Une asimismo a toda la 
naturaleza en cuatro términos, a saber, la sustancia, la cualidad, la 
cantidad y el movimiento. También llena toda la física con 
virtudes seminales; la natural, la reproducción, la forma creciente y 
la compuesta. Abarca también la metafísica en cuatro términos, a 
saber, el ser, la esencia, la virtud y la acción; y la moral en cuatro 
virtudes, a saber, la prudencia, la justicia, la fuerza y la templanza. 
Tiene también la fuerza de la justicia porque hay cuatro clases de 
leyes; la de la Providencia, que viene de Dios; la del destino, que 
viene del alma del mundo; la de la naturaleza, que viene del cielo; 
y la de la prudencia, que viene del hombre. Además, hay cuatro 
poderes judiciarios de las cosas que existen: el entendimiento, 
la disciplina, la opinión y el juicio. También tiene mucha fuerza en los misterios; 
los pitagóricos lo utilizaban en sus juramentos, como el más soberano sobre el 
que mejor podían fundamentarse la religión y la buena fe; a ello responde el 
juramento de Pitágoras, expresado en estos versos:

Os lo juro, con espíritu sincero, por el santo cuaternario que es la fuente de la 
naturaleza eterna y el padre del espíritu. 
Hay también cuatro Evangelios que la Iglesia recibiera de los cuatro 
Evangelistas, y cuatro ríos del Paraíso. Los hebreos recibieron el nombre de Dios 
escrito en cuatro letras. Así lo escriben los egipcios, los árabes, los persas, los 
magos, los 'mahometanos, los griegos, los tuscos, los latinos, a saber, de esta 
manera: Theut, Alla, Sire, Orfi, Abgdi, e€os, Esar, Deus. Por ello los 
lacedemonios pintaban a su Júpiter supremo con cuatro orejas. Por ello, en la 
teología órfica, Neptuno tiene un carro tirado por cuatro caballos. Hay también 
cuatro especies de furor de los dioses que proceden de cada divinidad: de las 
Musas, de Dionisio, de Apolo y de Venus. Asimismo, Ezequiel vio cuatro 
animales a lo largo del río Chobar, y cuatro Querubines en cuatro ruedas. Se lee 
en Daniel sobre cuatro animales que salen del mar, y cuatro vientos que 
combatían. Asimismo, en el Apocalipsis, aparecen cuatro animales llenos de ojos 
que estaban en torno de la sede de Dios; cuatro ángeles que recibieron el poder de 
dañar la tierra y el mar, ubicados en los cuatro confines de la tierra, impidiendo 
que los cuatro vientos soplaran sobre la tierra, el mar y árbol alguno.

Capítulo VIII 
EL NUMERO QUINARIO Y SU ESCALA

El número cinco no es un poder pequeño pues está compuesto por el primer 
par y el primer impar, como por el varón y la hembra; pues el número impar es el 
macho, y el par, la hembra. Los aritméticos le llaman padre al primero y madre a 
la segunda. El número quinario no tiene, pues, pequeña perfección o virtud, al 
formarse de la mezcla de aquellos, ya que además es la más justa mitad de la 
mitad del número universal, es decir, del diez. Si se trabaja de ambos lados sobre 
el quinario, y se divide el denario, de un lado se obtiene nueve y del otro uno, o 
de un lado ocho y del otro dos, o siete y tres, o seis y cuatro; cada colección crea 
el denario, y el quinario es siempre su medio perfecto y su equidistante. Por ello, 
los pitagóricos lo llaman .el número del matrimonio, y el número de la justicia, 
porque corta en dos -al diez por igual.

En el hombre hay cinco sentidos: la vista, el oído, el gusto, el olfato y el 
tacto; cinco poderes del alma: el vegetativo, el concupiscible, el 
irascible y el razonable; cinco dedos en la mano; asimismo, entre 
los cuerpos celestes hay cinco planetas errantes, según los cuales 
hay cinco términos en cada signo; en los elementos hay cinco clases 
de mixtos, a saber, las piedras, los metales, las plantas, los zoófitos 
y los animales; e igual cantidad de clases de animales, a saber, los 
hombres, los cuadrúpedos, los reptantes, los natátiles y los volátiles. 
Hay incluso cinco clases de cosas con las que Dios compuso todo, a 
saber, la esencia, el mismo, lo otro, el juicio y el movimiento. La 
golondrina tiene siempre cinco polluelos que nutre con mucha 
equidad, comenzando por el que nació primero, y considerando en 
todos el orden de su nacimiento. Este número tiene incluso mucha 
virtud en las ceremonias, pues en los sacrificios expulsa a los malos 
demonios; en las cosas naturales cura y preserva de los venenos.

También se le llama número de felicidad y gracia, y es el sello del 
Espíritu Santo, y el lazo que lo liga todo, y el número de la cruz; se 
distingue a través de las llagas principales del Cristo, que éste quiso 
conservar en su cuerpo glorificado. Los filósofos paganos lo 
consagraron y dedicaron a Mercurio, siendo mucho más excelente 
que el número cuaternario en la medida en que un cuerpo animado 
está por encima de otro que no se halla animado. Por este número 
Noé tuvo el favor del Señor y fue preservado del Diluvio; por la 
virtud de este número Abraham, a los cien años de edad, tuvo de 
Sara, de ochenta años y estéril, un hijo, de donde proviene un gran 
pueblo. Por ello, en el tiempo de la gracia se invoca el nombre de la 
Divinidad omnipotente a través de cinco letras. En el tiempo de la 
naturaleza se invocaba el nombre de Dios mediante el trigrama 
ydc, Sadai; en el tiempo de la ley, el nombre inefable de Dios era 
de cuatro letras hwhy, en lugar del cual los hebreos expresan ,ynda, 
Adonai. En el tiempo de gracia el nombre de Dios' es el 
pentagramma que se pronuncia hwchy IHESV, el cual, por un 
misterio que no es menos gran-de se invoca también con tres letras:

Capítulo IX 
EL NUMERO SENARIO Y SU ESCALA

El número Seis es un número de perfección, porque es 
perfectísimo en su naturaleza, y en toda la relación de los números 
desde la unidad hasta el décimo; es tan perfecto en sí mismo que 
resulta el mismo número de la unión de sus partes, no tiene 
necesidad de auxilio alguno y nada tiene de superfluo, pues si se 
toman sus partes, a saber, la mitad, la tercera parte, y la sexta, que 
hacen tres, dos y uno, llenan perfectamente todo el senario; los 
demás números no tienen esa perfección. Por ello se dice que los 
pitagóricos lo utilizaban en el nacimiento y en el matrimonio, y 
se lo llama sello del mundo: pues el mundo fue creado por el 
número sexto que no tiene nada superfluo, y cuenta con todo lo 
que le es necesario. El mundo tus perfecto y concluido el sexto 
día, y ese día Dios contempló todo lo que creara, y todo era 
perfectamente bueno. Los cielos y la tierra, y todo su ornato eran 
pues perfectos. También se le llama el número del hombre, 
porque el hombre fue creado el día sexto, e incluso se le denomina 
el número de la redención, pues el día sexto el Cristo sufrió 
por nuestra redención, y es por ello que se vincula mucho con la 
cruz.

También se le llama el número, del trabajo, y de la 
servidumbre; por ello en la ley hebraica se ordenaba trabajar 
durante seis días, recoger el maná durante seis días, sembrar la 
tierra durante seis años, y que un esclavo sirviera a su amo 
durante seis años. L oria del Señor se oscureció durante seis días 
sobre el monte Sinaí, cubriéndolo una nube. Los querubines 
tienen seis alas; hay seis círculos en el firmamento: el ártico, el 
antártico, los dos trópicos, el equinoccial y el eclíptico; y hay 
seis planetas errantes, Saturno, Júpiter, Marte, Venus, Mercurio y 
la Luna, que corren a lo largo del Zodíaco de ambos lados de la 
eclíptica. En los elementos hay seis cualidades sustantivas, a 
saber, la agudeza, la sutileza y el movimiento, y sus -contrarios, 
la obtusidad, la densidad y el reposo. Hay seis diferentes órdenes 
de posiciones, a saber: alto, bajo, delante, detrás, a derecha y a 
izquierda. Hay seis oficios de la naturaleza sin los cuales nada 
puede existir, a saber, grandor, color, figura, intervalo, estado y 
movimiento. La figura sólida del cuadrado tiene también seis 
caras. En toda armonía hay seis tonos, a saber, cinco tonos y dos 
semitonos que forman un tono, que es el sexto.

Capítulo X 
EL NUMERO SEPTENARIO Y SU ESCALA

El Septenario es el número del poder variado y múltiple; está 
compuesto por uno y seis, o dos y cinco, o tres y cuatro; tiene la 
unidad que lo vincula con un doble trinario; por ello, si se 
consideran todos sus miembros y lo que lo compone se 
reconocerá sin duda que, tanto por sus partes conjuntas como por 
sí mismo en particular, está lleno de toda suerte de majestad. Los 
pitagóricos le llaman el vehículo de la vida humana, pues no 
cambia en función de sus partes sino que se perfecciona por propio 
derecho de su totalidad, ya que abarca el cuerpo y el alma; 
porque el cuerpo está compuesto por cuatro elementos en cuatro 
cualidades, el número trinario considera al alma por su triple 
fuerza, a saber, la razonable, la irascible y la concupiscible. El 
septenario está compuesto, pues, por tres y cuatro junto al alma 
en el cuerpo.

La virtud de este número sirve también para la regeneración 
del ser humano para componerle, hacerle concebir, formar, parir, 
nutrir y vivir. Tan pronto el vientre recibe la semilla genital, si 
permanece siete horas sin efusión, vive seguramente; y los 
primeros siete días se prende o coa-gula, y se adecua para adoptar 
la figura humana; luego produce niños que se llaman sietemesinos, 
es decir, nacidos en siete meses. Después del nacimiento, en la 
séptima hora decide la vida del niño, pues pasado este número, 
quien puede sufrir el aire es considerado ser nacido para la vida. 
Después de siete días, expulsa el resto de su ombligo; después de 
dos ve-ces siete días su vista empieza a volverse hacia la luz; al 
tercer septenario, vuelve libremente sus ojos y todo su rostro; 
después de siete meses comienzan a formarse los dientes; después 
del segundo número septenario de meses, se sienta sin temor a 
caer; después del tercer septenario empieza a hablar; después del 
cuarto septenario se mantiene firme de pie y camina; después del 
quinto septenario de meses, comienza a rehusar la leche de su 
nodriza. A los siete años, se le caen los primeros dientes, y le salen 
otros más apropiados para el alimento sólido, y llega a hablar por 
completo. Después del segundo septenario de años, los niños 
entran en la pubertad, y para ese entonces comienzan a engendrar. 
En el tercer septenario de años, el hombre se torna grande, barbudo 
y peludo, y su sexo se torna potente y robusto. Crece, su cuerpo se 
extiende en largo, y la forma de su talla se completa hasta el cuarto 
septenario. En el quinto, acaba de crecer y fortalecerse. En el 
sexto, conserva las fuerzas adquiridas. En el séptimo septenario de 
sus años, se torna prudente y su edad se perfecciona. Y cuando 
llega a los séptimos decenios, alcanza el término común de su 
vida, como dice el Profeta: Los días de nuestros años son setenta 
años.

Asimismo, la talla más alta del hombre es de siete pies. 
También hay siete grados en el cuerpo, que completan su 
dimensión, del interior hasta la superficie, a saber, el tuétano, el 
hueso, el nervio, la vena, la arteria, la carne y la piel. Hay siete 
miembros que los griegos llaman negros: la lengua, el corazón, el 
hígado, el pulmón, el bazo y los riñones. Hay siete partes 
principales del cuerpo: la cabeza, el pecho, las manos, los pies y 
las partes verecundas. También es cierto respecto del aliento y el 
alimento, que una vez transcurridas siete horas sin respirar no se 
vive más, y que se muere tras siete días sin comer; las venas y las 
arterias, como dicen los galenos, se mueven por el número 
septenario. Las enfermedades también se juzgan por su mayor 
apariencia los días séptimos, que los galenos llaman críticos, es 
decir, judiciarios.

Dios creó, asimismo, el alma de seis partes, como lo 
testimonia el divino Platón en su Timeo; el alma recibe también su 
cuerpo a través del número septenario. La diferencia de las voces 
llega hasta el séptimo grado después del cual reinicia la misma 
progresión. Hay siete modulaciones de la voz: el diton, el 
semiditon, el diatessaron, el diapente con un tono, el diapente con 
un semitono y el diapasón. En los celestes, el septenario tiene 
grandísima virtud, pues tiene cuatro polos del cielo que se 
observan diametralmente, y el que tiene el aspecto más potente y 
eficaz está compuesto por el número septenario, pues está constituido por el 
séptimo signo, y compone una cruz que es la figura más poderosa, 
de la que habla-remos en seguida. Pero es preciso saber que el 
número septenario tiene gran comunión con la cruz. El día más 
largo difiere del más corto por el mismo número, y el equinoccio 
invernal del equinoccio estival, porque todas las cosas se crean a 
través de los siete signos.

Hay otros siete círculos en torno del largo del eje, siete estrellas 
en los carros celestes, en torno del Polo 
Artico, de la Osa mayor y menor; asimismo, siete Pléyades; siete 
Planetas que constituyen los siete días de la semana. La Luna, 
séptimo planeta, más cercano a nosotros, observa este número por 
encima de todos los demás; y este número gobierna su movimiento 
y su luz; pues en veintiocho días gira totalmente en torno del 
Zodíaco, y el número septenario completa este número de días por 
sus términos desde uno a siete, agregando a los números que 
preceden tanto cuando ellos expresan, y con-creta cuatro 
septenarios de días durante los cuales la luna va y vuelve en toda la 
extensión del Zodíaco, en largo y en ancho; y por medio de 
septenarios semejantes de días comunica su luz, cambiando de 
orden; pues en el primer septenario crece como hasta la mitad de 
su redondez, o de su globo partido en dos; en el tercero, mengua de 
nuevo y se encierra en su globo; y después del cuarto septenario 
está por fin en su último menguante; por los mismos septenarios 
crea las altas y bajas mareas; pues al comenzar el creciente, o en en 
el primer septenario de la luna, mengua poco a poco; en el 
segundo, crece por grados; en el tercer septenario se parece al 
primero, y en el cuarto realiza lo mismo que el segundo. También 
se adecua a Saturno, que es el séptimo planeta, a partir de los 
inferiores, y significa reposo, se le atribuye el séptimo día, que 
significa el séptimo milenio al que, según el testimonio de Juan, 
después del encadenamiento del dragón o diablo fomentador de 
males, los mortales descansarán y llevarán una vida tranquila. 
Los pitagóricos llaman, al número septenario, número de 
virginidad, porque es el primero que no es engendrado ni 
engendra; no puede ser dividido en dos partes iguales, de modo 
que no está engendrado por ningún número repetido, no produce 
nada más, siendo doble un número que esté entre los límites del 
denario que es el primer límite comprobado de los números; y por 
ello el septenario fue consagrado a Palas. Hay toda-vía grandes 
señales de su veneración en la religión, porque se le llama el 
número del juramento. Por esa razón los hebreos dicen que jurar es 
septenar, como si se tratase del juramento por siete. Asimismo, 
Abraham, en la alianza que celebró con Abimelec, tomó siete 
ovejas en testimonio. Incluso se le denomina el número de la 
bienaventuranza y el reposo, de donde deriva: 
O terque quaterque Beati, 
es decir, bienaventurados de alma y cuerpo.

El séptimo día el creador dejó de trabajar y descansó; por ello 
Moisés llama Sabbath a este día, es decir, el día de descanso; por 
ello el CRISTO descansó el séptimo día en el sepulcro. Este 
número tiene tam- 
bién gran comunión con la cruz, como dijimos, y con el CRISTO; 
pues toda nuestra bienaventuranza, nuestro reposo y nuestra dicha 
están en CRISTO. Además es muy apropiado para las 
purificaciones; esto hace decir a Apuleyo: "Para purificarme, me 
acerco al mar por la mañana y hundo siete veces mi cabeza en las 
olas". Y en la ley, al leproso se lo rociaba siete veces con sangre 
de gorrión; y el profeta Eliseo; como aparece en el cuarto libro de 
los Reyes, dice a un leproso: "Anda, lávate siete veces en el 
Jordán; tu carne recibirá la salud y serás curado". Y luego: "Se 
lavó siete veces en el Jordán y se curó". Es también el número de 
la penitencia y de la redención. Por ello se disponía una 
penitencia de siete años por cada pecado, como dice el Sabio: "Y 
el séptuplo sobre el pecador". Y en el Levítico se lee que todos los 
siete años se daba la absolución, y después de cuatro septenarios 
se concedía una absolución general. El CRISTO resumió la 
oración de nuestra expiación en siete pedidos. Y también se lo 
denomina el número de la libertad, porque los esclavos hebreos 
obtenían su libertad el séptimo año. Es también muy apropiado 
para ensalzar a Dios; por ello el Profeta dice: "Alabé la justicia 
siete veces por día". Incluso se le llama el número de la venganza, 
como dice la Escritura: "El crimen de Caín será vengado siete 
veces". Y el Salmista dice: "Dad a nuestros vecinos el séptuplo". 
De allí tomó Salomón las siete maldades, y el Evangelio los siete 
espíritus malignos. También significa el tiempo del círculo 
presente que se recorre en siete días. Y está consagrado al Espíritu 
Santo que el profeta Isaías describe como séptuplo por sus dones, 
a saber, el espíritu de sabiduría y entendimiento; el espíritu de 
consejo y de fuerza; el espíritu de ciencia y piedad; y el espíritu 
de temor del Señor; que Zacarías denomina los siete ojos de Dios.

Hay también siete ángeles o espíritus ubicados ante la faz de 
Dios, como se lee en Tobías. Y en el Apocalipsis había siete 
lámparas ardientes ante el trono de Dios, y siete candelabros de 
oro en medio de los cuales había una imagen semejante al Hijo 
del Hombre, que tenía en su mano derecha siete estrellas. 
Asimismo, había siete espíritus Ante el trono de Dios, y siete 
ángeles ubicados ante Dios, y tenían siete trompetas; Juan vio 
también un cordero con siete cuernos y siete ojos; un libro sellado 
con siete sellos, y al abrirse el séptimo, el cielo quedó en silencio. 
Por todo lo dicho anteriormente se evidencia que el número 
septenario es llamado con justicia el más eficaz de todos. Hay 
además una gran concordancia con el numero duodécimo; pues 
como tres y cuatro suman siete, tres veces cuatro-suman doce, que 
son los números de los planetas celestes y de los signos derivados 
de la misma raíz y que participan, por el ternario, de la divinidad, 
y, por el cuaternario, de la naturaleza de los inferiores. 
Este número es, sobre todo, muy .considerado en las Sagradas 
Escrituras, con sus grandes y diferentes misterios, de los que 
hemos mencionado muchos, de donde surge fácilmente que el 
número septenario significa la plenitud de los misterios divinos. 
Vemos en el Génesis un séptimo día en el que el Señor descansó; 
Enoc, séptimo hombre santo y piadoso a contar desde Adán, y 
otro hombre malo, séptimo desde Adán, que es 
Lamec, que era bígamo; el pecado de Caín es abolido en la 
séptima gene-ración, como está escrito: Caín será castigado siete 
veces, y su muerte será vengada siete veces. Y el autor de la 
historia sacó en conclusión de allí eue hubo siete pecados de Caín.

Asimismo, los animales puros entraron 
e siete en siete en el arca de Noé, y también los volátiles; siete 
días después, el Señor envió lluvias sobre la tierra, y el séptimo 
día se rompieron todas las fuentes del abismo y las aguas 
cubrieron la tierra. Abraham dio siete corderos a Abimelec; y 
Jacob sirvió durante siete años a Lea, y otros siete a Raquel. El 
pueblo de Israel lloró siete años la muerte de Jacob. Incluso se 
ven siete bueyes, siete espigas, siete años de fetilidad y siete de 
esterilidad. Y en el Exodo, el séptimo día fue establecido como 
Sabbath de los Sabbaths, y consagrado al Señor como día de 
descanso porque El dejó de trabajar el séptimo día. Moisés dejó 
de orar el séptimo d a . El séptimo día será la solemnidad del 
Señor; el esclavo será libre al séptimo año; el séptimo año se 
dejará descansar seis años a la tierra sembrada; el Sabbath y el 
descanso serán el séptimo día; el séptimo día será llamado santo, 
porque es el día del Sabbath. En el Levítico, el séptimo día será el 
más célebre y santo, y el primer día del séptimo mes será un 
Sabbath memorable: durante siete días se ofrecerán holocaustos al 
Señor; durante siete días se celebrarán las festividades del Señor; 
esto será algo eterno, todos los siete días, durante el año legítimo; 
el séptimo mes se realizarán las fiestas, y se habitarán las tiendas 
durante siete días; quien haya mojado su dedo en sangre se lavará 
siete veces ante el Señor; un hombre curado de lepra mojará siete 
veces su dedo en la sangre de un gorrión; quien tenga flujo de 
sangre se lavará siete veces en la sangre de una ternera; se lavará 
siete veces en las aguas vivas; Dios castigará siete veces por el 
pecado cometido. En el Deuteronomio, siete pueblos tenían la 
tierra de promisión; también se ve un séptimo año para la 
remisión; había asimismo siete luces de candelabros del lado del 
Mediodía. Y en los Números, se lee que los hijos de Israel 
ofrecían siete ovejas inmaculadas; durante siete días se comía pan 
ázimo; se expiaban los pecados con siete corderos y un morueco; 
el séptimo día era muy célebre y santo; igual que el séptimo día 
del mes de la fiesta de los Tabernáculos: y se ofrecían siete 
terneras el séptimo día; Balaam erigió siete altares al término de 
siete días; siete días, María la leprosa, hermana de Aarón, salió 
del campo; quien tocara un cadáver sería inmundo durante siete 
días. En Josué, siete sacerdotes llevaron el Arca de la Alianza ante 
Jericó, y duran-te siete días caminaron en derredor de la ciudad, y 
siete sacerdotes llevaban las trompetas, y al séptimo día siete 
sacerdotes hicieron sonar las trompetas. Asimismo, en el libro de 
los Jueces, Abessa reinó en Israel siete años; Sansón celebró sus 
bodas durante siete días, y el séptimo planteó un enigma a su 
mujer; fue atado con siete cuerdas de tripas y siete guedejas de 
sus cabellos: el rey Madias oprimió durante siete años a los hijos 
de Israel. Y en el libro de los Reyes, Elías dice siete veces: "Veréis 
una nubecilla", y ésta apareció a la séptima vez; durante siete 
días los hijos de Israel prepararon sus ejércitos y el séptimo 
libraron combate;

David fue amenazado con una hambruna de siete años como 
secuela del descontento de su pueblo; el niño resucitado por 
Eliseo bostezó siete ve-ces; siete hombres fueron crucificados 
juntos durante los días de la primera cosecha; Naaman es curado 
por Eliseo lavándolo siete veces; Goliat fue muerto el séptimo 
mes. Y en los Paralipómenos se ve que los cimientos fueron 
concluidos el séptimo mes. En Esther, vemos que los persas 
tenían siete esclavos; y en Tobías, siete hombres fueron unidos en 
matrimonio con Sara, hija de Raguel; y en Daniel, el horno de 
Nabucodonosor fue encendido siete veces, y había siete leones en 
la fosa, y Nabucodonosor arribó el séptimo día. En el libro de Job 
se lee sobre los siete hijos de Job, y que durante siete días y siete 
noches los amigos de Job estuvieron sentados en tierra con él; y 
en el mismo libro: nada malo os ocurrirá el'séptimo día. En 
Esdras, se lee sobre las siete semanas de años; los siete consejeros 
de Artajerjes; y allí mismo que todos los meses séptimos se 
hacían sonar la trompeta; bajo Esdras el séptimo mes era el de la 
Fiesta de los Tabernáculos, cuando los hijos de Israel estaban en 
las ciudades; Esdras leyó la ley al pueblo el primer día del 
séptimo mes. Y en los Salmos, David alaba siete veces a Dios por 
día; se prueba la plata de siete maneras; Dios da el séptuplo a 
nuestros vecinos o a nuestros enemigos. Y Salomón dice que 
adquirió la sabiduría de las siete columnas, y que había siete 
sabios que proferían sentencias, siete cosas que Dios odia y 
detesta, siete maldades en el corazón de un enemigo, siete 
inspectores, siete ojos mal avisados. Isaías cuenta siete dones del 
Espíritu Santo, y siete mujeres que no tenían más que un hombre. 
Y en Jeremías, siete pensamientos de mujeres concupiscentes; y 
una madre que, habiendo dado a luz siete hijos, enfermó y perdió 
la vida. En Ezequiel, el profeta gimió durante siete días; en 
Zacarías, siete lámparas, y siete recipientes en lo alto del 
candelabro; y siete ojos que recorren toda la tierra; siete ojos 
sobre una piedra; y el ayuno del séptimo día se convierte en 
alegría. Y en Miqueas, se hace aparecer siete pastores entre los 
asirios.

También se encuentra en los Evangelios: siete 
bienaventuranzas, siete virtudes a las que se les oponen siete 
vicios, siete pedidos en la oración dominical, siete palabras del 
CRISTO sobre la cruz, siete palabras de la santa Virgen María, 
siete panes distribuidos por el Señor, siete canastas llenas de 
comida, siete hermanos que tienen la misma mujer, siete pecadores 
discípulos del Señor, siete cántaros en Caná de Galilea, siete 
iras con que el Señor amenaza a los hipócritas, siete demonios 
salidos del cuerpo de una pecadora; y siete demonios de los más 
malignos contraídos por alguien de quien hicieron presa. 
Asimismo, el CRISTO estuvo siete años fugitivo en Egipto; y a la 
séptima hora la fiebre abandonó al hijo del regulo. Santiago, en 
sus Epístolas Canónicas, describe siete grados de sabiduría, y 
Pedro, siete grados de virtudes. En los Hechos, se cuentan siete 
diáconos, y siete discípulos elegidos por los apóstoles. En el Apocalipsis 
hay muchos misterios semejantes; pues se hallan siete 
candela, bros, siete estrellas, siete coronas, siete iglesias, siete 
espíritus ante el 
trono, siete ríos de Egipto, siete sellos, siete cuernos, siete ojos, 
siete espíritus de Dios, siete ángeles con siete trompetas, siete 
cuernos de un dragón, siete cabezas de dragón con siete 
diademas, siete plagas, siete re-domas sostenidas por siete 
ángeles; siete cabezas de la bestia roja, siete montañas y siete 
reyes encima, y se hacen oir siete truenos.

Este número tiene también mucha eficacia y virtud tanto en 
las cere- 
monias y cosas santas como en las naturales y demás. Es menester 
mencionar aquí Ios siete días, los siete planetas, las siete Pléyades, 
los siete ángeles del mundo, lo siete cambios del hombre, las siete 
artes liberales, las siete mecánicas, las siete vedadas, y los siete 
colores, los siete metales, los siete orificios de la cabeza humana, 
los siete pares de nervios, las siete colinas de Roma, los siete sabios 
de la época del profeta Jeremías, y los 
siete sabios de Grecia; asimismo, Roma ardió durante siete días 
en la época de Nerón; bajo siete reyes se hizo morir a diez mil 
mártires; hubo siete durmientes; hay en Roma siete iglesias. 
principales; Gregorio fundó siete conventos; santa Felicitas tuvo 
siete hijos; para coronar a un Emperador tienen lugar siete actos 
solemnes; son necesarios siete testigos para un testamento; hay 
siete penas civiles y siete canónicas, y siete horas canónicas; el 
sacerdote saluda siete veces durante la misa; hay siete 
sacramentos, y siete órdenes clericales; a los siete años se puede 
recibir la orden menor y poseer un beneficio sin cargo; hay siete 
salmos penitenciales; y siete mandamientos de la segunda tabla; 
Adán y Eva estuvieron siete días en el Paraíso; hay siete hombres 
cuyo nacimiento predijeron los ángeles, a saber, Ismael, Isaac, 
Sansón, Jeremías, Juan Bautista, Santiago, hermano de nuestro 
Señor, y Jesucristo. En fin, este número tiene grandísima virtud 
tanto para el bien como para el mal. 
El antiquísimo poeta Lino cantó a este número con los 
siguientes versos:

Septima cum venit lux, cuneta absolviere coepit 
Omnipotens pater, atque bonis est septima et ipsa. 
Est etiam rerum cunctarum septima origo, 
Septima prima eadem, perfecta et septima septem; 
Unde etiam coelum stellis errantibus altum 
Volvitur et circlis totidem circum undique fertur.

Capítulo XIV 
LOS NUMEROS UNDECIMO Y DUODECIMO, 
CON UNA DOBLE ESCALA DEL NUMERO 
DUODECIMO, LA CABALISTICA Y LA ORFICA

En razón de que el número Undécimo transgrede al décimo 
que es el de la ley y los preceptos, y está en mengua respecto del 
duodécimo que es el de la gracia y la perfección, se lo denomina 
número de los pecados y los penitentes; por ello se ordenaba 
confeccionar once sacos de cilicio en el tabernáculo; aquellos 
eran la vestimenta de los penitentes y de quienes lloraban sus 
pecados. Este número no tiene comunicación alguna con las 
cosas divinas, ni con las celestes, ni atracción ni escala alguna 
que conduzca a los superiores. Aunque no tiene mérito alguno, 
empero a veces obtiene alguna gracia gratuita del cielo, como 
aquél que fue llamado a la hora undécima a la viña del Señor, y 
recibió la recompensa de quienes sufrieran el agobio y calor de 
todo el día.

Mas el número Duodécimo es divino, porque sirve para 
medir los cielos, y ayuda al gobierno de los espíritus; pues en el 
Zodíaco hay doce signos en los que presiden doce ángeles 
principales, sostenidos por el rocío del gran Nombre de Dios. 
Júpiter efectúa su recorrido en doce años, y la Luna recorre doce 
grados por día. En el cuerpo humano hay doce articulaciones 
principales, a saber: en las manos, en los codos, en los hombros, 
en los muslos, en las rodillas y en las vértebras de los pies. La 
fuerza del duodenario es también grandísima en los misterios 
divinos. Dios eligió doce familias' de Israel, y les confió doce 
príncipes; ordenó que hubiese doce piedras ubicadas en el fondo 
del Jordán y otras tantas sobre el pecho del sacerdote. Hubo doce 
panes de proposición; y el altar estaba construido con doce 
piedras, y el mar de bronce construido por Salomón estaba 
sostenido por doce leones; en Helim había doce fuentes; a las 
doce tribus se les adjudicaron doce apóstoles del Cristo; fueron 
señalados y elegidos doce mil hombres de los pueblos; la Reina 
del Cielo fue coronada con doce estrellas; y en el Evangelio hay 
doce cestas de pedazos de pan sobrantes; doce ángeles presidían 
en las doce puertas de la ciudad; y había doce piedras en la 
Jerusalén celeste. Entre las cosas inferiores, muchos seres crecen 
con este número: la liebre y el conejo, que son muy fecundos, 
engendran doce veces al año; el camello gesta su fruto durante 
doce meses, y el pavo real pone doce huevos. 
 

Capítulo XV 
NUMEROS QUE SE HALLAN SOBRE EL DOCE; SU PODER Y 
VIRTUDES

Los otros Números que también están sobre el doce son 
célebres por muchos y diferentes efectos que deben descubrirse, 
extrayéndose las virtudes de su origen y sus partes, en la medida 
en que están compuestos por un conjunto diferente de números 
simples, o del producto de su multiplicación; a veces las cosas 
que significan resultan de la disminución o del acrecentamiento 
de otro número precedente, principalmente más perfecto; o bien 
encierran en sí mismos los sacramentos de algunos misterios. Así 
el tercero sobre diez señala el misterio de la aparición del Cristo 
a las naciones; pues el día décimotercero después de su 
nacimiento apare-ció la estrella milagrosa que condujo a los 
Magos.

El número Catorce representa la figura del Cristo, que fue 
inmolado por nosotros la luna décimocuarta del primer mes, y en 
igual día los hijos de Israel recibieron orden de celebrar la Phase, 
glorificando al Señor, es decir, el reconocimiento del paso del 
Mar Rojo. Mateo señaló tan minuciosamente este número al 
enumerar las generaciones del Cristo, que salteó algunas antes 
que incluirlas en este número catorce. 
El número quince es símbolo de las ascensiones espirituales; 
por ello se le asignó el cántico de los grados en quince salmos, y 
con este número también se relacionan los quince años de 
prolongación del reino de Ezequías; y el día décimoquinto del 
mes séptimo era venerado y santificado. 
El número Dieciséis, compuesto por un cuadrado perfecto y 
que en-cierra al diez, es por ello llamado por los pitagóricos 
número afortunado; también encierra el número de los profetas 
del Antiguo Testamento, y de los apóstoles y evangelistas del 
Nuevo Testamento.

Los teólogos dicen que los números Dieciocho y Veinte son 
desafortunados; pues el pueblo de Israel estuvo dieciocho años 
en servidumbre bajo Eglon, rey de Moab; Jacob entró en 
servidumbre a los veinte años de edad y José fue vendido a la 
misma edad. En fin, entre todos los animales de muchas patas no 
los hay que tengan más de veinte. 
El número Veintidós señala un gran fondo de sabiduría, ya 
que hay también ventidós letras hebreas y el Antiguo Testamento 
incluye veintidós libros. 
El Veintiocho nos señala el favor de la Luna, pues su 
movimiento diferente del curso de los demás astros, es el único 
que se cumple en veintiocho días; en ese lapso vuelve al mismo 
punto del Zodíaco de donde saliera. Por ello, en cuestiones 
celestes contamos las veintiocho casas de la Luna, que tiene 
influencia y virtud totalmente singulares.

El número Treinta es notable por muchos misterios; nuestro 
Señor JESUCRISTO fue tasado en treinta dineros; a los 30 años 
de edad fue bautizado, comenzó a realizar milagros y a enseñar 
el Reino de Dios. El mismo Juan el Bautista tenía treinta años 
cuando empezó a predicar en 
el desierto y a preparar los caminos del Señor; y Ezequiel, de 
modo parecido, comenzó a profetizar a la misma edad. Cuando 
José cumplió treinta años, fue sacado de prisión y el Faraón le dio 
el gobierno de Egipto. 
Los doctores hebreos atribuyen el número Treinta y dos a la 
sabiduría; pues Abraham trazó por orden treinta y dos caminos de 
sabiduría. Pero los pitagóricos lo llaman número de justicia porque 
se puede dividir en partes iguales hasta la unidad.

Los antiguos prestaban mucha atención al número Cuarenta, 
del que celebraban la fiesta llamada Tesseracoston (es decir, de los 
cuarenta días) ; se afirma que actúa en el parto; en cuarenta días la 
simiente se ubica y transforma en la matriz, hasta formarse un 
cuerpo orgánico perfecto, dispuesto a recibir el alma racional a 
través de todas las medidas y pro-porciones de sus partes 
necesarias y concurrentes en las funciones de la vida. Las mujeres 
están también más enfermas durante el mismo lapso después del 
parto hasta que las partes femeninas que sufrieron los esfuerzos del 
alumbramiento vuelven a su estado anterior a la purificación. Los 
niños se hallan cuarenta días sin reir y en más grande peligro, y 
más sujetos a enfermedades. Asimismo, el número cuarenta 
significa, en religión, expiación, penitencia y muchos grandes 
misterios; ya que el Señor, en la época del Diluvio, hizo llover 
sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches; los hijos de 
Israel permanecieron cuarenta años en el desierto; los santos 
santificaron este mismo número de días mediante sus ayunos, ya 
que Moisés, Elías y el Cristo ayunaron durante cuarenta días. El 
Cristo fue llevado en el seno de la Virgen durante cuarenta 
semanas; el CRISTO permaneció desde su nacimiento, durante 
cuarenta días, en Belén antes de ser presentado en el templo; 
predicó públicamente durante cuarenta meses; estuvo oculto en el 
sepulcro durante cuarenta horas; ascendió a los cielos cuarenta días 
después de su resurrección. Nuestros teólogos aseguran que todo 
aquéllo no se realizó sin la mediación de un misterio o una 
propiedad oculta en este número.

El número Cincuenta significa la remisión de los pecados y 
de la servidumbre, y la libertad; pues, según la ley, otrora se 
remitían las deudas cada cincuenta años, y cada cual volvía a la 
posesión de su bien. Este número nos hace conocer una promesa 
solemne de perdón y penitenció mediante el año de Jubileo, y 
mediante el Salmo de la penitencia. La ley misma, y el Espíritu 
Santo están declarados en este número. Cincuenta días después que 
el pueblo de Israel salió de Egipto, Moisés recibió la ley sobre el 
monte Sinaí; y cincuenta días después de la resurrección, el Espíritu 
Santo descendió sobre los apóstoles, en el monte Sión; de allí 
pro-viene que este número sea llamado número de gracia, y se le 
asigne al Espíritu Santo.

El número Sesenta estaba también consagrado entre los 
egipcios, pues concuerda con el cocodrilo que, a los sesenta días, 
pone sus huevos, y los empolla otros sesenta días; asimismo, debe 
decirse, que el cocodrilo vive sesenta años; que tiene sesenta 
dientes; en fin, que cada año se recoge sesenta días, sin comer. 
El número Setenta también tiene sus misterios; pues durante el 
cautiverio de Babilonia el fuego del sacrificio se conservó setenta 
años oculto bajo el agua; Jeremías había predicho la destrucción 
futura del templo en igualdad de años; el cautiverio de Babilonia 
duró setenta años; la destrucción de Jerusalén se cumplió durante un 
número parecido de años. Asimismo, había setenta palmas en el 
lugar donde acamparon los hijos de Israel; los padres descendieron 
en Egipto con setenta personas; setenta reyes con las manos y los 
pies cortados se reunieron para comer en la mesa de Adonibesec; 
Joás engendró setenta hijos; Jeroboal tuvo setenta hijos varones; 
Abimelec recibió setenta medidas de plata; Abimelec mató a setenta 
hombres sobre una piedra: Abdón tuvo setenta hijos y sobrinos -que 
montaban sobre setenta borricos; Salomón tuvo setenta mil hombres 
portadores de carga; los setenta hijos de Acab, rey de Samaria, 
fueron decapitados. El curso ordinario de nuestra vida, según el 
Salmista, es de setenta años. Lamec fue juzgado setenta veces siete, 
y los pecados son condonados al pecador setenta veces siete.

El número Setenta y dos es notable por las setenta lenguas 
distintas para discurrir; por los setenta y dos ancianos de la 
Sinagoga; por los setenta y dos intérpretes del Antiguo Testamento; 
y por los setenta y dos discípulos insignes del CRISTO. Y este 
número concuerda mucho con el doce: así, en cuestiones celestes, 
al estar dividido cada signo en seis partes, resultan setenta y dos 
números quinarios, en los que presiden setenta y dos ángeles, y 
setenta y dos nombres de Dios influyen encima; y cada número 
quinario preside una lengua particular con tanta eficacia que los 
astrólogos y fisiógnomos pueden conocer por aquél en qué idioma 
nacerá cada uno; también hay setenta y dos articulaciones 
manifiestas en el cuerpo humano que le guardan correspondencia; 
de dichas articulaciones hay tres en cada dedo 'de las manos y de 
los pies, y que con las doce principales, computadas anteriormente 
en el número doce, componen el número setenta y dos. 
El número Cien, en el que el Señor ubicó una oveja 
recobrada, y que pasa también de la izquierda a la derecha, es 
célebre tanto a causa de que está compuesto por 'decenas como 
porque señala una perfección completa.

El número Mil contiene la perfección de toda clase de 
números, y es el cubo del número denario, lo que significa una 
perfección consumada y absoluta. Hay aún dos números que se 
convirtieron en célebres por Platón en su República, y que no han 
sido desaprobados por Aristóteles en sus Políticas; en dichos 
números están marcados los grandes cambios que sobrevienen a las 
ciudades, y estos números son el cuadrado del doce, y el . cubo del 
mismo doce, a saber, el ciento cuarenta y cuatro, y el mil setecientos 
veintiocho, que es el número fatal, pues en cualquier ciudad o república 
sobre el que sobrevenga, estando cumplido el cubo, aquélla 
declinará en seguida; sin embargo, en los cuadrados está sujeta a 
cambio pero para mejor si es gobernada mediante sabia disciplina, y 
podrá caer no por el destino sino por imprudencia. Esto basta 
respecto de los números en particular.

Capítulo XXI 
NUMEROS DEDICADOS A CADA DIVINIDAD Y A CADA 
ELEMENTO

Los pitagóricos dedicaron los números sagrados a los 
Elementos, y a las Divinidades que presiden sobre las cosas celestes; 
pues atribuyeron al Aire el número ocho; al Fuego, el número 
cuatro; a la Tierra, el número seis; y al Agua, el número doce. 
Además, la unidad corresponde al Sol, que es el único rey de las 
estrellas, en el que Dios puso su Tabernáculo; está probado por la 
virtud productiva de esa especie ideal e intelectual, que esa unidad 
está también consagrada a Júpiter, que es asimismo, padre y jefe de 
los dioses, como la unidad es el principio y la fuente de los números. 
El número dos es atribuido a la Luna, que es el segundo luminar y 
representa el alma del mundo, y se llama Juno, porque la primera 
conjunclon está entre uno y dos, y su sociedad es totalmente 
semejante; este mismo numero dos es, de modo parecido, atribuido a 
Saturno, y a Marte, que son, según los astrólogos, dos astros 
desafortunados. Así el número tres pertenece a Júpiter, al Sol y a 
Venus, como a tres planetas afortunados; también se atribuye a 
Vesta, a Hécate y a Diana; de ahí la triple Hécate y Diana de tres 
rostros; el número tres está pues dedicado a esa diosa, que se dice 
poderosa en el cielo y en el Erebo. El número cuatro también 
pertenece al Sol, que por este número constituye las cuatro partes 
cardinales del cielo, y concreta la diferencia de las cuatro estaciones; 
se atribuye también a 
Cilenio, porque es tomado solamente por el Dios cuadrado. El 
número cinco, compuesto por el primer número par y el primer 
número impar, como de dos sexos, el masculino y el femenino, es 
atribuido a Mercurio; de modo parecido se atribuye al mundo 
celeste, que además de los cuatro elementos comunes, él mismo, 
bajo otra forma, es un cinco. El número seis que está compuesto 
por tres multiplicado por dos, como por la mezcla de dos sexos, 
atribuido según la doctrina de Pitágoras, a la generación y los 
matrimonios, está consagrado a Venus y a Juno. El número siete 
significa el reposo y está consagrado a Saturno; este número siete 
rige el movimiento y la luz de la Luna; por ello lleva el nombre de 
la virgen Tritonia, ya que ésta no concibe; se atribuye a Minerva, 
porque ésta no es padre ni madre; asimismo, a la viril Palas, 
porque está compuesto tanto por números masculinos como 
femeninos; Plutarco atribuye también este número siete a Apolo.

El número ocho, a causa de la religión de la justicia, está 
consagra-do a Júpiter; es también dedicado a Vulcano, pues está 
compuesto por el primer movimiento y el número dos, 
multiplicado por sí mismo, dedicado a Juno.; también está 
consagrado a Cibeles, la gran madre de los dioses, a la que le fue 
dedicado el cubo en general; Plutarco lo dedica a Baco o Dionisio, 
que según se dice nació al octavo mes; además porque los niños 
que nacen en el octavo mes de su concepción no viven, se 
atribuyó este número ocho a Saturno y a las Parcas. El número 
nueve pertenece a la Luna, como receptáculo último de todos los 
poderes y virtudes celestes, al igual que a las Musas y a Marte, 
término de todas las cosas. El número diez circular, por la misma 
razón que la unidad es atribuida al Sol, está dedicado a Jano 
porque el fin del primer giro viene en auxilio de la segunda 
unidad; además, es atribuido al Mundo. El número doce se 
atribuye, de modo parecido, al Mundo, al Cielo y al Sol, porque el 
Sol, al recorrer los doce signos del Zodíaco, divide el año en doce 
meses. Pero el número once, por ser semicircular, es atribuido a la 
Luna e incluso a Neptuno.

Capítulo XXII 
TABLAS DE LOS PLANETAS, SUS VIRTUDES Y 
FORMULAS, NOMBRES DIVINOS, INTELIGENCIAS 
Y DEMONIOS QUE LOS GOBIERNAN

Los magos nos proporcionan en sus obras ciertas tablas de 
los números, distribuidas en los siete planetas, denominadas 
Tablas sagradas de los Planetas, dotadas de muchas y grandes 
virtudes de las cosas celestes, en la medida en que representan esa 
razón o forma divina de los números celes-tes, impresa sobre las 
cosas celestes, por las ideas del pensamiento divino, por la razón 
del alma del mundo, y por la dulcísima armonía y acorde de 
los rayos celestes, según la proporción de las efigies que 
significan el con-cierto de las inteligencias superiores, y que no 
pueden ser representadas de ningún otro modo que por las figuras 
de los números y los caracteres. Los números materiales y las 
figuras nada pueden en los misterios de las cosas ocultas si no se 
representan con números y figuras formales, en tanto sean 
gobernados y animados por las inteligencias y numeraciones 
divinas que unen los extremos de la materia y el espíritu a la 
voluntad de un alma elevada por una gran intención, actuando 
mediante una virtud celeste, recibiendo el poder de Dios por el 
alma del mundo y las observaciones de las constelaciones celestes 
sobre la materia aplicada a la forma conveniente, disponiendo los 
medios mediante la industria y la ciencia de la Magia. Pasemos 
ahora a la explicación de cada tabla en particular.

La primera de estas tablas, atribuida a Saturno, está 
compuesta por un cuadrado de tres columnas, conteniendo nueve 
números particulares; y en cada columna tres números del lado 
que se los tome, y mediante las dos diagonales componen el 
número quince, y la suma total de todos estos números totaliza 
cuarenta y cinco. Los nombres que forman los números 
antedichos, extraídos de los nombres divinos, presiden en esa 
tabla, junta-mente con una inteligencia para el bien y un demonio 
para el mal; y de los mismo números se extrae una firma o rúbrica 
de Saturno y .sus espíritus como los representaremos después aquí 
sobre su tabla. Se dice que esa tabla grabada sobre una lámnia de 
plomo, que representaba a Saturno afortunado, ayuda en el parto, 
torna al hombre más seguro y potente, y hace que logre sus 
demandas en las cortes de príncipes y poderosos; pero si esa tabla 
está dedicada a Saturno infortunado, es contraria a los edificios, a 
las plantaciones y cosas semejantes; hace decaer al hombre en 
honores y dignidades, crea querellas y discordias, y hace dispersar 
los ejércitos.

La segunda tabla, la de Júpiter, está compuesta por una 
cuadrado multiplicado por sí mismo; contiene dieciséis números 
particulares y, en cada línea y diagonal, cuatro números que, 
juntos, totalizan treinta y cuatro, y la suma total de todos los 
números de esa tabla forma ciento treinta y seis; y los números 
divinos la presiden con una inteligencia para el bien y un demonio 
para el mal. De esa tabla se extrae la rúbrica de Júpiter y sus 
espíritus; se dice que, si está grabada sobre una lámina de plata 
que represente a Júpiter potente y dominante, acuerda riquezas, 
favor, amor, paz y concordia con los hombres, reconcilia a los 
enemigos, asegura honores, dignidades y consejos; si está grabada 
sobre coral, impide los maleficios.

La tercera tabla pertenece a Marte; está compuesta por un 
cuadrado de cinco columnas; contiene cinco números; en los 
costados de cada línea y en cada diagonal hay un cinco que 
forman el número sesenta y cinco, y todos los números contados 
juntos forman trescientos veinticinco. Está gobernada por los 
nombres divinos con una inteligencia para el bien y un demonio 
para el mal; se extrae la rúbrica de Marte y sus espíritus. Esa tabla 
grabada sobre una lámina de hierro, o sobre una espada, que 
representa a Marte afortunado, torna potente al hombre en la 
guerra, sabio en sus juicios, afortunado en sus demandas, terrible 
para sus adversarios, y 
acuerda victoria sobre sus enemigos; y grabada sobre cornalina, 
detiene la sangre y las menstruaciones; pero si se la graba sobre 
una lámina de cobre rojo, que representa a Marte infortunado, 
impide la edificación, hace decaer dignidades y honores, y perder 
las riquezas; causa discordia, procesos y odios, y antipatías de 
hombres y bestias; hace huir a las moscas, las palomas y los 
peces; impide girar a los molinos, } torna desdichadas las cacerías 
y batallas; vuelve estériles a los hombres y mujeres, y a todos los 
animales; aterroriza a los adversarios y los obliga a guardar 
respeto.

La cuarta tabla es atribuida al Sol, y compuesta por un 
cuadrado de seis columnas, contiene treinta y seis números; los 
seis en cada línea y lado y en cada diagonal producen el número 
ciento once, y todos estos números juntos totalizan seiscientos 
sesenta y seis. Está gobernada por los nombres divinos con una 
inteligencia para el bien, y un demonio para el mal; y se extraen 
los caracteres del Sol y los espíritus. Esa tabla, grabada sobre una 
lámina de oro que representa al Sol afortunado, a quien la lleva 
consigo lo torna glorioso, amable, gracioso, poderoso en todas sus 
obras, y semejante a reyes y príncipes, encumbrándolo en cuanto 
a fortuna, haciéndole obtener lo que quiere; pero si representa al 
Sol infortunado, hace que quien la lleve sea tirano, soberbio, 
ambicioso, insaciable, y tenga fin muy malo.

La quinta tabla es la de Venus, compuesta por un septenario 
multiplicado por sí; contiene cuarenta y nueve números; tiene 
siete en cada línea y lado, y en cada diagonal, que suman ciento 
setenta y cinco, y la suma de todos estos números juntos totaliza 
mil doscientos veinte. Lo presiden los nombres divinos con una 
inteligencia para el bien y un demonio para el mal; de esa tabla se 
obtiene la rúbrica de Venus y de sus espíritus. Si es grabada sobre 
una lámina de plata que representa a Venus afortunada, procura 
concordia; destruye disensiones; acuerda el amor de las mujeres; 
contribuye a concebir; quita maleficios: instituye paz entre 
hombre y mujer, y hace producir en abundancia toda clase de 
animales; y ubicada en un palomar hace multiplicar a las palomas; 
es buena contra las enfermedades melancólicas, y da alegría; 
llevada encima, hace feliz al viajero; pero grabada sobre bronce 
que representa a Venus infortunada, produce todo lo contrario de 
lo dicho anteriormente.

La sexta tabla es la de Mercurio, compuesta por un octonario 
multiplicado por sí; contiene sesenta y cuatro números; hay un 
ocho en cada línea y lado, y en cada diagonal: suman doscientos 
sesenta: todos estos números juntos en una suma totalizan dos mil 
ochenta. Es gobernada por los nombres divinos con una 
inteligencia para el bien y un demonio para el mal; de esa tabla se 
obtiene la rúbrica de Mercurio y sus espíritus. Si está grabada 
sobre plata o estaño, o cobre amarillo, o si está escrita sobre 
pergamino Virgen con un Mercurio afortunado, hace que quien la 
lleve sea gracioso y feliz para la obtención de lo que desee; hace 
ganar, impide la pobreza; acuerda memoria, entendimiento, don 
adivinatorio, y hace conocer las cosas ocultas a través de los 
sueños; y con un Mercurio infortunado hace conocer lo contrario 
de todas estas cosas.

La séptima tabla es la de la Luna, compuesta por un 
novenario multiplicado por sí; tiene ochenta números: hay un 
nueve en cada línea y lado, y en cada diagonal; forman 
trescientos sesenta v nueve; todos estos números juntos 
totalizan mis trescientos veintiuno. Los nombres divinos 
presiden en esa tabla con una inteligencia para el bien y un 
demonio para el mal; se obtienen los caracteres de la Luna y 
sus espíritus. Si está grabada sobre plata con una Luna 
afortunada, hace que quien la lleve sea gracioso, amable, 
dulce, alegre v honrado, e impide toda maldad y mala 
voluntad: da seguridad en los viajes, progresos en la riqueza y 
salud corporal; expulsa a los enemigos y todas las demás 
cosas nocivas de cualquier lugar que se desee; si esa tabla se 
graba sobre una lámina de plomo con una Luna infortunada, 
en cualquier lugar que se la entierre, lo torna sujeto al 
infortunio, y a todos los que allí habitan y conversan: causa lo 
mismo a los navíos, las fuentes, las riberas y los molinos: 
torna infeliz a todo hombre contra el que se la destina con 
ceremonias apropiadas, haciéndolo huir de su tierra y de su 
patria, y del lugar de su morada, don-de se la haya enterrado; 
estorba a los galenos, los oradores y todos los demás hombres 
contra quienes haya sido preparada, para que realicen las 
funciones de su oficio.

Un hábil indagador que sepa verificar bien estas tablillas 
podrá fácil-mente hallar de qué manera se obtienen de estas 
tablas las rúbricas y caracteres tanto de las estrellas como de 
los espíritus. 
 

Capítulo XXIII 
FIGURAS, CUERPOS GEOMETRICOS Y SUS VIRTUDES EN LA 
MAGIA; FIGURAS CORRESPONDIENTES A CADA ELEMENTO Y 
AL CIELO

Las Figuras Geométricas, producidas por los números, no 
tienen menor poder que éstos. En primer lugar está el círculo, figura 
que corresponde a la unidad y al número diez; la unidad constituye 
el centro y la circunferencia de todas las cosas; el número diez, por 
acumulación, vuelve a la unidad, como a su principio; es el fin y la 
cima de todos los números; se dice que el círculo es una línea sin 
fin, o que carece de partes que puedan denominarse comienzo o fin; 
su comienzo y fin están en cada punto; por ello se dice que el 
movimiento circular es infinito, no respecto del tiempo sino del 
lugar. Por eso la figura redonda se considera la más grande y 
perfecta de todas, y la más apropiada para ligaduras y exorcismos: 
de allí que quienes conjuran a los demonios malignos por lo común 
se encierran en un círculo. De modo parecido, el pentágono con la 
virtud del número cinco tiene maravillosa virtud contra los 
demonios malignos al igual que mediante el trazado de sus líneas 
medias que tienen dentro cinco ángulos obtusos, y fuera cinco 
ángulos agudos de cinco triángulos que forman el contorno. El 
pentágono interior encierra en sí grandes misterios; por ello es 
menester conocer y entender las demás figuras, como el triángulo, el 
cuadrángulo, el hexágono, el heptágono, el octógono y todas las 
demás que, compuestos por múltiples y diferentes intérsecciones, 
poseen significados y virtudes diferentes, según los diversos trazos y 
proporciones de las líneas y los números.

Los egipcios y los árabes aseguraban que la figura de una cruz 
es grandemente poderosa, y que debe ser fortísimo receptáculo de 
todas las fuerzas celestes e inteligencias porque es, entre todas las 
figuras, la más derecha, y la primera descripción de la superficie con 
longitud v latitud; decían que estaba compuesta por la fuerza de las 
cosas celestes, porque su fuerza llega a través de la rectitud de los 
ángulos y rayos, y que las estrellas tienen grandísimo poder, cuando 
en la figura celeste tienen cuatro ángulos principales, y componen 
una cruz proyectando respectivamente sus rayos. Además, como se 
dijo antes, la cruz guarda gran correspondencia con los números 
cinco, siete y nueve, dueños de grandísimas virtudes. Asimismo, los 
sacerdotes egipcios, desde el comienzo de su religión, la incluyeron 
en el número de sus letras sagradas, porque según ellos la cruz 
significa alegóricamente la vida de salud futura. Por eso fue impresa 
sobre el pecho de Serapia: y los griegos la veneraban mucho. 
Respecto de la religión hablaremos en otra parte.

Sólo es preciso señalar aquí todo lo que realizan de maravilloso 
las figuras cuando las inscribimos sobre cartas, láminas o imágenes. 
Su efecto maravilloso se produce a través de la virtud que les 
comunican las figuras más elevadas, mediante determinada simpatía 
generada por la apti. 
tud y la similitud natural, según las cuales las representan bien: tal 
como el eco nace contra una pared opuesta, y los rayos del sol, 
reunidos en un espejo cóncavo y vueltos a proyectar de inmediato 
sobre un cuerpo o madera u otra materia combustible opuesta 
generan fuego; o tal como una cítara repercute en otra, sin otra razón 
que la de enfrentar ambos instrumentos de figura adecuada y 
totalmente semejante; o si se prefiere, como ocurre con dos cuerdas 
tensas en igual intervalo y afinadas con igual tensión en una lira, que 
al tocar una se produce la repercusión en la otra. De manera 
parecida, las figuras de que hablamos y todos los caracteres 
conciben en sí mismos las virtudes de las figuras celestes, siempre 
que hayan sido confeccionadas o impresas con justeza y precisión de 
tiempo y lugar, y con todas las ceremonias relativas a estas figuras 
dominantes; como si una figura aspirara a una figura semejante, y la 
exigiera.

Y todo lo que hemos dicho sobre figuras debe entenderse, de 
modo parecido, respecto de los Cuerpos geométricos que son: la 
esfera, el tetraedro, el hexaedro, el octaedro, el icosaedro, el 
dodecaedro y semejantes. No debe olvidarse aquí las figuras que 
Pitágoras y sus adherentes Timeo de Locres y Platón atribuyeron a 
los elementos y al cielo. Ellos acordaron a la tierra el primer cubo de 
ocho ángulos sólidos, y de veinticuatro planos y seis bases, con 
forma cuadrada de dado. También acordaron al fuego la pirámide de 
cuatro bases triangulares, e igual cantidad de ángulos sólidos, y de 
doce planos. Acordaron al aire el octaedro de ocho bases 
triangulares, y de seis ángulos sólidos, y de veinticuatro planos. 
Acordaron al agua el icosaedro de veinte bases, y de doce ángulos 
sólidos. En fin, atribuyeron al cielo el dodecaedro de doce bases 
pentagonales, de veinte ángulos sólidos y sesenta planos. 
Quien conozca las fuerzas de estas figuras y cuerpos, sus 
relaciones y propiedades, podrá realizar muchas maravillas en la 
Magia natural y la perspectiva, y principalmente en los espejos; en 
mi caso particular sé que se operan cosas maravillosas y que existen 
espejos en los que uno puede ver todo lo que desee a grandísima 
distancia.

Capítulo XXVIII 
LA COMPOSICION Y ARMONIA DEL ALMA HUMANA

Mí como Iq armonía del cuerpo se funda en la medida, y la 
proporción conveniente para sus miembros, de igual manera la 
Armonía del Espíritu se funda en el temperamento y proporción 
justos de sus facultades y de sus operaciones que son la 
concupiscible, la irascible y la racional, de las cuales he aquí las 
proporciones: la razón por relación con la concupiscencia tiene la 
proporción del diapasón, y respecto de la cólera tiene la 
proporción del diatessaron; la irascible respecto de la facultad 
concupiscible tiene la proporción del diapente. Cuando un alma 
muy proporcionada está junto a un cuerpo también muy 
proporcionado, es constante que tal hombre sea muy feliz en la 
distribución de las perfecciones del cuerpo y del espíritu, en tanto 
que el alma y el cuerpo concuerden en la 
disposición de las cosas naturales; esa concordancia, en verdad, 
está muy oculta; no obstante, los sabios de algún modo la han 
descubierto. Mas para hablar brevemente de la armonía del alma, 
debemos indagar los me-dios por los cuales aquella llega a 
nosotros, es decir, en los cuerpos y esferas celestes. Conociendo, 
pues, cuáles fuerzas del alma responden a cada planeta, ,nos será 
muy fácil reconocer su armonía respectiva, por lo que hemos dicho 
antes aquí. La Luna gobierna las fuerzas del acrecentamiento y el 
decrecimiento; Mercurio gobierna la facultad fantástica y el genio 
del hombre; la facultad concupiscible depende de Venus; la vital, 
del Sol; la moviente o impulsiva, que también se llama irascible, 
de Marte; la natural, de Júpiter; y toda virtud pasiva y receptiva 
depende de Saturno. La voluntad, como Pr imum mobile, que 
gobierna a voluntad todos estos poderes, y ella misma junto con la 
razón, se inclina siempre hacia el bien; esa razón la aclara en su 
camino como lo hace la luz para con el ojo. No la hace, sin 
embargo, actuar, sino que permanece dueña de su acción; de allí 
pro-viene que se diga libre albedrío, y aunque naturalmente tienda 
siempre al bien que le conviene, no obstante algunas veces, 
enceguecida por el error e impulsada por la fuerza animal, escoge 
el mal creyendo que es el bien; por ello se define al libre albedrío 
como una facultad del entendimiento y la voluntad por la que se 
escoge el bien, con la ayuda de la Gracia, y el mal, cuando se está 
privado de aquélla. Por tanto, esa misma Gracia, que los teólogos 
llaman también caridad o amor infuso, está en la voluntad como 
Primum mobile, y en su ausencia toda la armonía del alma cae en 
la discordia.

Además, el alma tiene correspondencia con la tierra mediante 
el juicio, con el agua mediante la imaginación, con el aire 
mediante la razón, con el cielo mediante el entendimiento, y el 
alma entra en armonía con ellos según estas cosas se hallen 
atemperadas en este cuerpo mortal. Los antiguos sabios conocían, 
pues, que las diversas y armónicas disposiciones de los cuerpos y 
las almas se fundaban en la diversidad de las complexiones 
humanas, y se servían útilmente de cantos musicales tanto para 
conservar y restablecer la salud corporal como para conducir los 
espíritus hacia las buenas costumbres hasta que se ajustaran al 
hombre con la armonía celeste, convirtiéndolo todo en celeste. 
Además, no hay nada más potente que la armonía musical para 
aventar los malos espíritus que, caídos de esa armonía celeste, no 
pueden sufrir concierto verdadero alguno por ser contrarios a ello, 
huyendo muy lejos. Asimismo, David detuvo con su arpa a Saúl 
que estaba poseído por un espíritu maligno. Sobre esta base los 
antiguos profetas y patriarcas que conocieron estos grandes 
misterios armónicos introdujeron en los oficios divinos los cantos 
y la música.

Capitulo XXIX 
OBSERVACION DE LAS COSAS 
CELESTES, NECESARIA EN TODA 
PRACTICA DE LA MAGIA

Toda virtud natural realiza en verdad cosas muy 
maravillosas cuandc está compuesta no sólo por una proporción 
física sino también cuando está animada y acompañada por la 
Observación de las cosas Celestes es-cogidas y adecuadas para 
este efecto (es decir, cuando se hace ver que la virtud de las 
cosas celestes es la más fuerte para el efecto que anhelamos, y 
que también es ayudada por muchas cosas celestes) sometiendo 
total-mente las cosas inferiores a las celestes, como las hembras 
apropiadas para los machos, a fin de ser fecundadas. Es preciso, 
pues, observar en toda operación mágica las situaciones, 
movimientos y aspectos de las estrellas y los planetas en sus 
signos, y en sus grados, y en qué disposición están todas estas 
cosas respecto de la longitud y latitud del clima; puesto que ello 
cambia las cualidades de los ángulos que constituyen los rayos 
de los cuerpos celestes sobre la figura de la cosa, pues según el 
estado de ellos infunden las virtudes celestes.

De manera que todas las veces que se desee realizar lo que 
respecta a un planeta, es necesario ubicarlo en sus dignidades, 
afortunado y potente, y dominante en el día, la hora y la figura 
del cielo; v no sólo se prestará atención al significador de la obra 
potente sino también se observará que la luna esté ajustadamente 
dirigida hacia este significador, pues nada se logrará sin la luna 
favorable. Si se cuenta con muchos patrones de la obra, se 
escogerán todos los fuertes y relacionados respectivamente con 
un aspecto favorable. Si no se puede contar con estas clases de 
aspectos, deberán escogerse al menos los angulares. Se observará 
la Luna cuan-do aspecta a dos, o está en conjunción con uno y 
aspecta a otro, o cuando pasa de la conjunción o aspecto de uno, 
a la conjunción o aspecto de otro. Creo incluso que no debe 
descuidarse Mercurio en toda práctica mágica puesto que es el 
mensajero de los dioses de arriba y de abajo; cuando concurre 
con los buenos, aumenta la bondad, y cuando lo hace con los 
malos, influye sobre su maldad. Decimos que un signo o un 
planeta es infortunado por el aspecto de Saturno o Marte, 
principalmente si está opuesto o en cuadratura; puesto que estos 
aspectos son de enemistad; pero su conjunción y su aspecto trino 
y sextil son de amistad. Entre estos aspectos el más fuerte es la 
conjunción; no obstante si aspectándolo el trino, se descubre 
también al planeta, se lo considera como si estuviese en conjunción. 
Todos los planetas temen la conjunción del Sol y se 
regocijan con su aspecto trino o sextil.

Capítulo XXX 
CUANDO SON MAS FUERTES LAS INFLUENCIAS DE LOS 
PLANETAS

Los Planetas son Potentes cuando están en su casa, exaltación o 
tr plicidad, término o faz, en dirección fuera de la combustión, en 
aumente y en figura del cielo con dominación; es decir, cuando están 
en los ár gulos, principalmente del Oriente, o de la décima casa, o en 
las playa que suceden pronto, o en sus júbilos. Es preciso cuidarse 
que no estén e los confines, o bajo la dominación de Saturno o 
Marte, ni en grados ti nebrosos, pozos o vacíos. Habrá que cuidarse 
que los ángulos del asee' dente de la décima y séptima casas sean 
felices, y el amo del ascendente el lugar del Sol, el lugar de la Luna, 
el lugar de la parte de fortuna, s dominante, y el amo de la 
conjunción, o de la prevención precedente sea también felices; habrá 
que dejar caer los planetas maléficos como infortt nados, a menos 
que por azar no sean significadores de la obra propuesta o no sirvan 
de manera alguna; tampoco debe dejárselos caer si tuviera la 
dominación en la revolución del operador, o en su nacimiento. La 
Lun dominará si está en su casa, exaltación, triplicidad o aspecto y 
grado cor veniente para la experiencia que se desea; y si está en una 
de las veint ocho moradas que conviene a ella y a la obra; no debe 
estar en vía con busta ni lenta en su curso; no debe estar en la 
eclíptica ni combusta po el Sol, a menos que no se halle por azar en 
la conjunción con el Sol; n debe descender en latitud meridional 
cuando sale de la combustión; n estar impedida por Marte o Saturno.

No considero necesario discurri más sobre estas cuestiones, puesto 
que se hallan enfocadas suficientemente con muchas otras 
necesarias, en los libros de los astrólogos.

Capítulo XXXI 
OBSERVACION DE LAS ESTRELLAS FIJAS Y SU NATURALEZA

En todas las cosas debe tenerse igual precaución respecto de las 
Es trellas fijas que de los planetas. Debe saberse que todas las 
estrella fijas tienen el significado y la naturaleza de los siete 
planetas; alguna pertenecen a la naturaleza de un planeta y otras de 
dos. Por ello cuanta veces un planeta se halle junto a una de las 
estrellas fijas de su naturaleza el significado de esa estrella se 
tornará más fuerte, y la naturaleza del plane ta más potente; mas si la 
estrella es de dos naturalezas, el planeta más fuera junto con la 
estrella superará en significado su naturaleza; por ejemplo si la 
estrella es de la naturaleza de Marte y Venus, y Marte está junto 
ella, la naturaleza de Marte será más potente en significado; si 
Venus está junto a ella, la naturaleza de Venus será superior. 
Las naturalezas de las estrellas fijas se distinguen por sus 
colores, así como concuerdan con ciertos planetas y les son 
asignados.

He aquí los colores de los planetas: Saturno es lívido o color 
plomo, con tendencia al blanco; el color de Júpiter es amarillo 
limón con matices pálidos y claros; Marte es rojo y color fuego; el 
Sol es color azafrán, ardiente a la salida, y luego radiante; Venus 
es blanco, pero a su salida blanco brillante, y a su puesta, 
resplandeciente; Mercurio es radiante, y la Luna rubia. 
Debe también señalarse que cuando más grandes y luminosas 
son y parecen las estrellas fijas, su significado es más grande y 
fuerte; lo mismo ocurre con las estrellas que, según los astrólogos, 
son de primera y segunda dimensión. Enumeraré aquí algunas de 
las más importantes por esa facultad de significado. El ombligo de 
Andrómeda, en el grado 229 de Aries, de la naturaleza de Venus y 
Mercurio; unos la llaman Jovial, otros Saturnal. La cabeza de 
Algol en el grado 18° de Tauro, de la naturaleza de Saturno y 
Júpiter. Las Pléyadas en el grado 22° del mismo signo, constelación 
de la naturaleza de la Luna, y de la complexión de Marte. 
Aldebarán, en el grado 39 de Géminis, de la naturaleza de Marte, y 
de la complexión de Venus; Hermes la ubica en el grado 259 de 
Aries.

En el grado 39 de Géminis está también la Cabra, de la 
naturaleza de Júpiter y Saturno. En el grado 79 de Cáncer está la 
gran Canícula, de la naturaleza de Mercurio, y de la complexión de 
Marte. En el grado 219 de Leo, la estrella Real, que se llama 
corazón de León, de la naturaleza de Júpiter y Marte. En el grado 
199 de Virgo, la cola de la Gran Osa, de la naturaleza de Venus y 
la Luna. En el grado 7 
9 de Libra, el ala derecha del Cuervo; y en el 
grado 139 de Libra, el ala izquierda; los dos son de la naturaleza de 
Saturno y Marte. En el grado 169 de Libra, la Espiga, de la 
naturaleza de Venus y Mercurio. En el grado 179 de Libra, 
Alcameth, de la naturaleza de Marte y Júpiter; está en buen aspecto 
con Júpiter y en mal aspecto con Marte. En el grado 49 de 
Escorpio, Elepheia, de la naturaleza de Venus y Marte. En el grado 
39 de Sagitario, el corazón del Escorpión, de la naturaleza de 
Marte y Júpiter. En el grado 7 
9 de Capricornio, el Buitre que cae, 
de la naturaleza de Mercurio y Venus. En el grado 169 de Acuario, 
la cola de Capricornio, de la naturaleza de Saturno y Mercurio. En 
el grado 39 de Piscis, el lomo del Caballo de la naturaleza de 
Júpiter .y Marte.

Tendráse por norma general esperar dones especiales 
de cada estrella dominante; cuando es infortunada estará 
impedida, y de manera opuesta, como se señaló antes. En la 
proporción en que los cuerpos celestes están bien o mal dispuestos, 
nos tocan y disponen bien o mal, tanto a nosotros como a nuestras 
experiencias y cosas de las que nos servimos; y aunque las 
estrellas fijas crean muchos efectos, sin embargo, estos son 
atribuidos a los planetas, tanto porque están más cerca de nosotros 
y son más distintos y conocidos como porque los planetas ponen 
en ejecución todas las influencias de las estrellas superiores.

EL SOL , LA LUNA, Y SUS RAZONES MAGICA S

El Sol y la Luna administran los cielos y todos los cuerpos que 
estar debajo del cielo. El sol gobierna todas las fuerzas elementales, 
y la luna por la virtud del sol, gobierna la generación, el crecimiento 
y el decreci miento; por ello Albumasar dice que todas las cosas 
viven por el sol y la luna; y Orfeo los llama, por eso, los ojos 
vivificantes del cielo.

El Sol da luz a todas las cosas con sus propias reservas, y 
efectúa una copiosa distribución no sólo en el cielo y el aire sino 
también sobre h tierra, y en lo más profundo del abismo. Todo lo 
bueno que tenemos dice Jámblico, proviene del sol, o 
inmediatamente de él solo, o de él mis mo por mediación de otros 
cuerpos celestes. Heráclito lo llama fuente de la luz celeste, y 
muchos platónicos dijeron que el alma del mundo estaba 
principalmente en el sol, ya que aquélla llena todo el globo del sol, 
expande sus rayos por todos lados, como un espíritu que ella envía a 
todas la: cosas, distribuyendo la vida, el sentimiento y el 
movimiento en el universo Por ello, los antiguos naturalistas 
llamaron al sol el corazón del cielo; y los caldeos lo ubicaron en 
medio de los planetas. Los egipcios también lo ubicaron en medio 
del mundo, como entre los dos quinarios del mundo; es decir, 
pusieron cinco planetas encima del sol, y debajo de éste, a la luna y 
los cuatro elementos. Este mismo sol, entre los otros astros, es ima 
gen y estatua del príncipe supremo, como luz verdadera de uno y 
otra mundo (el terrestre y el celeste), y simulacro perfecto de Dios, 
cuya esen cia nos señala al Padre, al esplendor del Hijo y al calor del 
Espíritt Santo: y esto de tal suerte que los académicos no cuentan 
con nada mejor para poder demostrar más vívidamente la esencia 
divina.

El sol respondí a Dios con tanta armonía que Platón lo llama 
Hijo de Dios visible; } Jámblico, imagen de la inteligencia divina; y 
nuestro Dionisio dice que es la estatua transparente de Dios. Este 
mismo sol preside como un rey en medio de los demás planetas, 
superándolos a todos en luz, tamaño 
belleza; iluminándolos a todos, distribuyéndoles la fuerza para 
dispone' todas las cosas inferiores; regulando sus cursos, de manera 
que sus movi mientos se cumplan de día o de noche, hacia Mediodía 
o Septentrión, hacia Oriente u Occidente, directos o retrógrados. Y 
así como el sol disipa con su luz las tinieblas de la noche, de igual 
modo disipa a todos los poderes de las tinieblas, como leemos en 
Job: tan pronto aparezca la aurora, disi pará las sombras de la 
muerte; y el Salmista, al hablar de los leoñcillos que piden permiso a 
Dios para devorar, concluye: "Salió el sol, se unieror en manada y 
encerraron en sus cubiles y, al escapar, el hombre saldrá para 
dirigirse a su labor.". Al dominar, pues, el sol la región media del 
mundo y ser como el corazón del universo entre todas las cosas 
anima• das, de igual manera preside en el cielo y el mundo, 
dominando el imperic sobre el universo mismo y las cosas 
contenidas en él, gobernando y regu 
lando el tiempo, creando los días y los años, el frío y el calor, y las 
demás cualidades de las estaciones; y como dice Ptolomeo, al 
llegar al sitio de una estrella, imprime movimiento a la fuerza que 
aquella tiene en el aire: por ejemplo, con Marte prodiga calor; con 
Saturno, frío, y gobierna el espíritu y el valor del hombre. Por ello 
Homero dice, y lo confirma Aristóteles, que los movimientos del 
espíritu del hombre son tales que el sol, rey y morador de los 
planetas, los imprime cada día.

La Luna, más próxima a la tierra, recibe todas las influencias 
celes-tes; por medio de la velocidad de su curso, se une cada mes 
al sol y a los demás planetas y estrellas, oficiando de mujer para 
con todas las estrellas; es la más fecunda, recibiendo en sí una 
especie de feto, que son los rayos y las influencias del sol y de 
todos los demás planetas y estrellas, dándolos a luz como mediante 
un parto en el mundo inferior vecino; todas las estrellas se 
extienden sobre ella, como receptora última, que al punto 
comunica el influjo de todos los elementos superiores a los 
inferiores, volcándolos sobre la tierra. Su poder sobre las cosas 
inferiores es el más manifiesto de todos, y su movimiento es el 
más sensible, a causa de la familiaridad y vecindad que tiene con 
nosotros, y porque se comunica con todas estas cosas, como 
ubicada en medio de los cuerpos superiores e inferiores. Por ello 
debe considerarse su movimiento por encima de todos los demás, 
ya que es el que ejecuta casi todos los conciertos que ella mantiene, 
de modo diverso, con las cosas de aquí abajo, según su 
propia complexión, movimiento, situación y aspectos diferentes 
respecto de los planetas y todos los demás astros. Y aunque recibe 
las fuerzas de todas las estrellas, no obstante en mayor abundancia 
las recibe del sol, cuando está en conjunción con éste; el sol la 
llena de fuerza vivificante y ella recibe de él su complexión en 
proporción a su mirada.

En su primer cuarto, según los 
peripatéticos, es caliente y húmeda; en el segundo, caliente v seca; 
en el tercero, fría y seca; y en el cuarto, fría y húmeda. Y aunque 
sea el más bajo de todos los astros, no obstante desarrolla todas las 
producciones de los astros superiores, puesto que el orden de las 
cosas comienza por ella en las cosas celestes, lo que Platón llama 
cadena áurea, por medio de la cual cada cosa o cada causa, al estar 
encadenada con otra, depende de una superior hasta que llega a la 
primera y soberana causa de todas las cosas de donde depende 
todo. De allí surge que de ningún modo podemos extraer la fuerza 
de las cosas superiores a no ser por medio de la luna. Por ello 
Thebit dice que, para disponer de la fuerza de una estrella, debe 
contarse con la piedra y la hierba de esa estrella, cuando la luna 
está felizmente sometida a esa misma estrella, o la mira 
favorablemente.

Capítulo XXXIV 
EL VERDADERO MOVIMIENTO DE LOS CUERPOS 
CELESTES; LA OCTAVA 'ESFERA; LA NATURALEZA 
DE LAS HORAS PLANETARIAS

Quienes deseen realizar sus operaciones según la oportunidad 
del cielo deben observar dos cosas, o de ambas, una, a saber: los 
Movimientos de las estrellas, o los Tiempos. Me refiero a los 
movimientos cuando están en sus elevaciones, o en sus descensos, 
esenciales o accidentales; me refiero a los tiempos, los días y las 
horas distribuidos en sus dominaciones.

Los astrólogos hablaron con bastante amplitud sobre todas 
estas cosas en sus libros, donde podrá recurrirse en procura de 
instrucción. Debemos pensar aquí principalmente en dos cosas. La 
primera: observar los movimientos de las estrellas, sus 
ascendentes, sus ángulos, en qué estado se hallan verdaderamente 
en la • octava esfera; muchos descuidan de hacer esto y cometen 
muchos errores al levantar las figuras de los cuerpos celes-tes y 
por ello se ven privados del fruto que esperan. 
Lo otro que debe observarse son los tiempos, buscando las 
horas de los planetas. Casi todos los astrólogos dividen todo el 
intervalo del tiempo desde la salida del sol hasta su puesta en doce 
partes iguales, y las llaman las doce horas del día, y luego, el 
tiempo que sigue desde la puesta del sol hasta él orto, dividido de 
modo parecido en doce partes iguales que llaman las doce horas de 
la noche; luego dividen cada una de estas horas en cada uno de los 
planetas, según su orden de sucesión, dando siempre la primera 
hora del día al Señor de este día, seguido por cada uno de los 
planetas según su 'orden hasta el fin de las veinticuatro horas. Los 
magos reciben esa división de los astrólogos; pero hay algunos que 
no están de acuerdo en cuanto a la división de las horas y dicen 
que el intervalo desde el orto hasta el ocaso del sol no se debe 
dividir en partes iguales y que estas horas no se llamaron iguales 
porque las del día sean desiguales respecto de las de la noche, sino 
porque las del día y la noche, cada una en particular, son también 
desiguales entre sí. En consecuencia, la división de estas horas 
desiguales de los planetas tiene otro fundamento de medida y 
división sobre el que se basan los magos, a saber, así como en las 
horas del día artificial que son siempre iguales entre sí, las 
ascensiones de quin-ce grados en el equinoccio constituyen una 
hora artificial; asimismo, en las horas planetarias, las ascensiones 
de quince grados de la eclíptica constituyen una hora planetaria o 
desigual, de la que debe buscarse y hallarse la medida en las tablas 
de ascensiones oblicuas de cada región.

Capítulo XXXV 
COMO TODAS LAS COSAS ARTIFICIALES (IMAGENES, SELLOS Y 
DEMAS) RECIBEN VIRTUDES DE LOS CUERPOS CELESTES

La dimensión de los Cuerpos Celestes, su virtud y poder son 
tales que no sólo las cosas naturales sino también las Artificiales, 
cuando son expuestas regularmente a las superiores, reciben de 
inmediato las impresiones del agente potentisimo, y de la vida 
maravillosa que les da una fuerza celeste, y a menudo asombrosa; 
esto lo confirma el divino Tomás de Aquino, santo doctor, en su 
libro del Destino, donde dice que las mismas vestimentas, los 
edificios y todas las obras de arte reciben ciertas cualidades de los 
astros. Es así como los magos aseguran que no sólo mediante la 
mezcla y aplicación de las cosas naturales sino también mediante 
las ~imágenelos sellos, los anillos, los espejos y otros instrumentos 
fabrica-dos bajo ciertas constelaciones precisas, se pueden recibir 
cierta ilustración y algo admirable de lo alto. Los rayos de los 
astros, animados, vivos, sensibles, portadores de dones y cualidades 
maravillosos, y cíe un fortísimo poder, al instante y al menor 
contacto imprimen sobre las imágenes fuer-zas milagrosas en una 
materia que dista de estar bien preparada. No obstante acuerdan 
virtudes más eficaces a las irnógenes confeccionadas no con 
materia común sino escogida, cuya virtud natural contribuye a la 
obra con la virtud específica, siendo la figura de la imagen 
semejante a la figura celeste. Tal imagen, tanto a causa de su 
materia naturalmente conveniente para la obra y el influjo celeste 
como a causa de su figura semejante a la figura celeste, y muy 
preparada para recibir las acciones y virtudes de los cuerpos y 
figuras celestes, tal imagen, digo, se convierte de repente en capaz 
de realizar funciones celestes; entonces actúa perpetua-mente sobre 
otro sujeto, y las demás cosas se inclinan hacia ella por obediencia. 
Por ello, Ptolomeo en su Centiloquio dice que las cosas inferiores 
obedecen a las celestes, y no sólo a ellas sino también a sus 
imágenes, como los escorpiones de la tierra a los escorpiones 
celestes, que también obedecen a la imagen del escorpión, si fue 
creada en tiempo apropiado bajo su ascendente y dominación.

Capítulo XXXVI 
LAS IMAGENES DEL ZODIACO Y SUS 
VIRTUDES GRABADAS POR LAS 
ESTRELLAS

En el cielo hay muchas Imágenes Celestes sobre cuya 
semejanza se representan estas clases de imágenes ; hay algunas 
visibles, con cuerpos ; las hay imaginables, que observaran los 
egipcios, caldeos y egipcios, y sus partes se hallan en tal estado 
que ciertas figuras se distinguen de otras. De esa manera 
introducen en el círculo del Zodíaco doce imágenes generales, 
según el número de signos. 
Dice pues que las imágenes de Aries, Leo y Sagitario, que 
constituyen la triplicidad ígnea y oriental, son buenas contra fiebre, 
hidropesía, gota y contra todas las enfermedades provocadas por 
los humores fríos y flemáticos; que a quien las lleva lo torna 
agradable, elocuente, ingenioso y honorable porque estas son las 
casas de Marte, del Sol y de Júpiter. De modo parecido, 
confeccionaban la imagen de Leo contra los sueños y visiones 
melancólicas, contra la hidropesía, la peste, las fiebres, y para 
curar las enfermedades, en la hora del Sol, en el primer grado 
ascendente de la faz de Leo, la cual junto con el decanato 
pertenecen a Júpiter; pero confeccionaban esa misma imagen 
cuando el Sol estaba en medio del cielo en el corazón de Leo, 
contra el mal de piedra y de los riñones, y contra los perjuicios de 
las bestias.

Además, Géminis, Libra y Acuario, por ser la triplicidad 
aérea y occidental, y domicilio de Mercurio, Venus y Saturno, se 
juzga que disipan las enfermedades melancólicas, sirven para 
establecer amistad y concordia, son buenas contra la melancolía y 
contribuyen a la salud; y se dice principalmente que Acuario cura 
la fiebre cuartana. 
Asimismo, Cáncer, Escorpio y Piscis, por ser la triplicidad 
acuática y septentrional, tienen virtud contra las fiebres calientes y 
secas, de modo similar contra la fiebre consuntiva y todas las 
dolencias coléricas. Pero Escorpio, por contemplar, entre las partes 
del cuerpo humano, las genitales, incita a la lujuria; a este efecto 
confeccionaban su figura en el ascendente de su tercera faz que es 
para Venus; y preparaban esa misma imagen para utilizarla contra 
serpientes, escorpiones, venenos y demonios, en el ascendente de 
su segunda faz, que es la del Sol y decanato de Júpiter; y se dice 
que da buen color. También se dice que la imagen de Cáncer es 
muy eficaz contra serpientes y venenos, cuando el Sol y la Luna 
están en conjunción en este signo, y se hallan en su ascendente en 
la primera o tercera faz; pues ésta es la faz de Venus, el decanato 
de la Luna; y aquélla la faz de la Luna, el decanato de Júpiter. 
También se afirma que las serpientes se enroscan cuando el Sol 
está en Cáncer.

En fin, Tauro, Virgo y Capricornio, por ser la triplicidad 
terrestre y meridional, curan las enfermedades calientes; son 
buenos contra la fie- 
bre sínoca; a quienes los llevan los tornan agradables, 
bienvenidos, elocuentes, devotos y religiosos, mientras estén en 
las casas de Venus, Mercurio y Saturno. También se dice que 
Capricornio preserva a los hombres contra todo accidente, y 
asegura los lugares, pues es la exaltación de Marte.

Capítulo XXXVII 
LAS IMAGENES DE LAS FACES, SUS VIRTUDES, 
Y LAS IMAGENES QUE ESTAN FUERA DEL ZODIACO

Además, en el Zodíaco hay treinta y seis Imágenes, igual que 
treinta y seis Faces, de las que, según lo expresa Porfirio, Teucro 
de Babilonia, antiquísimo matemático, compuso un Tratado, 
escribiendo también, después de él, los árabes. Se dice pues que 
en la primera faz de Aries aparece el simulacro de un hombre 
negro, de pie, vestido y ceñido de blanco, de cuerpo grande, ojos 
rojizos, muy robusto y que parece encolerizado; esa imagen 
significa y crea audacia, bravura, hombre altivo y desvergonzado. 
En la segunda faz aparece una forma de mujer revestida con 
un manto, rojo por arriba y blanco por debajo, con un pie 
adelantado; esa imagen crea nobleza, elevación de un reino y 
grandeza de dominio. 
En la tercera faz se aparece la figura de un hombre blanco, 
pálido, de cabellos rojizos, vestido de rojo, llevando en una mano 
un brazalete de oro, sosteniendo un bastón de madera; está 
inquieto, parece encolerizado, porque no puede hacer el bien que 
desea; esa imagen da genio, humanidad, alegría y belleza. 
En la primera faz de Tauro aparece un hombre totalmente 
desnudo, labriego; da buenas siembras, faenas y edificios; ayuda a 
poblar, divide las tierras, y acuerda ciencias geométricas. 
En la segunda faz aparece un hombre totalmente desnudo, 
tiene una llave en la mano; da poder, nobleza y autoridad sobre 
los pueblos.

En la tercera faz aparece un hombre con una serpiente y una 
flecha en la mano; es la imagen de la necesidad y la utilidad, y 
también de la miseria y la servidumbre. 
En la primera faz de Géminis aparece un hombre, con una 
vara en la mano, que parece servir a otro; da sabiduría, ciencia de 
los números, y artes que no son útiles. 
En la segunda faz aparece un hombre con una flauta en la 
mano, y otro inclinado, un sepulturero que cava la tierra; estas dos 
figuras significan versatilidad infame y deshonesta, como la de 
los bufones, y significan trabajos y búsqueda con pena. 
En la tercera faz aparece un hombre que busca sus armas, y 
un loco con un ave en su diestra, y en su siniestra una flauta; estas 
dos imágenes significan olvido, indignación, audacia, juegos y 
burlas, y palabras vanas. 
En la primera faz de Cáncer aparece una niña, cubierta con 
bellos vestidos, con una corona sobre la cabeza; da sutileza de los 
sentidos, y de genio, y amor de los hombres. 
En la segunda aparece un hombre vestido con ropas 
decorosas, o un hombre y una mujer sentados a una mesa, 
jugando; dan riquezas, alegría, júbilo y amor de las mujeres. 
En la tercera faz aparece un cazador, con pica y cuerno de 
caza, llevando sus perros a cazar; esa figura significa contrariedad 
para los hombres, persecución para los fugitivos, y apoderamiento 
de cosas median-te armas y riñas.

En la primera faz de Leo aparece un hombre montado sobre 
un león; significa audacia, violencia, crueldad, maleficio, 
concupiscencia y trabajo arduo. 
En la segunda faz aparece una figura con las manos en alto, 
y un hombre coronado, y una forma masculina encolerizada y 
rebosante de amenazas, la espada desnuda en su diestra, y un 
escudo en la siniestra; estas imágenes significan riñas ocultas, 
victorias desconocidas y ganadas por hombres de baja condición, 
y ocasiones de litigios y combates. 
En la tercera faz aparece un joven que sostiene en su mano 
un látigo o disciplina, y un hombre muy triste, de feo rostro; estas 
dos figuras significan amor, sociedad y renunciamiento propio 
para evitar disputas y réplicas. 
En la primera faz de Virgo aparece la figura de una buena 
muchacha y de un hombre que arroja semillas; significa 
acumulación de riquezas, acopiamiento, labor rural, siembra y 
población.

En la segunda faz aparece un hombre negro vestido con 
cuero, y un hombre melenudo con dos bolsas; significan lucro, 
acumulación de riquezas y avaricia. 
En la tercera faz aparecen un mujer blanca y sorda, o un 
anciano apoyado en un bastón; significan debilidad y enfermedad, 
deterioro de miembros, destrucción de árboles y despoblamiento 
de países. 
En la primera faz de Libra aparece la forma de un hombre 
encoleriza-do, con una flauta en su mano, y la forma de un 
hombre que lee un libro; propende a la justicia y al auxilio de los 
desdichados y débiles contra los malvados y poderosos. 
En la segunda faz aparecen dos hombres malvados y 
enojados, y un hombre recubierto de ornamentos, sentado sobre 
un trono; significan in-dignación contra los malvados, y la vida 
segura y descansada con bienes en abundancia. 
En la tercera faz aparece un hombre violento con una arco, y 
ante él un hombre totalmente desnudo, e incluso otro hombre con 
un pan en una mano y un vaso de vino en la otra; significan 
concupiscencia detestable, canciones, chanzas y glotonería.

En la primera faz de Escorpio aparecen una mujer de buena 
apariencia, bien vestida, y dos hombres que pelean; se relaciona 
con el decoro, la belleza, las disputas, las emboscadas, los 
engaños, la maledicencia, las sus-tracciones y las pérdidas. 
En la segunda faz aparecen un hombre y una mujer 
totalmente des-nudos, y un hombre sentado en tierra, y ante éste 
dos perros que se muerden mutuamente; significan desvergüenza, 
engaño, hipocresía, celos, maledicencia, desdichas y disputas 
entre hombres. 
En la tercera faz aparecen un hombre inclinado sobre sus 
rodillas, y una mujer que lo golpea con un bastón; significa 
ebriedad, fornicaciones, iras, violencias y litigios. 
En la primera faz de Sagitario aparece la forma de un 
hombre con coraza y una espada desnuda en su mano; se relaciona 
con el valor, la audacia y la libertad. 
En la segunda faz aparece una mujer que llora y está cubierta 
con una sábana; significa tristeza y temor por el propio cuerpo. 
En la tercera faz aparece un hombre de color semejante al 
oro, o un hombre ocioso que juguetea con su bastón; representa a 
los voluntariosos y tercos, la prontitud para el mal, las disputas y 
cosas terribles. 
En la primera faz de Capricornio aparece la forma de una 
mujer, y un hombre negro con bolsas llenas; representan a las 
personas derrochonas y amantes del placer y el lujo, y la pérdida 
con debilidad y bajeza.

En la segunda, faz aparecen dos mujeres y un hombre que 
miran cómo un pájaro vuela por el aire; significan pedidos que no 
se pueden formular e indagaciones que no se pueden saber. 
En la tercera faz aparece una mujer casta de cuerpo y sabia 
en sus acciones, y un cambista o financista que amontona sumas 
de dinero sobre su mesa; significan gobierno prudente, deseo de 
bienes y avaricia. 
En la primera faz de Acuario aparecen una forma de hombre 
prudente y la imagen de una mujer que hila; significan cuidado, 
trabajo para ganar, pobreza y bajeza. 
En la segunda faz aparece un hombre de luenga barba; 
significa entendimiento, humanidad, modestia, libertad y buena 
vida. 
En la tercera faz aparece un hombre negro y encolerizado; 
significa declaración o denuncia, insolencia y desvergüenza. 
En la primera faz de Piscis aparece un hombre bien vestido, 
con.dos cargas sobre la espalda; significa viajes, cambios de 
lugar e inquietud por ganancias y medios de vida. 
En la segunda faz aparece una mujer de bello rostro y bien 
parecida; significa formulación de pedidos e intromisión en cosas 
grandes y eleva-das. 
En la tercera faz aparece un hombre totalmente desnudo, o 
un joven, y detrás de él una bella muchacha coronada de flores; 
significa descanso, ocio, placer, fornicación y abrazos femeninos. 
Esto es lo que yo debía decir sobre las imágenes de las faces, 
de las 
que en el Zodíaco hay además trescientos sesenta, según el 
número de grados. Pierre d'Eban describió las figuras de estas 
imágenes.

Fuera del Zodíaco hay también figuras generales, descriptas 
por Higinio y Arato, y muchas otras figuras particulares según la 
cantidad de faces y grados del Zodíaco. Esto sería, sin embargo, 
muy largo de contar si debiésemos hablar de todo. No obstante, 
las principales son: Pegaso, que tiene la fuerza para curar las 
dolencias de los caballos y que preserva a los caballeros en la 
guerra; seguida, después, por Andrómeda, que conserva el amor 
entre el hombre y su mujer, al punto que se dice que concilia los 
adulterios; Casiopea, que restablece los cuerpos débiles y 
fortalece los miembros; Serpentario, que anula los venenos y 
ponzoñas, cura las pica-duras y las mordeduras de bestias 
venenosas; Hércules, que da la victoria en la guerra; Dragón y las 
dos Osas, que tornan al hombre astuto, ingenioso, valiente, ávido 
de complacer a los dioses y a los hombres; Midra, que acuerda 
sabiduría, riquezas, y resistencia a los venenos; Centauro, que 
propende a la salud y una larga vejez; Altar, que propende a la 
castidad y la gracia de los dioses; la Ballena, que hace amar, da 
prudencia, fortuna en mar y tierra, y hace recuperar a quien está 
perdido; el Navío, que confiere seguridad en las aguas; la Liebre, 
que actúa contra los engaños y la locura; el Can, que cura la 
hidropesía, impide la pérdida y preserva contra las bestias feroces; 
Orión, que confiere la victoria; el Aguila, que eleva a nuevas 
dignidades y conserva las viejas; el Cisne, que cura la parálisis y 
la fiebre cuartana; Perseo, que libra de envidiosos y malvados, y 
preserva del rayo y la tempestad; y el Ciervo, que cura a los 
frenéticos y maníacos. Esto es suficiente respecto de lo hablado 
hasta aquí.

Capítulo L 
LAS OBSERVACIONES CELESTES 
Y CIERTAS IMAGENES DE LA MISMA INDOLE

Me referiré ahora a los Cuerpos Celestes, necesarios para la 
práctica de algunas imágenes de esa índole. Para dar felicidad a 
alguien, confeccionamos una imagen a la que adicionamos cosas 
afortunadas; p.e.: el significador de su vida, los dadores de su vida, 
los signos y los planetas; además, su ascendente feliz, el medio 
cielo y sus dominantes; el sitio del Sol y el de la Luna, la parte de 
la fortuna, y el dominante de la conjunción o prevención hecha 
antes de su nacimiento, rebajando los planetas malignos. Si 
querernos componer una imagen de desolación, haremos lo contrario 
y, en lugar de cosas venturosas, pondremos otras 
desdichadas, elevando a las estrellas maléficas. Se hará lo mismo 
para que un sitio, una provincia, una ciudad o una casa se tornen 
felices. De modo parecido, para destrucción o perjuicio de algo de 
lo antedicho, se confeccionará una imagen bajo el ascendente de la 
cosa que se quiere destruir o dañar, tornándose desdichado el 
dominante de la casa de su vida, el Señor del ascendente, y la 
Luna, el Señor de la casa de la Luna, y el dominante de la casa del 
Señor ascendente, y la décima casa de su dominante.

Para la adaptación de un lugar, se pondrán las fortunas en su 
ascendente, y en la primera y décima casa, y en la segunda y 
octava, se tornará dichoso al Señor del ascendente, y al Señor de la 
casa de la Luna. Para hacer huir de ciertos lugares a determinados 
animales para que no los habiten, ni se detengan allí, se 
confeccionará la imagen bajo el ascendente de ese animal que se 
desee hacer huir, que será a su semejanza; así, si se desea hacer 
huir a los escorpiones de un sitio, se confeccionará una ima-,en de 
un escorpión en el tiempo que el signo de Escorpio está en su 
ascendente con la Luna, y se tornará desdichado al ascendente de 
su dominante, y al dominante de la casa de Marte; y se hará 
desdichado al dominante del ascendente en la octava casa, y los 
que se observan en un aspecto maligno opuesto, o en cuadratura; y 
es menester escribir sobre la imagen el nombre del ascendente, y 
de su dominante, y el nombre de la Luna, y el nombre del 
dominante del día, y el nombre del dominante de la hora; y se 
cavará un pozo en medio del sitio de donde se quiere alejar a los 
escorpiones, echar en el pozo la tierra de los cuatro ángulos del 
mismo sitio, enterrando allí mismo la imagen cabeza abajo, 
diciendo: he aquí la sepultura de los escorpiones para impedir que 
vengan a este lugar. Así se procederá respecto de experiencia 
similares.

Para generar ganancias hay que confeccionar una imagen 
bajo el ascendente de la natividad del hombre, o bajo la ascensión 
de su lugar, hacer felices al ascendente y su dominante, y hacer 
unir al dominante de la segunda casa, que es la casa de sustancia, 
con el dominante del ascendente en trino, o sextil, y que entre ellos 
haya recepción; se tornará feliz 
a la undécima casa y su dominante, y la octava; y si se puede, se 
pondrá la parte de la fortuna en el ascendente, o en la segunda 
casa; se enterrará la imagen en este lugar, o que la lleve consigo 
aquél a quien deseamos beneficiar. 
De modo parecido, para la concordia y el amor, se 
confeccionará una imagen de Júpiter bajo el ascendente del 
nacimiento de aquél quien queremos hacer amar; se harán felices 
el ascendente, y la décima casa, se desviarán las malas estrellas 
indeseables del ascendente, y se tomará al Señor de la décima y 
undécima casas, planetas de la fortuna, juntos con el Señor del 
ascendente en trino, o sextil con recepción. En seguida se confeccionará 
otra imagen, para aquél a quien se desea enamorar; se 
tendrá en cuenta si es amigo o camarada de quien se desea que sea 
amado, y de ser así, se confeccionará la imagen bajo la ascensión 
de la undécima casa desde el ascendente de la primera imagen. Si 
se trata de esposa o marido, se confeccionará la imagen bajo la 
ascensión de la séptima casa; si se trata de un hermano, hermana, o 
pariente, se confeccionará la imagen bajó la ascensión de la tercera 
casa, y de igual manera con otras operaciones semejantes; y se 
unirá el significador del ascendente de la décima casa con el 
significador del ascendente de la primera, existiendo entre ellos 
recepción; todas las otras cosas serán felices como en la primera 
imagen; únase luego ambas imágenes una con otra en abrazo, o 
póngase el rostro de la segunda imagen en la espalda de la primera, 
se las envolverá en lienzo, y se las llevará en seguida o se las 
enterrará.

Para obtener lo que se pide y lograr lo que se niega, o lo que 
otro recibió o posee, se confeccionará una imagen bajo el 
ascendente de quien pide la cosa; se unirá al Señor de la segunda 
casa con el Señor del ascendente por el trino o sextil; habrá entre 
ambos recepción y, si es posible, el Señor de la segunda casa estará 
en signos obedientes y el Señor del ascéndente en signos 
comandantes; se tendrá cuidado de que el Señor del ascendente no 
sea retrógrado, combusto, cadente, o en casa de oposición, es 
decir, en la séptima, contando desde su domicilio; no debe estar 
impedido por signos maléficos; debe ser fuerte, y estar en ángulo; 
se tornará feliz al ascendente al igual que el dominante de la 
segunda casa y de la Luna. Se confeccionará otra imagen para 
aquel a quien se pide; se comenzará a prepararla bajo el ascendente 
que le concierne; si es un rey o un príncipe, se empezará bajo el 
ascendente de la décima casa contando desde el ascendente de la 
primera imagen; si es un padre, bajo la cuarta; si es un hijo, bajo la 
quinta, y así en lo sucesivo; se pondrá el significador de la segunda 
imagen, junto con el Señor del ascendente de la primera imagen en 
trino o sextil, de modo que reciba, poniendo todos los poderosos y 
afortunados sin impedimentos; se harán caer de allí todas las 
estrellas maléficas; se tornarán felices la décima y cuarta casas, en 
lo posible, o algo de ellas; y cuando la segunda imagen sea 
perfecta, se la unirá a la primera, cara a cara, y se la envolverá en 
un lienzo limpio en medio de la casa de quien pide la cosa, bajo un 
significador feliz de una fortuna potente; el rostro de la primera 
imagen estará vuelto hacia Septentrión, o 
más bien hacia el sitio o morada de aquel a quien se pide; pero si 
aquel a quien se pide se halla en la casa de quien solicita, éste 
llevará las imágenes consigo en todos sus desplazamientos.

También se confecciona una imagen para los sueños; puesta 
bajo la cabeza de quien duerme, le torna eficaces los sueños, en 
cuanto a todo lo que el espíritu haya deliberado antes; la figura de 
esa imagen es de un hombre que duerme en el seno de un ángel, 
que se confeccionará en el ascendente de Leo, cuando el Sol ocupa 
la novena casa de Aries; luego se escribirá sobre el pecho de ese 
hombre el nombre •del efecto deseado y, sobre la cabeza del ángel, 
el nombre de la inteligencia del_ Sol. Esa misma imagen se 
confecciona cuando Virgo está en ascendente; Mercurio en Aries, 
afortunado en la novena casa, o Géminis en ascendente, Mercurio 
afortunado y la novena casa en Acuario; Saturno debe recibirlo en 
buen aspecto; se escribirá encima el nombre del espíritu de 
Mercurio. También se confecciona la imagen bajo el ascendente de 
Libra, con Venus en Géminis en la novena casa, recibido por 
Mercurio, escribiendo encima el ángel de Venus. También se 
confecciona la misma imagen cuando Acuario está en su 
ascendente, y con Saturno en su exaltación, que es en Libra, poseyendo 
felizmente la novena casa; luego se escribe el ángel de 
Saturno sobre esa imagen. Asimismo se la prepara bajo el 
ascendente de Cáncer, con la Luna recibida en Piscis por Júpiter y 
Venus y ubicada felizmente en la novena casa, y se escribirá sobre 
esa imagen el espíritu de la Luna.

También se confeccionan anillos para los sueños, de eficacia 
maravillosa; se trata de los anillos del Sol y de Saturno, y su 
constelación es cuando el Sol o Saturno, en sus exaltaciones, están 
en la novena casa en su ascendente; y cuando la Luna está junto a 
Saturno en la novena casa, y en el signo que fuera la novena casa 
del nacimiento; -y se escribirá sobre los anillos el nombre del 
espíritu del Sol o de Saturno, y se fijará la piedra impresa de su 
imagen, colocándola debajo de una raíz o una planta, según la 
norma que dimos en otra parte. Esto basta respecto de las imágenes, 
pues mediante propia indagación podrá descubrirse muchas cosas 
de esa naturaleza. Debe saberse que estas clases de figuras de nada 
sirven si no están vivificadas de manera que en ellas o en sus 
presencias haya una virtud natural, celeste, heroica, animástica, 
demoníaca o angélica. Pero hoy en día ¿quién podrá dar alma a una 
imagen, o vida a una piedra, metal, madera o cera? ¿Quién podrá 
hacer surgir de las piedras a los hijos de Abraham? En verdad, este 
secreto no corresponde al contraído artesano, que no podrá brindar 
lo que no posee. Nadie lo tiene salvo quien dominó los elementos, 
venció a la naturaleza, ascendió por encima de- los cielos, se elevó 
sobre los ángeles hasta el Arquetipo,-con cuya cooperación pueden 
realizarse todas las cosas, tal como hablaremos de ello en seguida.

Capítulo LIV 
LA SUERTE O EL AZAR, Y EL 
ORIGEN DE LA VIRTUD 
ADIVINATORIA

Todas las Adivinaciones efectuadas por Azar y todas las 
prediccio nes sobre acontecimientos humanos, tienen, además de la 
suerte, una causa sublime oculta o encubierta que, en verdad, no es 
accidental, como defi viera Aristóteles a la fortuna. Debido a que 
en el orden de las causa: (visto que según la doctrina de Platón una 
causa accidental no puede se] la primera y suficiente para el 
efecto) hemos de observar más a lo alto y hallar una causa para la 
suerte que conozca el efecto mismo y que lo tenga en la intención; 
por ello es necesario hacer consistir esa causa, no en una 
naturaleza corporal sino en sustancias inmateriales e incorporales 
que re. gulan verdaderamente la suerte y la disponen para indicar la 
verdad: co. mo, por ejemplo, en las almas de los hombres, o 
espíritus separados, y demonios, o en las inteligencias celestes, o 
en Dios mismo.

Pero para que en el alma del hombre existan 
poderes y virtud suficientes para dirigir estas clases de suertes, 
parecería que el alma del hombre tiene una virtud y semejanza 
divina, y que comprende y es capaz de todas las cosas. Y como lo 
dijéramos en el primer libro, todas las cosas le obedecen naturalmente, 
y necesitan movimiento y eficacia para aquello que el alma 
desea con fuerte anhelo; y todas las virtudes y operaciones de las 
cosas natura-les y artificiales le obedecen cuando el alma se 
transporta en un deseo tremendo.

Todas las suertes de alguna 
especie existentes concurren y fortalecen el deseo del alma en tal 
estado, y adquieren fuerzas predictivas maravillosas, tanto de parte 
del alma como de la disposición propia de los cuerpos celestes en 
la hora en que esta ansia las tiene con más vigor; y esa es la razón 
y el principio de todas las cuestiones de la astrología; pues el alma 
elevada por el tremendo deseo, obtiene por sí la hora y el tiempo 
más convenientes y eficaces en que está ubicada la figura del cielo, 
y entonces el astrólogo puede efectuar su juicio y lograr un 
conocimiento pleno de lo que desea saber y averiguar. Pero debido 
a que las suertes no son a veces conducidas por el espíritu humano 
sino, como lo dijimos, por el ministerio de otros espíritus, y el 
espíritu del intérprete no dispone de la tremenda pasión que 
mencionamos, por ello entre los antiguos existía la costumbre, 
antes de echar suertes, de efectuar un sacrificio para pedir a las 
inteligencias divinas y a los espíritus que condujeran su suerte. No 
es preciso, pues, que la poca predicción derivada de estas clases de 
suertes sea por causa de azar o fortuna sino porque un espíritu tuvo 
la fuerza de poner la fantasía en movimiento, o la mano de quien 
arroja o tira la suerte, ya sea que esa fuerza provenga del alma de 
quien opera a través de una tremenda pasión, o derive de la 
influencia, oportunidad celeste, o divinidad o espíritu de lo alto 
que asiste y brinda el movimiento para la operación, o consistan en 
arrojar los dados o tablillas, encontrándola en 
versículos, como eran otrora las suertes de Homero y Virgilio, por 
medio de las cuales leemos en Ello de Esparta que Adriano quiso 
saber lo que pensaba de él el emperador Trajano, llegándole por 
azar estos versos de Virgilio:

¿Quién es este gran personaje que parece lejano, llevando en 
la mano ramas selectas de un olivo sagrado? Reconozco la 
cabellera y la barba blanca del Rey de los Romanos, que fundó la 
primera ciudad del mundo sobre lindes justos, surgido de un sitio 
pequeño y pobre, y enviado por los dioses para echar los cimientos 
de un gran Imperio.

No sin razón Adriano concibió grandes esperanzas de ser un 
día emperador. Lo mismo ocurría entre los hebreos y entre 
nuestros cristianos, y con el asentimiento de algunos teólogos se 
tiran las suertes con los versículos de los Salmos.

Hay también otras clases de suertes, y estas son las humanas, 
que ca-recen del arte adivinatorio según la opinión de los antiguos, 
y que se observa entre nosotros que son ordenadas por la ley en la 
elección de los magistrados para impedir la envidia. Cicerón 
mencionó estas suertes en sus discursos contra Verres, pero no son 
cuestión que nos concierna. Respecto de las suertes divinas y 
sagradas relativas a los oráculos y la religión hablaremos en el 
libro siguiente. Ahora debemos estar advertidos en el sentido de 
que toda presciencia, adivinación o conjetura que puedan tener las 
suertes, no sucede por ellas mismas sino en virtud de una 
operación más sublime que está unida a ellas.

Capítulo LV 
EL ALMA DEL MUNDO Y LOS CUERPOS CELESTES, 
SEGUN LAS TRADICIONES DE LOS POETAS Y 
FILOSOFOS

El Cielo y los Cuerpos Celestes deben tener un Alma, puesto 
que tienen fuerza e influencia, y operan manifiestamente" sobre los 
cuerpos de este mundo inferior, ya que una operación no puede 
tener por causa un cuerpo simplemente. Todos los más famosos 
poetas y filósofos sostienen, pues, que el mundo tiene un alma, al 
igual que los cuerpos celestes, y que esa alma está verdaderamente 
dotada de entendimiento. Por ello, Marco Manilio, en sus poemas 
sobre la Astronomía, dedicados a Augusto, escribió estos versos:

Esta gran obra que constituye el cuerpo del mundo inmenso, y 
estos miembros de la naturaleza, en diversas formas de aire, fuego, 
tierra y mar, están gobernados por el poder divino de un alma y 
Dios mediante una secreta relación de todas las cosas, conduciendo 
en secreto ese gobierno. 
También dice Lucano: 
Es el mismo Júpiter quien sostiene al mundo en medio 
del aire. Y Boecio dice: 
Tu triplicis mediam naturae cuneta 
moventem Connectis animan, per 
consona membra resolvis. Quae cum 
secta duos motus glomeratur in orbes, In 
semet reditura meat, rnentemque 
profundam Circuit, et simili convertit 
imagine coelum.

Por su parte, Virgilio, conocedor de toda clase de cuestiones 
filosóficas, canta en su libro sexto de la Eneida: 
El Espíritu que es el fundamento y el principio de todas las 
cosas, mantiene secretamente desde el comienzo del mundo y hace 
rodar sobre nuestras cabezas los cielos, la luna, el sol y todas las 
estrellas; y, este espíritu expandido por todos los miembros de este 
gran cuerpo da movimiento a la masa y se comunica con todas sus 
partes. De allí toman su origen todos los animales, todos los 
volátiles y todos estos grandes peces monstruosos que viven bajo las 
aguas cristalinas del océano; están animados por un fuego y una 
fuerza etérea, y obtiene su origen del cielo, siempre que no sean 
impedidos por otros cuerpos de naturalezas contrarias a las de sus 
principios.

Estos versos no quieren decir otra cosa que el mundo tiene un 
espíritu y un alma, y que participa del espíritu divino, y el origen, la 
virtud y el vigor de todas las cosas de este mundo inferior dependen 
del alma misma del mundo universal; esto nos lo aseguran Orfeo, 
Trismegisto, Aristóteles, Teofrastro, Avicena, Algazeles, y todos los 
platónicos con los pitagóricos lo declaran y confirman.

Capítulo LVI 
CONFIRMACION DE LO ANTERIOR MEDIANTE LA FUERZA DE 
LA RAZON

El mundo, los cielos, las estrellas y los elementos tienen un 
Alma con la que causan otra alma en los cuerpos inferiores y en los 
mixtos de este mundo. También tienen, como lo dijimos en el primer 
libro, un espíritu presente en el cuerpo mediante el alma, puesto que, 
así como el cuerpo del mundo, en su totalidad, es un cuerpo 
determinado en su especie, cuyas partes son los cuerpos de todas las 
cosas animadas, y como un todo es más

Capítulo LIV 
LA SUERTE O EL AZAR, Y EL 
ORIGEN DE LA VIRTUD 
ADIVINATORIA

Todas las Adivinaciones efectuadas por Azar y todas las 
prediccio nes sobre acontecimientos humanos, tienen, además de la 
suerte, una causa sublime oculta o encubierta que, en verdad, no es 
accidental, como defi viera Aristóteles a la fortuna. Debido a que 
en el orden de las causa: (visto que según la doctrina de Platón una 
causa accidental no puede se] la primera y suficiente para el 
efecto) hemos de observar más a lo alto y hallar una causa para la 
suerte que conozca el efecto mismo y que lo tenga en la intención; 
por ello es necesario hacer consistir esa causa, no en una 
naturaleza corporal sino en sustancias inmateriales e incorporales 
que re. gulan verdaderamente la suerte y la disponen para indicar la 
verdad: co. mo, por ejemplo, en las almas de los hombres, o 
espíritus separados, y demonios, o en las inteligencias celestes, o 
en Dios mismo. Pero para que en el alma del hombre existan 
poderes y virtud suficientes para dirigir estas clases de suertes, 
parecería que el alma del hombre tiene una virtud y semejanza 
divina, y que comprende y es capaz de todas las cosas. Y como lo 
dijéramos en el primer libro, todas las cosas le obedecen naturalmente, 
y necesitan movimiento y eficacia para aquello que el alma 
desea con fuerte anhelo; y todas las virtudes y operaciones de las 
cosas natura-les y artificiales le obedecen cuando el alma se 
transporta en un deseo tremendo. Todas las suertes de alguna 
especie existentes concurren y fortalecen el deseo del alma en tal 
estado, y adquieren fuerzas predictivas maravillosas, tanto de parte 
del alma como de la disposición propia de los cuerpos celestes en 
la hora en que esta ansia las tiene con más vigor; y esa es la razón 
y el principio de todas las cuestiones de la astrología; pues el alma 
elevada por el tremendo deseo, obtiene por sí la hora y el tiempo 
más convenientes y eficaces en que está ubicada la figura del cielo, 
y entonces el astrólogo puede efectuar su juicio y lograr un 
conocimiento pleno de lo que desea saber y averiguar. Pero debido 
a que las suertes no son a veces conducidas por el espíritu humano 
sino, como lo dijimos, por el ministerio de otros espíritus, y el 
espíritu del intérprete no dispone de la tremenda pasión que 
mencionamos, por ello entre los antiguos existía la costumbre, 
antes de echar suertes, de efectuar un sacrificio para pedir a las 
inteligencias divinas y a los espíritus que condujeran su suerte. No 
es preciso, pues, que la poca predicción derivada de estas clases de 
suertes sea por causa de azar o fortuna sino porque un espíritu tuvo 
la fuerza de poner la fantasía en movimiento, o la mano de quien 
arroja o tira la suerte, ya sea que esa fuerza provenga del alma de 
quien opera a través de una tremenda pasión, o derive de la 
influencia, oportunidad celeste, o divinidad o espíritu de lo alto 
que asiste y brinda el movimiento para la operación, o consistan en 
arrojar los dados o tablillas, encontrándola en 
versículos, como eran otrora las suertes de Homero y Virgilio, por 
medio de las cuales leemos en Ello de Esparta que Adriano quiso 
saber lo que pensaba de él el emperador Trajano, llegándole por 
azar estos versos de Virgilio:

¿Quién es este gran personaje que parece lejano, llevando en 
la mano ramas selectas de un olivo sagrado? Reconozco la 
cabellera y la barba blanca del Rey de los Romanos, que fundó la 
primera ciudad del mundo sobre lindes justos, surgido de un sitio 
pequeño y pobre, y enviado por los dioses para echar los cimientos 
de un gran Imperio. 
No sin razón Adriano concibió grandes esperanzas de ser un 
día emperador. Lo mismo ocurría entre los hebreos y entre 
nuestros cristianos, y con el asentimiento de algunos teólogos se 
tiran las suertes con los versículos de los Salmos. 
Hay también otras clases de suertes, y estas son las humanas, 
que ca-recen del arte adivinatorio según la opinión de los antiguos, 
y que se observa entre nosotros que son ordenadas por la ley en la 
elección de los magistrados para impedir la envidia. Cicerón 
mencionó estas suertes en sus discursos contra Verres, pero no son 
cuestión que nos concierna. Respecto de las suertes divinas y 
sagradas relativas a los oráculos y la religión hablaremos en el 
libro siguiente. Ahora debemos estar advertidos en el sentido de 
que toda presciencia, adivinación o conjetura que puedan tener las 
suertes, no sucede por ellas mismas sino en virtud de una 
operación más sublime que está unida a ellas.

Capítulo LV 
EL ALMA DEL MUNDO Y LOS CUERPOS CELESTES, 
SEGUN LAS TRADICIONES DE LOS POETAS Y 
FILOSOFOS

El Cielo y los Cuerpos Celestes deben tener un Alma, puesto 
que tienen fuerza e influencia, y operan manifiestamente" sobre los 
cuerpos de este mundo inferior, ya que una operación no puede 
tener por causa un cuerpo simplemente. Todos los más famosos 
poetas y filósofos sostienen, pues, que el mundo tiene un alma, al 
igual que los cuerpos celestes, y que esa alma está verdaderamente 
dotada de entendimiento. Por ello, Marco Manilio, en sus poemas 
sobre la Astronomía, dedicados a Augusto, escribió estos versos: 
Esta gran obra que constituye el cuerpo del mundo inmenso, y 
estos miembros de la naturaleza, en diversas formas de aire, fuego, 
tierra y mar, están gobernados por el poder divino de un alma y 
Dios mediante una secreta relación de todas las cosas, conduciendo 
en secreto ese gobierno. 
También dice Lucano: 
Es el mismo Júpiter quien sostiene al mundo en medio 
del aire. Y Boecio dice: 
Tu triplicis mediam naturae cuneta 
moventem Connectis animan, per 
consona membra resolvis. Quae cum 
secta duos motus glomeratur in orbes, In 
semet reditura meat, rnentemque 
profundam Circuit, et simili convertit 
imagine coelum.

Por su parte, Virgilio, conocedor de toda clase de cuestiones 
filosóficas, canta en su libro sexto de la Eneida: 
El Espíritu que es el fundamento y el principio de todas las 
cosas, mantiene secretamente desde el comienzo del mundo y hace 
rodar sobre nuestras cabezas los cielos, la luna, el sol y todas las 
estrellas; y, este espíritu expandido por todos los miembros de este 
gran cuerpo da movimiento a la masa y se comunica con todas sus 
partes. De allí toman su origen todos los animales, todos los 
volátiles y todos estos grandes peces monstruosos que viven bajo las 
aguas cristalinas del océano; están animados por un fuego y una 
fuerza etérea, y obtiene su origen del cielo, siempre que no sean 
impedidos por otros cuerpos de naturalezas contrarias a las de sus 
principios. 
Estos versos no quieren decir otra cosa que el mundo tiene un 
espíritu y un alma, y que participa del espíritu divino, y el origen, la 
virtud y el vigor de todas las cosas de este mundo inferior dependen 
del alma misma del mundo universal; esto nos lo aseguran Orfeo, 
Trismegisto, Aristóteles, Teofrastro, Avicena, Algazeles, y todos los 
platónicos con los pitagóricos lo declaran y confirman.

Capítulo LVI 
CONFIRMACION DE LO ANTERIOR MEDIANTE LA FUERZA DE 
LA RAZON

El mundo, los cielos, las estrellas y los elementos tienen un 
Alma con la que causan otra alma en los cuerpos inferiores y en los 
mixtos de este mundo. También tienen, como lo dijimos en el primer 
libro, un espíritu presente en el cuerpo mediante el alma, puesto que, 
así como el cuerpo del mundo, en su totalidad, es un cuerpo 
determinado en su especie, cuyas partes son los cuerpos de todas las 
cosas animadas, y como un todo es más 
perfecto y noble que su parte, de igual modo, en proporción, el 
cuerpo del mundo es más perfecto y noble que cada cosa animada en 
particular, y sería un absurdo decir que todos los pequeños cuerpos 
imperfectos, y las pequeñas partes del mundo, y todos los animales 
más despreciables, las moscas y los gusanos son sujetos dignos de 
vida, que poseen la vida, que tienen un alma, y que el mundo en su 
totalidad, que es el cuerpo más perfecto y total, y más noble de 
todos, los tiene vida ni alma. No es me-nos irrazonable proponer que 
los cielos, las estrellas y los elementos que dan plenamente la vida y 
el alma a cada cosa en particular, estén priva-dos de la vida y del 
alma, y que una planta, o el árbol más pequeño, sea una condición 
más noble que el cielo, las estrellas y los elementos que, según el 
orden de la naturaleza, no tienen otras causas que ellos mismos. 
Nadie puede decir, a menos que esté privado de razón, que la tierra y 
el agua no viven, cuando por sus propias reservas producen árboles, 
plantas y animales sin cuenta, los vivifican, nutren y hacen crecer. 
Esto es tan patente en las cosas que derivan de sí mismas y en las 
que carecen de se-millas corporales. Los elementos no podrían 
producir ni nutrir estas clases de cuerpos vivientes si no estuviesen 
vivos. Algunos filósofos tal vez digan que estas clases de cuerpos 
vivientes son producidos por los influjos de las almas celestes, y no 
por el alma de la tierra. Los platónicos les responden que un 
accidente no puede producir una sustancia, a menos que no sea 
como un instrumento subordinado a la sustancia más próxima, 
porque el instrumento alejado del artista no recibe movimiento a los 
efectos del arte. De modo parecido, estas influencias celestes, al ser 
determinados accidentes bien alejados de sus sustancias vitales, o de 
la vida misma, no producirán sustancias vitales en los cuerpos 
inferiores de este mundo inferior. Mercurio, en su Tratado sobre el 
Común dice que todo lo existente en el mundo se mueve por 
crecimiento y decrecimiento. Todo lo que tiene movimiento tiene, 
por ello, vida, y como todas las cosas tienen movimiento, igual 
ocurre con la tierra, y sobre todo con el movimiento de generación y 
alteración, y ella es parecidamente viviente. Si alguien duda de que 
los cielos vivan, dice Teofrastro, no habrá que considerarlo filósofo; 
y quien niegue que el cielo está animado, de modo que su motor no 
es su forma, destruye los fundamentos de toda la filosofía. Debe, 
pues, sostenerse que el mundo vive, que tiene alma y juicio, ya que 
da vida a las plantas que no se producen por medio de la semilla, y 
da sentido a los aimales que no se engendran por copulación.

Capítulo LVII 
EL ALMA DEL MUNDO, LAS ALMAS CELESTES Y SUS 
FACULTADES; COMO PARTICIPAN DEL ESPIRITU DIVINO

IIe aquí también la prueba de que las Almas de que hablamos 
tiener la fuerza de la Razón; como todas las obras de estas almas 
concurren jun tas, por orden, sin interrupción, necesariamente no 
deberán ser gobernadas por el azar sino por la razón; por ello dirigen 
y conducen a determinados fines todas sus operaciones, pues resulta 
necesario que la tierra tenga las razones de las cosas terrosas, y el 
agua, de las acuosas; lo mismo ocurre en las demás, donde los 
cuerpos son producidos en su tiempo, lugar y or den, y a menudo 
reproducidos cuando fueron dañados. Los filósofos nc creen, pues, 
que el alma de la tierra sea como el alma de un cuerpo reno vado; 
creen que es razonable y, además, que tiene entendimiento y es une 
divinidad. Además, sería un gran absurdo, puesto que conocemos las 
ra zones y las intenciones de nuestras obras, decir que las almas 
celestes y el alma del universo no conocen sus propias razones y 
fines. Si como dice Platón, el mundo fue hecho por el bien mismo, 
lo mejor que podría ha cerse, debe participar no sólo de la vida, el 
juicio y la razón sino tambiér de la inteligencia y el espíritu. En 
virtud de que la perfección del cuerpc es el alma, y el cuerpo es más 
perfecto en la medida que tiene un alma más perfecta, existe pues la 
necesidad de que los cuerpos celestes, al ser más perfectos, tengan 
almas más perfectas. Tienen, pues, repartidos el entera dimiento y el 
espíritu, lo cual lo aprueban los platónicos con común con• 
sentimiento por la perseverancia de su orden y constancia, porque, al 
set el movimiento libre por naturaleza, puede interrumpirse 
fácilmente y des• viarse a veces si no es conducido por el 
entendimiento y el espíritu; y el espíritu, digo, perfecto, capaz de 
prever desde el comienzo el mejor caminc v el mejor fin. Ese 
espíritu perfecto, en la medida en que esté fuertemente fijo al alma, 
como el alma del mundo y las almas de los cuerpos celestes y de los 
elementos, sin duda gobierna con un orden regularísimo y perfec• 
tísimo la obra que le fue prescripta; puesto que los cuerpos no se 
oponen a un alma potentísima y el espíritu perfecto no cambia su 
designio. El alma del mundo, en consecuencia, es una determinada 
vida única, que lle• na todo, que nutre todo, que liga y une todas las 
cosas, de manera que convierte a todo el mundo en una máquina; es 
como un monocordio que resuena a través de tres géneros de 
criaturas, a saber, el intelectual, el ce-leste y el corruptible, por 
medio de un solo soplo y de una sola vida.

Capítulo LVIII 
LOS NOMBRES DE LAS ALMAS CELESTES, Y SU 
DOMINACION SOBRE ESTE MUNDO INFERIOR, A 
SABER, EL HOMBRE

Los Nombres de las Almas Celestes existen en gran número 
y diferentes proporciones de poder y virtud que tienen sobre los 
cuerpos de este mundo inferior, de donde obtuvieron muchos 
nombres de los cuales se sirvieron los antiguos en sus himnos e 
invocaciones. Respecto de lo que debe señalarse sobre cada una 
de estas almas, según la teología de Orfeo, tienen dos virtudes; 
una consiste en el conocimiento, la otra consiste en vivificar y 
gobernar su cuerpo. En este sentido Orfeo llama, en las esferas 
celestes, a la primer virtud Baco, y a la otra, Musa, Por ello nadie 
se embriaga con un Baco que no haya desposado antes a su Musa. 
Se distinguen, pues, y se ponen nueve Bacos, junto a las nueve 
Musas. 
Según esa doctrina, Orfeo coloca en la Novena esfera al 
Baco Cibronio y a la Musa Calíope. 
En eI cielo de las Estrellas a Picionio y 
Urania. En el cielo de Saturno, a 
Anfieto y Polimnia. En el cielo de 
Júpiter a Sabasio y Terpsícore. En el 
cielo de Marte a Basario y Clío. En el 
cielo del Sol a Trietérico y 
Melpómene. En el cielo de Venus a 
Lisio y Erato. 
En el cielo de Mercurio a Sileno y Euterpe. 
En el cielo de la Luna al Baco Lieo y a la Musa Talía. 
De modo parecido, también en las esferas de los Elementos, 
nombra y ubica las almas de esta manera: 
En el fuego ubica a Faneta y Aurora. 
En el aire ubica a Júpiter fulminante y a Juno. 
En el agua a Océano y Tetis. 
En la tierra a Plutón y Proserpina. 
Pero para el alma del mundo, o de todo el universo, los 
magos lo llaman Júpiter Mundano, y el espíritu del mundo se 
denomina, según ellos, Apolo, y la naturaleza del mundo, 
Minerva.

Además, ubican en el fuego a Vulcano, en el agua a 
Neptuno, y denominan con nombres diversos a esas divinidades. 
Los pitagóricos ubicaban, de modo parecido, en los doce 
signos del Zodíaco, a los dioses particulares, o almas alojadas en 
el corazón de estas clases de astros y que desde allí gobernaban al 
signo en toda su extensión. Por ejemplo, en el corazón de Aries, 
una Palas particular; en el corazón de Tauro, una Venus 
particular; en el corazón de Géminis, un Febo particular; en el 
corazón de Cáncer, un Mercurio; en el corazón de Leo, un Júpiter; 
en el corazón de Virgo, una Cerca; en el corazón de Libra, un 
Vulcano; en el corazón de Escorpio, un Marte; en el corazón de 
Sagitario,

una Diana; en el corazón de Capricornio, una Vesta; en el corazón 
de Acuario, una Juno particular; en el corazón de Piscis, un 
Neptuno particular. Manilio canta esta doctrina en estos versos: 
Palas vela sobre el morueco, Venus sobre el toro, el bello Febo 
sobre los gemelos, Cilene sobre el cangrejo; Júpiter, junto con la 
Madre de los dioses, gobierna al león; la virgen está en Ceres 
portadora de la espiga; la balanza en Vulcano que la fabricó; el 
escorpión batallador está con Marte; el cazador con Diana; pero 
Vesta calienta los pequeños astros del capricornio, y de la parte 
caballar; y el aguador es el astro de Juno en faz de Júpiter; y 
Neptuno reconoce sus peces en el mar.

El antiquísimo Orfeo, aI escribir a Museo, efectúa la 
enunciación más grande de divinidades, al igual que de sus 
diferentes nombres, aspectos y funciones, llamando a cada una en 
particular por sus nombres en los himnos que les dedicara. Nadie 
deberá creer, pues, que estos nombres son nombres de demonios 
maléficos y engañadores; por el contrario, deberá saber que estos 
son nombres de virtudes naturales y divinas que el buen Dios 
estableció para servicio y utilidad del hombre que sepa utilizarlos. 
La antigüedad acuerda en gobierno, a cada una de estas 
divinidades, cada miembro del cuerpo humano en particular, como 
por ejemplo la oreja a la memoria, que Virgilio dedica también a 
Febo en estos términos: Cintio me tironeó la oreja, advirtiéndome. 
Es así que Numa Pompilio, según lo expresa Tito Livio, consagró a 
la fidelidad la mano derecha, que es el símbolo de la fuerza, y con 
la que se efectúa el juramento. Los dedos están bajo la protección 
de Minerva, y las rodillas están dedicadas a la misericordia; por 
ello, quienes oran flexionan las rodillas. Algunos dedican el 
ombligo a Venus, como sede de la lujuria; algunos relacionan 
todos los miembros del cuerpo con el ombligo, como su centro, y 
dicen que está consagrado a Júpiter: por ello, en el templo de 
Júpiter. Amón se veneraba la efigie de un ombligo. Los antiguos 
mencionan muchas otras regiones y también partes menores y 
articulaciones del cuerpo, a las que asignan por separado, su 
divinidad; si se conocen bien aquéllas y sus divinidades no se 
descubrirá nada contrario a la piedad verdadera, corroborando lo 
dicho por las Escrituras Sagradas, en el sentido de que todos los 
miembros de nuestro cuerpo son gobernados por las virtudes de lo 
alto. Trataremos todas esas cosas con mayor amplitud en el libro 
siguiente, y diremos que no sólo los miembros sino también todos 
los ejercicios de los hombres tienen cada uno su divinidad, como la 
casa respecto de Diana, y la guerra respecto de Palas, la agricultura 
respecto de Ceres; de esto habla así Apolo, en Porfirio, en relación 
con los oráculos:

La Madre de los dioses es la dueña de las flautas, de los 
tambores y las danzas; Palas se complace en crueldad y fragores de 
guerra; Diana toma sus goces cazando en bosques y sotos; Juno 
gobierna la lluvia y los vientos del aire; Ceres gobierna la mieses de 
los campos; y un alma fiel busca a su Osiris en las riberas del Nilo.

Capítulo LIX 
LOS SIETE PLANETAS QUE GOBIERNAN AL MUNDO 
Y SUS NOMBRES EMPLEADOS EN LOS DISCURSOS DE LA MAGIA

Además de lo anterior, los antiguos daban diferentes 
nombres y epítetos (como lo hace Hermes) e invocaban a los Siete 
Planetas (Saturno, Júpiter, Marte, el Sol, Venus, Mercurio y la 
Luna) como los siete gobernadores generales del mundo. 
Por ejemplo, a Saturno lo llaman Celio; portador de la 
guadaña: padre de los dioses; Señor del tiempo; alto Señor; el 
grande; el sabio: el inteligente; el ingenioso; el evolucionador del 
largo espacio; el anciano de gran profundidad; el autor de la 
contemplación secreta, que pone en el espíritu de los hombres (o 
les quita) grandes pensamientos; el destructor y conservador de 
todas las cosas, que trastroca y establece toda fuerza v poder; él 
guardián y denunciante de las cosas ocultas; que hace perder y 
encontrar; y el autor de la vida y la muerte. 
También califican a Júpiter; le llaman padre compasivo; rey 
de los habitantes del cielo; magnánimo; tronante; fulminador; 
invencido; el alto potentado; el gran Señor; el bueno; el 
afortunado; el dulce; el bondadoso; el de buena voluntad; el 
honesto; el apropiado; el adecuado y honrado; el Señor de la 
alegría y los juicios; el juez de todos; el mejor de todos; y el amo 
de las riquezas y la sabiduría.

Marte también se llama Mavors; guerrero poderoso; el 
ensangrenta-do; el sanguinario; el fuertemente armado; el 
portador de la espada; el magnánimo; el de fuerte potencia y 
velocidad impetuosa, contra quien nadie puede defenderse si 
quiere oponérsele; quien arruina las fuerzas y poderes, y destrona 
a los reyes; el señor del calor y el poder; quien inflama el corazón 
de quienes disputan y pelean, los prepara y les da audacia. 
El Sol se llama Febo, Diespiter, Apolo, Titán, Pean, Fanes, 
Horus y Osiris como lo apreciamos en este oráculo: 
El Sol, que es Osiris, Dionisio, Horus, Apolo y el Rey; 
gobierna el día y la noche; crea los vientos y las lluvias; dirige los 
cambios de las estaciones; el soberano Rey de las estrellas, y el 
fuego inmortal.

También se llama el arquero: el ardiente; el ígneo; el dorado: 
el portador de la llama; el radiante; la cabeza de fuego; la cabeza 
de oro; el ojo del mundo: Lucifer; quien ve mucho; quien lo tiene 
todo; creador de la luz: rey de las estrellas; gran Señor; el bueno: 
el afortunado: el honesto; el bello: el prudente: el inteligente; el 
sabio; el resplandeciente sobre el universo: el gobernador y 
vivificador de todos los cuerpos que tienen un alma: príncipe del 
mundo que tiene bajo su gobierno a todas las estrellas, que borra 
con su proximidad la luz y la virtud de todas las estrellas, 
quemándolas y superándolas, dando a todas su luz v belleza del 
fondo de su luz y esplendor. De noche se llama Dionisio, y de día 
Apolo, como si se dijese disipador de males; por ello los atenienses 
lo llamaban Alexicacon y Hornero Ulion, es decir, disipador de 
males. Pero se llama Febo a causa de su -belleza y del resplandor de 
su luz; se llama Vulcano a causa de la violencia de su fuego, porque 
su fuerza se compone de mu• chos fuegos. También se denomina 
Sol. por contener él solo la luz de to• das las estrellas; por- ello los 
asirios lo llaman rttTtt, Adan, es decir solo: y los hebreos w tZ7, 
Schemesch, que quiere decir propio y único en su especie. 
Entre los antiguos, Venus se llama: dama; alma; de bella 
forma; astral; blanca; bella: tranquila; quien puede mucho; dueña y 
madre fe cunda del amor y la belleza; hija de los siglos y madre 
primera de los hombres; quien unió y desposó desde los inicios de 
las cosas la diversidad de los sexos mediante un doble amor, y que 
continúa la multiplicaciór eterna de los hombres y los animales, 
haciéndolos nacer sin cesar; tamo bién se llama la reina de todos los 
placeres: la dueña de la alegría; la amable guía; amiga;

misericordiosa y bondadosa, que hace bien continua mente a los 
hombres, con ternura maternal hacia sus pesares y aflicciones: la 
salud del género humano. sin dejar pasar un instante carente de sus 
bienes. ligando todas las. cosas mediante su virtud, haciendo 
humillar a encumbrado con el mísero, al fuerte con el débil, al 
noble con el villano rectificando e igualando todas las cosas. 
También se llama Afrodita, por que se halla en todo sexo y en todo 
espíritu; también se llama Lucífera por llevar la luz del Sol, o 
conducirnos a su luz; Héspero, cuando sigue a sol; v Fósforo por 
servir de guía para guiar por todo lo que es arduo. 
Mercurio se llama el hijo de Júpiter; el heraldo de los dioses; el 
in térprete de los soberanos; Stilbon; el portador de la serpiente; el 
porta dor del caduceo; el de pies alados: el elocuente; quien hace 
ganar; e sabio; el razonable: robusto: firme; potente para bien y 
para mal; no tario del Sol; correo de Júpiter; intermediario de los 
poderes del cielo . el infierno, macho con los machos, hembra con 
las hembras, fecundísim( por los dos sexos; y l.ucano lo denomina 
el árbitro de los dioses. Tambiéi se llama Hermes, es decir, 
intérprete, que ilumina la oscuridad y descubro lo oculto en los 
lugares más secretos.

La Luna se llama Fehea, Diana, Luciana, Proserpina, Hécate; 
quiel regula los meses: semi-forme; Noctíluce; errante; silenciosa; 
conservado ra: mensajera de la noche; portadora de cuernos: la 
soberana de las di vinidades; la reina del cielo; la reina de los 
Manes; la dueña de todos lo elementos, a la que responden los 
astros, vuelven los tiempos y obedece] los elementos, ante cuyo 
gesto se proyectan los rayos, germinan las semi Ilas, crecen los 
gérmenes; madre primordial de los frutos; hermana d Febo; 
reluciente y brillante; transportadora de la luz de un planeta a otrc 
envolviendo en su luz a todas las divinidades, concentrando los 
déstello de las estrellas, distribuyendo las luces inciertas en los 
encuentros del sol reina de gran belleza; ama de las lluvias y las 
aguas; dadora de riquezas nodriza de los hombres; gobernanta de 
todos los estados; buena y mis( 
ricordiosa; protectora de los hombres por mar y tierra; moderadora 
de los reveses de la fortuna; dispensadora con el destino; 
alimentadora de todo lo que surge de la tierra; quien corre por los 
bosques y detiene las fuerzas de las larvas; quien da forma a las 
cuevas de la tierra, a las cimas luminosas del cielo, a las olas 
salobres del mar, regulando en su movimiento los tristes silencios 
de los infiernos, cubriendo el mundo, hollando el infierno con sus 
pies; su majestad hace temblar a los pájaros del cielo, a las bestias 
salvajes de las montañas, a, las serpientes ocultas debajo de la tierra 
y a los monstruos que nadan en el mar.

Por lo demás, quien desee interiorizarse más, indagando con 
más curiosidad estos nombres y otros parecidos de las estrellas y 
los planetas, de sus cualidades, sobrenombres e invocaciones, 
deberá estudiar los himnos de Orfeo y, quien los entienda de 
verdad, habrá adquirido un gran conocimiento de la Magia natural.

Capítulo LX 
LAS IMPRECACIONES Y EL ESPIRITU DEL HOMBRE

Las almas de los cuerpos celestes dan sus virtudes a sus 
cuerpos, que luego las comunican a este mundo sensible, pues las 
virtudes del globo terrestre no tienen otra causa que una causa 
celeste. Por ello, el mago que quiere operar mediante la fuerza de 
estas almas, efectúa la invocación dirigida a estos seres superiores a 
través de palabras misteriosas y de cierta fórmula de palabras 
ingeniosas, atrayendo una tras otra, con una fuerza, sin embargo, 
natural, por cierta conveniencia mutua entre ellas, por la que las 
cosas provienen de sí mismas o de la fuerza. Esto hace decir a Aristóteles, 
en el libro sexto de la Filosofía Mística, que cuando 
alguien, mediante ligadura o fascinación, quiere invocar al sol o a 
las demás estrellas, rogando que cooperen en la obra que desea, el 
sol o las demás estrellas no oyen su plegaria pero de algún modo se 
ponen en movimiento siguiendo cierta relación natural y secuencia 
mutua, con la que las partes del mundo están subordinadas y 
conspiran juntas para realizar su gran unión; lo mismo ocurre en el 
cuerpo humano; un miembro se pone en movimiento y recibe el 
movimiento de otro, o en un instrumento una cuerda puesta en 
movimiento imprime movimiento a otra. Asimismo, cuando alguien 
imprime movimiento a alguna parte del mundo, las otras partes se 
ponen también en movimiento, recibiendo los movimientos 
transmitidos; en consecuencia, el conocimiento de la dependencia 
de las cosas que se siguen es el fundamento de toda maravillosa 
operación y se requiere necesaria-mente para poner en ejecución la 
fuerza de atraer las virtudes celestes. Las palabras de los hombres 
son ciertas cosas naturales ; y puesto que las 
partes del mundo se arrastran naturalmente unas y otras, y actúan 
resl tivamente unas sobre otras, el mago, al invocar mediante 
palabras, oF a través de las fuerzas propias de la naturaleza, 
conduciendo ciertas c< por amor de una a otra, o atrayéndolas a 
causa de la secuela de una c para con otra, o rechazándolas a causa 
de la antipatía de una con otra, se: la contrariedad, diversidad y 
multitud de virtudes las que, aunque s contrarias o diferentes, no 
realizan sino una parte de la operación 
veces también fuerzan, con una especie de superioridad, las cosas 
medi te la virtud celeste. Pues si un hombre siente la impresión de 
una liga ra o fascinación, no la siente según el alma razonable sino 
según la í sual, y si sufre en alguna de sus partes, ello es según el 
alma animal y este mundo inferior. Las palabras no pueden atraer 
al alma, que tiene conocimiento de la razón y que cuenta con el 
entendimiento sino que c cibe esa impresión y esa fuerza a través 
de los sentidos en la medida ( por la influencia de los astros y el 
concurso de las cosas del mundo espíritu animal del hombre es 
tocado más allá de su primera o nati disposición; de la misma 
manera que un hijo obliga a su padre a traba a su pesar, para 
conservarlo y nutrirlo, aunque esté fatigado, y la envi de dominio 
nos sume en cólera y nos obliga a otros trabajos para engi 
decernos, y la indigencia de la naturaleza y el temor de la pobreza 
ha anhelar las riquezas, y los atavíos y belleza de una mujer la 
conviel en aliciente de la concupiscencia, y la armonía de un 
músico hábil h nacer diversas pasiones en sus oyentes, dejándose 
llevar unos por la movía de la música, otros conformando sus 
gestos a los del músico, a pf de ello, porque fueron cautivados sus 
sentidos, a causa de que la razón presta atención alguna a esta 
clase de cosas. Mas el vulgo no admira e especies de fascinaciones 
y ligaduras, y tampoco las detesta, porque 
comunes; pero admira otras naturales porque las ignora y le resu 
extraordinarias.

Por ello, el común de los hombres se engaña, 
creye: que aquello está por encima y contra la naturaleza, cuando 
proviene la naturaleza y se concreta según sus leyes.

Debe saberse que cada superior pone en movimiento a su 
infei más próximo en su rango y grado, no sólo en el orden de los 
cuerpos s también en el orden de los espíritus. Es así que el alma 
universal mundo pone en movimiento las almas particulares, y el 
alma razont actúa sobre el alma sensitiva, y la sensitiva sobre la 
vegetativa; y c parte de este mundo inferior recibe la impresión 
que le es hecha por cielos según su naturaleza y aptitud, como una 
parte del cuerpo del ani impresiona a la otra. Y el mundo superior 
de las inteligencias actúa y movimiento a todo lo que está debajo 
de él, porque contiene todos mismos seres desde el primero hasta 
el último. En consecuencia, los cl pos celestes dan movimiento a 
los cuerpos del mundo elemental, mix corruptibles y sensibles, 
desde el cóncavo hasta el centro, por medio esencias superiores 
perpetuas, y espirituales dependientes del primer tendimiento, que 
es el entendimiento actuante, y aun de la virtud que I infundió 
mediante su palabra: esa palabra es la que los sabios caldeos 
Babilonia llaman la causa de las causas, puesto que esa palabra 
produce las entidades y el entendimiento actuante que no es sino el 
segundo después de él. Y ello a causa de la unión_ de este Verbo 
con el primer Autor que produjo verdaderamente todas las 
existencias. El Verbo, pues, es la imagen de Dios; el entendimiento 
actuante es la imagen del Verbo, el alma es la imagen del 
entendimiento, y nuestro verbo es la imagen del alma, por la que 
actúa naturalmente sobre las cosas naturales, porque la naturaleza es 
su obra. Y cada uno de ellos perfecciona al que le sigue, como el 
Padre con el I-Iijo, y no hay posterior sin primero; pues dependen 
unos de otros con cierta dependencia regulada, de tal manera que 
cuando el posterior se corrompe, se efectúa un retorno al primero 
más próximo, has-ta que se llega a los cielos, luego al alma 
universal, después al entendimiento actuante, y éste tiene su 
existencia en el Autor principal que es el Verbo creador al que todas 
las cosas retornan como a su principio.

Por tanto, nuestra alma, deseosa de realizar algo maravilloso en 
las cosas de este mundo inferior, debe contemplar su principio para 
que la fortalezca, ilumine y confiera la fuerza para actuar en todos 
los grados desde su primer Autor. Nos compete entonces contemplar 
más las almas de las estrellas que los cuerpos, más el mundo 
superceleste intelectual que el celeste corporal, puesto que aquél es 
más noble, aunque haya que considerar a éste, y esté a la entrada del 
otro, y que la influencia de este superior no puede continuar su curso 
sin atravesar como un medio. Por ejemplo, el sol, rey de las estrellas, 
llenísimo de luz, la recibe del mundo inteligible por encima de todas 
las estrellas, porque su alma es más capaz de ese esplendor 
inteligible; por ello, quien desee atraer la influencia del sol, debe 
contemplar al solo no sólo mediante la contemplación de la luz 
exterior sino también de la interior, y nadie podrá hacer esto sin 
volver al espíritu mismo del sol ni tornársele semejante, y 
comprender y ver, con el ojo del entendimiento, su luz inteligible, 
como la luz sensible mediante el ojo del cuerpo; pues éste se llenará 
con el esplendor de aquél, y recibirá en sí su luz, que es el hipotipo 
comunicado por la esfera superior: estando revestido de su 
ilustración, siendo verdaderamente semejante a él, y como elevado, 
obtendrá, en el nivel de su entendimiento, esa soberana claridad y el 
favor de todas las formas participantes; y una vez que haya extraído 
la luz del grado soberano, entonces su alma se aproximará a la 
perfección, se tornará semejante a los espíritus del sol, alcanzará las 
fuerzas e ilustraciones de la virtud sobrenatural, y se servirá de su 
potencia si halló fe en el primer Autor. Deberá pues solicitar, sobre 
todo, el auxilio y la ayuda del primer Autor, y eso no sólo oralmente 
sino también con gesto religioso y espíritu de súplica, rogando 
abundantemente sin cesar y pronunciando plegarias íntegras, a fin de 
que le ilumine el entendimiento y aparte de las almas las tinieblas 
que recobran las fuerzas a causa del cuerpo.



Libro III 
L A M A G I A  C E R E M O N I A L 
Capítulo 1 
 

NECESIDAD, VIRTUD Y UTILIDAD DE LA RELIGION

Es h r! de ocuparnos de objetos más elevados, y de fijar nuestro espíritu 
en la parte de la Magia que nos enseña a investigar y conocer las 
leyes de las Religiones, y cómo debemos aprender l! verdad a través de 
la religión divina, y segúh las ceremonias religiosas formar y ejercitar 
nuestro espíritu y pensamiento, mediante el cual podemos únicamente 
comprender la verdad, pues todos los magos juzgan que si el espíritu y el 
pensamiento no se hallan en buen estado, el cuerpo no puede existir allí; 
que el hombre está verdaderamente sano cuando alma y cuerpo están tan 
bien unidos y acordes que las fuerzas del espíritu v del pensamiento no 
son inferiores a las del cuerpo. Según la opinión de Hermes no podemos 
tener esa firmeza y vigor espirituales sino a través de la pureza de vida, 
de la piedad y de la religión divina, pues la santidad de la religión 
purifica el pensamiento y lo diviniza. La religión llega incluso en auxilio 
de la naturaleza, fortifica sus fuerzas como la medicina fortalece la salud 
corporal, tal como el labrador aumenta la fertilidad de la tierra.

Los demonios malignos engañan muy a menudo a quienes descuidan 
la religión y sólo se apegan a la naturaleza; en el conocimiento de la religíón 
se halla menosprecio y remedio contra los vicios y protección contra 
los demonios del mal. En fin, nada es más agradable ni mejor recibido 
ante Dios que el hombre perfectamente piadoso y religioso; está tan por 
encima de los demás hombres como los dioses inmortales lo están por encima 
de él. Debemos, pues, después de prepararnos bien mediante una 
buena vida, entregarnos a la piedad divina y a la religión, y en ese estado, 
en un aquietamiento de todos los sentidos y una tranquilidad de espíritu, 
recibir esa divina ambrosía, ese néctar divino, néctar, digo, que el profeta 
Zacarías llama vino que hace germinar vírgenes, alabando y adorando al 
Baco elevado por sobre los cielos, el soberano de los dioses, el rey del 
sacerdocio, el autor de la regeneración, celebrado por los antiguos poetas 
bajo el título de nacido dos veces, de quien recibimos los influjos tan divi- 
nos en nuestros corazones.

Capítulo II 
EL SILENCIO Y LA OCULTACIO: DE LAS COSAS QUE SO: MISTERIOS 
Y SECRETOS EN LA RELIGION

Quienquiera desee entregarse a esta ciencia, deberá guardar bajo religioso 
silencio en el fondo del corazón, como Secreto de religión, doctrina 
tan sagrada, ocultándola con constancia inquebrantable, que impida hablar 
de ella. Pues como dice Mercurio, ello implica ofender la religión, al dar en 
confidencia al pensamiento irreligioso de l! multitud un tema tan lleno de 
majestad divina; y el divino Platón prohibió publicar entre el pueblo el 
sacramento y los secretos de los misterios; Pitágoras, de modo parecido, y 
también Porfirio, obligaban a sus discípulos al secreto de religión; 
asimismo, Orfeo exigía, de aquellos a quienes iniciaba en las ceremonias de 
las cosas sagradas, el juramento del silencio, para impedir que los secretos 
de la religión llegasen a oídos profanos; es por ello que, en su himno del 
verbo sagrado, canta: 
Amigos de la virtud, os' exhorto a escuchar tan solo mis palabras y 
esforzar vuestros espirtus; al contrario, quienes desdenais las leyes sagra- 
das, retir#os de aqui prontamente; retir#os lejos de aqui, desdichados; .idos 
bien lejos, profanos! Vos, m querido Museo, que os apegais a la 
contemplacion de las cosas divinas, y que las custodiais en el fondo de vuestro 
corazon, recoged mis palabras, y observando con ojos sagrados, conservadlas 
en vuestra memoria. En tal sentido, no mireis sino al gran autor del mundo, la 
unica alma inmortal que os ensenamos tal como es en el presente sermon. 
Y también en Virgilio, al hablar de la Sibila, hallamos estas palabras, 
a la llegada de la diosa:

.Lejos de aqui, lejos de aqui, profanos, grita el augurio; salid de 
nuestro bosque sagrado! 
Es por ello que sólo eran recibidos los iniciados en la celebración de 
los misterios de Ceres Eleusina; estaba presente el heraldo que gritaba en 
alta voz que el vulgo profano se alejase del lugar de las ceremonias. 
En Esdras leemos la misma orden, respecto de los misterios cabalísticos 
de los hebreos, expresado en estos términos: "Dad estos libros a los 
sabios del pueblo, que sepáis capaces de comprenderlos y conservar el 
secrete". Por ello los egipcios confeccionaban los libros religiosos relativos 
a los secretos de las ceremonias sobre un papiro hierático, es decir, 
consagrado; en estos libros escribían las letras ocultas denominadas sagradas. 
Macrobio, Marcelino y los demás historiógrafos dicen que se los 
llamaba jeroglíficos, para impedir que los profanos pudiesen conocer las 
escrituras de esa clase. Por ello Apuleyo se ex?resa en estos términos:

Luego de celebrar el sacrificio pronunciando las palabras, él saca de la abertura del santuario 
ciertos libros que se distinguen por letras desconocidas que sugieren palabras abreviadas de un 
discurso formal, entremezclado en parte con figuras de anímales, y en parte con acentos 
anudados y entrelazados en forma de rueda, juntos como sarmientos, para impedir a los 
profanos curiosos ¡a posibilidad de leerlos. Si guardamos silencio y ocultamos las cosas que 
son secretos religiosos, seremos dignos discípulos de esa ciencia; pues, como dice Tertuliano, 
hay obligación de guardar la fe del silencio en las religiones, pues quienes obran de otro modo 
se hallan al borde del precipicio; de allí deriva la precaución de Apuleyo respecto de los 
misterios de las cosas sagradas: Os descubriría los misterios sí me estuviese permitido 
decíroslos, y os daría el conocimiento sí estuviérais autorizados a escucharme, pero yo 
hablando y vosotros escuchando seríamos igualmente castigados por nuestra temeraria 
curiosidad. Por falta parecida hallamos en la historia que Teodoto, poeta trágico, fue castigado 
con ceguera por querer aplicar a una fábula determinadas cosas de los misterios de la escritura 
de los judíos. De modo similar, Teopompo, que había empezado a traducir al griego unos 
versículos de la ley divina, fue confundido y perdió el espíritu en un momento; esto sucedió 
porque luego de su desdicha se dirigió a Dios con grandes plegarias para conocer la causa del 
accidente, y a través de un sueño le fue contestado que ello obedecía a que efectuaba un 
criminal tráfico de cosas divinas, exponAéndolas a la profanación del público. Asimismo, cierto 
personaje llamado NumerAo, curioso por las cosas ocultas, se convirtió en criminal ante los 
dioses, por haber comunicado e interpretado al público los misterios sagrados de la diosa de 
EleusAs, pues vio en sueño a las diosas eleusianas ante la puerta abierta de un lupanar con ropas 
de prostitutas, y al observarlas asombrado en ese estado, ellas le comunicaron enfurecidas que 
él por fuerza las había lesionado en su honor, prostituyéndolas ante todos los transeúntes; a través 
de este reproche, Numerio aprendAó que no debía hacerse conocer al público las 
ceremonias practicadas en la religión de los dioses.

Por ello los antiguos se preocuparon siempre por velar los sacramentos de Dios y de la 
naturaleza, cubriéndolos con enigmas de diversas clases; esa práctica fue así conservada como 
ley entre los indios, brahmanes, etíopes, persas y egipcios. En sujeción a esa ley, Mercurio, 
Orfeo y todos los antiguos adivinos, igual que los filósofos, Pitágoras, Sócrates, Platón, 
Aristoxenes y Ammonio, conservaron inviolables el secreto. C n este espíritu, Plotino, 
Orígenes y los demás discípulos de Ammonio, según lo expresa PorfArAo en su libro sobre la 
educación y disciplina de Plotino, prestaron juramento de no revelar los dogmas del Maestro; 
y debido a que Plotino, quebrando el juramento del secreto prestado entre las manos de 
Ammonio, reveló los misterios en público, lo devoraron horriblemente los pAojos según lo 
informan algunos historiadores. También el Cristo, hallándose aún sobre la tierra, habló sub 
conditione, B de manera que sus discípulos más secretos entendiesen el misterio del Verbo 
de Dios, y los de-más selle el sentido de las palabras, prohibiendo arrojar carne sagrada a 
los perros y perlas a los cerdos. Por ello el Profeta dice: "Oculté vuestras 
palabras en el secreto de mA corazón, por temor a ofenderos". Es, pues, 
pecar contra la decencia profanar haciendo públicos, mediante escritos, 
los secretos comunicados oralmente entre un reducido número de sabios.

Por tanto, el lector deberá disculparme sA silencio muchos grandes misterios 
y sacramentos impotantísimos de la Magia ceremonial. Creo suficiente 
haber expresado lo necesario que debe saberse, obteniendo de la lectura 
de estos libros algún conocimiento•' de estos misterios. Pero deberá recordarse 
que estos son comunicados con la misma condición con que DionnA- 
sio obligó a Timoteo, en el sentido de que quienes los entiendan no los 
den a conocer a los indignos, y que estos arcanos sagrados, retenidos entre 
una pequeña cantidad de sabios, sean custodiados con l! reverencia 
debida. Al comenzar esté libro quiero advertir a los lectores sobre una 
cuestión importante: así como las divinidades detestan las cosas expuestas 
al público Y profanadas, y aman, por el contrario, los secretos, de igual 
manera toda experiencia de la Magia aborrece lo público, quiere estar 
oculta, se fortalece mediante silencio, pero se destruye mediante la 
declaración, sin que se obtenga el efecto completo; pues se pierden todos 
sus beneficios al exponerlas a los incrédulos. Es preciso que, quien opere 
en la Magia y quiere sacar provecho, guarde el secreto, no comunique a 
nadie su obra, ni el lugar, ni el tiempo, nA lo que desea, ni su voluntad, 
sino a su maestro, a su coadjutor o asociado que deberá ser también fiel, 
creyente, reservado y digno de esa ciencia, mediante naturaleza o 
instrucción; pues también la excesiva garrulería de un asociado, su 
incredulidad y su indignidad impiden la operación y hacen abortar el 
efecto.

Capítulo III 
LA DIGNIFICACION NECESARIA PARA CONVERTIRSE 
EN MAGO VERDADERO Y REALIZADOR DE MARAVILLAS

Al comienzo del primer libro de esta obra, hemos hablado de la cualidad 
que debe tener el Mago, pero ahora vamos a decir la cosa arcana, 
necesaria y secreta, a quien quiera operar en este arte; esa cosa arcana es 
el principio, el complemento y la clave de todas las operaciones de la 
Magia, y es la Dignificación misma del hombre en virtud y potencia tan 
altas. Esa facultad requiere en el hombre una admirable dignificación: el 
hombre sólo tiene el intelecto que es la más soberana intelAgencia del 
alma, que puede operar solamente las obras milagrosas; sA está muy ocupado 
en el comercio carnal y poseAdo por el alma sensible del cuerpo, 
obtendrá algún poder de las sustancias divinas; esto hace que mucha gente 
busque este arte sin hallarlo. Es preciso, pues, que quienes aspiramos a 
una dignidad tan alt! pensemos en dos cosas: la primera, por qué medio nos 
desapegaremos de los afectos de la carne, del sentido mortal y de las pasiones de la 
materia y del cuerpo; la otra, por qué vía y cómo nos elevaremos hasta este íntele,to 
puro y junto a las virtudes de los dioses, sin las cuales jamas podemos llegar 
felizmente al conocimiento de las cosas secretas y a la virtud de las operaciones 
milagrosas. Fn estas cuestiones consiste toda la dignificación que brinda la 
naturaleza, el mérito y el arte de la religión. La dignidad natural es una excelente 
disposición del cuerpo y de todas sus partes que no oscurece las luces del alma con 
mancha algGn! y que no le causa perturbación ni movimiento algunos de humores; y 
esa excelente disposición del cuerpo y sus órganos proviene de la situacíón, del 
movimiento, de la luz y de la influencia de los cuerpos y las almas celestes que 
presiden en el nacimiento de cada uno, como son aquéllos cuya nHveI! casa es 
afortunada por Saturno, el Sol y Mercurio; de modo parecido, Marte en la novena 
casa rige a los espíritus. Estas cosas son tratadas con bastante amplitud en los libros 
de astrología.

Quien carezca (le tan feliz constitución debe suplir el defecto de la 
naturaleza mediante educación, vida muy arreglada y buen uso de las cosas 
naturales, hasta obtener la consumación de la perfección, tanto interior como 
exterior. De allí deriv! que se tomara tanta precaución en la elección de un 
sacerdote en la ley mosaica; no debía haberse acercado a un muerto, ní a una viuda, 
ni a una mujer con su menstruación, ní debía ser leproso, sujeto a flujo de sangre ní 
hernias; debía ser sano, con todos sus miembros, de buena vista, sin cojera ní joroba, 
y de nariz bien delineada. Apuleyo, en su Apología, dice que el hijo que se desea 
consagrar mediante encantamiento debe ser elegido s!n , sin defectos, ingenioso, 
bien constituido, entero, industrioso y de buen decir, a fin de que el poder divino se 
aloje en su persona como en un habitáculo, y que el espíritu de ese níío, experto en 
breve lapso, se reduzca a su divinidad. En cuanto a la dignidad meritoria, su 
perfección consiste en dos cosas, a saber: la doctrina y la obra. El fin de la doctrina 
es conocer l! verdad; es preciso, pues, como se dijo al comienzo del primer libro, 
ser sabio y experto en estas tres facultades de las que hemos hablado; luego de 
eliminados los impedimentos, debe consagrar su alma, por entero, a la 
contemplación, encerrándola en sí misma, porque en nosotros mismos tenemos 
naturalmente la fuerza para comprender y disponer las cosas, pero somos turbados 
en el goce de estas cosas por las pasiones que nos obstaculizan por parte de la 
sexualidad, de las falsas imaginaciones y de los apetitos desarreglados; el 
conocimiento y el 
poder divino se presentan tan pronto desaparecen estos impedimentos. En 
cuanto a la operación religiosa, no tiene menor eficacia, y a menudo ella sola es 
también eficaz para que adquiramos una virtud deifica, pues las obras s!gr!d!s, 
hechas y representadas según el rito, tienen tan grande fuerza que, sin ser 
comprendidas y no obstante cumplidas con piedad y todas sus ceremonias, y creídas 
con fe firme, constituyen no desdeñable poder para honrarnos con el poder divino. 
La dignidad que se obtiene mediante la fuerza de la religión se perfecciona, en 
ciertas ceremonias relí- 
giosas, expiaciones, consagraciones y funciones sagradas, a través de quien 
consagró públicamente su espíritu a la religión, el cual tiene el poder de 
imponer l!s manos y de iniciar mediante la virtud sacramental que imprime 
el carácter de la virtud y del poder divino, que se llama consentimiento 
divino, por el cual el hombre, sostenido por la naturaleza divina Y casi 
compañero de los espíritus celestes, lleva inserto en sí el poder de la 
divinidad; y esa ceremonia fue incorporada al número de sacramentos de 
la iglesia.

Por tanto, quien sea hombre perfecto p r el espíritu sagrado de la 
religión, quien tenga sentimientos piadosos y constancia inquebrantable 
para l! religión, y crea sin dudar de nada, quien sea aquél a quien la 
autoridad de las cosas sagradas y la naturaleza, por sobre todo, han confe- 
rido la dignidad que las divinidades no desdeñan, rezando, consagrando, 
sacrificando e invocando, podrá obtener virtudes espirituales y celestes, e 
imprimirlas a las cosas que le pertenezcan, y a voluntad, y mediante esa 
misma dignidad dar espíritu y vida a toda obra de la ciencia mágica. Pero 
quien pretenda alg  en cuestión de Magia sin la autoridad del oficio, sin el 
mérito de la santidad y la doctrina, sin la dignidad de la naturaleza y la 
educación, trabajará en vano y se engañará a sí mismo y engañará a sus 
adherentes, e incurrirá en la indignación de las divinidades con peligro de 
perecer.

Capítulo V 
LAS TRES GUIAS DE LA RELIGION, 
QUE NOS CONDUCEN AL SENDERO DE LA VERDAD

En materia de Religión tenemos tres Guías que nos conducen hasta el 
sendero de la Verdad, que regulan toda la religión, y que constituyen la 
base. Estas tres guías son el Amor, la Esperanza G la Fe. El Amor es el 
vehículo del alma, que por sobre todas las demás virtudes salidas de los 
altos cielos desciende desde las inteligencias hasta los más bajos, expandiendo 
por todo sus beneficios; atavía nuestro espíritu con tantos ornamentos 
que lo iguala a la belleza de Dios y lo diviniza; nos conserva en 
toda actividad, y hace lograr los efectos según nuestras súplicas, dando 
fuerza y virtud a nuestras oraciones, como leemos en Homero que Apolo 
acogió la plegaría de Crises porque era su amigo; y también leemos en el 
Evangelio, respecto de María Magdalena: Muchos pecados le son perdonados 
porque amó mucho. 
En cuanto a la Esperanza, firme en lo que pide, sin dudas, inquebrantableinente, 
nutrirá al espíritu y lo perfeccionará, estableciendo particularmente 
todas las cosas en el bien.

En cuanto a la Fe, superior- a todas las otras, no fundada sobre palaliras 
humanas sino sobre la revelación divina, ilumina todas las cosas del 
universo, pues, al descender de lo alto, proceder de la primera luz y ser la 
más cercana, es mucho más noble y digna que las ciencias, las artes, las 
opiniones y el testimonio de los hombres y de las demás criaturas, llegando 
a nuestro intelecto a través del reflejo recibido de la primera luz. 
En fin, por la fe, el hombre se convierte en algo igual a los poderes superiores 
y posee el mismo poder. Esto hizo decir a Proclo: "Así como la fe, 
que no es ligera creencia o credulidad, está por encima de la ciencia, de 
igual modo la fe, que es verdadera fe, está supersustancialmente por encima 
de toda ciencia y todo entendimiento, y nos une inmediatamente a 
Dios". La fe es, en efecto, la fuente de todos los milagros; ella sola, según 
la opinión de los platónicos, es la que nos hace acercar a Dios, y obtener 
su protección y bendición a través de la virtud. Así leemos que Daniel fue 
salvado de las fauces de los leones. porque creyó en su Dios; y el CRISTO 
(lijo a la homorroísa: "Tu fe te ha curado"; y cuando los ciegos le pidier n 
recobrar la vista, les pidió que tuviesen fe, en estos términos: "¿Creéis que 
os puedo dev lver la vista?" Así, en Homero, Palas consuela a Aquiles con 
estos términos: "Yo mismo he venido a apaciguar tu cólera, sí tienes fe". 
Por ello el poeta Lino dice que deben creerse todas las cosas, porque todas 
las cosas son fáciles para Dios. nada le es imposible, y en cHAAsecuencia 
nada es íncreible. Al creer pues en las cosas que conciernen a la religión 
experimentamos la fuerza. pere sí no tenemos fe, nada asombroso 
realizaremos y trabajaremos sólo para nuestra desdicha, como la 
apreciamos en el ejemplo de Lucas en estas palabras: "Algunos judíos 
exorcistas de la vecindad intentaron temerariamente invocar el nombre 
JESUS sobre quienes estaban poseídos por espíritus malignos, diciendo: 
Os conjuro por JESUS que Pablo predica; mas el espíritu maligno respondió: 
Conozco a JESUS y sé quién es Pablo, ¿pero quién eres tú? Y el 
hombre poseído por el peor de los demonios 'se lanzó sobre los judíos 
exorcistas con tal furia que debieron huir de la casa donde estaban, totalmente 
desnudos y cubiertos de heridas".

Capitulo VI 
EL AUXILIO DE LAS GUIAS ELEVA AL ALMA HASTA LA NATURALEZA 
DIVINA, CONVIRTIENDOLA EN OPERADORA DE MILAGROS

Cuando nuestro pensamiento es purificado, divinizado y euforizad  por el 
Amor religioso, adornado por la Esperanza, conducido por la Fe, ubicado sobre la 
altura y plasmado por el espíritu humano, obtiene en sN la verdad, y en la Verdad 
Divina, como en el espejo de l! eternidad, ve el estado de las cosas mortales e 
inmortales, sus esencias, sus causas y la plenitud de las ciencias, comprendiendo 
todo al momento. De allí surge que, en ese estado de pureza y elevación, conocemos 
las cosas que están por encima de la naturaleza, y entendemos todo lo de este mundo 
da abajo ; y n  sólo conocemos las cosas actuales y las pasadas, sino que también 
recibimos incesantemente los oráculos de lo que pronto ocurrirá y de lo que no 
ocurrirá sino largo tiempo después. Además, no sólo en las ciencias, las artes y los 
oráculos un pensamiento de esa calidad adquiere una virtud divina sino también 
recibe el poder Milagroso en todas las cosas trasmutables por el imperio. De allí 
deriva que, constituidos en naturaleza, dominamos a veces sobre la naturaleza y 
realizamos operaciones tan milagrosas, súbitas y elevadas que hacen obedecer a los 
Manes, trastornan a las estrellas, constriñen a las divinidades y hacen servir a los 
elementos; es así que las personas consagradas a Dios, elevadas mediante estas tres 
virtudes teologales, mandan a los elementos, impulsan las nubes, hacen surgir los 
vientos, hacen fundir las nubes en lluvia, curan las enfermedades y resucitan a los 
muertos. Todos estos milagros fueron realizados en di-versos países, los poetas nos 
lo cantan en sus obras, los historiadores nos lo narran, y todos los más famosos 
filósofos, al unísono c n los teólogos nos lo confirman y aseguran en el sentido de 
que todos estos milagros se pueden realizar; así los profetas, los apóstoles y todos 
los demás hombres de Dios resplandecieron a través de los altos poderes. Debe 
saberse, pues, que así como por la virtud del primer agente se realiza una cosa sin la 
cooperación de causas intermedias, de igual modo, por la sola obra de la religión se 
realiza una cosa sin la aplicación de las fuerzas naturales y celestes: mas nadie 
puede operar por la virtud de la religión pura y sola si no se tornó totalmente 
intelectual, de la naturaleza de las inteligencias.

Quienquiera opere mediante la religión sola, sin el concurso de las demás 
virtudes, es absorbido y consumido por la divinidad, y no podrá vivir largo tiempo; 
y quienquiera se aproxima sin estar purificado, hará recaer sobre sí la condenación, 
y será librado para que Io devore el espíritu maligno.

Capítulo VII 
LA NECESIDAD DE CONOCER AL DIOS VERDADERO EN LA MAGIA, Y 
EL JUICIO DE LOS ANTIGUOS MAGOS Y FILOSOFOS ACERCA DE LA 
DIVINIDAD

Debido a que todas las criaturas no pueden existir ni actuar sin el concurso de 
Dios, su Creador soberano, y luego de las demás divinidades que recibieron el poder 
de fabricar y crear, no como causa principal sino instrumental en virtud del Creador 
(pues El es el principio B la causa primera de todas las cosas, mas producido por las 
causas segundas es producido más efectivamente por la primera que también 
produjo las causas segundas, que llamamos dioses del segundo orden), es pues 
necesario que 
todo Mago conozca al Dios verdadero, que creó de la nada y produjo to- 
das las cosas como causa primera, y que conozca a los otros dioses, divinidades o 
poderes superiores que llamamos causas segundas. También es preciso que sepa con 
qué culto, veneración y sacrificios, según l! condición de cada uno, debe reconocer 
y honrar a todos en particular. Quien invoca a los dioses y no les tributa el honor 
que les corresponde personalmente,

ni honra a cada uno en particular con las ceremonias requeridas que les 
conciernen, no disfruta de su presencia ni obtiene los efectos que de ellos anhela; tal 
como una cuerda estropeada perjudica la armonía. A veces también existe el peligro 
del castigo, como está escrito de los asirios que 
Salamanasar lo hizo sobrevenir en Samaria, porque ignoraron los honores 
debidos al Dios de la tierra por todas las leyes; Dios echó sobre ellas leones que los 
exterminaron, porque ignoraron el rito del Dios de l! tierra. 
Veamos ahora lo que los Antiguos Magos y Filósofos creyeron respecto a Dios. 
Leemos en la historia que Nicocreonte, rey de Chipre, al consul- 
tar al oráculo de Serapis, para saber quién era el Dios soberano, recibió del oráculo esta 
respuesta: que debía reconocer como gran Dios a aquél 
cuya cabeza era el cíelo; el vientre, los mares; los pies, la tierra; las ore- 
jas ubicadas en el aire; los ojos, la luz del sol radiante. Orfeo cantó casi 
lo mismo en estos versos:

Es el rey del palacio de las estrellas, es Jupiter mismo; es el principio y origen de 
todas las cosas, verdaderamente un so lo poder y un solo Dios todopoderoso; todas 
las cosas estan ubicadas en su gran cuerpo real; la tierra, el mar, el fuego y el aire, la 
noche y el dia, la sabiduria, la primera fuente, pero sobre todo el encantador amor 
estan en este gran cuerpo del rey, del soberano Jupiter. Vereis su cuello observando 
respetuosamente 
los grandes techados del cielo. Esa cabeza de cabellos de oro, esa melena 
leonina, estos rayos de estrellas rutilantes, esa cabeza que remata en dos cuernos 
semejantes a los de un toro; uno es Levante, el otro Poniente.

Capítulo VI 
EL AUXILIO DF LAS GULAS ELEVA AL ALMA HASTA LA NATURALEZA 
DIVINA, CONVIRTIENDOLA EN OPERADORA DE MILAGROS

Cuando nuestro pensamiento es purificado, divinizado y euforizado por el 
Amor religioso, adornado por la Esperanza, conducido por la Fe, ubicado sobre la 
altura y plasmado por el espíritu humano, obtiene en sí la verdad, y en la Verdad 
Divina, como en el espejo de l! eternidad, ve el testado de las cosas mortales e 
inmortales, sus esencias, sus causas y la plenitud de las ciencias, comprendiendo 
todo al momento. De allí surge que, en ese estado de pureza y elevación, conocemos 
las cosas que están por encima de l! naturaleza, y entendemos todo lo de este mundo 
da abajo; y no sólo conocemos las cosas actuales y las pasadas, sino que también 
recibimos incesantemente los oráculos de lo que pronto ocurrirá y de lo que no 
ocurrirá sino largo tiempo después. Además, no sólo en las ciencias, las artes y los 
oráculos un pensamiento de esa calidad adquiere una virtud divina sino también 
recibe el poder Milagroso en todas las cosas trasmutables por el imperio. De allí 
deriva que, constituidos en naturaleza, dominamos a veces sobre la naturaleza y 
realizamos operaciones tan milagrosas, súbitas y elevadas que hacen obedecer a los 
Manes, trastornan a las estrellas, constriñen a las divinidades y hacen servir a los 
elementos; es así que las personas consagradas a Dios, elevadas mediante estas tres 
virtudes teologales, mandan a los elementos, impulsan las nubes, hacen surgir los 
vientos, hacen fundir las nubes en lluvia, curan las enfermedades y resucitan a los 
muertos. Todos estos milagros fueron realizados en di-versos países, los poetas nos 
lo cantan en sus obras, los historiadores n s lo narran, y todos los más famosos 
filósofos, al unísono con los teólogos nos lo confirman y aseguran en el sentido de 
que todos estos milagros se pueden realizar; así los profetas, los apóstoles y todos 
los demás hombres de Dios resplandecieron a través de los altos poderes. Debe 
saberse, pues, que así como por la virtud del primer agente se realiza una cosa sin l! 
cooperación de causas intermedias, de igual modo, por la sola obra de la religión se 
realiza una cosa sin l! aplicación de las fuerzas naturales y celestes: mas nadie 
puede operar por la virtud de la religión pura y sola si no se tornó totalmente 
intelectual, de la naturaleza de las inteligencias.

Quienquiera opere mediante la religión sola, sin el concurso de las demás 
virtudes, es absorbido y consumido por la divinidad, y no podrá vivir largo tiempo; 
y quienquiera se aproxima sin estar purificado, hará recaer sobre sí la condenación, 
y será librado para que lo devore el espíritu maligno.

Capítulo VII 
LA NECESIDAD DE CONOCER AL DIOS VERDADERO EN LA MAGIA, Y 
EL JUICIO DE LOS ANTIGUOS MAGOS Y FILOSOFOS ACERCA DE LA 
DIVINIDAD

Debido a que todas las criaturas no pueden existir ni actuar sin el 
concurso de Dios, su Creador soberano, y luego de las demás divinidades 
que recibieron el poder de fabricar y crear, no como causa principal sino instrumental en virtud 
del Creador (pues El es el principio y la causa primera de todas las cosas, mas producido por las 
causas segundas es producido más efectivamente por la primera que también produjo las causas 
segundas, que llamamos dioses del segundo orden), es pues necesario que 
todo Mago conozca al Dios verdadero, que creó de la nada y produjo to- 
das las cosas como causa primera, y que conozca a los otros dioses, divinidades o poderes 
superiores que llamamos causas segundas. TambAén es preciso que sepa con qué culto, 
veneración y sacrificios, según la condición 
de cada uno, debe reconocer y honrar a todos en particular. Quien invoca 
a los dioses y no les tributa el honor que les corresponde personalmente, 
ni honra a cada uno en particular ion las ceremonias requeridas que les conciernen, no dAsfruta 
de su presencia ní obtiene los efectos que de ellos 
anhela; tal como una cuerda estropeada perjudica la armonía. A veces también existe el peligro 
del castigo, como está escrito de los asirios que Salamanasar lo hizo sobrevenir en S!maría, 
porque ignoraron los honores debidos al DAos de la tierra por todas las leyes; Dios echó sobre 
ellos leones que los exterminaron, porque ignoraron el rito del Dios de la tierra. 
Veamos ahora lo que los Antiguos Magos y Filósofos creyeron respecto a Dios. Leemos 
en la hAstoria que Nicocreonte, rey de Chipre, al consul- 
tar al oráculo de Serapis, para saber quién era el Dios soberano, recibió 
del oráculo esta respuesta: que debía reconocer como gran Dios a aquél cuya cabeza era el cíelo; 
el vientre, los mares; los pies, la tierra; las orejas ubicadas en el aire; los ojos, la luz del sol 
radiante. Orfeo cantó casi lo mismo en estos versos:

Es el rey del palacio de l?s estrellas, es Jupiter mismo; es el principio y origen 
de todas las cosas, verdaderamente un so lo poder y un solo Dios 
todopoderoso; todas l?s cosas estan ubicadas en su gran cuerpo real; la 
tierra, el mar, el fuego y el aire, la noche y el dia, la sabiduria, la primera 
fuente, pero sobre todo el encantador amor estan en este gran cuerpo del 
rey, del soberano Jupiter. Vereis su cuello observando respetuosamente los grandes 
techados del cielo. Esa cabeza de cabellos de oro, esa melen? leonina, estos rayos de 
estrellas rutilantes, esa cabeza que remata en dos cuernos semejantes a los de un 
toro; uno es Levante, el otro Poniente. 
En otra parte dice: 
Mas sus ojos son Febo de luz resplandeciente y la Luna revestida con 
el color purpura de Febo; este eter regio es el pensamiento pres3iente del 
porvenir, al que ni ruido, ni violencia, ni reputacion, ni secreto alguno 
puede ocultarsele, penetrando victorioso por doquier. Ademas, su cuerpo 
invencible se extiende sin fin, sin medida; sus grandes hombros y su ancho 
pecho es el aire; tiene a los vientos cono alas; vuela con ellas por todas las 
cosas, se desplaza mds rapido que el Euro. Su vientre sagrado es nuestra 
antigua madre la tierra, que es su redondez, y las altas montanas 
constituyen su t?m?n5; el mar, sonoro en medida, constituye la cintura. 
Ademas, los confines de las tierras, los cimientos de este gran globo y el 
infierno lleno de furores son las plantas de los pies de este gran senor del 
Olimpo. Fue el quien. despues de ocultar todas las cosas bajo tierra, retirarulolas 
luego de su fondo, las produjo en un bello dia.

Se cree pues que Júpiter es el mundo universal, v que ciertamente es 
el pensamiento de este mundo que, conteniéndolo en sí mismo, lo produjo; 
esto hizo también decir a Sófocles: En verdad no hay sino un solo Dios 
que creó el cielo que vemos y la tierra capaz de albergar tantas criaturas. 
Eurípides también dijo: "¿Véis a este Altísimo que tiene entre sus brazos 
al éter infinito y la tierra de todas partes? Creed que es Júpiter, creed que 
es Dios". 
El poeta Ennío canta así: 
Observad esa sublime belleza, es Jupiter a quien todo el mundo invoca. 
En consecuencia, el mundo universal es Júpiter, como dice Porfirio, 
es un animal cHnstituido por animales, un Dios constituido por dioses. Es 
Júpiter, un entendimiento que produjo todas las cosas, creando todo mediante 
su inteligencia; esto hizo también que Orfeo nos cantase estos 
bellos versos en honor del Verbo sagrado: 
Es un Dios perfecto, que todo lo creo, que conserva todo, y que esta 
por encima de todo; solo el pensamiento superior puede comprenderlo; solo 
lo ven los ojos de ese pensamiento; jamas causa mal a los mortales; aparte 
de el, n5 hay otro. 
Y poco después añade estas palabras:

El es el principio, el medio y el fin. He aqui lo que todos los antiguos 
profetas nos ensenaron, y lo que Dios nos dio escrito en dos Tablas. 
Y en el poema acuerda incluso al Verbo sagrado el título de Gran 
Autor. solo e inmortal. Zoroastro, de modo parecido, en su Historia s!- 
gr!d! de cuestiones persas, nos definió a Dios con estos términos: Dios es 
el primero de todos los seres que no están sujetos a mancha ní corrupción, 
que no comenzó, ní terminará jamás, sin partes, muy semejante a sí 
misAno, el c TAdGct r y el autor de t d s los bienes, el Padre de todas las 
cosas. bondadosísimo y prudentísímno, luz sagrada de la justicia, perfección 
absoluta de la naturaleza, su inventor y su sabiduría. Apuleyo le des-cribe 
corno el Basileus, es decir, el rey, causa (le toda la naturaleza de las cosas, la 
razón y el origen primordial, el autor soberano del espíritu, eterno, 
conservador de las vidas, que engendra sin propagación, que no está 
limitado por tiempo, lugar ní cambio alguno, concebible apenas por los 
espíritus, e inefable para todos los hombres. De allí deriva que Eurípídes 
recomiende que se otorgue a Júpiter el título de Dios soberano; de acuerdo 
con ese juicio, Orfeo dijo que todas las cosas habían sido iluminadas B debla 
creerse que las otras potencias eran sus ministros, a saber, las que están 
fuera de Dios y separadas (le él: por ello los filósofos les llaman ministros 
de Dios e inteligencias separadas. En conseceuncia, dicen que el culto de la 
religión se debe al Júpiter supremo y a él sólo, y no a las demás potencias 
sino en consideración del mismo Júpiter.

Capítulo VIII 
EL JUICIO DE LOS ANTIGUOS FILOSOFOS RESPECTO DE LA TRINIDAD

Agustín y Porfírio nos testimonian que los platónicos colocaron Tres 
Personas en Dios: pues a la primera la llaman Padre del universo; a la 
segunda, el Hijo y primer pensamiento, llamado también con este nombre 
por Macrobio; a la tercera, Espíritu o Alma del Mundo, que Virgilio también 
llama Espíritu, según la opinión de Platón, cuando canta: 
El espiritu nutre interiormente a la mater3a, y el pensam.:ento universal 
expandi;<lo por tollos sus miembros le da sus movimientos. 
Plotíno B Filón enseñan que el Hijo de Dios` es el primer pensamiento, 
es decir, el entendimiento divino que procede del Padre, de la misAna 
manera que el verbo de una persona que habla o como una lu1 de otra luz. 
Por ell  se le llamó Verbo, la Palabra, y el esplendor del Dios Padre: pues el 
pensamiento divino que concibe el bien soberano p r un solo acto, ja-más 
interrumpido, sin cambios, engendra en sí mismo su progenie, y su hijo, que 
es l! inteligencia plena, su semejanza plena, y ejemplo perfecto del mundo.

A esto Juan v MercurAo lo denominan Verbo o Palabra, v Platón, el Hijo del 
Dios Padre. Orfeo lo llama Palas surgida de la cabeza (le Júpiter. es decir, la 
sabiduría. Es la altísima imagen del Dios Padre, no obstante por alguna 
relación, o algún absoluto interno, como engendrado distinto del generador. 
la que, en el Eclesiastés, al hablar de sí misma. dice: "He salido de l! boca 
del Altísimo, primogénita que precede a 
todas las criaturas". Jámblico dice que este Hijo, juntamente. con el Padre, 
suman uno y son esencialmente el mismo Dios, bajo la denominación de Padre e 
Hijo. De modo similar, Mercurio Trismegisto, en su Asclepio, expresa, en 
diversos lugares, el Hijo de Dios; pues dijo: "Mi Dios y Padre engendró otro 
pensamiento constructivo"; y en otra parte agrega: "La unidad engendra la 
unidad, y refleja su amor sobre sí"; y en el Pymandr5 (donde parece profetizar 
la ley de la gracia y el misterio de la regeneracíón) dice: "El Dios Hijo y 
Hombre en conjunto es el autor de la regeneración, por la voluntad de un solo 
Dios". Incluso le nombra Dios plenísimo de la fecundidad de los dos sexos. De 
manera parecida, los sacerdotes filósofos de la India dicen que el mundo es, en 
parte, macho y hembra. Vrfeo también lo llama alma del mundo y Júpiter 
masculino y femenino, y dice que los dos sexos están en los dioses; por ello en 
sus himnos dirige su canto a Minerva con estos términos: "En verdad has 
producido hombre y mujer", etc. Apuleyo en su libro sobre el Mundo, según l! 
teología de Vrfeo, tradujo este versículo sobre Júpiter: 
Jupiter es macho y hembra, ignorando la muerte. 
Y Virgilio, respecto de Venus, canta: Yo 
d e s c i e n d o y Dios me guia. 
En otra parte, al referirse a Juno o Alecto, dice: 
Di5s no me fallo cuando, en mi plegaria, alce hacia el mi diestra. 
Y Tíbulo también dice en su canto:

3'5, que mediante mi palabra, viole la divinidad de la gran Venus. 
L! historia narra que el pueblo careno honraba al dios Luna con una 
veneración maravillosa. Esa inteligencia plena de la soberana fecundídad 
producía el amor que ata a la inteligencia con el pensamiento superior, y ello en 
la medida en que le es de una proporción infinita más íntima, y más apegada 
que las demás producciones a sus parientes, y es la tercera persona, a saber, el 
Espíritu Santo. Jámblico se refiere también a los oráculos de los caldeos, que 
atribuyen a Dios un poder paternal, l! emanación del intelecto proveniente del 
Padre, y el amor ígneo procedente del Padre y del Hijo, y el mismo Dios. Esto 
hace que en Plutarco hallemos la descripción de los antiguos sobre Dios, 
diciendo que es un espíritu intelectual e ígneo, sin forma pero que se transforma 
en todo lo que quiere, igualándose a todas las cosas. Leemos en el 
Deuteronomio estas palabras: "Dios es un fuego devorador". Zoroastr , al hablar 
de él, dice que todas las cosas fueron engendradas por el fuego. Heráclit  de 
Efeso enseñó, de modo parecido, que todas las cosas surgieron del fuego. El 
hace sostener al divino Platón que Dios habita en una esencia ígnea, queriendo 
decir el inefable esplendor de Dios en sí mismo y el amor con que se ama a sí 
mismo. Y en H mero descubrimos que el éter es el reino de Júpiter, al que 
canta:

Jupiter oscurecio las nubes y reina en el eter. 
Y en otra parte dice: 
El cielo es patrimonio de Jupiter, quien esta entronizado sobre las nubes hasta 
donde puede extenderse el eter. 
Aether deriva, según la gramática griega, de aetho que, en latín, significa 
arden, ardo, me quemo ;y de aer, vocablo griego, que significa en latín spiritus, 
espiritu; de allí la palabra griega aether, es decir, spiritus arden, espiritu ardiente. 
Por ello Orfeo denominó pyripnon al éter, que quiere decir soplo de fuego o soplo 
igneo. Por tanto, el Padre, el Hijo y el Espíritu de amor y totalmente ígneo, son 
llamados por los teólogos las tres Personas, a las que Orfeo en sus conjuros invoca 
tambAén con estos términos: "Cielo, te conjuro, sabia obra del gran Dios. Te conjuro, 
voz del Padre, que habló en primer término, cuando afirmó el mundo universal sobre 
la sabiduría de sus consejos". Hesíodo reconocía las mAsmas personas, bajo los 
nombres de Júpiter, Minerva y Bules, en su Teogonía, explicando la doble 
producción de Júpiter con estas palabras: "La primera fija, en efecto, Tritonia, la de 
los ojos glaucos, tan poderosa como su Padre, y el sabio Bules, es decir, el consejo". 
Orfeo lo declaró de muchas maneras, en los versos antes mencionados, a causa de su 
doble emanación: porque es producido por Júpiter y Minerva por Agual. Agustín, en 
su cuarto libro de la Ciudad de Dios, dAce que Porfirio, sostenedor de la doctrina de 
Platón, puso tres Personas en Dios: la primera que llama el Padre del universo; la 
segunda que llama el primer pensamiento, y Macrobío, el Hijo; la tercera, que llama 
el Alma del Mundo, que VirgAlio, según la opinión de Platón, llama el Espíritu, al 
decir:

El Espiritu mora en el mundo, lo sostiene, y esa Alma del Mundo presente en 
todas sus partes, da movimiento a esa gran masa. 
Es pues Dios, como dice Pablo, de quien todas las cosas derivan, en quien todas 
las cosas existen y por quien todas las cosas se sostienen. Pues del Padre, como 
primera fuente, emana todas las cosas; en el h ijo como en una piscina, están 
ubicadas todas las cosas por sus ideas; a través del Espíritu Santo, todas las cosas 
son explicadas y distribuidas, cada una 
según su propio rango.

Capítulo X 
LAS EMANACIONES DIVINAS, DENOMINADAS 
NUMERACIONES POR LOS HEBREOS, ATRIBUTOS POR 
OTROS, 
Y DIOSES Y DIVINIDADES POR LOS GENTILES; 
LOS DIEZ SEPHIROTH Y LOS DIEZ NOMBRES SANTISIMOS DE 
DIOS, REGENCIAS E INTERPRETACIONES

Aunque Dios mismo exista en tres personas de una esencia unísíma, sin 
embargo no dudamos que haya en él ciertas divinidades en gran cantida(l, que los 
filósofos llamaron Dioses. los doctores hebreos, Numeraciones. v nosotros. 
Atributos: como la sabiduría, que Orfeo llama Palas: la inteligencia, que llama 
Mercurio: la producción de la forma, que llama Saturno: la fuerza procreadora. 
que llama Neptuno: la naturaleza secreta de las cosas. que llama Juno: el amor. 
que llama Venus: la vida lúcida, que llama el S o l ó .polo: y la razQn del mundo 
universal, que ll!m! Pan: 
en cuanto al alma la deriomína Mare, Neptuno y Océano, como 
productora de las criaturas de este mundo inferior, contemplando a los 
seres superiores y retornando a sí misma; y en otra parte menciona 
incluso a esa pluralidad : 
Jupiter y Pluton, Febo y Dionisio son uno solo, mas repetimos la razon del porque: es 
que hay un Dios en todos. 
Y Valerlo Soran dijo en su poesía: 
Jupiter omnipotente es rey de reyes y Dios, generador y generadora de dioses, Dios 
unico y todos los dioses juntos.

Es así que los teólogos de los gentiles, que se manejaban con 
grandísima prudencia, honraban a un solo Dios bajo nombres diferentes, 
y también bajo ambos sexos. Los hombres mortales, dice Plinio, 
agobiados de penas y trabajos, hicieron muchos dioses de un Dios para 
recordar su debilidad, a fin de que teniendo muchos dioses para repartir y 
escoger, como en porciones, cada uno buscase el favor de aquél que más 
necesita-se; así, quienes necesitaban fe, invocaban a Júpiter; quienes 
necesitaban previsión, invocaban a Apolo; quienes necesitaban sabiduría, 
invocaban 
a Minerva; y quienes necesitaban otras cosas, las pedían a sus dioses bajo 
otros nombres. Esa diversidad de tantas especies de divinidades provino 
de las debilidad y confusión de los hombres que necesitaban recAbir gracias 
en cantidad y de muchas especies según sus necesidades; pero sólo 
hay 
un Dios, soberano dispensador de todas las gracias y cosas. Por eso, 
Apuleyo, en su libro del Mundo, dirigido a Faustino, habla de esta manera: 
"Sólo hay un Dios, una sola dAvinidad, pero se le acuerdan muchos 
nombres a causa de la multitud de aspectos por cuya diversidad adopta 
muchas formas". Y Marco Varrón, en su libro del Culto de los dioses, 
dice: "Así como todas las almas se reducen a una sola Alma del Mundo, o 
(lel universo, de igual m d  todos los dioses se relacionan con un solo 
Júpiter que, al ser por doquier el mismo Dios, es adorado bajo el nombre 
de diferentes divinidades y poderes". Es preciso, pues, saber intelectualizar 
perfectamente las propiedades sensibles, por medio de una analogía 
secreta; quien quiera entender los himnos de Orfeo y de los antiguos 
magos hallará de ese modo que no difieren de los arcanos cabalísticos ni 
de las tradiciones ortodoxas. Los dioses que Orfeo llama Curetes e 
incorruptibles, Dionisio los denomina poderes. Los cabalistas los asignan 
a la numeración pahad, es decir, el temor divino; de manera que lo que en 
la Cábala se llama ensoph, Orfeo lo llama noctem, noche; Tifón, en Orfeo, 
es el mismo que Zamael en la Cábala.

Los mecubales de los hebreos, muy entendidos en materias divinas, 
recibAeron diez Nombres divinos principales, especies de divinidades o 
miembros de Dios, que a través de diez numeraciones denominadas 
Sephiroth, como a través de vestiduras, instrumentos o ejemplos del 
arquetipo, 
influyen y actúan sobre todas las criaturas, comenzando por todas las superiores en 
particular, y continuando hasta las últimas pero con cierto orden. Estos nombres 
divinos influyen prAmera e inmediatamente sobre los nueve órdenes de ángeles y el 
coro de las almas bienaventuradas, y a través de ellas sobre las esferas celestes, los 
planetas y los hombres, después de los cuales cada cosa recibe, luego, su fuerza y 
virtud. 
El primero de estos nombres es Eheie, el nombre de la esencia divina; su 
numeración lleva el nombre de Keter que es interpretado como corona o diadema; 
significa el ser simplísimo de la divinidad, y se llama "lo que el ojo no ha visto"; se 
le atribuye a Dios Padre, e influye por el orden de los SerafAnes, o como dicen los 
hebreos, Haioth Hacadosch, es decir, animalia sanctitatis, anímales de santidad; y de 
allí, a través del primum m5bile, da liberalmente el don del ser a todas las cosas, 
llenando el universo en toda su circunferencia hasta el centro. Su inteligencia 
particular se llama Metatron, es decir, príncipe de los rostros, cuyo oficAo es Antroduc 
Ar a los otros ante la faz del príncipe y, a través del ministerio de aquél, el Señor 
habló a Moisés..

El segundo nombre es lud, o Tetragrainmaton junto con lud; su numeración es 
lloch.mah, es decir, sapienti?, sabiduría; significa divinidad llena de ideas y 
primogénito, y se atribuye al Hijo; influye por el orden de los Querubines, u orden 
que los hebreos denominaban Ophanim, las formas, o las ruedas, y de allí sobre el 
cAeclo de las estrellas, fabrAcando allí tantas figuras como ideas contiene en sí, 
disipando el caos o confusión de las criaturas, mediante el ministerio de su 
inteligencia particular, denominada Raziel, que fue el gobernador de Adán. 
El tercer nombre se llamó Tetragrammat5n Elohim; su numeración se 
denomina Binah, es decir providentia o intelligentia, providencia o intelAgencia; 
significa jubileo, remisión, reposo, conversión penitencial, gran trompeta, redención 
de} mundo, y la vida del siglo por venir, se aplica al Espíritu Santo e influye por el 
orden de los Tronos, o de aquéllos a quienes los hebreos llaman Aralim, es decir 
ángeles grandes, fuertes y robustos, y de allí, por la esfera de Saturno, proveyendo la 
forma de la materia fluida; su inteligencia particular es Zaphkiel, gobernador de 
Noé, y la otra inteligencia es Iophiel, gobernádor de Sem. 
He aquí las tres numeraciones soberanas y más altas, que s n como sedes de 
las personas divinas, por cuyo mandato todas las cosas sobre-vienen, pero la 
ejecución se realiza por el ministerio de otras siete numeraciones llamadas por eso 
numeraciones de la fabricación.

El cuarto nombre es El; su numeración es Hoesed, es decir clernentia o 
bonitas, clemencia o bondad; significa gracAa, misericordia, piedad, magnificencia, 
cetro y mano derecha; influye por el orden de las Dominaciones, o aquellos a 
quienes los hebreos llaman Hasmalim, por la esfera de Júpiter, formando las efigies 
o representaciones de los cuerpos, dando a todos la clemencia y la justicia pacífica; 
su inteligencia particular se denomina Zadkiel, gobernador de Abraham. 
El quinto nombre es Elohim Gibor, es decir, Deus robustus, puniens culpas 
improborum, Dios fuerte, que castiga las culpas de los inicuos; su numeración se 
llama Geburah, es decir, poder, gravedad, fuerza, juicio, que castiga con estragos y 
guerras, y se le atribuye el tribunal de Dios, la cintura, la espada y el brazo 
izquierdo; se llama también Pachad, te-mor; influye por el orden de las potestades, 
que los hebreos llaman Seraphim y, de allí, por la esfera de Marte, a quien pertenece 
la fuerza, la guerra y las aflicciones, cambia de lugar los elementos; su inteligencia 
particular es Camael, gobernador de Sansón.

D. sexto nombre es Eloha, o nombre de cuatro letras, junto con Vaudahat; y su 
numeración es Tiphereth, es decir, ornamiento, belleza, gloría, placer; significa el 
bosque de la vida; influye por el orden de las Virtudes, que los hebreos llaman 
Malachim, es decir, ángeles, sobre la esfera del sol, dándole esplendor y vida, y 
produciendo luego los metales; su inteligencia particular es Rafael, que fue 
gobernador de Isaac y del joven Tobías, y el ángel Peliel, gobernador de Jacob. 
El séptimo nombre es Tetragr?mmaton Sabaoth o Adonai Sabaoth, es decir, el 
Dios de los ejércitos; su numeración es Netzah, es decir, triunfo, victoria; se le 
atribuye la columna derecha; significa eternidad y justicia de Dios vengador; influye 
por el orden de los Principados, que los hebreos denominan Elohim, es decir, dioses, 
sobre la esfera de Venus, celo y amor de justicia; produce los vegetales; su 
inteligencia se llama Haniel, y su angel, Ceruiel, conductor de David.

El octavo nombre es Elohim Sabaoth, que se interpreta también como Dios de 
los ejércitos, no de la guerra y la justicia sino de la piedad y la concordia, pues los 
dos nombres, éste y el anterior tienen, individualmente, su término de ejército; su 
numeración se llama Hor, que se interpreta como alabanza, confesión, benevolencia 
y gran renombre, y se la atribuye la columna izquierda; influye por el orden de los 
Arcángeles, que los hebreos llaman Ben Elohim, es decir, hijos de los dioses, sobre 
la esfera de Mercurio, esplendor y ornamento conveniente, y produce los animales; 
su inteligencia es Miguel, que fue gobernador de Salomón. 
El noveno nombre es Sadai, es decir, omnipotente y que lo satisface todo, y 
también Elhai, que significa Dios vivo; su numeración es lesod, o sea, fundamento; 
significa buen entendimiento, alianza, redención, y reposo; influye por el orden de 
los Angeles, que los hebreos llaman Querubines, sobre la esfera de la Luna, 
acrecentamiento y mengua de todas las cosas, y preside sobre los genios de los 
hombres y les distribuye los ángeles guardianes; su inteligencia es Gabriel, que fue 
conductor de José, Josué y Daniel.

El décimo nombre es Adonai Melech, es decir, Señor y rey; su numeración es 
Malchut, o sea, reino e imperio; significa iglesia, templo de Dios y puerta; influye 
por el orden Animastico, es decir, de las almas bien-aventuradas, denominado por 
los hebreos Issim, es decir, Jerarquías; influyen sobre el conocimiento de los hijos 
de los hombres, y les dan ciencia 
milagrosa de las cosas, industriosidad y don de profecía; son presididos por el alma 
de Messiha, o como dicen otros, por l! inteligencia Metattron, que lleva el nombre de 
la primera criatura, o alma del mundo, y conductora de Moisés.

Capítulo XI 
LOS NOMBRES DIVINOS Y SU PODER Y VIRTUD

Aunque Dios es unísimo, sin embargo, lleva muchos nombres, que no 
representan muchas esencias diferentes o dívinidades, sino que por sus nombres 
sagrados, como a través de canales, hace correr sobre nosotros una cantidad de 
bienes, dones y gracias. En el capítulo anterior describimos diez de estos nombres. 
cuya enumeración efectuara Jerónimo a Marcela; Dionisio recogió cuarenta y cinco, 
tanto de Dios Padre corno del CRISTO. Los mecubales. o doctores hebreos, extraen 
de cierto texto del Exudo setenta y des nombres, tanto de Dios como de los ángeles, 
que llaman Nombre de setenta y dos letras, y Schemhamphoras, es decir, expositor 
Ao. Otros, que van más lejos, relacionan con cad! pasaje de las Escrituras tantos 
nombres divinos que ignorarnos enteramente el número y significación. Entre el 
número de estos nombres, además de los señalados, está el nombre de la esencia 
divina, Ehele hyha, que Platón tradujo ] B 
de allí que unos llaman TQ Q^ a Dios y otros Q]^ . _ay otro nombre,

Hu. awh, revelado en Isaías, que significa abismo de la divinidad, que los 
griegos interpretaron como T`GTòB, y los latinos ulenupsum, el idéntico. Otro es 
Esch ca, que Moisés recibiera y significa fuego. Otro nombre es Na an , que debe 
invocarse en las contrariedades y nostalgias. Hay también otro n mbre. Iah hy y el 
nombre Elion }wyla, el nombre M?c5m swqm , el nombre Caphu wpk, el n mbre 
I u n o n }nwy , y el nombre Emeth tma , que se interpreta como verdad y es el sello 
de Di s: y otros d s nombres, Zur rwx, y Aben ambos significan piedra sólNd!,' y el 
segundo, el }ba, Padre con el Hijo: y muchos otro, nombres incluidos en las escalas 
numéricas del segundo libro.

Se obtienen muchos nombres de Dios v de los ángeles en las Sagradas 
Escrituras, por las especies de arte cabalístico, calculatorío, notariaco gemátrico: 
cuando se forma un nombre o muchas dicciones retirando algunas de sus letras, o 
cuando un nombre separado en cada una de sus letras significa o forma muchos. Se 
obtiene a veces del comienzo de expresiones, por ejemplo, este nombre Agla alga , 
de este versículo de la Sagrada Escritura yndaslwalrbynhta , es decir, tú eres el 
Dios fuerte de la eternidad. De modo parecido, el nombre hyay , obtenNdo de este 
versículo

Djahwhy wnyhlahwhy, es decir, Dios nuestro Dios un Dios. De manera similar, 
el nombre lava hway, obtenido de este versículo rwayhywrwahyhy, es 
decir, que se haga la luz y la luz se hizo. Asimismo el nombre Araritha de 
este versículo de la Escritura: un principio de su unidad, principio de 
atyrara, tomado de este versículo de la Escritura: un prAncApAo de su 
unAdad, principio de su singularidad, su vicisitud, uno, djawtdwmtwdwhyy 
carwtwdjacardja También hay otro nombre, Hacaba hbqh, obtenido 
de este versículo awh dwrb cwdqh, es decir, sanctus benedictus ipse, el 
mismo sant  bendecido. De modo semejante, el nombre lesu wcy, se halla al 
coinienzo de estos dos versículos, a saber wlw hwlyc ayby, es decir, quo 
usque veniat Messiah, hasta que venga el Mesías; y el otro, tywwmc}wny es 
decir. perinaneat nomen ejus, que su nombre permanezca por siem?re. 
Asimísmo, existe el nombre Amen }ma obtenido de este versículo }man]lm 
ynda , es decir, Dorainus rex Jidelis, Señor rey fiel. A veces estas clases de 
nombres se obtienen del final de expresiones. como el mismo Amen del fin 
del versículo syucrh }bal , es decir, non sic impii, tampoco haya impíos.

Asimismo, en el final de este versículo, hmwmchmyl que lleva mihi quid, 
para mí qué, nomen ejus quid, su nombre es el qué, se halla en el 
Tetragrammaton, el nombre de cuatro letras. En la confección de todos 
estos nombres la letra se pone sobre la expresión, y la letra se extrae de la 
ex-presión, o del comienzo, o del fin, o del sitio que se quiere; y a veces 
estos nombres se obtienen de todas estas letras en particular, como se 
obtienen estos setenta y dos nombres de Dios de estos tres versículos del 
Exodo que comAenzan con estas tres expresiones fywabywusyw, el primero y 
último versículo escritos derecha a izquierda, pero el medio de izquierda a 
derecha, como lo haremos ver enseguida; y así a veces una expresión se 
obtiene de otra expresión, o un nombre de otro nombre, por la 
transposición de las letras, como Messi?h jywm, de Jism? hmcy, y Michael 
lacym de ykalm lachi. Pero también a veces por su cambio alfabético, que 
los cabalistas llaman Ziruph [wryx, como del nombre tetragrammaton hwhy, 
obtienen los nombres xpxm Mazpaz. wzwq Kuzu. A veces también se cambian 
los nombres por medio de la igualdad numérica, como Metattron }wrffm por 
Sadai ydc: pues uno y otro suman trescientos catorce; por la misma razón el 
nombre lai yayy equivale al nombre El la, por igualdad numérica, pues uno 
y otro suman treinta y uno.

Estos secretos están muy ocultos, son muy difíciles de interpretar 
cíentificamente y no es posible entenderlos nA enseñarlos en idioma alguno, 
sallo en hebreo. Pero debido a que los nombres divinos, como dice Platón 
en Crátilo, están en posesión de los bárbaros, que los recibieron de Dios sin 
cuya ayuda nadie puede comprender las palabras y nombres verdaderes de 
Dios, no podemos decir sino lo que Dios nos reveló mediante su p!ra 
bondad. Pues son los sacramentos y vehículos de la omnipotencia divina, 
instAtuidos no por los hombres ní por los ángeles sino por el gran Dios 
mismo de cierta manera. según el número y la figura inamovibles de sus 
caracteres y su estabilidad eterna; respiran l! armonía de la divinidad y son 
santificados por l! asistencia divina. Por ello, los poderes celestes 
temen estos nombres divinos, los infiernos tiemblan, los ángeles los ador!I, los 
cacodemonios se aterrorizan, todas las criaturas los reverencian, todas las religiones 
los veneran. La observancia religiosa y la invocación piadosa que efectuamos con 
temor y temblor nos dan gran fuerza y la unión deifica y también el poder para 
realizar obras y efectos maravillosos sobre la naturaleza. Por ello nadie está 
autorizado a cambiarlos de manera alguna, ní por razón alguna. Por ello Orígenes 
ordena que se los conserve inviolablemente en sus mismos caracteres. Y Zoroastro 
prohibe cambiar las palabrrs bárbaras y antiguas; pues como dice Platón en Crátilo:

"Todos los verbos o nombres divinos nos fueron comunicados o por los dioses, o 
p r l! antigüedad cuyo inicio es difícil obtener, o por los bárbaros". Y Jámblico dice, 
de modo parecido, que no deben cambiarse de un idioma a otro, pues los nombres 
traducidos a otro idioma no tienen el mismo sentido. En consecuencia, estos 
nombres divinos son un medio apropiadísimo y poderosísimo para conciliar y unir al 
hombre con los dios e s , c m  l e emo s en el Exodo: "En todo lugar en que 
recuerdes mí nombre, vendré a tí y te bendeciré". El Señor dice en el libro de los 
Números: "Póngase mi nombre sobre los hijos de Israel y les daré mi bendición". Por 
ello el divino Platón, en Crátilo y Filebo, ordena que se respeten los nombres 
divinos más que los templos y estatuas divinas, porque la imagen y la virtud de Dios 
es más expresiva en la función del espíritu, principal-mente cuando es inspirada 
divinamente, que la conservada en las obras de las manos. Las palabras sagradas no 
tienen, pues, en función de tales, su fuerza en la boca de los magos sino a través del 
poder oculto de las divinidades, que opera por su virtud en los espíritus de quienes 
están apegados a ellas por la fe. La virtud secreta de Dios a través de estos nombres 
divinos, como a través de vehículos, es transferida en quienes tienen oídos para oír, 
en quienes se convirtieron en templo y morada de Dios, y se purificaron por el 
mérito de la fe, por la gran pureza de costumbres y por la invocación de los dioses, 
tornándose capaces de recibir estas emanaciones divinas. 
Quien ponga en práctica, según el ritual, estas palabras o nombres divinos con 
esa pureza de espíritu, de la manera requerida por la tradición, efectuará muchísimas 
operaciones miríficas, tales como las que encontramos en la historia respecto de 
Medea, en estos términos:

Ella pronuncio tres veces palabras que hacian dormir tranquilamente, que 
calmaban el mar tempestuoso y detenian l? rapidez de los rios. 
A esto, los antiguos doctores de los hebreos que por el ministerio de las 
palabras efectuaban por lo común muchas maravillas, se aplicaron más que todos los 
demás. Es así que los adherentes de Pitágoras propendieron a la curación mirífica de 
enfermedades, tanto espirituales como corporales. Por este medio, según la historia, 
Orfeo sobre el mar, como Argonauta, desvió con ciertas palabras una horrible 
tempestad. Filóstrato dice que Apolonio de manera semejante resucitó en Roma, 
pronunciando secreta- 
mente unas palabras, a una muchacha muerta, y que con otras hizo apare- er 
los Manes de Aquiles. Y Pausanias nos dice también que en las cíud ales 
lidias de Heliocesarea e Hipepias había dos templos consagrados a la diosa 
denominada Pérsica y en ambos, al celebrar el servicio divino cl mago ponía 
maderas secas sobre el altar y cantaba himnos, pronunciaba luego ciertas 
palabras bárbaras tomadas de un libro que tenía en la mano, y luego se veía al 
punto que las maderas ardían por sí solas, sin que se le pusiese fuego, 
surgiendo una llama muy luminosa. Sereno de Samos también registró por 
escrito, entre sus preceptos medicinales, que sí se escribe el nombre 
abracadabra, disminuyendo, a saber, letra tras letra según el orden ascendente 
desde la última hasta la primera, como aparece en la figura siguiente, todo 
aquél que lleve prendido o colgado de su cuello esta figura, curará, 
disminuyendo gradualmente, su fiebre tercian! o de otra índole. 
Pero el rabino Hama, en su libro de la Contemplación, dio, contra todas 
las enfermedades de los hombres y toda clase de aflicciones, un talismán o 
medalla de una fuerza mucho más grande, cuyo anverso lleva los cuatro 
nombres cuadrados de Dios, en cuadrado uno sobre otro de manera que, de 
arriba abajo de la medalla aparezcan similarmente otros cuatro nombres o 
sellos muy sagrados de la divinidad, cuya intención está 
contenida escrita sobre el círculo de l! circunferencia de esa medalla; para el 
reverso, la medalla lleva la inscripción del nombre de siete letras Araritha, y su 
interpretación está escrita alrededor de ella, es decir, el versícul  de donde fue 
tomado, tal como aquí se la representa.

Pero hay que inscribir todos estos nombres divinos y todo lo aquí representado 
sobre una medalla de oro purísimo, o pergamino virgen, bello y sin mancha, con tinta 
preparada con humo de cirio consagrado o incienso, y agua consagrada, y todas estas 
cosas hechas por un artista purificado, sin pecado, lleno de esperanza inquebrantable, y 
animado por fe firme y espíritu elevado hacía el Dios altísimo, para que puedan 
obtener y dar esa virtud divina, cene dice el rabino, De modo semejante, p!r! asegurarse 
contra los pavores y maldades de los demonios malignos y de los hombres, y 
contra todos los peligros posAbles, de camAnos, aguas, enemigos y armas, se escribirá 
como se dijo antes, de un lado estos caracteres wwwwby en el anverso hkrmx que son los 
comienzos y fínales de los cAnco primeros versículos del Génesis y el símbolo de toda 
la creación del mundo; se dice que el hembre que lleve consigo este escrito en ligadnra, 
siempre que confíe muy fervorosamente en Dios fundador del unAverso, se 
librará de todos los males. 
N  habrá que asombrarse de que las palabras sagradas que Dios omnipotente 
empleó para crear el cAelo y la tierra, llevadas con uno, tengan mucho poder, puesto que 
descubrió por experiencia, como dice Rab Costa Ben Luca, que muchas otras cosas 
que no son naturales tenían grandes fuerzas; así, el dedo de un feto colgado del cuello 
de una mujer le impide concebir mientras lo lleve. Asimismo, hay en ciertas palabras 
sagrados y nombres divinos una fuerza grande y divina, que es la virtud que opera 
efectos maravillosos.

Zoroastro, Orfeo, Jámblico, SinesAo y Alquindo son testigos de estos hechos 
igual que los más grandes filósofos; Artefio, de modo parecAdo, mago y filósofo, 
escribió un libro particular sobre las virtudes de las palabras y los caracteres. Orígenes, 
no menor autoridad que todas los grandes filósofos, sostiene contra Celso que hay una 
virtud admirable oculta en ciertas palabras divinas; y el SeNíior dice en el .libro de los 
Jueces: Mí nombre que es Pele alp, que entre nosotros se interpreta como realizador 
de milagros, o realAzador de maravillas. Pero ni los hombres ni los ángeles saben el 
verdadero nombre de Dios, y El sólo lo conoce, y no será hecho público, como dicen 
las Escrituras, antes que la disposAción de 
las cosas, para recibir a Dios, sea plena e íntegra.

Sin embargo, Dios 'lene muchos otros términos para los ángeles, y 
otros para los hombres, pero no tenemos nombre de Dios, como dice Moisés 
el egipcio, que no se funde sobre sus obras y signifique con participación, 
salvo el nombre tetragrammaton, que es santo, y significa la sustancia del 
Creador de una significación pura, en la que ninguna otra cosa particípa con 
Dios creador; por ello, se llama el nombre separado, que se escribe y no se 
lee, y que no expresamos sino sólo nombramos, y que significa, según el 
lenguaje de lo alto, lo que pertenece a Dios y tal vez también a los ángeles. 
Los ángeles tienen, de m!nera semejante, otros nombres entre ellos en 
su lenguaje particular, que Pablo denomina las lenguas de los ángeles, de las 
que conocemos muy poco. En cuanto a sus otros nombres, son de su 
ministerio y obras, y no tan grandemente eficaces. Por eso los magos los 
citan por sus propios nombres, a saber, los que llevan en el cíelo y están 
contenidos en las Sagradas Escrituras.

Capítulo XII 
EL INFLUJO DE LA VIRTUD DE LOS NOMBRES DIVINOS 
SOBRE LAS COSAS DE ESTE MUNDO INFERIOR A TRAVÉS 
DE LOS MEDIADORES PARTICULARES

Aunque el soberano Creador y causa primera gobierna y ordena todas 
las cosas, sin embargo participa el cuidado de ejecutarlas entre diferentes 
Ministros benéficos y maléficos, que Juan llama, en su Apocalipsis, a unos, 
ángeles del favor, y a los otros, ángeles del rigor. De estos ángeles habla el 
profeta: "El Angel del Señor mora en torno de quienes le temen, 
para salvarlos". Y en otra parte describe las órdenes que DNos envía a 
ejecutar por ,medio del ministerio de los ángeles malos. Todo lo que Dios 
ejecuta mediante los ángeles como sus ministros, también lo realiza mediante 
el cíelo y las estrellas, pero como mediante sus instrumentos, para 
hacer, por ese medio, que todas las criaturas trabajen juntas para su servicio, 
de modo que, asimismo, cada parte del cielo y cada estrella gobierne 
cierta comarca o cantón de la tierra, y crea el tiempo, el espacio y el 
individuo en particular, de manera que se pueda ajustar la fuerza influyente 
del ángel de este mismo sitio de la tierra y de la estrella en l s mismos 
lugares, tiempos y especies. Esto hizo hablar así a Agustín en el libro de las 
Proposiciones: "Cada cosa visible en este mundo es gobernada por un poder 
angélico que la preside". Por ello, Orígenes, en su comentario sobre el libro 
de los Números, dice: "El mundo necesita ángeles que presidan los ejércitos 
de l! tierra, los reinos, provincias, hombres y bestias, el nacimiento v 
evolución de los anímales, los arbustos, las plantas y otras cosas, y que 
reciban esa virtud que se dice que existe en las cosas a través 
de una propiedad oculta". También es muy necesaria la asistencia de los 
ángeles para dirigir las obras santas, las virtudes y los hombres, pues quienes 
ven siempre el rostro del Padre soberano pueden, mediante su buena 
dirección, guiar a los hombres y de manera semejante cada cosa por pequeña 
que sea, a su sAtio y ubicación, como miembros armoniosos de este mundo 
donde Dios habita como primer gobernante y allí dispone todo con 
grandísima bondad, sin estar contenida ní limitado, sino limitando y conteniendo, 
por el contrario, todas las cosas en sí; asimismo,'Juan describe esa 
famosa ciudad celeste, cuyas doce puertas están custodiadas por doce 
ángeles que hacen correr sobre ellas las influencAas que reciben del nombre 
divino doce veces completo y los nombres de los doce apóstoles y del 
Cordero en los cimientos de esa ciudad. Así como en la ley de Moisés 
estaban escritos sobre las piedras del ephod y sobre los cimientos de la 
santa ciudad descripta por Ezequiel, los nombres de las tribus de Israel, 
gobernándolos el nombre de cuatro letras, de manera parecida en el Evangel 
N  están escritos sobre las piedras del cimiento de la ciudad celeste los 
nombres de los apóstoles que representan a las tribus de Israel en la iglesia, 
sobre las cuales está el nombre del Cordero, es decir, el nombre IESV que 
tiene toda la virtud del nombre de cuatro letras, expande su poder y virtud, 
pues este Padre tetragramma le dio poder sobre todas las cosas.

Los cielos reciben pues de las ángeles sus inf lujos, y los ángeles los 
reciben del gran nombre de Dios y de IESV cuya virtud es primera en Dios, 
luego expandida en los diecinueve ángeles por cuya ministerio se derrama 
sobre los doce signos y siete planetas, y de allN sobre todos los demás 
ministros e instrumentos de Dios, penetrando hasta lo ínfimo. Por elle el 
CRISTO dijo: "Todo lo que pídiéreis a mí Padre en Mí Nombre El os lo 
dará". Y al resucitar dijo: "Por la virtud de mí Nombre alejarán los demonios 
del cuerpo de los poseídos". De manera que después de ello n  es menester 
más el nombre de cuatro letras cuya virtud total es transferida al nombre 
IESV por el cual se operan todos los milagros y no existen otros nombres, 
dice Pedro, dados a los hombres por los que necesaria-mente puedan ser 
salvados que no sea aquél. No debemos creer que, pronunciando el nombre 
de JESUS con la boca manchada, como el nombre de un hombre cualquiera, 
tendremos poder para realizar milagros por su vNrtAAd, sino que deberá 
invocárselo en el Espíritu Santo, con espíritu purificado y gran fervor, sí 
queremos obtener las grandes promesas formul!d!s en El, y sobre todo, ante 
todo, debe conocérselo perfectamente, sin lo cual no tendremos excusa, 
según el pasaje del Profeta: "Le escucharé por-que ha conocido mi nombre".

Por ello no podemos ahora recibir del cielo gracia ní f!vor sin la autoridad, 
el favor y el conseTAtímiento del nombre IESI Esto hace que las hebreos y 
los cabalistas muy consumados en l! ciencia de los nombres divinos n 
puedan, desde la venida del CRISTO, operar nada como 1H h!cN!n sus 
antepasados en virtud de estos antiguos nombres. Y es un hecho constante y 
justificado por la experiencia, que n  hay demonio ní poder malignos 
infernales que puedan resistir a este nombre; deben hincar sus rodillas y 
obedecerle cuando se les pronuncia el 
nombre de IESV para honrarlo; temen no sólo este nombre sino también su 
signo, la cruz; y no sólo todos los poderes del cielo, de la tierra y de los 
infiernos doblan sus rodillas, sino que también le reverencian las cosas 
insensibles; y a l! menor señal todo tiembla cuando se pronuncia, con 
corazón fiel y labios sinceros, el nombre IESV, y se efectúa el signo salutífero 
de la cruz con manos puras e inocentes. No en vano el CRISTO dijo 
a sus discípulos: "Expulsaréis los demonios con la virtud de mi nombre", 
etc. porque en ese nombre hay cierta virtud expresa sobre demonios, 
enfermedades, serpientes, venenos, lenguas y cosas de esa índole. Esta 
virtud del nombre existe tanto por Dios que la instituyó como por el 
nombre propio y su peculiar fuerza. Esto hace que, así como toda criatura 
teme y reverencia el nombre de quien la creó, a veces también los hombres 
malos y corrompidos, siempre que agreguen fe a la invocación de estos 
nombres divinos, obligan y fuerzan a los demonios, y realizan otras 
grandes acciones.

Capítulo XIII 
LOS MIEMBROS DE DIOS 
Y SU INFLUJO SOBRE LVS NUESTROS

Encontramos diferentes pasajes de las Sagradas Escrituras donde se 
hace mención de los Miembros y Ornamentos de Dios. Se entiende por 
Miembros de Dios ciertas fuerzas de muchas especies permanentes en Dios 
mismo, de máxima simplicidad, distinguidas por los nombres sagrados de 
Dios. Las vestiduras y ornamentos de Dios son como ciertas vías o relaciones, 
emanaciones o canales por los cuales se comunica y expande sus 
beneficios sobre sus criaturas. En la medida en que nuestro pensamiento 
toque los bordes de sus hábitos y ornamentos, hará surgir sobre él una virtud 
divina de uno de los miembros de Dios; y el Señor lo declara muy 
claramente respecto de la hemorroísa, diciendo: "Alguien me ha tocado, 
pues he sentido que una virtud ha salido de mí". Estos miembros de Dios 
son semejantes a los nuestros, pero son las ideas y los ejemplos sobre los 
cuales fueron formados los nuestros; si tornamos ritualmente nuestros 
miembros conforme a estos ejemplos, entonces, al modificarnos según la 
misma imagen, nos convertimos en verdaderos hijos de Dios y semejantes 
a Dios, realizando y operando las obras de Dios. En las Escrituras encontramos 
muchas cosas relativas a los miembros de Dios; pues respecto de la 
cabeza se lee en el C!nt!r de los Cantares: Tu cabeza encima de ti, como 
el Carmelo ; y el cabello de tu cabeza, como la púrpura del rey. Este 
Carmelo no significa la montaña situada sobre las costas del mar de Siria 
sino un gusanillo que produce la púrpura. De modo parecido, en cuanto a 
sus ojos, párpados y orejas, he aquí lo que hallamos en los Salmos: Los ojos del 
Señor están sobre los justos, y sus orejas sobre sus plegarias; sus ojos se detienen 
sobre el pobre, y sus labios interrogan a los hijos de los hombres. Respecto de la 
boca, el gusto, la garganta, los labios y los dientes, se lee en Isaías: "N  has 
interrogado a mí boca". Y en el Cantar de los Cantares: "Tu garganta es como el 
mejor vino; el vino que beberá mi amado es digno de él, tal como el alimento que 
pasará por sus labios y dientes". También tiene narices con las que, como aparece 
muchas veces en l! Ley, huele los sacrificios en aroma de suavidad. Tiene hombros, 
brazos, manos y dedos, de los que leemos estas palabras en Isaías: "El principado 
fue fundado sobre sus hombros. ¿Quién conoce la fuerza del brazo del Señor?" Y el 
Rey Profeta dice en su cántico: "Tus manos, Señor, me han hecho y formado". Y 
además: "Veré tus cíelos, las obras de tus de-dos". También tiene mano derecha y 
mano izquierda; esto es l  que hace decir al Salmista: "El Señor dijo a mi Señor: 
siéntate a mi diestra". Los Evangelios atestiguan que a su izquierda ubicará a los 
condenados el último día. Y he aquí su corazón, su pecho, su espalda, sus nalgas y 
su rostro, que hallamos en las Escrituras, donde en el Libro de los Reyes se lee que 
Dios halló a David un hombre según su corazón. En el Evangelio también tenemos 
el pecho sobre el que el discípulo bienamado, dormido, recibió los arcanos divinos, 
y el Salmista describe su espalda como de oro pálido. Y él mismo dice en Jeremías:

"Les mostraré mi espalda y no mí rostro, el día de su perdición". De modo parecido, 
el Salmista dice de sus pies: "La 
noche bajo sus pies". Y en el Génesis se dice que "se pasea a mediodía". 
Hallamos en las Escrituras pruebas semejantes de muchas mo3alidades de 
Ornamentos y vestiduras de Dios; por ejemplo en el Salmista, con estas palabras: 
"El Señor ha reinado, se revistió de belleza y cubrió de luz como con un vestido". Y 
en otra parte: "Te has revestido de confesión y honor"... "El abismo le sirve de 
vestidura y de manto". Y en Ezequíel, Dios habla así: "Extendí mi manto sobre tí y 
oculté tu oprobio". En el Salmista vemos incluso su vara, su bastón, su espada y su 
escudo, expuestos con estas palabras: "Tu vara y tu bastón me han consolado... su 
verdad te cubrirá con su escudo". Y en el Deuteronomio se hace :nencAQn de la 
espada de su gloria. Hay muchas cosas de esa índole que nos declaran los oráculos 
sagrados.

Es cierto que nuestros miembros, los 
hábitos. adornos Y todas los cosas que están sobre y entorno de nosotros 
son regidas, dirigidas, c9nservadas, gobernadas y juzgadas por estos miembros v 
ornamentos divinos según los dichos del Profeta: "El posó mis pies sobre la piedra y 
dirigió mis pasos". Y dice en otra parte: "Bendito sea el Señor mí Dios que dispone 
mí mano para el combate y mis dedos para la guerra". Al hablar de su boca dice: 
"Puso -en mí boca un cántico nuevo". Y el Salvador expresa en otra parte: "Os daré 
boca y sabiduría". Y dice de nuestros cabellos: "No caerá un cabello de vuestras 
cabezas... vuestros cabellos están contados". Pues el Dios omnipotente, deseoso de 
que uniésemos sus imágenes y nos tornásemos semejantes a él, construyó nuestros 
miembros, nuestras articulaciones, nuestras figuras, que se mani- 
fiestan en nosotros de diversas maneras, como signos a semejanza de sus virtudes 
ocultas, y conservan el orden y la proporción que en él existen. Esto hizo decir a los 
mecubales hebreos que, si el hombre, sujeto capaz de recibir el influjo divino, tiene un 
miembro cualquiera de su cuerpo limpio de inmundicias y purificado, entonces ese 
mismo miembro se tornará habitable y apropiada morada del miembro de Dios que 
está oculto como debajo de un velo; de manera que sí necesita algo respecto de este 
miembro, invocando el nombre de dónde él depende, es Oído prontamente a los 
efectos que solicita, según el pasaje de la Escritura: "Le prestaré oídos puesto que ha 
conocido mí nombre". Estos son los grandes y secretos misterios de los que no debe 
hablarse más ampliamente en público.

Capítulo XIV 
LOS DIOSES DE LOS GENTILES, LAS ALMAS DE LOS CUERPOS CELESTES, Y 
LOS LUGARES ANTIGUAMENTE CONSAGRADOS A CADA DIVINIDAD

Los filósofos nos dejaron tesis que demuestran, como lo expusimos antes, que 
los Cielos y las Estrellas son animales divinos y que sus almas están dotadas de 
entendimiento, y participan del pensamiento divino; también afirmaron que hay otras 
almas que los presiden, y que hay otras sustancias separadas por encima de ellas, que 
son como gobernantes y administradores, que se llaman inteligencias y demonios. El 
mismo Platón dijo que las almas celestes no están retenidas en sus cuerpos como 
nuestras almas en los nuestros, sino que están donde quieren y tienen la dicha de ver a 
Dios, y que sin pena ni inquietud gobiernan sus cuerpos y les dan movimiento, y que 
al mismo tiempo mediante este movimiento gobiernan sin dificultad las cosas de este 
mundo inferior; por ello se decía que estas almas eran Dioses, se les tributaba honores 
divinos y plegarías, se les ofrecía sacrificios y se les honraba con diferentes cultos. 
Estos son los dioses que todos los pueblos reconocieron; para ellos Moisés ordenó en 
el Deuteronomio con estas palabras: "N  sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el 
sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a 
ellos y les sirvas; porque Jehová tu Dios los 
ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cíelos. Pero a Voso- 
tros Jehová os tomó, y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que seáis el 
pueblo de su heredad como en este día". Y en el mismo libro, capítulo XVII, llama 
dioses al sol, la luna y las estrellas. Y los doctores hebreos, sobre este pasaje del 
Génesis que dice que Abraham dio presentes a los hijos de sus concubinas, Shemoth 
steltoma, es decir, nombres extranjeros, pero que a Isaac lo convirtió en heredero de 
todos sus bienes, dicen que los hijos de las concubinas no entraron en la heredad del 
Dios Tetra- 
grammaton y del soberano Creador en la bendición de Abraham sino que 
cayeron bajo el dominio de dioses y divinidades extranjeros, mientras que 
Isaac y sus descendientes fueron asignados al Dios omnipotente Tet ragramma, 
y que de ninguna manera quedaron sujetos a los dioses extranjeros. 
Por ello se les reprocha, en el Deuteronomio, que se'hayan sometido 
a los dioses extranjeros y adorado a dioses desconocidos, a los que no 
estaban asignados. Además, Jesús Naveo, después de poner al pueblo en 
posesión de la tierra de promisión, viendo vencidos a los enemigos, 
efectuó la repartición de las posesiones de Israel y aconsejó al pueblo 
elegir un Dios para que le rindieran honores, diciendo: "Hoy tenéis 
libertad de escoger el Dios que queráis, a quien rendiréis sumisión y 
respeto, sea entre los dioses que vuestros padres sirvieron en 
Mesopotamia, sea entre los dioses de los amorreos de los que poseéis la 
tierra". El pueblo respondió: "Serviremos al Dios Tetragramma, y a El 
reconoceremos como nuestro Dios". A lo cual Jesús replicó: "No podréis 
porque el Señor Dios Tetragramma es un Dios santo, fuerte y celoso de su 
gloría". Y como el pueblo perseverara en la voluntad de servir al Dios 
Tetragramma, Jesús les dijo: "Sois testigos; puesto que habéis escogido al 
Señor para servir-lo des}iacéos de los dioses extranjeros que tuvisteis con 
vosotros y entregad vuestros corazones al Dios de Israel". Y Jesús alzó 
una piedra de considerable grosor, diciendo: "Esta piedra será testigo de 
vuestra sumisión y veustro compromiso, para impedir que por azar, luego, 
no os desdigáis e incurráis en falsedad ante el Señor, diciendo que no lo 
habéis escogido como vuestro Dios con la obligación de servirle". Había, 
pues, dioses que los demás pueblos de la tierra honraban, y que eran el 
sol, la luna, los doce signos, y todos los otros cuerpos celestes y obras 
divinas, no como cuerpos simples sino como cuerpos animados; y toda la 
milicia celeste, y el alma que Jeremías llama la Reina del Cielo, es decir, 
la virtud que rige el cielo, a saber, el Alm! del Mundo, de la que Jeremías 
habla en estos términos: "Los hijos amontonan leña, los padres encienden 
el fuego y las mujeres acercan la grasa, para ofrendar regalos en honor de 
la Reina del Cielo". A estos pueblos se les prohibía honrar a esa reina y a 
las demás almas celestes del culto de Dulía, admitiéndose sólo el culto de 
Latría, que pertenece al Dios único; y los que lo rindieron a otros dioses 
fueron 
reprobados por el Señor.

En los capítulos anteriores enunciamos los nombres de las almas o 
divinidades; pero para saber qué partes del mundo, qué pueblos y qué 
ciudades tuvieron sus dioses particulares y protectores, habrá que leer en 
especial a Orígenes, Tertuliano, Apuley , Diodoro y la mayoría de los 
demás historiadores.

Todos los pueblos crearon y practicaron religiones y ceremonias particulares 
en honor de sus dioses. Los beocios adoraron a Anfiarao; los 
afros a Mopso; los egipcios a Osiris e Isis; los etíopes de Meroe, a Júpiter 
y Baco; los árabes, a Baco y Venus; los escitas a Minerva; los naucratitas 
a Serapis; los sirios a Atagartes; los árabes a Diafaré; los afros a 
Celesto; y los nornos a Tibeleno. En Italia, de modo parecido, por consa- 
gración municApal Delventino era el dios de los crustumenos; Viridiano, de los 
parnesianos; Aucaria, de los esculanos; Nursia, de los volsinios; Valencia, de los 
otrAculanos; Norcia, de los sutrinos; y Curis, de los FalAsces. Los lacios honraron 
mucho a Marte; los egipcios a Isis; los mauros a Juba; los macedonios a Cabiro; los 
penos a Urano; los latinos a Fauno; los romanos a Quirino; los sabinos a Sango; los 
atenienses a Minerva; la isla de Samos a Juno, Pafos y Venus; los lerrinos a Vulcano; 
los naxos a Líbero; y los delfos a Apolo. wídío les canta en sus Fastos: 
Pallada, Cecropidae; Minoia Creta, Dianam; Vulcanum, tellus Hypsipylaea colit; 
Junonein, Spartae; Pel5peiadesque Mycenae, Pinnigerum; 
Fauni Menalis ora caput; 
Mars, Lacio venerandus erat, quia praesidet ar nis.

Los cartagineses y leucadios honraban a Saturno; Creta, Pyré, Homo-la, Ida, 
Elis y Libia donde estaba su oráculo, Epiro, Lacio, Gnidia, Licia y Pisa de Macedonia 
honraban a Júpiter; los termones, los escritas y la Tracia a Marte. Los escitas 
veneraban un dios único que era el sol; le sacrificaban el caballo; los heliopolitas y 
los asirios también honraban al sol, igual que bajo el nombre de Apolo, los rodios, los 
hiperbóreos y los milesios; era también el dios del Parnaso, de Fasela, de Cintia, de 
los montes Soractes, y de las islas Claros, Tenedos, Delos y del lugar de Mallos en l! 
isla de Lesbos, y del bosque o fuerte de Grinea, e incluso de las ciudades de Pataras, 
Kisa, Tarapnas, Cirra, Delfi, Arrefnia, Entrosi y Tegíra; a él fue también consagrado 
bajo el nombre de Baco y Dionisio, Tebas y la isla de Naxos, Nisa, la ciudad de 
Arabia, Calícoros, río de Paflagonia, como así también el Parnaso y los montes 
Citeres de Beocia, donde se celebran cada dos años las fiestas en honor de Baco; de 
manera similar, los pueblos de Tamarita, vecinos de los hircanos, honraban a Baco 
con sacrificios muy peculiares. Los asirios fueron los primeros hombres que 
reconocieron a Venus, y después de ellos los pafos en la isla de Chipre, los fenicios y 
los citereos que dieron el ejemplo a l s atenienses después de Ageo; los lacedemonios 
honraban a Ármatha; los habitantes de Delfos a Venus Epitibia: también se la honraba 
en Ces y Amathos, isla del Mar Egeo, en el bosque del monte Ida, en la ciudad de 
Hipepa, en Erice, monte de Sicilia, en Calidonia, en Cirene y en Samos. Y según el 
testimonio de Aristóteles, de todas las divinidades de los antiguos nadie recibió 
mayores honores y en más lugares que Venus. Los galos efectuaban grandes sacrificios 
a Mercurio a quien llamaban Teutates; e incluso los arcadios y los 
hormopolitas. los egipcios l s memfitas. Se honraba a la Luna bajo el título de Diana, 
en la provincia táurica de Escitia, y se le había construido un templo famosNsimos en 
Efeso, y en Micenas después del asesinato de Thoas, rey de la Táurica, tras erigir 
Ifigenia y Orestes su estatua, ésta fue honrada con una modificación en los ritos 
sagrados cerca de Aricia; también se la honraba entre los magnesios, pueblos de 
Tesalia; en Pisa, 
ciudad de Acaya; en Tíbur, sobre el monte romano Aventino; en Pergue, ciudad de 
Panfília; y en Agras, provincia de Ática; y la historia registra que el pueblo c!reno 
honraba a la Luna bajo el sexo masculino.

También se acostumbraban sacrificios en honor de otras divinidades, como los 
celebrados a MinerBa y Palas en Atenas; en los montes Pireo y Aracinto; en el río 
Tritón; en Alcomenes, ciudad de Beocia; y en Neo, que es una de las Cícladas. Los 
lugares dedicados a Ceres son Eleusis de Ática; Enna y Catana, ciudades de SicilAa, 
y el monte Etna. Vulcano fue más honrado en l! isla de Lemnos que en cualquier 
otro lugar, igual que en Imbros, isla de Tracia, e incluso en Terasia, que le estaba 
totalmente consagrada; también l  reconocía Sicilia. Los troyanos honraban a la 
diosa Vesta, que Eneas después de su huida legó a Italia; era reconocida en Frigia, 
en los montes Ida y Díndimo, en Reatina, ciudad de Umbría, como así también en el 
monte Berecinto y en Pesino, ciudad de Frigia. Se sacrificaba a Juno en las ciudades 
de Cartago, Prosena, Argos y Micenas; asimismo, en la isla de Samos y entre los 
pueblos faliscos. Se honraba a Neptuno en Orquesta, ciudad de Beocia; en el 
promontorio de Tenaro, en Laconia; y en Trecena. 
He aquí pues la lista de los dioses gentiles que los gobernaban y bajo cuya 
autoridad vivían; a ellos Moisés, en su Deuteronomio, los denomina dioses de la 
tierra a quienes son asAgnados todos los pueblos, no hablando de otros dioses que de 
los astros del cíelo y de sus almas.

Capítulo hV 
LA OPINION DE NUESTROS TEOLOGOS SOBRE LAS ALMAS CELESTES

Esta opinión n  sQl  pertenece, pues, a poetas y filósofos sino también a las 
Sagradas Escrituras, y los católicos nos aseguran que los cielos y los cuerpos 
celestes están animados por ciertas Almas divinas; pues el mismo Eclesiastés nos 
describe el alma del cíelo, y Jerónimo en su comentario sobre el mismo, la confiesa 
y reconoce expresamente. Orígenes, de manera similar, en su libro de los Principios, 
describe los cuerpos celestes como animados, porque se los considera receptores de 
las órdenes divinas, lo cual sólo compete a una criatura racional; pues está escrito: 
Llené todos los cielos con mis mandamientos. También se señala que Job estuvo sin 
que las estrellas fuesen exentas de mancha de pecado pues esto es lo que se lee: Las 
estrellas no son puras en su presencia, lo cual no puede en verdad relacionarse con 
su resplandor.

Los cuerpos celestes tienen almas; esta es la  pNINóI de Eusebio Pánfilo en sus 
soluciones teológicas, y de Agustín en su Enquiridion; entre los modernos, la 
opinión de Alberto el Grande en sus Cuatro coiguales; de 
Tomas de Aquino en sus libros de las Criaturas espirituales; y de Juan Scoto sobre la 
segunda de las Sentencias; su criterio es segundo por el cardenal Nicolás Cuzan, 
personaje sapientísimo. Está incluso Aureolo quien apoya en una discusión muy 
acalorada la existencia de estos cuerpos celestes animados, y que no sería erróneo 
honrarlos con el culto de dulía e implorar sus sufragios y asistencia; esto lo 
cohonestarNa Tomás sA no temiese que esa ceremonia diese lugar a la idolatría. El 
mismo Plotino nos dice que conocen nuestras súplicas y las escuchan. Quien se 
oponga a las opinAones de todos estos grandes hombres y las considere dogmas sacrílegos, 
deberá escuchar a Agustín en su EnquAridion y en el libro de las Retractaciones; 
y a Tomás en el segundo libro contra los GentAles y en los QuodlibetarAos; Scoto sobre 
las Sentencias; Guillermo de París en la Suma del Universo: ellos le replicarán de 
consumo que la fe católica no es lesionada porque se diga que los cuerpos celestes 
están animados o no lo están. Aunque parezca ridículo, pues, a muchos espíritus 
atribuir almas a las esferas y estrellas y, como los dioses de los Gentiles, suponer que 
g biernan cada una sus provincias, ciudades, tribus, pueblos, naciones y lenguas, eso 
no parecerá extraño a quienes encaren sabiamente esa doctrina.

Capítulo XVI 
LAS INTELIGENCIAS Y DEMONIOS, SUS TRES GENEROS DIFERENTES Y 
SUS DIVERSOS SOBRENOMBRES; LVS DEMONIOS INFERNALES Y 
SUBTERRÁNEOS

Es preciso ahora, según el orden y conexión de las materias. hablar aquí de las 
Inteligencias, de los Espíritus v d? los Demonios. Una inteligencia es una sustancia 
intelectual. despojada d~• toda masa de cuerpo den-so y corruptible, inmortal, sin 
función de lo- sentidos, ubicuamente presente e influyente. Y todas las inteligencias- 
espíritus y demonios son de la misma naturaleza. Aquí llamo demonios no a los que 
denominamos di!blos sAno a los espíritus que son así llamados según el significado 
propAo del nombre, como quien diría sapientes, inteligentes y sabios. 
Además de lo que los magos nos enseñan, h!y tres clases de estos espíritus. A 
los del primer orden lis llaman Su?ercelestes, y almas profundamente separadas del 
cuerpo. y casi esferas intelectuales, que adoran y sirven al Dios único, su unidad o 
centro firme y estable donde todos se relacionan: por ello los llaman dioses, porque 
participan en alguna cosa de l! divinidad, y están siempre llenos de Dios y abrevados 
c n el néctar divAno. Están vueltos hacia Dios; no tienen gobierno sobre los cuerpos 
del mundo y no sirven al minAsterio de este mundo Anferior, sino que reciben 
la luz de Dios, p!r! influir sobre los órdenes de abajo, distribuyendo a cada uno de 
ellos sus oficios.

Inmediatamente después de ellos están las Inteligencias Celestes, que llaman 
demonios mundanos, porque no se dedican al culto divino sino que se concentran en 
las esferas del mundo y presiden individualmente los cielos y las estrellas; p r ello 
incluyen tantos órdenes como cielos en el mund  y estrellas en los cíelos; y unos los 
llaman saturnianos, los que gobernahan el cielo de Saturno y Saturno mismo; los 
otros, jupiterinos, que debían gobernar el cíelo de Júpiter y Júpiter mismo. De modo 
parecido, daban sobrenombres a los diversos demonios, según el nombre y virtud de 
las otras estrellas; y porque los astrólogos de la antigüedad reconocían cincuenta ^j 
cinco movimientos celestes, les asignaron para conducirlos un número parecido de 
inteligencias o demonios; en el cielo estrellado también ubicaron demonios p!r! 
gobernar los signos, las triplicidades, los decanatos, los quinarios, los grados y las 
estrellas; pues aunque toda l! escuela de los filósofos, incluidos los peripatéticos, 
asignó a cada esfera de estrellas una sola inteligencia, sin embargo, como cada 
estrella y cada pequeña parte del cielo tiene su propia fuerza e influencia a 
diferencia de las demás, es necesario que tenga ella misma su inteligencia rectora 
que le dé su fuerza y le haga accionar. Incluyeron, pues, doce demonios principales 
para presidir los doce signos del zodíaco, otros treinta y seis demonios para presidir 
una cantidad parecida de decurias, setenta y dos p!r! presidir una cantidad similar 
de quinarios del cielo, las lenguas de los hombres y los pueblos, otros cuatro para 
presidir las triplicidades y los elementos, siete gobernadores de todo el mundo por 
los siete planetas; y a todos asignaron sus nombres y signos que llaman caracteres, 
de los que se servían p!r! invocaciones, encantamientos, esculturas y grabados, poniéndolos 
sobre los instrumentos de sus operaciones, imágenes, láminas, espejos, 
anillos, cartas, cirios y otras cosas de esa índole, de manera que cuando operaban 
respecto del sol, efectuaban su invocación con los nombres del sol y con los 
nombres de los demonios solares, y así con el resto.

En tercer lugar, incluyendo a los Demonios que son como ministros debajo de 
los otros, para gobernar el mundo inferior, que Orígenes denomina ciertas virtudes 
que disponen las cosas sobre la tierra; pues en efecto, a menudo nos conducen sin 
que se los vea en nuestros viajes y asuntos; también con frecuencia se hallan en los 
combates, y hacen triunfar a sus amigos c n el auxilio que prestan sin sentirlo ; pues 
se dice que pueden, a voluntad, hacernos prosperar, o lanzarnos a l! adversidad. Los 
distribuyen, de modo parecido, en muchos órdenes y los hay para el fuego, el aire, el 
agua y la tierra, según la cantidad de las cuatro fuerzas de las almas celestes, el 
pensamiento, la razón, la imaginación y la naturaleza vivifica v motora. Por ello, los 
demonios del fuego siguen el pensamiento de las almas celestes, B contribuyen a la 
contemplación de las materias sublimes: los demonios del aire siguen a la razón y 
favorecen el poder racional, lo separan de alguna manera del sensual y vital, 
sirviendo así principalmente Para la vida activa, como los del fuego lo hacen para la 
BNd! contempla- 
tiva; l s demonios del agua siguen a la imaginación y el juicio, y son para l! vida 
voluptuosa; los demonios de la tierra siguen a la naturaleza, y s n para la facultad 
vegetativa.

Además distinguen a este género de demonios en saturnianos y jupiterínos, por 
relación con los nombres de las estrellas y los cielos. Además incluyen otros p!T! 
Oriente, otros para Occidente, otros p!r! el Mediodía y otros para Septentrión. En fin, 
no hay parte del mundo que no tenga sus demonios asistentes y presentes, no como 
simples asistentes sino principalmente como sus gobernadores en acción, pues se 
hallan por doquier, aunque entre ellos están los que operan principalmente y envían los 
efluvios de virtudes más fuertes que los otros. No ha de entenderse esto en el sentido 
de que están sujetos a las influencias de las estrellas sino más bien que corresponden al 
cíelo supramundano que es el principal director de todas las cosas y al que deben 
adecuarse todas las cosas; por ello, tal como los demonios se adaptan a diferentes 
estrellas así lo hacen en diversos lugares y tiempos, sin depender de tiempo ní lugar, ni 
de los cuerpos que gobiernan, sino porque responden a los decretos de l! sabiduría que 
así lo ordenó; por ello favorecen y protegen más estos cuerpos, lugares, tiempos y 
estrellas. Unos los llaman diurnos, otros, meridianos, y otros nocturnos; asimismo, 
unos se llaman silvestres, otros montaííeses, otros campestres, otros domésticos; de allí 
derivan: Silfos, Faunos, Sátiros, Panes, Ninfas, Náyades, Nereidas, Dríadas, Píéridas, 
Hamadríadas, Potámidas, Hínidas, Agaptes, Palas, Paréadas, Dodonas, Feniles, 
Lavernas, Parcas, Musas, Aónidas, Castálidas, Helicónides, Genios, Meónidas, 
Fevíadas, Camenas, Carites, Genios, Lemures y demonios semejantes a los que llaman 
pueblo de los dioses, y otros, semidioses y semidiosas. Algunos de estos dioses son tan 
humanos y familiares que están sujetos a las pasiones de los hombres; Platón cree que 
los hombres efectúan a menudo asombrosas operaciones mágicas, al ser instruidos por 
esta clase de demonios, de la misma manera que ciertas bestias corrientes entre 
nosotros, como cisnes; canes y elefantes, con la instrucción de los hombres realizan 
cosas sorprendentes y por encima de su especie. Las historias de Dinamarca y Noruega 
narran que en estos países existen demonios de diversos géneros, dedica-dos a servir a 
los hombres. Además, algunos de ellos son corporales y mortales, sus cuerpos nacen y 
mueren, pero viven largo tiempo; esto es lo que creen los egipcios y platónicos, 
sosteniendo esta opinión principal-mente Proclo. Plutarco, Demetrio el filósofo y 
Emiliano el retórico aseguran lo mismo, pues dan testimonio de que entre los prodigios 
de sus tiempos, el gran demonio Pan y muchos  TT s, tras llorar y proferir gran-des 
gritos, murieron.

Según la opinión de los platónicos se dice que hay tantas legiones de demonios 
de este tercer género como estrellas en el cielo, y que hay tantos demonios en cada 
legión como el número de estrellas en el cielo. EstáI los que hacen ascender el número 
verdadero de buenos espíritus, cono lo registró por escrito At!AA!sí , considerado el 
número de hombres. a 99 partes. según la par`bola de las cíen ovejas; otros lo hacen 
ascender 
a nueve partes solamente según la parábola de las diez dracmas; otros estAman que el 
número de ángeles es igual al de los hombres, pues está escrito: El limita los lindes de 
los pueblos según el número de los ángeles de Dios. Muchos otros autores escribieron 
muchas otras c s!s respecto del número de ángeles; pero los teólogos más recientes, 
Agustín y Gregorio, siguiendo al maestro de las sentencias, Anfieren que la cantidad de 
ángeles buenos sobrepasan al espíritu de todos los hombres, a la cual corresponde una 
cantidad opuesta, infinita, de espíritus inmundos, de igual proporción en el mundo 
inferior que la de espíritus puros en el mundo superior, y algunos teólogos dicen 
haberlo sabido mediante los oráculos.

Debajo de aquéllos incluyen al género de Demonios Subterráneos o tenebrosos, 
que los platónicos denominan ángeles desertores, vengadores de crNmenes e 
impiedades, según el decreto de la justicia divina. TambAén los detiominann demonios 
malos y espíritus malignos, porque ofenden y causan mal voluntariamente. Se hace 
ascender su número a muchas legiones; también se efectúa l! distinción según los 
nombres de las estrellas y los elementos, y las partes del mundo; y se les asignan reyes, 
príncipes y presidentes, con sus nombres. Entre ellos fueron escogAdos como jefes cuatro 
reyes muy maléficos, de igual proporción a las partes del mundo; bajo estos reyes 
mandan muchos otros demonios jefes de legiones, y de modo parecido muchos otros 
debajo de éstos, que tienen oficios particulares. De allí las Gorgonas, los lobosduendes, 
las furias; de allí Ctesífone, Alecto, Megere y Cerbero. Esto es lo que dice 
Porfírio de esta clase de demonios: habitan en un lugar cercano a la tierra o, mejor, en 
las entrañas de la tierra; no hay maldad que no pongan en práctica; tienen humor 
totalmente violento e insolente, por lo que se hallan en frecuentes maquinaciones y 
tienden las emboscadas más violentas y súbitas; y cuando efectúan sus incursiones se 
ocultan en parte, y en parte practican la violencia, regodeándose dondequiera reinan l! 
injusticia y la discordia.

Capítulo XVII 
LOS ÁNGELES SEGUN LAS OPINIONES DE LOS TEOLOGOS

En cuanto a nuestros teólogos, en comunión de espíritu con DionisAo, concretan 
tres diferencias de Angeles y los dividen c!d! una en tres órdenes, creando así tres 
diferencias y nueve órdenes en total; a los órdenes los llaman Jerarquías, y a las 
diferencias, Coros. Proclo también los divide en nueve. 
En la primera jerarquía inclAyen a los Serafines, los Querubines y l s Tronos, 
como demonios o espíritus supercelestes que contemplan el orden de la divina 
Providencia: los primeros, en la bondad de Dios; los 
segundos, en la esencia de Dios y en su forma; los terceros, en su sabiduría. Incluyen 
en l! segunda jerarquía a las Dominaciones, las Virtudes y las Potestades, como 
demonios mundanos que cooperan en el gobierno del mundo: los primeros de elles 
ordenan lo que los otros ejecutan; los segun-dos administran los cielos y cooperan a 
veces en la realización de milagros; los terceros rechazan lo que aparentemente puede 
perturbar la ley divina. En la jerarquía tercera y última, incluyen a los principados, les 
arcángeles y los ángeles, que Jámblico computa de Agual modo; éstos cumplen el 
oficio de demonios ministros, y tienen a su cargo la custodia de las cosas de este 
mundo inferior: los primeros de elles se encargan de las 
cosas públicas, de los príncipes y magistrados, de las provincias y reinos, 
cada cosa con su ángel; de allí deriva que en Daniel aparezcan estas p!l!bras: el 
príncipe del reino de los Persas se opuso a mí durante veintiún días; y Jesús, hijo de 
Sirac, atestigua que a cada nación se ha asignado un ángel rector, lo que Moisés 
también nos lo revela en el cántico del Deuteronomio, al decir que el Altísimo, al, 
separar las naciones de la tierra, las limitó según el número de ángeles de Dios; los 
segundos asisten a los sacrificios, dirigen el culto divino de cada hombre, y ofrecen, 
en presen- 
cia de los dioses, las plegarías y los sacrificios de los hombres; los terceros 
disponen de las cosas menores y son los guardianes de cada uno en particular, entre 
les cuales están también los que dan la fuerza y la virtud a las 
hierbas y piedras más pequeñas y a todas las cosas inferiores, que tienen 
muchas cosas comunes con Dios y muchas con los hombres, y son los ministros 
mediadores,

Pero Atanasi , además de los Tronos, Querubines y Serafines, que están más 
cerca de Dios, y que lo ensalzan con himnos y alabanzas sin fin, rogando también por 
nuestra salud, nombra otros siete órdenes que llama con el nombre común de milicia 
del cíelo. El primero de ellos es el orden de los Doctrinarios, integrado por quien 
habló a Daniel, diciéndole: "Vine 
a tu encuentro para enseñarte lo que sobrevendrá a tu pueblo en los últi- 
mos tiempos". Luego sigue el orden de los Tutelares, del que se habla en Daniel: "He 
aquí Miguel, uno de los príncipes que llegó en mi auxilio... 
entonces surgirá el gran príncipe Miguel que está de parte de los hijos de 
tu pueblo"; en este mismo orden estuvo también el que condujo al joven Tobías. 
Después de este segundo orden está el de los Procuradores, del que se habla en Job, 
donde se leen estas palabras: "SA se halla un ángel que hable por él, rogará al Señor y 
obtendrá su favor"; se explica también sobre éstos en lo que registra el capítulo XVI 
del Eclesiastés, in fine (sic) : "En el juicio de Dios su obra es desde el comienzo, y 
desde la institución de los hombres distinguió sus porciones, no tuvieron hambre nA 
trabajaron, y no abandonaron sus obras; nadie causará angustias a su prójimo durante 
la eternidad". Sigue después el orden de los Ministros, del que Pablo, en su Epístola a 
los Hebreos, habla en estos términos: "¿N  son todos espíritus administradores, 
enviados para servicio a favor de los 
que serán herederos de la salvación?" Después de ellos está el orden de 
los Auxiliares, de los que se habla en Isaías en estos términos: "Salió una 
vez el ángel del Señor y abatió a ciento ochenta y cinco mil en el campo de los asirios". 
Detrás de este orden está el de los Receptores de las almas, de los que se lee en Lucas 
que el alma de Lázaro fue llevado al serio de Abraham por los ángeles, y este mismo 
pasaje nos enseña a hacernos amigos del Mammon de la iniquidad para que seamos 
recibidos en los tabernáculos de la eternidad. Por fin está el orden de los Asistentes, de 
los cuales se lee en Zacarías: "Aquí están los dos hijos del óleo del esplendor que son 
los asistentes del dominador de la tierra universal".

En cuanto a los teólogos hebreos, cuentan y denominan de otra manera estos 
órdenes diferentes. El sitio más elevado es ocupado por los llama-dos cdqhtwyj , es 
decir, los animales de santidad, o vidas, por los cuales Dios hyha distribuye el don del 
ser. El lugar siguiente es ocupado por los Ophanim, synpwa , es decir, las formas o 
ruedas, por las que Dios hwhyy disipa el caos. En tercer lugar están los Aralim sylara , 
los ángeles grandes, fuertes y robustos, por los cuales el Tetragramma Elohim 
pronunciado o el Tetragramma junto con Hei hwhyh, dirige la forma del flujo de la 
materia. En cuarto lugar están los Hasmalim, mylmch por los cuales Gl la modela las 
efigies de los cuerpos. En quinto lugar está ubicado el orden de los Serafines, syprc , 
por los cuales Dios Elohim Gibor rbyn syhla extrae los elementos. El sexto es 
Malachim, syklm , es decir, los ángeles por los cuales Eloha hwla produce los metales. 
El séptimo, Elohim myhla; es decir, los dioses, por los cuales el Dios tetragramma 
Sabaoth twabx hwhy produce los vegetales. El óctavo Ben Elohim myhla ynb, es 
decir los hijos de los dioses, por los cuales Dios Elohim Sabaoth twabx myhla procrea 
los anímales. El noveno e inferior, Querubines sybwrk, por los cuales Dios S a d a i 
ydc se ocupa del género humano. Debajo de todos estos órdenes está el orden 
animástico, denominado Issim, sycya es decir héroes, hombres fuertes y 
bienaventurados, por los cuales Adonai ynda derrama el don de profecía

Capítulo XX 
LA HOSTILIDAD DE LOS DEMONIOS MALIGNOS Y LA PROTECCION DE 
LOS BUENOS QUE VELAN POR NOSOTROS

Todos los teólogos coinciden en que los Demonios Malignos son de una 
naturaleza tal que odian por igual a dioses y hombres; por ello la Providencia divina 
puso cerca de nosotros a los Demonios más Puros, a quienes nos recomendó como 
pastores y conductores para que nos asistan todos los días, rechacen a los demonios 
malignos, los detengan y atemoricen p!r! que no nos causen el mal que desearían; así, 
en Tobías, se lee que Rafael atrapó al demonio llamado Asmodeo y tos dejó en el 
desierto del Alto Egipto. Así habla Hesíodo de estos espíritus: "Son 30.000, viven 
sobre la tierra que los nutre; están puestos por Júpiter como guardianes inmortales 
p!r! observar la justicia y la misericordia, revestidos de aíre y desplazándose 
ubicuamente por la tierra; pues no podría haber príncipe ni persona importante que 
pudiera vivir segura, ni mujer alguna podría salvar su pureza, nadie de este valle de la 
ignorancia llegaría al fin propuesto por Dios, sí los buenos demonios no custodiasen en 
torno de nosotros, o sí los demonios malignos estuviesen autorizados a satisfacer los 
malos designios de los hombres". De manera que cada uno de nosotros tiene como 
custodia particular a uno de estos demonios buenos, que le fue enviado para dar fuerza 
al espíritu del hombre y guiarlo hacia el bien; también nos es enviado uno de los malos 
como ehemigo, que preside la carne y el deseo, y el buen guardián combate por 
nosotros en favor del espíritu contra el enemigo y la carne; el hombre, en medio de 
estos comba-tes, librado a su propia decisión, confiere la victoria a quien quiere. Por 
eso no podemos acusar a los ángeles sí no conducen las naciones que les son confiadas 
al conocimiento del Dios verdadero, a la piedad y religión verdaderas; y sí las dejan 
caer en errores y cultos perversos; es preciso acusar a quienes voluntariamente 
abandonaron el camino recto, apegándose a los espíritus del error, acordando l! 
victoria al diablo; pues el hombre tiene en sus manos el poder de tomar el parido que 
quiera y de vencer sí así lo desea, y si supera a su enemigo, el demonio se convierte en 
su esclavo, y una vez vencido no puede atacar a otro, igual que una avispa que quedó 
sin aguijón. A esta opinión adhiere Orígenes en su libro Periarchon, concluyendo que 
los santos combaten contra los malos espíritus, y al salir victoriosos, debilitan sus 
ejércitos, de modo que quien fue vencido por alguien, luego no puede inquietar más a 
otro. Cada hombre recibió un buen espíritu y un diabólico espíritu maligno; ambos 
buscan unirse con nuestro espíritu y procuran atraerlo hacía ellos y mezclarse en sus 
asuntos, como el vino que se mezcla con el agua. El bueno, de un lado, por medio de 
buenas obras que le convienen, al unirnos a los ángeles cambia nuestra naturaleza, 
como está escrito respecto de Juan Bautista en Malaquías: "He aquí que te envío mí 
ángel ante tu faz". En otra parte 
está escrito acerca de esa transmutación y unión: "Quien se apega a Dios se convierte 
en un espíritu con él. De modo parecido, el demonio maligno trabaja en nosotros para 
convertirnos en semejantes y apegados a él por medio de malas obras . n las que nos 
compromete, como dice el CRISTO respecto de Judas: "¿No os he elegido a los doce y 
uno de vosotros es el diablo?" Y ésto es lo que dice Hermes: "Cuando un demonio se 
desliza en un alma humana derrama semillas de su propia idea, lo que hace que es! 
alma cargada con estas semillas, llena de furor, realice por este medio cosas asombrosas 
y todas las operaciones correspondientes a los demonios:

pues el buen demonio, al entrar en un alma santa, la eleva a la luz de la sabiduría, 
mas el demonio maligno, deslizado en un alma despravada la lleva al robo, al 
homicidio, a la lubricidad y a todos los quehaceres de los demonios malignos". Los 
buenos demonios, dice Jámblico, purifican las almas en la perfección, manifiestan 
en nosotros su diversidad, con su presencia nos dan la salud corporal, l! fuerza 
espiritual y la tranquilidad de pensamiento, destruyen en nosotros los gérmenes de la 
muerte, activan el calor, fortaleciéndolo para conservar la vida, y derraman 
armoniosamente un! luz perpetua en el pensamiento inteligible.

Los teólogos discuten sobre sí el hombre tiene muchos guardianes o uno sólo. 
Creemos que tiene muchos, según lo que expersa el Profeta: Encomendó a sus 
ángeles tu cuidado para cuidarte dondequiera vayas. Esto se entiende según el 
testimonio de Jerónimo, no sólo del CRISTO, sino también de todo hombre en 
particular. Todos los hombres son, pues, gobernados por el ministerio de diversos 
espíritus, y conducidos en cada grado de virtud, mérito y dignidad, según su 
dignidad y buenos oficios; por el contrario, los indignos son humillados por los 
demonios malignos, y al mismo tiempo por los buenas espíritus, y empujados hasta 
el último grado de miseria según la exigencia de sus faltas. Todos los custodiados 
por los ángeles más sublimes están por encima de los demás hombres; pues los 
ángeles que los cuidan los elevan y someten a otros mediante cierta fuerza secreta, y 
aunque no se lo perciba, no obstante se siente cierto yugo de preeminencia del que 
no es fácil librarse, y se teme y reverencia esa fuerza y poder que los ángeles 
superiores envían a sus superiores, y que reprimen a los inferiores con el terror de la 
preeminencia.

Parece que Humero opinaba así cuando dice que las musas hijas de Júpiter son 
siempre compañeras inseparables en presencia de los reyes hijos de Júpiter, 
tornándolos venerables y majestuosos. Así leemos que Marco Antonio, luego de 
hacerse muy amigo de Octavio Augusto, jugaba a me-nudo con éste, quien le ganaba 
siempre. Un mago le dio este consejo en secreto: Antonio, ¿por qué os juntáis con 
este joven? Huid de él, evitadle, pues aunque tengáis más edad y experiencia que él, 
y seáis de más ilustre familia, y hayáis sido más grande emperador que él en las 
guerras que dirigisteis con tantos hombres y victorias, no obstante vuestro genio 
teme al genio de este joven, y vuestra fortuna adula a la suya; si no huís lejos, es 
posible que os abandone por entero y se apegue a él. ¿Un príncipe no es un hombre 
como los demás? ¿Cómo le temerán y 
reverenciarán entonces sí el terror divino quo lo rodea no lo elevara por encima de los 
demás, y si no los humillara sacudiéndolos de temor a fin de que le reverencien como 
su príncipe? Por ello es que debemos esforzarnos mucho a fin de que, purificados por 
las buenas obras, persiguiendo las cosas divinas, escogiendo los tiempos y sitios 
oportunos, lleguemos al rango de los ángeles más elevados y potentes que cuidan de 
nosotros, y merezcamos con justicia la preferencia sobre los demás.

Capítulo XXY 
LA OBEDIENCIA A NUESTRO GENIO 
Y EL MODO DE DESCUBRIR SU NATURALEZA

Así como cada país tiene su estrella cierta en el cielo y su imagen celeste, 
también tiene en las jerarquías supercelestes una Inteligencia que 10 gobierna y 
protege con una infinidad de otros espíritus o demonios de su orden como sus 
ministros, que reciben en total el nombre común de hijos de Elohim Sabaoth twabx 
myhlaynb, o sea, los hijos del Dios de los Ejércitos. Por ello todas las veces que el 
Altísimo libre guerra, un sangriento combate, la desolación de un reino y la 
humillación del pueblo en sus reductos, al igual que lo que debe sobrevenir sobre la tierra. 
habrá antes una batalla entre los espíritus de las Alturas como está escrito en Isaías: 
"El Señor de los Ejércitos revistará el Ejército del Altísimo en la Altura y el de los 
reyes de la tierra sobre la tierra". En Daniel hallamos este combate de espíritus y 
jefes, por ejemplo, del príncipe del reino de los persas, del príncipe de los griegos, 
del príncipe del pueblo de Israel y el combate entablado entre ellos. Parece que 
Homero compartió esta opinión, al cantar: 
Un estrepito resono en la corte celestial cuando, de uno y otro lado, los dioses se 
lanzaron a cruel lucha: Febo Apolo guerreo contra Neptuno, P?l?s Atenea lucho contra 
Marte, Diana, con el carcaj en la espalda, combatio contra Juno, Cilene alado abrumo a 
Laton? c5n sus flechas.

En cada región hay toda clase de espíritus y demonios, pero los más poderosos 
son los que pertenecen al orden que preside esa región. Así en la región del sol los 
espíritus solares son m`s, fuertes que los demás; en la región de la luna predominan 
los espíritus lunares, y así en el resto; por eso, acorde con nuestra opinión, al cambiar de 
lugares y provincias sobrevienen diferentes acontecimientos en nuestros asuntos y 
negocios; y l! mayor o menor fortuna correspondiente depende de que el demonio 
que es nuestro genio haya recibido más poder o que hayamos obtenido un demonio 
más poderoso del mismo orden. Así los hombres 
solares, sí entran en una región o provincia gobernada por el sol, serán allí 
más felices, porque tendrán conductores o genAos más poderosos y 
favorables, los que, al presidir c n mayor preeminencia, hacen que todos 
los negocios culminen a menudo felizmente. superando sus fuerzas y esperanzas. 
Esa es la razón de que haya q~e escoger el lugar, el p!ís y el 
tiempo donde se pueda trabajar, habitar y frecuentar, según la naturaleza y 
el instinto de su genio, sí se quiere tener más buena fortuna en la vida. A 
veces también es b u e n o cambiar de nombre, ya que como las propiedades 
de los nombres s n índices (le las cosas mismas, relacionando como un 
espejo las condiciones de sus formas, de allí surge que, al cambiar de 
nombre, a menudo ocurre que cambian las cosas. Por ello es c n razón que 
las Sagradas Escrituras expresan que cuando Dios estuvo a punto de 
bendecir a Abram y Jacob, cambió sus nombres y a uno lo llamó Abraham 
y al otro Israel:

Los sabios de la antigüedad enseñan a conocer la naturaleza del genio 
del hombre, por los astros y sus influencias, y los aspectos de los que 
aparecen con el nacimiento de cada uno, pero 1 0 efectúan con doctrinas 
tan diversas y cHntrarias que es dificilísAmo obtener de sus manos los 
misterios de los cíelos. Porfirio busca el conocimiento del genio en la 
estrella que domina el nacimiento; y Materno lo obtiene de allí o de los 
planetas con muchas dignidades, o del astro cuya casa esté ocupada por la 
luna después de l! que ella ocupa al nacer el hombre. Los caldeos sólo 
buscan conocer al genio en el sol o la luna. En cuanto a los demás, 
incluidos muchos hebreos, creen que es preciso sacarlo de un polo cardinal 
de los cíelos, o de todos. Otros creen que al buen genio hay que hallarlo en 
la undécima casa, llamada por eso demonio bueno, y que el genio malo 
debe buscarse en la sexta casa, llamada p r eso demonio malo. Pero como 
la búsqueda de estas cosas es ardua y muy oculta. nnos costará menos 
trabajo determinar cuál es l! naturaleza de nuestro genio, atendiendo a lo 
que nos sugiera nuestra alma (cuando está libre de trabas, purificada de 
vanos pensamientos y malos afectos, limpia de todo contagio como en la 
infancia) a lo que nos dicte el instinto de la naturaleza, y a l  que el cielo 
incline. Estos son, sin duda, los consejos dados por el genio a cada uno, 
desde el comienzo de su nacimiento, y que nos Ancita y encamina hacia 
donde su estrella nos inclina.

Capítulo XXII 
LOS TRES GUARDIANES DE CADA HOMBRE; SUS ORIGENES

No hay hombre sobre la tierra que no tenga como GGardNán un demonio 
Triple v bueno; uno es sagrado, el segundo es de nacimiento, y el 
tercero es de profesión. El Demonio sagrado, según la doctrina de los 
egipcios, no deriva de astros ní planetas, sino de una causa superior, del 
mismo Dios, dueño de los espíritus, que lo asignó al alma racional en su 
descenso; ese espíritu es universal, por encima de la naturaleza. Es el 
(lírector de la vida del alma y presenta siempre buenos pensamientos ,+ la 
mente, actuando en nosotros sin cesar, comunicándonos la luz, aunqu, no lo 
advirtamos siempre; mas una vez libres de pecados, sí llevamos una vida 
tranquila, entonces le reconocemos, se queda con nosotros y nos hace oír su 
voz aunque antes guardase silencio en nuestra presencia, y se ocupa sin 
cesar de hacernos llegar a la perfeccNón sagrada. Así, con la ayuda de este 
demonio podremos torce! la malignidad del destino, y sí lo honramos 
religiosamente con bGeTAas .bras y BNd! santa, como sabemos que Sócrates 
lo hizo, los platónicos een que nos da un maravilloso auxilio tanto con 
sueños como con sNgnos, desviando los males que nos amenazan y 
conservando y procurando los bienes con gran esmero; por ello los 
pitagóricos, al entonar sus himnos, por lo común ruegan a Júpiter que los 
preserve del mal o les diga qué demonio puede cometerlo.

El segundo Demonio es de progenie o nacimiento, llamado también 
genio; nos llega de la disposición del mundo y del giro de los astros que 
pasan durante el nacimiento. H!y autores que creen que eI alma, a punto de 
descender en el cuerpo, escoge este guardián en el coro de los demoníos y 
no es dueña de elegirlo como su conductor si él, de su parte, no quiere 
tomarla bajo su tutela. Este espíritu es el ejecutor y conservador de la vida, 
la concilia con el cuerpo, la cuida tras comunicarla al cuerpo, y ayuda al 
hombre a cumplir el oficio al que los poderes celestes lo destinaron al hacer. 
En consecuencia, todos los que recibieron un genio feliz son virtuosos en 
sus obras, capaces, fuertes y prósperos; por esa razón los filósofos los 
llaman afortunados o bien nacidos.

El Demonio de la profesión se recibe de los astros que presiden la 
profesión o secta a la que pertenece un hombre, y el alma lo escoge tácitamente 
cuando comienza a usar la elección y una vez que adoptó una regla 
de vida. Este demonio cambia cuando sobreviene cambio de profesibTA; 
entonces, según la dignidad de la profesión, se recNbe demonios de profesión 
más dignos y de orden más elevado, que cuidan sucesiva-mente del hombre 
que se adscribe progresivamente tal y tal guardián de profesión a medida 
que a- (ende de virtud en virtud. Cuando nuestro empleo conviene a nuestra 
naturaleza, somos ayudados por un demonio semejante de profesNón que se 
pone de acuerdo con nuestro genio particular, y nuestra vNda se torna más 
tranquila, feliz y próspera; pero cuando nos dedicamos a una profesNón que no 
concuerda con nuestro genio y le desagrada, nuestra vida sólo es dolor y trabajo, 
dificultada por patrones que no concuerdan. Así sucede que un hombre 
adelanta en una ciencia, oficio o empleo en poco lapso, sin gran sacrificio, 
con logros nulos en otras ocupaciones por más sacrificio y esmero que 
ponga. Y aunque no debe descuidarse ninguna ciencia, ningún arte ní oficio, 
ninguna virtud, sin embargo, para prosperar en la vida y actuar con buen 
éxito, ante todo habrá que empezar por conocer el propio genio, la propia 
na- 
turaleza, y qué bien promete la disposición celeste de nacimiento y Dios, soberano 
dispensador de todas estas cosas que las brinda a cada uno según le place. Habrá que 
seguir estos principios, practicar esa virtud que eleva y dirige el Soberano distribuidor 
que hizo descollar a Abraham en la justicia y la clemencia, a Isaac en el temor, y •a 
Jacob en la fuerza, a Moisés en l! dulzura y los milagros, a Josué en la guerra, a Fineo 
en el celo, a David en la religión y la victoria, a Salomón en la ciencia y la celebridad, 
a Pedro en la fe, a Juan en la caridad, a Santiago en la devoción, a Tomás en la 
prudencia, a Magdalena- en la contemplación, y a Marta en el servicio. Cuando se 
desee avanzar fácilmente en una virtud, habrá que procurar llegar a su perfección para 
descollar en una cosa,ya que no se puede en todas. No habrá que descuidar en las demás 
tanto como se pueda; sí se es lo suficientemente dichoso de contar con genios de 
naturaleza y profesión concordantes, se hallará un doble progreso y un acrecentamiento 
de los bienes de la naturaleza y de los beneficios de la profesión, pero sí son 
discordantes, habrá que seguir al mejor, pues a veces se lograrán más beneficios de una 
buena profesión que del propio nacimiento.

Capítulo XXIII 
EL IDIOMA DE LOS ÁNGELES 
PARA CON NOSOTROS Y ENTRE ELLOS

Podríamos poner en duda que los ángeles o demonios, espíritus simples y puros, 
se sirvan de un habla vocal o Lenguaje éntre ellos y para conversar con nosotros, sí no 
fuese que Pablo dice en una de sus obras:

Si yo hablase el lenguaje de los hombres y los ángeles. ¿Pero cuál es esta habla, cuál 
ese lenguaje? Casi todo el mundo lo desconoce. La may ria cree que, si se sirven de 
un idioma particular, este es el hebreo, por ser el primero de todos, proveniente del 
cíelo y existente ante de la confusión de lenguas que sobrevino en Babilonia; en este 
idioma Dios Padre entregó su ley a Moisés; el CRISTO, su hijo, predicó el Evangelío, 
y los profetas produjeron tantos oráculos por medio del Espíritu, Santo; y cuando todas 
las lenguas están sujetas a tantas modificaciones y corrupciones, la hebrea 
permanece siempre inviolable. Además, la señal evidente de esa creencia consiste 
en que, aunque todos los demonios o inteligencias en particular hablan el lenguaje 
de las naciones sobre las que presiden, sin embargo, a quienes conocen el hebreo 
no les hablan sino en este idioma. 
El modo de hablar de los ángeles nos resulta oculto como ellos mismos. 
Nosotros no podemos hablar sin lengua ní órganos de la palabra 
(como garganta, paladar, labios, dientes, pulmones, arteria espiritual y músculos 
del pecho) que reciben del alma el principio de su movimiento. Si alguien habla de 
lejos a otra persona, debe gritar más fuerte; a quien habla de cerca le basta susurrar 
al oído de quien le escucha, y sí con el menor soplo pudiese establecer una unión 
con quien lo escucha, su palabra no necesitaría absolutamente sonido alguno para 
ser captada, como ocurre con una imagen en los ojos o en un espejo. Así hablan las 
almas separadas del cuerpo, los ángeles y los demonios, y lo que el hombre realiza 
con la voz sensible, ellos lo cumplen grabando la idea de la palabra en aquellos a 
quienes hablan, de manera más excelente que si fuera enunciada con la voz audible.

Los platónicos dicen que Sócrates percibía su demonio con los sentidos, no del 
cuerpo que poseemos sino del cuerpo etéreo, oculto en el cuerpo humano; Avicena 
cree que de esta manera también los profetas veían y oían a los ángeles. Este 
instrumento, cual-quiera sea la calidad de su virtud por la que un espíritu hace 
conocer a otro espíritu las cosas que corren por el pensamiento, se llama, según el 
apóstol Pablo, la lengua de los ángeles. No obstante, también emiten muy a 
menudo voces sensibles, exclamando, por ejemplo, en ocasión de la Ascensión del 
Señor: "Galileos, ¿de qué sirve que os detengáis a contemplar el cielo?" Y en la 
antigua ley se comunicaron con muchos Patriarcas en voz alta e inteligible. Mas 
esto ocurrió al revestirse de cuerpos. No sabemos con qué sentidos estos mismos 
espíritus o demonios oyen nuestras invocaciones y plegarias, y ven nuestras 
ceremonias. Pues el cuerpo de los demonios es espiritual por su naturaleza en la 
mayoría, sensible por doquier, ya que sin intermediario toca, ve, oye, y nada puede 
impedir las funciones de estos espíritus; no sienten de igual manera que nosotros, y 
tal vez tengan órganos distintos, como las esponjas absorben el agua, extrayendo 
con todo su cuerpo las cosas sensibles, o bien de otra manera que ignoramos: pues 
los animales que conocemos no tienen, en su totalidad, iguales órganos sensorios 
que los nuestros, y sabemos que están incluso los que carecen de orejas y no 
obstante estamos seguros que oyen el sonido, sin que conozcamos de qué manera 
ocurre esto.

Capítulo XXIV 
LOS NOMBRES DE LOS ESPIRITUS Y SUS DIVERSAS IMPOSICIONES; LOS 
ESPIRITUS QUE RIGEN LAS ESTRELLAS, LOS SIGNOS, LOS POLOS DEL 
CIELO Y LOS ELEMENTOS

Los nombres de los espíritus buenos y malos son de muchas especies y muy 
diferentes; sus nombres propios y verdaderos, igual que los de los astros, sólo los 
conoce Dios que es el único que puede contar la mul- 
titud de estrellas y llamarlas por sus nombres; rio podemos conocer ninguno, a 
menos que Dios nos los revele y en las Sagradas Escrituras hallaremos muy pocos 
enunciados. Los doctores hebreos creen que Adán impuso los nombres a los 
espíritus por l  que expresa este pasaje de la Escritura: Dios hizo venir ante Adán 
todo lo que había creado, a fin de que le pusiera nombre: y el nombre que dio a 
cada cosa es su verdader  nombre. Basados en esto, los mecubales hebreos creen 
que el hombre puede también dar los nombres a los espíritus, pero sólo quien 
antes se tornó digno y quien, por un don dAvino muy particular o un poder sagrado, 
fue elevado a esa dignAdad. Pero debAdo a que el hombre 110 puede con su 
voz componer un nombre capaz de expresar la naturaleza de la divinidad ní toda la 
virtud de la esencia angélica, con más frecuencia se da a los espíritus nombres 
tomados de sus obras, que sAgnifican algún oficio o efecto, como el que el coro de 
es?Nrítus desea: entonces estos nombres, igual que las ofrendas consagrada- a los 
dioses, adquieren la eficacia y virtud de hacer llegar de lo alto y de lo bajo 
cualquier sustancia espiritual que opere el efecto deseado. 1 o vN y conocí a 
determinada persona que escribía sobre un pergamAno virgen el nombre y el signo 
de cierto espíritu a la hora de la luna, se lo hacía tragar a una rana de río, y luego 
de pronunciar muy quedamente algunos versos la hacía volver a su elemento, 
desencadenándose muy jironto lluvia y granizo. A la misma persona le vi escribir 
el nombre y el signo de otro es1 -Atu, a la hora de Marte, sobre un p!pel, dárselo a 
un cuervo y dejarlo volar, después de haber murmurado unos versos y, de repente, 
del lado por donde v lába el cuervo surgNan nubes y rayos, tamblaba el cíelo y la 
tierra y se producían truenos espantosos; sNI embargo, estos nombres de espíritus 
no estaban en lenguas desconocidas ní significaban sus oficios.

Así son los nombres de estos ángeles: Raziel, Gabriel, Miguel, Rafael 
Haniel, que signAfican, respectivamente, visión de Dios, virtud de Dios, fuerza de 
Dios, medAcina de Dios y gloria de DNos. De modo p!recido, para los malos 
oficios de los demonios malignos, he aquí sus nombres como aparecen escritos y 
que se leen: ilusionista, engañador, ensoñador, fornicador y muchas otras cosas de 
este estilo. De los Patriarcas hebreos tenemos los nombres de los ángeles que 
presAden los planetas y signos: sobre Saturno, por ejemplo, Zapkiel: sobre Júpiter, 
Zadkiel; sobre Marte. Canmael: sobre el Sol. Rafael: sobre Venus, Ha-niel; sobre 
Mercurio, Miguel: G sobre la Luna, Gabriel; estos son los siete espíritus que tienen 
siempre delante el rostro de Dios, a los que fue confiada l! dAsposición de t d  el 
reino del cielo v la tierra, que está debajo del orbe de la Luna. Estos espíritus, en 
efecto. como dicen los teólogos son más mAsteriosos, los que gobiernan todas las 
cosas medAante ciertas mutaciones de horas, días y añ s, tal como lo relacionan 
los astrólogos con los planetas a los cuales presiden; por ello Trismegísto Mercurío 
los llama los siete gobernadores del mGTAdH, los que por medio de las cíelos 
reunen, como mediante instrumentos, las influencias de todas las estrellas v de 
tonos los signos, distribuyéndolas inmediatamente en es- 
te mundo inferior. Hay doctores que atribuyen estos espíritus a las estre-]las 
bajo nombres un poco diferentes, diciendo que la inteligencia llamada Orifiel 
preside a Saturno; Zachariel a Júpiter; Zanael a Marte; Miguel al S l; Anael 
a Venus; Rafael a Mercurio; y Gabriel a la Luna; y cada un  de estos 
espíritus gobierna al mundo trescientos cincuenta y cuatro años y cuatro 
meses; y este gobierno comienza p r la inteligencia de Saturno, luego reina 
cada uno en su orden, las inteligencias de Venus, Júpiter, Mercurio, Marte, 
la Luna y el Sol, y una vez cumplido este giro, el gobierno recomienda con 
Saturno. El abate Tritemio escribió un tratado particular sobre este tópico, 
dedicado al Emperador Maximiliano; gGNeAA examine este libro a fondo, 
obtendr! un gran conocimiento de los tiempos por venir.

En cuanto a los doce signos, Aries es gobernado por Malquidiel; Tauro 
por Armodel; Géminis por Ambriel; Cáncer por Muriel; Le  por Verquiel; 
Virgo por Hainalíel; Libra p r Zuriel; Escorpio por Barquiel; Sagitario por 
Aduaquiel; Capricornio por Hanael; Acuario por Gamhiel; ti PiscAs por 
Barquiel. 
Juan, en el Apocalipsis, menciona también a estos espíritus gobernantes 
de planetas y signos, diciendo al comienzo, respecto de los prime-ros: Y por 
los siete espíritus que están delante del trono de Dios. He descubierto que 
gobiernan también los planetas. Y al fin del libro, donde describe la 
construcción de la ciudad celeste, dice que había doce ángeles en las doce 
puertas de la ciudad. 
Hay además veintiocho ángeles que son l s seííores de las veintiocho 
casas de la Luna; estos son sus nombres, por orden: Geniel, Enediel, 
Amixiel, Azariel, Gabiel, Diraquiel, Seheliel, Amnedíel, Barbiel, Ardefiel, 
Neciel, Abdizuel, IazerAel, Ergediel, Ataliel; Azeruel, Adriel, Egíbiel, Amutiel, 
Kyríel, 'Bethnael; Geliel, Requiel, Abrinael, Azíel, Tagriel, Alheniel y 
Amnixiel.

Hay también cuatro ángeles principales, gobernantes de los cuatro 
lentes y de las cuatro partes del mundo: uno de ellos, Miguel, gobierna el 
viento del Oriente; Rafael, el viento de Occidente; Gabriel el viento del 
Norte; y Noríel, y según otros Uriel, el viento del Mediodía. También se 
atribuye como gobernantes de los elementos a Cherub en el aíre, Tharis en 
el agua, Aries en la tierra y Seruph en el fuego, o según Filón, Nathaniel, 
Cada uno de estos espíritus es gran príncipe, y tiene el poder de realizar 
muchas cosas en el dominio de sus planetas y signos, en sus tiempos, anos, 
m e s e s , días y horas, en sus elementos, regiones del mundo y Viernes; 
cada uno de ellos tiene muchas legiones debajo de sí, a las que manda. De la 
misma manera los malos espíritus son comandados p T cuatro reyes 
poderosísimos, según las cuatro partes del mundo. cuyos nombres son: 
Uricus, res , del Oriente; Amaymon, rey del Mediodía; Paymon, res' de 
Occidente; y Egyn, rey de Septentrión; estos pueden ser denomAnadOS mejor 
por los doctores hebreos: Hamael, Azazel, Azael y Mahazael; llenen debajo 
de ellos muchos otros comandantes de legiones de espíritus } presidentes, v 
otros demonios innumerables, cada uno con sus oficios 
particulares. Además, los antiguos teólogos griegos cuentan seis demonios que 
denominan Telquines, y otros Alastores, los que para hacer mal a los hombres sacan 
con las manos el agua de l! Estigia y la derraman sobre la tierra, de donde provienen 
las desdichas, las pestes, y el hambre; y se dice que estos demonios eran Actus, 
Megalesius, Ormenus, Lycus, Nicon y Mimon. 
Por lo demás, quien desee conocer exactamente los nombres de cada uno de 
los ángeles y demonios malignos, sus oficios, lugares y tiempos, deberá buscarlos en 
el libro de los Templos del rabí Simón y en su libro de las Luces, igual que en casi 
todos los comentarios del libro de la Formación: allí hallará todas estas cosas 
descriptas con amplitud.

Capítulo XXV 
LOS NOMBRES SAGRADOS DE LOS ANGELES 
SEGUN LOS DOCTORES HEBREOS, TAL COMO LOS OBTIENEN DE 
LA BIBLIA; LOS 72 ANGELES CON EL NOMBRE DE DIOS; LAS 
TABLAS ZIRUPH Y LAS DE LA CONMUTACION DE LETRAS Y 
NOMBRES

Hay también otros nombres sagrados de los espíritus buenos y malos, dados a 
cada uno de sus oficios y mucho más poderosos que aquellos de los que hablamos 
antes; esos nombres son extraídos de las Sagradas Escrituras, según el arte que 
enseñan los mecubales hebreos, tal como son extraídos de ciertos pasajes de las 
Escrituras ciertos Nombres de Dios. Su regla general consiste en que en todas partes 
de las Sagradas Escrituras donde se expresa algo relativo a l! esencia divina, puede 
extraerse regularmente el nombre divino; y en todas las partes de las Sagradas Escrituras 
donde se halle expresado un nombre divino, se debe examinar el oficio que 
responde a este nombre. En consecuencia, en todas las partes de la Escritura donde 
se habla del ministerio o la obra de algún espíritu bueno o malo, se puede extraer de 
allí el nombre del espíritu bueno o malo, observando esa regla fija quien desee 
obtener los nombres de los buenos espíritus del bien y los nombres de los malos 
espíritus del mal, sin confundir negro con blanco, día con noche, ni luz con 
tinieblas. Esto queda aclarado y explicado por estos versículos, tomados como 
ejemplo: "Sean como el polvo ante l! faz del viento, impulsándolos el ángel del 
Señor; que sus vías sean tenebrosas y resbaladizas, persiguiéndolos el ángel del 
Señor". 
Del Salmo 35, según el cómputo de los hebreos, y el 34 según e nuestro, fueron 
extraídos los nombres de estos ángeles, ladym Midael larym y Mirael, del orden de la 
Milicia celeste. Lo mismo ocurre coi este versículo: Pondréis un poder sobre este impío 
y a Satán a su diestra Del Salmo 109 según los hebreos, 108 según los latinos: 
se obtiene el nombre del cacodemonio Shihi, yuyc, que señala al demonio maquinador.

En el Exodo hay cierto texto, que contiene tres versículos, cada uno de los cuales está 
escrito con 72 letras, comenzando el primero Vaiisa usyw, el segundo Vaiavo abyw y el 
tercero Vaiot fyw 
los tres, extendidos en una líne!, a saber, e l primero y el tercero de izquierda a 
derecha, y el del medio en sentido contrario, comenzando por la derecha para terminar 
por la izquierda, cada triplicidad de letras puestas unas después de otras constituyen los 
nombres que son los 72 nombres que los hebreos llaman Schemhamphoras; y si se 
agrega al final de cada uno de estos nombres, el nombre divino El l a , o Iah hy , 
constituyen entonces los 72 nombres de tres sílabas de los ángeles, cada uno de los cuales 
lleva el nombre de Dios, como se lee en este pasaje de la Escritura: "Mí ángel marchará 
delante de vosotros, observadle, pues lleva mi nombre". Ellos son los que presiden sobre 
los 72 quinarios del cíelo, en número parecido de naciones, lenguas y parte del cuerpo 
humano, y que cooperan con los 72 ancianos de la sinagoga y los 72 discípulos del 
CRISTO. Sus nombres, según la ext r acción efectuada por los cabalistas, están 
expuestos en la tabla que sigue, de acuerdo con una modalidad que expresamos. Hay 
también otras muchas maneras de fabricar las Schemhamphoras con estos mismos 
versículos, como cuando se los escribe a los tres en orden y alternadamente de derecha a 
izquierda, además de los que se obtiene con las tablas Ziruph y las tablas de conmutación 
de las que hablamos antes. Como estas tablas sirven para la composición de todos los 
nombres divinos y angélicos, los hemos incluido también a continuación de este capítulo. 
He aquí los 72 Angeles Schemhamphoras, portadores del nombre de Dios, y su 
Tabla.

Capítulo XXVIII 
LOS NOMBRES DE LOS ESPIRITUS, TOMADOS A 
VECES DE LAS COSWS QUE ELLOS PRESIDEN

Existe otro género de nombres tomados de las Cosas a las que estos espíritus 
presiden, que les es impuesto como si tomasen el nombre de estrellas, hombres, 
sitios, tiempos o cosas parecidas, añadiendo, al final un nombre divino, de esta 
manera: el espíritu de Saturno se llama Sabathiel; el espíritu de Júpiter, Zedekiel; el 
espíritu de Marte, Madimiel; el espíritu del Sol, Semeliel o Seoschiah; el espíritu de 
Venus, Nogahel; el espíritu de Mercurio, Choch!biah o Cochabiel; y el espíritu de 
la Luna, Iareahel o Levanael. También se llaman de la misma manera los espíritus 
que presiden los signos, según su orden que comienza por Aries: Teletiel, Suriel, 
Tomimiel, Sartamiel, Ariel; Betuliel, Masniel, Acrabiel, Chesetiel, Gediel, Deliel y 
Dagymiel; como sí dijésemos en latín Ariel, Tauriel, Geminiel, Cancriel, Leoniel, 
Vírginiel, Libriel, Scorpiel, Sagittariel, Capriel, Aquariel, y Písciel, y en relación 
con los planetas, Saturniel, Joviel, Martiel, Soliah, Veneriel, Mercuríel, Lunael o 
Lunaiah. Pero como todos los espíritus buenos y malos (lo cual lo dijimos antesl 
buscan la unión con el hombre, la cual la adquieren a menudo de alguna manera, 
descubrimos en las Sagradas Escrituras que algunos hombres fueron llamados 
dioses, ángeles y diablos. Asimismo, los nombres de quienes, dotados de alguna 
excelencia singular de virtud o contraídos a una maldad incorregible, abandonaron 
este siglo, fueron incluidos entre los nombres de los demonios buenos o malos, y 
están compuestos con ellos, y! sea que se entienda las almas de estos hombres o 
sus genios buenos o malos. Así leemos en Esdras el nombre del arcángel leremiel, 
derivado de Jeremías, el profeta; asimismo, Zachariel, de Zac!rías; Uriel, de Urías; 
el profeta que Joaquín mató. De modo parecido, Samuel, Ezequiel y Daniel, son 
nombres de profetas y ángeles. Phaniel es el nombre de un ángel y de un lugar 
donde Jacob luchó toda la noche contra el ángel. Ariel es el nombre de un ángel y 
se entiende como quien diría león de Dios; existe a veces el nombre de un demonio 
maligno y de una ciudad que se llama por eso Ariópolis, donde se honraba al ídolo 
de Ariel.

De modo similar, en las Sagradas Escrituras hallamos que muchos nombres 
de espíritus malignos provienen de hombres malísimos o de moradas de hombres 
perversos, como el nombre Astaroth que es el nombre de un cacodemonio, y que 
otrora fue el nombre de la ciudad Og del rey Basán, que habitaran los gigantes. Lo 
mismo ocurre con Astaroth, antigua ciudad de los amorreos; Rapharim, valle; y 
Jeramiel, país de los alofiloros. Hay también nombres de ídolos y cacodemonios, 
por ejemplo: Remma, simulacro del ídolo de Damasceno; Chamos, ídolo de Moab; 
Melchím, ídolo de los amonitas; Bel, ídolo de los babilonios; Adramelech, ídolo de 
los asirios; Dagon, ídolo de los alofíloros. Y Filón narra que 
los amorre s tenían siete estatuas de oro que llamaban las santas Ninfas, las que al ser 
invocadas, mostraban a los amorreos sus trabajos para cada hora del día; y los nombres 
de estas ninfas eran los de mujeres que fueran esposas de siete hombres pecadores que 
les fueron consagradas después del diluvio, es decir, Cancán, Phut, Selath, Nebroth, 
AbArAón, Elath y Desuat; estaban cubiertas con piedras preciosas talladas y consagradas; 
una de estas piedras tenía la virtud de devolver la vista a los cAegos; y todas 
estas piedras no pudieron consumirse con el fuego; también existían libros 
consagrados con las piedras que, de modo similar, no pudieron ser quemados ni 
cortados con hierro nA dañados con agua hasia cuando el ángel del Señor las llevó y 
sumergiQ en el fondo del mar. Sabemos también que Nimbroth Chodorlaom r, Balach 
y Amalech son nombres de reyes incluidos en el número de los cacodemonios. Los gigantes, 
de modo parecido, tienen un nombre común con los malos demonios Enakim, 
syqnu , porque na fueron a imagen de Dios, es decir, no recibieron el esplendor del 
entendimiento espiritual, sino que su razón multiplicó las malas especies de los fraudes 
y pecados; por ello no se los incluye en la especie de los hombres, como dice Rabí 
Moisés, el egipcio, sino en la especie de las bestias y los demonios, salvo que tengan 
figura humana; y tales hombres, dice, fueron los hijos de Adán que nacieron antes de 
Seth, después de Abel; de ellos los filósofos hebreos dijeron que Adán engendró a 
Tochot twkwt , es decir, los diablos. Pero después que halló gracia ante los ojos del 
Señor, engendró a Seth a su imagen y semejanza, es decir, quAen a imagen de Dios 
adquirAó la perfeccAón humana, sin la cual no puede contarse entre la especie humana, a causa de 
depravaciones que causan todos los males y perjuicios.

Los magos también consideran (véase Porfirio) que las almas malas se 
transforman en demonios y se tornan dañinas como ellos; el testimonio del 
CRISTO es parecido cuando dice respecto de Judas Iscariote a sus discípulos: 
"¿No os elegí doce en total y uno de vosotros es el diablo?" Por ello se los llama 
demonios suplementarios, porque proceden del número de almas humanas 
incorporadas en las centurias de los demonios. De allí deriva que se dé a los 
hombres malísimos y a los demonios los mismos nombres, sea porque con estos 
nombres entendamos sus almas o los genios malos que tomaron los nombres de 
los hombres perversos, como sA asumiesen el papel de un personaje cualquiera. 
Además, los nombres Behemoth y Leviathan significan bestias y demonios. Un 
curioso Andagador puede, con estos ejemplos, hallar y conocer los nombres tanto 
de los demonios buenos como de los malos.

Capítulo XXIX 
LOS CARACTERES Y SELLOS DE LOS ESPIRITUS

Ahora hablaremos de los Caracteres y Sellos de los espíritus. Estos caracteres 
no son otra cosa que ciertas letras y escrituras oscuras que impiden a los profanos 
em?lear y leer los nombres sagrados de los dioses y espíritus: los antiguos llamaban 
a estas letras Jeroglíficas o sagradas, porque sólo servían en los sacrificios de los 
dioses. Creían que era una gran impiedad mezclar los misterios sagrados de los 
dioses con los caracteres de que se servía el populacho para escribir toda clase de 
cosas profanas y vergonzosas. Por ello Porfirio dice que los antiguos, deseosos de 
esconder del populacho indigno ante Dios y sus virtudes divinas, al dar a entender 
con figuras sensibles y objetos visibles las cosas invisAbles, por medio de letras 
sagradas, habían transmitido a los hombres grandes misterios, explicándolos con 
ciertas figuras simbólicas; cuando, por ejemplo, consagraron toda clase de cosas 
derechas y redondas al mundo, al ,sol, a la luna, a la esperanza y a la fortuna; el 
círcul , al cíelo; las serciones del círculo, a la luna; las pirámides y obeliscos, al 
fuego y a los dioses olímpicos; el cilindro, al sol y a la tierra; el pene, a la 
generación y a Juno, a la que también estaba dedicada la figura triangular, en consideración 
al sexo femenino. Por ello esta clase de caracteres no tenía otros 
fundamentos que la voluntad y autoridad del institutor, de aquel, digo, que recAbió el 
poder de instituir y consagrar estas clases de letras, y existieron entre diferentes 
naciones y sectas religiosas lós maestros de sacrificios, cuyas instituciones no 
llegaron hasta nosotros salvo algunos fragmentos dispersos aquí y allá que nos 
dejaron los autores. Entre estas clases de caracteres están los indicados por Pedro de 
Appona, dejados por Honorio de Tebas, cuyas figuras, en relación con nuestro 
alfabeto, están aquí representadas:

Capítulo XXXII 
COMO ATRAER A LOS DEMONIOS BUENOS Y 
CONFUNDIR A LOS MALOS

La eficacAa de l! religión tiene su efecto por medio de la presencia de los 
demonios, pues en religión no puede realizarse obra alguna que sea admirable a menos 
que esté presente uno de los Demonios Buenos en lá práctica de esa obra, como rector 
y realizador. Aunque hay muchos y diversos medíos para ganar y atraer hacía nosotros 
a los demonios buenos, sin embargo, carecemos de lazos capaces de retenerlos y no les 
podemos forzar; pero podemos invocarlos con ciertas cosas sagradas, como leemos en 
Apuleyo, por las estrellas del cielo, por las divinidades infernales, por los elementos 
naturales, por el silencio de la noche, por las concepciones felices, por los 
desbordamientos del Nilo, por los misterios de Memfis y los sistros de Faros; y como 
leemos en otra parte en Porfirio : Tú que surges del limo, que resides en el lugar, que 
navegas sobre el navío, que Cambias de forma de hora en hora, y sufres un cambio en 
cada signo del Zodíaco. Con tales y semejantes oraciones e himnos, por-que son 
signos de virtudes divinas, los demonios se ponían a veces al 
servicAo de los hombres; o es que se vean forzados a acudir por una es- 
pecie de necesidad sino que lo hacen voluntariamente y por una especie de hábito, y 
son más accesibles cuando acuden mediante plegarías d quienes los Anvocan; por ello 
en Porfirio, en el libro de las Respuestas,

Hécate dice: 
He venido aqui ganada por vuestras plegarias. Y en el mismo, 
Porfirio dice en otra parte: 
Vencidas por la plegaria de los hombres, las divinidades del cielo s5n obligadas a 
descender sobre la tierra y a decir el porvenir. 
Pero además, l! alianza que la divAnidad tiene con el pensamiento humano hace 
que los buenos espíritus se encuentren de buen grado con 
nosotros, y nos comuniquen su poder y virtud, ayudándonos y cooperan- 
do con nosotros mediante iluminaciones, inspiraciones, oráculos, vaticinios, sueños, 
milagros, prodAgios, adivinaciones y augurios, y actuando sobre nuestras almas, como 
sobre imágenes familAares, perfeccionándolas con los efluvios de sus virtudes, y 
asemejándolas en la medida de lo posible hasta que nuestra alma realice cosas casi 
admirables que los demonios celestes cumplen corrientemente. 
En cuanto a los Demonios Malos, los combatimos con ventaja con ayuda de los 
buenos, prAncipalmente cuando el combatiente está en gracia de Dios por la santidad 
de su vida y lucha contra ellos u I las armas de 
las palabras sagradas y los encantamientos terribles, como conjurarlos por el 
poder divAno, por los venerables nombres y caracteres de las virtudes 
sobrenaturales, por los milagros, sacramentos, misterios sagrados y otras 
cosas de este estilo. Estos conjuros o exorcismos, en la medida en que se 
cumplen en nombre de la religión y de la virtud divina son formidables contra 
los demonios malignos: por ello, a veces, los mismos profanos subyugan y 
alejan a los malos demonios con estos conjuros sagrados, insoportables para 
aquellos.

Esto hace decir a Cipriano en el libro titulado "Los ídolos no son 
dioses", que los demonios conjurados por el Dios verdadero se nos rAnden de inmediato y son 
obligados a salir de los cuerp s de los posesos, ya sea que huyan al punto o se desvanezcan 
gradualmente, según que la fe del paciente ayude o la gracia del conjurante avente. Y Atanasio, 
en 
el libro de CuestAones Diversas, dice que no h!y palabra más terrible nA más 
destructora del poder de los demonios que el comienzo del Salmo LXVII (sic) 
: "Aparezca Dios y desaparezcan sus enemigos". Tan pronto se recita este 
versículo, el diablo se desvanece entre gemidos y desaparece. Y Origines, al 
escribir contra Celso, dice que muy a menudo se observó que al pronunciarse 
el nombre de Jesús una infinidad de demonios abandonaron las almas y los 
cuerpos de los posesos, Anyectando grandísima fuerza en las personas de 
donde los demonios habían sido aleja-dos. Con frecuencAa, las amenazas y 
oprobios proferidos contra los malos demonios, particularmente contra los 
menores, como lamias, íncubos y demás, bastan para detenerlos o rechazarlos; 
como leemos en Lucano acerca de este maleficio: 
Os hare salir por vuestro propio nombre, sacare de los infiernos a los 
canes que custodian la Estigia, y los expondre a la luz de lo alto. Buscare en 
todas las piras, observare todas las exequias, os hare salir de vuestras 
tumbas, y os alejare de todas vuestras urnas. Y a ti, Hecate, que acostumbras 
disfrazarte en la asamblea de lis dioses, te hare aparecer ante ellos, palida y 
cadaverica, y te impedire cambiar tu rostro 
infernal.

Y leemos en Filóstrato que Apolonío y sus discípulos, caminando bajo el 
claro de luna, encontraron los fantasmas de una lamía que cam- 
bAó de figura y desapareció ante sus ojos; pero Apolonío advirtió al 
punto de qué se trataba, pronunció conjuros e indicó que lo mismo hicieran 
sus acompañantes, pues sabía que las AnjurAas y el desprecio son el verdadero 
medio de rechazar a esta clase de fantasmas y, tan pronto sus acompañantes 
pr nuncN!r I las injurias, el espectro se desvaneció como un ídolo, gimiendo; 
pues esta clase de demonios es tan cobarde que lo amedrentan las amenazas 
con cosas que no pueden causar daño, los inquietan. los hacen temblar y los 
dominan. Jeremón, autor sagrado, di-ce también que l!s injurias y amenazas 
son cosas muy violentas contra Yos demonios.

Además, como ya dijimos, hay un género de demonios no muy malígilos, 
muy familiar a los hombres, de manera que está sujeto a las pasiones 
humanas; muchos de estos espíritus gozan con las conversaciones humanas y 
voluntariamente moran con los mortales; algunos aman apa-• sionadamente a 
las mujeres, otros a los niños, otros se complacen con los animales tanto 
salvajes como domésticos. Otros habitan en los bosques y frondas, otros en 
las aguas, prados y fuentes: así los Faunos y los Lemures aman los campos, 
las Náyades las fuentes, las Potámides los ríos, las Ninfas los estanques y 
lagos, las Oreadas las montañas, las Húmedas los prados, y las Dríadas y las 
llamadríadas los bosques, donde también se retiran los Sátiros y Silfos. Las 
Ninfas se solazan entre las plantas, y sobre los promontorios, las Naptas y las 
Agaptas con las flores, las D denas con las bellotas, y las Paleas y Fenilias 
en los forrajes y la vida campestre. Quien desee invocar a estos espíritus 
puede hacerlo sin dificultad en los sitios donde moran, atrayéndolos con los 
mejores perfumes, los tonos más seductores de instrumentos musicales, 
confeccionados con tripas de ciertos animales y maderas escogidas a tal 
efecto, uniendo ésto con cantos, versos y encantamientos convenientes para 
este tipo de ceremonias. Y lo que aquí resulta más importante es la 
simplicidad de genio, la inocencia de espíritu, una gran credulidad y un 
silencio constante. Por ello con más frecuencia se aparecen a los niños, a las 
mujeres, a las personas de clase más humilde, y tiemblan ante los espíritus 
fuertes y osados que nada temen; no causan mal alguno a l! gente de bien y a 
los amigos de la pureza, pero sí lo producen a los malvados e impuros. De 
esta clase de espíritus son los lemures, los lares, las larvas, los despojos 
mortales, sombras y espantajos. De allí deriva que Plotino (liga que las almas 
de los hombres son, a veces, demonios, y que de los hombres surjan los lares, 
sí durante l! vida obraron bien (los griegos los llaman eudemoHios, es decir, 
demonios bienaventurados), pero que sur-jan lemures y larvas si merecieron 
mal, y estos son los demonios perjudiciales, provenientes de los hombres, 
llamados, por ende, cacodemonios por los griegos; también se los denomina 
Manes, cuando se duda de sus méritos. Hay muchos ejemplos de estas 
apariciones, como la que nos narra Plinio el Joven sobre la casa de 
Atenodoro, filósofo de Tarso, don-de se veía la sombra de un anciano 
espantoso, acompañada de un ruido insoportable. Fílóstrato nos cuenta un 
caso semejante sobre la lamía de Menipo, filósofo de LicAa, que en Corinto se 
transformó en una bellísima mujer, que Apolonío de Tíana hizo reconocer 
por una lemur. El mismo Apolonio descubrió en Efeso un espíritu maligno 
semejante bajo el aspecto de un viejo mendigo, causante de una peste que 
asoló á los efesios; este viejo mendigo, al ser lapidado por orden de aquel 
filósofo, apareció en su lugar una especie de perro de ganado, y pronto cesó la peste. 
También hay que señalar que quien opere intelectualmente sobre los 
malos demonios, los ligará por imperio de los buenos; pero quien opere sólo 
mundanamente. se condenará a la Gehena.

Capítulo XXXI I I 
LAS LIGADURAS DE LOS ESPIRITUS, SUS CONJUROS, Y 
LA MANERA DE EXTERMINARLOS

Las ligaduras con las que se ata a los Demonios, se los confunde y 
extermina, son de tres clases. Algunas se obtienen del mundo elemental, como 
cuando conjuramos algún espíritu por las cosas inferiores y naturales que le son 
simpáticas u hostiles, ya sea que los llamemos o espantemos, como las flores, las 
hierbas, los animales, la nieve, el hielo, los infiernos, el fuego y demás; o que se 
incluya a menudo estas cosas en las alabanzas bendiciones y consagraciones divinas, 
como aparece en el Cántico de los tres niños y en el Salmo "Alabad al Señor de los 
Cíelos", e incluso en la consagración y bendición del cirio pascual: pues esta ligadura 
opera en la facultad aprehensiva del espíritu por amor u odio, en tanto que los 
espíritus mismos presiden, favorecen una cosa natural, o innatural, y sienten aversión 
hacia otra; también estas clases de cosas se odian o aman respectivamente. De allí 
deriva el dicho de Proclo: Como el león teme al gallo, principalmente al gallo blanco, 
así el espíritu que aparece bajo la forma de un león desaparece tan pronto se le exhibe 
un gallo. 
El segundo vínculo se obtiene del mundo celeste; esto ocurre cuando 
conjuramos a los espíritus por el cíelo, las estrellas, sus movimientos, sus rayos, 
luces, gracia, resplandor, nobleza, fueza, influencia, prodigios y cosas semejantes; y 
este vínculo opera sobre los espíritus en forma de ad-monición o ejemplo. Existe 
también algo imperioso, sobre todo sobre los espíritus ministros y los de los últimos 
órdenes.

El vínculo tercero y verdadero deriva del mundo intelectual y divíno; se cumple 
mediante la autoridad de la religión, como cuando con-juramos por los sacramentos, 
los milagros, los nombres divinos, los signos sagrados y los demás misterios de la 
religión; por ello esta ligadura es soberana, la más fuerte de todas, actuando en el 
imperio y poder del 
espíritu. 
Ha de observarse que debido a que la providencia universal precede 
a la particular, y el alma universal precede a las particulares, comenzamos la 
invocación por los vínculos superiores y por los nombres y virtu- 
des que gobiernan las cosas, y luego invocamos por los vínculos inferio- 
res y por las cosas mismas. 
Ha de saberse también que estas ligaduras sirven no sólo para ligar y contener a 
los espíritus, sino también para todas las criaturas, como por ejemplo: tempestades, 
incendios, diluvios, pestes, enfermedades, fuer-zas de armas y toda clase de animales, 
tomándolas a modo de conjuro; como en el conjuro de las .serpientes, además de las 
cosas naturales y celestes, se invoca a los misterios de la religión sobre la maldición 
de la 
serpiente en el paraíso terrenal, la elevación de la serpiente en el desierto, 
empleando asimismo este versículo del Salmo XCIX: (sic) "Caminarás sobre el 
áspid y el basilisco, y conculcarás al león y al dragón". 
La superstición tiene, de modo similar, mucha fuerza sobre estas clases de 
cosas, transfiriendo un rito sacramental a lo que deseamos ligar o detener, como la 
excomunión, la sepultura o los obsequios, para ex-terminar las enfermedades, las 
serpientes, las ratas y los gusanos, de lo cual hace mención l! historia, y lo que se 
sigue aún realizándose.

Capítula XXXIV 
EL ORDEN ANIMASTICO Y LOS HEROES

Después de los coros de los espíritus bienaventurados está ubicado 
inmediatamente el Orden Animastico, que los teólogos hebreos llaman Issim, es 
decir, hombres robustísimos; y los magos gentiles los llaman Héroes, o semidioses, 
o dioses Semones. Fulgencio, autor de envergadura, cree que se los llama así 
porque no se los juzga dignos del cíelo por su poco mérito, y que sin embargo 
merecen más que la tierra por su veneración de la gracia, como ocurriera con 
Príaco, Hippo y Vertumno; o bien porque, al haber tenido en vida virtudes divinas 
y haber realizado en el mundo mucho bien, al abandonar este cuerpo mortal, fueron 
lle- 
vados a los coros de los dioses bienaventurados, que velan sobre las 
necesidades de los mortales con iguales virtudes y bondad con que se condujeron 
en la tierra; o también porque fueron procreados por una secreta semilla de los 
dioses, pues se cree que fueron engendrados por dioses o demonios que, al unirse a 
los hombres, consiguientemente constituyen una naturaleza mixta entre el hombre y 
el ángel; esta es también la opinión de Lactancio. En nuestros días también hay 
personas que mantienen comercio y sociedad conyugal con los espíritus, y a este 
respecto todo el mundo ha creído que Merlín, poeta sagrado de los bretones. fue 
hijo de un demonio y una virgen. De modo similar se ha creído que Platón, prínci?e 
de la sabiduría, nació de una virgen poseída por el fantasma de Apolo; y la historia 
narra que algunas mujeres godas, llamadas alrumnes, notables por su gracia y 
belleza, salieron del campamento de Filimiro, (o como dicen otros, de Idantresis, 
rey de los godos) penetra-ron en el desierto de la Gcitia asiática, gozaron de la 
compañía de faunos y sátiros, y dieron a luz a los primeros hunos. Asimismo, según 
lo ex-presa Pselo, los demonios nacen a veces del semen productor de ciertos 
animalejos.

En consecuencia, estos héroes no tienen menos poder sobre el ordenamiento 
y gobierno de este mundo inferior que los dioses y demonios; cada cual posee su 
oficio y patronazgo; por ello se les dedicó, como a los 
mismos dioses, templos, imágenes, altares, sacrificios, votos y todos los 
demás misterios religiosos. Y sus nombres, al ser invocados, tienen virtudes 
d i v i n a s y mágicas p!ra realizar determinados milagros, lo cual 
muchas personas lo experimentaron al invocar el nombre de Apolonío de 
Tiana, según dichos de Eusebio; y leemos muchos otros hechos milagrosos 
de Hermes, Atlas, Esculapio y otros héroes gentiles, en los antiguos, tanto 
poetas como historiadores y filósofos; pero estas son ensoña- 
ciones paganas.

En cuanto a nuestros héroes santos, creemos que tienen su fuerza del 
poder divino, pues t d s están dominados, como lo atestiguan también los 
teólogos hebreos, por el alma del Mesías; es el mismo JESUCRISTO 
quien, a través de sus diversos santos, com  sí fuesen miembros 
apropiados, confiere y distribuye los diferentes dones de su gracia en este 
mundo inferior; y todos los santos, tanto en general como en particular, 
tienen, cada uno, su oficio, para cooperar con él. Por ello, cuando solicitamos 
su ayuda mediante rezos e invocaciones, nos conceden de muy buen 
grado en la medida de las diferentes gracias que recibieron del Señor, cada 
uno de sus dones, sus beneficios y sus gracias; y nos conceden esto con 
mayor prontitud y abundancia que los poderes angélicos por ser más 
próximos y semejantes a nuestra naturaleza, ya que ellos fueron criaturas 
como nosotros, y experimentaron iguales pasiones y flaquezas. Por ello 
conocemos mejor sus nombres, sus dignidades y los servicios que nos 
pueden prestar.

Su número se eleva casi al infinito pero hay doce principales, que 
son los doce apóstoles del CRISTO, sentados (como dice la verdad evangélica) 
sobre los doce tribunales, para juzgar a las doce tribus de Israel, 
distribuidos, en el Apocalipsis, sobre doce cimientos en las doce puertas 
de l! ciudad celeste, que presiden en los doce signos, están marcados sobre 
doce piedras preciosas, y a los que fue distribuido el orbe de las 
tierras. Estos son sus nombre verdaderos:

El primero: ypkh}wumc, Symehon Hacaephi, es decir, Pedro. 
El segundo: yjplaAlckuz, a quien llamamos Andrés. 
El tercero: hbpuyahacobah, Santiago el Mayor. 
El cuarto: cwpylwpPolipos, a quien denominamos Felipe. 
El quinto: hykrb , Barachiah, es decir, Bartolomé. 
El sexto: hnhwy, Iohanah, que pronunciamos Juan. 
El séptimo: ynmt, Thamni, a quien llamamos Tomás. 
El octavo: }wdm, Medon, a quien designamos como Mateo. 
El noveno: bquy, lahac b, o sea, Santiago el Menor. 
El décimo: apymh, Chatepha, llamado Tadeo. 
El undécimo: samc, Saman, que es Simón el Cananeo. 
El d u o d é c i m o : h y t t m M a t a t t i a h , que quiere decir Matías. 
Después de los apóstoles están los setenta y dos discípulos del CRISTO, 
que gobiernan los quinarios del cielo, las tribus, los pueblos, las 
naciones y las lenguas. Luego sigue una multitud innumerable de santos, que 
también recibieron dwersos oficios, lugares, naciones y pueblos bajo su presidencia 
y tutela; y estos son los que realizan los deslumbrado-res milagros que vemos y 
consideramos verdaderos, en atención a las plegarias de los fíeles que los invocan.

Capítulo XXXV 
LOS DIOSES MORTALES Y TERRESTRES

Los Dioses mortales están ubicados inmediatamente después de es-tos últimos, 
y también los denominamos Héroes, Dioses de la Tierra, o 'cooperadores de los 
dioses de lo alto, y se trata de los Reyes, Príncipes 
Pontífices que gobiernan en este mundo y io ordenan según sus leyes. Por ello los 
consideramos dioses, los obedecemos y honramos, pues Dios permitió que 
compartan con El su nombre, y les confirme este privilegio llamándolos dioses, 
como lo hizo con Moisés, diciéndole: "Yo que te he constituido dios para Faraón". 
Además, al hablar de estos dioses de la tierra, ordena lo siguiente: "No murmurarás 
de los dioses". Y de nuevo: "Si el hurto está oculto, el dueño de casa os conducirá 
delante de los dioses". Y el Salmista dice: "Los príncipes de los pueblos están reunidos 
con el -dios Abraham, porque los dioses poderosos de la tierra son 
grandemente elevados". Y en otro pasaje: "Dios integra el consejo de los dioses y, en 
medio de ellos, los juzga". Y poco después añade: "Yo mismo he dicho: vosotros 
sois los dioses, y todos, hijos del Altísimo". Y a este respecto se suma la orden que 
Dios efectuó de honrarlos y respetarlos, dándoles décimos y primicias, 
atribuyéndoles derecho soberano, prohibiendo que se murmure de ellos y ordenando 
que se los obedezca aunque sean díscolos. He aquí porqué toda la antigüedad trataba 
a sus príncipes como dioses: este es el testmonio de Jano, en Ovidio, primer Fasto. 
en estos términos:

Poderoso reino en la epoca en que los dioses eran duenos de la tierra y. 
las divinidades se hallaban entre las moradas de los hombres. 
Y el divino Platón ordenó, en el libro tercero de su República, que se honrase 
como a dioses a los príncipes, tanto en vida como después de muertos; y esta orden 
la recibieron todas las naciones 37 desde el inicio del mGId , es decir, la de 
deificarlos con honores divinos, y consagrarlos con memoria eterna. De allí deriva 
que se impusiese sus nombres, en eterna rememoraciQn, a ciudades, provincias, 
montañas, ríos, mares, islas y,océanos; después se les dedicaron con gran pompa 
pirámides, colosos, 
arcos de triunfo, estatuas, trofeos, templos, juegos, y grandes fiestas; y con sus 
nombres se llamaron los cíelos, las estrellas, los días y los meses: así fue que se los 
denominó Enero por Jano, Julio por Julio César, Agosto por Augusto; de modo 
parecido el chía miércoles deriva de Mercurio Trismegist , y el jueves de Júpiter. Y la 
historia da fe de que esa costumbre no sólo la observaron los egipcios, griegos y 
romanos sino también los pueblos más bárbaros, como los godos, daneses y teutones. 
De allí deriva que, según el testAmonio de Sajón Gramático, al dN! que aquellos llaman 
de Mercurio, estos lo denominan de Odín; y al de Júpiter, lo llaman Thor, por los 
nombres de Odín y Thor, antiguos reyes de los godos y daneses. Y no se los llamó 
godos por otra razón que porque, en su lengu! llamaban Gotth al, Dios soberano; de 
allí surge que los denominados teutones reciben este nombre porque en su lengua 
llamaban Teutanes al dios Marte al que honraban ; y los galos también daban este 
nombre a Mercurio. 
Los reyes y los pontífices, sA son justos, cooperan con los dioses y gozan de un 
poder semejante. Por ello, con solo tocar a los enfermos o con su sola palabra, curaban 
los males y gobernaban a veces la atmósfera y los cíelos, como lo canta Virgilio 
respecto de Augusto, con estos términos:

Llovio toda la noche y he aqui que los espectaculos retornan; es que el 
gobierno del mundo lo comparten Jupiter y Cesar. 
Y esto es lo que atestigua la Escritura respecto a Josué, quien al combatir con 
Gabaón, ordenó al sol y a la luna en estos términos: "Sol, de-tente contra Gabaón, y tú, 
luna, contra el valle de Aialón. Y el sol y la luna se detuvieron ante su orden, y el sol 
no se puso un día entero hasta que obtuvo victoria total v sujeción de sus enemigos"; 
en este caso se aprecia que el Señor obedecíc' a la voz del hombre. De modo similar, 
Moisés hizo abrir un gran canhíno en el Mar Rojo, y Josué en el Jordán, haciendo 
pasar al pueblo a pie. Alejandro de Macedonia hizo otro tanto respecto de su ejército. 
A veces tuvieron también espíritu profético, como lo hallamos en las Sagradas 
Escrituras respecto de Caife, porque predijo que sería pontífice ese año. 
Debido a que el Señor quiso que los reyes y pontífices fuesen llama-dos dioses, 
por comunicación del nombre y del poder, también es verdaderainente nuestro deber 
complacerlos y preferir sus juicios a los nuestros, obedecerlos enteramente, 
suplicarles y honrarles, rendirles toda clase 
de respetos y reverenciar en sus personas al Dios supremo.

Capítulo XXXVI 
CREACION DEL HOMBRE A SEMEJANZA DF DIOS

Dios, excelencia de todas las excelencias, como dice TrismegAsto, hizo dos 
imágenes que se le asemejan, a saber, el mundo y el hombre, en uno de los cuales se 
propuso crearse un juego de sus maravillosas opera-raciones, y en el otro, hallar allí 
su goce; como él es uno, creó un mundo; como es infinito, creó el mundo redondo; 
como es eterno, creó el mundo incorruptible y eterno; como es inmenso, creó el 
mundo más grande que todo; como es la vida misma, también enriqueció al mundo 
con semillas vitales, capaz de producir él mismo todas las cosas; y como es omnipotente, 
por su sola voluntad, sin necesidad alguna de naturaleza, creó el mundo, no de 
una materia preexistente, sino de l! nada; y porque es la 
bondad soberana, al abrazar con su voluntad perfecta y su amor esencial 
a su verbo que es la primera idea de todas las cosas, fabricó este mundo exterior 
sobre el ejemplo del mundo interior que es el ideal, sin emitir nada de la esencia de 
l! idea, puesto que de la nada creó lo que tenía 
por idea en la eternidad.

De modo similar, Dios creó al Hombre a su Imagen; pues así como la imagen 
de Dios es el mundo, de igual modo la imagen del mundo es el hombre; de allí 
deriva que algunos crean que se dijo que el hombre no fue creado simplemente 
imagen de Dios, sino a imagen de él, como sA se dijese la imagen de la imagen, es 
decir, microcosmos. El mundo es un animal racional e inmortal; de modo semejante, 
el hombre es un animal racional, pero mortal, es decir, corruptible, pues, como dice 
Hermes, al ser el mundo inmortal, es imposible que perezca alguna de sus partes. E 
igual que el vacío el morir no se halla en parte alguna. No decimos pues del hombre 
que cuando el alma y el cuerpo se separan, !lgGI! cosa de una u otro perezca o 
retorne a la nada. La verdadera imagen de Dios es en realidad su Verbo, sabiduría, 
vida, luz y verdad, que existe por sí mismo; y el espíritu del hombre es l! imagen de 
esa imagen, en razón de la cual se dice que somos hechos a imagen de Dios, y no a 
imagen del inundo, o de las criaturas. Pues así como la mano no puede tocar a Dios, 
ní el ojo le puede ver, ní el oído escucharlo, de igual modo el espíritu del hombre no 
se puede tocar, ver ni oir. Y así como Dios es infinito y nada lo puede constreñir, de 
igual modo el espíritu del hombre es libre y no puede ser constreñido nA medido; y 
además, así como Dios dirige con su solo pensamiento todo este mundo y todas las 
cosas contenidas en él, de igual modo el espíritu del hombre lo abarca también en su 
pensamiento, y lo único que tiene de común con Dios, el espíritu humano mueve G 
gobierna su cuerpo a voluntad, igual que Dios mueve y gobierna al mundo entero a 
voluntad. Por ende, necesariamente el es?íritu del hombre, sellado por el Verbo de 
Dios, ocupa también un cuerpo humano, para concretar una imagen perfecta del 
mundo. Por ello al hombre se le llamó el otro mundo 
y la otra imagen de Dios, pues en sí mismo posee todo l  contenido en el 
macrocosmos, tan enteramente que no queda nada que no se halle parecida, real y 
verdaderamente en el hombre mismo; y todas estas cosas efectúan allí las mismas 
funciones y los mismos oficios que en el macrocosmos. Los elementos existen en él 
según las propiedades verdaderas de su naturaleza. En él hay una especie de cuerpo 
etéreo, vehículo del alma, que por proporción representa al cielo. En él existe la vida 
vegetativa de las plantas, los sentidos de los animales, el espíritu celeste, la razón 
angélAca y el pensamiento divino, igual que la verdadera conjunción de todas estas 
cosas hacia un mismo fin y la posesión divina. Por ello las Sagradas Escrituras llaman 
al hombre toda la criatura; y no sólo el hombre fue creado como un segundo mundo, y 
contiene todas las partes en sí mismo, sino que incluso concibe y contiene a Dios 
mismo.

Por eso Xxste, el pitagórico, dice que el espíritu del hombre es el templo de 
Dios, lo que Pablo expresó con mayor claridad al decir: Sóis el templo de Dios. Y las 
Sagradas Escrituras dicen lo mismo en muchos pasajes. El hombre es pues una 
perfectísima imagen de Dios, puesto que el hombre contiene una excelencia que no le 
pertenece, contiene todas las cosas por su virtud y simplemente, como causa y 
principio de todas las cosas; el hombre tiene de él la facultad y virtud de contener de 
modo semejante todas las cosas, pero por el acto solamente y a modo de composición, 
como tejido, vínculo y nexo de todas las cosas. Por ello sólo el hombre tiene el honor 
de poseer símbolo con todo, operacíón con todo, conversación con todo. Simboliza 
con la materia en su propio respecto; con los elementos, en su cuerpo cuádruple; con 
l!s plantas, en la virtud vegetativa; con los anímales, en la sensitiva; con los cíe-los, en 
el espíritu etéreo y el influjo de las partes superiores sobre las inferiores; con los 
ángeles, en el entendimiento y la sabiduría; con Dios, en la contención de todas las 
cosas. Conversa u I Dios y las Inteligencias por la fe y la sabiduría; con los cielos y 
los cuerpos celestes, p r la razón y el razonamiento; con los inferiores, por el juicio y 
el dominio. Actúa con todo y tiene poder sobre todo, sobre Dios mismo,

comprendiéndolo y amándolo. Y así como Dios conoce todas las cosas, de igual modo 
el hombre puede conocer también todo lo que es cognoscible, teniendo en común 
como objeto adecuado la existencia, o como dicen otros, lo verdadero mismo. No se 
halla en el hombre dAsposición alguna donde no se vea brillar una chispa de la 
divinidad; y en Dios nada hay que no esté también representado en el hombre. En 
consecuencia, quien tenga conocimiento de sí, conocerá todas las cosas en sí: conocerá 
primero a Dios a imagen del cual fue creado; conocerá al mundo del cual lleva la 
imagen; conocerá a todas las criaturas con las que sAmboliza, igual que el dulzor que 
puede obtener y extraer de piedras, plantas, anímales, elementos, cielos, demonios, 
ángeles y todas las cosas pudiendo acomodarlos unos con otros en su sitió, tiempo, 
orden, medida, proporción y acuerdo, atrayéndolos y rechazándolos, tal como el imán 
actúa sobre el hierro. Y Geber, en su sumrna de AlquimAa, enseña que nadie puede 
llegar a la perfección de este arte sin conocer en sí los principios; asimismo, cuanto 
más se tenga el conocimiento de sí.

más se adquArirá la fuerza de atracción, se realizarán cosas más grandes y 
maravillosas, y se llegará a una tan grande perfección que se convertirá en hijo 
de Dios, asumirá la forma de la imagen misma, que es Dios, y se unirá con él; 
prerrogativa ésta que no es acordada ni a los ángeles, ní 01 mundo, ni a criatura 
alguna, sino al hombre únAcamente, es decir, prerrogativa de ser hecho hijo de 
Dios y ser unido a Dios. Al estar el hombre unido con Dios, todo lo existente en 
el hombre está junto a aquél, primero el pensamiento, luego el espíritu y las 
fuerzas animales, la virtud vegetativa y los elementos, hasta la material, 
atrayendo también consigo el cuerpo del cual subsistió la forma, elevándolo'! 
una condición mejor y a una naturaleza celeste hasta que sea glorificado por la 
inmortalidad. Y ello, como ya lo hemos dicho, es un don especial en el hombre, 
por el cual esa dignidad de imagen divina le es propia y no pertenece a ninguna 
otra criatura.

Hay otros teólogos que dicen que los tres poderes del hombre (l! memoria, 
el entendimiento y l! voluntad) son la imagen de la divina Trinidad. Están 
incluidos quienes, yendo más lejos, hacen consistir esa imagen no sólo en estos 
tres poderes, que llaman actos primeros, sino también en los actos segundos, de 
esta manera: así como la memoria representa al Padre, el entendimiento al Hijo 
y la voluntad al Espíritu Santo, de igual modo el Verbo producAdo por nuestro 
entendimiento, el amor que emana de la voluntad y el enteTdimiento mismo que 
tiene el objeto presente y lo produce, representan al Hijo, al Espíritu y al Padre. 
Y los teólogos más misteriosos dicen, además, que cada uno de nuestros 
miembros representa en Dios una cosa de la que lleva la imagen y que también 
representamos a Dios en nuestras pasiones, pero mediante cierta analogía; pues 
hallamos en las Sagradas Escrituras la cólera de Dios, su furor, su penitencia, su 
complacencia, su afecto, su odio, su juego, su placer, sus delicias, su indignacíón, 
y otras cosas semejantes; y nosotros mismos, en capítulos precedentes, 
dijimos algo de los miembros divinos, que puede relacionarse con este capítulo. 
Hermes Trismegisto, quien también reconoció la Trinidad divina, nos la 
describe por el entendimiento, la vida y el fulgor, que llama en otra parte el 
Verbo, el Pensamiento y el Espíritu; y dice que el hombre, hecho a imagen de 
Dios, representa la misma Trinidad, pues posee en sí un pensamiento 
inteligente, un verbo vivificante, y un espíritu como una luz divina que se 
difunde por doquier, y llena, mueve y une tildas las cosas; sin embargo, no ha 
de entenderse esto del espíritu natural, que es un medio por el cual el alma se 
une con l! carne y el cuerpo, con lo que el cuerpo vive, efectúa sus funciones y 
un miembro trabaja sobre el otro, y de lo cual hemos hablado en el libro I de 
esta obra; sino que aquí hay que entender un espíritu racional, que sin embargo 
tiene cuerpo de algún modo; no tiene un cuerpo burdo que se puede tocar y ver, 
sNno un cuerpo sutilísimo, que puede unirse bien con el pensamiento, es decir, el 
superior y divino que está en nosotros; y no es preciso que nadie se asombre sí 
nos oye decir que el alma racional es este espíritu y algo corporal, o que esa 
alma tiene y percibe algo de naturaleza corporal mientras está en el cuerpo y se sirve 
como de un instrumento, siempre que se entienda bien lo que en la doctrina de Platón 
es el cuerpo etéreo del alma que le sirve de ve- 
hículo.

Plotino y todos los platónicos consideran también, después de Trismegisto, tres 
partes en el hombre, denominadas lo alto, el medio y lo bajo. Lo alto es la parte divina 
que se llama pensamiento, o porción superior, o entendimiento iluminado. Moisés la 
llama, en el Génesis, el hálito de las vidas, que Dios o su espíritu sopló en nosotros. Lo 
bajo es el alma sensitiva, que se llama incluso ídolo; el apóstol Pablo lo llama el 
hombre animal. El medio es el espíritu racional, que reúne Y liga estos dos extremos, es 
decir, el alma animal con el pensamiento, teniendo por la naturaleza los dos extremos. 
Difiere, por tanto, de la,parte superior que se llama entendimiento iluminado, 
pensamiento, luz, y porción suprema; difiere también del alma animal, de l! que el 
Apóstol enseña que debemos separarlo por la virtud del Verbo de Dios, diciendo: La 
palabra de Dios es viviente y eficaz, y más penetrante que una espada de dos filos, 
pues llega a separar el alma del espíritu. Pues como esa suprema porción no peca 
jamás, jamás consiente el mal, se opone siempre el error y beneficia a quien la lleva, 
así como l! parte de abajo, el alma animal, está siempre hundida en el mal, el pecado y 
la concupiscencia, llevándonos siempre a lo peor que existe; de ella dice Pablo: 
"Percibo en mis miembros una ley contraria, que me retiene bajo la ley del pecado". El 
pensamiento pues, la meas, la parte de arriba, no es condenada, sino que dejando a sus 
asociados en su castigo, vuelve intacta a su origen. En cuanto al espíritu que Plotino 
llama alma racional, al estar naturalmente libre, puede tomar la parte de una y otra a 
voluntad; sí permanece constantemente apegada a la parte superior, al fin se une con 
ella y se beatifica hasta ser absorbida en Dios; sí se apega al alma inferior, se corrompe 
y desmerece, hasta convertirse en un demonio maligno. Lo que acabamos de decir se 
debe entender respecto al pensamiento y al espí- 
^^tu.

Hablemos ahora de la palabra o verbo. Mercurio la cree de igual importancia 
para la inmortalidad; pues la palabra o verbo es la cosa sin la que nada ha sido hecho 
nN se puede hacer, y además es la expresión de quien expresa y de lo expresado; el 
decir de quien dice y lo que dice, es la palabra y el verbo; l! concepción de quien 
concibe y lo que concibe, es el verbo, la escritura de quien escribe y lo que escribe, es 
el verbo; la formación de quien forma y lo que forma, es el verbo; la creación del 
creador y lo que crea, es el verbo; la hechura del hacedor y lo que hace, es el verbo ; la 
ciencia de quien sabe y lo que sabe, es el verbo. Y todo lo que se puede decir no es 
sino el verbo, y se llama igualdad: pues hay una relación igual en todas las cosas, una 
no es más que la otra, acuerda a todas las cosas el derecho de ser lo que son ní más ni 
menos, se torna sensible y torna sensibles a todas las cosas consigo, así como la luz se 
torna visible y todas las cosas con ella: p r esa razón Mercurio denominaba verbo al 
hijo luminoso del pensamiento. Pero la concepción por la cual el pensa- 
miento se concibe es el verbo intrínseco engendrado por el pensamiento, es decir, el 
conocimiento de sí mismo; en cuanto al verbo extrínseco y vocal, es el nacimiento y la 
manifestación de este verbo, y el espíritu pro-cedente de la boca con sonAdo y voz que 
significa algo. Es cierto que nuestra voz, nuestro verbo y nuestra palabra, a menos que 
estén formados por la voz de Dios, se mezclan en el aire y se desvanecen; pero el soplo 
y el verbo de Dios persiste con el sentido y la vida que los acompañan. En 
consecuencia, todos nuestros discursos, todas nuestras palabras, todos los hálitos de 
nuestra boca y todas nuestras voces carecen de virtud en Magia SA no están formados 
por la voz divina. Y Aristóteles, en. sus Meteoros y al final de su Moral, confiesa que 
no hay fuerza moral ni natur!l que no provenga de Dios; y en sus dogmas secretos, 
dice que nuestro entendimiento, bueno y sano, puede mucho sobre los secretos de la 
naturaleza, siemµre que sea ayudada con el concurso de la fuerza divina, y que de otro 
modo nada puede hacer. Así, mediante nuestras palabras podemos producir muchos 
milagros, si están formadas por el verbo de Dios, y por ellas nuestra generación 
unívoca también se cumple, como dice Isaías: "Señor, 
hemos concebido ante tu faz, igual que las mujeres conciben ante la faz 
de sus maridos, y hemos dada a luz al espíritu". A este respecto, como un hecho 
recibido entre los gimnosofistas de la India, según una tradición pasada de mano en 
mano, Buda, príncipe de su dogma, produjo una hija de su costado; y los mahometanos 
creen firmemente que la mayoría de aquéllos a quienes llaman en su idioma Ne f esogles 
nace sin cópula carnal mediante determinada manera secreta de dispensación divina; 
su vida, en consecuencia, será admirable, impasAble, como angélica, y totalmente so- 
brenatural.

Pero dejemos todas estas ingenuidades y digamos que el Uníco rey Mesías, 
Verbo del Padre, hecho carne, Jesucristo, reveló este secreto y lo manifestará más 
ampliamente dentro de un lapso determinado. He aquí por qué, con pensamiento 
idéntico a él, como dice Lazarelle en la Copa de Hermes, 
el generador ya dio al hombre la palabra para que cree dioses sem;jantes a los dioses, 
envi#ndoles su Espiritu de lo alto. Bienaventurado quien conozca los grandes deberes de su 
condicion y se redima voluntariamente; pues debera ser incluido en el rango de los dioses y no 
ser# menor que l5s dioses de lo alto. Unos se ocLM?n de desviar los males cuyo destino nos 
amenaz?, y a rechazar lejos el peligro de las enfermedades; otros d?n presagios de suenos, 
consuelan a los hombres en sus miseri?s, d?n males a los impios y brill?ntes recompensas a los 
piadosos: asi cumplen el manda-miento de Dios Padre. Ellos s5n los discipulos de Dios, 
los que no nacieron de l! voluntad de la carne ní de la voluntad del hombre, ní de la 
voluntad de la mujer, sino que tienen a Dios por Padre. En cuanto a la generación 
unívoca, es aquélla en la que el hijo es semejante al Padre de todas maneras y donde el 
engendrado según la especie es igual 
al generador, y esa generación es el poder del verbo formado por el pensamiento, 
verbo bien recibido en un sujeto dispuesto, como semen en una matriz, para la 
generación y el alumbramiento ; digo dispuesto y bien recibido, porque todas las cosas 
n  participan del verbo de la misma manera, sino unas de una manera y otras de otra. 
Y estos son secretos muy ocultos de la naturaleza, que no deben ser revelados en 
público.

Capítulo XXXVII 
EL ALMA HUMANA Y LOS MEDIOS 
DE SU UNION CON EL CUERPO

El Alma del Hombre es una determinada luz divina, creada a imagen del Verbo 
Causa de Causas y primer ejemplo, la sustancia de Dios signada con su sello cuyo 
carácter es el Verbo eterno. El alma del hombre es una determinada sustancia divina 
indivisible, presente en su totalidad en cada parte del cuerpo, producida por un autor 
incorporal de tal naturaleza que tiene todo el poder del agente y nada del fondo de l! 
materia. El alma es un número sustancial, uniforme, que retorna sobre sí misma, y 
racional, de una condición elevada muy por encima de todos los cuerpos materiales, 
que no se divide como l! materia, y no proviene de cosas debajo de ella y corpórales 
sino de una causa eficiente; pues no es un número cuantitativo, es un número 
independiente de todas las leyes corporales; por ello no está sujeta a división iii a 
multiplicación por partes. El alma es, pues, una determinada sustancia divina, que 
emana de fuentes divinas, y que lleva el número consigo, no el número según el cual el 
Arquitecto dispuso todas las cosas, sino el número racional que le permite totalmente 
comprender por la proporción que tiene cori todas las cosas.

Esa alma humana, que según la doctrina de los platónicos procede 
inmediatamente de Dios, se une por los Medíos convenientes a este cuerpo material; a 
este efecto, desde su mismo descenso, se halla revestida de un pequeño cuerpo celeste 
y aéreo, que se llama vehículo etéreo del alma, o carro del alma; mediante este 
pequeño cuerpo, por orden de Dios que es el centro del mundo, e infusa en el punto 
medio del corazón que es el centro del cuerpo humano, y de allí se expande por todas 
partes y todos los miembros de su cuerpo; esto lo hace acercando su carro al calor natural 
por el calor del espíritu que engendra el corazón ; así se sumerge en los humores, 
por los que se fija en los miembros y se aproxima igualmente a todos, 
transfundiéndose de uno a otro, tal como el calor del fuego se une al aíre y al agua, 
trasladándose totalmente hacía el agua a través del aire. Así se explica cómo el alma 
inmortal, por medio de un pequeño cuerpo inmortal, que es el vehículo etéreo, se halla 
encerrada en un cuerpo burdo 
y mortal. Pero cuando por enfermedad o mal, estos medios se separan o destruyen, 
entonces esa misma alma efectúa su regreso sobre cada uno de ellos y vuelve a fluir al 
corazón que fuer! el primer receptáculo del alma, y el espíritu del corazón, al faltar, y 
al extinguirse su calor, lo abandona, y el hombre muere; el alma vuela con este 
vehículo etéreo y sale del cuer- 
po, los genios y demonios guardianes la siguen y conducen ante su Juez, 
donde después de pronuncAada la sentencia, Dios conduce tranquilamente a las almas 
buenas a la gloria, Y el demonio violento conduce a los malos al castigo.

Capítulo XXXVIII 
LOS DONES DIVINOS QUE EL HOMBRE PUEDE RECIBIR, DE LO ALTO, DE TODOS 
LOS ORDENES CELESTES Y DE LAS INTELIGENCIAS

La Fuente suprema de los bienes derjima sobre los hombres toda clase de Dones y 
Virtudes a través de los siete Planetas, como mediante instrumentos: r , r Saturno, alta 
contemplación, profunda inteligencia, juicio de pese, sólido razonamiento, estabilidad 
y firmeza de las resoluciones; por Júriter, prudencia inquebrantable, templanza, 
benignidad, pAedad, modestia, justicia, fe, gracia, religión, equidad, clemencia y 
realeza; por Marte, veracAdad intrépida, firmeza y fuerza indomables, ardorosa valentía, 
fuerza de actuar y ejecutar, y vehemencia de espíritu invariable; por el Sol, espíritu 
noble, Amaginación limpia, genio científico y decisión, madurez, consejo, celo, luz de 
la justicia, razón y discernimiento del justo para con el injusto, que separa la luz de las 
tinieblas de la AgnorancAa, acuerda gloria de haber hallado la verdad, y la caridad que 
es la reina de todas las virtudes; p r Venus, amor ferviente, bellísima esperanza, 
impulsos del deseo, orden, concupiscencia, belleza, suavidad ansia de acrecentamiento, 
propia opulencia; por Mercurio, fe penetrante y creencia, un razonamiento 
claro y definAdo, fuerza de interpretar, y pronuncAar, nobleza de• elocución, sutileza de 
espíritu, riqueza del razonamiento y prontitud de los sentAdos; por la Luna, concordia 
pacífica, fecundidad, fuerza de producir y aumentar, áe crecer y decrecer, templanza 
moderada y solicitud que, actuando tanto en secreto como en público, conduce a todas 
las cosas, se preocupa de la tierra en cuanto a la manera de manejar nuestra vida y de 
procurar para sí y para los demás el acrecentamiento. Estos dones se obtienen 
principalmente de estas siete intelAgencAas que se hallan ante la faz de Dios, las que 
disponen al alma para que sea sede de estas virtudes; en cuanto a los planetas, sól 
disponen de los cuerpos, dando la complexión del hombre adecuado, proporcAonada 
para toda clase de bienes, y templada: son como instrumentos de las inteligencias. Pero 
Dios, al ser 
la causa primera, dirige estos influjos y sus acrecentamientos. Quienes efectuaron, 
pues, la búsqueda exacta de las perfecciones y las diversas dls. posiciones de las 
almas, juzgan que adoptan diversas naturalezas y propiedades, según l! diversidad de 
medios por los que llegan a nosotros, y que no se unen con los cuerpos sino después de 
ser dispuestas por las estrellas. Así creen que en un cuerpo conducido por el 
temperamento jupiterino, el alma es infusa, atemperada por la divinidad e inteligencia 
de Júpiter, y lo mismo con los demás. Si actúa bien en este cuerpo según tal 
disposición, retorna purgada, habiendo expiado a la divinidad y al sitio de donde descendió. 
Y en mayor medida los Coros angélicos dan al hombre maravillosas virtudes 
para fortalecerlo. Los Angeles le convierten en anunciador de la voluntad divina y en 
intérprete del pensamiento divino. Los Arcángeles le dan dominio sobre todas las 
cosas que tiene derecho a gobernar, como los animales de la tierra, los peces del mar y 
las aves del cielo. Los Principados le d!I la sumisión de todas las cosas, abarcando 
todas las fuerzas y atrayéndolas a todas hacia sí mediante una virtud secretísima y 
superceleste. Las Virtudes le dan la fuerza necesaria en la lucha constante contra los 
enemigos de la verdad y de la recompensa por la que recorremos el estadio de esta 
vida. Las Potestades le dan su apoyo contra los enemigos de este domicilio humano. 
Las Dominaciones le dan auxilio para domar a este enemigo doméstico que llevamos 
siempre con nosotros, y para llegar al fin que nos es debido. Los tronos nos dan la 
unión para reunirnos y recogernos, y fijar nuestra memoria en los espectáculos de la 
eternidad. Los Querubines nos dan la luz del pensamiento, la fuerza de la sabiduría, las 
altísimas ideas y figuras por medio de las cuales podemos contemplar las cosas 
divinas. Los Serafines nos dan un perfecto abrazo amoroso, para permanecer al fin 
fijos en ellos.

Estos son los grados y escalas por los que los hombres áscienden sin trastornos a 
toda clase de virtudes, mediante cierto encadenamiento, prosecución y ruta natural, 
según le diversa disposición corporal y espiritual, y según el favor de las estrellas para 
disponer del cuerpo, y de las inteligencias que las presiden, cuya alma toma la 
naturaleza al descender, como la luz toma el color del vidrio al atravesarlo; también 
según el favor del Obrero soberano que coopera mediante su virtud, que es la fuente de 
todos los bienes, sin la cual no se puede poseer nada bueno ni alcanzar perfección 
alguna. Por ello trabajan en vano quienes sólo se afirman sobre la 
corriente de la naturaleza, sobre las fuerzas y el favor de las cosas de este 
mundo inferior, y creen con ello llegar tan sólo a las cosas divinas custodiadas por los 
buenos servidores, y que al poner un pie en los cíelos pro-curan robar al favor celeste, 
que no debe recebirse sino de Dios. Pues las cosas de este mundo inferior (me refiero 
a animales, hierbas, piedras y me-tales) obtienen su fuerza del cielo; el cielo la 
obtiene de las inteligencias, y éstas, del Obrero en quien todas las cosas preexisten en 
su máxima virtud; así como en el hombre, que es el mundo menor, no existe miembro 
alguno que no responda a un elemento, a un planeta, a una inteligencia, a una medida y 
a una numeración en el arquetipo, tal como lo hemos demostrado antes.

Capítulo XXXIX 
INFLUENCIAS DE LV ALTO, BUENAS POR NATURALEZA, 
QUE SE CONVIERTEN EN MALAS EN ESTE MUNDO INFERIOR, Y SON 
CAUSA DE MALES

Debido a que toda virtud y poder derivan de lo alto, de Dios, de las inteligencias 
y los astros, que no pueden equivocarse ni causar mal, es preciso que todos los Males y 
todo lo de aquí abajo, discordante y disonante, provenga de la Mala Disposición del 
sujeto receptor, como lo can-tara muy bien Crisipo : 
.Cuan falsamente los mortales acusan a los dioses, quejandose con necedad! 
Somos nosotros mismos la causa de nuestros males; cada cual 
solo sufre por su causa. 
De allí que Júpiter, en Homero, rememorando la suerte de Egisto muerto por 
Orestes, diga a l! asamblea de los dioses: 
.Oh, que crimen! Los prmeros en acusarnos s5n los mortales, a nosotros que 
somos sus divinidades, y nos juzgan causa y origen de los males que les sobrevienen; 
mas es la vida detestable que llevan y sus pro- 
pios actos los que los hacen perecer, porque por propia voluntad buscan 
la desdicha fuera del destino.

Cuando el sujeto, a causa de la maldad, recibe mal los influjos de lo alto, o su 
debilidad no puede soportar la fuerza de las causas superiores, entonces, del influjo así 
recibido en una materia llena de discordias, resulta una disonancia, una deformidad y 
algo malo, mientras las fuerzas y virtudes celestes permanecen siempre, sin embargo, 
en su estado de bondad. En efecto, mientras ellas existen en sí mismas y el dispensador 
de las luces las influye con las santas inteligencias y los cíelos hasta que llegan a la 
luna, su influjo es bueno, como de primer grado; mas cuando luego la influencia es 
recibida en un sujeto vil, ella misma se envilece; pues entonces, a causa de la diversa 
naturaleza del receptor, ella es retAbida allí de distintas maneras, y a causa de las 
cualidades que están en discordia en el mismo sujeto, ella también varía G padece con 
el sujeto que padece. De allí que resulte de todo lo comprendido en el sujeto una cosa 
distinta de la que allí influencian los poderes superiores. Por ello la cualidad malé- 
fica que se halla en las cosas de aquí abajo es muy diferente del influjo celeste, y por 
tanto así como no se debe imputar la desdicha del legañoso 
a la luz, ní el incendio al fuego, ní las heridas al hierro, ní las ataduras 
y prisiones a los jueces, sino a las malas disposiciones y acciones, de igual manera no 
habrá que achacar a las influencias celestes la causa de nuestros males. Si estamos 
bien dispuestos, las influencias de los poderes superiores cooperan con nosotros en 
todas las cosas para beneficiar, mas a aquéllos que, a consecuencia de sus pecados 
perdieron lo divino que existe en nosotros, todo se les convierte en mal.

La causa, pues, de todos nuestros males es el pecado, que es un desarreglo y 
una intemperancia de nuestro espíritu; sí nos gobernamos contra éste o nos 
estancamos y alejamos respecto de lo que demandan de su parte las influencias 
celestes, todas las cosas se alteran y desajustan para nuestra perdición; entonces se 
cumple en el cuerpo del hombre, aunque de óptimo temperamento y en l! mejor 
armonía, una tempestad de elementos, se agitan los malos humores, y los buenos se 
desarreglan y separan unos de 
otros, y cada uno, a su vez, ataca y atormenta al cuerpo; se experimenta 
un violentísimo desorden causado por exceso o falta, por accidente intrín. 
seco o alimentación superflua, que genera una superabundancia de humo- 
res; de eso mismo provienen las enfermedades, y los espíritus anímales, sin freno que 
los retenga, que se alzan para atacar. Las influencias celes-tes, buenas por naturaleza, 
se tornan maléficas, tal como l! luz del sol causa daño a los ojos enfermos. Saturno 
proyecta inquietud, fastidio, melancolía, delirios, tristeza, terquedad, blasfemia, 
desesperanza, mentira, larvas de lemures, horrores sepulcrales, espantos de osarios y 
ataques demoníacos; Júpiter proyecta espíritu de avaricia, malas ocasiones de 
enriquecimiento y tiranía; Marte envía cólera violenta, arrogancia profana, audacia 
temeraria y cruel obstinación; el Sol proyecta orgullo imperioso y ambición 
insaciable; Venus proyecta decepciones concupiscentes, amores 
lascivos y vergonzosas liviandades; Mercurio envía fraudes, engaños, em- 
bustes, invenciones malevolentes y prontitud para el pecado; la Luna proyecta 
inestabilidad total en el progreso y todo lo contrarío a la naturaleza humana. De esa 
manera el hombre, al no coincidir con los poderes celes-tes, recibe mal de donde 
debería recibir bien. A causa de esta misma discordancia con los poderes de lo alto, 
como dice Proclo, caen en el poder de los demonios del mal que llegan como lictores 
de Dios, para atormentar. Entonces reciben directivas por medio de los ángeles del 
mal, h i t a ser 
bien castigados y sufrir las penas correspondientes a sus pecados, volvien- 
do el hombre a la naturaleza celeste: 
Un mago muy bueno puede pues desviar muchos males listos a sobre-venir, 
procedentes de las disposiciones de las estrellas, puesto que presiente 
su naturaleza, previéndolos, aportando precauciones y prevenciones contra 
sus ocurrencias, e impidiendo que un sujeto mal dispuesto, como hemos dicho, reciba 
mal de donde debería obtener bien.

Capítulo XL 
TODO HOMBRE TIENE CARACTERES DIVINOS MARCADOS SOBRE SI, EN 
CUYA VIRTUD PUEDE LLEGAR A REALIZAR MARAVILLAS

Con una experiencia nada desdeñable se demostró que el Hombre tiene el Poder 
de dominar y ligar, y lo obtiene de la naturaleza. Pues, según el testimonio de Plinio, 
se dice que el elefante muestra tranquila-mente el camino al hombre que halla a su 
paso extraviado en el desierto; también se dice que este animal, al advertir rastros 
humanos, tiembla temeroso de sus emboscadas, se detiene, mira en derredor y se 
espanta. De modo similar, el tigre más cruel que las demás bestias feroces, al ver al 
hombre, se dice que lleva de inmediato sus cachorros a otra parte. Existen muchos 
otros hechos semejantes a éstos, relatados por diferentes auto-res, que integran 
grandes volúmenes sobre la naturaleza de los animales. ¿Pero de dónde surge que 
estos animales sepan que el hombre, a quien jamás vieron, es temible para ellos, y 
aunque lo hayan visto muchas veces, sí lo conocen, por qué le temen sí le 
sobrepasan en tamaño, en fuerza y velocidad, o cuál es esta naturaleza del hombre 
para infundir tal pavor a los animales más feroces? Esto es lo que quienes trabajaron 
en la historia de los animales buscan y señalan, aunque dejaron a otros la enseñanza 
y demostración de esto. Con relación a este punto doctrinario, Apolonio de Tiana 
(como leemos en Fílóstrato), al ver que un niño guiaba a un gran elefante, cuando 
Damon le preguntó por qué un animal tan grande obedecía a una criatura, le 
respondió que ello se debía a determinado terror activo que el Obrero Divino había 
puesto en el hombre, y que el presentimiento que tienen todas las criaturas inferiores 
al hombre y todos los animales, le hace temer y respetar a aquél; y este temor, que 
es como el Carácter terrible y el Signo de Dios impreso en el hombre, hace que 
todas las cosas se le sometan y le reconozcan como su amo, ya sea servidor o 
animal. Sin esto un Iíñ  no conduciría manadas de grandes animales y elefantes, ni 
el rey impondría temor a su pueblo, ní los jueces a los criminales.

Fue pues la idea divina la que imprimió en los hombres este carácter que los 
cabalistas hebreos denominan Pahad djp, mano izquierda y espada de Dios; y el 
hombre no tiene sólo una marca qué impone temor sino también otra que impone 
amor. cuya idea se llama, en las numeraciones divinas, Haesed dsj, que significa 
clemencia, y mano derecha y cetro de Dios. Estas numeraciones divinas emplean el 
ministerio de las inteligencias y estrellas, para imprimirnos las marcas y caracteres, a 
cada uno según su capacidad y pureza; y estos signos estaban en posesión del primer 
Protoplasto, sin duda, en toda su integridad, fuerza, plenitud y perfección, cuando 
todos los animales, atraídos por una tranquila clemencia, y sometidos por el temor, 
llegaron como ante su amo para recibir de éste sus nombres. Mas luego de Y.a 
prevaricación del pecado, cayó de esta dig- 
nidad con toda su posteridad: sin embargo este carácter no se borró completamente en 
nosotros. Cuanto más cargado de pecados está un hombre, más alejado está de estos 
caracteres divinos, y menos recibe, v lo que debería hacerle bien y concitarle respeto, 
le hace caer en la servidumbre y el temor. tanto de anímales como de hombres y 
demonios. Caín, sintiéndose en este estado, tembló y dijo a Dios: iodos cuantos me 
encuentran me matarán. Temía a las bestias y a los demonios principalmente: no temía 
tanto a los hombres que eran todavía muy escasos en número. En los primeros 
tiempos, muchos hombres que vivían en la inocencia, llevando una vida muy buena, 
gozaban aún de la obediencia y poder respecto de los anímales, como Sansón, David y 
Daniel sobre los leones, Elíseo sobre los osos, Pablo sobre las víboras; y muchos 
anacoretas BNBN!I en los desiertos, en las cavernas y en los cubiles de bestias salvajes, 
sin temerlas, sin ser incomodados para nada: pues así como por el pecado está señal 
divina se borra y oscurece, de igual modo reluce cada vez más en quienes se purificaron 
e hicieron penitencia por sus pecados.

Capítulo XLI 
LO QUE SE PIESA DEL HOMBRE DESPUÉS DE LA MUERTE Y LAS 
DIFERENTES OPINIONES SOBRE ESTA MATERIA

Todos los hombres tienen establecido morir una vez en su vida, y la muerte es 
inevitable ; pero hay muchas clases de m u e r t e s ^ una sobreviene según la ley de 
la naturaleza, otra por accidentes violentos, otra por decisión voluntaria, y la cuarta es 
ordenada por las leyes humanas por delito cometido, o aplicada por Dios por un 
crimen, de manera que no parece que los hombres que así mueren hayan pagado el 
tributo a l ! naturaleza, sino más bien que hayan padecido eI castigo por sus faltas, 
castigo, como dicen los doctores hebreos, del que Dios no exime a nadie. Por ello 
pactó con Ezequías, de modo que, desde l! destrucción de l! casa del santuario, 
aunque no quedó miembro alguno de ejecución judicial, la persona digna de morir no 
pudo evitar los cuatro géneros de suplicios por los que se aplicaba la condena del 
Talión: pues uno merecía morir lapidado, otro por orden divina era precipitado de lo 
alto de una casa, o pisoteado por las bestias salvajes, o despeñado; quien merecía el 
fuego era consumido en un incendio, o concluía su vida con la mordedura de un 
animal ponzoño-3 , o con l! picadura de una serpiente, o con el veneno; quien 
abusaba de 3u espada, era degollado; lo mismo ocurría con quien abusaba del poder, 
participaba de una sedición popular, de un complot o de emboscadas de adrones; 
quien debía ser colgado era asfixiado en un remolino o sufría )tra clase de 
estrangulamiento.

El gran Orígenes se preocupó también de 
explicar, en este sentido doctrinario, el evangelio del CRISTO: "Quien golpea 
con la espada, por la espada morirá". Los filósofos paganos también llaman a 
este orden de Talión, Adrastea, es decir, el poder inevitable de las leyes divinas, 
que en los ciclos venideros da a cada uno lo que le corresponde según la razón y 
mérito de su vida pasada, de modo que luAen durante su primera vida reinó 
injustamente, vuelve a caer en otra en estado de servidumbre; quien mojó sus 
manos en sangre de otro hom- 
re, está obligado a sufrir el mismo castigo; quien llevó una vida brutal, ielve a 
caer en el cuerpo de una bestia. Plotino habla de estas clases de castigos en el 
libro del Demonio particular de cada uno, diciendo que todos los que se 
condujeron en el estado propio del hombre, renacen hombres; quienes llevaron 
una vida sensual, se tornan bestias brutas, con l! diferencia de que quienes 
unieron la cólera a sus sentidos, resucitan como bestias feroces, y los que 
hicieron lo propio con la concupiscencia y la voluptuosidad, regresan como 
anímales lascivos y glotones; mas quienes vivieron con estas pasiones, no tanto 
la vida de los sentidos cuanto una degeneración de los sentidos, vuelven a 
vegetar como plantas con los mismos vicios, pues en esta clase de personas sólo 
primó la facultad vital y no trabajaron sAno para convertirse en plantas; los 
demasAado apegados al placer de la música en su vida, sin corromperse de otra 
forma, renacen como anímales melodiosos; quienes reinaron sin razón, se 
convierten en águalas, siempre que no tengan alguna mancha de maldad; pero 
en verdad, quien adquirió la virtud civil renace hombre. El mismo Salomón, en 
sus Proverbios, denomina al hombre ora león, tigre, oso o jabalí; ora liebre, 
perro (le caza o conejo; ora hormiga, erizo, serpiente o araña; ora águila, 
lagarto, ^10 u otra ave, y así con el resto. Pero los cabalAstas hebreos no creen 
que las almas se precipiten en las bestias; no obstante, no niegan que las 
totalemnte despojadas de razón, permanecen en la otra vida abandonadas a sus 
pasiones o fantasías brutales; también aseguran que las al-mas renacen tres 
veces en esta vida, y nada más, puesto que esta cantidad parece bastar para 
purgar abundantemente los pecados, conforme a este Pasaje de Job: "Libró su 
alma del temor de continuar avanzando hacia su muerte, para que viva vea la 
luz". Estos son todos los cambios que DAos efectuó tres veces en los hombres, 
para alejar sus almas de la corrupción e iluminarlas con la luz de los vivos. 
Veamos ahora qué opinaban l s antiguos sobre los muertos. Cuando el 
hombre muere, su cuerpo retorna a l! tierra de donde provino, v- el Pensamiento 
asciende a los cíelos de donde descendió, como dice el Eclesiastés: "El polvo 
vuelve al polvo de donde vino, y el espíritu vuelve a Dios que lo (li0'". Esto n s 
dice Lucrecio en estos versos:

Lo que vino (le la tierra, a la tierra retorna,'y lo venido de las regiones 
cereas retorna a los templos resplandecientes del cielo. 
P e ro Ovidio se expresa me j o r en es tos ver sos : 
En el hombre hay cuatro cosas por considerar.: los Manes, la carne, el espiritu y la 
sombra; estas cuatro cosas van cada una a un sitio: la tierra cubre la carne, la sombra 
gira en torno de la tumba, los Manes pertenecen a los infiernos, y el espiritu vuela al cielo.

En consecuencia, la carne abandonada, el cuerpo despojado de vida, se llama 
cadáver, que según lo expresan los teólogos hebreos queda en poder del demonio 
Zazel, del que se dice en las Escrituras: "Comerás tierra todos los días . . . el polvo 
de la tierra será tu pan". El hombre fue creado polvo terrestre y, por ello, el 
antedicho demonio se llama señor de la carne y la sangre, mientras el cuerpo no 
haya sido purificado con justos funerales, y santificado. Es por eso que los antiguos 
Padres se esmeraron ordenando expiaciones de los cadáveres, de modo que lo que 
es muy in-mundo tenga aspersiones de agua bendita, perfumes de incienso, exorcismos 
con santas oraciones, iluminación con luces mientras esté sobre l! tierra, 
ysepultura en un lugar santo; esto hace decir, en Humero, a Elpenor, dirigiéndose a 
Ulises: "Te ruego, Ulises, que te acuerdes de mí y no te alejes de aquí sin darme 
sepultura, sin la cual quedaré sujeto a la cólera 
de los dioses". 
En cuanto al pensamiento del hombre, niens, cuya naturaleza es santa y su 
género divino, debido a que jamás comete falta, no está sujeta a castigo. En cuanto 
al alma, si obró bien, participa de la dicha del pensamiento, y al salir del cuerpo 
c I su vehículo etéreo, asciende, liberada, hasta el coro de los héroes, donde se va 
a reunir con los dioses; allí, beatificada c I una felicidad perpetua de todos sus 
sentidos y poderes, perfecta en el conocimiento de todas las cosas, goza de l! 
visión divina y de la posesión del Reino de los Cíelos, y al compartir el poder 
divino, hace bien a quienes dejó sobre la tierra y les reparte diversos dones como el 
Dios inmortal. Pero sí obró mal, el pensamiento la juzga y abandona al arbitrio del 
demonio, y la pobre alma, sin pensamiento, rueda extraviada por los infiernos en 
forma de eid5l5n, que se llama imagen (imago), tal como la desdichada Dido se 
queja en Virgilío, diciendo:

Y hora es preciso que mA imago, tan grande como es, vaya a ocultarse bajo tierra. 
Es por ello que esa alma, carente de su esencia inteligible, abandonada al 
imperio de la fantasía furiosa, está, de allí en más, sujeta a las torturas de las 
cualidades corporales, sabiéndose, por su falta, privada eternamente, por un justo 
juicio de Dios, de la visión divina para la que había sido creada. Esa visión divina, 
como lo atestiguan las Escrituras, es la presencia de todos los bienes, pero la 
privación de esa visión es la presencia de todos los males, que es el castigo más 
cruel de todos, y las Sagradas Escrituras lo llaman "el derramatniento de la ira 
divina". Por ello, esa imagen del alma, que asume a veces cuerpo aéreo, se cubre 
con una sombra, y al 
envolverse, ora aconseja a los amigos, ora atormenta a sus enemigos, cono se ve 
que Dido amenaza a Eneas, en Virgilio, diciéndole: 
Te perseguire por doquier, presente bajo mi sombra; seras castigad5 por lo malo 
que eres.

Las pasiones, los recuerdos y las sensaciones quedan con el alma des- 
pués que se separa del cuerpo. 
Los platónicos dicen que las almas, prAncipalmente de los asesinados, 
atormentan y persiguen a sus enemigos, no con un odio humano sino con una 
Némesis divina y la acción del demonio que lo prevé y permite. Es así que el 
espíritu de Nabot, como lo interpretan los maestros hebreos, porque emigró ál 
final de su vidá con deseo de venganza, para satisfacer su espírNtu vengativo se 
convirtió en espíritu de mentira, y por permiso de Dios, salió como espírNtu 
embustero en boca de todos los profetas, hasta que hizo ascender a Acab en 
Ramod Galaad. Y el mismo Virgilio, con los pitagóricos y platónicos, a los que 
adhiere nuestro Agustín, confiesa que las almas separadas guardan memoria no 
extinguida todavía de lo que 
hicieron en vida: 
La pasion que los vivos tuvieron para con sus carros, armas y bellos caballos les 
sigue cuando repos?n en tierra.

Y Algazel, en el libro de la Ciencia Divina, y los demás filósofos árabes y 
mahometanos estiman que las operaci nes que el alma realiza en común con el 
cuerpo, mientras están unidos, imprimen en el alma el carácter de uso y 
ejercicio, de los que se sArve, tan fuertemente como esté impreso, en su estado 
de separación, para similares acciones y pasiones que no fueron abolidas en 
vida; en consecuencia, aunque el cuerpo y el órgano estén destruidos, la 
operación no cesa por ello, sino que las pasiones y disposiciones semejantes 
permanecen y éstas son las almas a las que los antiguos llamaban con un 
término común, Manes, que no habían hecho mal alguno en su vida, o que 
estaban purificadas por las buenas obras y, como canta Virgilio: 
Que derramaron su sangre combatiendo por la patria, fueron en su vida 
sacerdotes castos, piadosos adivinos en la digna palabra de Febo, o cultivaron la vida 
con las artes, y merecieron dejar tras su muerte una feliz memoria haciendo bien a los 
demas hombres.

Aunque ellos hayan muerto fuera del estado de gracia y la justificación de 
la fe, l! mayoría de los teólogos dicen que son llevados a algunos campos 
afortunados donde no sufren pena alguna, y como afArma Virgilio: 
Marchan a sitios jubilosos y vergeles deliciosos de bosques afortuna-dos donde 
permanece la biePaventuranza. 
Allí deben gozar de determinados placeres maravillosos y del conocimiento 
sensitivo e intelectual, y tal vez, por revelación, incluso sean instruidos en la fe y la 
justicia, igual que otrora los espíritus a los que el CRISTO predicó el Evangelio en 
la prisión. Pues así como es cierto que nadie puede salvarse sin la fe del CRISTO, de 
igual modo es probable que esa 
fe sea aún predicada a muchos paganos y sarracenos después de esta vida, 
en los receptáculos de las almas, para su salvación, y que allí se detengan como en 
guardia común, hasta el tiempo en que el Soberano Juez venga a examinar los 
méritos. Lactancio, Ireneo, Clemente, TertulAano, Agustín, Ambrosio y muchos 
otros escritores cristianos no son contrarAos a esta opiníón. Sin embargo, las almas 
que salen de este mundo, con suciedad de 
impurezas y cargadas de pecados, no son favorecidas por sueños tan feli- 
ces, sino que vagan por lugares peores, entre horribles fantasmas, sin conocímíento 
libre de agitación; con el perpetuo deseo de carne y sangre, en el herrumbre de su 
ruina corporal, están sujetas al dolor y temen a los machetes y las espadas. Sin duda,

Humero opinaba esto cuando, en el libro XI de la Odisea hace entrar en materia a la 
madre de Ulises, difunta, que se mantiene de píe ante él mientras le efectúa un 
sacrificio, sin reconocerle, ni hablarle toda vez que él impedía que las sombras se 
aproximasen a la sangre del sacrificio con su espada desenvainada; pero después que 
por consejo del adivino Tiresias, sin que la espada desnuda de Ulises le ofreciese 
impedimento alguno e incluso antes de l! liberación de sangre, ella reconoció a 
Ulises, le habló y le mostró la sombra de su madre de píe en su presencia. Las almas 
que no expiaron en esta vida las manchas de sus crímenes son obligadas en los 
Anfiernos a lavar sus huellas y a sufrir las penas correspondientes a sus malas 
acciones; esto es lo que nos hace 
entender el poeta con estos versos: 
Despues que la vida les abandono con la luz, estos desdichados no se libran de 
todos sus males, y todas las pestes corporales no desaparecen por completo, y es 
absolutamente necesario que los numerosos habitos largamente acumulados sigan sus 
modalidades evolutivas; son pues atormentados con penas y sufren los suplicios del 
viejo mal.

Así como son las costumbres v hábitos de los hombres en esta vida, de igual 
modo son órdinariamente las pasiones que después de la muerte no abandonan al 
alma que recuerda muy bien lo realizado en su vida; y ello con mayor fuerza y 
vivacidad cuando una gran cantidad de funciones diversas de la vida cesaron 
entonces para ella, como la nutrición, la vege- 
tación, la generación, las sensaciones y, en general, las diferentes ocupa- 
ciones, consuelos, negocios y comercio del mundo, igual que los obstáculos 
del cuerpo material. Pero estas especies se presentan entonces a la facultad 
imaginativa con tanto mayor trastorno y furor (en esa alma la chispa del 
entendimiento se mantiene más o menos amodorrada o completamente pagada) que 
junto con los demonios malAgnos, la proyectan en visiones muy falaces o terribles; 
es por eso que, en la facultad concupiscible, es 
atormentada por la concupiscencia con un bien imaginario y con los bienes que 
otrora buscara en la vida, sin posibilidad de gozarlos, aunque a veces parecería 
alcanzar a sus placeres, pero entonces los demonios se lo impiden, aplicándole 
nuevas penas más crueles aún que las primeras; como vemos, en los poetas, que 
Tántalo es privado de su festín, Sardanápalo de sus abrazos, Midas de su oro y 
Sísifo de su potencia: estas almas se denominaron lemures, y sí alguna se ocupa de 
las cuestiones del hogar y lo habita en sosiego, se llama entonces lar familiar. Pero 
sufren penas agudísimas en la facultad irascible, causadas por la aversión que 
tienen al mal imaginario, que las sume en alarmas, temores y sospechas, y les hace 
ver fantasmas horripilantes, y llevan consigo tristes fantasías: ora que el cielo cae 
sobre su cabeza, ora que son devoradas por un torrente de llamas, ora que se 
hunden en el fondo de un gran remolino, ora que se transforman en diversas bestias 
feroces, ora que son despedazadas por desagradables monstruos, ora que son 
arrastradas por los bosques, los mares, el fuego, los aires y los sitios más horrendos 
de los infiernos; ora que los demonios las atrapan y someten a torturas. Pensamos 
que todas estas cosas sólo sobrevienen después de morir a quienes en esta vida 
deliran por frenesí, manía o humor melancólico, o son atormentadas en sueños por 
horribles visiones, como sí estas cosas ocurriesen realmente; en verdad, no están 
presentes pero basta su sola apariencia para que la atrape su imaginación. Así estas 
almas, que después de la muerte están como en un sueño perpetuo, son espantadas 
por las representaciones horribles de sus pecados, y la conciencia de su crimen las 
precipita en diversos abismos. Por ello Orfeo las llama pueblos de los sueños, 
cuando dice: "Las puertas de Plutón no pueden abrirse; dentro está el pueblo de los 
sueños". En consecuencia, estas almas malvadas, sin sitio bueno para detenerse, 
cuando ruedan en un cuerpo aéreo, nos hacen ver toda clase de formas; entonces se 
llaman larvas o espantajos, no hacen mal a los buenos pero son perjudiciales para 
los malos; revestidas de despojos, ora más sutiles, ora más burdos, se presentan 
bajo el aspecto de diversos animales y monstruos a los que se parecieron por sus 
costumbres en su vida anterior, tal como lo canta el poeta:

Entonces, diferentes apariencias y formas de bestias salvajes las disfrazan; he 
aqui, subitamente, un horrible jabali, luego un tigre negro, despues una leona de 
blonda cabellera, mas tarde un dragon cubierto de escamas, o una llama que crepita 
y se trasforma en toda clase de monstruos prodigiosos, en fuego, en bestia horrible, 
en ola.

El alma inmunda del hombre, contraída en esta vida a demasiados hábitos 
corporales, por determinado sentimiento íntimo del cuerpo ele-mental, se crea otro 
cuerpo de vapores elementales, de materia suelta, reconstruye como por una 
especie de absorción este cuerpo que se disipa continuamente, y queda allí sujeta 
como en una prisión y un instrumento sensible, según cierta ley divina, y allí sufre 
el frío y el fuego, y todo lo que hiere al cuerpo, al espíritu y los sentidos, como las 
hediondeces, los 
gemidos, las lamentaciones, los rugidos, los golpes, los desgarramientos y las 
cadenas tal como lo cantó Virgilio: 
Pasan de un castigo a otro y sufren suplicios por su viejas maldades; unas son 
expuestas, impotentes, suspendidas en medio de los vientos; en cuanto a otras, su 
crimen infecto es l?R?d5 bajo un vasto remolino o quemado con fuego. 
Y en Homero, en el libro de la Neciomancia, Alcínoo cuenta a Ulises: 
Tambien hemos visto a Tytion, famoso hijo de la tierra, cubriendo ;5n su 
cuerpo extendido nueve serpientes, teniendo a ambos lados un infatigable buitre que 
le roe las entranas.

A veces estas almas no moran en estos cuerpos figurados solamente, 
sino que a consecuencia del excesivo apego a la carne y el fango, se lanzan 
sobre los animales y se apoderan de cuerpos de serpientes y otras bestias, o 
entran en todas las especies y las poseen a la manera de Ios demonios. 
Pitágoras, y antes que él Trísmegisto, son de esta o?iINQI, diciendo que las 
almas malas son, a menudo, precipitadas en las serpientes y los brutos. Sin 
embargo, no vivifican ni informan estos cuerpos como formas esenciales sino 
que los habitan como una prisión, a la manera de un inquilino, o como el 
motor de un móvil; o bien los sufren muy estrechamente, como Ixíon en sus 
ruedas de serpientes y Sísifo en su peñón. Y no sólo se a? deran de bestias 
sino también, a veces, de hombres, como dijimos del alma de Nabot que salió 
en espíritu de mentira en boca de los profetas. Por ello, algunos dijeron que 
las vidas o los espíritus de los hombres perversos, al entrar en los cuerpos de 
algunos. los maltratan largo tiempo y a veces los hacen morir. 
A las almas bienaventuradas se les acordó suerte mucho mejor a fin de 
que puedan, como los ángeles buenos, morar en nosotros e iluminar n os: así 
leemos en Helio que, sustraído de la vista de los hombres, su espíritu se 
inclinó sobre Elíseo, y en otra parte, que Dios arrebató el espíritu de Moisés 
y lo dio a los Setenta. Hay aquí oculto un gran misterio que no ha de ser 
revelado temerariamente.

A veces también, lo cual es muy raro, las almas son acometidas con 
tan gran frenesí que no sólo entran en los cuerpos de los vivos sino que 
también, impulsadas por una fGeTza estigiana retornan a los cadáveres que 
abandonaron y cumplen, como si hubiesen resucitado, actos h Tríbles. Así 
leemos en Sajón Gramático que alguien llamado Asuit y otro llamado 
Asmond concertaron ? r juramento recíproco que, quien sobreviviera al otro, 
se encerraría con él en la tumba; cuando Asuit murAó de enfermedad, se lo 
puso en una gran caverna can su per r o y su caballo, y Asmond, para guardar 
el juramento de su amistad, se dejó encerrar vivo con él, llevando consigo 
víveres para largo tiempo. Sin embargo, Eric, rey de Suecia, al pasar un día 
con su ejército por el sitio de la caverna, hizo abrir (pensando hal l ar un 
tesoro) la tumba de Asuít, y expuso al mismo tiem?  a As- 
mond a la luz; al verlo horriblemente desfigurado, cubierto de podredumbre 
mortuoria e inundado de sangre que le salía de una cruel herida (porque Wsuit, que 
revivía todas las noches, en sus ataques continuos le 
había arrancado la oreja izquierda), le preguntó cuál era el origen de 
eso, y he aquí lo que narró al rey con estos versos: 
.Por que asombrares de verme tan desfigurado y palido? Todo hombre vivo 
desaparece entre los muertos. No se por que empresa osada del poder de la Estigia, el 
espiritu de Asuit fue enviado desde los infiernos para devorar su caballo y meter 
incluso su perro en su detestable boca. No 
contento con haber comido su caballo y su perro, despues muy pronto me 
clavo sus garras y me arranco l? oreja, desgarrando mi mejilla. He aqui 
porque mi rostro es espantoso y porque veis correr sangre por esta cruel 
herida. Sin embargo, este monstruo infernal, no actuo impunemente, por- 
que le corte la cabeza con mi espada y traspase con un chuzo su cuerpo 
malefico. 
Pausanias nos narra algo parecido sobre los intérpretes del oráculo de Delfos 
en el sentAdo de que existe determinado demonio infernal que se llama Eurinomo, 
que arranca y devora las carnes de los muertos, con tal avidez que apenas deja los 
huesos totalmente mondos. De manera similar se lee en los anales de los cretenses 
que los Manes llamados Catéjanes, acostumbraban permanecer en sus cuerpos, 
regresar a ver a sus mujeres que abandonaran al morir y a gozar con ellas, y que para 
evitar eso e impedir que infectasen a las mujeres, la ley polAcial disponía atravesar 
de lado a lado, con un clavo, el corazón de quienes volvían después de morir, 
y consumir enteramente su cadáver con fuego.

Sin duda, estas aventuras son asombrosas y tal vez no se las crea, sí las leyes 
dictadas a este respecto y los relatos de los antNguos no diesen fe de ello. En fin, la 
religión cristiana no prohibe creer que muchas almas 
pueden retomar su cuerpo antes de la resurrección universal de la carne; 
y nosotros creemos que muchas personas, por una gracia singular de Dios, fueron 
elevadas a la gloría con su cuerpo, y que también muchos fueron llevados al Anfierno 
en vida; y a menudo hemos oído decir que los cuerpos 
de los difuntos habían sido sacados y arrebatados de sus tumbas por los 
demonAos, sin duda para ningún otro objetAvo que el de encerrarlos en prisAones y 
hacer sufrir a sus Manes. En verdad, estas prisAones y cadenas para los cuerpos 
responden bastante a los habitáculos famosos de sitios inmundos y terríficos, donde 
están los fuegos del Etn!, los remolinos de agua, el retumbar de rayos y truenos, los 
abAsmos de l! tierra, y donde el país privado de luz y rayos de sol, desconocedor del 
resplandor de las estrellas, permanece sepultado en las tinieblas y los horrores de 
una noche perpetua. Allí llegó UIises, como lo canta Homero: 
Se dice que aqui estan los pueblos cimerios, habitantes de las cavernas, 
sepultados en tinieblas eternas, que jamas ven el sol al salir o ponerse, y que parecen 
miserables condenados a una noche eterna.

Y no son bromas todo lo que se nos ha dicho acerca del hueco de Patricia, las 
cavernas de Vulcano, los cráteres del Etna y el antro de Nursia, que son testimonio 
transmitido de lo que se vAo y conoció. Sajón GramátAco narra cosas más grandes 
aún del reino de Geruth y de la cueva de Ugarthiloc; Plinio, Solino, Pitias y Clearco 
también mencionan prodigios asombrosos del mar septentrional, de lo que también 
habla Tácito en la historia de Druso, donde muestra que su ejército, desvAado de la 
proximidad del mar germánico, víó en ese mar cosas espantosas y asombrosas, 
como torbellAnos, formas inauditas de aves y monstruos marinos que no se podía 
saber sí eran bestias o genios; dice incluso en la historia de Germanía que los 
heldusios y los axíones, de rostros humanos y el resto como bestias, moran en 
aquellas comarcas; sin duda son los Manes y demonios los que realizan todos estos 
prodigios; ClaudAano también los 
cantó: 
En los confines mas distantes de los galos hay un sitio, limitado por las aguas 
del Oceano, donde se dice que Ulises ofrecio un sacrificio de sangre al pueblo 
silencioso. Alli se oye el quejido de las sombras como si llorasen; crean pequenos 
silbidos con su vuelo; alli se ve pas?r palidos simulacros, figuras difuntas que alli 
emigran.

Aristóteles cuenta que en las islas Eolias, cerca de Italia, en Lípari, había 
cierto túmulo al que no era posible acercarse de noche con seguridad; quienes allí 
habitaban aseguraban que se oían címbalos, mugidos de crótalos, risas ruidosas, 
rumores y sones incoherentes, y que una vez un joven ebrio durmióse de noche en 
la caverna de esta tumba y al cabo de tres días quienes le buscaban le encontraron 
allN, le alzaron creyéndolo muerto, y al celebrársele solemnes funerales, de súbito 
despertó y narró minuciosamente, para gran asombro de todos los asistentes, 
muchas cosas que había visto y todo lo que había sufrido. En Noruega h!y también 
cierto monte, el más formidable de todos, rodeado por el mar, denominado 
vulgarmente Hechelberge, que parece una especie de infierno de donde se oye el 
gemido de tan grandes voces y exclamaciones de personas que lloran, que estos 
ruidos y algazaras se escuchan hasta a una legua de distancAa, y además, grandes 
buitres y cuervos negrísimos, que vuelan de esta montaña y lanzan horribles 
graznidos, impiden acercarse; nacen allí dos fuentes inabordables, una por su frío 
insoportable, la otra por su calor excesivo, que sobrepasan en violencia a todos los 
demás elementos. También en la misma región, del lado del Mediodía, hay un 
promontorio llamado Nadhegryn, donde todo el mundo ve los demonios del lugar 
bajo un cuerpo aéreo. En Escocia está también el monte Dolorosus, espantoso por 
su horrible ruido de lamentaciones. Y en Turingia está la montaña llamada 
Horrisonus donde moran los Silfos y Sátiros según fama, experiencia de muchos y 
testimonio de escritores verídicos. - En diversas comarcas y provincias hay 
milagros semejantes a éstos, pero yo, que los he visto con mis ojos y tocado con 
mis manos, no los puedo contar aquí 
por temor a que los incrédulos me acusen de mentira, a causa de la magnitud 
increíble de cosas tan extrañas.

Soy de opinión de no pasar por alto aquí las opiniones de la mayoría de 
nuestra fe, respecto a los retiros y moradas de las almas, que no difieren mucho de 
lo que dijimos antes. Tertuliano íntegra ese número y dice en el cuarto libro contra 
las herejías de Marción: Los hombres sabios, que a véces han oído hablar de los 
Campos Elíseos, juzgan que existe una especie de determinación local llamada 
seno de Abrah!m, para recibir a las almas de sus hijos, y en esa región que no es 
celeste pero que, no obstante se halla por encima de los infiernos, reposan las almas 
de los justos hasta que la consumación de las cosas restituya, en plena recompensa, 
la resurrección general. El Apóstol Pedro, al responder a Clemente sobre estas 
cuestiones, le habla en estos términos: "Me obligas, Clemente, a descubrir algo de 
los misterios inefables, pero no rehusaré hablarte en la medida en que me esté 
permitido; el Cristo que existía desde el comienzo y que existió siempre, ayudó 
siempre, durante todas las generaciones, pero en secreto, a las gentes de bien, 
principalmente a quienes le atendían, y se les apareció con frecuencia; todavía no 
era llegado el tiempo para realizar la resurección de los cuerpos llegados a 
disolución; pero pareció a Dios que era una recompensa mayor que a quien fuese 
hallado justo se lo conservara más largo tiempo en su cuerpo, o ciertamente (como 
se hace referencia a cierto justo en las Escrituras), que Dios lo transportase. Lo 
mishío hizo con otros que cumplieron su voluntad, si bien los conserva, 
transferidos al Paraíso, para que posean el Reino de los Cielos. En cuanto a quienes 
no pudieron satisfacer enteramente la ley de justificación y tuvieron en su carne 
algunos rastros de maldad, sus cuerpos caen en la disolución pero sus 
almas son conservadas en las regiones donde abandonan los bienes y las 
alegrías, y purificados ya por la disolución, gozan de la heredad eterna, como 
retribución por sus buenas acciones.

De modo parecido, Ireneo, al final del libro que escribiera contra las herejías 
de los sectarios de Valentino, dice: "Como el Señor se retiró en medio de las 
sombras de la muerte donde estaban las almas de los difuntos, salió luego y 
resucitó corporalmente, y después de su resurrección fue elevado al cielo, es 
patente que las almas de sus discípulos (para los que el Señor también operó estas 
cosas) irán a un lugar invisible que Dios les delimitó, donde permanecerán hasta la 
resurrección; retomando entonces sus cuerpos y resucitando perfectamente, es decir, 
en sus cuerpos, tal como resucitó el Señor, y aparecerán en este estado ante Dios; 
pues n  hay ningún discípulo por encima de su maestro, y todo discípulo será 
perfecto como su maestro. Es así como nuestro Maestro no voló de inmediato, sino 
que, esperando el tiempo limitado por su Padre para su Resurrección, lo cual 
también es patentizado por Jonás, resucitando después del tercer día, efectuó su 
ascensión, tal como nosotros debemos esperar el tiempo que Dios ha limitado para 
nuestra resurrección y que han predicho los profetas, y así, en nuestra resurrección, 
seremos elevados con todos aquellos a quienes el Señor juzgue dignos de este 
honor". 
Lactancio Firmiano habla de estas cosas en el libro de las instituciones 
divinas, titulado: "De la divina recompensa", diciendo: "Nadie crea que las almas 
son juzgadas inmediatamente después de su muerte, pues todas son detenidas en 
una guardia común a la espera del tiempo en que el Gran Juez examine los méritos; 
entonces, los hallados justos recibirán la recompensa de la inmortalidad; aquellos 
en quienes se declaren y reconozcan pecados y crímenes n  resucitarán, sino que 
serán encerrados en las mismas tinieblas que los impíos, dístinándoselos a ciertos 
suplicios".

De l! misma opinión son Agustín y Ambrosio; aquél dice en su Enchiridion: 
"Durante el tiempo existente entre la muerte del hombre y la última resurrección, 
las almas son retenidas en retiros ocultos, según me- 
rezcan el reposo o la pena en relación con su situación en la carne durante 
su vida". Pero Ambrosio, en el libro del Bien de la muerte, dice: "FY texto de Esdras 
llama a las moradas de las almas los reserBorios y el mismo, dado el lamento del 
hombre (de que los justos que nos precedieron parecen hallarse, hasta el Día del 
Juicio, durante largo tiempo frustrados en la recompensa que les corresponde) (lice 
que el dí! del JuAcAo es semejante a una corona: Todo el mundo aguarda el día de la 
coronacAón, a fin de que ese día la confusión haga rugir a los vencAdos, y los 
victoriosos reciban l! palma de la victoria. Las almas esperan entonces el 
cumplimiento del tiempo y la recompensa que merecen, unas en cuanto a pena, 
otras en cuanto a gloria". Y en el mismo capítulo, el infierno es llamado "lugar 
invisible donde van las almas liberadas de sus cuerpos". Y en el segundo libro de 
Caín y Abel: "El alma", dice, "es separ!da (le su cuerpo, y después del fin de esta 
vida permanece aún en la ambigüedad del Juicio futu- 
ro". 
El pasaje del Evangelio concuerda con estas opiniones, dende al hablar Cristo 
sobre el Juicio Final, dice en Mateo: "Muchos me dirán ese <lía: Señor, Señor, ¿no 
hemos profetizado en tu nombre, y expulsado los demonios en tu nombre, y 
realizado muchas virtudes en tu nombre? M!s yo les diré que no les he conocido 
jamás". De estas palabras parece resultar que hasta ese día estuvieron en la 
Ancertidumbre sobre su juicio, y que asegurándose sobre los milagros que habían 
hecho en nombre de Jesús durante su vida, sin embargo habían permanecido en 
suspenso sobre esperanza alguna de salvación.

Sobre eso de que el juicio de las almas es diferido para el postrero día, la 
mayoría de los teólogos creen que los sufragios expiatorios pueden ayudar antes del 
día fijado para el Juicio, no sólo a los futuros justificados sino también a los 
condenados. Es así como el divino Gregorio libró del Orco al emperador Trajano, 
justificándolo para la salvación; aunque algunos creen que no fue librado de la pena 
de su coúdenación, sino que la justicia de su castigo está prorrogada hasta el DNa 
del Juicio. Pero Tomás de Aquino dice que parece más probable que Trajano 
resucitó por l s sufragios del dNBNH  Gregorio, y obtuvo una fuerza graciosa p r la 
que se libró de la pena y del encadenamiento de sus crímenes. Y hay teólogos que 
estiman que, con las ofrendas de los sufragios, no puede quitarse la pena, 
ni descargar la falta, sino que sólo se puede dar algún solaz y brindar algún dulzor, 
y esto a semejanza de un mozo de cordel que suda bajo su carga y que, por el agua 
que se le arroja, parece aliviarse de la opresión o del peso, y tener más facilidad 
para transportar, aunque su agobio en nada haya disminuido. Sin embargo, la 
opinión más común de los teólogos consiste en que las oraciones y ceremonias 
fúnebres de nada sirven a los culpables que están en el antro de Plutón.

Pero como estas cosas son tan oscuras que nadie puede comprender-las, 
muchos emplearon en vano sus facultades intelectuales. Adoptando, pues, el 
criterio de Agustín, re?etimos su opinión del libro X sobre el Génesis: "Más vale 
dudar de las cosas ocultas que disputar sobre cosas inciertas". No dudo que deba 
entenderse que aquél es rico en el ardor de las penas y éste es pobre en el frescor de 
las dichas; en cuanto a saber cómo debe entenderse esa llama del infierno, ese seno 
de Abraham, esa lengua del rico, ese dedo del pobre, esa sed del tormento, esa gota 
de frescura, n  lo podrán descubrir quienes indagan con espíritu de paz y dulzura ní 
quienes disputan acaloradamente. Dejemos pues estas cuestiones para pasar a otras 
cosas; hablaremos ahora del retorno de las almas.

Capítulo XLII 
RAZONES POR LAS QUE LOS MAGOS Y LOS NECROMANTES 
CREEN PODER INVOCAR LAS ALMAS DE LOS DIFUNTOS

Por lo dicho anteriormente, parece_ que las Almas que aman todavía, después 
de la Muerte, los cuerpos que dejaron (como aquéllos cuyos cuerpos quedaron 
insepultados o padecieron muerte violenta, vagando aún alrededor de sus cadáveres 
en el espíritu perturbado y húmedo que las atrae como hacia alg  familiar), 
conociendo los medios que las apegaban otrora a los cuerpos, pueden ser invocadas 
y atraídas fácAlmente mediante semejantes vapores, licores y olores corporales, 
añadiendo algunas luces artificiales, cantos, sones, y cosas parecidas que puedan 
poner en movimiento la armonía imaginativa y espiritual del alma, sin descuidar las 
santas invocaciones y otras cosas de esa índole obtenidas de la religión, a causa de 
_ la parte racional del alma que es de naturaleza superior. En las Escrituras se lee 
que la Pitonisa hizo retornar de esa manera a Samuel; de igual modo, la hechicera 
de TesalAa hizo erguirse a un cadáver, según Lucano. Esto hace que hallemos en los 
poetas y narradores de estas clases de cosas que las almas de los muertos no pueden 
ser evocadas sin sangre ní cadáver, v que las sombras pueden ser fácilmente 
atraídas mediante fumigacAones, agregando huevos, leche, miel, aceite, agua y 
harina, como sA se brindase un medio a las almas presentes para que retomen los 
cuer- 
pos; esto es lo que Circe, en Humero, enseña a Ulises con largas disquisiciones.

Créese que esto sólo es posible en sitios donde es patente su retorno frecuente, a 
causa de algo que se les relaciona, como cuerpos abandonados que las atraen, o 
afectos impresos otrora en la vida, que impulsan a las almas hacía determinados 
lugares aptos, por ello, para purificar o castigar a los espíritus. En general se 
conocen por experiencia estos lugares sujetos al encuentro de visiones, incursiones 
nocturnas y fantasmas reconocibles; los hay bastante conocidos, como ocurre con 
los cementerios y los sitios donde se ejecutan los juicios criminales, o donde se 
libraron recientes batallas, o los lugares donde los cadáveres de seres asesinados 
fueron inhumados pocos años antes sin expiaciones ní ritos funerarios. La 
expiación y el exorcismo de un lugar, igual que la ceremonia de inhumación 
debidamente acordada a los cuerpos, impiden a menudo que las almas se acerquen 
y las rechazan más lejos hacia los lugares de la ejecución del juicio. De allí obtuvo 
su nombre la necromancia, porque opera sobre los cadáveres y pide respuesta a 
través de los Manes y las sombras de los muertos, y de los demonios subterráneos, 
atrayéndolos hacía los cadáveres de los muertos mediante ciertos encantamientos 
estigianos, mediante invocaciones infernales, sacrificios lúgubres e inmolaciones 
impías, tal como lo apreciamos en Lucano, respecto de la maléfica Erictona que 
evocando a un muerte predijo a Sexo Pompeya todo el desarrollo de la batalla de 
Farsalia. En Pigalia, cuidad de Arcadia, también existieron ciertos magos 
sacerdotes, muy entendidos en sacrificios, que evocaban las almas de los difuntos; 
y las Sagradas Escrituras dan fe de que cierta Pitonisa evocó el alma de Samuel. 
Las almas de los santos aman también sus cuerpos y gscuchan antes y más prontamente 
lo que se les pide, en el sitio donde se guardan los testimonios de sus 
reliquias.

Hay dos clases de necromancia: la primera se denomina neciomancía, que 
hace erguir al cádáver y exige sangre; la otra es la sciomancia, que se conforma con 
atraer a la sombra. La necromancia realiza todas sus experiencias por medio de 
cuerpos y osamentas de homicidas, y por medio de sus miembros, y de todo lo 
derivado de ellos, en atención a que allí se encuentra el poder demoníaco que les es 
amistoso; por ello obtienen fácilmente los efluvios de los demonios malignos a 
causa de la semejanza y propiedad que tienen en conjunto; y como tienen mucho 
poder sobre las cosas de la tierra y sobre los hombres, los necromantes con su 
auxilio encienden amores criminales, proyectan sueños, enfermedades, odios y 
otros maleficios semejantes a lo que pueden contribuir también las fuerzas de estas 
almas que, estando aún envueltas en el espíritu húmedo y perturbado, vagando en 
torno de sus despojos, cometen las mismas maldades que los demonios malignos. 
Debido a que por experiencia conocen estas cosas y las almas depravadas y 
criminales arrancadas de sus cuerpos por una muerte violenta y las de los hombres 
muertos sin absolución ní sepultura permanecen en torno de sus cuerpos y son 
atraídas a sus semejantes, los maléficos abusan sin pena para hacer lograr sus ma- 
leficios, seduciendo a estas almas desdichadas, ofreciéndoles un cuerpo o 
haciéndoles tomar alguna parte, llamándolas con invocaciones infernales, 
conjurándolas por los cadáveres informes dispersos en las vastas campiñas, por las 
sombras de quienes no fueron enterrados, por los manes que retornan -del 
Aqueronte, por las huestes de los infiernos donde una muerte prematurá los 
arrastró, por los horribles deseos de los condena-dos y por los soberbios demonios 
vengadores de crímenes.

Quien se proponga volver a introducir las almas en sus cuerpos, debe 
necesariamente saber cuál es la naturaleza propia del alma, de dónde viene, la 
grandeza y número de grados de su perfección, por qué inteligencias está protegida, 
por qué intermediarios se difunde en el cuerpo, por qué armonía se unió con él, qué 
afinidad tiene con Dios, con las inteligencias, con los cíelos, con los elementos y 
todas las demás cosas de las que lleva imagen y semejanza; en fin, por cuáles 
influjos se efectúa la unión de todas las partes del cuerpo; pues debe saber todas 
estas cosas para practicar el arte de resucitar a los muertos, que no pertenece a los 
hombres sino sólo a Dios que puede comunicarlo a quien le plazca, como lo hizo 
con Eliseo que resucitó al hijo de la sunamíta. Así se narra que Hércules resucitó a 
Alcestes, quien vivió largo tiempo; y Apolonío de Tiana devolvió también la vida a 
una joven muerta. Aquí debe notarse que a veces sucede a los hombres que el 
espíritu vivificador se retrae en ellos y parecen muertos y despojados de toda 
sensación mientras, sin embargo, la naturaleza intelectual permanece unida al 
cuerpo y a la forma, subsistiendo el cuerpo tal cual es; aunque la fuerza vivificante 
no se ex-tienda sobre él activamente, sino que permanezca retraída, unida con la 
naturaleza intelectual, no cesa de existir, y aunque se pueda decir que en este estado 
un hombre está verdaderamente muerto debido a que la muerte es la falta de 
vitalidad, no obstante este cuerpo no estará verdaderamente separado del alma, y 
podrá despertar de nuevo y resucitar a la vida. De esa manera ocurren muchos 
milagros, como los observados en siglos pasados entre los gentiles y judíos; en ese 
número de hechos puede incluirse lo que narra Platón, en el libro X de la 
República, sobre Fereo de Panfilía, que estuvo yacente diez días entre los muertos 
de una batalla y que, dos días después de retirado, resucitó sobre su pira y relató 
ciertas cosas asombrosas que vio durante esa muerte. En parte hemos contado esas 
aventuras en el primer libro y lo volveremos a hacer después con mayor amplitud, 
en los capítulos donde trataremos sobre los oráculos que se producen mediante 
arrobamiento, éxtasis v agonía de los moribundos.

Capítulo XLIII 
EL PODER DEL ALMA HUMANA EN SU PENSAMIENTO, 
RAZON Y EIDOLON

El alma humana está compuesto por Pensamiento, mensa Razón, ratio, 
y Eidolon, idolum; el pensamiento ilumina a la razón, la razón in-fluye 
sobre el eid5l5n y los tres constituyen un alma. Si la razón no es iluminada 
por el pensamiento, no está exenta de error. El pensamiento no da luz a la 
razón sA Dios no lo ilumina, como luz primera; pues en Dios está la luz 
primera que aparece por encima de todo entendimiento; por ello no se la 
puede llamar luz inteligible, pero cuando esa luz es c municada al 
pensamiento se torna intelectual y se la puede comprender; después, cuando 
pasa del pensamiento a la razón, se torna racional, y no sólo puede ser 
comprendida sino también cogitada. Luego, cuando por la razón se derrama 
en el eid5l5n del alma, es no sólo cogitable sino también imaginable, sin 
ser, sin embargo, corporal; mas, cuando de allí pasa al vehículo etéreo del 
alma, comienza a tornarse corporal, pero no todavía manifiestamente 
sensible hasta que haya pasado al cuerpo ele-mental, simple aéreo o 
compuesto, donde esa luz se torna manifiestamente visible para los ojos.

Los filósofos caldeos, considerando este curso de la luz, nos presentan 
una larga relación del poder del pensamiento, como algo asombroso; 
dicen que el pensamiento, al fijar toda su agudeza sobre Dios, puede llenarse 
con la divinidad, y que lleno de esa manera de luz, y atravesando su 
rayos cada medio hasta este cuerpo denso, tenebroso, pesado y mortal, 
puede también derramar en torno de sí una luz abundante, tornarla semejante 
a las estrellas, darle igual resplandor, después, por la abundancia 
de sus rayos y ligereza, elevarlo en el aíre como la estopa que el fuego 
llameante eleva, o transportar súbitamente bien lejos este cuerpo como si 
fuese un espíritu; esto es lo que leemos en los Hechos de los apóstoles 
respecto de Felipe, cuando, después de ser bautizado el eunuco en la India, 
se le halló al punto en Azota cosas parecidas se leen sobre Abacuc, en 
Daniel. Otros, luego de atravesar puertas cerradas, eludieron guardias e 
hierros, lo cual lo leemos respecto del apóstol Pedro y de Pedro el exorcista. 
Menos se asombrará quien vAo a los famosos melancólicos que se 
pasean en sueños, atraviesan lugares intraspasables, ascienden a alturas 
inaccesibles y realizan actos corno sí estuviesen despiertos, que personas en 
vigilia no podrían hacer; de esto no se halla otra razón en la naturaleza que 
una imaginación fuerte B desbordada. Esa virtud está en el hoi 
bre, y está en el alma humana desde el origen de la creación, pero según la 
diversidad humana esa virtud varía, y es fuerte o débil; aumenta o 
disminuye, con ejercicio y uso, por lo que es extracto de poder en acto.

Quien conozca bAen este misterio puede elevarse en conocimiento hasta lo 
que su fuerza imaginativa capte en lo alto, y unirse con la fuerza 
universal que Alquindo, Baco y Guillermo de París denominan sentido natural, 
Virgilio, sentido etéreo, y Platón, el sentido vehicular; entonces se derrama sobre 
ella esa virtud etérea y celeste, que la fortifica mediante su esplendor hasta que 
concibe las especies, nociones y ciencia de las cosas verdaderas, (de tal manera que 
lo concebido en su pensamiento, llega c m  lo concibió, y adquiere tan grande poder 
que se puede hundir, unir e insinuar en los espíritus de les hombres y darles 
certidumbre de sus concepciones, de su voluntad y deseo, incluso a grandísimas 
distancias, como sí ellos las captasen a través de sus propios sentidos sobre el objeto 
presente) y puede hacer en breve lapso muchas cosas como ,si fuesen realizadas 
fuera del tiempo. Pero es  no es dado a todos; es privilegio de aquellos cuya fuerza 
imaginativa y cogitativa es muy fuerte y llega al fAn de la especulación; tal hombre 
es capaz de concebir y anunciar todas las cosas por el esplendor de la virtud 
universal, o inteligencia y concepción espiritual que está por encima de sus fuerzas 
naturales; y es es! virtud necesaria a la que hay que seguir y la que debe ser 
obedecida por todo hombre que busque la verdad. Si la virtud de la imagAnación es, 
pues, tan grande que pueda insinuarse por doquier, sin que distancia de lugar nA 
tiempo se lo impida, y que a veces arrastre consigo el cuerpo pesado donde ella 
sueña e imagina, está fuera de duda que el poder del pensamiento será más grande 
mientras realice su naturaleza, no esté agobiada por los apegos de los sentimientos y 
se mantenga incorruptible y semejante a ella misma. Pero ahora las almas se llenan 
de una luz abundante a ejemplo de las estrellas celestes, y de allí reflejan sobre los 
cuerpos una gran abundancia de luz. He aquí cómo la faz de Moisés era tan 
luminosa que los hijos de Israel no podían mirarle fijamente a causa del esplendor 
de su rostro; es así que leemos en la historia que Sócrates, en su transfiguración, 
estaba en medio de una luz tan grande que sobrepasaba a la de las ruedas del sol; es 
así que se habla de la transfiguración y elevación corporal de Zoroastro; es así como 
Elías y Enoc fueron ele-vados al cielo sobre un carro de fuego; es así como Pablo 
fue arrebata-do hasta el tercer cíelo; es por esa razón que podemos decir que 
nuestros cuerpos que se llamarán glorificados después del Juicio del mundo, serán 
de modo similar arrebatados y resplandecerán como el sol y la luna. Avicebrón el 
mauro, AvAcena el árabe, Hipócrates de Ces e incluso toda la escuela de los -caldeos 
confiesan y hacen ver que esto se pueda hacer y se hizo. Y se halla en los 
monumentos históricos que Alejandro, al hallarse en la India en gran peligro, se 
encendió de tal valor que pareció derramar luz a la vista de los bárbaros. También se 
dice que el padre de Teodorico echaba chispas por todo su cuerpo; y cierto sabio 
informó del mismo que, por todos lados, las llamas salían de su cuerpo mediante 
chispas que hacían ruido. Y esa fuerza espiritual no existe sólo en los hombres sino 
también, a veces, en las bestias, como el caballo de Tiberio al que se le vio echar 
llamas por la boca.

En cuanto al pensamiento, está por encima del destino en la ProvidencAa, y en 
consecuencia nada sujeto a las influencias de los cuerpos 
celestes, ni a las cualidades de las cosas naturales: la religión es el único remedio 
para esto. Mas el eidolon del alma está en el destino, por encima de la naturaleza 
que es, de alguna manera, el nexo del cuerpo y el alma, bajo el destino, sobre el 
cuerpo; por ello está sujeto a cambios a 
causa de los influjos de los cuerpos celestes, y a los deterioros de las cosas 
naturales y corporales. Llamo eidolon del alma al poder que vivifica y gobierna al 
cuerpo, de donde derivan los sentidos, por el cual siente las- 
cosas corporales mediante el cuerpo, mueve el cuerpo por el espacio, lo 
gobierna en éste, y nutre un cuerpo en el cuerpo. En este eid5lon dominan dos 
virtudes poderosísimas: la primera se llama fantasía, o fuerza imaginativa o 
cogitativa, de la que ya indicamos la potencia y de la que también hablamos en el 
pasaje sobre las pasiones del alma; la otra es la que se llama sentido de la 
naturaleza, de la que hemos hablado en el capítulo de los arúspices. El hombre, 
pues, por la naturaleza del cuerpo está bajo el destino; el alma del hombre por su 
eid5l5n en el destino, mueve la naturaleza, pero por el pensamiento está por encima 
del destino en el orden de la Providencia, y la razón es libre de plano ; por ello el 
alma, por la razón, se eleva hasta el pensamiento donde se llena de luz divina; a 
veces desciende en su eidolon, donde sufre las influencias de los cuerpos celestes y 
las cualidades de las cosas naturales, y es arrastrada 
por las pasiones y ocurrencias de los objetos sensibles; a veces el alma ín- 
tegra se repliega sobre la razón, argumentando sobre cosas extrañas o 
contemplándose. Es posible que la parte del alma racional, que los peripatéticos 
llaman intelecto posible, a veces llegue al punto de poder des-cubrir y operar 
libremente, sin recurrir a los fantasmas. En fin, el poder 
de la razón es tan grande que siempre que se presenta una cosa, ya sea 
en el pensamiento, el eid5lon, la naturaleza o el cuerpo, no puede entrar en el alma 
sin que allí se aplique la razón. De esa manera, el alma no llega a ver, oir, sentir ní 
sufrir lo que sea, mientras la razón cogitativa no lo haya captado antes; lo capta 
cuando no está ocupada, y no cuando está absorbida por otra cosa, como lo vemos 
patentemente en quienes no observan lo que tienen ante sí mientras su atención está 
concentrada en otra parte. Habrá de saberse, pues, que ní las influencia .de lo alto, 
ni los afectos naturales, ní las sensaciones, ni las pasiones del cuerpo y del espíritu, 
ni ningún objeto sensible pueden actuar sobre el alma ni penetrarla sino es a través 
del juicio de l! razón misma. Por ello el espíritu, mediante su solo acto y no por 
violencia alguna del exterior, puede ser tocado o perturbado, lo que está 
demostrado por la experiencia de una afinidad de mártires. Es así como Anasarco, 
filósofo de Abdera, arrojado dentro de una piedra hueca por orden de Nicocreón, 
tirano de Chipre, desdeñó el dolor corporal cuando le golpeaban con un martillo de 
hierro, diciendo: "Golpea, golpea sobre el caldero de Anasarco; no infundirás pavor 
al verdadero Anasarco". El tirano ordenó que se le cortara la 
lengua, pero el mismo Anasarco se la cortó con los dientes y se la escupió 
en el rostro.

Capítulo XLIV 
LOS GRADOS DE LAS ALMAS, SU MUERTE E INMORTALIDAD

El pensamiento, al provenir de Dios o del mundo inteligible, es in-mortal y 
eterno; la Razón celeste es de larga duración por el beneficio de su origen 
proveniente del cielo; mas el Fidolon, porque sale del seno de la materia y depende 
de la naturaleza sublunar, está sujeto a la muerte y a la corrupción. El alma pues, es 
inmortal por su pensamiento, de larg! duración por la razón en su vehículo etéreo, 
pero resoluble a menos que sea restaurada en el circuito de un nuevo cuerpo; no es 
pues inmortal sin l! unión con el pensamiento inmortal, meas; asimismo el eid5lon 
del alma, o sea el alma misma sensible y animal, porque es extraída del seno de la 
materia, perece con el cuerpo hasta la resolución de éste, o la sombra no subsiste 
largo tiempo en los vapores resolutivos de su cuerpo, no participando para nada de 
la inmortalidad, a menos que se una a un poder más elevado. Esa alma pues, que 
está unida al pensamiento, se llama alma estable y que no decae; pero no todos los 
hombres adquirieron el pensamiento puesto que, como dice Hermes, Dios Padre 
quiso pro-ponerla como combate y premio de las almas, y quienes descuidan 
luchar, privados de pensamiento, esclavos de los sentidos corporales, semejantes a 
los animales irracionales, tienen el mismo género de muerte que ellos, como lo dice 
el Eclesiastés en estos términos: La muerte de hombres y animales es la misma y la 
condición es la misma de ambos lados; tal como muere el hombre, igual mueren los 
animales. Todos respiran de modo similar y el hombre nada tiene de más que la 
bestia. Por ello, la mayoría de los teólogos cree que estas clases de almas no serán 
inmortales y sólo tienen la esperanza de la resurrección que restablezca a todos los 
hombres. Agustín dice que esa era la herejía de los árabes que manifestaban que las 
almas morían con el cuerpo y que resucitarían con el cuerpo el día del Juicio.

Quienes por la gracia de Dios adquirieron el pensamiento, se tornan inmortales 
según sus obras, como dice Hermes, habiendo abarcado con su inteligencia todo lo 
que existe en la tierra, en el mar y en los cíelos, y si hay algo más encima del cielo, 
a fin de que contemplen también el bien mismo. En cuanto a quienes llevaron una 
vida media, aunque no hayan obtenido la inteligencia divina y tengan una suerte de 
imagen racional, sus almas, tras salir de sus cuerpos, son relegadas en secretas 
moradas donde, experimentando las fuerzas sensibles y realizando aún alguna clase 
de actos, gozan excesivamente o sufren violentamente por la imaginación y por las 
virtudes irascibles y concupiscibles, y el divino Agustín fue también de esta 
opinión en el libro que escribiera sobre el espíritu y el alma. Los sabios de la India, 
de Persia, Egipto y Caldea, dicen que esa alma vive muchísimo tiempo después de 
su cuerpo, y que, no obstante, no se inmortaliza de inmediato sino pasando por 
otros cuerpos. Nuestros teólogos tienen opín:únes mny distintas sobre estas cues- 
tiones pues dicen que, aunque las almas sean todas de un mismo origen y de un 
mismo nacimiento, el Obrero las distinguió entre sí por grados, no 
sólo accidentales sino por ciertos grados intrínsecos enraizados en su 
esencia, por los que cada alma es diferente de otra en lo que le es propio; Juan 
Scoto es de esa opinión y los teólogos de París decretaron en sus artículos que era 
menester tener este criterio. De allí surge lo que dice el Sabio: "Fui niño ingenioso 
y recibí en heredad un alma buena, es decir, mejor que muchas otras". Según esa 
desigualdad de las almas en sus 
grados, cada uno es capaz de su función que recibe de Dios en un don 
puro, como se lee en los Evangelios: "A uno dio cinco talentos, a otro dos, y a otro 
uno, y a cada uno según su propia virtud". Y el Apóstol dice: "Dio a unos el don del 
apostolado, a otros el don de profecía, a otros el don de evangelista y doctor, hasta 
l! consumación de los santos, en la obra del ministerio, en la edificación del cuerpo 
del CRISTO". Pues, como dice Orígenes, hay ciertas virtudes invisibles a las que, 
según él cree, fueron distribuidas las cosas que están sobre la tAerra, que se 
distinguen por una dAferencia que no es pequeña, como es necesario entre los 
hombres: por ello, uno atAende al soberano grado dé sabAduría o dignidad; otro 
difiere poco de las bestias, y apacentándolas se convierte en semibestia; otro 
abunda en virtudes y es rico en fortuna; otro no tiene nada o tiene muy poco, y a 
menudo lo poco que tiene se lo quitan y dan a otro que está en l! abundancia. Tal 
es la justicia divina al distribuir los dones, que corresponden a l! virtud de cada 
uno de los que los re- 
ciben, a los que también son acordadas recompensas según sus obras, de 
modo que la proporción entre dones y méritos sea la mAsma que la existente entre 
Tecompensas.

En fin, hay que saber que toda alma noble tiene cuatro clases de operaciones: 
una, divina por l! imagen de la propiedad divina; l! segunda, intelectual por la 
formalidad de su participación con las inteli- 
gencias; la tercera, racional por la perfección de la esencialidad propia; 
y la cuarta, animal o natural por la comunión que tiene con el cuerpo y las cosas de 
aquí abajo; de tal modo que en todo el conjunto del mundo no hay obra por más 
admirable, excelente y milagrosa que sea que el alma humana (que contiene su 
imagen de divinidad que los magos ll!man alma estable y que no decae) no pueda 
realizar por su propia virtud, sin ningún auxilio externo. La forma pues de toda la 
virtud mágica proviene de esa alma del hombre, la que es estable y no decae jamás.

Capítulo XLV 
EL VATICINIO Y EL FUROR

El vaticinio es el movimiento que hace que los sacerdotes u otras personas 
vean las causas de las cosas y prevean también las cosas por 
venir, es decir, cuando los dioses o los demonios hacen descender sobre 
ellos oráculos y les transmiten los espíritus; y los platónicos denominan, a estos 
descensos, penetraciones de los, espíritus superiores en nuestros espíritus; Mercurio 
los llama sentidos de los demonios y espíritus de los demonios. A estas clases de 
espíritus los antiguos los llamaron Eurideas y Pitones, y la antigüedad creyó 
firmemente que entraban en los cuerpos 
de los hombres, y se servían de sus voces y de su lengua para predecir las cosas futuras:

Plutarco también habló, en su Diálogo, sobre las causas de la desaparición de los oráculos. 
Pero Cicerón, ateniéndose a la opi- 
nión de los estoicos, asegura que la predicción del porvenir no pertenece sino a los 
dioses, y el astrólogo Ptolomeo habla así: "Sólo los inspirados 
por la divinidad pueden predecir las particularidades". El apóstol Pedro 
apoya este criterio, diciendo: "La profecía jamás llegó al hombre a voluntad; bajo la 
inspiración del Espíritu Santo hablaron los hombres san-tos de Dios". Isaías afirma 
que los vaticinios de las cosas futuras son propios de las penetraciones de los dioses, 
cuando expresa: "Anunciad l  que debe suceder, y diremos que sois dioses". Estas 
clases de penetracioHes o de sentidos no se transmiten en nGestT! alma cuando ella 
está atentamente ocupada en la consideración de otra cosa sino solamente cuando no 
está ocupada en nada. Hay tres géneros de esta clase de ausencia, a saber, el furor,. el 
rapto y el sueño, de los cuales hablaremos ahora por orden.

Capítulo XLVI 
LA PRIMERA ESPECIE DE FUROR, PROVENIENTE DE LAS MUSAS

El Furor es una iluminación del alma proveniente de los dioses o los 
demonios; de allí el dístico de Ovidio: 
En nosotros hay un dios y tambien comunicaciones celestes: este espiritu 
nos llega de las moradas etereas. 
Platón lo define como alienación y apego, puesto que se retira lo que excít! 
los sentidos corporales, se aliena del hombre animal y se apega a la divinidad que le 
da las cosas que él no puede buscar con sus propias 
fuerzas; pues cuando el espíritu, libre y separado, flojas las riendas corporales, como de 
una prisión mal custodiada de la que sale muy fácil-mente, elude por completo las 
ligaduras de los miembros (ya que nada lo retiene, impulsado por su propio estímulo y 
excitado por el espíritu divAno), comprende todo y prevé las cosas futuras. Hay cuatro 
especies de Furores divinos; cada un  proviene de su divinidad, a saber, de las Musas, de 
Dionisio, de Apolo y de Venus. 
El primer furor, proveniente de las Musas, despierta aquí y templa al espíritu y lo 
diviniza, atrayendo, por las cosas naturales, las cosas superiores a las inferiores. Las Musas 
son las almas de las esferas ce-lestes, según las cuales se halla cada grado por el cual se 
efectúa la atracción de las cosas superiores a las inferiores. El más bajo de estos gr!dos, 
que representa la esfera de la Luna, gobierna lo relativo a los vegetales, como las plantas, 
los frutos de los árboles, las raíces y las cosas que provienen de las materas más duras, 
como las pAedras y los metales, sus aleaciones y suspensiones. Así se dice que la piedra de 
luna y la piedra de hiena presiden la adivinación; de modo parecido, la verbena y la hierba 
teangélide presiden el vaticinio, como lo indicamos antes.

El segundo grado, que representa a Mercurio, gobierna lo relacionado con los 
animales y compuestos de la mezcla de diferentes cosas, bebidas y manjares. Así se dice 
que el corazón de un topo, sí se lo traga fresco y palpitante, hace adivinar y contribuye al 
l gr  de lo que se quiere hacer. Y Rabo Moisés Cusense expresa en sus Comentarios sobre 
el Levítico que hay un animal udwy, , o ledua, de forma humana, que proyecta de la mitad 
de su ombligo un cordón con el que se fija a la tierra como si fuese un! calabaza; hasta 
donde llega el cordón, devora y consume para vivir todo lo que haya alrededor de él, y no 
es posible atraparlo porque desaparece ante la vista, a menos que se corte esa cuerda de 
un flechazo; entonces muere y todo aquel que aplique en seguida sus huesos, de 
cierta manera, sobre su boca, experimentará füior y producirá oráculos sobre todo l  que se 
le pida. 
El tercer grado de furor es la esfera de Venus; este grado gobierna los polvos 
sutilísimos, los vapores, los olores, y los ungüentos y perfumes; de ello hablamos antes. 
El cuarto grado pertenece a la esfera del Sol; este grado gobierna la voz, las palabras, los 
cantos y los sones armoniosos cuya suave cadencia 
disipa del alma l! discordia que la perturba, y eleva el coraje. De allí surge que Hermes, 
Pitágoras y Platón ordenen apaciguar y exaltar el espíritu con el canto y la armonía. Así 
se dice que Timoteo enfureció al rey Alejandro con sones; es así como el sacerdote 
Calamense, según lo expresa Aurelio Agustín, con la ayuda de cierta armonía 
quejumbrosa y se levitaba a voluntad en rapto y éxtasis. Antes también hablamos de 
estas cosas.

El quAnto grado corresponde a Marte; este grado posee las violentas fantasías, 
pasiones, ideacAones y movimientos del espírAtu; todas estas cosas fueron ya explicadas. 
El sexto grado depende de Júpiter; este grado gobierna las discusiones de le razón, las 
deliberaciones, las consultas y las absoluciones morales; estas cosas ya fueron mencionadas 
y no hablaremos más de ellas. Tiene incluso debajo de sí las admiraciones y veneraciones; 
el asombro detiene a veces de tal modo a la imaginación y la razón que olvidan súbitamente 
todos sus retes; de allí que entonces el pensamiento mismo expuesto solo a la divinidad, ya 
se trate de Dios o de un demonio, conciba los influjos superiores y divinos, es decir, los 
que se propusiera antes en su deliberación. Es así como leemos que las SAbilas y los 
sacerdotes de la Pitia obtenían los oráculos en los antros de Júpiter y Apolo. 
El septimo grado representa a Saturno; este grado gobierna las inteligencias más 
secretas y las contemplaciones tranquilas del pensamiento; llamo aquí contemplación a la 
libre claridad del pensamiento suspendido con admiracion sobre los espectáculos de la 
sabiduría; pues la cogitación que se realiza on enigmas o imágenes, es una especAe de 
especulación o razonamiento que pertenece a Júpiter, y no es una contemplación. 
El octavo grado, que representa al cíelo estrellado, concierne a la concierne a la 
situacion movimientos, rayos y luz de los cuerpos celestes; también tiene las imagenes 
anillos y cosas semejantes que se fabrican según la regla de las cosas celestes de lo cual ya 
hemos hablado.

El noveno grado corresponde al primum mobile, es decir, a la novena esfera o al 
unAverso mismo; este grado tiene las cosas más formales, como los numeros,las figuras y 
los caracteres, y concierne a las influencAas ocultas de l as intel igen cia s del cielo y los 
demás misterios, los cuales, debido que llevan efigie de las divinAdades celestes y de los 
cuerpos invocados atraen fácilmente, los fuerzan a allegarse como empujados por cierta 
necesidad de conformidad, y los retienen con facAlidad para impedirle s par t i r . de ellos 
leemos en los oráculos de Porfirio: 
Deteneos por fin, no hableis mas, soltad la cinta, desechad las antiguas 
figuras, elevad los miembros y destruid estas groseras envolturas. 
en otro sitio dice: 
Librad los pies de estas guirnaldas y lavadlos en las bellas aguas claras; 
quitad de la mano estos laureles verdes; que toda linea sea destruida; que 
todos los caractres sean destruidos. 
Hemos descrito• con bastante extensión todas estas cosas y más adelante volveremos a 
hacerlo.

Capítulo XLVII 
LA SEGUNDA ESPECIE DE FUROR, PROVENIENTE DE DIONISIO

El segundo Furor, procede de Dionisio; éste, mediante expiaciones exteriores e 
interiores, exorcismos, sacramentos, solemnidades, ceremonias, consagraciones y 
observancias conduce al alma hacía el pensamiento, su parte suprema, y crea como 
un templo impoluto y digno de la preferencía de los dioses, donde habitan los 
espíritus divinos; entonces, el alma, teniéndolos como compañeros de vida, con su 
presencia se llena de felicidad, sabiduría y oráculos, no con marcas, signos ni 
conjeturas, sino con cierta agitación espiritual y con un movimiento desembarazado 
y libre: es así como Baco producía los oráculos en Beocia, Epiménides en Cos y la 
Sibila Eritrea en Troya.

Este furor a veces sobreviene mediante una clara visión, a veces expresada con 
la voz: es así como Sócrates era regido por su demonio, del que seguía 
escrupulosamente los consejos y escuchaba a menudo la voz en sus oídos, y al que 
veía con frecuencia en forma de demonio. Los espíritus fatídicos se presentan 
también como compañeros visibles a los muy purificados; de esto hay muchos 
ejemplos en las Sagradas Escrituras, como los de Abraham y su sierva Agar, de 
Jacob, Gedeón, Elías, Tobías, Daniel y muchos otros. Es así como Adán tuvo 
relación familiar con el ángel Raziel; Sem, hijo de Noé, con lophiel; Abraham, con 
Zadkiel; Isaac y Jacob con Peliel; José, Josué y Daniel, con Gabriel; Moisés, con 
Metattron; Elías, con Maltiel; el joven TobNas, con Rafael; David, u I Cerniel; 
Manne, con Fadael; Cenez, con Ceruel; Ezequiel, con Hasmael; Esdras, con Uriel; 
y Salomón, con Miguel. A veces estos espíritus, por su virtud, entran en un cuerpo 
animado y orgánico, sea animal o humano, adueñándoselo; al servirse entonces de 
su alma como de una base, producen palabras mediante los instrumentos 
corporales, como lo demuestra patentemente la burra de Balaam, y Saúl en quien se 
deslizó el espíritu del Señor que le hacía profetizar. Apolo habla así de estas cosas 
en las respuestas, según Porfirio: 
El resplandor de Febo, atraido por encantamiento, fluyo de lo alto, llevad5 
silenciosamente por el aire puro; cayo en el corazon inocente, expirando un h6lito 
sonoro, invadio el pensamiento capaz de divinidad santa, y produjo la palabra en un 
cuello mortal.

Capítulo XLVIII 
LA TERCERA ESPECIE DE FUROR, ENVIADO POR APOLO

En cuanto al tercer Furor, proviene de Apolo, es decir, del pensamiento del 
mundo; aquél, mediante ciertos misterios santos, votos, sacrificios, adoraciones, 
Anvocaciones y determinados artificios sagrados, o ciertas composiciones secretas, 
donde los dioses hicieron afluir la virtud de su espíritu, hace ascender el alma hasta 
el pensamiento supremo, uniéndose con las divinidades y los demonios; es así que 
leemos que al ponerse el Ephod sobre las personas, estas profetizaban tan pronto se 
les aplAcaba; es así como leemos en el libro de los Senadores en los capítulos de 
Eleazar, que Rabí Ismael preparó unos pasteles que llevaban inscriptos ciertos 
nombres divinos y angélicos, y así consagrados, quien los comía con fe, esperanza y 
caridad, resplandecía al punto con espíritu profético de sabiduría. Leemos en el 
mismo sitio que Rabí Johenan, hijo de Jochahidi, iluminó a un burdo labrador 
llamado Eleazar, que era total-mente iliterato, y hallándose súbitamente penetrado 
de luz, explicó sAn que se lo esperara, en la asamblea de los sabios, misterios tan 
profundos que asombró a todos; también está el recuerdo de cierto Heraisco egipcío, 
dotado de tal naturaleza divina, que ante la sola vista de simulacros que encerraban 
una divinidad, de inmediato le acometía el furor divino. Leemos, de modo parecido, 
en l!s Sagradas Escrituras que estando Saúl en la asamblea de los profetas, el 
espíritu del Señor cayó sobre él y profetAzó, y que al abandonar la asamblea de los 
profetas, dejó de profetizar. Una cosa parecida sucedió a los lictores que Saulo envió 
para que prendAeran a David, los que al ver la asamblea de los profetas y a Samuel al 
frente, recibieron el espíritu del Señor y también profetizaron.

A menudo, en los profetas arrebatados de furor hay tan grande abundancia de 
luz que se apodera igualmente de quienes están cerca de ellos, imponiéndoles un 
espíritu semejante; no es pues increíble que un ignorante se convierta súbitamente 
en hombre lleno de sabiduría y que, de nuevo, de sabio se torne ignorante. Existe 
cierto arte (conocido por poquísima gente) de instruir, embellecer e iluminar el 
espíritu fiel y puro del hombre, de tal manera que puede salir de las tinieblas de la 
ignoran-cm y ser elevado súbitamente hasta las más altas luces de la sabiduría y las 
ciencias; por el contrario, hay un medAo, con el auxilio de ciertos arcanos ocultos, de 
despojar a los inmundos e incrédulos del mismo don de sabiduría y doctrina, y de 
arrojarlos en su primera ignorancia. El espíritu humano puede también, según lo 
informa Apuleyo, principalmente sí es simple y puro, por la desviación y desapego 
producidos ? T ciertas cosas sagradas, amodorrarse y exteriorizarse en el olvido de 
las cosas presentes, de modo que durante la memoria de su cuerpo, retorna a su 
naturaleza divina y, así iluminado por una luz divina y lleno del hálito de un furor 
divino, prevé el porvenir y además adquiere el poder de 
realizar ciertos efectos maravillosos. Esto es lo que hace decir a Jámblico: "Cuando los 
adivinos tienen el hálito del espíritu de Dios, nada temen, nada los detiene; pues van 
por donde nadie puede ir, caminan sobre el fuego impunemente y atraviesan los ríos".

Es así que leemos que ciertos antros (como los de Apolo y Trofonio), trebedes, 
cavernas, fuentes, lagos y cosas semejantes eran dedicados a los dioses de ese modo, o 
preparados para este misterio, para que los sacerdotes exteriorizasen allí el espíritu de 
profecía, como dice Jámblico al escribir a Porfirio: "La sibila recibía al dios Delfos de 
dos modos; o por el espíritu sutil y el fuego que salía de una parte de la boca del antro, 
o bien permaneciendo también sentada en el santuario sobre un trípode de cobre 
consagrado a la divinidad, y (le una u otra manera, impulsada por el espíritu divino, 
producía los oráculos; a veces un gran fuego que sale del antro rodea a la sibila por 
todas partes y la colma con su divinidad, o firme en el sitio sagrado por el cual el dios 
la inspira, lanza súbitamente sus vaticinios. Está también la sacerdotisa fatídica 
sentada en en medio de ramas, o que tiene en la mano una vara recibida de alguna 
divinidad, o que baña sus pies 
o el borde de su túnica en las olas, o que extrae de las aguas el vapor 
del fuego. T d  esto la llena de un esplendor divino y ella pronuncia los oráculos que 
salen llenos de cosas".

También descubrimos en l! historia que otrora, en el paNs de Tracia, existía un 
santuario dedicado a Liber, donde se formulaban oráculos y vaticinios: los sacerdotes 
de este templo cumplían su oficio después de muchas libaciones. Entre los elarAos, 
donde estaba el templo de Apolo Clario, los autorizados a producir oráculos 
efectuaban los sacrificios después de haber bebido agua. También está la fuentecilla 
fatídica del Padre de Acaya, que pronunciaba oráculos, ubicada frente al templo de 
Ceres; quienes concurrían allN a consultar sobre la salud de los enfermos, hacían 
descender poco a poco un espejo, que sujetaban con un hilo. hasta el fondo del agua, y 
tras efectuar ciertas súplicas y quemar algunos per-fumes, se presentaban en el espejo 
el desarrollo de lo solicitado. Había también más lejos de Epidauro, ciudad de Laconia, 
un profundo pantano, que se llamaba agua de Juno; al arrojar allí pasteles de trigo, se 
recibían respuestas, buenas sí las aguas retenían tranquilamente los pasteles, y malas sA 
los rechazaban como con desprecio. También se ha dicho que los cráteres del Etna 
realizaban lo mismo, pues al arrojar piezas de plata o vNctimas, se recibían buenos o 
malos presagios ya fuese que los retuviesen o rechazasen. Dion relata, de modo 
parecido, cosas de esta índole en la Historia romana, sobre el lugar que dice que se 
llamaba Ninfeo, donde al arrojar de l! misma manera incienso en las llamas, se recibía 
oráculos sobre todo lo que cada uno deseaba saber, excepto sobre la muerte y lo 
relativo al matrimonio. Hay incluso algo maravilloso que nos dejó Aristóteles por 
escrito respecto de la fuente de los paliscos de Sicilia; quienes llegaban allí a formular 
juramento, después de haber escrito y firmado sobre tablillas cuanto querían afirmar, 
l!s arrojaban en la fuen- 
te, y si era verdad se las veía flotar sobre el agua, mas sí era juramento falso se 
hundían de inmediato hasta el fondo: entonces surgía súbitamente un fuego que 
reducía a cenizas al perjuro. En la ciudad de Dodona había uiia encina que, al ser 
consultada, se m BN! y producía un sonido. En el mismo lugar había también una 
estatua, con una vara en la mano, 
que golpeaba un caldero que tenía cerca, y que respondía con golpecillos; 
de allí nace lo que leemos en la epístola de Ausoni  a Paulino: 
Y el tintineo del caldero de Dodona, no cesa hasta que lis receptaculos 
tocados en cantidad por tus varas que los sacuden, responden, dociles, can 
g5lpecillos.

Capítulo XLIX 
LA CUARTA ESPECIE DE FUROR, ENVIADO POR VENUS

En cuanto al cuarto Furor proveniente de Venus, cambia y trasmuta el espíritu 
del hombre en Dios por el ardor del amor, Y le torna total-mente semejante a Dios, 
como la propia imagen de Dios. Esto hace decir a Hermes: "Oh Asclepias! Es un gran 
milagro que el hombre, animal honorable Y adorable, por tomar la naturaleza de Dios 
que le convierte en Dios, ha conocido la raza de los demonios, de modo que sabe que 
salió de una fuente parecida a ellos; considera la parte de naturaleza humana en él, 
fortificado por la divinidad de la otra parte. El alma pues modificada y convertida en 
semejante a Dios, recibe de él tan grande perfección que conoce todas las cesas por 
cierto contacto esencial de l! divínídad, que la eleva por encima de todo intelecto; es 
por ello que Orfeo des-cribe el amor sin ojos, porque está por en_cim! del 
entendimiento. Entonces eI alma, así convertida en Dios por el amor, y elevada por 
encima de la esfera intelectual, además de haber adquirido por la pureza de su virtud el 
espíritu de vaticinio y profecía, efectúa a veces obras más maravillosas y grandes que 
la naturaleza del mundo, y tal obra se Llama milagro. Así como el cielo por su imagen, 
su luz y su calor realiza cosas que le fuerza del fuego no cumple por su cualidad 
natural (lo que se aprecia clara-mente en las operaciones de alquimia y por la 
experiencia misma), de igual modo Dios por su imagen v su luz, cumple cosas que el 
mundo n  puede realizar por su virtud innata: le imagen de Dios es el hombre, y quien 
es semejante a Dios por el furor de Venus sólo vive por el pensamiento, con el corazón 
lleno de Júpiter. El alma del hombre, según los doctores hebreos y cabalistas, es 
definida como una luz de Dios, creada a imagen del Verbo, primer ejemplo de 1 causa 
de las causas, sustancia de Dios, representada por un sello cuRes eara+Iteres son el 
Verbo eterno. 
Al considerar esto, Hermes Trismegisto dice que "el hombre es de tal condición que 
sobrepasa a los habitantes del cielo, o que, al menos, está en posesión de una misma 
suerte".

Capítulo L 
EL RAPTO Y EL ÉXTASIS, Y LOS VATICINIOS QUE SOBREVIENEN 
A LOS EPILÉPTICOS, A LOS DESVANECIDOS Y A LOS AGONIZANTES

El Rapto es una abstracción, una alienación y una iluminación del alma, 
proveniente de Dios, por l! que éste retira al alma de la tierra donde se la hiciera 
descender. Esto es causado por una perpetua contemplación de las cosas más 
sublimes, la que mientras une el espíritu por una profundísima tensión a la sabiduría 
incorporal, lo separa de los objetos sensibles y del cuerpo por medio de agitaciones 
vehementísimas; y como dice Platón, de tal manera que a veces abandona su cuerpo y 
parece hallarse separada; esto es lo que cuenta Aurelio Agustín sobre el sacerdote 
calamense del que hablamos antes, que permanecía acostado, como muerto, sin 
respirar ní sentir el fuego ni el hierro. El imperio del alma es pues tan grande cuando 
sigue a su estado de naturaleza, sin ser agobiada por las atracciones de los sentidos, 
que asciende súbitamente por su propia virtud, permaneciendo no sólo en su cuerpo, 
sino también rompiendo a veces sus cadenas y volando hasta el cíelo, donde muy 
cerca de Dios y semejante a él, convertida en receptáculo de sus dones, recibe, en la 
luz divina la plenitud de los oráculos. Esto hace decir a Zoroastro: "Es preciso que 
ascendáis a la luz misma y a los rayos del Padre que os ha enviado un alma revestida 
de la plenitud de su pensamiento". Y Trismegisto dice: "Habrá que ascender por 
encima de los cíelos y traspasar 
bien lejos los coros de los demonios". Y Pitágoras dice: "Si al abando- 
nar el cuerpo atraviesas el libre éter, serás un dios inmortal". Así hallamos en Hermes 
que Sócrates, Xenócrato, Platón, Plotino, Heráclito, Pitágoras y Zoroastro, 
transportados en el rapto, adquirían así la sabiduría de muchas cosas. Leemos también 
en Herodoto que otrora existió en Proconeso un filósofo de sabiduría maravillosa, 
llamado Ateo, cuya alma a veces salía del cuerpo, y después de largos viajes, volvía a 
él más sabia que antes. Plinio dice que el alma de Harmon de Clazomene realizaba 
salidas semejantes, dejando allí a su cuerpo, y que narraba también de muy lejos una 
cantidad de cosas verdaderas. Incluso en nuestros días, 
entre los noruegos y pílapíos hay gran cantidad de personas que abando- 
í nan sus cuerpos durante tres días enteros y que, al volver, narran cant 
dad de novedades sobre países distantes, pero mientras viajan es preciso custodiar sus 
cuerpos, para que ningún animal les pase por encima y lis 
destroce, pues de lo contrario, se dice, estas almas no volverían a ingresar 
en sus cuerpos.

Hay que saber, pues, que según la doctrina de los egipcios, al ser el alma cierta 
luz espiritual, cuando está separada del cuerpo, penetra en todo lugar y tiempo: igual 
que una luz encerrada en una linterna, cuando ésta es abierta, se derrama sobre todas 
las cosas sin desaparecer porque está por doquier y siempre; y Cicerón, en su libro de 
la Adivinación, di-ce: "El espíritu del hombre no adivina jamás a no ser que esté en tan 
gran libertad que nada tenga que hacer con el cuerpo, o bien poco". Cuando se llega, 
pues, a este estado, que es el grado soberano de la perfección -contemplativa, entonces 
se separa de todas las especies creadas y comprende, no por las especies adquiridas, 
sino por la inspección que realiza en las ideas, y conoce todo a la luz de las ideas. 
Platón dice que sólo hay poquísimos hombres que tienen parte de esta luz en esta vida. 
pero que todos los dioses participan de ella. 
El síncope y el morbo comicial imitan también, hasta cierto punto al rapto, y 
muy a menudo se producen vaticinios como sí el rapto real. mente existiese : en efecto, 
leemos en la historia que Hércules y muchos árabes descollaron en esta clase de 
vaticinio. Hay también ciertos vaticinios intermedios, entre las adivinaciones naturales 
y los oráculos sobre-naturales, es decir, los que por exceso de una pasión, como amor, 
tristeza, sollozos y agonía de muerte, predicen las cosas futuras, tal como leemos en 
Estacio respecto de l! madre de Aquiles: 
Nec vana parentum 
Expavit vitreo sub gurgite remos.

En efecto, en nuestros espíritus hay cierta fuerza transparente y cap!z de 
comprenderlo todo, sepultada en las tinieblas del cuerpo y detenída p r los obstáculos 
de la mortalidad; tras la muerte, adquirida la inmortalidad y liberada del cuerpo, posee 
el conocimiento pleno y perfecto. De allí les sobreviene a veces, a quienes están cerca 
de la muerte v debilitados por la vejez, un rayo de luz extraordinaria porque el alma 
está entonces menos estorbada por los sentidos y comprende más sutil-mente, y al ser 
sus ataduras un tanto más flojas, sin hallarse más bajo la total servidumbre del cuerpo, 
y por así decirlo, encontrándose cerca del lugar donde debe emigrar, percibe con 
facilidad las revelaciones que entonces le son presentadas en sus agonías. De allí surge 
que Ambrosio, en el libro de la Resurrección, diga: "Nuestra alma está muy cómoda 
para salir de la prisión corporal; se entrega a movimientos de libertad en el aire sin 
saber de dónde viene ní adónde va". No obstante, sabemos que vive después de la 
muerte del cuerpo y que una vez liberada de las trabas de sus propios sentidos, observa 
libremente lo que antes no veía cuando estaba encerrada en el cuerpo; esto lo podemos 
juzgar por el ejemplo de los que duermen, cuyos espíritus, como sí reposasen tras la 
sepultura de sus cuerpos, ganan las alturas y transmiten a sus cuerpos visiones de cosas 
distantes e incluso celestes.

Capítulo 
LIII 
LA PREPARACION PARA RECIBIR LOS ORÁCULOS

Todo hombre que, deseoso de alcanzar el estado supremo del alma, acuda a 
solAcitar los Oráculos, debe necesariamente, para lleg4r a ello, prepararse mediante 
castAdad, santidad, pureza y limpieza de modo que su alma no esté manchada por 
ningún prurito inmundo ni guarde en su 
corazón nzIgGI! cAcatriz de pecados; deberá incluso apartar su espíritu 
enteramente de las cosas vulgares, purificarlo, en la medida en que la necesidad de l! 
naturaleza lo permita, de toda enfermedad, debilidad espiritual, maldad y defectos 
similares, y de toda condición contraria a la razón que la sigue como el orín al hierro, 
uniendo y disponiendo armoniosamente lo que procura calma mental: pues se debe 
estar en ese estado sA se quiere recibir las respuestas más verídicas y eficaces. Para 
saber cóAno purificar nuestro espíritu y restaurarlo en su pureza divina debemos 
aprender de la religión y le sabiduría: pues no hay religión sím sabiduría, ni sabiduría 
sin religión. L! sabiduría, dice Salomón, es árbol de vida para quienes la abrazaron. 
Y Lucrecio dice de la sabiduría que es una invención de Dios o un hálito divino, en 
estos versos: 
.Ese era Dios! .Si, ese er? Dios, famoso Memmio, el primero que hallo esta 
manera de vivir que ahora se l!wna sabiduria y que, con su arte, en medio de tan 
gr?ndes olas tempest:os?s y de tinieblas tan densas, establecio la vida en tan gran 
tranquilid?l y tan bello dia.

De modo parecido se entiende que es una iluminación die: ína, lo que hace que 
Demócrito sólo considere personas sabías a las sacudidas por cierto furor 
divín ,, como ocurriera con Minos de Creta de quien se dice que aprendió todas las 
cosas de Júpiter en frecuentes conversaciones que sostuvo con el dios sobre el monte 
Ida. Así es come los atenienses dicen que Meleságora de Eleusis se convirtió en sabio 
en la escuela de las :infas; también leemos que Hesíodo, siendo pastor en Beocia, 
tras llevar su hacienda cerca del monte Helicón, recibió allí ciertas zampoñas de las 
Musas y que al punto adquirió el don de la poesía. Recibir instantánea-mente dones 
de ese modo no corresponde a un espíritu humano sino a un espíritu divinamente 
inspirado, es decir, en el que Dios opera todas las cosas; pues, al transportarse DNos 
mismo a las almas santas, hace que los profetas y taumaturgos sean podérosos en sus 
obras y palabras, como lo expresan Platón y Mercurio e igualmente el pitagórico 
Xisto, afirman-do que tal hombre es templo de Dios, o que Dios es su huésped. Esta 
doctrina es confirmada p r nuestro Pablo que llama al hombre "templ  de Dios", y 
dice en otra parte: "Soy omnipotente en quien me fortalece". Pues Dios mismo es 
nuestra fuerza, sin la cual (como él mismo lo de-clara) nada podemos. Aristóteles 
también confiesa, en el libro de los Meteoros y en su Moral, que no tenemos ninguna 
virtud natural ní moral sino de Dios; y en el libro de sus secretos expresa que el 
entendimiento bueno y sano puede entrar en los secretos de la naturaleza mediante el 
concurso e influjo de la virtud divina, y de lo contrarío, nada. Este Anflujo lo 
recibimos tan sólo cuando nos libramos de impedimentos agravantes, de ocupaciones 
carnales y terrestres, y de toda agitación externa, pues un ojo legañoso y sucio no 
puede mirar cosas demasiado luminosas, y no p drá comprender las cosas divinas 
quien ignore la purificación del espíritu. Es preciso que estos pocos lleguen paso a 
paso y como sí ascendiesen un grad  tras otro a esta pureza de espíritu, pues el 
reciente-mente iniciado en estos misterios no comprende al punto todas las cosas con 
claridad debemos acostumbrarnos poco a poco hasta que el entendimiento predomine 
en nosotros y, aplicándose a la luz divina, se mezcle con ella.

Una vez pues, purificada y expiada el alma humana, libre de tod! vicisitud, salen 
en libertad v con movimientos propios, asciende a lo alto, recibe los dones divinos y se 
instruye también ella misma, cuando se la ve tomar su conocimiento en otra parte; 
entonces no necesita recordación ni demostraciQn, como resultado de su sagacidad 
natural y como por su pensamiento, que es la cabeza y el cochero del alma, imita la 
naturaleza de los ángeles, obtiene al instante 10 que quiere, sin depender de la sucesión 
ní del tiempo. David no fue literato y de pastor se convirtió en profeta, sapientísimo en 
cosas divinas; Salomón, en el sueño de una noche, recibió la plenitud del conocimiento 
de todas las cosas del cíelo y la tierra; así fueron instruidos Isaías, Ezequiel, Daniel y 
los demás profetas igual que los apóstoles; y pitagóricos y platónicos opinan que el 
alma, por vía del purgatorio, sin otro estudio ní indagacAón, con una sola comunicación 
externa, módica y facilísima, que ya poseen en lo alto los inteligibles, puede adquirir la 
ciencia perfecta de todo lo cognoscible; puede también, con expiación extrínseca llegar 
al punto de comprender todas las cosas sin división, con su forma sustancial. El 
espíritu se purí- 
fica y expía con la pureza, la abstinencia, la penitencia, la limosna y tam. bién con 
ciertas prácticas sagradas, como será demostrado después; pues el alma debe ser curada 
con los estudios de las religiones, estudios ocultos para el vulgo, a fin de que sanada, 
afirmada por la verdad y munida de protecciones divinas, no tema las sacudidas futuras.

Capítulo LIV 
LA PUREZA Y SU CONSERVACION

La Pureza deberá conservarse primeramente en el régimen de vida, en las obras, en 
los afectos, expulsando todas las impurezas y perturbacíones del alma y todo lo ofensivo 
para los sentidos y el espíritu, así como todas las cosas que en el hombre son contrarías 
al cíelo, no sólo si están en el alma y el espíritu sino también las que están en el cuerpo y 
en torno de éste; pues tal limpieza es considerada muy útil para la pureza espiritual. Por 
es! razón, los filósofos pitagóricos apasionadas por la posesión de los oráculos, luego de 
cantar alabanzas divinas, se lavaban en un rAo o en un baño, y vestían túnicas blancas, de 
lAno, pues juzgaban profana una vestidura de lana, como si fuese excremento, abono 
animal de ganado; permanecían en una habitacAón pura y perfectamente inmaculada. 
Los brahamanes, sabios de la IndAa, se lavaban de la misma manera en_ la fuente 
llamada Dirce, en Beocia, despojándose de todas sus ropas, untándose antes las cabezas 
con gotas de esencia de ámbar y aromas apropia-dos para ello; después de estar 
suficientemente purificados según su rito, se dirigían hacia el Mediodía, vestidos con 
atuendos blancos, de lAno, la blanca mitra sobre la cabeza, llevando anillos en los dedos 
y sosteniendo bastones en sus manos. Fue norma santa entre los ffimnosofistas la de 
lavarse de la misma manera tres veces por día y dos veces por la noche 
con agua fría antes de entrar en los lugares secretos donde reposaban las 
cosas sagradas; también se servían de vestiduras de lino lavadas con agua fresca cada 
día. Hallamos cosas parecAdas en HésAodo respecto del rito de ablución, en el libro de las 
obras de los días, donde canta:

Nadie osara ofrendar vino a Jupiter ni a los inmortales por l? ~-Una sin lavarse 
antes las manos; sin ello aquellos nu los escuchan y des-precian todas las plegarias 
de los mortales. 
Cuando un inicuo acude al rio sNn lavar sus manos, las dioses se enfadan con el 
y le prodigan males. 
Por eso, en Virgilio, Eneas habla así a su padre: 
Padre mio, toma en tus manos las cosas sagradas y los dioses pena-tes; seria 
criminal que las tocase, al salir de tan gran guerra y reciente masacre, antes de 
lavarme en una corriente de agua viva. 
Pues era costumbre de los gentiles, cuando debían sacrificar en honor de los 
dioses de lo alto, higienizar sus cuerpos con abluciones. Pero 
cuando debían ofrendar en honor de divinidades de lo bajo, bastaba la 
aspersión. De allí que en Virgilio, Dido preparando sacrificios para los dioses de abajo, 
d i ga : 
Querida nodriza mia, haz venir aqui a, mi hermana Ana y dile que se apresure a 
efectuar la aspersion sobre el cuerpo c5n el agua del rio. 
Y en otra parte, donde muestra a Eneas llevando a los infiernos la 
rama de oro a Proserpina, canta así:

Eneas cruza la entrada y echa agua fresca sobre su cuerpo. 
E incluso cuando cuenta la inhumación de Misena: 
Derrama tres veces agua pura en torno de sus companeros, efectuando 
aspersiones de leve rocio con un ramo de olivo .propicio. 
El hombre que está en posesión de esta limpieza y pureza se torna celeste y 
espiritual, y de esa manera se prepara para ver a Dios y unirse a él, siempre que le 
sirva con cuerpo limpio y pensamiento puro, y guarde en todas las cosas la limpieza, 
en sus entrañas, en su piel, en sus ropas, en sus utensilios, en sus habitaciones, en sus 
dones, en sus oblaciones, en sus hostias y en sus sacrificios; la limpieza de todas estas 
cosas purifica hasta el aire, y atrae el influjo tan puro de los seres celestes y divinos 
igual que los puros ministros de Dios y los buenos demonios; pero a ve-ces también 
los espíritus inmundos y los demonios malignos exigen esa limpieza para hacerse 
adorar o para engañar, y, en consecuencia, ante todo es menester observar la pureza del 
espíritu y del corazón, a la cual los poderes inmundos no pueden elevarse.

Capítulo LV 
ABSTINENCIA, AYUNO, CASTIDAD Y SOLEDAD; 
TRANQUILIDAD Y ASCENSO DEL ESPIRITU

De modo parecido, la abstinencia es, para quienes la guardan con constancia, 
preservación y defensa contra los vicios y los demonios malignos; convierte su espíritu 
en templo inmaculado donde mora Dios, y une su pensamiento a Dios; no hay nada 
mejor para la salud y el buen egAAilibrio del temperamento como no acumular 10 
superfluo ni sobrepasar la medida necesaria para vivir, pues no hay que ingerir 
alimento más fuerte que la naturaleza sino más bien lo que fortifica a ésta, como algunos 
dicen del CRISTO que ingería tal medida de alimento que no producía lo 
superfluo de la cuarta digestión. Muchos otros, comiendo poco, tuvieron el goce de la 
salud y de la agilidad corporales, como Moisés y Elías, que ayunaron cuarenta días 
seguidos. Por eso brilló el rostro de Moisés y Elías transportó su cuerpo donde quiso 
como un espíritu sin pesadez. Los magos y los filósofos dicen que nuestro espíritu no 
se nutre como algo terrestre, ní como un cuerpo p r la mezcla de alimentos o bebidas, 
recibiendo el alimento a través de ciertos órganos, sino que toma su alimento por todo 
el cuerpo a la manera de las esponjas, o sea, los más finos vapores que penetran en el 
cuerpo por todas partes. Por ello, quieren tener el espíritu puro y fuerte, ingieren 
alimentos más secos, aligeran el cuerpo denso y burdo con ayunos y lo permeabilizan 
fácilmente por temor a que su pesadez no sea causa de que el espíritu se espese o 
sofoque; luego mantienen el cuerpo limpio con lociones, fricciones, ejercicios y 
vestimentas, y fortalecen el espíritu con lustraciones y fumigaciones, conduciéndolo a 
una sinceridad pura y sutil. Por tanto, en la bebida y l! comida debemos conservar la 
pureza de la abstinencia, corono los filósofos pitagóricos que, guardando en la mesa 
santidad y sobriedad, llevaban una vida de total templanza. L! templanza de vida y la 
complexión no nos causa, de por sí. ningún desorden de abundancia de humores que 
pueda excitar nuestra fantasía hacia alguna imagen, v hace que nuestra alma, muy a 
menudo adormecida y a veces también despierta, esté siempre dispuesta a recibir el 
influjo de lo alto. Los pitagóricos pro-meten, además, a quien se rija sabiamente con 
las reglas de la abstinencia, todos los movimientos espirituales y corporales, salud 
perpetua espAritual y corporal, e incluso longevidad. Así los braharnanes sólo recAbían 
en su congregación hombres que se abstenían de vino, carnes y vicios, diciendo que 
sólo podía conocer a Dios quien, por transformación divina, se tornaba semejante a él; 
esto, según Fílóstrato, los bajos indios también lo 
aprendAeron de Fraotes.

Además debemos abstenernos de todo lo que pueda mAmar al espíritu, de la 
codicia y la envidia, que son, según Hermes, siervas de la injusticia, que llevan el 
peTAsamiento y la mano hacia las malas acciones: de la 
ociosidad, y de la lujuria, pues el alma sofocada en el embotamiento la 
voluptuosidad, nada celestial puede prever. Por ello, los sacerdotes Atenas, 
llamados en griego hierofantes, según cuenta Jerónimo, para cc portarse más 
castamente en lo sagrado y aplicarse bien al servicio divi conservaban la 
costumbre de emascularse, ingiriendo pociones de tico Además, la Castidad de 
pensamiento consagrado a Dios (como lo ens( Orfeo a Museo en el cántico de 
todos los dioses) convierte a nuestra al: en templo de Dios, eterno y siempre 
preparado. Debemos incluso abe nernos de toda la multitud y diversidad de 
sensaciones, afectos, imagiA ciones, opiniones y pasiones que hieren al espíritu 
y pervierten el jui( de la razón, como lo observamos patentemente en los 
apasionados, en dioses y ambiciosos. Por ello Cicerón llama a estas pasiones 
(en s Cuestiones tusculanas) enfermedades del espíritu, males pestilenciales; 
Horacio las denomina furores o locuras, cuando canta: 
Mil locuras en los doncellas, mil furores en los mancebos.

El mismo parece también pensar que todos los hombres son un po locos en 
esto; por eso se lee en el E lesiastés: El número de los necios infinito. Por ello 
los estoicos niegan que el sabio esté sujeto a las pass nes; a estas clases de 
pasiones, digo, nue siguen el contacto de los sentido pues las pasiones 
racionales y mentales concuerdan con el sabio. Pare que ésta era la opinión de 
Boecio cuando canta que es preciso deshacer de algunas pasiones en la búsqueda de la 
verdad, en estos versos: 
Tu.quo que si vis Pelle timorern, 
Lumine claro Nec dolor ads t, 
Cernere verum Spemque fugato, 
Tramite recto Nubila mens est, 
Carpere callem: Vinctaque frenis 
Gaudia pelle, Haec ubi regnant.

Es pues necesario librar nuestro espAritu de toda confusión, despojar] y 
desviarlo completamente de estas clases de pasiones, a fin de que pod^ mos 
hallar la verdad en toda su simplicidad. 
Se dice que muchos filósofos la hallaron verdaderamente habiend morado 
largo tiempo en soledad; pues el espíritu liberado, por la soledac de toda 
preocupación por cuestiones humanas, entregándose íntegrament a las 
divinidades sagradas v celestes, siente la necesidad de realizar lo qu las gracias 
celestes le inspiran. Así Moisés, legislador de los hebreos, c más grande de los 
profetas, instruido en toda la sabiduría de los caldeos 
egipcios, cuando quiso se?!r!rse de la vida de los sentidos, se retiró e: las 
vastas soledades de Etiopía donde, tras abandonar todos los asunto humanos, 
llevó su espíritu y su pensamiento hacía la sola contem?A!eAQA de las cosas 
divinas, con lo que complació tanto al Dios omnipotente qu mereció verle y 
mirarle cara a cara, v recibir el asombroso poder de rea lizar todos los milagros 
que las Sagradas Escrituras narran al respecto

Por este medio, Zoroastro, padre y jefe de los magos, adquirió, según se dice, la 
ciencia de todas las cosas naturales y divinas en una soledad de veinte años íntegros 
durante los cuales escribió e hizo muchas cosas relativas al arte total de la 
adivinación y el vaticinio. Los escritos de Orfeo, dirAgidos a Museo, declaran que 
realizó cosas parecidas en los desiertos de Tracia. Así descubrimos en la historia que 
Epiménides de Creta fue instruido en un larguísimo sueño, pues se dice que durmió 
cincuenta años: por ello se entiende que estuvo oculto. Se dice, de manera similar, 
que Pitágoras llevó vida oculta durante diez años; por lo misma Heráclito y 
Demócrito amaban la soledad. Cuanto más nos alejamos de la vida animal y 
humana, más nos acercamos a la vida de los ángeles y de Dios, y al unirnos así con 
ellos, y al mejorar nuestra condición, tenemos poder sobre todo y dominamos todo. 
Para saber de qué manera debemos separar nuestro espíritu de la vida animal y 
de toda multitud, elevarla hasta que ascienda hasta el Unico, 
bueno, verdadero y bell , atravesando todos los grados de las cosas cog- 
noscibles y de los conocimientos, hay que leer a Proclo en sus comentarios sobre 
Alcibíades, donde enseña cómo hay que huir primeramente de los objetos sensibles 
para transferirnos a la esencia incorporal de donde debe ascenderse por encima• del 
orden de las almas, multiplicado aún por muchas razones, ? r hábitos y 
proporciones diferentes, de numerosas relaciones y una variedad multiforme de 
fuerza, elevando luego el intelecto a los reinos inteligibles para contemplar cuán 
superiores son a los espíritus; hay que abandonar también la multitud intelectual, 
aunque unida e indivAdualizada, y llegar a l! unidad superintelectual y esencial, 
separada de toda multitud, fuente del bien mismo y de la verdad misma. Por la 
misma razón, debemos huir de todas las cogniciones multiformes, desconcertantes y 
falaces, a fin de que podamos hallar la verdad que es muy simple.

Es menester, pues, abandonar la multitud de los afectos, de las sensaciones, de 
las fantasías y de las opiniones, la que es tan diversa en sí misma que unas destruyen 
a las otras en todos los aspectos; debemos eleB!rnos hasta las ciencias, en las que, 
aunque la multitud sea variada, no hay allí, sin embargo, contradicción alguna, pues 
se vinculan todas y se someten unas a otras, hasta una que las domina a todas, sin 
otra que la supere y a la que todas deben converger; sin embargo éste no es el grado 
soberano de los conocimientos pues encima está el Antelecto puro. 
Por ello, abandonando toda composición, toda división y todo razona-miento 
multiforme, elevándonos a la vida intelectual y a la intuición simple, contemplamos 
la esencia inteligible mediante percepciones indivisibles y simples, como soberana 
existencia del alma, por la que somos uno y bajo la cual toda nuestra multiplicidad 
se une; y así podremos alcanzar este primer Uno, de donde depende la unión de 
todas las cosas, por el Une que es como la flor de nuestra esencia, el cual adquirimos 
al fin, cuando, huyendo de toda multitud, surgimos en nuestra unidad misma, nos 
unificamos y actuamos uniformemente.

Capítulo LVI 
LA PENITENCIA Y LA LIMOSNA

La parte más importante de las purificaciones es la Penitencia voluntaria 
de los pecados, pues como dice Séneca en Thyeste, quien se arrepiente 
de su pecado es casi inocente. En efecto, la penitencia procura 
grandísima expiación oponiendo el tormento a la delectación, desterrando 
del alma una alegría estúpida y dándole cierta fuerza particular para que 
se eleve hacía el cíelo. La penitencia es, pues, no sólo l! mortificación de 
los vicios sino también el martirio espiritual del mal que es atravesada por 
todas partes por la espada del espíritu; esta espada del espíritu es el Verbo 
de Dios. Esta hace decir a Jeremías, y a Pablo al. escribir a los Efesios: 
"Maldito quien desvíe su espada de sangre". Y el Salmista canta: "La 
espada está sobre sus labios". Por ello es preciso declarar los pensamientos 
y afectos del espíritu y todas las cosas malas que salen de nuestro corazón 
y nuestra boca al sacerdote confesor, a fin de que juzgue según el Verbo 
de Dios y, según el poder que de Dios recibió, por la penitencia que nos 
ordene, nos limpie y purifique de nuestros vicios y nos conduzca hacia el 
bien. En la religión no hay sacramento más poderoso para abolir los 
pecados que la penitencia: también los dioses (según el testimonio de 
Ovidio) :

A menudo ponen fin a nuestras penas y nos dan la luz que nos quita-ron al ver 
que nos arrepentimos bien de nuestro pecado. 
Hay otro sacramento de expiación, la Limosna; los filósofos dicen 
poco o nada de él por lo que yo recuerdo de mis lecturas. Mas la Verdad 
soberana nos 10 enseñó con estas palabras: Dad limosna y seréis limpios 
de todo. Se lee también en el Eclesiastés : "Así como el agua apaga el 
fuego, de igual modo la limosna extingue el pecado". Daniel enseñó al rey 
de Babilonia a redimir sus pecados mediante limosnas. Y el ángel Rafael 
declara a Tobías que la limosna libra de la muerte, limpia al hombre de sus 
pecados y le hace hallar la vida eterna. De allí que el CRISTO nos enseñe 
a rezar al Padre diciendo: "Perdónanos como nosotros perdonamos y danos 
como nosotros damos". Y dice en otra parte al respecto: "Recibiréis el 
céntuple y poseeréis la vida eterna". Cuando juzgue a los vivos y a los 
muertos, él mismo reprochará principalmente a los condenados p r no 
haber dado limosna ní realizar obras de misericordia, díc íéndoles. Tuve 
hambre y sed y no me disteis de comer ní de beber. Y en otra parte, 
hablando de los pobres, dice: "Lo que hagáis a uno de ellos lo consideraré 
como si a mí me lo hiciéreis". Creo que ésta era también la  ?Aníon de 
Homero en el pasaje donde hace hablar á un joven que dice estas ?alabras 
a Antinoo: 
No esta bien que hayas golpeado a este pobre mendigo; esto sera tu perdicion si 
es uno de los dioses supercelestes, pues a menudo los dioses, 
bajo apariencia de huespedes extranjeros y viajeros, recorren el mundo y derriban las ciudades de los 
hombres al ver las injusticias y los crimenes.

Capitulo LVII 
PRACTICAS EXTERIORES UTILES PARA LA EXPIACION

Se cree (y contamos con la tradición de personas bien experimentadas en 
materias sagradas) que es posible expiar también el espíritu mediante ciertas 
instituciones y sacramentos administrados exteriormente, como con sacrificios, 
bautismos, exorcismos, bendiciones, consagraciones, aspersiones de agua purificada o 
bendita, y con ciertas unciones y fumigaciones no sólo sagradas sino que también 
posean naturalmente esa virtud. De esa 
manera el azufre se emplea en las religiones para expiar con sus vapores 
los demonios malignos; el huevo era utilizado, de modo parecido en la purificación, 
de donde deriva la denominación de huevos lustrales, y estos 
versos de Ovidio:

Que se haga venir una mujer de edad, que bendiga el lecho y la habitacion, y 
que lleve azufre y huevos en su mano temblorosa. 
Proclo también escribe que los sacerdotes empleaban azufre y asfalto 
en la purificación, o abluciones de agua marina: porque el azufre purifica 
por l! penetración de su olor y el agua marina por su parte ígnea. La hierba 
denominada quinquefolio purifica de la misma manera; por ello, a causa de su pureza, 
los antiguos sacerdotes utilizaban en sus purificaciones ramas de olivo : porque es 
amigo de la pureza y se dice que un olivo plantado por la mano de una prostituta, 
jamás da fruto, o se seca total-mente. También para purificar se emplea incienso, 
mirra, verbena, y vale rAana, que también se llama herba lucia y en árabe f u^ 
asimismo, llantén y clavo de olor. De modo parecido, la hiel de perro negro en 
fumigación se considera excelente en estas cosas, para expulsar a los demonios 
malignos e impedir los maleficios de cualquier parte que sea. Asimismo, las plumas 
de abubilla, en fumigación, alejan los fantasmas. Resulta maravilloso y casi increíble, 
sí no fuese atestiguado por Josefo, autor serlo e irm futable, en su historia de 
Jerusalem, donde dice que la raAz de Baaras, (asN llamada por el lugar donde crece, 
cerca de Macherunte, ciudad de Judea) color fuego, que de noche arroja mucha luz, es 
dificil de asir pues escapa de las manos y la vista, y sólo se detiene si se le echa orina 
de mujer con menstruación; sin embargo, no desaparece el peligro si se 1 
arranca después de detenida de esa manera, pues quien lo hace muere al 
instante a menos que esté munido de un amuleto de esa raíz; están los que 
cavan la tierra alrededor de la raíz, la atan con un cordel que sujetan a un 
perro y así se la arranca de inmediato; el perro tira con esfuerzo de la 
cuerda para seguir a su amo, arranca al fin la raíz de la tierra, y como sí 
pagase por él, muere en el instante en que la raíz es arrancada; después de 
eso no hay peligro para quien la toque. La virtud de esa T!íz es fortísima 
para expiaciones pues está demostrado que libra al punto a los atormentados 
por espíritus inmundos. Se cree que estas clases de materias actúan 
sobre las sustancias espirituales, expulsando, atrayendo, endulzando y 
aguijoneando, de igual manera que el fuego de Sicilia actúa sobre las 
almas. el cual (según Guillermo de París) sin herir los cuerpos, atormenta 
de manera insoportable a quienes se le acercan; en cuanto al resto, sin 
embargo, ya hablamos de estas cuestiones en parte.

Capítulo LVIII 
LAS ADORACIONES Y LOS VOTOS

Las Adoraciones y los Votos, los Sacrificios y las Ofrendas son ver- 
daderamente grados sagrados en la búsqueda de Dios; excitan sobre todo 
la voluntad divina e insuflan en las almas la comunión santa e indisoluble 
con los dioses; pues las plegarias que pronunciamos con palabras veraces y sagradas, en los 
sentidos y el pensamiento, nos procuran gran fuerza, y 
cuando las dirigimos a una divinidad, la impulsan a proyectarnos su palabra 
y respuesta mediante un rayo divino. A través de este rayo, tal como lo 
dice Dionisio, Dios habla a los hombres, pero de una manera oculta que 
poquísimos entienden. El rey y profeta David la oyó muy a menudo : 
"¿Cuándo oiré", dice, "lo que el Señor Dios habla en mí?" La adoración, 
continuada largo tiempo y reiterada a menudo, perfecciona el entendimiento 
y engrandece el alma para percibir las luces divinas, encendiendo 
el amor divino, la fe y la esperanza, y confiriendo las buenas costumbres; 
libra al alma de todo lo que es contrario y adverso, y disipa también muchos 
males que, de otro modo, sobrevendrían según el curso de las cosas 
naturales. Por ello, Ovidio dice: 
Dios aplaca su ira al oir la voz que reza; he visto con frecuencia a Jupiter, ansioso 
de lanzar su rayo, detener su brazo, satisfecho con el inc:<ensO que humeaba en sus 
altares. 
El hombre vuelve a Dios con las plegarias, y una vez allí, dice 
Platón, detiene los caballos, y entra en la sala del festín donde come la 
ambrosía y bebe el néctar. Por ello, quienes quieren disfrutar de una 
virtud, deben 
rezar y dirigir a menudo sus súplicas a quien en sí contiene toda virtud. La mejor, 
la que a todas sobrepasa, es la oración que no se profiere con la boca sino que se 
ofrece a Dios en l! santidad del silencio y la integridad del espíritu, y que 
clamando con la voz del pensamiento, venera a los dioses tutelares con palabras del 
mundo intelectual.

El Voto es un ardiente afecto hacia DAos, del espíritu casto que escogAó lo que 
le pareció bueno, tomando su compromiso; ese afecto, según el testimonio de 
JámblAco y Proclo, une las almas a Dios tan estrechamente que, a veces, la 
operación de DAos y del espíritu es una sola y misma operación, a saber, de Dios 
como artista, del espíritu como instrumento divino. Por ello, toda la antigüedad 
atestigua que, en virtud de los votos, a veces se operan milagros, curaciones de 
enfermedades, desvíos de tempestades y otras cosas semejantes. De allí que 
hallemos en la historia que los personajes más excelsos y sabios de todas las 
naciones, como los brahamanes de la India, los magos de Persia, los gAmnosofistas 
de Egipto, los teólogos de Grecia y Caldea, que instituyeron y ordenaron 
festividades de los dioses y misterios ocultos, se ocuparon principalmente de los 
votos divinos y las plegarias y, de ese modo, realizaron cantidad de cosas 
maravillosas.

Para la perfección del voto y de la adoración (pues de ningún modo hay voto 
perfecto sin adoración, ní adoración perfecta sin voto) se requieren principalmente 
dos cosas. La primera es el conocimiento de lo que se debe adorar y de aquello a lo 
cual se dirige el voto, y cuál es la manera, el orden y el medio de adorar; pues Dios 
tAene muchos cooperadores e instrumentos, como ios cAelos, las estrellas, los 
espíritus administradores, las almas celestes y los héroes, de los cuales se sirve 
como porteros, intérpretes, ejecutores y mediadores, a los que debe invocar 
primeramente quien se dirige al Dios arquetApo que es el cínico término supremo de 
adoración; las otras divinidades son como avenida para marchar hacNa Dios mismo. 
Ha de saberse, pues, que sólo hay un DAos, el Padre Soberano, el Rey y Señor de 
todos los dioses, a quien deben formularse principalmente los votos con 
pensamiento puro y pAadoso; cuando haya que dirigirse a los dioses inferiores, se 
procederá tan sólo como servicio por subdelegación de parte del Padre Soberano. 
Por ello, Zoroastro y Orfeo creían que estaba permitido, cuando se formulaban 
votos y adoraciones a poderes inferiores, emplear allí fumigaciones, caracteres y 
otras cosas semejantes; mas ciando se dirigen a la majestad del Júpiter soberano, no 
deberán observar-se estas circunstancias. Por eso Hermes dice a TacAo: "Es alg 
cercano al sacrilegio querer quemar incienso y cosas semejantes cuando se ruega a 
Dios". "Estas cosas", dice Proclo, "son extrañas a toda piedad, puesto que no se 
puede hallar materAal que no sea inmundo para Dios inmaterial; por ello, la oración 
que se dirige de viva voz no le corresponde, ní la oración mental, sí el espíritu está 
manchado por el vicio".

La segunda cosa que se requiere es cierta semejanza de nuestra vida a la vida 
divina, procedente de la pureza, la castAdad y la santidad, con un deseo lícito de lo 
que pedimos; por medio de ello ganamos soberana-mente la benevolencia divina y 
somos sujetos dispuestos para recibir su 
liberalidad; pues sA no somos dignos, p r la pureza de nuestro espíritu, de ser 
escuchados, y sA las cosas pedidas no son dignas de ser cumplidas, es evidente que los 
dioses no escuchan nuestras plegarias: esto hace decir al divino Platón que, por las 
plegarías que podamos pronunciar, no podemos obtener de Dios cosas injustas. Por tanto, 
no pidamos a Dios lo que deberíamos avergonzarnos de pedir. Por esa sola razón vemos 
cantidad de personas que formulan plegarias y votos en vano, porque, de por sí, no están 
dispuestas ni preparadas religiosamente; sus anhelos y pedidos no son formulados para 
cosas agradables a Dios, y no saben distinguir el orden de la adoración y por qué 
mediadores hay que dirigirse a Dios; la ignorancia de estas circunstancias reduce muy a 
menudo a la nada nuestras oraciones y plegarias, y hace que nuestros votos sean 
destruidos por nuestras súplicas.

Capítulo LXII 
LAS CONSAGRACIONES Y SU REGLA

La Consagración es una sublimación de experiencias por la que el alma 
espiritual, atraída por proporción y conformidad, es infusa en la materia de nuestras 
obras, preparada con el rito legítimo según la tradición del arte mágico; y nuestra 
obra es vivificada por el espíritu del entendi- 
miento. La eficacia de las consagraciones se cumple por dos cosas prin- 
cipalmente; a saber, por la virtud de quien consagra y por la virtud de 
la oración y la ceremonia que sirve a la consagración; en la persona se re- 
quieren santidad de vida y poder de santificar; la naturaleza y el mérito 
dan la primera cosa; la segunda se adquiere por la iniciación y la digni- 
ficación, de lo que hablamos en otra parte; además, la persona que con- 
sagra debe conocer en ella, por una fe firme e inquebrantable, esa virtud 
y poder. Mi intención es decir ahora lo que se requiere para la oración. 
La Oración posee cierto poder, divinamente infuso, de santificar, 
como si Dios lo hubiese ordenado así para ello mismo, como son la mayo- 
ría de las referencias que leemos en las elocuciones sagradas de la Biblia; 
o como si fuese instituida para esto en virtud del Espíritu Santo, según disposición 
de la Iglesia y, de esa manera, también 'se encuentran muchas; o bien esa 
santificación está en la oración misma, no ? r virtud de institución, sino por virtud 
de conmemoración de cosas sagradas, como las Escrituras e historias sagradas, los 
milagros, las obras, los efectos, las gracias, las promesas, los sacramentos, cosas 
sacramentales, que parecen tener 
conexión con la cosa a consagrar, por apropiación o impropiación, o por 
alguna similitud; y daremos algunos ejemplos de esto, que abrirá fácil-mente el 
camino a toda esta consideración. Así, en la consagración del agua se conmemora 
que Dios ubicó el firmamento en medio de las aguas; que puso una fuente sagrada 
en medio del Paraíso terrenal, que regó toda la 
tierra con cuatro ríos sagrados; que convirtió a las aguas de su justicia 
en instrumento del que sirvió para destrucción de los gigantes por el Diluvio 
universal sobre toda la tierra y para destrucción del ejército del Faraón en el Mar 
Rojo, y cómo condujo a su pueblo a través de ese mar a píe desnudo, y en medio 
del Jordán; que milagrosamente hizo manar agua de l! roca del desierto, e hizo 
surgir una fuente de agu! vAva del diente de la quijada de un asno ante la plegaria 
de Sansón; que estableció las aguas como instrumento de su misericordia y baño de 
salvación para 
remisión de los pecados; que el CRISTO, bautizado en el Jordán, purificó y santificó 
las aguas; y otros hechos de esa calidad, invocando los nombres divinos que se le 
relacionan, como cuando DAos es llamad  fuente de vida, agua viva, río viviente. De 
la misma manera, al consagrar el fuego, se conmemora que Dios creé,. el fuego de su 
justicAa como instrumento para todo castigo, la venganza y la purificación de los 
pecados, y que, al venAr a juzgar al mundo, hará que le preceda su conflagración; 
que apa- 
reció a Moisés en la zarza ardiente; que precedió a los hijos de Israel en la columna de fuego; 
que estableció un fuego inextinguible para que se 
le conservase en el Arca de la Alianza, y que lo volvió a encender milagrosamente 
cuando se apagó y lo mantuvo oculto bajo las aguas sin que se extinguiese, y otros 
prodAgios semejantes. Tenemos incluso los nombres divinos, como los de fuego 
consumidor, fuego abrasador y otros deriva-dos, como esplendor de DAos, luz de 
Dios, lumAnar de Dios y otros semejantes. Asimismo, en la consagración del aceite, 
se recuerda las cosas sagradas que se le relacionan, como en el Exodo el aceite de 
unción y el perfume, y los nombres sagrados que se relacionan con estas cosas, 
como el nombre de Cristo que quiere decir ungido; lo que hay de semejante en los 
misterios, igual que en el Apocalipsis, los dos olivos degustando el aceite santo en 
las lámparas ardientes ante la faz de Dios. Asimismo, en la consagración de los 
lugares se conmemora el monte Sinaí, el tabernáculo de la Alianza, el santo de los 
santos, el templo de Salomón, y la santifícacíón del monte Gólgota por el mAsterio 
de l! pasión del CRISTO, igual que el monte Tabor, donde se concretaron la 
transfiguración y l! ascensión a los cíelos; únese a ellos los nombres sagrados como 
trono de Dios, silla de Dios, tabernáculo de Dios, altar de Dios, sede de Dios, 
habitáculo. de Dios y otros semejantes. De igual modo se procederá con las demás 
bendicAones, buscando en las Sagradas Escrituras, en los nombres divinos y en las 
santificaciones de la religión, las cosas que de alguna manera puedan convenir a esta 
cuestión. Por ejemplo, sí se trata de una carta o un libro, en las conmemoraciones de 
los misterios están las tablas de los diez mandamientos dadas a Moisés sobre el 
monte Sinaí, y la santificación de la ley, de los profetas y de las Escrituras 
promulgadas por el Espíritu Santo; e incluso estarán los nombres divinos, como 
testamento de Dios, libro de Dios, libro de vida, ciencia de Dios, sabiduría de Dios, 
y semejantes. Asimismo, sí hay que bendecir una espada para la conmemoración se 
hallará en el segundo libro de los Macabeos que fue enviado a Judas Macabeo de 
una 
manera divina una espada para que despedazase a los enemigos del pueblo 
de Israel. En los Evangelios también se leen estas palabras: "Vended vuestras túnicas 
para comprar espadas". Y en la historAa de David se 
habla de un ángel que entregó l! espada ensangrentada. Se hallarán incluso muchas cosas 
de esta índole en los profetas y en el Apocalipsis, igual 
que nombres sagrados de espada de Dios, vara de Dios, bastón de Dios, venganza de 
Dios, y otros semejantes.

Estas indicaciones relativas a las consagraciones y bendiciones, apoyadas con 
ejemplos, son bastantes; las consagraciones y bendiciones perso- 
nales se lograrán fácilmente. Pero hay todavía otro rito de consagración y expiación, 
potente y de gran eficacia, que pertenece a las supersticiones; tiene lugar cuando se 
transfiere el rito de un sacramento a una cosa que se pretende consagrar o expiar, 
como el rito del bautismo, de la confirmación, de los funerales, etc. Además, habrá 
de saberse que el voto, la oblación y el sacrificio tienen determinada fuerza de 
consagración tanto material como personal, por el hecho de que las cosas o personas 
son dedicadas y ofrendadas a ciertas divinidades particulares.

Capítulo LXIII 
COSAS SAGRADAS Y CONSAGRADAS; PRESENCIA 
DE LOS DIOSES; TIEMPOS SAGRADOS

Se llama Cosas Sagradas todas las que los dioses o demonios, por preferirlas, 
convirtieron en sagradas, las que, por así decirlo, nos dedica-ron los mismos dioses. 
De esa manera, decimos los demonios sagrados, porque Dios habita en ellos y se 
dice que llevan a menudo el nombre, de allí que se lea en el Exodo: "Enviaré mi 
ángel que marchará ante vosotros, observadle y no le despreciéis pues lleva mí 
nombre sobre él". En este sentido se llama sagrados a los misterios pues el misterio 
es una cosa que encierra una virtud sagrada y oculta, y una gracia acordada por los 
cielos o los demonios, o dispensada por el mismo Dios soberano, como son los 
nombres sagradas y los caracteres, de los que ya hablamos. Así tenemos la cruz 
sagrada y misteriosa, consagrada por la pasión de JESUCRISTO; ciertas oraciones y 
plegarias llamadas sagradas y místicas, instituidas no por l! devoción de los 
hombres sino por la revelación divina, como leemos en los Evangelios que el Cristo 
instituyó la oración del Señor. Del mismo modo se llama sagradas a las 
composiciones donde Dios indujo un rayo particular ele su vNrtud, como leemos en 
el Exodo respecto del thymiama ) del óleo de unción, y como, entre nosotros, las 
fuentes sagradas, el crisma sagrado, el óleo de los catecúmenos, etc. Hay incluso 
otro género de cosas sagradas, en el que llamamos sagradas a las cosas que los 
hombres dedicaron y consagraron a Dios, como votos y sacrificios de los que va se 
habló. Por eso Virgilio escribe estos versos: 
Mas Cesar, elevado por un triele triunfo sobre los muros de Roma, consagro su 
voto inmortal a los dioses de Italia. 
Y Ovidio, en el libro de las Metamorfosis, canta: 
Llegado el dia de la festividad, Aquiles, portador del cisne, sacrifico a Palas la 
sangre de una vaca inmolada; tcm pronto efectuo su ofrenda 
sobre los altares calientes y el olor de la victima agr?dable a los dioses ascendio en 
los aíres, las cosas sagradas tomaron su parte, el resto fue 
dado para las mesas.

De modo parecido se llama sagrados a los simulacros, los delubra, los ídolos, 
las estatuas, las imágenes y las pinturas a semejanza de los dioses, o dedicadas a los 
dioses mismos, como canta Orfeo en el himno dNrigAdo a Venus de LAcAa: 
Pues nuestros jefes, que tienen la proteccion de las cosas divinas de la patria, 
establecieron una pequena ciudad para el coloso sagrado. 
Y VArgAlAo dice: 
Padre mio, toma con tu m?n5 las cosas sagradas y los penates de la patria. 
Por eso el divino Platón, en el libro XI de las Leyes, recomendó honr!T las 
estatuas e imágenes de los dioses, no por ellas mismas sino porque nos representan 
a los dioses, igual que los antiguos veneraban la representación de Júpiter, 
interpretándolo así; pues lo que la estatua lleva del hombre sAgnifAca que es el 
pensamiento que produjo todo a manera semAn!l; está sentado para representar la 
virtud estable e inmutable; está des-nudo y descuiberto por lo alto, porque es vAsAble 
a las inteligencias y seres superiores; está cubierto por debajo, porque está oculto a 
las criaturas inferiores; tiene su cetro en la mano izquierda, porque se halla en estas 
partes del cuerpo el domicilio de la vida más espiritual; intelecto creador, es el rey 
y el espíritu vivificante del mundo; lleva en su mano derecha un águila y una 
victoria: porque es el señor de los otros dioses, como el águila lo es de las demás 
aves; lo otro porque todo le está sometido. De la misma manera también veneramos 
la figura del cordero porque representa al CRISTO, y la figura de una paloma, 
porque nos señala al Espíritu Santo, y las figuras del león, del buey, del águila y del 
hombre, que significan los evangelistas, y otras semejantes que hallamos 
expresadas en las revelaciones de los profetas en diferentes lugares de las Sagradas 
Escrituras.

Las pinturas que sirven para revelaciones y sueños del mismo género se 
denominan sagradas. Hay también ritos y observancias sagrados, que se efectúan 
para venerar a los dioses y la religión, como los gestos devotos, las genuflexiones, 
el descubrirse la cabeza, las aspersiones de agua bendita, los inciensamíentos, las 
expiaciones exteriores y las procesiones de supo cantes; y la ornamentación 
exterior de las alabanzas divinas, como la resonancia musical, el encendido de 
cirios y lámparas, el ritmo de campanas, los adornos de los templos, altares e 
imágenes: todas estas cosas exigen culto y decoro elevadísimos y bellísimos; por 
ello se emplea todo lo más 
brillante, bello y precioso, c omo oro, plata, piedras preciosas, etc. Y 
todas estas veneraciones y cosas sagradas exteriores, son instrucciones Y 
exhortaciones para llevarnos a las cosas sagradas del espírAtu y obtener los 
beneficios de los dioses, como lo atestiguó Proserpina en estos versos: 
Quis nam hominum formas aeris neglexerit unqu?m, Aut auri fl?va, 
aut argenti candida dona: 
Quis non miretur, quis P5P haec ipsa deorum. Dixerit?

También se llaman sagrados los sacerdotes de las divinidades y los ministros 
de los dioses, y consagrados a ellos; igualmente todos los administradores y 
consagradores de cosas sagradas.¡ Esto hace decir a Lucano : 
Pontifices sagrados a quienes el poder fue conferido. 
Y Virgilio, respecto de Heleno, sacerdote de Apolo, dice: 
Ruega a los dioses por la paz y quita las cintas de la cabeza consa- 
grada. 
Estas clases de cosas sagradas son como pactos entre los dioses y nosotros, 
bajo forma de alabanza, respeto y obediencia, por medio de los cuales a menudo 
obtenemos una virtud maravillosa de la divinidad por la que tenemos tal veneración. 
De esa calidad son los himnos sagrados, los sermones, los exorcismos, los 
encantamientos y los vocablos compuestos y dedicados para alabar y venerar a los 
dioses; por eso Orfeo dice en su himno de los astros:

Invoco, pues, ahora a los demonios puros con vocablos sagrados. 
La iglesia primitiva empleaba ciertos encantamientos contra enfermedades y 
tempestades, y todo ello realizado bajo la veneración de una divinidad a la que se 
reza pronunciando palabras o llevando escritos colgados; así obtenemos a menudo 
de esa divinidad una virtud que los hombres admiran grandemente. Hay también, 
pertenecAentes a este género, nombres, figuras, caracteres y sellos sagrados que los 
hombres contemplativos 
confirmaron con votos, dedicaciones y consagraciones, con toda la pureza 
de su pensamiento en la veneración de Dios, como secretos para el logro de sus 
votos, y si alguien en seguida los pronuncia con la pureza de pensamiento que los 
Anstituyera la prAmera vez, realizará, de modo parecido, cosas maravillosas como 
ellas, a condición de guardar la modalidad y norma dadas por el primer institutor: 
pues quienes ignoran estas cosas, pierden su tiempo y trabajan en vano. De esa 
manera, a veces hacemos cosas admirables, no sólo con palabras bárbaras sAno 
también hebreas, egipcias, grAegas, latinas y con otros nombres de cualquier lengua 
que sea, siempre 
que sean dedicadas a Dios, y atribuidos y consagrados a su esencia, o a 
su virtud, o a su operación. AsN son para Jámblico los nombres Osiris, Icton, Emeph, 
Ptha, Epies, y Amun; igual para Platón y los griegos (U, Xóv .r!u-rov; así los 
griegos llaman Iove tíva, átó rá j~v, lo que quiere 
decir vivir, porque da vida a todas las cosas; de modo parecido .fz, que significa por, 
pues todo se hace por él; así d?dB= B, que quiere decir inmortal; los l!tin s, Júpiter, 
como quien dijera juvans paler, y otros términos semejantes. También se dan a los 
hombres ciertos nombres apropia-dos para un voto, como Eitíquides, Sosias y Teófil , 
es decir, feliz, servidor y querido de Dios. De modo similar, ciertas cosas materiales 
obtienen mucha virtud y santidad de la consagración, principalmente del sacerdote, 
como vemos que los sellos de cera, donde está inscripta la figura de corderos, reciben 
por la bendición del Papa de Roma una virtud contr! el rayo y las tempestades, para 
preservar de ser heridos a quienes la llevan; pues la virtud divina es inspirada en estas 
imágenes sagradas, y contenida en ellas, como en una carta sagrada que tienen la 
imagen de Dios. Parecida virtud reciben los cirios bendecidos en Pascua y en la fiesta de 
Purificación de la Virgen divina; las campanas, de modo parecido, por su consagracíón 
y bendición, reciben una virtud de rechazar y detener el rayo y las tempestades, para 
impedir que causen mal en los sitios donde su sonido se oiga durante ese tiempo. De la 
misma manera, también el agua y la sal, por sus bendiciones y exorcismos, reciben l! 
virtud de purificar y expulsar los demonios malignos, y lo mismo ocurre con cosas 
parecidas.

Hay también Tiempos sagrados, siempre observados con grandísima veneración 
por las naciones de toda clase de religiones, que los dioses nos ordenaron santificar, o 
que nuestros padres y superiores los dedicaron en conmemoración de un bien recibido de 
ellos y en perpetua acción de gracías; así, los hebreos tienen sus sabbaths y los gentiles 
sus ferias; así recibimos los días solemnes de nuestros misterios sagrados, para celebrarlos 
siempre con gran solemnidad. Hay también tiempos contrarios, que llamamos 
expiatorAos, y también días negros porque en ellos la república tuvo una gran pérdida, o 
sufrió una gran calamidad; de esta clase eta, entre los romanos, la cuarta de nonas de 
sextíl, porque ese día sufrieron el gran desastre de la batalla de CaInas; por una razón 
semejante todos los días postriduos se llamaron negros, en los que muy a menudo 
tuvieron lugar combates desgraciados. AsN, entre los judíos, el 17 de junio es día negro 
porque ese día Moisés rompió las tablas, Manasés erigió el ídolo en el Santo de los 
Santos, y los enemigos derribaron las murallas de Jerusalén. De modo similar, tienen 
como desdichado el día 9 de julio porque ese día fue perpetuada la doble desTruccAQn del 
templo. Por la misma razón, los días llamados egipcíacos eran antiguamente observados 
por los egipcios. Y cada nación puede efectuar sin dificultad un cálculo parecido de los 
días felices y desdichados. Los magos ordenan observar estos días sagrados y religiosos, 
igual que los días de los planetas y las disposiciones celestes; dicen también que son muy 
eficaces para adquirir virtudes espirituales y divinas, porque su potente influjo no 
desciende tanto de los elementos y cuerpos celestes cuanto del mundo inteligible y 
superceleste, y ayudada por los comunes sufragios de los dioses, no quebrantada por . 
disposición contraría alguna de los cuerpos celestes ní menguada por el contagio 
corruptible de los elementos, siempre que se tenga fe firme y 
veneración religiosa, es decir, acompañada de temor y temblor, pues es esto 
propiamente lo que quiere decir la religión. De allí que se llamen religiosos los días 
que está prohibido violar, que observamos ansiosamente, temerosos de que nos 
ocurra un gran mal, si se comete algo indebido.

Capítulo LXIV 
OBSERVANCIAS RELIGIOSAS, CEREMONIAS, 
RITOS DE PERFUMES, UNCIONES Y COSAS SEMEJANTES

Quienquiera desee operar en este orden, deberá comenzar a rezar pia- 
dosamente a Dios Padre único para ser una unidad digna de su clemencia, puro y 
limpio interna y externamente, y en un lugar puro, pues está escrito e n el Levítico: 
Todo hombre que se acerque a cosas consagradas, sí está inmundo, perecerá en 
presencia del Señor. Por ello habrá que lavare a menudo y en días fijados según los 
misterios de los números, usar ropas limpias y guardarse de tod! suciedad, polución 
o lascivia; los dioses, dice Porfirío, rehusan escuchar al hombre que no se abstuvo 
durante largo tiempo de tratos venéreos. No habrá que unirse con mujer manchad! 
ni con sus menstruaciones, ni con la que sufra hemorrea, ní tocar cosas inmundas ni 
muertas. Por eso dice Porfírio: "Quien tocó a un difunto tiene prohibido acercarse a 
los oráculos". Esto puede ser porque el espíritu corrompido por una afinidad de 
hedor fúnebre, se torna inepto para reci- 
bir los influjos divinos.

Habrá que lavarse, ungirse, fumigarse y ofrecerse en sacrificio, pues Dios toma 
en aroma muy suave lo que hace en su honor un hombre purificado y dispuesto, y 
recibe, junto con el incienso, su oración y oblación que ascienden a él, como lo 
canta el Salmista: "Que mí oración ascienda hacía tí, Señor, c m  el incienso que 
arde en tu presencia". Además, el alma, hija e imagen de DNos mismo, se deleita en 
estos perfumes y fumigaciones, captándolos con las mismas narices por las que 
entró en el hombre corporal, y por las que, según el testimonio de Job, a veces salen 
espíritus muy vivaces que no pueden ser retenidos en el corazón del hombre irritádo 
por bilis o trabajo; por ello, muchos estiman que el olfato es el más lleno de vida y 
más espiritual de todos los sentidos. Además, el humo y la unción de los sacrificios 
penetran todo, y abren las puertas de los elementos y los cíelos a fin de que el 
hombre pueda ver y conocer los secretos del Creador, las cosas del cielo, las que 
están encima del cíelo, y las que descienden del cíelo, como los ángeles y espíritus 
de las cavernas y los abismos, los fantasmas de lugares desiertos, cómo hacerlos 
acudir, aparecer, comparecer y obedecer; apaciguan incluso a todos los espíritus y 
los atraen con los elementos, y hacen que los espíritus ocupen cuerpos, mien- 
tras el cuerpo espiritual crece pues vive de vapores, fumigaciones y olores de 
las libaciones. 
Todo esto deberá realizarse además con sentimiento y deseo plenos del 
corazón, para ser favorecido con la clemencia del cíelo y de todos los poderes 
celestes, cuyo favor se obtiene maravillosamente con la adaptación del lugar, 
del tiempo, de la profesión, de la costumbre, de la vida, del atuendo, del 
ejercicio y del nombre.

Estas circunstancias no sólo cambian sino también sobrepasan la fuerza de 
la naturaleza. Un lugar afortunado es muy útil para este favor; y no es sin razón 
que Dios dijo a Abraham que se allegase a la tierra que le mostraría, y que 
Abraham continuase su marcha hacía el Mediodía. De m d  parecido Isaac se 
dirigió a Ger!rath donde sembró, recogió el céntuple y enriqueció 
grandemente. Para saber qué lugar conviene a un hombre, es preciso escrutar 
su génesis, y quien no pueda, debe observar dónde se complace más su espíritu, 
dónde son más vigorosos sus sentidos, dónde funcionan mejor la salud y la 
fuerza corporales, dónde l gr! mejores negocíos, dónde tiene más amigos y 
dónde sucumben los enemigos; deberá saber que ese país, ese lugar le fue 
destinado por Dios y los seres superiores, y que los cielos lo dispusieron y 
prepararon para él. Deberá habitar entonces en ese lugar y cambiar según el 
tiempo y el negocio, pero huyen-do siempre de un sitio desgraciado.

Los nombres felices mejoran también nuestros asuntos, y los nombres 
desgraciados los destruyen. Por eso, antiguamente, los romanos, al elegir 
soldados para enrolarlos, tenían buen cuidado de que el primer soldado no 
llevase un nombre de alguna manera desgraciado; y para la reparticíón de 
impuestos, revista de ejércitos o colonias, escogían hombres con nombres 
afortunados. También creían, sí se cambiaban los nombres infortunados por 
otros afortunados, que cambiaba para mejor la fortuna de las cosas. Así 
decidieron cambiar por Dyrrachium el nombre de Epidamnum, por temor a que 
los navegantes no corriesen peligro, in damnum. Por razones semejantes, a 
Maleoton, por temor a que causase mal, la llamaron Beneventum, es decir, 
bienvenido. Decían que el lago Lucrino era el más afortunado de todos, a causa 
de su nombre afortunado.

Habrá que escoger también días y horas para las obras, pues no sin motivo 
dijo el Salvador: "¿No hay doce horas en la jornada?", etc. En efecto, los 
astrólogos enseñaron y los magos observaron que los tiempos pueden imponer 
buen éxito en nuestros negocios. En fin, los más sabios de nuestros antiguos 
coinciden todos en que importa mucho en qué momento y disposición de los 
cielos cada cosa tomó su ser en este mundo, no súlo en cuanto a lo natural sino 
también en cuanto a lo artificial. Por eso escribieron que este momento de 
comienzo tenía tan gran fuerza que de alh dependía y podía ser predicho todo 
el curso de la fortuna y que, por la misma razón, al examinar las sucesiones de 
la fortuna de cada cosa, se podía, retrotrayéndose, hallar su comienzo, y 
aseguraban haberlo experimentado. Así, el astrólogo Sulla predijo a Calígula, 
que le consultaba sobre la naturaleza, la muerte violenta a breve plazo. El 
astrólogo Me- 
theón, viendo que los atenienses se preparaban para la guerra contra los habitantes de 
Siracusa, les predijo desgracia y derrota en su guerra; como los mismos querían 
conducir una flota hacia Sicilia, Mesón les predijo tempestad. Anaxágoras, con esa 
ciencia de los tiempos, predijo en qué día sobrevendría la caída de una piedra del sol, 
hecho que verdaderamente se produjo en seguida sobre el Aegos, río de Tracia. Por el 
contrarío, Lucio Tarnucio Firmanio descubrió por los hechos y la fortuna de Rómulo, 
su concepción y nacimiento. Descubrió también el día natal de la ciudad de Roma, 
según la anotación de la constante de su fortuna. Así Materno informa que se 
descubrió el comienzo o nacimiento del mundo por la evo- 
lGcAQI d e las co s a s .

También es posible demostrar claramente, con muchos ejemplos, que los 
tiempos tienen mucho poder sobre las cosas naturales. Así, vemos que los árboles 
vuelven sus hojas háciá el solsticio, como el álamo, el olmo, el olivo, el tilo y el sauce 
blanco; los mariscos, cangrejos y otras engordan a medida que la luna crece y 
adelgazan cuando ésta mengua; y los mares por su flujo y reflujo siguen el movimiento 
y los tiempos de l! luna. ¿El Euripo de Euboé no tiene siete veces su flujo y reflujo de 
velocidad asombrosa? Esta misma corriente queda tres días sin movimiento cada mes, 
a saber, en la séptima, octava y novena luna. Y en el país de los trogloditas hay un lago 
que, tres veces por día, se torna amargo y salado, y alternat^vamente dulce. En el día 
del solsticio de invierno, cuando todas las cosas están muertas y marchitas, el poleo 
seco florece. Se dice que el mismo día las vesículas hinchadas revientan y que las 
hojas de los sauces y las semillas de las manzanas se van. Y esto es patente pues lo ví 
en Italia y Francia y sé de un nogal, seco todo el año, que en la víspera de San Juan 
produjo hojas, flores y frutos maduros. Y todo este milagro consiste en observar 
solamente el tiempo de plantación.

Por lo demás, los astrólogos nos afirman constantemente, en sus libros sobre 
Elecciones e Imágenes, que los tiempos pueden acordar maravillosas virtudes a las 
cosas artificiales. Por esa razón leemos en Plutarco que, entre los peleneos, se 
fabricaba una estatua con tal arte que de cualquier lado que se la observase, producía 
en todos terror y grandísima alteración, de manera que nadie osaba mirarla. Y leemos, 
en la vida de Apolonio, que los magos de Babilonia habían colocado en el techo cuatro 
dragones de oro a los que denominaban lenguas de los dioses, y que en ellos había tal 
fuerza que inclinaban los espíritus de la multitud al amor y la obediencia hacia el rey.

En la isla de Quío existía un rostro de Diana en alto sitial, que parecía triste a quienes 
entraban y feliz a quienes salían. En la Tróada no se corrompían los restos de los 
sacrificios dejados en torno de la estatua de Minerva. En el templo de Venus, entre los 
pafios, en el area jamás llovía. Si se quitaba algo del túmulo de Anteo, caía lluvia del 
cíelo hasta que se restituía lo que se había desenterrado. Sobre la tumba de Bibria, rey 
del Ponto, estaba plantado un laurel; bastaba introducir una rama de éste en una nave 
para que no cesasen las disputas hasta que se lo tiraba. En la isla de Boristena ningún 
pájaro infectaba el templo de 
Aquiles. En el templo de Hércules, en el mercado de bueyes, en Roma, no 
entraban moscas ní perros. En Olinto de Tracia había un lugar donde sí 
entraba un escarabajo, no podía salir y moría retorciéndose. 
Podría aportar infinidad de ejemplos y más maravillosos que éstos, que l! 
antigüedad nos cuenta del arte de las imágenes y de la observación de los tiempos; 
pero a fin de que n  se dude de estas cosas y se las tome por boberías debido a su 
antigüedad, mencionaré aquí milagros más recientes del arte, todavía observables en 
ciertos lugares. Se dice que con el arte de las imágenes se lograba que, en Bizancio, 
nadie fuese picado por serpientes, y que los grajos no volasen sobre su muralla; que 
no hubiese búhos en Creta; que no se oyese cantar a las cigarras en l! campiña de 
Nápoles; que no entrasen moscas en las barberías de Venecia; y que en 
todo el año no se viese en Toledo sino una sola mosca de notable blancura. En el libro 
anterior ya hemos dicho cuáles son los modos y tiempos a 
observar para realizar estas cosas y otras semejantes.

Además, las fuerzas y virtudes de las sentencias y palabras son cosas que hay 
que observar principalmente, pues por medio de ellas el alma se derrama en las 
sustancias inferiores, como piedras, metales y animales, y en todas las cosas 
naturales, imprimiéndoles figuras y pasiones diferentes, introduciendo fuerza en todas las 
criaturas o conduciéndolas y atrayéndolas mediante determinado amor. Así Catón atestigua 
que las palabras reaniman a los bueyes fatigados; con palabras y plegarias se puede obtener de 
tierra que produzca árboles que no son habituales; con plegarias también se puede 
obtener de los árboles que cambien de sitio y crezcan en otro suelo; que los nabos sean 
más gruesos, sí al sembrarlos se les reza 
para que obren bien para con nosotros, nuestra familia y vecinos. Si se alaba a un 
pavo real, al punto se le hace desplegar sus plumas. Al contrario, se descubrió que sí 
se siembra basílico con gruesas injurias y maldiciones, da frutos tardíos. El garus 
quemado y en infusión cura los males 
sí durante ese tiempo no se lo nombra. Incluso los fascinadores hacen morir los 
árboles, alabándolos, y asN perjudican a semillas y niños. Además, se dice que la 
fuerza de las execraciones humanas es tan grande que puede expulsar y exterminar a 
los demonios malignos; así Eusebio cuenta que Serapis, en Egipto, enseñaba símbolos 
para expulsar demonios y cómo éstos, asumiendo figura de bestias, acechan a los 
hombres y los sorpren- 
den.

En fin, en todas las cosas habrá que tener a Dios ante los ojos, pues 
está escrito en el Deuteronomío: "Cuando busques al Señor tu Dios, lo encontrarás sí 
lo buscas de todo corazón y en toda la tribulación de tu alma". Con confianza 
verdadera y constante es posible aplacar a Dios y a todos los demonios. Por es 
leemos en Marcos: "Todo lo que pidas con plegarias, cree que lo recibirás y te 
llegará". Y en Mateo se dice: "Si tienes fe como un grano de mostaza, nada te será 
imposible". La plegaría perpetua del justo tiene también mucho poder; pues Helio, 
como dice Santiago, era un hombre semejante a nosotros, y en su oración rogó que 
no lloviese sobre la tierra, y no llovió durante tres años y seis meses; rezó de nuevo y 
el cielo dio lluvias y la tierra su fruto. Habrá que evitar pedir cosas vanas en las 
plegarias, o contra l! voluntad divina; Dios quiere todas las cosas buenas; no se 
usurpará el nombre de Dios en vano, pues nó quedará libre de castigo quien invoque su 
nombre por una cosa vana. Hay que hacer abstinencia y dar limosna, pues como dice 
el ángel a Tobías, la oración es buena con ayuno y limosna; y leemos también en el 
libro de Judith: "El Señor oirá tus plegarias si perseveras en los ayunos 
y oraciones en presencia del Señor".

Capítulo LXV 
CONCLUSION DE TODA LA OBRA

Esto es lo que reunimos en este libro, mediante compilaciones diversas, sobre la 
tradición de los antiguos, para que sirva de introducción a 
la Magia. El discurso en verdad no es largo pero bastará para quienes 
lo entiendan. Algunas de estas materias están escritas sin orden y otras con él; algunas 
se entregan en fragmentos; algunas fueron también ocultadas y dejadas para que las 
busquen los inteligentes, los cuales, considerando y escrutando más sutilmente estos 
escritos, pueden obtener documentos completos con las experiencias infalibles del 
arte mágico, pues hemos transmitido este arte de manera tal que no pueda permanecer 
oculto a los hombres prudentes e inteligentes, y que la entrada no esté expedita para 
los inicuos e incrédulos indignos de participar en los arcanos de estos secretos, que 
sin reconocer su estupidez quedan con las manos 
vacías sobre la pequeña sombra de la ignorancia y la desesperación.

Por tanto hemos escrito esta obra para los hijos de la doctrina y la sabiduría, 
quienes deberán indagar en este libro, recogiendo allí nuestra intención dispersa, 
ubicada en muchos sitios; 10 oculto en un sitio lo manifestamos en otro, a fin de que 
se manifieste a la sabiduría. Sólo hemos escrito para quienes tienen espíritu puro y 
formado para guardar un buen orden de vida, cuyo pensamiento es cast  y púdico, 
cuya fe íntegrá teme y reverencia a Dios, sin las manos manchadas de pecados o 
crímenes, de buenas costumbres, sobrios y modestos. Sólo ellos hallarán la doctrina 
que les está reservada, como así también los arcanos velados bajo muchos enigmas 
que .sólo serán descubiertos por una inteligencia pro-funda; entonces, toda la ciencia 
íntegra de la inexpugnable disciplina mágica penetrará en ellos y manifestará las 
virtudes -adquiridas antigua-mente por Hermes, Zoroastro, Apolonío y otros 
taumaturgos.

En cuanto a los malévolos calumniadores, hijos de ignorancia malvada e 
iniquidad ignorante, deberán evitar nuestro libro pues es su enemigo, sito en el 
precipicio que los lanzará en el error y la miseria. Si alguien, pues, a c`G!a de su 
incredulidad e inercia intelectual no halla lo que busca, no diga que le engañé, que a 
sabiendas escribí falacias o mentí, sino que se acuse a sí mismo por no comprender 
nuestros escritos, pues son oscuros y velados por muchos misterios, donde ocurrirá que 
muchos se engañarán y perderán el buen sentido. Nadie se enoje con nosotros sí 
ocultamos la verdad de esta ciencia bajo la ambigüedad de los enigmas, y si la díspersamos 
en muchos sitios de esta obra, pues no la hemos ocultado a los sabios sino a 
los espíritus perversos y deshonestos, y la hemos transmitido con un estilo tal que el 
necio no la entienda y llegue fácilmente al sabio intelecto de quien no lo es. 
 

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publicado por masallaesoteric a las 20:33 · Sin comentarios ·  Recomendar
 
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